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No hay excusas Hace dos semanas que estoy realizando una pasantía en el Center for Educational Innovation–Public Education Association (CEI-PEA), en Nueva York, organización sin fines de lucro dedicada a la creación y ayuda en la gestión de escuelas públicas y “charter”. Aquí, las escuelas pueden elegir entre distintas organizaciones para que las asesoren en el desarrollo de sus programas y cumplimiento de objetivos. Los resultados son realmente sorprendentes. Muchas de las escuelas asesoradas por el CEI-PEA están ubicadas en lugares de alta vulnerabilidad y pobreza, y tienen gran concentración de población hispana que no conoce bien el idioma; varias de ellas obtenían pésimos puntajes en las pruebas estandarizadas, pero han logrado salir adelante. Seymour Fliegel, su presidente, es un experto en educación que ha pasado más de 30 años dedicado a ello. Ha sido profesor, director de escuela, director de educación de un distrito y superintendente, autoridad que según él, debe dedicarse a “limpiar el camino” de manera que profesores y directores puedan dedicarse a lo suyo: el aprendizaje de los estudiantes. Seymour escribió un libro muy conocido entre los educadores, “Milagro en Harlem del Este”, en el cual relata la experiencia adquirida en levantar la calidad de la educación en lugares donde era considerado imposible. La causa del milagro se resume en una frase: no hay excusas. Así es. No hay excusas para hacerlo mal, ya que hay otros, bajo las mismas condiciones- y a veces peores- que lo pueden hacer y sacan adelante sus escuelas. No vale decir que algunos niños no aprenden porque están en situación de vulnerabilidad, tampoco que no hay dinero, tampoco que son las reglas ó los profesores… menos aún, que no se puede medir la calidad y efectividad de un profesor en base a los resultados de los alumnos. El modelo aplicado exitosamente en las escuelas se basa en seis puntos. 1) visión clara sobre cuáles son las metas y hacia dónde va la escuela. Si no está claro el destino, no importa qué camino se tome, igualmente quedará a la deriva. 2) foco en el aprendizaje. No es aceptable la frase “yo les enseñé, pero ellos no aprendieron”. La enseñaza y el aprendizaje deben tener una relación simbiótica, es decir, no puede existir uno sin el otro. Los estudiantes, al igual que los profesores, tienen en las


escuelas un trabajo: aprender. 3) expectativas. Como dice Seymour, no importa que los profesores y el director no tengan tan altas expectativas de los alumnos; más aún, pueden tener expectativas mediocres, lo importante es que las cumplan. Lo clave es cómo se trata a los estudiantes, profesores, y a la comunidad educativa. Si se les trata como personas inteligentes que pueden lograr sus metas, posiblemente así será. 4) sentido de propiedad. Los estudiantes y los padres deben sentir que es “su” escuela, y es en este punto donde la libertad de elección, junto con un sistema de subsidio a la demanda, juegan un rol clave. 5) escuelas “pequeñas” que creen sentido de comunidad, donde los profesores y alumnos se conozcan entre ellos. De más está decir que una escuela pequeña en Nueva York es una escuela grande ó muy grande en nuestro país. 6) facultad de las escuelas de tomar decisiones y ser responsables de ellas. La escuela debe ser considerada como el centro del cambio y, como tales, deben tener la capacidad de hacerse cargo de sus decisiones y resultados. Existen grandes diferencias, pero también similitudes, sobre cómo se trata el gran tema de la educación en Nueva York y nuestro país. En Chile, lo que antes era una simple decisión de políticas públicas sobre educación, estatuto docente o subvención, hoy es un imperativo moral: Chile debe mejorar la calidad de la educación. No hay excusas.

Jaime Bellolio A. Investigador Fundación Jaime Guzmán E.


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