Revista digital de Estudios del Patrimonio Cultural Edita SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C. Acceso gratuito en: www.sercam.es Nº 02. mayo de 2009. ISNN: 1988-8015 Consejo editorial: Alicia Gómez Pérez, Pedro Javier Cruz Sánchez y Roberto Losa Hernández Contacto: info@sercam.es Foto portada: Monasterio de San Andrés de Arroyo, Santibáñez de Ecla (Palencia). Roberto Losa Hernández. Foto contraportada: Chozos del Páramo de Bricia, Orbaneja del Castillo (Burgos). Pedro Javier Cruz Sánchez.
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ÍNDICE EDITORIAL
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J. Álvaro Arranz Mínguez ETNOGRAFÍA La protección de las casas y sus moradores en El Rebollar (I). Algunos apuntes etnográficos en Robleda
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Pedro Javier Cruz Sánchez ARQUEOLOGÍA Algunas notas sobre el monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo (Santibáñez de Ecla, Palencia) a través de sus documentos arqueológicos
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Diego San Gregorio Hernández, Eva María Enríquez Sánchez, Eva María Martín Rodríguez y Pedro Javier Cruz Sánchez La necrópolis parroquial de la iglesia de San Bartolomé de Basardilla (Segovia). Estudio Arqueo-antropológico
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Eva María Martín Rodríguez, Pedro Javier Cruz Sánchez, Eva María Enríquez Sánchez y Diego San Gregorio Hernández, INTERPRETACIÓN DE PATRIMONIO El Patrimonio Histórico analizado por escolares. Ensayo con alumnos de 2º de primaria Alicia Gómez Pérez
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FRAGMENTOS ESGOGIDOS
Excursión a Numancia pasando por Soria. 1922. (II) José Ramón Mélida
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EDITORIAL J. Álvaro Arranz Mínguez
A
vueltas con la crisis. Inevitable, en este primer
trimestre de 2009. El mundo de la Arqueología profesional se hunde con el ladrillo. Sería un buen
titular periodístico si no fuera porque para los afectados, unas cuantas empresas y autónomos (prácticamente todo el sector), es así de crudo. Aún mencionando la soga en casa del ahorcado debo referirme a ello por más que me duela, pero esconder la cabeza ante el peligro o, simplemente, ignorarlo o hacer como que no existe, no nos va a sacar del aprieto. Parece que a la Junta de Castilla y León se le han acabado las ideas ¿Sólo a ella? Se termina el dinero ‘fácil’ (se recortan los presupuestos) y se acaba el mundo. Entre los de la profesión tenemos tendencia a achacar todos nuestros males a la administración regional y no nos falta razón, pero también debemos hacer examen de conciencia. Lo primero, antes de mirar fuera, es poner orden en nuestra propia casa. Nosotros somos los que trabajamos por precios que, en muchas ocasiones, resultan irrisorios, y en algún caso directamente se pierde con ellos. Nosotros somos los que nos plegamos a todas las exigencias sin contraprestación económica ninguna, como si el presupuesto aprobado sirviera lo mismo para la excavación arqueológica de 10 como de 100 m2. Nos empeñamos en
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estudios exhaustivos que no podemos acometer por falta de soporte económico. Y como éstas, muchas otras actuaciones. Las empresas de arqueología (y los autónomos, que lo mismo da) nos asemejamos a los peces que intentan nadar en una charca con muy poca agua y en ella todos nos conocemos, porque siempre tenemos la cabeza fuera boqueando en busca del líquido para poder respirar. ¡No hemos logrado generar un fondo económico en los años ‘buenos’ como para pretenderlo ahora con la crisis! Parece que todo se resume en dinero. Y lo cierto es que así es. La barra de pan o la hora de taller o el fontanero me cuesta lo mismo a mí que al resto de los mortales. Y para colmo, un amigo que trabaja en la administración se permitió el lujo de recordarme que aunque los precios de licitación sean bajos, siempre habrá algún compañero mío que haga una baja escandalosa (aunque no temeraria por lo que parece). Mi contestación fue simple, tenía razón, pero que debía darse cuenta de que estaba jugando con la necesidad de la gente: nadie lo hacía por gusto, sino por trabajar, por poder cubrir los gastos del mes; mejor eso que nada. Es necesario un poco de voluntad por ambas partes para poder remontar el vuelo. Si la administración no invierte, no renueva, no acude con nuevas ideas, el futuro de la Arqueología profesional parece sentenciado. Eso sí, los primeros que debemos dignificar la profesión somos los propios practicantes de la misma. Ésa es la primera norma.
abril 2009
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LA PROTECCIÓN DE LAS CASAS Y SUS MORADORES EN EL REBOLLAR (I). ALGUNOS APUNTES ETNOGRÁFICOS EN ROBLEDA∗ Pedro Javier Cruz Sánchez Para Ángel Iglesias y Françoise Giraud. RESUMEN:
Las páginas que siguen a continuación dan cuenta de algunas viejas prácticas relacionadas con la protección de casas, personas, animales y enseres que a lo largo de estos años hemos ido recogiendo en el municipio de Robleda (Salamanca). No pretendemos más que deslindar algunas de las más conocidas y las más empleadas por los habitantes del Rebollar, comarca del SO salmantino que guarda un importante patrimonio etnográfico.
PALABRAS CLAVE: El Rebollar; ámbitos de protección; cruces; fórmulas mágicas.
∗
Este trabajo se corresponde con la primera parte de otro más amplio en el que nos centraremos en los aspectos históricos y
antropológicos de este fenómeno.
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1. Introducción
E
n la naturaleza del hombre existe una necesidad innata de protegerse: de los agentes externos, de los animales, de los propios hombres o, simplemente, de lo que desconoce. Este hecho ha provocado que desde tiempos inmemoriales se haya rodeado de ciertos
elementos que contrarrestase los efectos perniciosos de aquellos; primero se procuró un cobijo, luego unos ropajes y una vez satisfechas las necesidades básicas, una serie de amuletos que lo resguardase de lo intangible, como por ejemplo los espíritus malignos. Así es como a lo largo de los tiempos, encontramos toda una serie de elementos de cultura material o de ritos propiciatorios que giran en torno a la protección frente al mal. Ya desde la Prehistoria, se adoptaron multitud de ritos y formas materiales de proteger los hogares, los animales y las propias personas. Los pueblos mediterráneos, sin ir más lejos, muestran desde la etapa Neolítica una preocupación por la salvaguarda de las posesiones más preciadas, como puede ser el ganado, para lo cual se crearon auténticos santuarios en ciertos puntos estratégicos del paisaje en los que se oficiaban toda una serie de ritos propiciatorios. Por su parte, el carácter itinerante de la mayor parte de los pueblos que han ocupado la Península impide que constatemos prácticas de protección doméstica hasta bien entrada la Edad del Hierro. En este momento en que los poblados comienzan a sedentarizarse se documentan ciertas prácticas mágicas entre las que destacan la de enterrar neonatos en los umbrales de las puertas, tal y como se constatan en el poblado navarro de Alto de la Cruz en Cortes; nos encontramos ante una costumbre de raigambre indoeuropea que cabe entroncar con ciertos ritos relacionados con la propiciación de la fecundación marital, según la idea de que un nuevo nacimiento supone la reencarnación del difunto1. A lo largo del Imperio Romano se constatan un buen número de evidencias de protección del hogar; recordemos, por ejemplo, los altarcillos familiares formados con los dioses lares o las inscripciones en las entradas de las casas con la inscripción cave canem (“cuidado con el perro”), tradiciones que pasados los siglos se ha mantenido, bajo diversas apariencias, según veremos a continuación. Tal y como han apuntado algunos autores se combate la duda, el miedo, propiciando al individuo un sentimiento de seguridad; ésta según Blanco, “(…) se alcanza a través de una espiritualidad que instrumentaliza recursos de distinta índole”2. Estos instrumentos pueden ser los objetos a los que se les atribuyen ciertos poderes, palabras tal como las oraciones o los 1
Maluquer de Motes, J. et alii (1990): Alto de la Cruz. Cortes de Navarra. Campañas, 1986-1988. Trabajos de Arqueología
Navarra 9: 129. Pamplona. 2
Blanco, J. F. (1997): “La espiritualidad popular asociada a la vivienda”, en La Casa. Un espacio para la tradición. Centro de
Cultura Tradicional: 80. Salamanca.
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ensalmos, los sonidos (el ruido de la campaña tocando para ‘espantar’ las tormentas), los olores (sahumerios) y los ritos, los cuales aglutinan a los anteriores para lograr el fin impetrado. La reacción al miedo, a lo irracional, a lo desconocido, provoca que el individuo lo sacralice por medio de una suerte de hierofanía3 en la que lo sagrado se manifiesta a través de los objetos del cosmos que le rodea. La costumbre de proteger el hogar se ha mantenido hasta nuestros días, con distinto envoltorio que antaño pero en definitiva con la misma finalidad. En las sociedades tradicionales estos usos se encontraban totalmente generalizados y no existe una localidad en la que no observemos evidencias de la misma. En ámbitos tan lejanos al nuestro como el Pirineo aragonés son especialmente numerosas y variadas las señales de protección de los hogares en donde recientemente F. Biarge y A. Biarge han llevado a cabo un completo catálogo de los elementos protectores de las casas pirenaicas4. La arquitectura vernácula de la Meseta septentrional aunque tal vez algo más austera que la de los Pirineos, muestra abundantes ejemplos de protección de las casas. Símbolos cristianos, como los detentes con la representación del Sagrado Corazón se encuentran dispuestos por prácticamente todos los ámbitos de nuestra comunidad y rara era la casa que no tuviera uno clavado en la puerta; lo mismo podríamos decir de otros elementos como las cruces a las cuales habremos de acudir después o las propias inscripciones de carácter religioso5 – generalmente anagramas con el AVE MARÍA, el IHS o elementos de la liturgia cristiana-, muy comunes en muchas de las casas de nuestros antepasados. Por su parte, las representaciones de soles, animales o diferentes esquemas radiales que para algunos autores restos de viejos prácticas pre-cristianas sancionadas ya desde antiguo6, son otro de los elementos más representativos que detectamos en el paisaje doméstico tradicional. Acercándonos al espacio que ahora nos interesa, la arquitectura tradicional de la provincia de Salamanca es rica en este tipo de manifestaciones; dentro de los diferentes tipos arquitectónicos que se documentan en la provincia: casas de llanura y casas de montaña7, encontramos numerosos indicios del tema que estamos tratando los cuales, las más de las veces, pasan desapercibidas al curioso viajero. Se trata de leves rastros, de casi imperceptibles indicios que el hombre ha dispuesto para salvaguardar sus casas del mal, de lo desconocido.
3
Eliade, M. (2000): Tratado de Historia de las Religiones. Barcelona.
4
Biarge, F. y Biarge, A. (2000): Líbranos del mal. Creencias, signos y ritos protectores en la zona pirenaica aragonesa. El
Patrimonio Etnológico Aragonés. Huesca. 5
Cerón Peña, M. (2002): Dinteles y Jambas en la arquitectura popular salmantina. Diputación de Salamanca. Salamanca.
6
Martín de Braga (1981): Sermón contra las supersticiones rurales. Ediciones El Albir. Barcelona.
7
Mata, L. M. (1997): “La casa tradicional salmantina”, en La Casa. Un espacio para la tradición. Centro de Cultura Tradicional,
16. Salamanca: 13-25.
7
Al respecto, el suroeste de la provincia de Salamanca y, más concretamente, la comarca de El Rebollar ofrece aún en su maltrecha arquitectura popular un sinfín de elementos de carácter protector de la vivienda. El caso de Robleda, estudiado por nosotros desde hace ya algún tiempo, permitirá aproximarnos al tema en las páginas que siguen a continuación. 2. Algunos apuntes sobre el urbanismo de Robleda. La comarca de El Rebollar se enclava en la vertiente norte de la Sierra de Gata, en un terreno relativamente quebrado que se encuentra a caballo entre el borde de la penillanura y las estribaciones de aquella sierra al norte y sur relativamente. Comparte la Sierra de Gata las provincias de Salamanca y Cáceres y por el oeste se introduce, bajo la prolongación de la Sierra de Malcata y Estrella, en territorio portugués. Asentada sobre suelos pizarrosos, se trata de una comarca cuya economía se ha asentado sobre la base de una pobre agricultura de secano, una ganadería ovina, caprina y vacuna de pocas cabezas y una actividad comercial basada en la arriería, hecho que dio por ejemplo fama en tiempos a los carruchinus de Navasfrías. Acorde con los materiales y la economía agraria que predomina en la comarca, encontramos un tipo de casa que adopta elementos propios de las casas de penillanura8. Nos encontramos, por lo común, ante unidades domésticas de una sola planta con postigu para el acceso de los carros, que muestran escasez de vanos al exterior y una compartimentación interna que distingue con claridad el espacio destinado al corral y los establos, donde encontramos el apajaeru para la comida de las cabezas de ganado y el chicorzu, especie de cuarto de donde se cogían los cestaus de paja para el ganado. El espacio destinado a la vivienda muestra una disposición similar en la mayoría de las casas robledanas (y casi por extensión rebollanas) que conocemos. Una jastial al que se accede desde la calle distribuye el espacio a la sala y alcobas por un lado y a la cocina y almacén o cernieru por otro9. El aspecto exterior de las casas tradicionales de Robleda, como paradigma de las construcciones tradicionales de El Rebollar, es la de un apiñado conjunto de construcciones de escasa altura en las que los postigos tienen un protagonismo especial; son edificaciones de tonos parduscos merced al uso casi exclusivo de la pizarra, a veces entremezclada con la cuarcita, de color blanquecino, hecho que otorga cierta bicromía a las mismas. Un aspecto que nos interesa a la hora de adentrarnos en el objeto de estas páginas, ya dentro de Robleda, es el referente al urbanismo y su disposición en el entorno, hecho que creemos resulta fundamental a la hora de analizar los ámbitos en los que encontramos los 8
Mata, op. cit. 20-21.
9
Alonso Pascual, J. (2002): Robleda. Crónica y descripción del lugar. Salamanca: 217-223.
8
elementos protectores. Robleda se localiza en el seno de un destacado promontorio rocoso, sobre el que se levanta la iglesia parroquial y el primitivo caserío en torno a aquella. Por el oeste lo ciñe la carretera a Villasrubias y por el sur el regato del Raihuelo; al norte y este una serie de pequeños arroyuelos hacen lo propio delimitando en planta un caserío que deja de apiñarse según nos alejamos progresivamente de la iglesia. Es interesante destacar la presencia junto con la iglesia parroquial, cuya advocación es a Nuestra Señora de la Asunción, situada en una posición más o menos centrada en lo que fue el casco viejo del pueblo, la ermita de San Juan cuyos restos se localizaban en el cementerio de la localidad, de la que hoy queda poco más que el recuerdo y el barrio que lleva su nombre, en su extremo meridional y la ermita del Cristo o el Humilladeru del Cristu, que se localiza a la entrada del pueblo, al norte. Junto a estas construcciones tenemos constancia de una capilla del Caminero10 de la que únicamente sabemos que se localizaba a extramuros de Robleda y que seguramente se levantó al pie de alguno de los numerosos caminos que surcaban su término11. Así mismo los viejos libros del archivo robledano o la documentación que custodia el archivo de la Diócesis de Ciudad Rodrigo mencionan en alguna ocasión la ermita de San Sebastián de la que, sin embargo, se desconoce su paradero12 y la ermita de los Mártires, la cual correspondería a unas de las cuatro ermitas que se citan en la documentación de los siglo XVII y XVIII. Robleda, vista así a vuelo de pájaro, encuentra en todos los puntos cardinales del perímetro urbano evidencias de protección. Se erige el centro la iglesia, en el punto culminante del teso que acoge al pueblo y que se puede ver desde todo el entorno inmediato. La protección de la población se refuerza así mismo con la presencia de ¿cuatro? elementos protectores cuales son las ermitas del Cristo y San Juan, al norte y sur respectivamente de aquella, una vieja capilla que no adivinamos a situar con exactitud, pero que tal vez pudo erigirse a lo largo del camino a Villasrubias, esto es, al sureste y las ermitas de San Sebastián y de los Mártires en los sectores restantes. Seguiría una especie de modelo radial, propuesto ya para las villas pirenaicas por E. Monesma13, en el cual se dispondrían una serie de hipotéticos “anillos concéntricos” de protección que engloban tanto al caserío (ager) como a su entorno (saltus). La ermita del Cristo de Robleda, situada al pie del camino que conduce al puerto de Perales y a Ciudad Rodrigo según vayamos a mediodía o al septentrión, muestra evidentes señales de amparo al caminante y de protección al pueblo que acoge. Así, entre la iglesia y ésta
10
Relación numérica de todos los edificios y albergues existentes en el casco del pueblo y los diseminados en el término
municipal. Robleda, 1911. Archivo del Ayuntamiento de Robleda, caja 131, Robleda. 11
Iglesias Ovejero, A. (2005): “Caminos de El Rebollar: paleros, carruchinus, macuterus en las variantes del recorrido de Ciudad
Rodrigo a Coria”, Carnaval del Toro: 443-461. Ciudad Rodrigo. 12
Alonso Pascual, op. cit. 214.
13
Monesma, E. (Dir.) (2003): Creencias y religiosidad popular. (Edición en VHS). Producciones Pyrene. Huesca.
9
se disponen 14 cruces pertenecientes a un Vía Crucis dispuesto a lo largo de la Calli las Crucis14; por otro lado, muestra en su parte posterior, a la espalda del atrio de entrada, una cruz sobre pedestal trazado a modo de esgrafiado de cal que destaca en el lienzo pizarroso con que está levantado el templo. Incluso la entrada a la misma, donde se completa el Vía Crucis, se grabaron cruces en una losa situada debajo del atrio. La presencia de cruces situadas al pie de las vías de acceso a las localidades es muy común en todo el ámbito que tratamos, generalizándose en todo el oeste de la provincia. Elementos relacionados con la itinerante se dispersan por multitud de sitios; traemos algunos ejemplos casi a vuelapluma. Sobre una tapia a la entrada del pueblo de El Bodón, unos kilómetros más al norte de Robleda camino de Ciudad Rodrigo, se dispone sobre la sombría pared de un prado que sirve de antesala al pueblo al pie de la carretera una sencilla cruz patada por medio de una serie de cantos de cuarcita blanquecinos que destaca sobre aquella. En término de Lumbrales, Hinojosa de Duero, Martiago o Saucelle, entre otros, aparecen incluidas en algunas de sus cortinas, este tipo de cruces situadas al pie de los camino, elaboradas con guijos de cuarcita que destacan sobre la negra pizarra Estamos ante un fenómeno generalizado en todo el oeste salmantino sobre el que volveremos en la segunda parte de este trabajo. 3. La protección de las comunidades a través de ciertos símbolos detectados en el Rebollar: el ejemplo de Robleda Como apuntábamos líneas atrás, Robleda se muestra ante nosotros como un más o menos abigarrado conjunto de construcciones de pizarra que las nuevas modas arquitectónicas, adoptadas del mundo francófono, ha transformado hasta perder hoy en día la fisonomía que tuvo hasta hace no muchos años, más o menos los años 90 que es cuando comienzan a regresar los primeros emigrantes de Europa. A pesar de ello aún podemos encontrar escondidos algunos ejemplos que permiten rescatar y analizar evidencias de viejas tradiciones protectoras en las casas robleanas. Se observan en la protección de sus hogares, como en tantos otros lugares de la Península, un sinfín de tradiciones que nos remiten a aquella óptica comentada anteriormente: por un lado, la tradición cristiana y por otra, la que podríamos denominar pagana o pre-cristiana la cual hunde sus raíces en la Antigüedad. Los ejemplos que presentamos a continuación son una muestra más o menos significativa de los existentes y de los ya desaparecidos, muestras que se pueden hacer extensibles a buena parte de la provincia salmantina y, por extensión, peninsular.
14
Alonso Pascual, op. cit. 208.
10
Las creencias de raigambre cristiana en torno a la protección de los hogares se generalizan, como cabe esperar, en toda España. No obstante ciertas prácticas, asociadas fundamentalmente a la colocación de símbolos en determinados puntos de la casa, tienen un origen que algunos autores la sitúan en lo profano15, por lo que asistimos en la mayor parte de las ocasiones a una reinterpretación y readaptación de ciertos ritos pre-cristianos a la religiosidad oficial. Estas prácticas nos han de llevar a tocar necesariamente el viejo problema de la denominada Gran y Pequeña Tradición en su versión religiosa (o lo que es lo mismo religión oficial y religión popular), tratado hace ya algunas décadas por Robert Redfield16, tema que en la actualidad se encuentra entre los principales tratados por los antropólogos y sobre el que volveremos más adelante. En este contexto se podría entender un elemento tan omnipresente como son las cruces –como veremos a continuación, de madera, esgrafiadas, de piedra…-, en el campo o en ciertas partes del ámbito doméstico y especialmente en zonas de acceso al interior de las mismas tales como puertas, ventanas o chimeneas, con la finalidad de ‘espantar’ la presencia, siempre etérea y esquiva, del mal. Nos encontramos además ante una serie de supersticiones que muchas veces, desde la Edad Media fueron reprobadas con asiduidad pero que a la larga se han ido manteniendo hasta nuestros días. La arquitectura tradicional conservada en Robleda, como ejemplo del Rebollar, ofrece numerosos ejemplos de estas prácticas; la presencia de cruces o espantabrujas y espantademonios17 se multiplica en el caserío de Robleda en puertas, ventanas, chimeneas y tapias al pie de caminos. Las cruces que se colocan en las ventanas, a diferencia de las que se disponen en las otras áreas de acceso, solían ser de madera unas veces dos sencillas ramitas de laurel en forma de aspa y otras auténticas cruces talladas en miniatura. Alonso Pascual refiere la tradición que aún se mantiene hoy en día, confirmada también por el pastor robledano Agustín Samaniego, del reparto el día de Domingo de Ramos de manojos de laurel que cada vecino, una vez llegado a casa, partía de aquel unos palitos que cruzados y atados con hilo se colocaban en las ventanas para que no entrara ningún rayo y para ahuyentar a las brujas o al demonio18. El mismo Agustín talla estas cruces y las acompaña además de una ramita del mismo laurel repartido por el sacerdote en Semana Santa.
15
Valdivieso Ovejero, R. Mª (1991): Religiosidad antigua y folklore religioso en las sierras riojanas y sus aledaños. Instituto de
Estudios Riojanos. Logroño. 16
Redfield, R. (1956): “The Social Organization of Tradition”, Peasant Society and Culture. University Press: 67-104. Chicago.
17
Cea Gutiérrez, A. “La protección contra el mal en la cultura popular salmantina. Las joyas”, L’Espai del Mal. IX Curs d’Estiu
Comtat d’Urgell : 91. Lleida. 18
Alonso Pascual, op. cit. 410.
11
Resulta curiosa, tal y como vemos en la fotografía que acompaña estas líneas, la semejanza de las cruces que talla Agustín con las que nosotros hemos documentado, claveteadas en las puertas en la localidad berciana, hoy tristemente abandonada de Prado de Paradiñas, en las casas del municipio abulense de Cardeñosa o en buena parte de los pueblos del oeste salmantino, hecho que permite certificar además que esta práctica ha tenido un alcance geográfico prácticamente peninsular. Las ventanas, cuando no se las colocaban estas sencillas cruces se adornaban con ramos, bien de laurel u olivo, que era lo más común o con otras plantas que buscaban el mismo efecto que aquel. Los vanos de la mayor parte de las casas contaron con sencillas decoraciones esgrafiadas que al tiempo que buscan un fin estético19, se buscó un fin claramente profiláctico. Es lo que ocurre con los adornos en forma de flor hexapétala, que tradicionalmente interpretada como elemento protector de los hogares20, valor que hay que buscar su origen, según algunos autores, en viejas creencias pre-cristianas. Estos motivos radiales se les han venido emparentando con representaciones solares, hecho que supone una antítesis de aquellas otras nocturnas, las cuales vetarían el acceso por ventanas y chimeneas a los habitantes de la noche21. En Robleda, entre otros, destaca la ventana esgrafiada de una vieja casona de gente con posiblis situada al pie de la iglesia parroquial, en la que se observan tres de estos motivos encerrados en círculos acompañados de elementos vegetales que bien pueden estar cumpliendo la misma función que las ramas de laurel u olivo anteriormente citadas. La casa de Rosaura Valiente Lozano, en la calle Larga, aún conserva una vieja chimenea de forma de pirámide truncada que muestra uno de estos elementos –una flor hexapétala-, centrada en una especie de filacteria en la que se expone el año de construcción (1896) y se corona con una representación bastante esquemática de carácter vegetal. Podemos ver estos mismos motivos en otras chimeneas de la localidad, peor conservados, pero que nos están indicando en todo caso que se trata de un ornato muy común en el pueblo.
19
Como es la combinación de la decoración encalada sobre el fondo negruzco del lienzo.
20
Padilla Montoya, C. y del Arco Martín, E. (1986): “Protección mágica de la casa en la provincia de Ávila”, Cuadernos Abulenses
nº 6, julio-diciembre: 81-97. Ávila. 21
Ibidem, 90-91.
12
3·1. La sempiterna presencia de cruces y otros símbolos del orbe cristiano en la vida cotidiana La cruz como símbolo y representación nos acompaña en todo momento y todo lugar; las vemos en los ámbitos urbanos, en el campo o en contacto directo con el hombre a través de pequeños crucifijos. Es un símbolo perenne con el que convivimos en todo momento y que en la sociedad tradicional cumplió un importante papel como aglutinador de ciertas prácticas y ciertas creencias efectuadas a diario. Las cruces no se colocaron en las poblaciones o en campo al azar sino que existe toda una lógica que responde a ciertas necesidades de la sociedad tradicional. La presencia de cruces en una comunidad rural marca por lo general ciertos hitos, ya que cuenta con una amplia polisemia de la que aquí entresacamos algunos significados. Así, no es infrecuente encontrarnos con cruces levantadas en el campo a la muerte de algún paisano22 dispuestas por lo común al pie de caminos; la presencia de cruces en ciertos puntos destacados del paisaje puede indicar, por su parte, la presencia de exconjuros o conjuraderos. Si bien originalmente los conjuraderos se disponían en los campanarios de los templos “para espantar las tormentas” o los malos espíritus23. No es infrecuente la presencia de cruces de piedra o de madera en el campo. Situadas en ciertos puntos destacados del paisaje, estas cruces aglutinaban a la comunidad en el momento de bendecir los campos, práctica que se llevaba a cabo en primavera. Tras realizar la pertinente rogativa, el pueblo se aglutinaba en estos puntos y se efectuaba la bendición en los todos los puntos cardinales del término. En este momento, se colocaban unas sencillas cruces de cera en la cruz campestre tal y como se ha hecho hasta hace poco tiempo en Soria24 o en Salamanca25. Las cruces situadas en el campo eran focos aglutinadores de la población en ciertos momentos del año; en estos lugares se llevaban a cabo las rogativas como vimos o se hacían algunas novenas26. Marcan, así mismo, la existencia de antiguos templos desacralizados que las autoridades eclesiásticas en sus conocidas Visitas pastorales mandaban derribar, levantando una cruz en su lugar en recuerdo del viejo templo. Funcionan entonces como marcas que señalan un paisaje sagrado pero también administrativo. En Robleda las denominadas Cruz Mohosa situada en el camino de Robledillo y Cruz de Ánimas que se encuentra en la raya con
22
La Cruz del Marqués en termino de Espeja vale como ejemplo.
23
Alonso Ponga, J. L. y Sánchez del Barrio, A. (1997): La campana. Patrimonio sonoro y lenguaje tradicional. La colección
Quintana en Urueña. Centro Etnográfico Joaquín Díaz: 69. Valladolid. 24
Encontramos este tipo de cruces en el campo de Almazán, las cuales a veces funcionaban como ex conjuros, tal y como ocurre en
Moñón de Almazán, Maján, La Milana, Lubia o Fuentelárbol, entre otros. 25
Lorenzo López, R. Mª (2007): “La cruz en la cultura tradicional salmantina”, en Blázquez Vicente, F. J. et alii (eds.): La cruz:
manifestación de un misterio. Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca: 33-46. Salamanca. 26
Encontramos en Robleda la puesta en escena de una curiosa práctica, que se realizó hasta los años 40 del pasado siglo, para que
lloviera. Nos referimos a la denominada oración de San Ginés, santo que se dice que fue sustituido en el santoral por San Isidro. La práctica consistía en llevar la imagen a la Fuente Grande y sumergirlo en la misma rezando una oración para pedir la lluvia.
13
el término de El Sahugo, actuarían como auténticos mojones o cruces de término que no hacen más que redefinir y afianzar una y otra vez los límites físicos y sagrados del espacio propio de la comunidad27. A estos cruceros hemos de añadir la denominada Cruz de Guinaldo, también desaparecida, situada a las afueras del pueblo por su flanco occidental sobre el camino de Fuenteguinaldo, cuyo emplazamiento tal vez debió de coincidir con una de aquellas viejas ermitas anteriormente citadas ¿la de San Sebastián, la de Los Mártires? Las cruces conforman todo un lenguaje simbólico bien conocido por la comunidad, de ahí que sus ubicaciones en el ámbito urbano, doméstico, no fueron ni mucho menos casuales28. Hemos analizado líneas atrás la presencia de cruces en el campo, colocadas unas veces como cruces de término, otras señalando algún hecho luctuoso tal como la muerte de algún vecino, casi siempre en el transcurso de las faenas y otras como conjuraderos utilizadas en momentos en que la comunidad necesitaba pedir lluvias o paliar plagas. La presencia de cruces en el ámbito urbano muestra todo un lenguaje repleto de símbolos y códigos que hemos de intentar ahora desentrañar. En función de la localización de estos símbolos en un punto u otro de la población muestra un significado diferente; así, hallamos cruces que se acompañan del anagrama AB animas benditas-, situadas bien en peñas destacadas o cerca de la iglesia, tal y como ocurre en La Alberca o en la localidad segoviana de Maderuelo que, a veces se acompañan de representaciones de calaveras. En este caso, los vecinos al pasar delante de aquellas se detenían a rezar una oración. No
hemos documentado en El Rebollar evidencias de este tipo de
prácticas, de ahí que pasemos casi de puntillas por delante de ellas. Se encuentran, no obstante, representaciones de cruces que permiten hacernos eco de ciertos ritos de paso incorporados a las prácticas religiosas de cada colectivo. Situadas bien en las salidas de las poblaciones o en puntos de tránsito cotidiano, sobre tapias o paredones, se disponían ciertas cruces, bien exentas bien trazadas sobre la pared o, como es el caso de Robleda diseñadas con una series de guijos de cuarcita de color blanquecino que despuntan del gris de la mampostería de lanchas de pizarra, frente a las cuales se persignaba o se rezaba una oración, cada vez que se pasaba delante de ellas. Muchas de ellas responden a una práctica que tiene que ver con ciertos tipos de ritos de paso laboral por los cuales pasar frente a estas cruces dispuestas en la transición ámbito urbano-ámbito de trabajo, marca el paso del tiempo de labor al de descanso o viceversa.
27
Alonso Ponga, J. L. (1999): Rito y sociedad en las comunidades agrícolas y pastoriles de Castilla y León. Colección Mundo
Rural, nº 11: 78. Madrid. 28
Es de obligada consulta al respecto el trabajo de Lorenzo López (2007), op cit:
14
Vendrían a señalar tales cruces pues la protección de la comunidad o del individuo frente al espacio natural, al cual se accede a través de ciertas vías de entrada/salida29. Junto a las cruces de madera o realizadas con fibras vegetales30, dinteles, jambas, fachadas y tapias muestran todo un rosario de cruciformes unas veces piqueteados en las lanchas de pizarra, otras incisos en las mismas o en los encalados y otras más incluidos en los lienzos de casas y tapias. Se detectan un par de ejemplos de estos últimos en la fachada de una casa próxima a la plaza del ayuntamiento, posiblemente una de las más añejas de la población, situada en el cuerpo superior del lienzo levantado con paramento de pizarra y que, buscando un claro efecto cromático, se dispuso una cruz patada muy tosca elaborada con jigarrus de cuarcita blanquecinos31. Encontramos otra de estas cruces confeccionadas con cantillos de cuarcita blanco en una de las tapias que acompañan a unos de los caminos que cruzan la población y que parece que vienen a proteger al transeúnte que discurre por estos predios. Las cruces grabadas o repiqueteadas en dinteles y jambas son muy abundantes en Robleda y responden todas ellas a un mismo patrón; estamos en todos los casos ante motivos realizados a partir de sencillos trazos que diseñan un cruciforme, unas veces sobre pedestal otras, las más, con sendos trazos cruzados. No vamos a tratar ahora el tema iconográfico de la cruz como símbolo cristiano pues es de sobra conocido y la bibliografía al respecto es, hoy por hoy, muy extensa32. No obstante, no queremos pasar por alto el valor protector que se otorgó a sus representaciones, icono básico del cristianismo. La cruz representa a Cristo, nos acerca a él y éste se le invoca en momentos de peligro o angustia. Es por ello que en el vivir cotidiano haya cruces por doquier: en campanarios, cementerios, calvarios, colgados al cuello o en dijes o simplemente en muchas de nuestras acciones cotidianas33. Las cruces, entendidas como símbolos de protección, amparan del mal a las personas, a las casas, a las comunidades, a los animales y a los campos y como señales de favor numerosas
29
Arcis Franco, J. Mª (2003): “Cruceros: aproximación a otra muestra de la arquitectura popular religiosa”, Piedras con Raíces nº 3:
14. Cáceres. 30
En la reja de la ventana de la casa de Josefa Sánchez, de la calle Larga nº 37 encontramos una de ellas que repone con esmero
todos los Domingos de Ramos. 31
La tradición oral hace referencia a que en esta casa, ubicada en la calle de los Zapateros, se cometió un crimen; en recuerdo de
este luctuoso suceso se dispuso una cruz en el cuerpo superior de la construcción. 32
La cruz, como axis mundi, representa el puente o escalera por la que las almas suben al cielo al encuentro de Dios, hecho que
para muchos autores, amén de la representación de Jesucristo y su sufrimiento, supone el nexo de unión entre lo terrestre y lo celeste. Se erige, pues, en un emblema gráfico universalmente aceptado utilizado como conjunción de contrarios: lo positivo (vertical) y lo negativo (horizontal); es decir, lo superior y lo inferior, la vida y la muerte (cf. Cirlot, J. E.: Diccionario de símbolos: 154-156. Barcelona, 1981). 33
Como es el persignarse al salir de casa.
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son las tradiciones que aún perpetúan en las comunidades tradicionales relacionadas con aquellas. Es costumbre bastante extendida en la geografía peninsular la creencia de que por la noche se cuela el mal por las algunas de las aperturas de la casa; para ello es necesario cerrarla simbólicamente, colocando detentes con el Sagrado Corazón de María o de Jesús34, cruces bendecidas el Domingo de Ramos, como hemos visto, así como representaciones solares en las chimeneas. Existe una tradición al respecto, bastante extendida en el área Pirenaica, que consiste en colocar las tenazas de la lumbre forman un aspa sobre las brasas aún palpitantes, con la creencia de que el maligno no se atreverá a entrar en el hogar. 3·2. Algunas fórmulas para viejos miedos Nadie podrá pensar que con todos estos elementos que hemos mencionado las casas no se encontraban a salvo de las fechorías del maligno. Por si fuera poco, en el interior de la morada rebollana se observan también una buena retahíla de tradiciones relacionadas con el tema que estamos tratando. Y es que si las cruces, las flores de seis pétalos, las ramitas de laurel o de olivo o los nidos de golondrinas, los cuales también se les considera señal de buena suerte y por tanto beneficiosos, fuera poca protección, en el interior de los hogares robleanos hallamos todo un rosario de prácticas en la que merece la pena efectuar algunas puntualizaciones. La colocación de estampas devotas en las habitaciones de la casa es un hecho generalizado en prácticamente todo el orbe, sea cual sea la religión que se profese. En el caso que nos ocupa, muchas de estas estampas muestran, amén de las representaciones clásicas del Sagrado Corazón de Jesucristo o de la Virgen, algunas de las imágenes que más devoción profesaban los rebollanos que en este caso es la Virgen de la Peña de Francia35. Rara era la casa donde no se guardara alguna estampa o medallita de la virgen, compradas en la propia romería, a la que dirigir algún salmo de vez en cuando. Muchas de las estampas concedían además, a quien rezase una oración, un buen número de indulgencias con lo que la salvación estaba casi asegurada. Estas estampas devocionales, herencia de los lares romanos, actuaban a su vez de protectores de los moradores de las casas y en torno a ellas existe todo un rosario de oraciones y
34
Habitualmente en los detentes de las puertas se leía la siguiente frase: Bendeciré las casas en que la imagen de mi corazón sea
expuesta y honrada (…). 35
El día 8 de septiembre de todos los años, los habitantes del Rebollar marchan a pie en romería hacia el santuario. La literatura al
respecto es amplia y valgan los trabajos, por citar los de más fácil consulta, de. P. Alberto Colunga: Historia de Ntra. Sra. De la Peña de Francia. Imprenta Cervantes. Salamanca, 1944 o de F. Soria Heredia: El Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Salamanca, 1982.
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plegarias estudiadas recientemente por Fraile Gil36; generalmente se colocaban en las alcobas de las casas robledanas, siendo las más de las veces los únicos cuadros que vestían sus desnudas paredes. Presenta aquel autor una plegaria a San Antonio de Padua recogida a la conocida curandera Esperanza Ramajo relacionado con la pérdida de objetos; la transcribimos tal cual se recogió (ibidem, 232): San Antonio de Padua, que en Padua nacistis, en Lisboa vos criastis. En el monti andi Cristo predicó, prediscastis. En el medio del camino con Jesús vos encontrastis. -¿Dónde vas tú, San Antonio? –Contigo voy Señol-. –Tú conmigo no vendrás, que en el mundo te quedarás, todas las cosas perdidas tú las arrecogerás.En Robleda se ha conservada hasta la actualidad la práctica de llevar de casa en casa las capillas portátiles dedicadas al Sagrado Corazón de María. Estas pequeñas capillas37 se tenían en cada casa un día completo, trasladándose a la siguiente morada al atardecer. La imagen que actualmente se venera fue comprada por 28 familias del pueblo, número que coincide curiosamente con un ciclo lunar. A la llegada de la casa se prendía una vela y se rezaba esta oración seguida de un Avemaría38: “Esta es tu casa señora, Tus siervos aquí nos tienes, ¡Oh! bendita, la que vienes, en el nombre del Señor” A la salida se rezaba otra oración, esta vez de despedida, también seguida de un Avemaría: “Adiós, Adiós, ya nos dejas Señora, si en este mes, Señora, algunos de los que rezan ahora, el Señor los llama a sí, ven y asiste en su agonía, consuelo de los humanos, y llévalos con tus manos, al cielo cerca de ti”.
36
J. M. Fraile Gil: Conjuros y plegarias de tradición oral. Compañía literaria. Madrid, 2001.
37
La de Robleda parece datar de principios del siglo.
38
Información de Carolina Colmenero, vecina de Robleda de 65 años.
17
El mal podía colarse por cualquier rendija desprotegida de la casa; uno de los lugares más peligrosos era el tejado. Para ello se colocaban cruces o rosetas en las chimeneas, como vimos, pero parece que aquellas no eran suficientes y se hacia necesario buscar otras fórmulas para espantar lo desconocido. Incluso en el tejado y en las esquinas de las casas se disponían algunas tejas escritas con ciertos conjuros para espantar el mal. Aunque no conocemos en Robleda ningún ejemplo de primera mano, parece que fue una práctica relativamente frecuente. Se conserva en el pequeño Museo Etnográfico de la localidad de Puerto Seguro, anteriormente denominada Barba del Puerco, una teja salida del obrador de La Bouza que muestra la siguiente plegaria: “Esta teja tiene poder sobre-natural que Dios y la Virgen de Fátima le a dado rezando diez rosarios sino lo castigará a las desgracias más grandes de su casa”. La protección también se llevaba encima. La tradición de portar amuletos encima ha sido (y es) inherente al ser humano tal y como nos lo prueba la arqueología con cierta asiduidad. Desde un simple hueso, una piedra o un objeto que por su rareza se le creyera y dotase de poderes a los objetos más elaborados, todo servía para protegerse del mal. Son a su vez numerosas y variadas las tradiciones que existen en torno a estas prácticas, las cuales se desarrollan desde el mismo momento del parto hasta la muerte. La conocida curandera de Robleda, Esperanza Ramajo tenía en el arca de la ropa un pez desecado cogido en el río en el mes de mayo que ella denominaba la boga maestra. Relataba esta buena señora a nuestro amigo Carlos García Medina, que es quien recogió la noticia en vida de la curandera, que lo hacía para evitar que la ropa cogiese la polilla. Algunos de los objetos portados, tales como las medallitas, contenían fórmulas de protección. Era muy frecuente colgar en las humildes ropillas de nuestros paisanos medallitas de la Inmaculada, las cuales se pueden datar las más antiguas hacia mediados del siglo XIX. En las mismas, a pesar de su reducido tamaño, se escribe la siguiente fórmula: “O María sin pecado concebida rogad por nosotros Pues necesitamos de vuestro amparo”
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Las tradición de portar estas medallas se puede documentar hasta prácticamente nuestros días, tal y como lo prueba que en los hospitales se ofrecieran a los enfermos momento antes de ser intervenidos quirúrgicamente. Las medallas con carácter profiláctico tienen una dilatada tradición pues se documentan desde, al menos, la Baja Edad Media momento en que encontramos la presencia de medias lunas, cruces de Caravaca o imágenes de santos. La preocupación por la salud es tan vieja como el hombre. En la Edad Media, azotada frecuentemente por pestes y plagas, existieron numerosos remedios a medio camino entre la magia y la medicina, muchos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Teresa Vinyoles nos ofrece el ejemplo de Sança Ximenis, una mujer que vivió entre 1397 y 1474 y que recogía cuidadosamente en una serie de libros de cuentas anotaciones tales como la alimentación, el gobierno de su casa, datos sobre familia, el vestido... En uno de estos libros escribe Sança una oración que sirve para curar los gusanos intestinales. Se trata de una oración que debía copiarse en un papel y colgarse en el cuello del enfermo a modo de amuleto; rezaba lo siguiente: “Jhesus Christus. Ego autem sum vernis et non homo, oprobium et obsecro plebis. Jhesus Christus”39. Muchas de aquellas medallas las traían los romeros de la capital italiana mostrando en algunas ocasiones fórmulas protectoras. Entre las más conocidas destacamos la Regla de San Benito o la representación de la Trinidad con la siguiente retahíla: “Sancto Dios Sancto Fverte Sancto Inmortal Libranos Senor De todo Mal”
< Casi se puede asegurar que ha existido una oración, una fórmula para cada santo y para cada mal; son los santos terapeutas de W. Christian que encontramos en la tradición cristiana desde la Edad Media. Conforme transcurren los siglos, la lista de santos sanadores se amplia de tal forma que existe una fórmula, un conjuro para cada ocasión. A este respecto se puede asegurar que se generalizaron a partir del siglo XVIII, con la eclosión de la imprenta y de las lecturas populares, unos librillos que recogían en sus páginas algunas de estas fórmulas; las encontramos para casi todo, tal y como rezan algunos los títulos de sus encabezamientos: “Oración contra rayos, piedra, huracán y tempestad, aunque sea por maleficio”, “Secreto para guardar el ganado en los corrales, gallinas u demás animales, del lobo y las zorras”,
39
Vinyoles Vidal, T. (2005): “La cotidianidad escrita por una mujer del siglo XV”, en Mª del Val González de la Peña (Coord):
Mujer y cultura escrita. Del mito al siglo XXI: 117-130. Ediciones Trea. Gijón.
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“Modo de quitar el mal fuerte de vientre en seguida. Para sacar una cédula blanca en el sorteo de la quinta”40… Incluso existía una oración rimada a la hora de bendecir una casa nueva: “A ti, Dios padre omnipotente, rendidamente pedimos que bendigas nuestra entrada, y te dignes santificar esta casa, así como quisiste bendecir la casa de Abraham y de Jacob, e hicisteis habitar entre sus paredes tus santos ángeles; así mismo haz que guarden bien y defiendan a los habitantes de esta de toda alma mala, nuestro cuerpo defiendan de cualquier maleficio de Satán y sus satélites. Da, Señor, a esta casa la abundancia de virtud celeste, y la multitud de dichas de esta tierra. Por Jesucristo nuestro señor. Amén”. 3·3. Algunos apuntes más sobre tradiciones relativas a la protección de los animales. Las fórmulas mágicas acompañan tanto al individuo como a sus propiedades en su tránsito por el mundo. Custodia El Rebollar algunas tradiciones relacionadas con la preservación o remedio del mal para él mismo o para sus enseres o animales. La protección de los animales, por ejemplo, o la curación de sus males por medio de fórmulas mágicas o remedios tradicionales se enmarcan en un contexto de autosuficiencia, de auténtica carencia de medios, en el que la mayor parte de las ocasiones la medicina se encontraba al alcance de la mano. En una sociedad en la que los animales juegan un factor primordial en su parca economía, su cuidado era básico para la subsistencia de la familia. Las gentes del campo de El Rebollar encontraron en cada planta, en cada rincón una medicina apta para curar los males o para protegerse de ellos. En el transcurso de nuestro trabajo de campo nos han salido al paso numerosas tradiciones relativas a la protección de los animales. Muchas de ellas son además conjuros considerados “secretos” si se quería que fuesen efectivos. Esto es lo que ocurre con la denominada oración del lobo, para que el ganado no fuese atacado por este animal. Se trataba de oraciones que pasaban de padres a hijos y se aplicaban en momentos especiales; existían otra serie de conjuros secretos que entraban en acción cuando las bestias enfermaban. Así por ejemplo se rezaba a los zacapeos, consistente en rezar para que desapareciesen los cocos de las patatas (o de los animales llegado el caso) a través de una planta de flores amarillas –el zacapeo-, que nacía en terrenos incultos. También destacamos el llamado ritual del cardo melonero, práctica destinada a curar a los animales de algunas de las
40
Tesoro de Milagros y Oraciones de la SS. Cruz de Caravaca de gran virtud y eficacia para curar toda clase de dolencias así
del cuerpo como del alma como también un sinnúmero de prácticas para librarse de hechizos y encantamientos con bendiciones y exorcismos, etc. Imprenta de S. Salvatore de Horte. Roma.
20
enfermedades más frecuentes. Aquel consistía en arrancar un cardo determinado y, una vez localizada una de las pisadas del animal enfermo, se hacía la cruz con el cardo y se colocaba boca arriba en el lugar de la pisada, poniendo una piedra encima. Esta práctica, mezcla de rito ancestral y rito cristiano del que Martín de Braga reprobó con escasa fortuna, se hacía también para curar las verrugas de las personas, para lo cual se tomaban unas hojas de encina o, en su defecto, de escoba y se colocaban debajo de una piedra una vez hecho el pertinente conjuro; una vez secas las hojas se secaban las verrugas. Con las escobas, como ocurre con el cardo melonero, se hacía una cruz y se cubría con la pertinente piedra. Hemos de situar, en definitiva, todas estas prácticas terapéuticas en una sociedad en la que los medios de vida eran de mera subsistencia y en la que las asistencias sanitarias brillaban prácticamente por su ausencia.
21
Láminas
Detente del Sagrado Corazón de Jesús sobre una puerta de Robleda.
Cruz de gijarrus blancos sobre una cortina situada en el casco urbano de Robleda.
Bajo el alero de una casa situada cerca de la iglesia de Robleda, encontramos esta cruz encalada en blanco.
22
Una de los mejores esgrafiados de Robleda, muestra esta composici贸n floral y de hexap茅talas.
Chimenea que muestra otra composici贸n similar a la anterior fechada en 1896.
Cruz encalada situada en la parte trasera de la Ermita del Humilladero, orientada al caminante.
23
Algunos modelos de cruces detectadas en Robleda
24
En la calle de los Zapateros de Robleda se levanta una vieja casa que muestra una cruz de gijarrus que la tradición interpreta como señal de un antiguo crimen.
Cruces de madera clavadas en una puerta de Cardeñosa (Ávila). El dintel, procedente de la misma localidad, muestra la combinación de la representación de la cruz con la inscripción AVEMARIA.
25
Durante la Semana Santa robledana se colocan en ventanas y puertas estas sencillas cruces de madera. Casa de Vicenta y Agustín.
Capilla portátil del Sagrado Corazón de María de Robleda.
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ALGUNAS NOTAS SOBRE EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SAN ANDRÉS DE ARROYO (SANTIBÁÑEZ DE ECLA, PALENCIA) A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS ARQUEOLÓGICOS Diego San Gregorio Hernández, Eva Mª Enríquez Sánchez, Eva Mª Martín Rodríguez y Pedro Javier Cruz Sánchez
RESUMEN:
Entre 2007 y 2008 se llevó a cabo una intervención arqueológica en el monasterio de San Andrés de Arroyo, con motivo de las obras de restauración que afectaron a la Cilla, Atrio, Salón Norte y Vestíbulo de Fieles. Como resultado se excavaron cuatro áreas cementeriales diferenciadas, que aportaron nuevos datos sobre la evolución histórica de este cenobio.
PALABRAS CLAVE: San Andrés de Arroyo, necrópolis medieval, sarcófagos, cistas de lajas.
27
1. Breves consideraciones sobre el cenobio
E
l monasterio de San Andrés de Arroyo se localiza en el término municipal de Santibáñez de Ecla, al norte de la provincia de Palencia, concretamente en un pequeño valle surcado por el arroyo de San Andrés que desemboca en el río Burejo situado en la
margen derecha del Pisuerga. No se conoce con exactitud la
fecha
de
fundación
del
monasterio, pero la primera noticia conocida lleva al año 118941, cuando la abadesa de San Andrés de Arroyo, doña Mencía concurrió al Capítulo que se celebró en el Monasterio de las Huelgas de la ciudad de Burgos. Esto lleva a suponer que a finales del XII y, sobre todo, principios del XIII se
comienza
a
construir
el
monasterio de San Andrés, momento al cual pertenece la traza artística, concluyéndose en el XIV, si bien en los siglos siguientes se llevaron a cabo numerosas obras y reformas que han otorgado el aspecto que cuenta en la actualidad. Localización del Monasterio de San Andrés de Arroyo según el plano del IGN 133-III (Olmos de Ojeda), escala 1: 25.000
En consonancia con esta fecha de fundación, en la iglesia se localiza una inscripción que marca su
fecha de consagración en 1222, por lo que debió iniciarse a principios del siglo XIII. La iglesia de San Andrés de Arroyo presenta una cabecera de tres ábsides, de planta poligonal, que no sigue los más puros modelos cistercienses, si no que más bien parece una adaptación a las tradiciones constructivas locales.
41
GUTIÉRREZ PAJARES, M. T. (1993): El monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo. Edita Diputación Provincial de Palencia:
24. Palencia.
28
El ábside al exterior, de planta heptagonal, ha querido ser comparado en alguna ocasión con el de la iglesia de Santa María de Palazuelos42 si bien ésta es pentagonal; también se ha citado alguna vez la semejanza de San Andrés con las iglesias de los monasterios de Aguilar de Campoo y Santa Cruz de Ribas, semejanza que no se puede efectuar ya que aquellos ejemplos ya se encuadran dentro del estilo gótico, mientras que nuestro templo lo hace en el románico, concretamente dentro de la escuela hispano-languedociana, tal y como se observa en los detalles constructivos del ábside y los decorativos en los capiteles43 . Inmediatamente al norte de la nave de la iglesia se localiza el Vestíbulo de Fieles, propio de los monasterios femeninos. El vestíbulo de San Andrés se encuentra cubierto por tres tramos de bóvedas de arista y claves simuladas propias del siglo XVIII. Al exterior destaca sobremanera la puerta de acceso, compuesta por arquivoltas apuntadas con decoración de dientes de sierra, también presentes en el claustro. La filiación de zócalos y basas es la misma que toda la iglesia, por lo que su construcción pudiera datarse también en el siglo XII y XIII44. Justo al norte, prolongando la estancia anterior hacia el oeste se encuentra el Salón Norte, construido en torno al s. XIV, tal y como indican sus elementos ornamentales, y en sus inicios separado del vestíbulo por un muro. No se sabe muy bien para qué servía este salón; es seguro que sirvió de estancia, en contra del vestíbulo de fieles que lo hizo de ambulatorio, pero parece claro que tuvo un uso noble, tal vez un salón de reunión y de visita de damas que, sin profesar, vivían en el monasterio retiros voluntarios. Es sin duda el claustro, auténtico corazón de la vida monástica, la parte más conocida del monasterio, merced a la riqueza artística que cobija. Éste adopta una forma levemente trapezoidal siendo las galerías de anchura variable. Las pandas Norte, Sur y Oeste conservan toda la traza medieval, no así la este la cual sufrió notables transformaciones en el siglo XVI tal y como se observa en la decoración renacentista.
El perímetro del claustro se encuentra
definido por pandas de arcos apuntados apeados por columnas pareadas y otras de mayor diámetro en las esquinas, que se elevan sobre zócalos corridos rotos en el ala oeste para dar acceso al patio.
42
Lambert, E. (1931): L’art gothique en Espagne aux XII et XIII siécles: 266. París.
43
Gutiérrez Pajares, M. T. (1993): op. cit. 40-42.
44
Gutiérrez Pajares, M. T. (1993): ibidem 54.
29
Nos encontramos ante una obra de cierta entidad comenzada una vez levantado el crucero y la cabecera de la iglesia y la sala capitular, si bien la semejanza de los capiteles parece hablar que entre ellos no debió de haber muchos años de diferencia, tal vez entre 1226 y 123045. Existe una continuidad constructiva tal y como demuestra la similitud de la obra artística entre ellas y la Sala Capitular. Desde el punto de vista morfológico y artístico nuestro claustro muestra notable semejanzas con Las Claustrillas de Las Huelgas de Burgos así como con el monasterio de Aguilar. Es por ello que los diferentes autores han propuesto la presencia de la 45
Gutiérrez Pajares, M. T. (1993): ibidem 56.
30
misma escuela en la decoración de San Andrés y Las Huelgas, siendo este último el que sirvió de modelo al nuestro a tenor de su mayor arcaísmo; se encuadran, a su vez, todos estos monasterios dentro de la tradición hispano-languedociana46. Por su parte, el ala de conversas se localiza en la galería oeste del claustro; aunque no se sabe a ciencia cierta cuando las conversas dejaron de habitar este lugar, parece claro que en el siglo XVII esta población había desaparecido. La entrada a este espacio desde el claustro se hace por una puerta con arco y arquivolta de medio punto. Esta entrada da acceso a un distribuidor que da a los dormitorios y al paso para el refectorio hoy transformado. Todas estas estancias, como indica una inscripción localizada en la fachada exterior se remodelaron hacia 1693, tal como se puede comprobar así mismo en la cilla. Esta cilla o bodega, por otro lado, se encuentra formada por sendas bóvedas paralelas de medio cañón apeadas en el centro por arcos de medio punto y divididas en cuatro tramos rectangulares por arcos fajones sobre pilastras de mínimo resalte. A pesar de que no ha sido abandonado en ningún momento, la situación en la que se encontraba el monasterio hizo necesarias una serie de intervenciones a principios del siglo pasado para conservar y restaurar algunos de sus edificios. Dejando de lado las intervenciones más antiguas, ya que de ellas pocos datos fiables se han podido recuperar, el resto se han enmarcado dentro de proyectos de restauración y conservación promovidos por la Junta de Castilla y León. A partir de 1988 estos esfuerzos han estado dirigidos por los arquitectos Enrique Villar Pagola y Francisco Javier González Pérez. De esta manera la primera intervención arqueológica realizada con metodología actual se desarrolló en 199547 y dio paso a la redacción de un proyecto integral de actuaciones arqueológicas48 que pretendía marcar unas pautas generales para cualquier actuación arqueológica que se diera en el futuro. Dentro de este marco se produjo la ejecución de una serie de sondeos, a cargo de la empresa UNOVEINTE S. L.49, localizados en la Cilla, Salón Norte, Vestíbulo de Fieles y Atrio y que resultaron de excepcional ayuda, ya que formaban parte de un estudio preliminar para las reformas llevadas a cabo en la campaña 2008.
46
Gutiérrez Pajares, M. T. (1993): ibidem 64-65.
47
STRATO S.L. (1995): Trabajos de seguimiento arqueológico de los trabajos de restauración en edificios anexos al monasterio.
Informe inédito depositado en la Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León. Valladolid. 48
SERCAM S. C. (2006): Proyecto integral de actuaciones arqueológicas en la abadía cisterciense de San Andrés de Arroyo
(Santibáñez de Ecla, Palencia). Informe inédito depositado en la Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León. Valladolid. 49
UNOVEINTE, S. L. (2007): Excavación arqueológica en la Abadía Cisterciense de San Andrés de Arroyo. Santibáñez de Ecla
(Palencia). Informe inédito depositado en el Servicio de Restauración del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Patrimonio y Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León en Valladolid. Valladolid.
31
La intervención, desarrollada principalmente en los primeros meses de 200850, cuyos resultados presentamos en este artículo, consistió en el seguimiento arqueológico de las transformaciones realizadas en la Cilla, Atrio, Salón Norte y Vestíbulo de Fieles y en la excavación de las evidencias halladas en su transcurso, además de dos sondeos en el Salón Norte y Vestíbulo de Fieles. Todo ello fue resultado de la ejecución de un plan de restauración y acondicionamiento de algunas zonas del monasterio bajo la autoridad y financiación de la Junta de Castilla y León. 2.-La Cilla: de cementerio a granero. Arquitectónicamente este edificio es uno de los que más incógnitas presentan de cara a su evolución, debido a las numerosas transformaciones que ha sufrido. Adosado a la panda oeste del claustro, Gutiérrez Pajares fecha sus inicios en el siglo XIII y marca el final de la utilización de este edificio como Ala de Conversas en el siglo XVII51, aunque la propia estructura de los muros, su aparejo y los sondeos realizados llevan a fechar el edificio actual en la Edad Moderna, principalmente en el XVII52. Los resultados obtenidos durante la excavación de las tumbas y estructuras halladas, hasta la cota que la obra requería, vienen a arrojar un poco más de luz sobre los momentos anteriores a la Cilla y sus estancias adyacentes, aunque no resuelve la duda de la evolución constructiva del edificio en si. Dentro de aquella se hallaron un total de ocho enterramientos entre los que destaca una agrupación de cuatro sarcófagos, trapezoidales al exterior y perfil antropomorfo en su interior, con dos vertientes, los que presentan la cabecera redondeada, imitando la forma de una cabeza humana, y los que tienen aspecto rectangular, mediante dos orejeras cuadrangulares. Tres de estas sepulturas se encontraban colocadas en batería y el cuarto un poco más escorado al E, pero todas ellas orientadas hacia el E, a la manera cristiana.
50
Esta intervención fue financiada por la Junta de Castilla y León y ejecutada por SOPSA S. A. La totalidad de los trabajos
arqueológicos fueron realizados por AICARA. Arqueología y Patrimonio Cultural. 51
Gutiérrez Pajares, M. T. (1993): op. cit. 81.
52
SERCAM S. C. (2006): op cit.: 122. y UNOVEINTE (2007): op. cit.: 174.
32
Sarc贸fagos 2, 3, 4 y 8 situados en el extremo suroriental de la Cilla.
33
Además se hallaban colocados en el interior de una gran fosa excavada en el nivel geológico, lo que las hace contemporáneas, a pesar de que la nº 8 se encuentre en un nivel más bajo, pudiendo pertenecer a una fase ligeramente anterior y de la que no hemos hallado más datos, y atrapada bajo la cimentación del muro oriental de la Cilla. La disposición que presentaban estas sepulturas indica que son anteriores a la construcción de la Cilla por varios motivos. Como acabamos de comentar, la Tumba nº 8 se encuentra atrapada bajo la cimentación del muro oriental, de manera que la misma ocupa buena parte del interior del sarcófago, cubriendo los escasos restos óseos conservados53. Podría haberse dado el caso de que este sarcófago hubiera sido reutilizado para la construcción del muro, pero durante el proceso de excavación de esta zona se apreció que los cuatro sarcófagos se hallaban dentro de una gran fosa y que el sedimento que la colmata los rodea uniformemente haciéndolos contemporáneos, como corroboran también los restos cerámicos hallados en las tumbas 4 y 8, que los sitúan en el mismo marco cronológico, el siglo XIII. Hay otras evidencias de que las tumbas se encontraban en este lugar antes que el edificio ya que las tumbas 1 y 2 presentan graves alteraciones en los sarcófagos, concretamente en la zona reservada a los pies, producidas en el momento en el que se cavó la zanja de cimentación del lienzo oriental. Al toparse fortuitamente con los sarcófagos y ante la imposibilidad de desplazarlos tuvieron que mutilarlos. Por otro lado en la nave occidental de esta estancia nos encontramos un caso similar, ya que se localizaron dos tumbas, un sarcófago y una cista de lajas, atrapadas también bajo la cimentación del lienzo occidental. En el caso concreto del sarcófago la cimentación también ocupa el interior de la caja, como la tumba nº 8, removiendo y destruyendo sus restos óseos. En cambio la cista conservaba su cubrición, por lo que los restos óseos se conservaron bajo el basamento del muro confirmándose así, por un lado la presencia de una necrópolis previa a la construcción de la Cilla, y por otro que los sarcófagos no fueron reutilizados para sustentar los paramentos. Se hallaron más enterramientos de este cementerio durante la excavación en las salas adyacentes, situadas justo al S del granero. Así en la estancia situada al O, que da acceso al patio de la hospedería, se halló un sarcófago antropomorfo que contaba con una pesada tapa monolítica, tallada a dos aguas en su parte superior, también cogido bajo el basamento del arco de medio punto que separa estos dos ambientes.
53
Es importante comentar que no se ha realizado aún un estudio antropológico de los restos óseos hallados en la intervención.
34
En la estancia situada al E, que presenta una puerta para pasar al claustro, se hallaron tres tumbas de lajas y dos fosas vacías, una de las cuales también se encuentra cortada por la cimentación del muro oriental. Observando este grupo llama la atención que sarcófagos y cistas compartieran el mismo espacio, pero no es rara la convivencia de los dos tipos de enterramiento de esta zona, aunque es más común verlos por separado, los sarcófagos reservados a ambientes más nobles por su alto coste, y las cistas de lajas formando necrópolis enteras en las que casi es el único procedimiento funerario, como ocurre en La Argallera, en Nestar situada tan solo a 30 Km. y que también se fecha en torno al siglo XIII54 o en la necrópolis del despoblado altomedieval de Villaverde en Polvorosa de Valdavia55, datada entre los siglos XII y XIII. Pero como veremos, esta convivencia es algo que también ocurre en el Atrio y podría ser normal en la región circundante, ya que en la necrópolis de la Ermita de San Pelayo en Peranzanas de Ojeda, tan solo a 13 Km. del monasterio, también conviven y además en una cronología similar56. Por otro lado también podemos encontrar paralelismos con la necrópolis de Respalacios (Villordún, Cantabria)57, ya que a pesar de su cronología altomedieval y de que se trata principalmente de un cementerio de cistas, también se dan algunos sarcófagos, aunque sin presentar un perfil antropomorfo en su interior. Sin embargo, si que se echan de menos las fosas simples, el ritual más común entre todos los utilizados en la Edad Media, aunque no se puede descartar que existieran ya que únicamente se excavaron las sepulturas localizadas durante el seguimiento, quedando mucho espacio sin sondear. Este cementerio tiene unas dimensiones desconocidas, pero se encontraba ocupando este solar en un momento no muy lejano a la finalización de la galería oeste del claustro. Su relación con la Cilla no es muy clara, ya que el proceso de construcción de estas edificaciones alteró notablemente las tumbas que se hallaban aquí. Además tampoco se conoce a ciencia cierta en que momento se comenzó a levantar el Ala de Conversas, lo que dificulta enormemente establecer una secuencia cronológica para este lugar
54
Gómez Pérez, A. Y Arranz Mínguez, J. A. (1996): “Excavación arqueológica en el yacimiento de La Argallera. Nestar (Palencia).”
Numantia 6. Arqueología en Castilla y León: 257- 274. Valladolid. 55
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Valdivia (Palencia).” Actas del IIIer Congreso de Historia de Palencia. Tomo I. 468. Palencia. 56
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Arqueología en Castilla y León. 209. Valladolid. 57
Morlote, J. M. et alli (2005): “Actuaciones arqueológicas en la ermita y la necrópolis medieval de Respalacios (Villordún,
Cantabria).” Sautuola XI. 307. Santander.
35
3.- Niveles cementeriales del Atrio El Atrio o compás es una amplia zona que hace las veces de patio y que se encuentra al N de la Iglesia y el Salón Norte. En esta zona la excavación arqueológica se centró justo al norte del muro septentrional del Salón Norte y el Vestíbulo de Fieles, incluyendo la portada. Por circunstancias de la obra el sector intervenido quedó dividido en dos bandas diferenciadas por los restos de un muro subactual que transcurría paralelo al lienzo septentrional del Salón Norte. La banda meridional, que también incluye el sector que se sitúa en frente de la portada del Vestíbulo de Fieles, consta de un terreno plano situado a una cota relativamente más baja que la banda N. Por su parte la banda septentrional se presenta en pendiente descendente hacia el E, ya que se pretendía construir una rampa de acceso, por lo que en la mitad occidental no se han hallado evidencias arqueológicas por estar aún en los niveles superficiales. En total se han registrado 18 enterramientos y la tipología documentada en esta zona es la más variada hasta ahora para todo el monasterio, ya que se han registrado tres de los cuatro sistemas típicos de la región palentina para las necrópolis plenomedievales, sarcófagos, cistas y fosas simples58, faltando las tumbas antropomorfas excavadas en la roca, imposibles de encontrar
en
este
terreno
arcilloso.
Los
sarcófagos son similares a los hallados en la Cilla, es decir trapezoidales al exterior y antropomorfos en el interior. Ambos estaban cubiertos por tapas monolíticas, con los cantos superiores biselados. Mayor variedad encontramos en las cistas ya que se han diferenciado dos modelos, las que están formadas por lajas planas informes y las que aprovechan sillares rectangulares o cuadrados. Todas ellas están cubiertas por lajas dispuestas en posición horizontal. También hay algún caso excepcional como la Tumba III que presenta sus lajas cogidas con mortero. Otra característica de las cistas es la presencia de orejeras, es decir dos piedras que Tumbas IX y XVIII en el Atrio.
58
se colocaban en los laterales de la cabeza para
Nuño González, J. (2002): “Arqueología de los siglos románicos en el ámbito de la actual provincia de Palencia.” Palencia en los
siglos del Románico. 146. Fundación Santa María la Real. Aguilar de Campoo.
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que esta no se desplazara lateralmente, tal vez por la creencia de que el alma salía por la boca59. El ejemplo más curioso entre las cistas lo encontramos e la banda norte, donde en una cista se encontraron hasta cuatro enterramientos. En primer lugar se realizó una fosa muy profunda en la que se dispuso un difunto y cuya boca fue sellada con varias losas de piedra caliza. Sobre esta cubrición se creó la cista de lajas en la que se hallaron tres cuerpos más, una reducción ósea en el extremo occidental, que fue el primer difunto en ocupar la sepultura, luego un adulto, para el que se tuvo que destruir el cierre oriental de la caja y para finalizar un niño que ocupa también la zona E destruyendo las extremidades inferiores del anterior. Lamentablemente los rellenos de las estructuras no aportaran datos concretos, pero da la impresión de que estas alteraciones en las tumbas no fueron casuales, si no que más bien responde a un uso familiar de la sepultura60. Finalmente tenemos las fosas simples que consistían en un agujero limpio en suelo sobre el que disponía el cadáver, en cual era cubierto de nuevo con la misma tierra, documentarse lajas o algún otro sistema. No es extraño encontrar necrópolis en las que varias tipologías funerarias se mezclan. Sin ir más lejos en Renedo de la Inera61, a pocos kilómetros de Aguilar de Campoo se halló una necrópolis en la que se mezclan las tumbas antropomorfas excavadas en a roca con las cistas de lajas, aunque su cronología sea sensiblemente anterior a las nuestras. Otro yacimiento cercano en el que se cohabitan varias tipologías de tumbas es la necrópolis de los Castrillones en Mozón de Campos (Palencia), pero en este caso se han documentado cistas de lajas, fosas simples y osarios, datadas en torno a los siglos XII y XIII62. Observando los enterramientos y su disposición salta a la vista que todo el sector ha sido alterado continuamente, por las continuas reutilizaciones de algunas tumbas y por las continuas remociones que se han dado lugar en esta zona a lo largo de los siglos. No se aprecia una distribución especial de los enterramientos, aunque las tumbas más elaboradas, como cistas y sarcófagos parecen situarse en la banda meridional y por consiguiente lo más cerca posible de la iglesia, mientras que las fosas simples se sitúan habitualmente más alejadas63. Esto puede sugerir que las personas con poder adquisitivo para costearse una cista de lajas o un sarcófago podían enterrarse más cerca de la Iglesia. Pero no se debe olvidar, en el 59
Nuño González, J. (2002): Ibidem. 148.
60
Van Den Eynde Ceturi, E. (2002): “Los niveles medievales del yacimiento de Camesa-Rebolledo. Apuntes obre la más antigua
ocupación medieval de Cantabria.” Sautuola VIII. 273. Santander 61
Crespo Manchón, Mª. J. et alii (2006): “La necrópolis altomedieval de Renedo de Inera (Palencia).” Sautuola XII. 304-305.
Santander. 62
Crespo Manchón, Mª. J. (1990): “Necrópolis de los Castrijones, Monzón de Campos (Palencia).” Actas del II Congreso de
Historia de Palencia. Tomo I. 525. Excma. Diputación de Palencia. Palencia. 63
Van Den Eynde Ceturi, E. (2002): Ibidem. 265.
37
caso concreto de aquellas, que no era complicado conseguir la materia prima necesaria para construirlas, teniendo en cuenta los numerosos afloramientos pétreos que se dan en la región, lo que podría atenuar sensiblemente esta segregación social64. Además hay casos65, en las que las tumbas estaban realizadas con sillares tallados, seguramente reutilizados, provenientes, tal vez, de las construcciones realizadas en el monasterio durante estos siglos. Todos estos aspectos llevan a tomar ciertas reservas a la hora de hablar de una diferenciación espacial y social dentro del conjunto del cementerio. Pocas son las evidencias arqueológicas que aportan una datación cronológica a todo este conjunto de sepulturas, ya que tan solo contamos con un escaso lote de cerámicas halladas en los rellenos de tres tumbas localizadas en la banda meridional y que nos llevan al siglo XIII. Teniendo en cuenta esta cronología y las características generales del cementerio se pueden establecer nítidas relaciones con el conjunto recuperado en la Cilla y su entorno siguiendo los principios de la cronología relativa. Sus numerosas similitudes nos hacen pensar en que estos dos núcleos funcionaron al mismo tiempo o por lo menos en un momento muy cercano, siendo muy complicado afirmar que formaban parte del mismo cementerio ya que no hay ninguna evidencia al respecto. Las similitudes tipológicas no son tan claras con los niveles hallados en el interior del Salón Norte, pero su cronología es similar, en torno al siglo XIII, momento en el que el Salón Norte todavía no existía, por lo que estos dos núcleos funcionaron en el mismo momento, formando uno solo. 4.- El molde de campana y la necrópolis en el interior del Salón Norte El Salón Norte es un edificio que se encuentra adosado a la iglesia en su extremo septentrional. Ha creado cierta controversia ya que ha sufrido múltiples modificaciones y su función no está muy clara. Al parecer su edificación se realizó a finales del XIII y principios del XIV, tanto por la estructura y decoraciones que presenta, como por las inscripciones del siglo XIV existentes en su interior66. En este momento, la Iglesia y el Vestíbulo de Fieles ya habían sido finalizados, lo que indica que el Salón Norte funcionó como una estancia independiente, hasta que en la época moderna se destruyó el muro que lo separaba del Vestíbulo de Fieles67, con la misión de separar el culto parroquial del de la comunidad.
64
Nuño González, J. (2002): Ibidem. 147.
65
UNOVEINTE (2007): op. cit. 42.
66
Gutiérrez Pajares, M. T. (1993): op. cit. 84
67
Villar Pagola, E. Y González, F. J. (2001): Estudio Complementario y Plan de Actuación para la restauración y conservación de
la Real Abadía Cisterciense de San Andrés de Arroyo. Provincia de Palencia. 60. Informe inédito depositado en el Servicio de Restauración de la Junta de Castilla y León. Valladolid.
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Pero la transformación que más ha condicionado la interpretación arqueológica de esta estancia fue el desmonte y posterior reconstrucción de todo el muro septentrional y parte del occidental, acaecido en el siglo XX68 y que tuvo como consecuencia la destrucción de buena parte del sustrato arqueológico existente a ambos lados del lienzo. El sondeo realizado en el interior de esta estancia deparó dos resultados diferenciados, por un lado las tumbas de la necrópolis y por otro los restos de un molde de campana, todos ellos afectados por un gran fosa rellena con los restos de la reconstrucción del lienzo norte.
Proceso de excavación del segundo nivel funerario y del molde de campana.
Centrándonos en los aspectos funerarios, se han hallado veinte tumbas, diecisiete en el interior del sondeo y tres en la mitad oriental del Salón Norte. El ritual seguido en la mayor parte de ellas es la fosa simple, aunque también se da la presencia de tres cistas de lajas. También hay evidencias de enterramientos en ataúd, atendiendo a la posición de los huesos y a la presencia de clavos en el interior de las fosas. En general se encontraban bastante alteradas, sobre todo las más superficiales, ya sea por las constantes remociones producidas a lo largo de los siglos o por las continuas reutilizaciones de la tumbas, a pesar de que solo se observa una especial densidad de enterramientos en el cuadrante sur-oriental del sondeo, donde se han registrado hasta tres niveles de enterramiento. Estos horizontes funerarios está fechados en torno al siglo XIII por los escasos restos cerámicos hallados, lo que este espacio cementerial es anterior a la construcción del Salón Norte
68
Villar Pagola, E. Y González, F. J. (2001): Ibidem. 91-92.
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y posterior a la iglesia como atestigua el hecho de que alguna tumba se apoye sobre la cimentación de su muro septentrional. Teniendo en cuenta esta datación, algunas similitudes tipológicas y la cercanía con las tumbas halladas en el Atrio, no sería descabellado pensar que estas tumbas formaban parte del mismo espacio cementerial. A parte de los niveles cementeriales, en este sondeo también se halló un conjunto artesanal relacionado con la fundición de campanas, formado por un molde de fundición y un hoyo basurero, fechados ambos en el siglo XIII por unos restos cerámicos relacionados con ellos. Esta estructura contaba con un foso de fundición dentro del cual se construyeron, el zócalo, que presenta una cámara de combustión por debajo y su tobera, el macho y las capas, elementos necesarios para moldear la campana. Esta tarea fue realizada por un grupo de maestros fundidores itinerantes ya que en esta zona todo indica que se fundió una única campana y no hay ni un solo signo de una producción estable. Lo normal es que situaran sus talleres en una zona cercana al campanario, de manera que no tuvieran que desplazar mucho la pesada campana hasta el mismo69, ya que son ellos mismos los que supervisan las tareas de colocación de la campana en su lugar. Por otro lado desconocemos el lugar que ocuparía ya que en la actualidad solo existen dos campanarios, uno la Estructura del molde de campana.
pequeña espadaña situada encima de la nave central de la iglesia, de
pequeñas dimensiones y que no descartamos que sea un añadido posterior, y la pequeña espadaña que corona la Capilla de los forasteros, construida posiblemente en el siglo XIII, en la que actualmente no hay ninguna campana. No se descarta que existiera otra espadaña que fuera desmontada posteriormente sin dejar rasgos visibles. No entraremos en más detalles, ya que estamos preparando una publicación a parte sobre estas estructuras, pero si que debemos decir que varias tumbas cubrían parcialmente estas
69
Alonso Ponga, J. L. Y Sánchez Del Barrio, A. (1997): La campana: Patrimonio sonoro y lenguaje tradicional. 29. Caja Madrid.
Madrid.
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estructuras por lo que estas estructuras son sensiblemente anteriores al cementerio, aunque básicamente contemporáneos. 5.- Evidencias detectadas en el Vestíbulo de Fieles El Vestíbulo de Fieles inicialmente prolongaba la nave septentrional de la iglesia y se utilizaba para separar el culto parroquial del los ritos monacales, aprovechando la capilla de San Andrés. Como ya se ha comentado esta estancia originalmente estaba cerrada por el oeste por un muro, que fue derribado en época moderna, uniéndose así el ambiente del Salón Norte con el que nos ocupa. En esta sala se trazó el segundo sondeo, concretamente junto a la puerta que actualmente separa el Vestíbulo de la iglesia, lienzo claramente posterior a las evidencias arqueológicas. En él también se ha hallado una necrópolis que se adscribe al interior de la estancia. El caos es la nota predominante en este sector, ya que se pudo observar una enorme densidad de enterramientos en poco espacio. En 12 m2 se hallaron un total de 26 fosas simples, distribuidas en 5 niveles diferenciados. Esta concentración puede deberse al gusto o al deseo de las personas por enterrarse lo más cerca posible de la iglesia.
Primer nivel de enterramientos en el sondeo del Vestíbulo de Fieles.
La principal consecuencia de la alta concentración de enterramientos es que en muchas ocasiones las tumbas estén cortándose unas a otras en mayor o menor medida. Curiosamente no se han documentado reducciones óseas por lo que no se puede hablar de una reutilización de las fosas, sino más bien se da un uso sistemático del espacio. Esto inevitablemente implica un
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conocimiento aproximado de las localizaciones de las tumbas para el aprovechamiento del espacio existente. Desde el punto de vista cronológico, el cementerio ha sido muy poco expresivo ya que se ha dado una enorme escasez de materiales que permitan una datación fiable. Solo tenemos dos pequeños lotes cerámicos que fechan los enterramientos en torno a finales del siglo XIII, situados concretamente en el primer nivel y en el tercero. Esta datación contrasta de nuevo con los datos obtenido por Unoveinte en el extremo opuesto del Vestíbulo de Fieles, ya que en la mano de uno de los niños enterrados en este lugar había un maravedí de cobre de finales del siglo XV y principios del XVI70. Sacar una conclusión acerca de esta diferencia cronológica resulta complicado teniendo en cuenta la inexpresividad de los materiales recogidos en el Sondeo 2, pero se puede plantear, no sin ciertas reticencias, que los lugares más cercanos a la iglesia se amortizaron en un momento más temprano que los más alejados. Por último, bajo estos niveles cementeriales se halló una estructura incompleta que podría tratarse de un horno. No se puede dar un interpretación fiable a esta estructura, ya que los restos son muy parciales y se encontraban arrasados, pero creemos que estaría relacionada con el bronce, ya que en el nivel de cenizas se exhumó un pequeño fragmento de cerámica que podría tratarse de los restos de una tobera, que presenta en su cara interna minúsculos restos de bronce. En el caso de que verdaderamente se tratara de un horno de fundición de bronce, no sería descabellado ponerlo en relación con el molde de campana hallado en el Salón Norte, ya que su localización estratigráfica lo coloca en un periodo temporal similar. 6.- Un homogéneo horizonte de cerámicas plenomedievales. Como hemos apuntado líneas arriba, el grueso de los materiales recuperados se corresponden con trozos cerámicos muy fragmentados y de reducido tamaño hecho que habla de partida de la notable remoción de los estratos y, por ende, de los materiales a ellos asociados. Acompaña a aquellas una pequeña colección de metales –clavos de hierro, alguna moneda, trozos informes de bronce y un crucifijo de este mismo metal-, y conchas –ostras principalmente-, completado el elenco de materiales arqueológicos los propios sarcófagos y tumbas de lajas y sus inhumaciones. La cerámica en San Andrés de Arroyo se erige, aún cuando no es un material que menudee en exceso, en el principal fósil con que contamos para posicionar cronológicamente la mayor parte de los estratos excavados; en este sentido comparece la presencia de restos cerámicos en todas las áreas excavadas del cenobio. 70
UNOVEINTE (2007): op. cit. 164.
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Comparecen estas piezas, en su mayor parte, dentro de los niveles que colmatan las tumbas repartidas por aquellos sectores citados, si bien lo hacen en número muy reducido en número y tamaño, hecho que impide en la mayor parte de las ocasiones una catalogación precisa de las mismas. En este sentido es en el nivel de colmatación que se encontraba en la parte baja del molde de campana del Salón Norte, donde se halló una colección lo suficientemente extensa y representativa como para poder caracterizar la totalidad de las producciones cerámicas medievales del monasterio. Rinde este conjunto una homogénea colección de piezas elaboradas con torno bajo, detectado en aquellas piezas de peor factura, y torno alto que se dejan ver en piezas de pastas anaranjadas mejor decantadas que las anteriores; predominan con claridad los vasos cocidos en atmósfera oxidante o con post-cocción oxidante frente a aquellas piezas que lo hacen con cocciones reductoras. Nos encontramos ante recipientes con pastas escasamente tamizadas de textura harinosa que deja entrever los desgrasantes de naturaleza silícea; las superficies de los cacharros aparecen atersadas aunque no llegan a contar con otros tipos de tratamiento de sus superficies. La tabla de las formas reconocibles si bien es escueta, ya que el recipiente predominante es sin duda alguna la olla en sus diversos subtipos –de cuerpo con tendencia globular o bitroncocónica- al que acompaña los jarritos/as y trozos de recipientes tipo cuenco, remite en todo caso a las producciones plenomedievales características de la mitad septentrional de las provincias de Burgos, Palencia y sur de la Cornisa Cantábrica, que es donde encontramos los mejores paralelos para nuestras piezas. La decoración de las piezas cerámicas de San Andrés gravita en torno a tres técnicas predominantes. Muestran estas vasijas un dominio casi apabullante de la incisión en sus diversas variantes –acanalado o trazos a peine-
por encima de la impresión y de la pintura. Es
recurrente, como apuntamos, la presencia de la técnica incisa bajo la forma de anchas bandas de trazos acanalados o peinados que recorren de forma horizontal las panzas y los cuellos de los cacharros. Aunque encontramos estos ornatos en buena parte de los fragmentos recuperados, parece que son los recipientes de formas globulares –ollas y jarritos-, los que contaron preferentemente con el mismo. La técnica impresa aparece en los materiales del cenobio de San Andrés casi con carácter de exclusividad en ollas y jarritas, bajo la forma de profundas impresiones que prácticamente atraviesan las acintadas asas de aquellos tipos de recipientes. Aunque la pintura no es la principal técnica decorativa que encontramos en la colección, comparece en nuestro cenobio en cierta cantidad. Encontramos dos tipos de pintura, una de color rojizo-anaranjado y otro más oscuro ocráceo; en esta distinción podemos advertir que el
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primero de los tipos parece que se empleó para aquellas piezas cocidas en atmósferas oxidantes, en tanto que con las segundas se hizo lo propio en los cacharros cocidos en fuegos reductores. Se emplean unas y otras en un fragmento de tendencia globular sobre los que se dispusieron simples trazos verticales, horizontales u oblicuos formando sencillos haces o abiertas retículas que se localizan cerca de la boca. No es infrecuente encontrar, por otro lado, la combinación de la técnica incisa con la pintada, tal y como lo podemos comprobar en algunos recipientes del primero de los sondeos practicados en el Salón Norte, los cuales encuentran inmejorables paralelos en las piezas plenomedievales recuperadas en Herrera de Pisuerga71. Dispersas por los diferentes estratos documentados de la cilla, del patio septentrional y Salón Norte y Vestíbulo de Fieles recogimos algunos fragmentos de cacharros vidriados correspondientes a piezas de medio baño y lozas policromas, de finales del siglo XVIII y XIX que no aportan nada a la estratigrafía de aquellos espacios, máxime cuando aquellas comparecen en sus niveles de colmatación más modernos y con mayor nivel de remoción que los infrayacentes. Permite esta sucinta caracterización de las cerámicas del cenobio cisterciense de San Andrés de Arroyo realizar una serie de anotaciones relativas tanto a la cronología de las mismas como a la propia estratificación de los diferentes sectores en los que se efectuado la intervención. Han pasado ya unos cuantos años desde que se realizara una primera visión de conjunto de la cerámica medieval en la mitad septentrional de la Península Ibérica coordinado por J. A. Gutiérrez González y R. Bohigas Roldán; se realizaba en aquella ocasión una distinción más o menos nítida de la cultura material de los reinos cristianos astur-leonés y castellano, cuyos límites aparecen definidos en lo cerámico de forma aproximada hacia la línea que forma el río Cea72, hecho que de partida permite incluir a San Andrés de Arroyo, como cabría esperar, dentro de la zona cántabro-castellana formada ésta por las actuales provincias de Palencia, Burgos y Cantabria73 . Si atendemos a esta caracterización general de los cacharros de época plenomedieval del norte de la Meseta, las piezas rescatadas en los diferentes sondeos de San Andrés de Arroyo vendrían a acogerse sin excesivos problemas en el grupo de estaciones de este momento, esto es, entre finales del siglo XII y principios del XIV. No obstante a partir de ciertos rasgos que encontramos en las mismas podemos llegar a afinar un poco más esta cronología que resulta, de 71
Bohigas Roldán, R. et alii (1989): “Las cerámicas medievales no esmaltadas en las provincias de Cantabria, Palencia y Burgos”. La
cerámica medieval en el norte y noroeste de la península Ibérica. Aproximación a su estudio. 137. Universidad de León. León. 72
Gutiérrez González, J. A. Y Benéitez González, C. (1989): “La cerámica medieval en León”. La cerámica medieval en el norte y
noroeste de la península Ibérica. Aproximación a su estudio. 238. Universidad de León. León. 73
Bohigas Roldán, R. et alii (1989): Ibidem. 113-154.
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partida, bastante amplia. Es necesario resaltar, en primer lugar, la generalización de las cocciones oxidantes y mixtas frente a las reductoras, las cuales comparecen en menor proporción así como la presencia del torno alto frente al torno bajo o torneta; en este sentido en la muestra no hemos hallado ningún fondo marcado del estilo de los que estudió en su día Larrén para el caso zamorano74 . Aplicadas sobre recipientes de marcada tendencia globular las decoraciones, como vimos, gravitan en torno a suaves acanalados horizontales o estriados más o menos marcados que recorren en buena proporción las panzas y cuellos. No faltan tampoco los motivos pintados que en algunos casos se combinan con aquellas decoraciones estriadas, similares a las del yacimiento cántabro de Torrejón de las Henestrosas de Valdeolea75, fechadas allí entre mediados del XIII y mediados del XIV o las de Herrera de Pisuerga76 , también del siglo XIII. Apuntala la cronología que proponemos –entre finales del siglo XII y mediados del XIII-, la ausencia en los conjuntos mejor contextualizados (p.e. el nivel situado en la base del horno) de piezas con cubierta estannífera, propias ya de un momento bajomedieval. 7.- A modo de conclusión. A partir de los nuevos descubrimientos acaecidos en la presente intervención se puede arrojar un poco más de luz sobre la evolución arquitectónica e histórica del monasterio. En general la mayor parte de los hallazgos producidos nos llevan a las etapas iniciales del cenobio, cuando se encontraba en pleno proceso de expansión. Centrándonos en las zonas septentrionales y occidentales, donde se han realizado las tareas arqueológicas, el momento constructivo en el que se encontraba el monasterio en el s. XIII distaba mucho de su imagen actual, ya que la Cilla y el Salón Norte no estaban construidos aún y el Vestíbulo de Fieles era una prolongación de la nave septentrional de la Iglesia, sin estar separado de ella y cerrado por un muro en su extremo occidental. En este momento, en el lugar donde actualmente se asienta la Cilla se localizaba un área cementerial, tal y como confirman las quince estructuras funerarias halladas, algunas de las cuales se localizaban bajo los muros de este edificio, confirmando su anterioridad cronológica. Esta necrópolis no está bien delimitada debido a la parcialidad de la intervención. Durante este periodo, tampoco se había levantado el Salón Norte, ya que se construyó en el s. XIV, pero esta zona no quedó baldía, ya que se realizaron una serie de estructuras para la construcción de una campana, concretamente el molde y un hoyo basurero. Una vez 74
Larrén Izquierdo, H. (1991): “Fondos cerámicos marcados procedentes de Zamora”. Boletín de Arqueología Medieval, 5. 167-179.
75
García Alonso, M. et alii (1987): “La cerámica de “El Torrejón” de las Henestrosas. Valdeolea (Cantabria). II Congreso de
Arqueología Medieval española, III. 445-458. 76
Bohigas Roldán, R. et alii (1989): Ibidem. 137.
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amortizado este terreno como zona productiva, pasó a ser un área cementerial que cubrió las estructuras anteriores, y cuyos primeros momentos se dieron en el periodo que nos ocupa. Como en el caso anterior, los límites de este camposanto no están bien definidos, aunque parece claro que estaría unido con los restos hallados en el Atrio, en buena parte pertenecientes también al s. XIII. Lamentablemente la construcción del Salón Norte en la centuria siguiente y la reconstrucción de sus lienzos norte y oeste durante el siglo XX, han destruido toda evidencia que los relacione directamente, por lo que esta interpretación se basa en criterios tipológicos y sobre todo cronológicos. Por su parte, en el Vestíbulo de Fieles no han hallado evidencias de una ocupación anterior a su construcción, pero en cambio, en su interior si que se han documentado varias actividades. En primer lugar, y por lo tanto en la cronología más temprana, se halló una estructura en la que hay claros signos de estar relacionada con el fuego, que no puede ser otra cosa que un horno. No se ha dilucidado claramente su función, pero los escasos restos hallados apuntan levemente a que pudo ser el horno de fundición de bronce utilizado para fundir el metal que luego se utilizaría en el molde hallado en el Salón Norte. A pesar de todo, las dos estructuras presentan características comunes, ya que ambos fueron utilizados en el s. XIII y son previos a los niveles cementeriales de la zona, por lo que pertenecen a un momento muy temprano del monasterio. Con posterioridad al sellado del horno, este ambiente fue utilizado como necrópolis, desde el s. XIII, sobre todo en la zona correspondiente al sondeo excavado, hasta finales del XV y principios del XVI, fecha recogida en los restos hallados en el extremo occidental durante la campaña pasada.
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LA NECRÓPOLIS PARROQUIAL DE LA IGLESIA DE SAN BARTOLOMÉ DE BASARDILLA (SEGOVIA).ESTUDIO ARQUEOANTROPOLÓGICO Eva María Martín Rodríguez, Pedro Javier Cruz Sánchez Eva María Enríquez Sánchez y Diego San Gregorio Hernández
RESUMEN:
La necrópolis de la iglesia parroquial de San Bartolomé, en la localidad de Basardilla (Segovia), estuvo en funcionamiento sin solución de continuidad desde la fundación de templo románico, a finales del siglo XII, hasta el siglo XVII. Entre los restos exhumados encontramos el caso de un individuo que murió de forma violenta a causa de heridas de arma blanca.
PALABRAS CLAVE: Iglesia de San Bartolomé, necrópolis medieval y moderna, muerte violenta.
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F
orma parte el presente trabajo de una tríada de artículos dedicados a la iglesia de San Bartolomé, sita en el término segoviano de Basardilla, y a sus hallazgos arqueológicos,
algunos de los cuales hemos tenido oportunidad de presentar en anteriores números de esta revista. Recodemos que, durante los meses de noviembre y mayo de 2004 y 2006
respectivamente, se llevó a cabo la excavación arqueológica en la iglesia parroquial de San Bartolomé de Basardilla (Segovia), a instancias del Servicio de Restauración de la Junta de Castilla y León, quien costeo dichos trabajos. Sendas campañas fueron realizadas por un equipo de arqueólogos de Sercam S. C Servicios Culturales y Ambientales. Las labores de excavación arqueológica se centraron sobre todo en el atrio de la iglesia, espacio conocido como El Cementerio, y junto al muro septentrional del templo, donde una importante grieta hacia peligrar la integridad del edificio. En conjunto se excavaron 8 sondeos distribuidos, 5 de ellos en el ancillo de la iglesia, abarcando la totalidad del espacio, y los tres restantes junto al lienzo norte del templo. En total se actuó sobre 52 m2, con el objeto de delimitar el espacio cementerial de la parroquia, así como resolver problemas constructivos para su futura restauración. Ambas campañas han permitido documentar en extensión los límites del campo santo en su lado septentrional, evidenciado la secuencia sepulcral relacionada con la parroquia de San Bartolomé. 1.- Algo sobre el territorio. La iglesia de la que nos vamos a ocupar está dedicada a San Bartolomé y se encuentra ubicada en la población de Basardilla, municipio localizado en la mitad oriental de la provincia de Segovia. La dispersión de los documentos escritos hace difícil la reconstrucción de la Alta Edad Media en la zona en la que nos ocupamos en este artículo. A pesar de todo la arqueología ha permitido contrastar información al respecto, así parece superada ya la famosa teoría del desierto del Duero de Sánchez- Albornoz1. En su lugar lo que nos encontramos en estas tierras segovianas en una territorio fronterizo, alejado de los centros de poder político y eclesiástico. Los Anales Toledanos dan a entender que la repoblación en Segovia se inicia en el año 10882. A partir de este momento se forma la Comunidad de Villa y Tierra aquende Sierra, la cual se dividió en nueve distritos, uno correspondiente a Segovia ciudad y sus arrabales y ocho 1
Martí. J. (2005) “Una frontera casi invisible: los territorios al norte del Sistema Central en la Alta Edad Media (siglos VIII-XI)”,
Stvdia Historica. Historia Medieval, 23: 89-114. Salamanca. 2
Martínez Diez, G. (1983): Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. (Estudio Histórico-Geográfico).
Madrid.
50
sexmos: San Llorente, Cabezas, Santa Olalla, Trinidad, San Martín, San Millán, El Espinar y Posaderas. Basardilla se incluyó dentro del sexmo de San Llorente; confinaba con los sexmos de Cabezas y Valdelozoya, con la ciudad de Segovia y su término por poniente y con La Cuesta por su flanco oriental. Este sexmo, por su ubicación geográfica, participaba de una importante actividad ganadera gracias a que por su territorio discurre una de las principales cañadas de la Meseta3. La mención más antigua que tenemos de Basardilla o Val Sardiella, perteneciente al archidiaconatu Segoviense la encontramos en un documento fechado el 14 de septiembre de 12474, conservado en el Archivo Catedralicio, en el que se cifra la cantidad que debía de percibir las autoridades eclesiásticas de cada lugar, en este caso, Val Sardiella XIIII morabedis et III soldos5. No tenemos constancia de la existencia de otros documentos de época medieval, de ahí que aquella bula de 1247 permita apuntar que al menos a mediados del siglo XIII la comunidad de Basardilla ya existía y, casi por extensión, su iglesia que, por el análisis tipológico realizado, casa bastante bien con estas fechas.
Plano y alzados de la iglesia de San Bartolomé de Basardilla (apud García Calle, 2000: 33)
3
Asenjo, M. (1986): Segovia. La ciudad y su tierra a fines del Medievo. Segovia. 111-113.
4
“El Cardenal Gil de Torres, legado pontificio, ante las disputas originadas por el reparto d las rentas y tras haber encargado la
valoración de todas las rentas del obispado al deán D. Rodrigo, Juan arcediano de Segovia y Sancho arcediano de Sepúlveda, confirma la valoración efectuada y señala al Obispo y dignidades lo que había de percibir cada uno”, en Villar García, L. M.: Documentación medieval de la Catedral de Segovia (1115-1300). Colección Documentos y Estudios para la Historia del Occidente Peninsular durante la Edad Media, 15. 1990: 236. Salamanca. 5
A. C. Segovia, Caja 21 nº 2-3-4.
51
2. El edificio Originariamente la fábrica románica estaría formada por la capilla mayor y la nave central, que datan de mediados del siglo XII y que se remata en un ábside. Este ábside muestra presenta una cornisa decorada con una doble cinta vegetal, sustentada por una serie de canecillos figurados. No mucho después de la construcción de este primer edificio, posiblemente en torno al siglo XIII, se añade un segundo ábside, todavía de estilo románico, aunque en esta ocasión los canecillos no presentan decoración alguna. En su lienzo occidental se puede apreciar un arco de medio punto que funcionaría en su origen como una entrada directa a éste sin necesidad de pasar por la nave principal de la iglesia, es muy probable que este ábside funcionase en esos momentos como capilla privada. A mediados del siglo XVI, el templo sufre una importante remodelación y se amplia el cuerpo principal del edificio con una segunda nave adosada a la ya existente, en su cara meridional, trasladando la portada románica al lugar que hoy ocupa. Portada compuesta por tres arquivoltas como es el uso de los templos de la zona, como es el caso de la iglesia de San Pedro de Gaillos6. En la inferior se despliegan tres rosetas de seis pétalos en círculos perlados. En estos maltratados capiteles, se adivinan tres personajes bajo arco que simbolizan una ciudad y un par de cuadrúpedos enfrentados7. Esta ampliación deberíamos relacionarla con la necesidad de la población de un templo de mayores dimensiones y con el ritual funerario, ya que es en este momento cuando comienza la tradición de enterrar a los muertos dentro de los muros de las iglesias. La primera mención que encontramos en los libros de fábrica de la torre data de 16988 y del año siguiente la primera noticia que conocemos de la sacristía9. Conformando con esta última estancia el edificio de la iglesia, en esencia, tal y como ha llegado hasta nuestros días. En un momento concreto, seguramente no anterior al siglo XIX, se levantó en la mitad meridional de la iglesia una especie de atrio al que se accede por sendas puertas cuyo espacio se le viene conociendo tradicionalmente por el nombre de El Cementerio, tradición por la cual es creencia bien asentada en los vecinos de Basardilla de que en este espacio siempre se utilizó como área cementerial. Se trata de una teoría sobradamente confirmada con los resultados de nuestras excavaciones que a continuación pasamos a detallar de forma breve.
6
Herbosa, H. (2005) El Románico en Segovia. Segovia. 56.
7
Garma, D. (1998)Rutas del románico en la provincia de Segovia.80-81 Segovia
8
A.P. Basardilla. Libro de fábrica nº 3, folio 23.
9
A.P. Basardilla. Libro de fábrica nº 3, folio 15.
52
3. La necrópolis parroquial. Las evidencias exhumadas en el transcurso de la excavación han sido de dos tipos; por un lado, un nivel con una importante presencia de cerámicas correspondiente a un ritual muy difundido en el Antiguo Régimen, que ya ha sido sobradamente estudiado por uno de nosotros en números anteriores de esta misma publicación10, y por otro lado las evidencias propias del nivel cementerial de la iglesia. La ocupación paulatina del área funeraria se realiza en las inmediaciones del templo, con un mayor o menor grado de proximidad al mismo, conforme a la ley vigente desde el periodo visigodo y ratificada posteriormente por Alfonso X. Ésta expresaba que los cementerios debían ocupar todo el contorno de los templos con una dispersión en todas las direcciones de 30 pasos11. Esta tradición que continúa hasta el siglo XVIII, cuando, con la promulgación de la Real Cédula de 3 de abril de 1787, se ordena la construcción de cementerios extramuros. Aquella decisión es tomada en consonancia con los nuevos tiempos y la nueva mentalidad ilustrada en un intento por constituir una religiosidad más intimista, lejos de los actos notorios y externos, más propios de tiempos pretéritos. A estas razones ideológicas se le sumaban una serie de preceptos relacionados con la sanidad e higiene, tanto privada como pública12. En un primer momento esta normativa sólo se aplicó en las ciudades y villas de mayor 13
rango , perviviendo las antiguas costumbres en las pequeñas poblaciones hasta mediados del siglo XIX. Este es el caso de Basardilla, donde a mediados del siglo XIX Madoz ya hace referencia a un camposanto municipal funcionando fuera del núcleo habitado. A pesar de que la necrópolis se comienza a utilizar cuando se construye la iglesia, finales del siglo XII, principios del XIII, y se mantiene en funcionamiento cuatro siglos más, la tipología de los enterramientos documentados, así como el ritual que los acompaña no sufre cambios significativos a lo largo de su historia. Todos los enterramientos que hemos podido documentar son meras fosas excavadas en el sustrato geológico o en el propio relleno, de tipo bañera o antropomorfas (fig.1). En todos los casos orientadas siguiendo el eje este oeste, con la cabecera al oeste y los pies al este, como es tradicional en el mundo cristiano. Esta morfología de enterramiento cuenta con una dilatada tradición desde primeros tiempos del cristianismo y nace de una verdadera obsesión por enterrarse apud ecclesiam14 . 10
Cruz Sánchez, P. J. (2008): “Un interesante conjunto cerámico del siglo XVIII procedente de la Iglesia de San Bartolomé de
Basardilla (Segovia). Estudios del Patrimonio Cultural, nº 00. Valladolid. 32-47 11
Caballero Arribas, J. (1993/ 1994): “La plaza de San Vicente de Ávila: Necrópolis parroquial y nivel romano” Numantia 6.
Arqueología en Castilla y león. Valladolid. 139-153. 12 13
García, F. (1996): Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivos en el Antiguo Régimen. Valladolid. Rodríguez, F. J. (1994): “Sobre tapias, cipreses y cruces. Notas para el estudio de los cementerios andaluces”. Demófilo.
Enfermedad y muerte en la cultura andaluza 13. Granada. 121-137 14
Ariés, Ph. (1985): El hombre ante la muerte. Madrid
53
Dentro de esta relativa monotonía, encontramos algunos detalles que merece la pena resaltar; así han aparecido tres tumbas, una en la primera campaña y dos en la última, que presentan la cabeza del individuo delimitada por piedras en posición vertical (fig.2), marcando una cabecera que creemos, no pretendió en ningún momento remedar aquellas del tipo de las denominadas olerdolanas o enterramientos antropomorfos de repoblación, las cuales por su parte muestran una clara diferenciación de la cabecera respecto del cuerpo, que en nuestro caso no encontramos. Parece más bien una solución más eventual o casual que otra cosa o incluso que marquen un momento cronológico determinado, ya que en el resto de las tumbas no encontramos esta suerte de cabecera. Estas tres tumbas se localizaron junto al muro septentrional del templo. Más variedad parece presentar el sistema de cubrición, encontramos, por un lado, las que utilizan como única cubierta la propia tierra y por otro las que cuentan con una especie de solado de mortero por encima de ellas. Esta variedad nos marca dos momentos distintos del camposanto, siendo las segundas más antiguas que las primeras, ya que estas cortan al citado solado. Caso a parte son dos ejemplos, localizados ambos junto al muro del ábside del altar mayor; en este caso el cadáver queda cubierto por lajas de piedra sin desbastar colocadas directamente sobre la roca excavada (fig.3). La mayor elaboración de estos sepulcros, así como su ubicación, parecen corresponderse con un miembro respetado dentro de la pirámide socioeconómica de la Val Sardiella medieval15. Posiblemente, éste sea el único rasgo significativo dentro del desarrollo espacial de la necrópolis, ya que el resto de las tumbas no parece guardar ningún tipo de orden, disponiéndose en el entorno del templo de manera anárquica, cortándose en ocasiones entre ellas. Esta situación no es excepcional dentro del conjunto de necrópolis medievales y es producto de la larga vida del complejo cementerial y la falta de espacio a la que se tienen que enfrentar a lo largo de los siglos. Esta circunstancia la podemos encontrar en otras necrópolis coetáneas ya excavadas como es el caso de San Andrés de Cuéllar16, el caso que se detectó en la propia catedral del Burgo de Osma17 o en la iglesia románica de Santo Tomé de Zamora18, entre otros tantos.
15
Van den Eyden Ceruti, E. (2002): “Los niveles medievales del yacimiento de Camesa- Rebolledo. Apuntes sobre la más antigua
ocupación medieval de Cantabria”. Sautuola: Revista del instituto de Prehistoria y Arqueología Sautuola.8. 261- 296. 16
Arias, J. (1993): “Necrópolis medieval de San Andrés (Cuellar, Segovia)” Numantia 4. Arqueología en Castilla y León.
Valladolid. 229- 238 17
Arquetipo, S. L. (1996): “Trabajos arqueológicos en la catedral de Burgo de Osma (Soria)” Numantia 6. Arqueología en Castilla
y León. Valladolid. 205-224. 18
Viñé, A.I; Salvador, M y Laén, H. (1999): “La iglesia románica de Santo Tomé de Zamora y las estructuras exhumadas en su
entorno” Numantia 7. Arqueología en Castilla y León. Valladolid. 149- 162
54
En cuanto al ritual, no parece haber cambios significativos a lo largo de los siglos, al menos si los hubo no han dejado huella en el registro arqueológico. La cabeza del difunto se coloca en todos los casos mirando al nacimiento del sol, decúbito supino con los brazos cruzados sobre el abdomen o el pecho, y envueltos en un sudario como hemos podido comprobar en la postura de los huesos, con las rodillas juntas, piernas cruzadas y hombros en una posición que sólo es posible con esta prenda. Esta tesis se ve apoyada en la falta de restos de prendas de vestir, únicamente se ha documentado durante la segunda campaña de excavación, en una de las tumbas situadas junto al muro norte de la iglesia, una placa de bronce con la impronta de la trama del tejido, que bien puede corresponderse con la vestimenta del difunto o con el propio sudario. Es de destacar, en este tipo de necrópolis, la tradición de introducir monedas con los inhumados, a lo lago de nuestra excavación hemos documentado un total de 7 tumbas en las que podemos asegurar que se ha enterrado al difunto con una moneda de bronce y en cuatro de ellas podemos localizar esta pieza entre los dedos del difunto (fig.4). De estas monedas, tres se corresponden con blancas de los Reyes Católicos y se encuentran entre las tumbas más recientes de la necrópolis, en torno a los siglos XIV y XV. No hemos podido documentar este hecho entre las tumbas primigenias, aunque sí contamos con ejemplos de esta práctica en los primeros momentos de la Edad Media en nuestra comunidad. Este es el caso de la abadía de Husillos (Palencia)19 o en el monasterio de San Andrés de Arroyo20. Las monedas no deben ser consideradas en ninguno de los casos como objetos de un ajuar, sino como una parte del ritual funerario; se trata de una costumbre que enlaza directamente con la tradición grecolatina de la barca de Caronte, el barquero al que era necesario pagar con una moneda para que ayudara a cruzar la laguna Estigia. Se trata de un rito precristiano que a partir del siglo VII continúa en el territorio catalán21, aunque perdiendo su sentido original, y prosigue a lo largo de toda la Edad Media en la zona castellano leonesa, perviviendo hasta el siglo XVI, como podemos comprobar en el cementerio de Basardilla, o incluso el XVII, como ocurre en la necrópolis de Astigarribia (Guipúzcoa)22
19
M.C.R. Gabinete Arqueológico C. B. (1997): “Excavación arqueológica de urgencia en el claustro de la abadía de Husillos
(Palencia)”. Informe inédito depositado en el Servicio Territorial de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León en Palencia. 191. 20
Unoveinte, S. L. (2006): Excavación arqueológica en la Abadía Cisterciense de San Andrés de Arroyo. Santibáñez de Ecla
(Palencia). Informe inédito depositado en el Servicio de Restauración del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Patrimonio y Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León en Valladolid. Valladolid. 21
Crespo, J. Garrido, S. Margareto, P. Catalán, L. (2006): “La necrópolis altomedieval de Renedo de Inera (Palencia).” Sautuola
/XII. Instituto de Prehistoria y Arqueología. Santander. 301-312. 22
Azcárate, A. y García, I. (1989): “Pervivencias rituales precristianas en las necrópolis del País Vasco durante el medievo” Actas del
III Congreso de Arqueología Medieval Española, Tomo II. Oviedo 483-492.
55
Algunos autores apuntan a que esta práctica, entre la gente medieval, podría estar relacionada con la sustitución de la hostia sagrada, depositada en la boca del difunto23, por una de estas monedas. Si bien esta puede ser una teoría perfectamente valida, sobre todo en aquellas necrópolis donde la pieza numismática aparece en la cavidad bucal como es el caso de la Catedral de Tudela (Navarra)24, sin embargo no es del todo acertado cuando hablamos de monedas depositadas en la mano o en el pecho, aunque nos sigue pareciendo una explicación plausible. Junto a inhumaciones de carácter individual, que son las menos, también se han documentado osarios la mayoría forman parte bien como estratos revueltos, mezclados con restos cerámicos y numismáticos, o bien como reducciones colocadas, normalmente a los pies de otro individuo, dentro de fosas que son ocupadas una y otra vez a lo largo de los años. Este tipo de prácticas son muy comunes en los cementerios para ahorrar espacio y para mantener la cercanía familiar en la ultratumba25, lo que convertiría estas fosas reutilizadas en auténticos panteones familiares. Para conocer más acerca de los restos humanos encontrados debemos recurrir al estudio realizado por el equipo dirigido por D. Luis Caro Dobón, catedrático del Área de Antropología Física de la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad de León, encargados desde la administración como una tarea complementaria a las propias de excavación. El equipo de la Universidad de León estudió un total de 52 individuos de diferentes edades como se puede ver en la siguiente tabla:
EDAD
VARONES
MUJERES
INDETERMINADOS
TOTAL
0- 6
4
1
12
17
7-12
2
12
14
1
1
2
18
13-20 21-40
9
41-60
1
7
1 52
TOTAL
Tabla elaborada a partir del estudio antropológico realizado por el equipo dirigido por el profesor Luis Caro Dobón.
23
Azcárate, A. y García, I. (1989). op. cit. 483-0492.
24
Tobar, I y Sesma, J. (2008): “Enterramientos en la catedral de Tudela”. La tierra te sea leve. Arqueología de la muerte en
Navarra. Pamplona: 221. 25
García, M. op.cit.
56
En general, los finados estudiados presentan patologías propias de una vida dura, con una alimentación deficitaria con múltiples lesiones que no han sido curadas correctamente, condiciones que conforman una vida de subsistencia propia de las sociedades rurales de la Edad Media. El análisis morfológico de los restos exhumados ha permitido determinar el tamaño, la forma y la robustez de los individuos. Así sabemos que los ocupantes de la necrópolis de Basardilla eran de estatura baja, con una musculatura poco desarrollada en las articulaciones y con toda una suerte de patologías propias de una vida dura y una alimentación deficitaria. La media de vida se encontraba en torno a los 35 años, si no tenemos en cuenta la mortalidad infantil y juvenil, por otro lado muy elevada como se ha podido ver a lo largo del estudio. Si unimos estos últimos datos, la media de edad bajaría hasta menos de 30 años. Con respecto al cráneo, han sido pocos los que se han podido estudiar, debido a su mal estado de conservación, pero según los estudios del equipo del profesor Luis Caro Dobón, son individuos con rasgos raciales mediterráneos, que comparten cierto grado de familiaridad que se han podido rastrear en las suturas craneales metópicas que presentan un alto porcentaje de sujetos adultos sin que nos sea posible precisar el grado de consanguineidad. Estas suturas pueden persistir después de la edad de obliteración, en torno a los dos años, y pueden ser un rasgo genético26 , aunque también pueden verse afectadas por factores ambientales, como puede ser la carencia de hierro durante la edad de crecimiento27. Si bien, en estos casos, la pervivencia de las suturas metódicas va acompañada de otras evidencias de esta malnutrición28. Teniendo en cuenta estos datos pasaremos a estudiar con más atención varias fosas que han despertado nuestro interés. Así durante la primera de nuestras campañas se excavó una tumba situada a los pies de la portada románica, ocupada por tres individuos, dos adultos, hombre y mujer, con sutura metópica abierta y una niña de entre 3,5 y 4 años, sobre el pecho de uno de los adultos. La disposición de los esqueletos así como los cráneos de los mismos, nos parecen estar indicando cierto grado de parentesco entre los ocupantes de esta inhumación. No es raro encontrar en fosas de necrópolis medievales los restos de un adulto junto a los de un infante, en muchas ocasiones, cuando el niño es lactante o neonato, se coloca a este entre las piernas de, la que suponemos, su madre, esta situación nos la encontramos en la iglesia de
26
Torgense, J. (1951): “The developmental genetics and evolutionary meaning of de metopic suture.” Amer. J. of Phys. Antrhopol.
10: 463- 514. 27
Stuart- Macadam, P. (1985): “Porotic hyperostosis: Representative of a childhood condition” Amer. J. of Phys. Antrhopol.66: 391-
398. 28
Herrerín, J. (2008): Estudio antropológico de la necrópolis de la catedral de El Burgo de Osma (Soria). Soria. 154.
57
Palenzuela (Palencia)29 y en la colegiata de Santa María de Briviesca (Burgos)30. La distinta disposición del cuerpo del niño en nuestro ejemplo puede responder a la edad del mismo, si bien en la necrópolis de Renedo de Inera (Palencia)31, se localiza un enterramiento con individuos de similares características a los nuestros y el niño sigue apareciendo entre las piernas del adulto. Otro caso de enterramiento múltiple nos lo encontramos en la cara norte de la iglesia de San Bartolomé, en esta ocasión encontramos 8 sujetos que comparten la fosa situada junto al muro norte de la iglesia, más, comparten cierto grado de parentesco. Los cráneos de los adultos recuperados, dos en total, presentan un metopismo característico que pude rastrearse genéticamente. Esta afirmación de la existencia de este panteón familiar no es demasiado concluyente ya que un alto grado de los cráneos adultos recuperados en toda la necrópolis presentan distintos grados de metopismo craneal, lo que sugiere un alto grado de consanguineidad entre los habitantes de Basardilla, algo, por otro lado, nada extraño en una población de estas características. Mención aparte merece un individuo inhumado en una de las, ya descritas, tumbas con cubiertas de lajas propias del siglo XIII, en el que se documentó a lo largo de las dos fases de excavación el esqueleto post-craneal de aquel, para finalizar su total inhumación en la segunda campaña, cuando se recogió y documentaron los restos óseos restantes. El estudio antropológico de su esqueleto ha permitido comprobar que murió de forma violenta, como consecuencia de un ataque de arma blanca llevado a cabo por varias personas. Las heridas localizadas evidencian que, dicho ataque, fue llevado a cabo en varias direcciones. Sus huesos presentan cortes producidos por objetos incisos cortantes de diferente tamaño y dirección. Encontramos cortes en el sacro, el humero derecho y en los dos coxales, que se corresponden con un arma blanca de pequeño tamaño, sin embargo las de la primera falange del quinto dedo de la mano derecha, el de la sexta costilla derecha, la séptima izquierda y varias vértebras dorsales y lumbares, se corresponden con un arma de mayor tamaño, una espada tal vez. Todas estas lesiones se corresponden con un ataque llevado a cabo por varios individuos, ya que las heridas encontradas evidencian que dicho ataque se produjo en varias direcciones. Le clavaron varias veces un arma blanca de gran tamaño en su costado izquierdo,
29
Sercam. Servicios Culturales y Ambientales S. C. (2006): Informe de la intervención arqueológica en la iglesia de Santa Eulalia
de Palenzuela (Palencia). Fase IV. Informe inédito depositado en el servicio de Cultura de la Junta de Castilla y León en Palencia. 10- 17. 30
Aicara. Arqueología y Patrimonio Cultural, S. L. (2007): Informe técnico de la intervención arqueológica en la excolegiata de
Santa María de Briviesca. Informe inédito depositado en el servicio de Cultura de la Junta de Castilla y León en Burgos. 25- 40. 31
Crespo, J., Garrido, S., Margareto, M.P y Catalán, L. (2006). op.cit. 301-312.
58
infligiéndole un corte a la altura del vientre, le provocaron cortes en el brazo derecho y por último le atacaron por la espalda, lo que explicaría las lesiones de las costillas. La victima intentó parar alguno de estos golpes levantando el brazo derecho en alto, por lo que su dedo meñique sufrió un corte. En conjunto las lesiones fueron mortales, por lo que podemos decir que este hombre adulto murió como consecuencia de un ataque de, al menos, dos armas blancas. Este individuo es el único de todos los estudiados en esta necrópolis, en el que se ha documentado una muerte violenta. Así mismo la tumba de este sujeto ocupa un lugar privilegiado dentro del área cementerial, junto al ábside del altar mayor, y una elaboración más cuidada que las de la mayoría, datos parecen darnos a entender que nos encontramos entre un miembro privilegiado dentro de la sociedad medieval de esta comunidad, sin que podamos precisar más detalles al respecto. Cómo sucedieron los acontecimientos es algo que se escapan a nuestro limitado conocimiento del suceso, tal vez fuese victima del bandolerismo de la zona o simplemente una riña familiar; pero esto no lo podemos saber. Pero lo que sí observamos es que fue atacado por la espalda, ¿estaría huyendo o le emboscaron en un camino solitario?
Ilustración tomada del manuscrito del poema épico germano Percival atribuido al poeta Wolfram von Eschenbach, datado en torno al primer cuarto del siglo XIII.
59
Fig.1. Vista general de las tumbas del atrio de la iglesia, se puede observar la tendencia ligeramente antropomorfa de la fosa situada en el centro
Fig.2. Detalle de una de las tumbas con cubierta de lajas
60
Fig.3. Detalle de las piedras situadas a ambos lados del crรกneo a modo de orejeras.
Fig.4. Esqueleto y detalle de las falanges de un individuo infantil con una moneda de bronce en la mano.
61
EL PATRIMONIO HISTÓRICO ANALIZADO POR ESCOLARES. ENSAYO CON ALUMNOS DE 2º DE PRIMARIA Alicia Gómez Pérez
RESUMEN:
Los talleres sobre Historia de Santovenia son una actividad extraescolar que se imparte en el C.E.I.P. “Nicomedes Sanz” de la localidad entre el alumnado del ciclo superior de Primaria. Forman parte de un Proyecto de Conservación y Difusión del Patrimonio Histórico local puesto en marcha en 1995 por el Ayuntamiento y ha contando siempre con el apoyo y colaboración del profesorado del Centro y el respaldo de la Asociación de Madres y Padres “San Juan” 32.
PALABRAS CLAVE: Santovenia, conocimiento, documentación, descubrir, investigar.
32
Este proyecto ya fue descrito por Gómez Pérez, A. en Estudios de Patrimonio nº 00. www.sercam.es, (2008): “La conservación
del patrimonio histórico: una experiencia educativa y de difusión en Santovenia de Pisuerga (Valladolid)”
62
E
l Taller sobre Historia de Santovenia es una actividad que SERCAM, S. C. desarrolla prácticamente de forma ininterrumpida desde 2003 entre los escolares de la localidad con edades comprendidas entre 10 y 12 años. Salvado el paréntesis de 2004, en el que
la actividad se sustituyó por una visita de alumnos y profesores a una excavación arqueológica que se estaba acometiendo en el propio casco urbano 33 (Figura 1), las sucesivas convocatorias se
han dirigido unas veces a 6º curso (2003, 2006) y otras se han duplicado para abarcar a 5º y 6º (2005, 2007, 2008), incluyendo una pequeña y gratificante experiencia en 2007 con escolares de 2º de Primaria.
Figura 1: Visita a una excavación arqueológica en Santovenia en 2004
33
La visita fue guiada y comentada por Alicia Gómez Pérez, directora de la intervención arqueológica y profesora de los citados
Talleres de Historia de Santovenia.
63
Bajo el nombre de Inventario Arqueológico de Santovenia se inicia en 2003 el primero de los talleres. Teniendo siempre presente la referencia arqueológica, principal reclamo entre el alumnado para acercarse a esta nueva actividad, se plantean como objetivos generales el conocimiento y la búsqueda de documentación como primeros pasos hacia el análisis y comprensión del pasado. Por ello, tras el examen detenido de un pequeño muestrario de fotografías antiguas de la localidad, se anima al alumnado a indagar entre familiares y vecinos y recabar imágenes e información oral. Seguidamente se les conduce hacia el descubrimiento bibliográfico y documental, provocando la búsqueda de información directa tanto en el Ayuntamiento como en la Biblioteca Municipal. Y, tras acometer estas tareas, se aborda finalmente el hecho arqueológico: examinando, en primer lugar, diversos restos originales de tipo lítico, cerámico y metálico
34
(Figura 2), reconociendo, a continuación, las diferentes
intervenciones arqueológicos que hasta el momento se han acometido en la localidad
35
y
componiendo, por último, un plano del término municipal con el inventario de los lugares arqueológicos localizados en Santovenia.
Figura 2: Taller de Arqueología de 2003 34
Este material forma parte de la colección didáctica de SERCAM, S.C., correspondiendo algunas de las piezas cerámicas con
hallazgos fortuitos localizados en el propio municipio de Santovenia. 35
Se programó una salida con los alumnos por algunos de los pagos del término municipal para observar de forma directa el
emplazamiento de alguno de los sitios arqueológicos.
64
Siguiendo la línea marcada en ese primer Taller, a partir de 2005 queda configurado el guión que ha conducido esta actividad hasta la actualidad, denominándose desde este momento “Taller de Historia: Investigar el pasado de Santovenia”. Partiendo del análisis de la historia más reciente de la localidad, se pretende provocar en los alumnos la compresión de su propia actuación en dicha historia, ya sea como actores, ya como testigos directos o curiosos indagadores. Por ello, en estas nuevas ediciones cobra mayor peso el conocimiento y valoración de la información oral y el registro gráfico, en los cuales el propio alumno puede no sólo realizar la investigación de primera mano, sino que puede dar testimonio él mismo. Centra también una parte importante de los talleres el análisis de la documentación escrita, acometiendo el examen, en primer lugar, de diversas publicaciones periódicas y de actualidad, como el Boletín Cultural Calle Real que desde 2003 edita el Ayuntamiento
36
o los
37
programas de las fiestas patronales, cuya primera edición data de 1970 . Se distingue como documento básico el volumen editado en 1995 que reúne la edición facsímil de las hojas parroquiales “Calle Real” publicadas entre 1964 y 1981 38, teniendo en cuenta además la prensa y series o estudios más generales, como la publicación de Juan Ortega Rubio (1895), Los pueblos de la provincia de Valladolid, o el Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, de Pascual Madoz (1845-50), entre otros. También se hace hincapié en la documentación archivística, destacando el Archivo Municipal y el Diocesano de Valladolid por presentar ambos mayor facilidad de acceso para este alumnado 39. Concluyen los talleres con la referencia y somero análisis de la documentación arqueológica, ya que ésta cubre en Santovenia, en exclusiva, los períodos históricos anteriores al siglo XI 40 y las etapas de la prehistoria que remontan hasta el tercer milenio antes de Cristo.
36
Publicación trimestral de distribución gratuita que coordina y realiza SERCAM, S. C. Aborda temas de actualidad, tradición e
historia de la localidad junto a una sección titulada Desde el Pisuerga, en la que se suceden artículos sobre diferentes poblaciones y elementos (puentes, canales,…) de la Ribera del Pisuerga. Tras un primer número de presentación (nº, 0) en enero de 2003, se ha publicado en marzo de 2009 el nº 25. 37
Desde esta primera edición hasta 1981 la coordinación y realización corre a cargo de Jonás Castro Toledo, investigador que
incluye en los diferentes programas numerosos artículos y referencias sobre la historia de Santovenia. Nuevos artículos y nuevos investigadores aparecen en algún ejemplar más de la década de los 80, siendo más frecuentes e ininterrumpidos desde 1997 a 2003. Los diez primeros programas han sido reunidos en 2007 en Santovenia programa sus Fiestas, 1970-1979. Vol. I. XVIII Muestra de Cultura Tradicional, Santovenia de Pisuerga. Ayuntamiento de Santovenia de Pisuerga, Asociación Cultural TRÉBOL y SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S. C. 38
Castro Toledo, J. (1995): “Lea Calle Real, es única”. VI Muestra de Cultura Tradicional, Santovenia de Pisuerga. Ayuntamiento de
Santovenia de Pisuerga y Asociación Cultural TRÉBOL. De este ejemplar se entregaron 6 copias al inicio del Taller, con el objetivo de que fueran entregadas al final del mismo en la biblioteca del colegio. 39
La colaboración del Archivo General Diocesano de Valladolid se manifiesta a través de Jonás Castro Toledo, canónigo archivero.
65
Finalmente se programan diversas salidas por el municipio, tanto por el entorno periurbano como dentro del propio casco (Figuras 3 y 4), completadas en ocasiones con visitas a enclaves como el Aula Arqueológica de la Villa Romana de Santa Lucía, en Aguilafuente (Segovia, 2005) o al Aula de Arqueología del Poblado Vacceo de Pintia, en Peñafiel (Valladolid, 2006), acompañados en ambas por algunos profesores, padres y madres (Figura 3).
Figura 3: Talleres de Arqueología en 2005 y 2006
40
El primer documento escrito que hace referencia a esta población data de 1092. Castro Toledo, J. (2007): “Santovenia hace 915
años”. Boletín Cultural Calle Real, no 18.
66
Figura 4: Alumnos de 6ยบ de Primaria en los Talleres de Historia de 2007 y 2008
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Descrito a grandes rasgos el guión de contenidos abordados en los Talleres de Historia desde 2005, destacamos, sin embargo, la experiencia de 2007 de acercar el pasado histórico de Santovenia a un grupo de escolares que se salía del perfil habitual, esto es, alumnos de 2º de Primaria, cuyas edades varían entre 7 y 8 años. Con un total de 15 participantes se desarrolla la actividad a través de dos sesiones. La primera clase, con una duración aproximada de hora y media, se introduce demostrando qué es la arqueología y la necesidad de conocer otros documentos que nos ayudan a descubrir la Historia, como la fotografía antigua, los textos manuscritos o los libretos del programa de fiestas. La segunda clase, realizada una semana después y de una hora de duración, se dedica fundamentalmente a aprender y realizar juegos como el tres en raya o las tabas, pasatiempos cuyo origen ponemos en relación con el mundo romano, del que en Santovenia se han documentado algunos restos relacionados con una villa tardorromana 41. La presentación arqueológica, apoyada por un muestrario de diapositivas, permite al alumnado descubrir algunos restos materiales de personas que nos han precedido y el paso del tiempo ha sepultado (Figura 6). Concluye la proyección con 4 imágenes (Figura 5) que constituyen una llamada de atención sobre la fotografía antigua y los documentos escritos: dos de ellas corresponden a la iglesia parroquial de Santovenia en 1965 y 1970 y otras dos a un libro de difuntos que registra los enterramientos en dicha iglesia entre 1745 y 1808.
Figura 5: Fotografías antiguas de la iglesia parroquial de San Juan Bautista y de un libro de difuntos del s. XVIII
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Gómez Pérez, A. (2008): Memoria del Taller de Historia “Investigar sobre el Pasado de Santovenia de Pisuerga”, elaborada por
SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S. C., para el Ayuntamiento de Santovenia.
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Figura 6: Introducci贸n arqueol贸gica en el Taller de 2潞 de Primaria
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Finalizado el análisis gráfico sobre la documentación que ayuda en el reconocimiento y la comprensión del pasado, de la Historia, se proporciona a cada alumno una caja (Figura 7) cuyo contenido permite descubrir imágenes, actividades y objetos emulando lo que podría ser una investigación arqueológica.
Figura 7: Material didáctico proporcionado a los alumnos del Taller de 2º de Primaria
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Con esta actividad se ha pretendido iniciar el desarrollo de comportamientos y aptitudes de comprensión y valoración hacia el patrimonio histórico, materia que se diluye en un genérico área de estudio que los alumnos empiezan a identificar como “Conocimiento del Medio”. El contenido de la caja, no obstante, ha sido especialmente diseñado y adaptado a un entorno familiar y de hábitat totalmente reconocibles para ellos. La relación es la que sigue y el orden de descripción el mismo en que cada alumno lo iría descubriendo (Figura 8):
Figura 8: Momento en que los alumnos abren la caja y descubren la primera actividad
1.
Árbol genealógico. Se trata de la primera actividad que descubren y que les pone en contacto con un pasado inmediato: el de su entorno familiar. La actuación investigadora se centra en conseguir información oral y fotográfica indagando entre sus propios padres y abuelos.
2.
Mapa mudo del término municipal de Santovenia, sobre el que deben reconocer: los límites -con el río Pisuerga bordeando desde el norte todo el área occidental-, las principales vías de comunicación y caminos y los accidentes geográficos, adjuntando los nombres correspondientes.
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3.
Serie de 6 postales que reproducen edificios o lugares singulares de Santovenia y que el Ayuntamiento ha editado entre 1995 y 2005 a modo de tarjeta de felicitación de Navidad para los vecinos. Se trata, por tanto, de unas estampas que los alumnos reconocen por haberlas visto en sus casas y sobre las que, en este momento, se observa y analiza su contenido, que en alguno de los casos remonta a imágenes con más de 40 años.
4. Díptico con la recreación de una imagen urbana y otra de lavanderas 42 que nos transportan 200 años atrás en el tiempo y permiten realizar un análisis comparativo con la actualidad.
5. Copia de un registro de enterramientos de 1735 en Santovenia, extraída del Libro de Difuntos del s. XVIII ya presentado en la introducción sobre los documentos manuscritos. El alumno debe observar la caligrafía y expresiones empleadas, así como reconocer los lugares citados.
42
Ambas imágenes, así como el resto de las utilizadas en el taller, han sido realizadas por José Ramón Almeida.
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6. Fragmento original de cerámica medieval. El hecho de no contar con restos visibles en Santovenia para documentar el apartado arqueológico, remontando ya al período medieval, se solventa con materiales no inventariables procedentes de una intervención que SERCAM, S. C., había realizando en la ciudad de Zamora
43
. Cada alumno recibe un
fragmento de vasija cerámica micácea del siglo XV introducido en una bolsita de plástico hermética y con una etiqueta identificativa. Tienen contacto, de este modo, con materiales arqueológicos de más de 600 años de antigüedad y comprueban cómo son documentados para su conservación en el Museo. 7. Díptico con actividades sobre la evolución de una población, retrocediendo desde la Edad Media a la Prehistoria. Tomando como referencia un mismo emplazamiento junto a un río, cuatro ilustraciones muestran los cambios en un poblamiento durante el amplio período citado, cambios que deben ser analizados y comentados por los alumnos, así como el resto de actividades que completan el díptico.
8. Finalizado el somero repaso cronológico, los escolares aún descubren en el interior de la caja varios objetos que les proporcionan información sobre dos juegos que practicaban los niños de época romana. El hecho de que se seleccione el período romano para finalizar este 43
Excavación arqueológica en los solares nº 12-14 de la Calle de la Reina en Zamora. SERCAM, S. C., agosto-noviembre 2006.
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particular Taller de Historia se justifica porque en la localidad de Santovenia han sido documentados diversos restos arqueológicos relacionados con dicho período en el sitio conocido como “El Moral”
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, lugar conocido por la mayoría de los alumnos. El primero de
los juegos que se muestra es el de las tabas, por lo que cada alumno encuentra una nueva bolsita hermética conteniendo una de estas piezas junto a la siguiente etiqueta informativa:
9. Una cartulina con el esquema para realizar el juego del “tres en raya” y un conjunto de 6 piedras pequeñas de dos colores diferentes ponen el punto final al contenido de la singular caja con que la este alumnado de 2º de Primaria ha podido realizar su primera investigación histórica. Desde nuestro punto de vista, el del educador, la experiencia de transmitir nociones sobre la historia a este grupo de escolares de primer ciclo de Primaria ha sido francamente enriquecedora. Por parte del alumnado, no sólo ha sido positiva la respuesta ante esta nueva actividad, sino que hemos podido observar cómo éste ha visto ampliado el horizonte conceptual o referencia espacial de su entorno, estimulándose también su capacidad de comprensión de la secuenciación histórica. Con ello, creemos haber creado una capa o poso sobre el que este alumnado irá sedimentando, poco a poco, los contenidos inherentes a la Historia y que de forma manifiesta comenzarán a desarrollar a partir de 4º de Primaria, es decir, cuando alcancen los 9-10 años.
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Cruz Sánchez, P. J. y Del Río, B. (1995): "Ficha del Inventario Arqueológico de Castilla y León, Santovenia de Pisuerga,
Valladolid". Ficha inédita mecanografiada depositada en el Servicio Territorial de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León en Valladolid.
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EXCURSIÓN A NUMANCIA PASANDO POR SORIA (II) José Ramón Mélida
C
ontinuamos en este número de EPC con la recopilación de las páginas dedicadas a Numancia que realizó el gran José Ramón Mélida Alinari en 1922. Para la consulta de la primera parte del artículo remitimos a EPC num. 00.
Mélida, J. R. (1922): Excursión a Numancia pasando por Soria y repasando la Historia y las Antigüedades numantinas. Ruiz Hermanos Editores. Madrid. Capítulo III. Historia de Numancia.
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