
Ella era sólo una bebé cuando un relámpago cayó sobre un roble encima de ella. Milagrosamente, Mary sobrevivió.
La pequeña Mary era la décima hija de los Annings, una familia que vivía en una pequeña ciudad en el sur de la costa de Inglaterra.

Los padres de Mary eran muy pobres y desde una edad temprana ella era muy feliz de echar una mano. Ella se unió a su padre en una peligrosa caminata hacia los acantilados para encontrar conchas y huesos. ¡Uno parecía un diente de cocodrilo!

De regreso a casa, ella duró horas limpiando sus tesoros, esperando vender algunos a los turistas que visitaban su hogar. Muy pronto, todo el mundo sabía dónde encontrar a la pequeña Mary vendiendo sus conchas marinas cerca de la costa.

Mary sólo iba a la escuela los domingos, pero eso le daba confianza para aprender a leer y escribir.
Un día, después de comprar una de sus curiosidades una señora adinerada le dio un libro que le voló la cabeza.

Resultó ser que el diente que había encontrado no era de un cocodrilo sino de un animal que había rondado la Tierra hace millones de años atrás. Este diente era ahora un fósil y encontrarlos se convirtió en la mayor pasión de Mary.

Cuando su padre se enfermó y murió, Mary no se dió por vencida y continúo buscando fósiles y apoyando a su familia. Su perro, Tray, estaba siempre a su lado, hacían un equipo perfecto ya que él también amaba los huesos.

Una mañana, ella estaba en la playa con su hermano Joseph cuando él vió algo en las rocas.
¡Era un cráneo más grande que Mary!
Ella pensó que podría haber más de ellos en la arena y empezó a cavar día tras día.

Un coleccionista le dio 23 libras por él, lo que era mucho más que suficiente dinero para comprar comida por todo un mes para su familia.
¡Mary descubrió su primer esqueleto completo que era de una critura que vivó en la era de los dinosaurios!
El esqueleto era de un reptil marino llamado Ictiosaurio y terminó siendo expuesto en el Museo Británico.

Por supuesto, Mary merecía ir a la universidad pero en ese tiempo solamente los hombres adinerados podían ir. Aún así, ella leía todo lo que podía sobre rocas y huesos, tomando notas y dibujando cada fósil que encontraba.

Mary se convirtió en una verdadera experta en fósiles por ella misma.
Descubrió su primer Plesiosaurio y después de dar un vistazo a lo que los científicos creían que eran piedras raras se dió cuenta que eran... caca de dinosaurio.

Ella estaba siempre feliz de ocmpartir su conocimiento con científicos que la visitaban pidiendole su opinión. Tristemente, algunos de ellos no eran caballeros reales. Muchos libros fueron escritos basándose en sus descubrimientos, pero ninguno de ellos mencionó su nombre.

Tomó prácticamente una vida entera para que la Sociedad Geológica de Inglaterra reconociera las contribuciones de Mary y le ofreciera ser parte de ella. De pequeña ella sabía que, algún día, una nueva especie de Ictiosaurio llevaría su nombre.

Finalmente la pequeña Mary, Madre de la Paleontología, nos dejó un pequeño consejo tan valioso como sus descubrimientos... A veces las personas no reconocen nuestros logros, pero ¡no te preocupes! El tiempo los colocará donde pertenecen.
