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Jaime Guzmán y el sentido noble de la actividad política

Con frecuencia los acontecimientos políticos de nuestro país ponen en duda el valor y sentido de la política. Es habitual que la decepción se generalice cuando ella aparece como el mero resultado de cálculos electorales o de imágenes construidas a costa de la realidad y sin trasfondo alguno. Esa desilusión se convierte en desconfianza cuando el debate deja de centrarse en ideas y los responsables evaden las consecuencias de sus errores, infracciones u omisiones. En momentos como éste vale la pena volver la mirada sobre lo mejor de nuestra tradición para encontrar ahí la inspiración para seguir adelante. Jaime Guzmán tenía la convicción de que la política era una de las más nobles actividades a las que puede dedicarse una persona porque “implica superar el egoísmo de limitarse al propio interés personal para volcarse al servicio de la comunidad”. Se daba cuenta de su importancia vital para contribuir al desarrollo integral de la sociedad. Pero, también, comprendía que ella podía ser desnaturalizada por fallas humanas: la ambición de poder, la deshonestidad, la búsqueda de la fama o la avidez por obtener dinero. Esa convicción lo llevó a plantear que frente a la adversidad o ante los vicios de los viejos estilos de hacer política, no había que restarse del servicio público sino que, por el contrario, la única manera de mejorar era que los jóvenes y los más preparados ingresaran a la actividad política, desterrando la tentación de mantenerse en el ámbito privado. En Jaime Guzmán esta preocupación por generar vocaciones de servicio público iba de la mano de la inquietud por el contenido de la política. Comprendía que ella no consiste solamente en un conjunto de técnicas de gestión colectiva; no es, únicamente, un arsenal de políticas públicas en manos de tecnócratas. Sabía que, por el contrario, la política es, principalmente, un asunto ético. Por ello, su compromiso fundamental era, en sus palabras, “servir, servir al país, servir a un conjunto de principios, de ideales, de valores en los cuales creo muy profundamente”. Para lograr esto resulta indispensable tener y proponer un proyecto de sociedad o un ideal. Pero, este requiere ser -como lo sostenía Jaime Guzmán- compatible con la naturaleza humana y, por lo tanto, moralmente legítimo en sus fines y en sus medios. En su visión, entonces, no había que confundir una utopía con un ideal. Aquélla, al proponer algo irrealizable, se transforma en una trampa mortal para la política. En cambio, la batalla por alcanzar un recto ideal es una propuesta de mayor perfección de la sociedad que entraña la mejor manera de renovar las personas y los estilos cuando estos fallan. Así, Jaime Guzmán concebía la necesaria vinculación que debe existir entre dedicarse a la política y los principios que conforman nuestras convicciones éticas y morales. Sin los primeros, como es obvio, reinaría el individualismo y el caos, y entonces no habría sociedad. Pero, sin los valores, si se carece de un proyecto de


sociedad, no existe antídoto suficiente ni herramienta legal para evitar la desnaturalización de la función pública. Sólo la integridad moral y la vocación de servicio fundada en ideales profundos son capaces de frenar el activismo sin sentido. En un día como hoy en que se rememora un aniversario más del alevoso asesinato de Jaime Guzmán resulta refrescante volver la mirada a su pensamiento, y recuperar para la política el sitial de privilegio que ella se merece. Pero esto sólo se logrará si hay muchos que estén dispuestos a dar testimonio de una auténtica vocación de servicio público, inspirada en altos ideales. Que estén dispuestos, como el mismo Jaime Guzmán señalaba, a no ir “simplemente detrás de votos, sino en busca de seres humanos de quienes pretendo obtener su confianza, lo cual vale mil veces más que su voto….Lo que me interesa es transmitir un mensaje que atraviese la política, pero que la trascienda hacia dimensiones morales y espirituales, comprometiendo al ser humano en el verdadero ejercicio de la libertad”. Miguel Flores Vargas Director Ejecutivo Fundación Jaime Guzmán E.


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