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¿Existe verdadera libertad para elegir?

Si usted decidiera cambiar su auto, se tomaría las molestias necesarias para no equivocarse en su compra. Buscaría en el diario todas las opciones y averiguaría sobre todas las características de cada modelo. Preguntaría por el rendimiento, los costos de mantención y su seguridad, cerciorándose si podrá llevar a todos sus niños dentro. Según lo visto comprará, libremente, el mejor para usted y su familia. Ahora bien, si usted tuviera un hijo en edad de entrar al colegio, empezaría a pensar dónde matricularlo, dónde le gustaría que aprendiera los hábitos y conocimientos que le quedarán para toda la vida. Sin despreciar la decisión de cambiar su auto, ésta sí que es importante, porque el futuro de sus hijos trasciende por mucho el bienestar que cualquier bien material le pueda brindar y, de seguro, su máximo logro en la vida será ver crecer a sus hijos felices y realizados, con la tranquilidad de haber hecho todo lo que estaba a su alcance para ello. Empezará, entonces, la búsqueda de colegios cuyo proyecto educativo se adecue a lo que usted aspira. Una vez hecha esta preselección querrá elegir el mejor. Preguntará sobre los resultados obtenidos por esos colegios en las distintas pruebas de medición y se encontrará con la sorpresa de que esa información no se la pueden entregar… si usted ni siquiera es apoderado. ¿Pero cómo? Sí, así es no más. Cuando pregunte por los índices de logro le dirán que, recientemente, cambiaron los criterios y que no pueden ser ocupados como información pública. ¿Pero cómo? Sí, así es, órdenes del ministerio. En su total desorientación, intentará averiguar sobre índices de desempeño no académicos, tales como metros cuadrados construidos y de áreas libres, número de alumnos por sala y cantidad de alumnos por profesor. Verá que el ministerio no ha sido capaz de sistematizar ningún sistema de información de ese tipo.


La libertad de los padres para decidir sobre la educación de sus hijos es efectiva en la medida en que ellos cuenten con la información necesaria para esa elección. De lo contrario, esta libertad es una ilusión y un engaño. Pero no se preocupe, la Concertación tiene la solución al problema. Entregarán la información a unos cuantos funcionarios del ministerio, quienes, en la práctica, determinarán cuáles son los buenos y malos establecimientos. De seguro, ellos saben qué tipo de educación y qué colegio es mejor para sus hijos.

Ramón Delpiano R. Investigador Fundación Jaime Guzmán E.


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