EXIT #18 · Naturaleza muerta / Still-life

Page 17

tico pero nunca se ha llegado a la negligente afirmación de que su significado sea trivial. Si bien es cierto que, con la llegada del impresionismo y su posterior uso en el cubismo y muy especialmente en la obra picassiana, se ha reforzado en exceso su valor como iconos de paz, como representación del calor del hogar y de cierto carácter doméstico, perdiendo así ese reflejo de los ecos de la vanidad de nuestra efímera vida. Sin detallar una bien visible y conocida historia de la naturaleza muerta, el sentido esencial de su representación formal, de la comida real, de los elementos que la componen, desde las frutas hasta los libros, calaveras, velas, animales, todo ello dispuesto sobre una mesa, evoluciona de lo puramente alimenticio hasta esa idea más ligada a una "alimentación del espíritu y del intelecto". Pero tanto si son higos, peras o manzanas, ostras o peces, libros o instrumentos musicales, calaveras o cualquier otro elemento, éstos están representando diferentes formas de alimentar nuestro cuerpo, nuestros sentidos y nuestra alma. Y están, sobre todo, poniendo sobre la mesa todo aquello que vamos a perder. Nos hablan del paso del tiempo, de todo lo que el tiempo nos va a quitar, de la muerte y de la pérdida. El paso del tiempo destruirá la hermosura de estas frutas y pudrirá la carne de estos animales. La vela, el reloj, el libro, la calavera, son más claramente explícitos de que el tiempo se acaba, y de que, vanitas vanitatis, todo en nuestra vida es vanidad. Este paso del tiempo persigue al hombre desde que es consciente de su propio cuerpo, y la fotografía es, sin duda, uno de los lenguajes artísticos que actúan con el tiempo, la memoria y la muerte como elementos inseparables. Sin embargo, la aportación de la fotografía a la naturaleza muerta es desigual. En una gran mayoría, los fotógrafos se limitan a reconstruirlas con una estética manierista y decadente, en la que se recupera el concepto pictorialista, si bien la ironía en unos casos, el claro remake en otros y, en algunos más, una utilización contemporánea de los conocimientos de la historia del arte justifican el esfuerzo. Sin embargo, nunca como en estos momentos, y esto sí será una aportación de la fotografía, aparecen en las naturalezas muertas esos estados de podredumbre de algunas de las imágenes que veremos en las siguientes páginas. Ahora ya no es solamente la hermosura de lo que la naturaleza ofrece, sino la comida basura, el detritus, los alimentos con moho, desechados. Ya no es lo que

la vida nos va a quitar, sino lo que ya hemos desechado nosotros mismos, despojos de nuestra civilización, manteles sucios, migajas de comidas vulgares, bandejas de comida de avión. Se siguen utilizando, cómo no, los enseres, referentes objetuales junto a alimentos, y no es suficiente decir que estos elementos son diferentes, porque su significado sigue siendo similar, y ésta es una característica cultural del bodegón: adecuarse a los tiempos, cambiar la lira por los cristales de bohemia, la calavera por el libro… La fotografía es el arte del siglo XX y por lo tanto corre el riesgo de ser anacrónico muy fácilmente. Nombres como Wolfgang Tillmans o Joel-Peter Witkin tienen en la naturaleza muerta uno de sus temas habituales y son, ciertamente, dos de los artistas que han sabido aportar elementos propios de nuestra época y del lenguaje fotográfico. En este sentido el clasicismo de Witkin, con unas composiciones estrictamente legibles en el orden tradicional del género, se nos presenta como algo totalmente diferente, imposible antes de la fotografía. Y cómo, curiosamente, la reutilización de elementos pictóricos esenciales como el color, perviven en una fotografía totalmente pura y a la vez clásica como es la de Manuel Vilariño. Todos los artistas que aparecen en este número, desde la revisión de la historia de la pintura de Pere Formiguera hasta la reutilización del bodegón en el sentido más tradicional de Tony Catany, Evelyn Hofer, Flor Garduño, Douglas W. Mellor, Olivier Richon o Zachary Zavislak, nos hablan de las mismas cosas que cientos de artistas antes que ellos. Nos están diciendo que la vida se va como el humo de esas velas que se empiezan a apagar, en silencio, sin darnos cuenta. Y con ese humo, nuestras vidas y todo lo que hemos derrochado como si nunca se fuera a acabar. El arte vive gracias al significado, y éste no se pierde, se condensa, se transforma, se desarrolla, cambia. En la naturaleza muerta, vanitas o memento mori, abundan los símbolos, los dobles sentidos, y si su lectura puede parecer lineal, hay matices e historias que sólo la mitología y la religión, junto con la historia de una civilización cada vez más compleja, pueden desentrañar. Si Vincent Van Gogh llegó a pintar 194 naturalezas muertas, tal vez su sentido no sea sencillamente tan simple. Tal vez tengan un sentido renovado los cientos de naturalezas muertas que estos artistas, y otros muchos, llevan hechas en sus cortas y efímeras vidas contemporáneas.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.