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Una ayudita
para los políticos ¡
A ver! Usted, el que quiere que las cosas cambien. Sí, usted, ciudadano de a pie, el que sin importar qué diga Manizales Cómo Vamos de que somos la mejor ciudad del mundo, tiene que madrugar a levantarse la papa para la familia, igual que cuando gana el uno o el otro. Sí, usted, el que hace conmigo la mayoría de descreídos de la política. El que como yo no pierde oportunidad para darles palo a los políticos y no deja títere con cabeza.
Resulta muy fácil hablar mal de ellos. Han hecho méritos para que así sea. Sus salarios exorbitantes –en el caso de congresistas-, su inacción administrativa –en el caso de las asambleas- o sus apetitos de figuración –como en los últimos tiempos en el Concejo y en la Alcaldía-, son apenas una muestra. Claro, sin mencionar amiguismos, corrupciones, soberbias adicionales y esa necesidad de que se les rinda pleitesía. Algunos parecen tener un letrero en su frente: “no sabe quién soy yo”. Todo eso junto ha provocado un malestar generalizado con la política. El negocio es redondo para los malos políticos, que viven de ese descreimiento, pues a + descreimiento + apatía = menos votos en las urnas. Usted sabe como yo, querido lector, que en un sistema torticero como el nuestro, buena parte de los electores considera que debe votar por el que le ofrece empleo, salario, tejas de zinc, almuerzo, el arreglo de la vía veredal, una beca o acaso un contrato en la Fiscalía. Esos votos no se mojan ni les coge la tarde para ir a la urna. En una democracia real el político no es un mal necesario como en Colombia, sino el intermediario para gestionar soluciones. Los ciudadanos ayudan al político y este les ayuda cuando llega el momento. Un buen negocio. Aquí no. Aquí queremos que las cosas cambien, pero que otros hagan ese cambio. Se prefiere no votar y dejar a la gracia de Dios y su misericordia que gente buena llegue a los cargos de elección popular. Les garantizo que en cada lista a Asamblea o Concejo hay por lo menos una persona que es prenda de honestidad y trabajo, pero como metemos a todos en la misma bolsa, no se nos ocurre pensar
en darles nuestro voto porque ni siquiera verificamos. Amigo ciudadano, usted tiene responsabilidades, informarse para escoger bien, es obligación. Además, para que gente buena que pueda cambiar estas enclenques corporaciones sea elegida, no basta con votar. En Manizales, hay gente que se mueve en ciertos círculos en donde rajar de los políticos es bon pan da cada día, pero cuando tienen que correr a buscar una cita a un Ministerio o completar la plata para su proyecto, a los primeros que piensan en llamar es a los vilipendiados minutos antes: buenos o malos, ahí sí no importa, el todo es que les sea útil. Ah, la vida cómoda de andar en las causas nobles o en los gremios. La incoherencia, amigo, no es solo de políticos. Yo no pasaría un examen de coherencia ni soplándome las respuestas. En talleres que he dictado por el país sobre Cómo cubrir la democracia, les pido generalmente a mis colegas que piensen en un momento positivo alrededor de la política o del proceso electoral. Todos se ríen. Lo ven imposible. Después de insistirles se atreven a hacerlo y, oh sorpresa, lo encuentran. Una imagen recurrente -es la mía-, recordarse muy pequeño empacando votos para las elecciones del día siguiente. Otros se acuerdan acompañando a sus papás a votar siempre, y unos más el dedo entintado de su abuelo. La sensación de hecatombe solo conduce a fanatismos o a cualquier Maduro con ínfulas de salvador o de doctor Doolitle -sí, el que habla con los animales-. La mala noticia es que la política cuesta plata, y si usted no es un mercader de ese oficio le queda muy difícil competir con los que tienen montadas sus empresas -no micro- electorales. ¿Cuántos de ustedes compran un bono de apoyo para una campaña política? Yo sí. Los hay de todos lo precios. Queremos que llegue gente buena a esos cargos, pero que lo hagan por arte de birlibirloque. Así no pasan las cosas. Invierta una platica, apoye a la gente buena, que la hay. Que se tuerzan luego, contra eso no hay seguro, pero habrá que insistir, porque yo sí quiero creer que esa Manizales de caritas felices como el Cómo Vamos se haga realidad. Hay que hacer que las cosas pasen y no pasan solo con desearlo y con pereza de salir a votar.