Poemas como mapas

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POEMAS COMO MAPAS

CUADERNO DE APUNTES POÉTICOS

Grosso, Tamara

Poemas como mapas : cuaderno de apuntes poéticos / Tamara Grosso ; Ilustrado por Yamila Yjilioff. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires

: FERA, 2023.

136 p. : il. ; 14 x 20 cm.

ISBN 978-987-48890-9-6

1. Poesía. 2. Reflexiones. 3. Escritura. I. Yjilioff, Yamila, ilus. II. Título.

CDD 808.1

© Tamara Grosso

© Fera, 2023

Av. Callao 1660

1024 Ciudad de Buenos Aires

www.fera.com.ar

Primera edición

Edición: Mara Parra

Curaduría: Victoria Benaim

Ilustración: Yamila Yjilioff

Diseño editorial: Belén Rigou

Impreso en Argentina en julio de 2023

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, idéntica o modificada, sea electrónica o mecánicamente; mediante fotocopias, digitalización u otros métodos sin previo permiso expreso de la editora.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

POEMAS COMO MAPAS

CUADERNO DE APUNTES POÉTICOS

Tamara Grosso

Nuestro vínculo con Tamara se fue construyendo poema a poema. Primero la leímos como autora, y nos mostró un universo posible. Después incluimos sus versos como ejemplo de La Emperatriz en nuestro curso de tarot; una voz, de a ratos, desenfadada y siempre capaz de reflejarnos una parte que no conocemos de nuestro deseo. También colaboró en la colección de agendas literarias de Fera, en la que aportó su mirada sobre otras poetas de la historia.

En algún momento, eso que se venía tejiendo tan lento y casi oculto a nuestra vista se condensó y nos confesamos las ganas de trabajar en un libro juntas.

Poemas como mapas es la guía que nadie sabe que necesita para explorar el mundo de la poesía hasta que la tiene en sus manos. Con una actitud curiosa y una prosa honesta, Tami acorta la distancia que, sin muchos argumentos, suponemos, existe entre un poema y nosotros. Acá nos presenta una selección de poemas que, junto a muchos otros, se quedaron en su memoria y le dieron pistas para escribir los suyos propios.

Puede que observar, callar, encontrar un ritmo, ver en la oscuridad, abandonarse y volver a casa sean solo algunas de las cosas que nos pasan cuando nos enfrentamos a un poema. Creemos que este cuaderno de apuntes poéticos es un buen lugar para perdernos en el intento de escribir. Parece que escondidos entre sus versos hay todo tipo de mapas.

PRÓLOGO
ÍNDICE Introducción: poemas como mapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 1. “El día de verano” de Mary Oliver: mapa para observar . . . . . . . . . 13 2. “Bloomington” de Lydia Davis: mapa para callar . . . . . . . . . . . . . . 21 3. “Ya no” de Idea Vilariño: mapa musical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 4. “Mañana lluviosa” de Louise Glück: mapa para el equilibrio . . . 37 5. “Vuelvo a mayo de 1937” de Sharon Olds: mapa del daño . . . . . . . . 45 6. “Solo para decirte” de William Carlos Williams: mapa de lo mínimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 7. “XI” de Cristina Peri Rossi: mapa para el discurso político . . . 61 8. Poemas de Vicente Luy: un mapa incómodo . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 9. “ Visión nocturna” de Lucille Clifton: mapa para ver en la oscuridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 10. “Día 1” de Elvira Hernández: mapa para no repetir todos los días la misma tristeza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 11. “He construido un jardín” de Diana Bellessi: mapa para abandonarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 12. Los poemas de nuestrxs amigxs: mapa para leer a poetas contemporáneos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 13. Poemas que no me gustan: mapas para volver a casa . . . . . . . . . . 109 Apuntes poéticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 Créditos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
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INTRODUCCIÓN: POEMAS COMO MAPAS

Para escribir hay que leer. Esa no es una afirmación novedosa, es algo que prácticamente todas las personas a las que alguna vez les dije que me gustaba escribir me aconsejaron. Desde profesoras del secundario hasta autoras consagradas que admiro muchísimo y con las que tuve la suerte de poder cruzar algunas palabras. Pero pienso que está bueno desmenuzar un poco esta frase.

Mi profesora de la secundaria me decía que para escribir había que leer porque así se aprendían las reglas, se mejoraba la ortografía y la gramática. Me acuerdo de pelear un poco con esa idea: yo ya leía mucho e igualmente no tenía una ortografía buenísima. Además, en ese momento veía resultados más rápidos en la prueba y el error, en escribir como me parecía y después mostrárselo a alguien para que me corrigiera.

Tuve la suerte de ir por primera vez a un taller literario a los doce años, como parte del programa de una escuela pública de arte a la que iba en contraturno del colegio, en la que se tomaban cuatro talleres: pintura, escultura, literatura y música. Cuando lo empecé a contar de grande, a quienes me preguntaban, desde cuándo escribo, siempre decía que los talleres de pintura y escultura los disfrutaba bastante, en el de música era malísima y nunca me salía nada, y en el de escritura era muy buena. Pero ahora, viéndolo con más distancia, creo que era al revés.

La música no se me daba muy bien, eso es indiscutible. Pero me parece que en pintura y escultura me destacaba bastante y las pro -

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fesoras me alentaban a seguir trabajando. En el taller literario, en cambio, escribía cosas que nadie entendía. Cuando hacía los ejercicios, me parecía que se me ocurrían cosas geniales y las leía muy entusiasmada, pero tanto las docentes como mis compañeros las escuchaban un poco confundidos. En esa época, lo que yo escribía era muy parecido a poemas, aunque no leía mucha poesía, sino sobre todo novelas. La poesía empecé a descubrirla cuando, en los talleres, me empezaron a recomendar lecturas que se parecían a lo que escribía yo.

De esa experiencia me quedó la obsesión por escribir cosas claras, intentar que lo que escribo se entienda. Es un aprendizaje que valoro mucho y también que me hizo pelear mucho porque cuando fui teniendo otras experiencias, yendo a otros talleres y escuchando hablar sobre la escritura en otros espacios, como el universitario, entré en contacto con la idea de que no hace falta que todo lo que se escribe se entienda y que eso también está bien. Para mí, hay una línea muy delgada entre que un texto sea ambiguo o se preste a lecturas abiertas y que no se entienda nada, pero de esa línea fina creo que se habla menos. También creo que hay muchas personas que se escudan en un lema que dice que la buena literatura no se entiende para quedarse en un lugar cómodo en el que no hay que pelearse tanto con las palabras para que logren decir lo que queremos que digan.

Otro aprendizaje que me quedó de esos talleres tempranos es, justamente, que para escribir tenía que leer, y tenía que leer cosas parecidas a lo que trataba de escribir. Así iba a encontrar pistas en otros textos de cómo podían ser los míos y también iba a encontrar guías para algo muy importante, que es tratar de no escribir lo que ya está escrito.

Entonces, volviendo al principio: sigo repitiendo que lo fundamental para escribir es leer. Y no leer textos como este, que es metadis-

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cursivo y habla sobre el proceso de escritura. Eso puede servir así como sirve ir a talleres y escuchar opiniones sobre lo que escribimos. Pero, sobre todo, leer lo que se quiere escribir, leer literatura.

Para escribir poesía es fundamental leer muchísima poesía. Autores nuevos, viejos, reconocidos, desconocidos, con una gran obra o que solo dejaron unos poemas escasos, clásicos, olvidados, rescatados. Leer lo que nos gusta y también lo que no. Pienso que todo lo que leemos, incluso lo que no nos llega o no nos parece bueno, alimenta nuestra escritura, porque cuando leemos pensando en escribir, todo texto es una pista sobre lo que queremos o no queremos hacer con nuestros propios textos. Cada poema es un mapa. Y como tal, nos puede ayudar a decidir para dónde queremos ir y también para dónde no.

En las siguientes páginas, se pueden encontrar algunos poemas que permanecieron en mi memoria desde que los leí y me dieron pistas para la escritura que no abandoné. Este es un intento de compartir las coordenadas que me sirvieron a mí para llegar a algún lugar (del que sin dudas me sigo moviendo) y, sobre todo, una invitación a que sigan leyendo y descubran sus propios poemas que funcionen como mapas.

Cada capítulo es un mapa para llegar a un lugar distinto: para callar, para observar, para el equilibrio, para el discurso político, para la incomodidad, etc. Al final de cada uno hay una serie de “consignas invertidas”: son consignas que imagino que podrían dar como resultado un poema parecido al del que estamos hablando. Y a la vez, por supuesto, cada poema será diferente.

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“EL DÍA DE VERANO” DE MARY OLIVER: MAPA PARA OBSERVAR

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El día de verano 1

¿Quién creó el mundo?

¿Quién hizo al cisne, y al oso negro?

¿Quién hizo al saltamontes?

Me refiero a este saltamontes, el que se acaba de arrojar desde la hierba, el que ahora come azúcar de mi mano, que mueve la mandíbula para atrás y adelante en lugar de para arriba / y para abajo:

el que mira a su alrededor con enormes ojos complicados. Ahora levanta sus pálidos antebrazos y se limpia la cara con cuidado. Ahora abre de golpe las alas y se va flotando. Yo no sé exactamente qué es rezar. Se cómo prestar atención, cómo caer sobre la hierba, cómo arrodillarme sobre la hierba, cómo estar ociosa y bendecida, cómo caminar por el campo, que es lo que llevo haciendo todo el día. Dime, ¿qué más debería haber hecho?

¿No es verdad que al final todo se muere, y tan pronto? Dime, ¿qué piensas hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?

1 La primera vez que me crucé con una parte de este poema fue en las redes sociales, y eran solo los versos finales. Después leí varias traducciones y el poema en inglés. Esta traducción es propia.

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El título de esta sección en realidad es una trampa, porque toda la poesía es un mapa para observar, no solo este poema.

Pero elijo este texto de Mary Oliver para hablar sobre la observación porque está lleno de hallazgos y, si prestamos atención, hasta podemos adivinar cómo se le ocurrió a la autora el poema. Mary Oliver es una autora norteamericana que murió en 2019 con 83 años. Gran parte de sus poemas son muy breves, algunos son prácticamente aforismos (una frase breve y conclusiva, que suena como una verdad), pero también hay una densidad de imágenes en su poesía que nos dice mucho sobre cómo observar.

Para mí, la clave en “El día de verano” está cuando dice: “¿Quién hizo al saltamontes? / Me refiero a este saltamontes, / el que se acaba de arrojar desde la hierba”. No sé si efectivamente habrá sido así, pero yo me imagino que quizás ella puede haber estado tirada en el pasto y vio un saltamontes saltar en la hierba, y se le ocurrió preguntarse quién le dio forma, y entonces quién creó al mundo, y así empezó a escribir el poema.

Si hubiera sido así, podríamos decir que la del saltamontes es una imagen que surge de la observación, pero que todo lo que el insecto hace después, y también el cisne y el oso negro, son imagenes que surgen de la creatividad y de la habilidad de la autora para inventar imágenes que acompañen a la que nació de la observación. Todo eso junto conforma el comienzo tan potente de este poema.

Me imagino también que el saltamontes no debe haber comido azúcar de su mano, ni se le debían mover las mandíbulas, ¿y cómo sabríamos que sus enormes ojos son complicados? Claramente el saltamontes no se lavó la cara. Pero eso también ella lo imaginó y lo incluyó en el poema porque quería que la imagen tuviera ese máximo detalle.

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O puede ser que realmente un saltamontes haya hecho todo o casi todo eso, que haya comido azúcar de la mano de la autora y que ella lo haya podido captar por prestarle una atención profunda al paisaje. No importa tanto qué pasó y qué no pasó, qué vio y qué no vio, sino lo que nos hace creer que vio.

Pero este poema no está hecho solo de imágenes, no se queda en la descripción de las acciones reales e inventadas de esos animales. De hecho, yo lo conocí por el último verso, esa pregunta existencial que es muy hermosa y muy citada. Y es cierto que también me impactó cuando la leí aislada. Pero cuando fui al libro y leí el poema entero, la pregunta se resignificó completamente en ese contexto, en ese paisaje verde que casi siento que puedo ver y oler. Como si las preguntas existenciales fueran la consecuencia natural de observar ese entorno.

En la segunda mitad del poema, la autora nos cuenta cómo escribe sus poemas, cómo la observación es fundamental para eso. Incluso esa observación que podemos confundir con “no estar haciendo nada”. Dice: “Yo no sé exactamente qué es rezar. / Se cómo prestar atención, cómo caer / sobre la hierba, cómo arrodillarme sobre la hierba, / cómo estar ociosa y bendecida, cómo caminar por el campo, / que es lo que llevo haciendo todo el día”. Mary Oliver nos dice que para escribir necesita observar y que con observar se refiere a estar tirada sobre la hierba, a andar por el campo, incluso a estar ociosa. Que para escribir y ser creativos es necesario estar a veces ociosos lo dicen también otros autores, como el filósofo Byung-Chul Han. Y es que la creatividad no se lleva del todo bien con la actividad frenética, tan propia de nuestros tiempos y de las ciudades, porque cuando no paramos, no queda tiempo para que surja lo nuevo.

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Entonces, este poema, como otros tantos, nos da pistas para que nos detengamos a observar. No es necesario poder pasar todo un día en el campo, como Mary Oliver. Pero puede ser pararse y detenerse cinco minutos a mirar por la ventana. Mirar con ojos nuevos, y poder encontrar un detalle, que puede ser un insecto, la forma de una nube, un pájaro sobre un cable o un vecino que toma sol en un balcón. Un hallazgo de la observación que funcione como leña para el fuego creativo.

CONSIGNAS INVERTIDAS

• Pensar en una pregunta existencial que siempre te hayas hecho y para la que no tengas respuesta. Después, salir a caminar, en lo posible a un lugar donde puedas estar en contacto con la naturaleza. Detenerse a observar. ¿Hay alguna imagen o escena que te inspire a ensayar una respuesta?

• También se puede empezar al revés. Primero salir a observar el entorno. Cuando algo te llame la atención, escribirlo. Te propongo centrarte solamente en describirlo, sin preguntarte nada. Seguramente, alguna pregunta o reflexión surja sola y te ayude a convertir la imagen en poema.

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