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Merlina

Claudia Baralla

AMerlina le gustaba mucho, muchísimo dibujar y pintar.

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Pintaba con pinceles y pintaba con los dedos, pintaba nenas y hadas, princesas y castillos, bichos y flores. Le gustaba pintar con todos los colores, pero el violeta y el rosa eran sus preferidos. Dibujaba casitas y montañas, cielos con sol y pájaros, con luna y estrellas y a todo le pegaba papelitos de colores que ella misma cortaba con su tijera.

Pero lo que más le gustaba a Merlina era bailar, siempre le pedía al papá que le pusiera música. —Dale papá por favor, bien fuerte. Y así empezaba a moverse de un lado para otro girando y girando al ritmo de los sonidos, movía los brazos para arriba y para abajo, sus piecitos no paraban y la llevaban alrededor de toda su casa.

Isí, su gatita, y Gali, su perrita, la miraban y la miraban sin poder imaginar cual sería su próximo movimiento. Cuando la música paraba, respiraba un poco se pasaba la mano por la frente y esperaba a que empezara la próxima canción.

Una tarde de invierno en la que hacía mucho frío, Merlina le pidió al papá que le pusiera música para bailar. La pequeña vivía en Ushuaia. Allí en invierno hace mucho frío y nieva mucho.

El día anterior la gran nevada había cortado unos cables y muchas casas habían quedado sin luz —¿Qué te parece si hoy en vez de bailar vamos a pasear al bosque?— dijo su papá. —¿Y podemos bailar en el bosque, papi? —Sí, por supuesto —¿Hay música en el bosque? —Sí, mi amor; el canto de los pájaros, el sonido que hace el viento cuando pasa entre las ramas de los árboles, nuestros pies pisando la nieve. —¿Eso es música, papá? —Ponete la campera y las botas, vayamos al bosque y escuchemos.

Se abrigaron bien; se pusieron los guantes, un gorro y salieron a disfrutar del hermoso día. Todo estaba nevado, las montañas, los árboles, todo era muy hermoso. Mientras iban caminando por el sendero la pequeña escuchaba como sus botitas hacían un extraño sonido al pisar la nieve. —¿Esa es la música de la nieve papá? —Sí, mi amor. —Vos también haces música papá, pero más fuerte. —Ahora saltemos Merli— Saltaron los dos juntos y se tiraron en la nieve. —Hagamos angelitos papá— y acostados boca arriba empezaron a agitar sus brazos y sus piernas arriba y abajo, abajo y arriba hasta formar dos hermosos angelitos. Se quedaron acostados mirando el cielo. —Escuchá papá. —¿Te gustá Mer? Son zorzales.

—¿Qué son zor…zor? —Zorzales, son pájaros Mer. —¡Estamos escuchando la música de los pájaros papá! —Sí, mi amor. De pronto el cielo empezó a ponerse gris y a soplar un viento muy fuerte. —Tenemos que volver Merli, me parece que va a nevar. —¿Y qué es ese ruido tan fuerte papi? —El viento soplando entre los árboles, mi amor. —¡La música del viento papá! Y si canta el pajarito y caminamos y saltamos nosotros vamos a hacer mucha música y puedo bailar acá, aunque no haya luz en casa. ¿Papá si mañana hay luz, igual podemos venir a bailar acá? —SÍ Merli; podemos venir todas las veces que quieras. —Entonces mañana después de la escuela venimos y bailamos y traigo las pinturitas y pintamos. —Bueno, mi amor, ahora vamos a casa que está nevando mucho.

Merlina y su papá se fueron cantando, riendo y haciendo música con sus pies en la nieve.

Claudia Baralla, argentina. Escribo hace muchos años, abarcando diferentes estilos, realizando generalmente cuentos cortos. Algunos de mis textos han sido publicados por diferentes editoriales y revistas online. Correo de contacto: cbaralla@yahoo.com.ar