El Reino del Desorden Una Fábula sobre la Responsabilidad y la Integridad

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El Reino del Desorden: Una Fábula sobre la Responsabilidad y la Integridad

V Certamen Literario 2025

Ganadora Categoría Cuento

Había una vez un próspero reino donde todo se contaba con palitos: las horas, los días, y los minutos... La administración estaba a cargo de los trabajadores del castillo que se encargaban de organizar las cosas para que los hábitats de los animales operen según la naturaleza Aunque su trabajo era importante, el orden en que se vivía en el reino era gracias a la dedicación y responsabilidad de sus habitantes.

Los trabajadores del castillo sabían que tenían una responsabilidad con el reino, por eso llegaban temprano a realizar sus actividades. Para llevar la cuenta de los días y las horas que servían en el castillo usaban palitos, de esa manera sabían cuando era un buen tiempo para un descanso antes del cambio de estación A quienes reunían un número mínimo de días, el castillo les reconocía el derecho de descansar sin afectar antes de las estaciones. Pero si, por el contrario, faltaban días por cumplir, tenían que seguir en el castillo, aunque estuvieran muy cansados

Los palitos se ubicaban en unos compartimentos que había a la entrada del castillo. Cada espacio tenía el nombre de un colaborador. Estaban diseñados para que el Oso Perezoso, que era quien llevaba las cuentas de la asistencia, no se confunda en el conteo Pero los palitos eran frágiles y en un par de ocasiones, grandes vientos los movieron de lugar, pero el Oso no prestaba mucha atención a esas cosas.

Un día, la magia de la tecnología llegó al castillo y trajo consigo un moderno sistema electrónico llamado Kronos que prometió hacer las tareas de asistencia de una forma más eficiente, pero algo extraño sucedió: el Oso Perezoso dejó de hacer su trabajo. No fue que no entendió a Kronos, ni que lo hubiera hechizado, sino porque, fiel a su naturaleza tranquila y pausada, prefería dejar que el trabajo se acumulara sin prestar atención a las consecuencias Así, los registros se amontonaban y las dudas crecían.

No entiendo por qué todos se quejan tanto dijo el Oso Perezoso, mientras se acomodaba en su tronco favorito ¡Seguro que mañana lo hago!

A la Astuta Coyota se le encargó la misión de revisar los informes que el Oso Perezoso había entregado varias estaciones atrás, así podía corroborar si los trabajadores del reino cumplían con los requisitos para descansar antes del cambio de estación.

¡Qué importante es tener estos registros claros! exclamaba la Coyota con aire de superioridad, como si fuese guardiana de la ética de los colaboradores del castillo . Su trabajo era garantizar que nadie se vaya antes de haber cumplido con el tiempo de trabajo, pero ignoraba que el sistema actual estaba lleno de errores sin corregir

En el reino también había un personaje que destacaba por su despreocupación: el Mono Despistado Él nunca revisaba los informes de asistencia, daba por hecho que todo estaba bien y se sorprendía cada vez que le notificaban que un palito se perdió o que simplemente nunca apareció.

¿Otra vez me ausenté? preguntaba el Mono Despistado, rascándose la cabeza . ¡Pero si yo nunca falto! Bueno... creo...

Además, había dos supervisores en el reino: el León Justo y la Hiena Indiferente El León Justo siempre estaba pendiente de la asistencia de sus subordinados y se aseguraba de que los registros se escribieran de forma correcta.

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Si cada uno hace su parte, el reino funciona mejor decía el León Justo No podemos dejar que el trabajo se acumule

En cambio, la Hiena Indiferente repetía en reuniones: La ética es fundamental en nuestro trabajo... Pero al salir, bostezaba y decía: ¿Asistencia? Eso es problema de ellos. Yo solo estoy aquí para supervisar... lo que sea que eso signifique.

En apariencia, tenía buen discurso En la práctica, no hacía nada

Pero en el reino también vivían otros personajes laboriosos: la Hormiguita Afligida, la Caracola Precavida, la Marta Puntual y el Castor Laborioso, quienes, a pesar de su esfuerzo diario, sufrían por los retrasos en la administración de la asistencia. No podían planificar sus vacaciones, no se corregían los errores en sus registros y los días acumulados parecían desaparecer en el limbo burocrático

¡Esto es un desastre! decía la Hormiguita Afligida He trabajado tanto y ahora resulta que debo días que no recuerdo. ¡Mi memoria no da para tanto!

Yo solo quiero saber cuántos días tengo acumulados para planificar mis vacaciones comentaba la Caracola Precavida, con la mirada perdida en el horizonte No puedo seguir esperando sin saber si puedo irme o no de crucero ¡Cuánta falta me hacen las vacaciones!

Lo que más me preocupa es que cuando llegue la hora de jubilarme, salgan con que debo días acumulados de hace años dijo el Castor Laborioso, golpeando el suelo con la cola . ¡Esto no es justo!

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Preocupados por la falta de soluciones, los trabajadores decidieron unirse y acudir al Búho Sabio, el custodio del libro de la justicia y la ética. El Búho, conocido por su sabiduría y serenidad, escuchó con atención sus preocupaciones y los alentó a no quedarse callados ante la situación.

La justicia no se logra con quejas en silencio dijo el Búho con voz firme Un líder no solo observa desde la rama más alta También debe actuar, dar el ejemplo, corregir sin miedo y proteger a quienes cumplen con su deber

El Búho explicó que la verdadera justicia y el deber ético implican atender las obligaciones con prontitud y precisión, sin dejar que el trabajo se acumule o que los problemas se ignoren Todos comprendieron que no se trataba de culpar a un solo individuo, sino de promover una cultura de responsabilidad compartida, donde cada cual cumpliera su parte y los líderes guiaran con acciones, no solo con discursos vacíos

Así, el Oso Perezoso comprendió que su actitud despreocupada había afectado a muchos

Supongo que debí hacer las cosas a tiempo murmuró el Oso con cierta vergüenza

Y la Astuta Coyota reconoció que la gestión administrativa debía equilibrarse con el manejo adecuado de los registros de asistencia.

Quizás debería prestar más atención a lo que realmente importa admitió la Coyota, bajando un poco la cabeza

El Mono Despistado, por su parte, entendió que debía revisar sus registros con regularidad.

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Supongo que no puedo seguir haciendo las cosas a la ligera reflexionó el Mono

Los supervisores también tomaron conciencia El León Justo reafirmó su responsabilidad de velar por el orden y propuso la creación de un Consejo de Integridad del Reino, formado por trabajadores y supervisores para vigilar que todos los procesos se hicieran de forma ética y transparente. Incluso la Hiena Indiferente, aunque con desgano, reconoció que debía estar más pendiente del cumplimiento de sus tareas

Supongo que hablar bonito ya no basta murmuró

El Búho Sabio, viendo que el reino había aprendido una gran lección, reunió a todos los habitantes bajo el centenario árbol de ceiba y les habló con la serenidad de quien sabe que las lecciones no se aprenden de la noche a la mañana

El verdadero valor de la justicia no está en culpar a los demás dijo el Búho , sino en reconocer nuestros propios errores y enmendarlos con responsabilidad La ética no es solo cumplir una tarea, sino hacerlo con integridad, pensando en el bien común. No importa cuán lejos hayan llegado los problemas o grandes sean las deudas acumuladas: siempre hay una oportunidad para hacer las cosas bien si actuamos con honestidad y compromiso

Desde que el reino comenzó a actuar con integridad, los trabajadores pudieron tomar vacaciones con tranquilidad, los registros fueron claros, y nadie más tuvo que rogar por lo que le correspondía Había justicia, porque había orden, y, porque había líderes comprometidos con el bien común

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Así, poco a poco, comenzaron a trabajar unidos, restaurando la armonía en el reino, aprendiendo de los errores y fortaleciendo el compromiso con sus deberes

Y colorín colorado, este cuento ha terminado, dejando una gran lección: el compromiso ético y el liderazgo con integridad son el camino hacia un servicio público verdaderamente justo y responsable

Conclusión

Esta fábula nos recuerda que la integridad no puede ser solo un ideal mencionado en discursos, sino una práctica constante que se demuestra en cada decisión. En el servicio público, liderar con ética significa actuar con responsabilidad, escuchar al pueblo y corregir errores sin temor El liderazgo íntegro transforma las instituciones, fortalece la confianza y construye un gobierno verdaderamente comprometido con la justicia y el bien común Solo así se pasa del discurso a la acción

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