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La farsa
meritocrática U
n político se hace el honrado y los electores se hacen los que le creen; un hipermercado se hace el caritativo y sus compradores se hacen los que creen que les dan crédito por encimarles plata; un banquero se inventa que presta dinero casi regalado y el que le paga caro también se lo cree. Incluso hay quienes viendo esta realidad se dan por enterados de la farsa o, mejor, prefieren hacerse los que no se dan por enterados. Ya dicen por ahí que ignorancia es felicidad.
En Caldas somos expertos en hacernos los bobos con lo que pasa. Armar escándalos no es muy bien visto en estos lugares. Por ejemplo, al final del año pasado, jugamos todos a creer que el Concejo de Manizales y la Asamblea de Caldas eran capaces de incurrir en meritocracia para la elección de personero y de contralores. Y, como era previsible, pero supusimos que no, se trató de una pantomima, bien arropada con visos de legalidad por cuenta de otra pantomima, la intervención de universidades acreditadas, que después no fueron ellas, sino unos profesores, que son de la universidad, pero que no son de la universidad. Eso es como cuando un puertorriqueño quiere explicar que no son de Estados Unidos, sino parte de Estados Unidos, que es lo mismo, pero distinto. Corrían los primeros días de diciembre, cuando apenas se abrían las convocatorias y ya se decía a los cuatro vientos que la contralora de Manizales iba a ser Cristina Jaramillo; que el personero de esta capital pasaría a contralor de Caldas; y que la Personería seguramente sería para Tulia Elena Hernández, si decidía declinar de la oferta que le hizo el alcalde de ser secretaria de Planeación, lo que hizo, confiada en que ganaría el “concurso de méritos”. Méritos para los caldenses que siguen creyendo en estos políticos nuestros. Un Concejo que hizo toda la pantomima, la de la elección. ¿Adivinen quiénes están hoy en esos despachos? El contralor de Caldas, Juan Carlos Pérez, es el favorito del senador Luis Emilio Sierra. Ha sido el único personero de Manizales reelecto en el cargo, con los mismos méritos de sus antecesores, es decir nada de nada. Dígame alguien cuál es el gran logro de este señor en ocho años -ocho- en la Personería. Y ahora lo eleven a los altares de la Contraloría de Caldas, en donde tampoco se
hace algo por cuidar el erario. Porque las contralorías no sirven para nada, si mucho para calentar puesto, viajar por el país y hacer carrera política para ser secretario de Cultura de Caldas, eso sí, siempre y cuando se cuente con el aval de Hernán Penagos. Las contralorías son solo funciones de advertencia, escándalos extemporáneos y puestos políticos. A eso llegan los nuevos funcionarios de estas ías, que les son tan caras al erario, y cuando digo caras digo costosas, no apreciadas. Remplaza a Lyndon Chavarriaga en la Contraloría de Manizales la muy conocedora en temas fiscales, si se atiene uno a su experiencia como subcontralora de Caldas –para muchos la contralora en la sombra- y como alcaldesa de Supía, Cristina Jaramillo. De su paso de entonces recordamos solo que se trató de la oficina desde donde despachaba el hoy condenado por parapolítica y por homicidio contra el periodista Orlando Sierra, Ferney Tapasco González, cuando perdió su curul de diputado. No sé cuánto cobraron las universidades de Caldas y Manizales que ayudaron en estos procesos, pero deberían pensar en devolver la platica, pues solo validaron un hecho cumplido en cabildeos y reuniones en casas de congresistas, mientras que los demás nos hacemos los de la vista gorda y nos creemos el cuento del concurso de méritos, incluidas las universidades. Ahí no termina la cosa, el cabildero mayor del senador Mauricio Lizcano, el exsecretario de Tránsito Juan Felipe Álvarez, es ahora el subcontralor de Caldas, mientras que uno de los calificadores desde el Concejo, Sebastián Giraldo, de las pruebas de los postulados a Contraloría de Manizales se quedó con la subcontraloría de esta ciudad. Pero todos creemos que son méritos y así tan callados nos quedamos. Es como en la canción de Patxi Andion: “si cree en la democracia, en los bancos y la Nasa... ¡vengan al rastro señores, vengan y pasen por caja!” Y todavía hay quienes insisten en que la política de Caldas ha cambiado. Sí han cambiado los nombres, no son los mismos, pero siguen con las mismas.