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Oikos formación en artes desde y para el territorio
Rolando Franco
Desde su origen, la Casa de la Cultura de Suba ha sido un importante referente cultural de la localidad y la ciudad. Queremos conocer, visibilizar y ayudar a difundir el trabajo que realiza este espacio y a partir de algunas preguntas, conocer las apuestas y puesta en escena de artistas locales, además develar algunos asuntos respecto a la formación en artes en nuestra localidad.
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Flor de andén conversó con Marcela Pardo (artista, danzaría y gestora cultural), en un ejercicio de diálogo informal, que tuvo como intención descubrir los procesos relacionados con la cultura, en una de las localidades más grandes de la ciudad. El escenario, la casa de la cultura de Suba; en una presentación desde el arte y la formación en un territorio ancestral e inmenso de Bogotá. Ella, desde una energía única y su sonrisa que acompaña, comenta del esfuerzo inmenso que involucra el manejo y mantenimiento de un sueño, como es la creación, la difusión, la formación artística y el ofrecer una agenda cultural al alcance de la comunidad. Comenta de su experiencia administrativa, la gestión cultural y política, además de las posibilidades de manutención, casi simbólica, que significa la labor titánica de la cultura en la ciudad.
En la antigüedad las personas se sentaban alrededor del fuego, allí nacía la palabra. En la casa de la cultura, renace un nuevo oikos, un hogar, donde se reproduce la cultura; una chimenea que calienta la ilusión, los sueños y el arte de una comunidad. La corporación Casa de la cultura, nace y se reconstruye constantemente en procesos desgastantes desde lo administrativo, y velados alrededor de lo polí- tico. Son referentes para la ciudad de personas que desde los estertores del anonimato, luchan constantemente para poder brindar un espacio de refugio a los artistas. Además de la presentación de una oferta cultural que favorece a niños, jóvenes y personas en general de los barrios aledaños.
En su momento, antes de la pandemia, más de 400 estudiantes se formaban en distintas áreas artísticas: cuerpo y danza, teatro, música, inglés y literatura, artes manuales, artes plásticas y artes visuales; ahora, en momentos de pandemia y pospandemia, cerca de 250 personas en diferentes talleres desde una metodología remota, brindan algo de continuidad a los procesos educativos que ofrece la casa y sus asociados.
Los caminos que conducen a la casa son variados, las personas acuden de barrios como: Berlín, Villa Cindy, La campiña, Pinar, El Rincón, entre muchos otros. Muchos de sus asistentes a experiencias artísticas o sus talleres, son habitantes de la comunidad local de los estratos socioeconómicos 2 y 3, jóvenes estudiantes, la mayoría, que ven en el arte, no solo una forma de entretenimiento, sino la posibilidad de desarrollar un talento que la escuela “tradicional”, en muchas ocasiones, no tiene las herramientas para desarrollar o simplemente no tiene presente.
“La cultura es un río, que desborda los muros rígidos de la indiferencia estatal” menciona Marcela. Los espacios de la cultura brotan en los lugares menos pensados, y la casa, aunque estática, “habitan” personas que movilizan la cultura, mucho más desde el amor al arte y la pasión, que desde el reconocimiento y buen recaudo, que no existen en estos espacios designados a salvar el espíritu, el disfrute de las mentes y las posibilidades inmensas que ofrece la variedad de la estética. Un espacio que revive gracias a ofrecer un ágora a los artistas del sector, un escenario de ensayo y muestra de sus creaciones, además de ofrecer cursos y talleres de formación a una juventud anhelante de experiencias que liberen la realidad y ofrecen posibilidad de lenguajes y significados que anuncien desde la imaginación, formas otras de percibir y disfrutar el mundo.

