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Mariposa

Ayer vi salir uno de esos seres con alas, delicados y diminutos que decía mi libro: una mariposa de bellos colores. Volaba llevada por el viento. Hacía picados, tirabuzones, planeaba y vino a posarse sobre mi nariz. Las patitas me hacían cosquillas. —Necesito una flor —me dijo— tengo hambre. Miré por todos los lados y no vi flores. Las únicas que conocía estaban pintadas en los carteles de las calles. —No hay flores —le dije—. Nunca ha habido flores. —No puede ser. Tiene que haber o si no yo no estaría aquí. Vamos a investigar.

La mariposa se puso en mi hombro y salimos a buscar una flor. Caminé casi toda la mañana sin encontrar ninguna. La mariposita estaba cada vez más débil y le costaba mantener las alas levantadas. —No te preocupes, mariposita, te conseguiré una flor. Al llegar a casa, la mariposa se había dormido de puro hambre. —¿Eso que llevas ahí —dijo mamá señalando mi hombro— es una mariposa? —Sí, mamá, pero se muere de hambre. No hemos encontrado flores para que pueda comer. —Hace muchísimo tiempo que no veía una. Es preciosa. No te preocupes, conozco a alguien que tiene flores. —¿Flores de verdad? —Sí. Es un señor muy mayor que las conserva de cuando era joven. Vamos corriendo a decírselo.

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Salimos de casa, atravesamos la calle y llamamos a la puerta del anciano. Con paso muy lento se fue acercando a la puerta.

—¿Quién va? —Señor Tanaka, le traemos algo que le puede interesar —dijo mamá. El anciano abrió la puerta y se encontró con nosotros y la mariposa. —¡Oh, Dios mío! —exclamó—. Hace cuarenta años que no veía una. ¿De dónde la han sacado? —Me encontré una cosa extraña y salió de allí, está muy débil. No ha comido en todo el día. —No te preocupes. Tengo la solución. —Mamá dice que tiene flores. —Sí, tengo cuatro y como casi no veo, no puedo polinizadas bien. Creo que, si no me ayuda alguien, pronto morirán. —¿Y eso lo puede hacer la mariposa? —Pues claro. Mira, con las alas entran en las flores a libar el néctar y a la vez se llevan el polen. Cuando van a otra flor, rozan las alas con los estambres de las plantas y así van repartiendo el polen. Después nacen plantas que darán flores. —¿Usted cree que nuestra amiga le ayudará a hacer eso? —Si conseguimos que se anime y coma, sí. El señor Tanaka la dejó con cuidado encima de una flor. Al momento pareció que olía su fragancia. Levantó las alas con mucho trabajo, se incorporó y metió la cabeza en el cáliz de la planta. Al cabo de un rato, la sacó y se limpió la cara con las patas. Al salir estaba resplandeciente de bolitas pequeñas que brillaban al sol.

Batió las alas con fuerza y se marchó a otra flor a seguir comiendo. —Si todo va bien, dentro de nada tendremos más flores. Ella solita lo ha hecho—dijo el anciano. Le dejamos la mariposa al señor Tanaka y nos marchamos muy contentos. Yo había visto una mariposa y flores. Nunca pensé que las pudiera ver. Dos días después volví a verla. —Tu mariposa murió ayer —dijo el anciano. —¿Por qué? —dije mientras lloraba. —Mira, las mariposas viven muy poco tiempo. El justo para comer y poner unos huevos pequeñitos de los que saldrán las larvas que después serán gusanos y más tarde se convertirán en mariposas. —¿Sí? —Sí. Es un proceso muy bonito. Si quieres lo puedes ir viendo cada día a la salida del colegio, después de hacer los deberes.

Cuando me dieron las vacaciones de verano, la casa del señor Tanaka era un sitio precioso donde decenas de flores y centenares de mariposas vivían felices. Las mariposas volaban alegres y pequeñas orugas iban creciendo sobre lechuga fresca.

Un día una de esas hermosas criaturas se escapó y después otra, más tarde otra y comenzaron a volar entre las casas y la gente que se quedaba maravillada. Por algo que casi nadie comprende, al cabo de algún tiempo comenzaron a aparecer flores y cuantas más flores había, más mariposas alegraban la vida de las oscuras personas que allí vivíamos.

Manuel Serrano Funes. Soy maestro retirado. Participo en varios colectivos de escritores y poetas. Publico en Internet y tengo publicados dos libros para niños en WebbleBooks. Mi mail es msfvlc@gmail.com.

QUE EN PAZ

DESCANSEN

Jota Jota Conus

Hace mucho tiempo, había un zorzal al que le gustaba cantar todos los días sobre una verde ligustrina para despertar muy temprano a su Aurora Alba, de quien se sentía profundamente enamorado. Ella le correspondía, pues se juntaban a las cuatro en punto de la madrugada. Sin embargo, la rutinaria melodía de sus rítmicos trinos terminó por desesperar a los vecinos, quienes probaron los más diversos remedios para combatir lo que consideraban un maleficio. Desde tapones para los oídos Ilustración Brandon Varas Dupre