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ARQUITECTURA Y ESCULTURA EN LA MERCED / Walter Enrique Gutiérrez Molina
ARQUITECTURA Y ESCULTURA
En la Merced
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“Emblema Antigüeño” Walter Enrique Gutiérrez Molina
Historiador Académico, Escuela de Historia, USAC
Proviniendo de la Nueva Guatemala de la Asunción y atravesando hacia el nor – poniente la monumental Ciudad de La Antigua Guatemala, nos aprestamos a pasar bajo el arco de Santa Catalina para desembocar en el parque de uno de los lugares más emblemáticos de la otrora capital del reino. Un par de minutos después nos encontramos de pie frente a la inmensa joya barroca del tempo de los padres mercedarios.
Un poco de historia y algunos datos nos ayudarán a respetar, admirar y amar más este lugar de ensueño de nuestro país, y sobre todo a comprender mejor por qué hoy a tanto tiempo de distancia aún podemos escuchar sus latidos si nos acercamos a sus muros.
“Los padres mercedarios se instalaron en Guatemala muy tempranamente y ya para 1546, tan solo cuatro años después del asiento de la ciudad de Santiago en el Valle de Panchoy, el comendador mercedario Fray Juan Zambrano reportaba la conclusión del templo”. De este primer templo no queda más que las noticias ya que como sabemos nuestro país ha sido afectado por una gran cantidad de movimientos telúricos, en un promedio de cuatro por siglo.
Estando ya nombrado para ocupar la silla episcopal de Guatemala el ilustrísimo Pedro Cortés y Larraz y siendo gobernador de la mitra del vicario capitular don Juan Antonio Dighero, el 10 de octubre de 1767 fue consagrado solemnemente el templo de Nuestra Señora de las Mercedes que conocemos en la actualidad ¡Apenas un poco menos de seis años antes de los terremotos de Santa Marta en 1773! Esta es la razón por la cual el templo conservó en gran medida su integridad. Para ese momento había sido dotado de una característica especial que podemos llamar barroco asísmico, en términos arquitectónicos como sismo-resistente, lo que permitió que los daños no fueran tantos como nos lo relata Juan González Bustillo en su relación de la destrucción de Ciudad hecha en 1774. Aunque el estado general de la iglesia permitía una fácil restauración, los padres mercedarios acataron la orden de trasladarse a la nueva capital y minuciosamente retiraron todas las obras de arte que se encontraban en el interior de su majestuoso complejo de iglesia y convento. La ciudad y el templo iniciaron un breve sueño que permitió su conservación. Para 1816 La Merced se menciona como un oratorio. Cuatro visitantes extranjeros: George Thompson, Jacobo Haefkens, Henry Dunn y John Lloyd Stephens en 1825, 1827, 1828 y 1839, respectivamente, nos dan noticias de que la antigua capital de Guatemala se encontraba en un proceso de ruina y reconstrucción; algunas edificaciones se cubrían cada vez más de hierba y otras iban tomando vida nuevamente. Este fue el caso del conjunto arquitectónico que ahora nos ocupa.
Sin embargo, para que la vida volviera plenamente al templo de la Merced era necesario que el templo de San Sebastián perdiera la de él.
La parroquia de San Sebastián no dejó de funcionar en la arruinada ciudad atendiendo a los fieles que habían quedado en ella. Sin embargo, con el terremoto del 3 de septiembre de 1874 quedó en ruinas y todos sus bienes y su calidad de parroquia fueron trasladados a la Merced. De esta forma el amor, la devoción y la admiración por este monumento arquitectónico fueron en aumento. La administración de los padres de la orden de Redentores de Cautivos ha hecho que los grueso muros de sus paredes se estremezcan con la fe de miles de almas que día a día se dan cita para dar culto al Todo poderoso.

Con su fachada barroca decorada con el exquisito gusto del estuco, sus santos mercedarios que eternamente vigilan su atrio, sus gruesas torres campanarios, sus ángeles atlantes, sus leones que vigilan el paisaje del valle de Panchoy, La Merced es hoy en día uno de los bastiones no solo de la fe de los guatemaltecos sino de nuestra nacionalidad. Pero esta no estaría completa sino escuchamos el lamento del pito y el tambor que nos anuncia la llegada de dos momentos cumbre de la vida de la Antigua y de Guatemala: las procesiones de Jesús de la Merced, la Reseña y la de Penitencia.
Cual fino relicario de piedra, La Merced alberga en su interior uno de los emblemas más reconocidos de Guatemala: el hermoso nazareno. No hay una referencia de la Semana Santa en nuestro país alrededor del mundo que no tenga una fotografía de la procesión de penitentes pasando por la Calle Ancha de los Herreros. ¿Y que ha formado, pues, este espíritu de identidad alrededor de Jesús de la Merced sino el hecho que es una imagen con historia y tradición?
Si seguimos la tesis de Víctor Miguel Díaz, o modernamente la muy bien realizada e impresionante obra del Arquitecto Mario Ubico, nos encontraremos rente a una imagen del siglo XVII que contó con un círculo específico de influencia y que le dio importancia a nivel social.
Esta importancia y la devoción se transformó en el Siglo XIX en una parte esencial de la identidad de la Antigua Guatemala pues recordemos que en ese lapso se produce reorganización social en la ciudad. Se inicia, entonces, un programa de restauraciones en los monumentos dirigido por el Corregidor de don José María Palomo durante el gobierno conservador de Rafael Carrera, las procesiones y actividades religiosas cobran importancia nuevamente, la ciudad es visitada por los arzobispos Casùs y Torres, García Peláez y Casanova y Estrada. Nuevamente florece la vista espiritual y material de La Antigua Guatemala.
Con el siglo XX llega también el deseo por dotar a Jesús Nazareno con ropa bordada en oro en el extranjero y conforme avanza el siglo se trabaja por mejorar su orfebrería su velación de lunes santo, su procesión de viernes santo, estableciéndose un rico inventario musical, organizándose los cortejos con esculturas también de origen colonial y dándole el carácter que actualmente podemos ver.
La historia contemporánea de Jesús esta más a la mano desde su consagración por el décimo sexto arzobispo de Guatemala Mario Cardenal Casariego, hasta su restauración en 2003 hemos visto trabajo, esfuerzo y resultados que tienen como un único fin la preservación del patrimonio material e inmaterial de los católicos y de todos los guatemaltecos.
Pero el espíritu de la identidad alrededor del Nazareno de la Merced no podría estar completo sin esa persona de fe sencilla que a diario esta arrodillada frente al camarín del lado sur del templo. Esa persona que tal vez sin saberlo forma parte de ese inmenso rosario histórico y de devoción que ha acompañado al nazareno por más de tres siglos. Devoción que los ojos del alma pueden percibir cuando en alguna esquina, en el frescor de la mañana, en el calor del medio día o en la densa noche, en alguna calle se espera el paso del nazareno, confirmándonos que La Antigua es
Mercedaria y Jesús de la Merced es Antigua.
OBRAS CONSULTADAS:
1. Estrada Monroy, A. 1974. Datos para la historia de la Iglesia en Guatemala. Primera edición. Tipografía Nacional. Página 61. 2. Jickling D. 1987. La ciudad de Santiago de
Guatemala por sus cronistas y viajeros.
Cirma. Páginas 59-66. 3. Ubico Calderón, M. 1998. Nuevos datos de las imágenes de Jesús Nazarenos de la Merced y Señor Sepultado de San Felipe. CNPAG. Páginas 12-13 4. Zaporta Payares, J.1985. historia y vida del convento e iglesia de la Merced en la Antigua
Guatemala, Cenaltex. Páginas 19-20.