EXIT #38 · Paisajes silenciosos / Silent Landscapes

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viviendo en su furgoneta, pasando semanas solo en la zona que está inspeccionando1. En cierto modo, la distancia de la expedición se deriva de los elementos prácticos: distancias, tiempo buscando lugares o escenarios, esperando a la luz y a las sombras que dotarán de expresión a una imagen. Pero esto es también una cuestión de familiarización. Como ha comentado Jorma Puranen, estar en un lugar, aguardar, escuchar, experimentar las formas en que cambia en respuesta al movimiento de la luz y la oscuridad, la meteorología y la época del año, son esenciales para desarrollar la comprensión de lugares concretos2. Como ha observado Robert Adams, la fotografía de paisajes contiene geografía, autobiografía y metáfora3. La geografía abarca no solamente la topografía, sino también las condiciones que se obtienen con la particularidad de la luz disponible, pero también el viento, la lluvia y el hielo, todo lo cual, en conjunto, crea las posibilidades de la imagen. La autobiografía importa en términos de historias personales que podrían motivar los intereses particulares o la exploración de regiones concretas, así como las formas de percepción individuales. Dos fotógrafos en el mismo lugar y el mismo momento no lo representarán exactamente de la misma forma. Para muchos, el placer radica tanto en la planificación y el viaje como en la consecución de una meta –quizás una imagen que en cierta medida se ha conceptualizado previamente–, en tanto que es la posibilidad de un tipo concreto de imagen lo que ha motivado la(s) expedición(es). Sin embargo, como artistas también tienen la preocupación por asegurar que responden a lo que ellos encuentran realmente, no a lo que les hayan dicho o lo que esperan encontrar. Investigar un entorno conlleva familiarizarse con él en circunstancias cambiantes. Los títulos de las fotografías relacionadas con paisajes son importantes. Jem Southam indica el lugar y la fecha precisa, marcando así la estación y el año. Esto hace hincapié en el aspecto topográfico. Al pie de la obra de Bill Henson siempre figura Sin título, seguido de un número y un año, evitando la especificidad del lugar y trayendo al primer plano el aspecto asociativo. El significado y la interpretación son esenciales para nuestro sentido de la trascendencia y nuestra respuesta a las imágenes, y ambos varían según el contexto y las historias asociadas a las fotografías como imágenes, aunque

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también como objetos dentro de la cultura material. La obra de Bill Henson incluye un amplio abanico de paisajes, urbanos y rurales, tomados durante la puesta del sol. Esta obra se incluyó en la exposición Twilight: Photography in the Magic Hour celebrada en el V&A Museum de Londres en 2006. En este contexto, la quietud del paisaje en este momento de transición, cuando la luz desaparece, pasó a primer plano. El hecho de que las imágenes estén tomadas con la luz disponible, conlleva una decisión y una experiencia que aumenta sus efectos. En otros contextos su obra puede parecer más melodramática, desafiante incluso. Yuxtapone imágenes de lugares, urbanos o rurales, y de personas, ensimismadas, distantes, atrapadas en una ensoñación que no podemos compartir. Como Clive Hamilton, cuyos estudios versan sobre la ética pública, incluida la sexualización de los niños, aparentemente destacada por sus imágenes adolescentes durante el furor de una pareja de hace años, “imaginativas, aterradoras y bellas, pero demasiado peligrosas para publicar”4. La oscuridad de las imágenes, sobre las que Henson ha sugerido que le recuerdan a su propia niñez deambulando por las calles de Melbourne, nos convierte en merodeadores de la oscuridad; se puede decir que parte de lo que observamos es más de lo que queremos afrontar. Si lo sublime en los paisajes hace referencia a las experiencias que invocan el miedo, quizá no sorprenda que las interrelaciones paisajísticas de Henson con la ensoñación y el deseo humanos se hayan caracterizado como un nuevo trabajo contemporáneo de lo sublime. En The World’s Edge, iniciado en 1990, Thomas Joshua Cooper retrata las periferias del océano Atlántico. Este amplio proyecto le ha llevado por toda la costa occidental de Europa, desde Escocia hasta Portugal, por la costa de África occidental y hasta por Iberoamérica, y también a una investigación de dos años de las regiones polares que dio lugar a la serie True. Como un explorador, los lugares de Cooper se seleccionan previamente en los mapas, y sus viajes se planifican meticulosamente. El título, True, evoca autenticidad y precisión, al igual que los puntos cardinales de la brújula (“Norte verdadero”), y resuena con los tipos de dudas que debieron asaltar a los primeros exploradores del Polo. Un relato de sus viajes le sitúa como un héroe solitario que sobrevive a “tormentas extremas provocadas por El Niño y a una nevada en el Polo sur que duró 13


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