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Baldomero: la magia que lo llevó a la soledad
Entre montañas y páramos, sobre las laderas se extiende el último municipio del Norte de Santander hacia el sur, limitando con Santander y Boyacá, está ubicado Chitagá, lugar donde habitaron antes del arribo conquistador, los aborígenes Chitaguenses.
En esta tierra, fundada el 12 de diciembre de 1804 se cuentan historias que hasta el día de hoy siguen retumbando en las calles del pueblo como: el cáliz, el duende, la bola de fuego, el indio y el tambor, las abejas asesinas, el cabro sin cabeza, las ánimas, los entierros, la barbacoa y leyendas de la laguna del Salado y el Tambor; estas han sido transmitidas de generación en generación como patrimonio cultural del municipio pero, Baldomero, se convirtió en la leyenda de mayor relevancia entre los habitantes de Chitagá.
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Los abuelos chitaguenses cuentan que: “En el año 1930, vivió Baldomero Ortiz, un joven pintoresco, vivaz, nervioso, inofensivo, enigmático y solitario de rápido andar”. Además, la gente del casco urbano de Chitagá lo describen como una persona de corta estatura, de figura menuda y de un triste rostro que dibujaba los estragos dejados por los duros golpes de la vida y la pobreza, siempre dispuesto a servir a la comunidad con oficios varios.
“Baldomero quedó mudo, convirtiéndose en un ente que deambulaba por las calles del pueblo de Chitagá”
También relatan que, para esa época, llegó a Chitagá un médico homeópata, el doctor Quiroga, pregonando ser conocedor de ciencias ocultas como la magia blanca, negra y roja. Esto, llegó a oído de Baldomero, que intrigado por la magia acudió al consultorio solicitando al galeno, que le enseñara todo acerca de dicho poder, a lo cual, el doctor aceptó con la condición de que tenía que comprar unos libros algo costosos que solo él vendía.

El joven Baldomero como pudo consiguió el dinero requerido y encargó los libros; el supuesto médico viajó a Bogotá y al cabo de 15 días regresó con un libro de magia blanca, roja, y negra, comenzando así con las lecciones. Al poco tiempo el joven astuto llegó a poseer poderes demoníacos, como el polimorfismo, se decía, que con frecuencia se transformaba en un venado, pavo, árbol o una roca, al igual que tenía la habilidad de estar en dos sitios a la vez, se menciona que lo veían pasar volando con una ruana y que convertía objetos en animales.
A la mañana siguiente, sus amigos encontraron a Baldomero mal herido y lo llevaron al centro de salud. La noticia corrió por el pueblo hasta que llegó a oídos del párroco, el padre Gutiérrez, quien manifestó no estar de acuerdo con esas cosas, en su mayoría diabólicas, y convocó al pueblo para que le ayudaran a cruzar (exorcizar) al pobre Baldomero.
Desde entonces, Baldomero quedó mudo, convirtiéndose en un ente que deambulaba por las calles del pueblo de Chitagá, vestía siempre ruana oscura, sombrero negro y pantalón bota ancha, una más larga que la otra, alimentándose solamente con panela negra que le regalaban. Vivió la mayor parte de su vida en una cueva en Samaria o dormía en las calles y praderas en donde murió en soledad en el año de 1986, aproximadamente a la edad de 50 años, por causas naturales.
“Los abuelos chitaguenses cuentan que: “En el año 1930, vivió Baldomero Ortiz, un joven pintoresco, vivaz, nervioso, inofensivo, enigmático y solitario de rápido andar”.

Esta leyenda, hace parte de la tradición oral de Chitagá, no hay poblador de este bello municipio que no haya escuchado hablar de Baldomero, es parte de su patrimonio y así seguirá siendo en las futuras generaciones. sus lugareños guardan respeto por aquel que algún día fue un joven vivaz y que por cuestiones de la vida tuvo un desenlace solitario y en penumbra.