La comunicacion en los procesos de transformacion del habitat

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Universidad Nacional de General Sarmiento Seminario Latinoamericano: “Teoría y Política sobre Asentamientos Informales” 8 y 9 de noviembre de 2006

La comunicación en los procesos de transformación del hábitat La implementación del Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios en el conurbano bonaerense

C+D/Comunicación + Desarrollo Humano cmasdh@yahoo.es

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INDICE

Introducción Aclaraciones metodológicas

1.

El territorio como soporte simbólico y material de la vida de los sectores populares Transformaciones en los ´90: Exclusión social e inscripción territorial de los sectores populares Sectores populares y territorio Hábitat popular: villas y asentamientos

2.

Transformaciones en el territorio y formas de vida: impacto de las políticas de vivienda La instalación del modelo neoliberal La transformación de las políticas de vivienda: el Sistema federal de vivienda El caso del Subprograma de urbanización de villas y asentamientos precarios Los efectos de las políticas de vivienda en el territorio Representaciones sociales y hábitat: subjetividad, identidad, memoria, participación, apropiación

3.

La comunicación como espacio de fortalecimiento de procesos de transformación integrales y participativos El abordaje desde la Comunicación Comunitaria Comunicación y transformación del hábitat: un desafío teórico-práctico Hacia la búsqueda de nuevas herramientas, usos y desafíos Bibliografía Anexo

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Introducción Esta ponencia pretende dar cuenta del punto de partida y el marco en el cual desarrollamos una investigación-acción de carácter empírico, transdisciplinar y exploratorio que tiene como objetivo proponer y desarrollar instrumentos de comunicación como aporte al proceso de gestión de la transformación del hábitat, a fin de contribuir a la ampliación del espacio de participación y lograr una adecuada apropiación y sustentabilidad del nuevo barrio. Nos referiremos específicamente a las intervenciones del Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios, en ejecución desde 2005, en algunos municipios del conurbano bonaerense. Actualmente nos encontramos realizando un trabajo de campo, de observación y registro en video y fotografía de los avances físicos y los aspectos sociales del proceso de transformación socio-urbana haciendo eje en la perspectiva de los vecinos. La creación de una memoria audiovisual desde la voz de los propios vecinos procura reflejar el impacto de la transformación en su subjetividad y funcionar como un espejo para el conjunto de actores involucrados aportando a la reflexión colectiva, pero también como canal de expresión de las distintas posiciones en los procesos de negociación, en la medida en que los actores se dispongan a apropiarse de estas herramientas. Por un lado, resulta destacable la envergadura de las actuales políticas estatales, que en conjunto podrían conformar una ciudad, y que superan holgadamente las de las últimas décadas. Es por eso que su impacto -social, urbano, económico, cultural, etc.- puede ser preocupante, teniendo en cuenta que se está construyendo “ciudad” para las generaciones futuras. A la violencia inevitable que supone la destrucción física del barrio, se suma la violencia simbólica de la forma de implementar la política pública, la arbitrariedad en las decisiones, la imposición de criterios, la desinformación, la manipulación clientelística, etc. El barrio que se destruye es el espacio de lo vivido, de la interacción cotidiana, con ámbitos diferenciados de socialización: familiar, laboral, educativo, comercial, recreativo, asistencial, religioso, comunitario, etc.; constituyendo una compleja red de sentidos e identidad que afectan gran parte de los aspectos de la vida de sus habitantes. Merece entonces que se preste atención no sólo a la concreción física implicada en la construcción de viviendas e infraestructura, sino también a una adecuada reconstrucción de vínculos y redes sociales en el nuevo barrio. Por otra parte, las transformaciones en la estructura social producidas por las políticas neoliberales tuvieron profunda repercusión en las condiciones de vida y hábitat de los sectores populares, constituyendo el territorio como un espacio privilegiado para la política. Las mutaciones estructurales en la relación entre Estado y sociedad desarticularon los viejos modelos de intervención del Estado, pero también se han modificado las prácticas y representaciones de la misma sociedad en relación a su propia transformación. Es decir, si ya no podemos pensar y comprender a nuestra sociedad con las mismas categorías que antes, se hace necesario reformular las formas y herramientas con las cuales abordar la realidad. Los nuevos escenarios con los que nos enfrentamos en la actualidad no aparecen todavía como plenamente aprehensibles, por lo que nos encontramos frente al desafío de crear nuevos conceptos, nuevas prácticas y nuevas formas de articulación entre ambos. El barrio, como lugar donde se produce y reproduce la vida y las relaciones sociales, adquiere relevancia como cuestión social. Las intervenciones que ocurren en él tendrán consecuencias directas en los aspectos sociales, económicos, culturales y políticos de la vida cotidiana de sus habitantes. Consideramos que la pertenencia y la posibilidad de apropiación se expresan en términos de identidad colectiva, afirmada tanto en la continuidad como en el cambio. Estas resultan fundamentales para contrarrestar la actual exclusión y fragmentación que sufren estos barrios. Proponemos la comunicación como estrategia para potenciar la participación de los actores locales y afianzar la identidad y la proyección hacia el futuro. Es en el ejercicio de la comunicación donde se producen las operaciones de legitimación y se expresan necesidades, demandas y conflictos. Será difícil lograr los resultados pretendidos en términos de inclusión social, mejoramiento de las condiciones de habitabilidad y ampliación del derecho a la vivienda y al uso del espacio urbano, si no se generan las condiciones para que los propios vecinos participen y se reapropien de la transformación integral del barrio. 3


Pensamos la comunicación como una práctica social, y no desde su mera dimensión instrumental que la limita a un mecanismo de difusión de información “bajada” a la sociedad. Comunicar no se reduce, entonces, a informar algo a otro. Cuando sólo se informa, se deja al otro en un lugar pasivo y se impide, de esta manera, la interacción. Comunicar es ante todo, una relación social que supone “poner en común” sentidos, símbolos, prácticas y reglas, configurando escenarios en los que se articulan consensos y conflictos (UPPC-UNLP, 2005). Los procesos y prácticas de comunicación deben considerarse, entonces, como aspectos intervinientes en la conformación de distintas modalidades de sociabilidad, en la formación de redes sociales y en el aumento de la integración social. El presente trabajo pretende analizar los procesos de cambio y las transformaciones en el hábitat popular del conurbano bonaerense, e indagar acerca del papel que juega la comunicación en estos procesos y en el fortalecimiento de la cultura y la identidad local como base de sustentación para la apropiación del nuevo hábitat transformado. En el primer apartado, analizamos las transformaciones en las formas de vida de los sectores populares a la luz de los cambios en la relación entre el Estado y la sociedad llevados a cabo en las últimas décadas, haciendo hincapié en la relación particular que estos sectores desarrollan con el territorio en el que se inscriben. En el segundo apartado, realizamos un breve recorrido histórico por las políticas de vivienda implementadas en nuestro país, para llegar a la situación actual de puesta en funcionamiento del Sistema federal de vivienda. A partir de un análisis más detallado del caso del Subprograma de urbanización de villas y asentamientos precarios, analizaremos las complejas relaciones que en estos territorios entrecruzan subjetividades populares, identidades y memoria, volviendo al problema de la participación y la apropiación una cuestión central. Finalmente, nuestro último apartado pretende dejar planteada, a modo de hipótesis de trabajo, la relevancia de la dimensión comunicacional en los procesos analizados. Frente a estas realidades complejas e integrales, aparece como un desafío tanto teórico como práctico, el buscar nuevos modos de comprender y nuevas herramientas para transformar el hábitat, utilizando la comunicación como forma de profundizar la participación en y la democratización de los procesos de transformación del hábitat. Aclaraciones metodológicas Desde los inicios del Subprograma a inicios del 2005, hemos trabajado en la inserción en el territorio, en la identificación de problemáticas específicas de cada barrio y la definición de variables para la sistematización –urbanas, sociales, económico-productivas, comunicacionales y relativas a la gestión de la transformación-, y en la construcción de una red de vínculos que nos permitan aproximarnos a la perspectiva de los vecinos. Procuramos tener presencia en los momentos claves del proceso y asegurar un vínculo estable y confiable con los actores intervinientes, a través de entrevistas en profundidad, observación con y sin participación, encuentros con grupos específicos y asistencia a eventos significativos. La perspectiva adoptada en nuestro trabajo de campo es fundamentalmente cualitativa. El aspecto central de nuestro análisis refiere a nuestras observaciones, interacciones y relevamientos de los discursos y acciones de diferentes actores que intervienen en los procesos de transformación habitacional. Sobre todo hacemos hincapié en aquellos relatos y expresiones que surgen de la voz de los habitantes y protagonistas de la misma transformación. Las observaciones que recoge esta ponencia resultan así, de una experiencia de reflexión y trabajo colectivo de un grupo de profesionales de diferentes disciplinas. Este abordaje transdisciplinar implica cierto esfuerzo a la hora de sistematizar y entrecruzar las distintas miradas para producir finalmente un producto coherente, constituyéndose en un desafío permanente. Los resultados esperados refieren tanto a la producción de conocimiento como al diseño y formulación de instrumentos y estrategias de acción e intervención social de una manera integral y compleja, compartiendo con Massoni que la formulación de la comunicación se realiza desde un abordaje multiparadigmático que responde a la búsqueda de un conocimiento que no se desentienda de los acoplamientos dinámicos y evolutivos de la realidad y sus sujetos.

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Nuestra intención es profundizar en la búsqueda de mecanismos de investigación y de acción en donde tanto la reflexión conceptual como el diseño e implementación de herramientas para la resolución de problemas, estén basados en situaciones reales y particulares, y en la co-elaboración de los mismos vecinos sujetos de los problemas. La investigación y la acción, en este caso, son simultáneas, y su validación se da en la práctica; el objetivo es así, un proceso cíclico de reflexión sobre la misma práctica, conteniendo todos los puntos de vista de los actores involucrados. Contrariamente a algunos abordajes académicos y técnicos que siguen considerando a los pobres urbanos como una masa homogénea -cuyas necesidades los intelectuales y funcionarios “conocen y comprenden” mejor que ellos-, creemos necesario construir marcos de comprensión y de acción que surjan de la misma interacción entre teoría y práctica, y que puedan dar cuenta de la singularidad y heterogeneidad social, política, económica y cultural que existe entre los llamados sectores populares y los territorios en los que habitan. El problema es entonces, también, epistemológico. Ya que, una de las preguntas que estimulan nuestras inquietudes es ¿qué conocimiento estamos produciendo? ¿Cómo lo estamos produciendo? ¿De qué realidades da cuenta? ¿Qué procesos estamos (in)comprendiendo cuando seguimos utilizando ciertas categorías y marcos de interpretación? ¿Cómo afecta esto a la elaboración de estrategias de acción que se suponen transformadoras? Y sobre todo, ¿cómo comprender y actuar en procesos complejos multiactorales abordando la realidad desde la transdisciplina? La perspectiva de la investigación-acción es, en este sentido, la que estimula nuestro cometido. Éste, es un método “ética y socialmente comprometido, que busca no sólo producir un saber sino también transformar una situación” (Montero, 2006). Un método que tiene un carácter crítico, problematizador, generador, reflexivo y político; y su eje principal es la participación. El involucramiento de los mismos sujetos de la transformación del hábitat es, desde esta perspectiva, fundamental para nuestro proyecto de investigación-acción. Así pues, es a través de la búsqueda de herramientas comunicacionales comunitarias, que pretendemos, en conjunto con los mismos vecinos, aportar a profundizar su participación en la urbanización de sus propias situaciones habitacionales. La producción colectiva de conocimiento a la que apostamos promueve, a través de la valoración de la comunicación, la circulación y apropiación por parte de los participantes de ese mismo conocimiento. De esta manera, las instancias de participación, la investigación de campo y las estrategias comunicacionales utilizadas nos permiten recuperar a la comunicación, parafraseando a Massoni, como momento relacionante de la diversidad sociocultural, “apostar a organizar una intervención en la dinámica sociocultural es recuperar la comunicación como un proceso abierto y permanente de sentido” (Massoni, 2002). A través de la revalorización de este “poner en común” y del “poner en contacto” las experiencias, intereses y necesidades de los diferentes habitantes –e incluso entre los distintos barrios que atraviesan situaciones similares- apostamos a explorar nuevas formas de comunicarnos, y a través de ello, ampliar los espacios de participación y apropiación de los procesos de transformación habitacional. En este momento, nos encontramos trabajando en las siguientes villas y asentamientos en donde se lleva a cabo el mencionado Subprograma: Villa Tranquila (Avellaneda), Las Flores (Vicente López), La Cava y La Cava Chica (San Isidro), Carlos Gardel (Morón), Palito y Las Antenas (La Matanza) y Mercadito, Unión y Autopista (La Plata).

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1.

El territorio como soporte simbólico y material de la vida de los sectores populares

Durante la década del ’90 las formas generales de organizar a la sociedad argentina vigentes desde mediados del siglo XX sufrieron profundas transformaciones a la luz de la hegemonía del proyecto neoliberal. Empezando por los cambios en el mundo del trabajo y siguiendo por aquellos que modificaron el rol y la función del Estado, estas mutaciones generaron que hacia finales de siglo nos encontrásemos con imágenes de modelos de sociedad significativamente diferentes a aquellas sobre las cuales se habían elaborado tanto las categorías teórico-conceptuales como los imaginarios y representaciones sociales con los cuales observar y comprender la realidad social. La crisis de la sociedad salarial y de las relaciones de sociabilidad y politicidad articuladas en torno al trabajo tuvieron un fuerte impacto sobre las formas de vida de la sociedad en general y sobre la relación que ésta establecía con el Estado. El mundo neoliberal produce un modelo de sociedad que implica un rol del Estado, una forma de concebir el desarrollo económico-social y, sobre todo, un determinado lugar para los sectores populares que se diferencia claramente de las distintas variantes del Estado de bienestar que habían existido en América latina. En definitiva, de lo que se trató en las últimas décadas, fue de una reformulación estructural de las relaciones entre Estado y Sociedad. El nuevo modelo de Estado de intervención mínima significó no sólo una reducción del gasto público, de las estructuras burocráticas y una descentralización administrativa, sino que produjo un claro vaciamiento de las capacidades institucionales del Estado en su rol de organizar y regular el funcionamiento y reproducción de la sociedad. Las privatizaciones de las empresas públicas significaron un ejemplo de ello en tanto, por un lado, destruyeron distintas capacidades del Estado que aceleraron la pérdida de su autonomía relativa, y por otro, dejaron a merced de las reglas del mercado la asignación y distribución de recursos sociales, privatizando y mercantilizando el acceso a los servicios y bienes públicos más básicos de la población. Por otro lado, el aumento de la desocupación y la reestructuración del mercado laboral hicieron necesario que el Estado asuma un rol marcadamente asistencialista al tener que crear y reforzar estrategias de contención a la pobreza a través de políticas sociales focalizadas. Por último, otra de las características que el Estado asume en el nuevo modelo de sociedad es el reforzamiento del sistema represivo institucional. En un clima de creciente pobreza y desarticulación social, aumentaron los mecanismos de control y criminalización del conflicto social y el poder de policía del Estado. Las políticas neoliberales generaron con gran velocidad un descenso en los índices de empleo y calidad en las condiciones laborales. En pocos años, la llamada revolución productiva produjo un rápido aumento de la pobreza y la desocupación generando lo que muchos autores denominan como modernización excluyente (Svampa, 2005): un nuevo régimen de acumulación de capital fundado en la valorización financiera y con centro en los grandes grupos económicos nacionales y de capital extranjero. El desmantelamiento del modelo socioeconómico anterior supuso un proceso de desindustrialización y su consecuente expulsión masiva de mano de obra, de deterioro abrupto de los salarios reales, de contracción de la demanda interna y de reducción violenta de la distribución equitativa del ingreso. La economía pareció autonomizarse y disociarse del mantenimiento de algún grado de bienestar social. Este proceso general de desregulación social generó, a su vez, un proceso de descolectivización, es decir, una pérdida importante de los soportes colectivos sobre los cuales se sostenían vastos sectores de la sociedad. Partiendo del análisis de Svampa, en el marco de esta sociedad excluyente se consolida una doble dinámica de polarización y fragmentación en el espacio de lo social que moldea las características de un nuevo país: un país estructurado sobre la base de la cristalización de desigualdades económicas, sociales y culturales. Si la característica principal del llamado modelo de integración nacional-popular tenía como tendencia la homogeneización social a través de la integración y la ampliación de la ciudadanía, el nuevo modelo tendrá como atributo inherente el problema de la exclusión y el consecuente proceso de desciudadanización (Svampa, 2005). Tanto la pobreza, como la desocupación y la llamada retirada del Estado produjeron una ruptura de los lazos sociales más básicos, de los sentidos de pertenencia e identidad de toda comunidad humana. En pocos años, se modificó la cartografía social a la 6


que estábamos acostumbrados los argentinos, dando como resultado aquello que Matellanes dio en llamar “crisis civilizatoria”, como el agotamiento en y de las formas de socialización vigentes hasta el momento. “El nuevo proyecto estatal supone a corto plazo, la interrupción abrupta –ya no sólo racionalizada, sino naturalizada ideológicamente- de los dispositivos de la propia reproducción social: el Estado se desentiende progresivamente de poblaciones y territorios; en fin de la cohesión social” (Citado en Colectivo Situaciones, 2002:21). Sectores populares y territorio En este nuevo contexto marcado por la desindustrialización, los sectores populares, cuya identidad colectiva y espacios de socialización habían estado históricamente vinculados al mundo del trabajo, sufrieron grandes transformaciones en sus modos de vida ahora vinculados a la informalización creciente de las relaciones sociales, económicas y políticas en general. El mundo popular urbano fue adquiriendo nuevas características asociadas a, por un lado, una progresiva territorialización y segregación socio espacial y, por otro lado, una fuerte fragmentación. En este caso, nos referiremos con mayor énfasis a la emergencia de este nuevo tejido territorial como forma particular de articulación entre espacio físico y formas de vida. “Este proceso, que la sociología argentina contemporánea ha sintetizado como ‘el pasaje de la fábrica al barrio’, señala el ocaso del universo de los trabajadores urbanos, y la emergencia del mundo comunitario de los pobres urbanos” (Svampa, op. cit.:160)1. Este mundo popular compuesto de forma compleja por diversos modos de relacionamiento social, político, económico productivo y cultural aparece ahora inscripto territorialmente, es decir, el espacio físico funciona como soporte simbólico y material de este entramado de relaciones. El territorio es el que dotará de especificidad y particularidad a estas nuevas formas sociales en las cuales la identidad local y la complejidad de interacciones con realidades diversas se entrecruzan permanentemente. El trabajo -y el peronismo como identidad política mayoritaria de los sectores populares trabajadores- fue perdiendo capacidad de organizar la experiencia cotidiana y las diferentes representaciones y dimensiones de lo social y lo político. Es decir, el nuevo entramado relacional estará cada vez más desvinculado del mundo del trabajo formal, sus instituciones de representación y sus identidades. La relación que estos sectores empobrecidos entablarán con la política estará cada vez más organizada en función del territorio y los diferentes modos de intervenir en él. El barrio popular, el asentamiento o la villa surgirán ahora como el espacio primero de organización y acción colectiva, como el espacio de interacción entre diferentes actores locales en la búsqueda de estrategias de supervivencia frente a las necesidades más básicas insatisfechas, en general asociadas a los problemas de alimentación, salud y vivienda. Así es como, aquellas dimensiones del bienestar de las familias antes cubiertas por las instituciones estatales, las redes sindicales y fundamentalmente por el ingreso salarial, quedarán ahora no sólo desprovistas de esta protección institucionalizada sino que dependerán de las formas espontáneas y desarticuladas en que cada familia encuentra y organiza en su barrio maneras de autogestionar cotidianamente la propia reproducción de la vida. Comedores, salas de salud, organizaciones de base, comunidades eclesiales, juntas vecinales, ONG, etc., son parte del conjunto de espacios organizativos dentro de los barrios que conforman el nuevo soporte que garantiza, en forma precaria e inestable, la reproducción material de la vida y que hacen al territorio una construcción social singular y compleja. Estas nuevas formas de sociabilidad y espacios de socialización producen identidades, representaciones e imaginarios colectivos construidos en torno a la vida en el barrio. Este modelo de acción territorial se vincula históricamente -en algunos casos- a los procesos de lucha de un conjunto de organizaciones territoriales, que en los tiempos de la postdictadura pelearon por el acceso y la propiedad de la tierra, el derecho a la vivienda y a la organización de la vida de los barrios alrededor de los servicios básicos (calles, agua, energía eléctrica, salas de salud, etc.) (Merklen, 2000). Estas experiencias comenzaron a configurar un modelo de acción colectiva que por un lado se inscribía 1

Para un mayor desarrollo de este tema ver Merklen Denis, Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina 1983-2003). Gorla. Buenos Aires. 2005. 7


territorialmente –es decir, la cuestión socialmente problematizada era una cuestión que si bien podía referir a un derecho en general estaba local y particularmente situada- y, por otro lado, orientaba las demandas hacia el Estado. Si bien encontramos muchas líneas de continuidad con modelos políticos anteriores, ello no nos impide pensar que existieron importantes rupturas en las formas organizacionales en el mundo popular que entre otras cosas modificaron la relación entre las esferas de lo microsocial (el entramado relacional inscripto en territorios específicos) y lo macrosocial. Los modos en que cada barrio conjuga su propia historia e identidad, sus organizaciones comunitarias, sus necesidades y demandas con las estructuras partidarias tradicionales, con las diferentes instituciones y con el Estado o gobiernos nacionales, provinciales y sobre todo municipales, son específicos y varían según cada territorio. En este nuevo escenario donde el territorio se convierte en el espacio de disputa de la política, nos interesa dar cuenta sintéticamente de los modelos que fueron impactando en la subjetividad de algunos sectores populares en los últimos años. En la medida en que comprendamos la dinámica política y social que instaló el proyecto neoliberal para los sectores populares, se enriquecerá nuestro análisis de las rupturas y continuidades que supone la intervención en los territorios más pobres por parte de las actuales políticas de vivienda. Durante los años ’90, la política en los barrios tendió a recluirse en su aspecto más asistencial, despojándose de sus lazos con la militancia y con el mundo sindical. El modelo político se basó en la descentralización administrativa, en políticas sociales focalizadas y en la división del trabajo político –que separaba el trabajo específicamente político en manos de los “profesionales” en el municipio de la acción “social” en el barrio de carácter asistencial, no conflictiva y encapsulada en el territorio-2. Esto reorientó el funcionamiento de las organizaciones locales. Muchas fueron perdiendo su potencial político -en términos de autonomía- debido a la precariedad y escasez de recursos que las volvían dependientes de la ayuda del Estado. Otras lograron una relativa independencia del Estado al articularse en red con otras organizaciones, ONG y fundaciones. Lo que parece advertirse es una intención desmovilizadora de este modelo sociopolítico que separó a los sectores populares del involucramiento activo y real en los espacios, los medios y los procesos de toma de decisiones sobre sus propias vidas. Las formas de “participación” fomentadas en el marco de las recomendaciones de los organismos multilaterales, fueron parte del modelo de sociedad neoliberal que pretende la autoorganización comunitaria, pero que de ningún modo suponen participación en procesos de toma de decisiones estructurales que los involucren. Hábitat popular: villas y asentamientos Como dice Sigal, “Si ‘los pobres ciudadanos’ son efectivamente desafiliados y marginales al mundo donde de trabaja, Denis Merklen los encuentra insertados en el mundo donde se vive” (Sigal en Merklen, 2005). Esta idea de la inscripción territorial de los sectores populares nos sitúa frente a la necesidad de preguntarnos, en este contexto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de hábitat popular? La centralidad del barrio en la producción y reproducción de la vida de los sectores populares vuelve –más que nunca- a la noción de hábitat un concepto más integral, vinculado con la vivienda en su entorno sobre todo a las formas de relacionarse con los otros en un determinado espacio físico- que a la idea reduccionista de vivienda. Si bien podemos encontrar múltiples reflexiones y definiciones teóricas que amplían el concepto de vivienda hacia nociones tales como “servicios habitacionales” o “derecho al uso del espacio urbano”3, el rol que asume el barrio para los sectores populares –y sus formas de habitarloexige una complejización de la mirada para una comprensión integral de las formas de vida de estos sectores –y por lo tanto también para el diseño de políticas efectivas que las mejoren. En este sentido, los aportes de otras disciplinas y saberes deberían articularse también con la reflexión sobre las cuestiones urbanas y los modos de construcción de ciudad.

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Para una profundización de este tema ver Frederic Sabina, Buenos vecinos, malos políticos. Moralidad y política en el Gran Buenos Aires. Prometeo. Buenos Aires. 2004. 3 Ver respectivamente los trabajos de Oscar Yujnovsky, Claves políticas del problema habitacional argentino. 1955-1981. Grupo Editor Latinoamericano. Buenos Aires.1984 y Oscar Oszlak, Merecer la ciudad. Los pobres y el Derecho al Espacio Urbano. Cedes. Buenos Aires.1991. 8


Al hablar de barrios populares es necesario hacer ciertas distinciones en torno al tipo de territorio al que hacemos referencia. Existen diferencias entre barrios populares degradados, los asentamientos informales y las villas. Si bien no profundizaremos en estas caracterizaciones, nos importa sí, dar cuenta de algunos elementos importantes y específicos de la vida en las villas ya que nuestro caso refiere a un programa de viviendas diseñado para la intervención en ciertas villas y asentamientos precarios del conurbano bonaerense. La historia de los asentamientos está vinculada con procesos de organización y lucha por el acceso a la tierra y la vivienda –materializados a veces en tomas concretas de tierras- y procesos de organización y planificación comunitaria de los barrios. Las villas han sido sitios que surgieron históricamente como lugares de transición. Lugares que a mediados de siglo, en pleno proceso de crecimiento de la ciudad industrial, se generaban, a veces originados por acciones del Estado, y crecían espontáneamente por la llegada de trabajadores del interior del país que permanecían transitoriamente hasta que el salario de su trabajo les permitiese encontrar una vivienda definitiva. En épocas de dictadura, se fueron conformando otros tipos de villas ya que a partir de las erradicaciones de villas implementadas, los gobiernos militares “trasladaron” a muchos habitantes –sobre todo de la ciudad de Buenos Aires- a zonas más alejadas en el conurbano bonaerense creando, en algunos casos, los núcleos habitacionales transitorios, dónde la gente esperaría a ser ubicada finalmente en viviendas dignas construidas por el Estado. Estos NHT son la base de muchas de las grandes villas que encontramos hoy en el Gran Buenos Aires, algunas de las cuales son las que nosotros hemos observado4. Por último, en los años ’90 las villas se consolidaron y crecieron en densidad poblacional aumentando los niveles de precariedad e insalubridad en las condiciones de vida. Tanto las dictaduras como el neoliberalismo lograron desarticular la organización popular que existía en las villas. La experiencia y el saber popular de autogestionar sus propias vidas generó espacios de construcción colectiva que fueron destruidos por la represión y la extrema pobreza. Otro elemento a tener en cuenta es el tipo de subjetividad “de transición” que se encuentra en los orígenes de esos barrios. Si bien las generaciones nacidas en las villas fueron apropiándose del lugar en forma positiva y también encontramos grupos de inmigrantes para quienes la villa aparece como lugar de oportunidad, todavía persiste en la memoria de muchos habitantes la idea del lugar de transición, del lugar del que siempre se está esperando partir. Podemos ver hoy las consecuencias sobre la idea de futuro, sobre la posibilidad de imaginar un destino común con otros vecinos en la organización y construcción de un barrio, en las condiciones simbólicas de producción de lazos de sociabilidad que fortalezcan su propia comunidad. En el marco de una sociedad y una ciudad que permanentemente los excluye, muchos habitantes de las villas viven allí con una valoración negativa y autodiscriminante del espacio adonde han estado por más de cuarenta años y siguen expresando una “espera” de la llegada de la vivienda digna por parte del Estado. En otros casos, las reiteradas frustraciones respecto de las acciones del Estado provocan un estado de resignación pasiva y aceptación naturalizada de sus condiciones de vida. En estos casos, no se espera nada, ni del Estado ni de la propia autoorganización. De esta manera, quizás una de las características para resaltar en este momento respecto de la vida en las villas sea el carácter que asume la extrema exclusión social y la pobreza en estos lugares. Las consecuencias descritas del neoliberalismo para los sectores populares, se acentúan y profundizan para los sectores más empobrecidos. La segregación socioespacial produce verdaderas fronteras que separan mundos que pueden llegar a no cruzarse en casi ningún punto. La experiencia cotidiana de la discriminación y estigmatización desde afuera no sólo engendra violencia y profundiza la segregación sino que contribuye a la construcción de una subjetividad negativa que se autodiscrimina y niega permanentemente. La idea de un entramado social que teje los lazos de una sociedad que comparte pautas de convivencia, valores y normas, derechos y obligaciones se diluye al entrar en un espacio donde sus habitantes están fuera de cualquier posibilidad de ejercicio real y sostenido de sus derechos. La desinstitucionalización de la vida de los habitantes de las villas es más exagerada que para el resto de los sectores populares5. Al mismo tiempo, que es mayor la dependencia respecto de los gobiernos que administran discrecionalmente los escasos recursos del Estado para la contención de la pobreza. 4

Es el caso de las villas Las Antenas y Palito en La Matanza y la villa Carlos Gardel en Morón. Para una profundización en la idea de vaciamiento institucional de la vida de los sectores populares remitimos nuevamente al lector a Denis Merklen, op. cit. 9 5


2. Transformaciones en el territorio y en las formas de vida: el impacto de las políticas de vivienda La instalación del modelo neoliberal Desde 1990 los organismos multilaterales proponen la conversión de las políticas de “provisión” de vivienda al impulso de mecanismos de “facilitación” del acceso a la vivienda, acompañados por programas focalizados de alivio de la pobreza, e implicando más directamente al sector privado por vía de una fuerte política de privatización que amplió la mercantilización de servicios urbanos y habitacionales. El rol del Estado queda relegado entonces a “facilitar” el funcionamiento del mercado con nuevos instrumentos regulatorios y a asegurar tanto el financiamiento de las acciones como el equilibrio fiscal. Los mecanismos promovidos por el Banco Mundial con el objetivo de desarrollar y consolidar los mercados de vivienda nacionales combinan, entre otros, regularización dominial, financiamiento hipotecario, racionalización de subsidios y provisión de infraestructura urbano-ambiental en áreas urbanas no consolidadas. Pero se abstraen de las situaciones de bajos ingresos, creciente desempleo y marginación del mercado de amplios sectores de la población en las cuales esas intervenciones se asientan, contribuyendo en muchos casos a su reproducción. Estos mecanismos fueron inducidos a través de la oferta disponible de capitales multilaterales en forma de crédito internacional (BID y Banco Mundial) que alimentaron la creciente deuda externa y las sucesivas crisis financieras hasta desembocar en la crisis económico-político-social del 2001. Esta preocupación “financiera” acerca de los recursos es la que está en el centro de la lógica del modelo neoliberal de política de vivienda, aliviando la responsabilidad estatal respecto a los resultados efectivos en la garantía de los derechos que supone resguardar, y trasladándola a la “mano invisible” de un mercado de supuesta libre competencia, hacia un “autofinanciamiento” del sector. La política de vivienda quedó así reducida y polarizada en una serie de programas asistenciales focalizados y un sistema de créditos con garantía hipotecaria dirigidos al financiamiento de la demanda. Este cambio conceptual de políticas que financian la oferta (caracterizado por el sistema “llave en mano” del FONAVI) a políticas de financiamiento a la demanda (interpretada por el modelo instituido como créditos a los beneficiarios), apenas se concretó, debido básicamente a las inercias heredadas del modelo anterior sostenidas por el fuerte lobby que ejerce el sector de empresarios constructores en las jurisdicciones, en connivencia con el poder político. Tal vez esto explique porque no ha habido avances significativos en una diversificación en las soluciones habitacionales, que podrían abordar la problemática del déficit cualitativo y envejecimiento del parque habitacional existente, que progresivamente cobra peso en relación al déficit cuantitativo (definido por el crecimiento vegetativo y el hacinamiento de hogares). Aparentemente el sector empresario no estaría interesado en soluciones habitacionales como la ampliación o refacción, de mayor complejidad y menor costo de inversión6. Por otra parte, las políticas formuladas en nuestro país se fundaron en estas recomendaciones de los organismos internacionales7 y no como tradicionalmente, en base a diagnósticos acerca de la situación habitacional. Sin mayores estudios cualitativos e integrales acerca del déficit8, la actuación estatal se limitó a mecanismos de control cuantitativo, básicamente financiero. El proceso de polarización de la política de vivienda se ve reflejado también en las sucesivas traslaciones de competencias entre distintas áreas de gobierno. En Argentina, la política de provisión de vivienda fue en gran parte una cuestión de obra pública, con profusión de equipos técnicos para su control. En el período de instalación del modelo de facilitación fueron reducidos los equipos e incorporados en el conjunto de las políticas sociales. Esta fluctuación entre política social y obra pública de los distintos organismos y programas permanece con diversos intentos de articulación. Esta 6

Esta actitud se verifica en la performance del Programa “Mejor Vivir” propuesto por la actual gestión de gobierno en 2004 para su ejecución por empresas constructoras, que ha tenido un nivel de aplicación muy bajo, implementándose en algunas jurisdicciones por cooperativas u ONGs. 7 Posteriormente se analiza la ley que dio cuerpo a este modelo instituyendo el Sistema Federal de Vivienda. 8 La toma de datos que fundamentan la elaboración de las políticas se suscriben a información del INDEC (censos y encuestas) y a las auditorias a las jurisdicciones acerca de la aplicación de los recursos FONAVI 10


polarización por lo tanto, no es total, sino una tendencia. El Subprograma que analizamos mantiene el carácter de obra pública ejecutada por contratos con empresas mediante sistemas de licitación. A su vez, el peso del área de economía del gobierno en los mecanismos administrativos se incrementó, reflejando esta preocupación financiera por sobre la política. Ante la insuficiencia histórica de políticas que garanticen el derecho a un hábitat digno, las modalidades de acceso a la vivienda de los sectores más pobres en áreas urbanas, se dan por combinación de acciones (Informe COHRE, 2005), que no resultan plenamente satisfactorias: •

• • •

ocupación de tierras (fiscales o privadas) no demandadas por el mercado, con frecuente déficit de urbanización y equipamiento, problemas sanitarios y ambientales. Cuando la toma de tierras es planificada y organizada colectivamente, se denomina asentamiento. Cuando no es planificado y resulta un trazado irregular, sin divisiones en manzanas o parcelas, se denomina villa (Cravino,). autoconstrucción de la vivienda, en lote propio –comprado en cuotas- u ocupado. Proceso de construcción prolongado y en gran medida deficiente. ocupación de inmuebles abandonados. alquiler de habitaciones (inquilinato) en hoteles, pensiones, o en casas de conocidos.

Este supuesto de equilibrio universal entre la oferta y la demanda no se verifica y la libertad de competencia no es igual para todos. De acuerdo al Censo 2001, un 26% del total de hogares nacionales habitan viviendas deficitarias (ya sea por hacinamiento, precariedad de los materiales, déficit de saneamiento, etc.), representando un 68% del quintil de población de menores ingresos. El Programa Arraigo estimó en 2004 entre 500.000 y 1.000.000 los hogares asentados en villas y asentamientos irregulares a nivel nacional, pero sólo un 10% están asentados en tierras fiscales. En el AMBA se estima un 15% de hogares en situación irregular de tenencia. Estos rasgos “estructurales” del modelo pueden contribuir a explicar porque la problemática de vivienda de los sectores populares, y en especial las de las villas y asentamientos del AMBA han sido postergados por décadas. La transformación de las políticas de vivienda: el Sistema Federal de Vivienda En Argentina, este modelo se plasmó centralmente en la Ley No. 24.464, sancionada en 1994, que crea el Sistema Federal de Vivienda y apunta a garantizar la distribución de los recursos para la implementación descentralizada de políticas de vivienda. La descentralización automática de los recursos del FONAVI impulsada por los gobiernos provinciales y plasmada en Agosto de 1992 en el Acuerdo Federal entre Nación y Provincias9, otorgó a las provincias potestades en la aplicación, normatización y definición de políticas habitacionales en el ámbito provincial, De esta manera los organismos provinciales y de la ciudad de Buenos Aires pasan a ser directamente responsables de la aplicación de la ley y de la administración de los recursos y conjuntamente con el Poder Ejecutivo constituyen el Consejo Nacional de la Vivienda (CONAVI) como órgano asesor del Sistema Federal de Vivienda para la planificación de las políticas nacionales, proposición de normas y de criterios de selección de beneficiarios y evaluación de los resultados. Para garantizar la regularidad de estos recursos se reemplazó la originaria fuente de financiamiento proveniente de la imposición sobre los salarios por un porcentaje fijo del impuesto al combustible. Así se aseguró el piso mínimo del recurso de $900 millones con garantía del Tesoro Nacional10. Posteriormente las provincias fueron autorizadas a aplicar hasta el 50% de los recursos en gastos corrientes, margen ampliado en el 2002 –en plena crisis- al 100%, produciendo la parálisis de los planes de vivienda hasta avanzado el año 2003.

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Ratificado por Ley 24.130 Mediante la ley 23.966 11


Además de los recursos transferidos del FONAVI las jurisdicciones contarían, con los montos de los recuperos de las inversiones, comprometiéndose a sanear la retrasada regularización dominial de los inmuebles producidos con los recursos estatales en las décadas anteriores. Se esperaba así constituir los fondos provinciales de vivienda (FOPROVI) para que las jurisdicciones pudieran actuar autónoma y descentralizadamente. Mediante esta operación las provincias podrían demandar crédito internacional con la garantía de este fondo provincial –conformado en su mayor parte por las transferencias FONAVI-. Sin embargo, estos supuestos no llegaron a cumplirse, dependiendo aún hoy las provincias de los recursos transferidos desde Nación manteniéndose una baja tasa de recupero. Podemos concluir entonces que la política de descentralización así como fue implementado aportó a la profundización de la creciente fragmentación social. Los sistemas centrados en el crédito apuntaron al déficit habitacional de los menguantes sectores medios, quedando los sectores más bajos desprovistos de mecanismos de acceso a la vivienda. Los programas enfocados netamente a subsidiar la demanda (apoyo a la autoconstrucción, mejoramiento de viviendas, capacitación y asistencia técnica, etc) constituyeron nichos demandados por ONGs y OCBs de bajo interés en las esferas de decisión política y casi nulos en la incidencia en la distribución de los recursos FONAVI.11 La atención a los sectores más desprovistos se centró en programas focalizados de regularización de tierras, provisión de infraestructura social básica, y atención de emergencias provocadas por fenómenos naturales financiados por organismos internacionales. Entre ellos, los programas focalizados dirigidos específicamente a la problemática de asentamientos y villas, el Programa Arraigo desde 1991 y el Programa de Mejoramiento de Barrios, desde 1997 fueron los más difundidos, aunque apenas incursionaron en el territorio más complejo del AMBA, supuestamente “regada” por los fondos asignados por el Fondo de Reparación Histórica del Conurbano. Recién en 2002 el PROMEBA accede al Conurbano. (Fernandez Wagner, et alt. 2005). A partir del 2003, la nueva gestión de gobierno incrementó significativamente las inversiones en el sector, reactivando primeramente las obras FONAVI paralizadas y reconociendo mayores costos por efecto de la devaluación monetaria, con el fin de aplacar las exigencias del sector empresario, y ofreciendo un conjunto de programas innovadores para canalizar las demandas de las organizaciones sociales piqueteras a través de la conformación de cooperativas de trabajo para la construcción de viviendas (Programa Federal de Emergencia Habitacional, popularmente conocido como “Techo y Trabajo”), para la construcción de equipamiento local (Centros de Integración Comunitaria), infraestructura (Programa Agua + Trabajo), y obras menores de vereda y cordón cuneta (Programa de mejoramiento del hábitat social)12 En el 2004 se lanza el Plan Federal de Construcción de Viviendas con una meta de construcción entre 2004 y 2006 de 120.000 viviendas nuevas en todo el país de las cuales 38.000 se localizarían en la Región Metropolitana de Buenos Aires.13 El Plan integra programas nuevos y en curso, entre ellos, el Programa Federal de construcción de viviendas (PFCV), el Programa Federal de mejoramiento de vivienda “Mejor Vivir” que junto al Programa Federal de Emergencia Habitacional –cooperativas- y al PROMEBA (Programa de Mejoramiento de Barrios)14 intervienen en villas y asentamientos. Los objetivos del Plan son “fortalecer el proceso de reactivación económica”, “promover la generación de 360.000 puestos de trabajo” y “reducir el déficit habitacional”. Los fondos públicos impulsarían además de las empresas constructoras contratistas del Estado y los trabajadores de la construcción, al sector de materiales de construcción. El volumen de las obras involucradas, el apremio por reactivar la economía y los acuerdos con el sector empresario para la reactivación de las obras FONAVI orientaron la modalidad de gestión de las políticas hacia el modelo de obra pública de concesión por licitación.

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De los recursos presupuestarios nacionales, sólo contaron con aquellos aplicados a través del Programa 17 (posteriormente 27 y 37, de acuerdo a la numeración correspondiente en la partida presupuestaria) que pese a que exploraba y diversificaba las formas de atención a la demanda –objetivo que el modelo “postulaba”- contaba con un bajo monto presupuestario 12 En 3 años de aplicación se generaron unas 2000 cooperativas de trabajo en todo el país (Res. 2038 Min. Desarrollo Social) 13 33.000 viviendas en Conurbano, y 5000 en la Ciudad de Buenos Aires, cifra similar a la construida en la década 1994-2004 en la misma región. 14 Que tiene financiamiento internacional BID y 40% de contraparte nacional. 12


Así, los factores tierra y trabajo, ambos con fuerte incidencia en las condiciones de acceso a la vivienda, quedaron subordinados a este modelo. Pese a la emergencia social y la magnitud de desalojos y desplazamientos, y el histórico retraso en regularización dominial, no se ha abordado el problema de la democratización del acceso al suelo. En cuanto al empleo, en algunos casos los gobiernos locales incentivaron y coordinaron mecanismos de empleabilidad en los territorios más precarizados acordando cupos de “empleo local” con las empresas. La UOCRA organizó la capacitación, necesaria luego de un largo período de recesión. En enero del 2005, se lanzó el Subprograma de urbanización de villas y asentamientos precarios con la provincia y 8 municipios del conurbano bonaerense, combinando programas anteriormente citados. El caso del Subprograma de Urbanización de villas y asentamientos precarios En tanto instrumento de gestión, el Subprograma presenta algunas cuestiones innovadoras. Se desarrolla en territorios focalizados, una veintena de las mayores villas y asentamientos de la región metropolitana de Buenos Aires15, algunos de los de mayor antigüedad, generados por políticas “desarrollistas” de desplazamiento y erradicación16. Territorios conflictivos y “olvidados”17, la mayoría de ellos se encuentra en los confines de las jurisdicciones locales, en los que no se han realizado actuaciones de importancia por largos períodos. Se propone como una política de radicación de la población, implícitamente reconociendo los derechos de sus habitantes sobre las tierras que ocupan. La escasez de las tierras es a su vez uno de los puntos críticos, necesarias tanto para despejar terrenos que permitan la apertura de calles y el pasaje de infraestructura como para asegurar adecuadas condiciones de vida dejando atrás el hacinamiento. La modalidad de actuación elegida, de obra pública por concesión a empresas, también incide en la definición de los proyectos, dada la preferencia de actuar en terrenos despejados (la “tabula rasa” de la modernidad). Es por eso que en su mayoría los proyectos imponen a la población un desplazamiento, que aunque mínimo –al ser realizado dentro del mismo barrio- implica una fuerte modificación de las relaciones de cercanía –vecinales e intrafamiliares-, así como la imposibilidad de rescatar las inversiones realizadas con el esfuerzo propio durante largos períodos de su vida. Este Subprograma tiene varios aspectos interesantes. Es un instrumento útil para la combinación de recursos de diversas fuentes dentro del Plan Federal. Articulándose según el caso, recursos provenientes del Programa Federal de Construcción de Viviendas (PFCV), del Programa Federal de Emergencia Habitacional, del Programa Federal Mejor Vivir, del Programa Federal de Mejoramiento de Viviendas, del Programa de Mejoramiento de Barrios (PROMEBA), así como de fondos destinados a infraestructura y equipamiento comunitario. Es destacable también que la intervención se realiza, en varios casos, en villas que tuvieron origen en soluciones (transitorias) que el Estado implementó en procesos de erradicación, como los casos de los Núcleos Habitacionales Transitorios de Los Álamos, en Quilmes, Villa Palito en La Matanza, Las Flores en Vicente López o Carlos Gardel, en Morón, ubicada en terrenos adyacentes al complejo habitacional Presidente Sarmiento, construido por el FONAVI. Pese a la novedosa articulación entre distintas áreas y niveles de gobierno, el enfoque continúa siendo sectorial, “viviendista”, entendiéndose las acciones en términos de cantidades de viviendas, de empleos temporalmente generados, de crecimiento del sector de la construcción, sin contemplarse que se están construyendo barrios y ciudades para las generaciones futuras. La acción pública sobre lo habitacional no se restringe sólo a la vivienda, sino que es complementaria sobre la actuación y o regulación de las formas de producción e intercambio del suelo urbano, los servicios e infraestructuras 15

Relevamientos en curso en la región estiman entre 700 y 1000 el número de villas y asentamientos en el AMBA (InfoHábitat- UNGS) 16 Las Villas de La Cava, Palito, Tranquila y Las Flores tienen más de 40 años de existencia. Tanto Palito como Las Flores surgieron por el desplazamiento de sectores populares y su ubicación en NHT, núcleos habitacionales transitorios a la espera de las prometidas viviendas definitivas. 17 Aunque fuertemente asistidos por las políticas de alivio a la pobreza. 13


urbanas y el stock habitacional construido, dado por el marco jurídico y/o las respectivas políticas sectoriales. Específicamente en la Área Metropolitana de Buenos Aires, esta política ha tenido un diseño institucional, con modos de gestión (y productos) basado en la ejecución de viviendas agrupadas en conjuntos habitacionales (de densidad media alta) o barrios de viviendas individuales. Si bien hubo períodos de cierto auge de construcción de viviendas, la producción de vivienda social en el AMBA en las dos últimas décadas ha sido escasa en términos cuantitativos. Encontramos contrastes importantes en la forma en que el Subprograma se está implementando en cada localidad. Si bien las propuestas se presentan con carácter “integral”, no siempre se tienen en cuenta las capacidades de gestión y los recursos necesarios para llevarlas a cabo. En la mayoría de los casos no existe una forma de evaluación global o monitoreo del proceso, y las formas participativas de control, si existen, resultan esporádicas. La dinámica de la actuación modifica las intenciones. El cortoplacismo de los tiempos políticos se impone. En la mayoría de los casos observados los habitantes involucrados permanecen al margen del proceso de construcción de su nuevo barrio, cuyas características no sólo no han sido discutidas públicamente sino que se desconocen hasta muy avanzado el proyecto. Llama la atención la endeblez de los mecanismos institucionales para la identificación de necesidades y para asegurar la participación y el protagonismo de los propios sujetos afectados por la cuestión social a la que se intenta responder. Representaciones sociales y hábitat: subjetividad, identidad, memoria, participación, apropiación A partir de las entrevistas realizadas en territorio constatamos que el impacto de la desinstitucionalización de la vida de los sectores populares y los efectos del neoliberalismo merecen ser analizados en relación a la crisis de las identidades sociopolíticas, la desregulación social y el nuevo modelo de control y dominación política basado en el asistencialismo y el aumento del carácter represivo del Estado, ya que inciden fuertemente en la subjetividad de las poblaciones más empobrecidas. La inestabilidad en todas sus formas, la incertidumbre y la precariedad van generando la ausencia de expectativas de vida en donde en el futuro no se avizora más que una continuidad naturalizada, impactando fuertemente en los imaginarios y representaciones. Encontramos en las formas de vida de estos territorios la “lógica de cazador” enunciada por Merklen, bajo la cual los individuos deben procurarse los recursos para sobrevivir sin posibilidad alguna de planificación reflexiva sobre su vida. En este contexto de extrema exclusión, la desaparición de los marcos normativos vuelven difusa la frontera entre legalidad e ilegalidad y tanto la experiencia cotidiana de la desorganización como la multiplicación de estrategias fragmentadas e informales de supervivencia aumentan los rasgos de una forma de estar en el mundo que no sólo no permite la proyección a futuro y dificulta el desarrollo de capacidades autónomas, del tejido y los lazos sociales. La identidad y la memoria respecto de una historia vivida en común y la problematización colectiva de una situación compartida aparece en algunos casos a través de ciertos acontecimientos, expresiones culturales o actividades promovidas por actores externos a los barrios, pero está claro que la propia dinámica de la precariedad e inestabilidad como forma de vida en un contexto de necesidades básicas no satisfechas y manipulación y control social por parte del poder político, vuelve muy dificultosa la construcción de proyectos de participación real en cuestiones que desplieguen ejercicios de ciudadanía. Llegados a este punto, nos preguntamos entonces ¿qué implica y qué dimensiones se ponen en juego en un proceso de transformación del territorio donde habitan los sectores populares más empobrecidos? ¿Cómo pensar y cómo implementar entonces una política de transformación habitacional? Si el objetivo del Plan Federal de Viviendas y específicamente del Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios del gobierno de Kirchner es, desde su formulación, la integración social, ¿cuáles son las formas y mecanismos de implementación que lograrían dicho objetivo?

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3. La comunicación como espacio de fortalecimiento de procesos de transformación integrales y participativos El actual distanciamiento entre el sistema político y la sociedad requiere que las políticas públicas que afecten a los sectores populares y sus formas de vida, configuren nuevos mecanismos, institucionalizados y dinámicos, de participación, articulación e interacción entre la sociedad y el Estado. Esto se vuelve aún más necesario cuando nos referimos a procesos que ocurren en el ámbito de lo local, por las transformaciones que han convertido al territorio en el espacio de construcción de nuevas relaciones sociales. La reconfiguración de los modos de vida de los sectores populares en términos territoriales y comunitarios surge como una creación de nuevas formas de sociabilidad y politicidad tanto desde arriba como desde abajo. La particular articulación entre las respuestas que han surgido desde lo social y desde lo político definen de la especificidad de cada situación territorial, las características de los procesos en cada barrio. De ahí, nuestra hipótesis de trabajo en relación a los procesos de transformación del hábitat es que explorar y explotar la dimensión comunicacional de dichos procesos puede convertirse en el motor de nuevas formas de participación y articulación entre los diferentes actores involucrados. Pensar y practicar nuevas formas de comunicación permiten ensayar otras formas de interacción entre el Estado y la sociedad, que contemplen las particularidades socio territoriales y que permitan la participación de los mismos habitantes en la definición de las políticas que los involucran, en pos de soluciones más integrales y sostenibles en el tiempo. El “poner en común” que suponen las relaciones comunicacionales permitiría a los vecinos ser protagonistas de la transformación y sujetos de construcción de su propia ciudadanía en un modelo de democracia más participativo. El abordaje desde la Comunicación Comunitaria La comunicación es una práctica, una construcción, una producción social que permite conocer la forma en que los sujetos piensan y representan el mundo. Como proceso humano la comunicación pone en contacto, pone en común y colabora en la construcción de sentido que hace una comunidad determinada. Tomar esta perspectiva implica deshacerse del carácter instrumental de la comunicación, como herramienta que busca generar “con ciertos mensajes tales efectos”. La comunicación comunitaria aspira a generar procesos de transformación que permitan desarrollar y construir espacios para el intercambio, la participación, el respeto, el aprendizaje colectivo y la escucha, aspectos usualmente relegados por prácticas arraigadas en la gestión pública. La dificultad de construir estos espacios se genera en el (des)encuentro de las diferentes lógicas y tiempos de las políticas del Estado y las realidades de los barrios. La falta de comunicación entre los actores que intervienen en estos procesos obstaculiza la valoración de esta dimensión. La comunicación comunitaria promueve la construcción de lazos sociales, el fortalecimiento de las identidades colectivas, la recuperación de las prácticas solidarias y la organización del barrio. Como sostiene Jesús Martín-Barbero, “si comunicar es compartir la significación, participar es compartir la acción” (Barbero, 2003). La mirada participativa sobre las problemáticas que afectan a una comunidad permite desarmar las explicaciones que las naturalizan para encararlas desde su complejidad y así generar un cambio. El eje principal de la comunicación comunitaria es entonces la participación de todos los actores involucrados en un proceso que involucra a una comunidad. Es esta dimensión la que permite pensar al trabajo comunicacional como una forma de democratización de los procesos sociales. Explicitar, compartir y acordar significaciones, promover la participación y socializar la información y el conocimiento disponible sobre una cuestión o problema en común es parte de lo que consideramos cuando hablamos de explorar la dimensión comunicacional. Según Massoni, “la mirada comunicacional se propone como un espacio de articulación de distintos dominios y perspectivas para abordar la complejidad sociocultural”(Massoni, 2002), es decir, la comunicación puede ser entendida como el momento relacionante de la diversidad sociocultural y de 15


la heterogeneidad de miradas necesarias para aprehender estos procesos. Puede constituir un espacio en donde integrar, “poniendo en común”, las múltiples disciplinas y saberes que deben ponerse en juego para abordar los complejos procesos de transformación que afectan de manera integral las formas de vida de los barrios. La comunicación es, entonces, la dimensión de la participación, el encuentro y la forma en que se relacionan los actores intervinientes comprometidos en la construcción de sentidos propios que los representen. Los espacios y herramientas de comunicación son aquellos a través de los cuales los diferentes actores exponen sus ideas, deseos, proponen, escuchan y son escuchados, y así pueden coordinar, discutir y acordar formas y contenidos de la transformación que los afecta. La práctica de la comunicación entendida como proceso estructurante y mediador en instancias de transformación, permite construir formas institucionalizadas de acción sobre los asuntos públicos que no dependan de la arbitrariedad de los gobiernos, sino de mecanismos y acuerdos democráticamente consensuados que legitiman las acciones y permiten construir ciudadanía. Comunicación y transformación del hábitat: un desafío teórico-práctico Los proyectos implementados por el Subprograma de urbanización de villas fueron, en su mayoría, elaborados desde sectores gubernamentales sin conocer en profundidad las realidades sobre las que intervienen ni consultar a los vecinos involucrados acerca de las alternativas posibles18. De esa manera, no suelen contemplar la historia, los sueños o los deseos del barrio que se pretende transformar. Se opera desde un sentido común dominante que determina cuáles son las necesidades de los habitantes sin conocer su opinión y sin generar espacios para que su voz esté presente durante el proceso. La incomunicación parece ser parte de la mayoría de las formas de implementación de este programa. La comunicación en el proceso de transformación sociourbana de las villas no sólo trata sobre la información acerca de las acciones, sino que incluye fundamentalmente el grado de acuerdo, encuentro e interacción entre los actores principales del proceso en relación a los sentidos que esa transformación representa, produce y reproduce. Es decir, de qué manera las representaciones sociales que estas intervenciones en el territorio modifican, niegan, contemplan o producen son colectivamente elaboradas y consensuadas. La comunicación es, desde este punto de vista, también una necesidad estratégica en tanto la producción de mensajes consensuados y la promoción de redes de comunicación generan sinergias positivas que facilitan la acción pública, en lo inmediato y fortalecen las condiciones necesarias para sostener en el tiempo una mejora en las formas de vida. La comunicación en estos procesos es una dimensión que interviene directamente sobre la conformación de diferentes tipos de sociabilidad y el fortalecimiento y (re)construcción del entramado social. Desde nuestra perspectiva, el trabajo desde la dimensión comunicacional posibilitaría, entonces, la apropiación colectiva de la transformación, y es ésta, la condición necesaria para pensar en estos procesos de urbanización como oportunidades para afianzar la identidad y la proyección de futuro, promoviendo así una mayor integración social. Hacia la búsqueda de nuevas herramientas, usos y desafíos Si bien la Comunicación comunitaria ha profundizado en el análisis y el desarrollo de estrategias y herramientas comunicacionales capaces de aportar al fortalecimiento del sentido de pertenencia barrial, estas no suelen aplicarse en estos procesos de transformación sociourbana. Se trata de herramientas que promuevan la articulación y expresión de las demandas y propuestas de los habitantes, el desarrollo de capacidades colectivas para la gestión de estos procesos o la ampliación del espacio público con la participación activa de la población involucrada. Existe un desafío tanto teórico como práctico de 18

Como excepción en la forma de implementación de estas políticas destacamos tanto el proceso autogestionario de planificación del barrio en villa Palito en la Matanza como la realización d etalleres participativos de diseño de viviendas para los casos de la II Etapa en la villa Carlos Gardel en Morón. 16


explorar y construir diferentes instrumentos y metodologías comunicacionales que aporten a procesos específicos de transformación habitacional. En el escenario actual de la implementación del Subprograma, los barrios suelen quedar al margen del proceso de toma de decisiones, generando un creciente extrañamiento en relación al mismo. La perspectiva de la comunicación comunitaria plantea entonces, el reconocimiento de la realidad comunicacional de los barrios, la identificación de los canales y actores, códigos y contextos que constituyen a las relaciones de comunicación que caracterizan a cada situación barrial en particular. Este proceso de reconocimiento es central a la hora de definir los contenidos y formas de los mensajes a producir, así como los lenguajes y canales a utilizar para llegar a los diferentes actores de la comunidad. Esto significa que la identificación de los habitantes con el cambio impuesto desde arriba sucederá en la medida en que estos vecinos puedan poner en común, con los otros actores, sus propios sentidos, necesidades, opiniones y expectativas en relación al proceso. El trabajo desde esta perspectiva promueve a los vecinos a apropiarse de diferentes lenguajes de comunicación en beneficio de sus propios fines en el proceso de cambio. La elección del formato, soporte o género a utilizar, debe surgir de la propia necesidad del barrio. Hemos trabajado, hasta el momento, en distintos barrios con diferentes herramientas de comunicación en función de las necesidades de cada uno: diagnósticos comunicacionales participativos, registros y elaboraciones de productos audiovisuales y fotográficos, talleres de diseño participativo de piezas gráficas, son algunas de las herramientas que exploramos en conjunto con los vecinos. En este sentido, la comunicación comunitaria, a través de diferentes herramientas, propone compartir las singularidades locales, las propias referencias culturales, desarrollar un sentido crítico en la lectura de las imágenes y los símbolos y en la adquisición de los diferentes lenguajes de comunicación. Además de trabajar sobre los contenidos a comunicar relativos al proceso de cambio sociourbano nuestra intención es profundizar en la recuperación de la historia, la memoria y la identidad de estos barrios, dimensiones que el mismo Subprograma no contempla a pesar de su importancia para la construcción de ciudadanía y la integración social. A modo de ejemplos, tanto la producción gráfica como los medios audiovisuales pueden ser herramientas de comunicación comunitaria que aporten a procesos de transformación subjetiva de los vecinos involucrados en la urbanización de sus barrios. La práctica del diseño es, desde nuestra perspectiva, una operación social inscripta en un contexto determinado en el que se toma una posición activa. Es decir, la comunicación gráfica no puede quedarse atada a los elementos formales de las piezas sino que debe interactuar con la misma comunidad que quiere comunicarse, las imágenes se piensan, de esta manera, insertas en la acción. A la imagen estática clavada en una pared, se le opone la imagen llevada, usada, tachada y arrastrada hacia una dinámica social y humana. Ahora bien, para llegar a este objetivo es necesario darse el tiempo de la interacción, el tiempo de la construcción de encuentros que permitan el intercambio de saberes y contenidos a comunicar. Ello requiere antes que nada el ejercicio de la escucha, de la lectura de las prácticas de los vecinos que habitan un barrio, sus problemas, sus sitios, sus miradas, sus lenguajes. Las piezas gráficas no son entendidas entonces como productos cerrados sino como objetos cuya producción genera reflexión y participación. La relación entre el emisor y el receptor de los mensajes contenidos en las piezas se propone dinámica, abierta y transformadora, asumiendo que todos son a la vez emisores y receptores. Esto supone trabajar no sólo la forma de las piezas sino los modos de su utilización, es decir, integrar en la creación de imágenes el modo de su difusión. El registro audiovisual –en video y fotografía- de los procesos de transformación permite aportar a una construcción de la memoria e historia del barrio. El material recopila de manera vivencial las experiencias cotidianas de la vida comunitaria apelando a la emotividad de la gente. La proyección colectiva de los materiales producidos permite a la vez “reflejar” los procesos de transformación y “reflexionar” colectivamente sobre ellos. La estrategia audiovisual utilizada comunitariamente apela a la idea de pertenencia, genera espacios de creación y encuentro y fortalece los mismos lazos comunitarios. Es una forma de trabajar que motiva a los vecinos a iniciar procesos de comunicación local ya que permite ampliar y llevar al espacio de lo público las problemáticas de la comunidad. En la medida que los vecinos participen activamente en el proceso de realización de los videos (eligiendo contenido, 17


debatiendo la edición, organizando la exhibición, etc.) estos se convierten en herramientas que empoderan y promueven la organización y el protagonismo de los mismos vecinos. Estas herramientas, son algunas de las tantas formas posibles de trabajar la comunicación comunitaria para profundizar la participación en los procesos de transformación de los barrios populares. Los instrumentos, los medios y los espacios de comunicación se piensan como espacios de democratización de una gestión pública que afecta las formas de vida de los barrios de una manera integral. El desarrollo de estas herramientas prácticas debe surgir de la misma necesidad de los barrios y dar cuenta de la multiplicidad de voces existentes, permitiendo así avanzar en el camino de apropiación del proceso de cambio del hábitat. Si pensamos a las herramientas y capacidades de comunicación como modalidades dinámicas que promuevan a los vecinos a volverse sujetos de la transformación de sus barrios, es necesaria, a su vez, una reformulación de la teoría y de la implementación de las políticas relativas a los sectores populares, el territorio y los espacios sociourbanos. La posibilidad de transformar estos territorios hacia mejores condiciones de vida y de generar los espacios necesarios para desarrollar subjetividades autónomas que logren un efectivo ejercicio de la ciudadanía, requiere de la reflexión teórica y el diseño de política públicas: por un lado, un (re)conocimiento más complejo de estas realidades y, por el otro, un abordaje que trascienda las miradas disciplinares y sectoriales. El desafío que se plantea para el Estado –tanto para los técnicos como para el conocimiento producido en la Universidad pública-, es el de salir al encuentro con la sociedad y construir un saber-hacer articulado con los mismos sujetos de las cuestiones y problemas que intentan abordar.

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Bibliografía AAVV, Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, (UPPC-UNLP, 2005), Sembrando mi tierra de futuro – Comunicación, planificación y gestión para el desarrollo local, Ediciones Unidad de Prácticas y Producción del conocimiento, La Plata. Barbero, Jesús Martín. (2003); La educación desde la comunicación, Grupo Editorial Norma, Colombia. Centro de Derecho a la vivienda y contra los desalojos –COHRE-, (2005); El derecho a la vivienda en la Argentina, Informe misión de investigación, Ginebra. Cravino, Cristina, Fernández Wagner, Raúl; Varela, Omar (2002) “Notas sobre la política habitacional en el Area Metropolitana de Buenos Aires en los años ´90”, En: Andrenacci, Luciano (org.) Cuestión social y política social en el Gran Buenos Aires. Universidad Nacional de General Sarmiento. Ediciones Al Margen. La Plata. Fernández Wagner, Raúl; Varela, Omar (2004), “Mercantilización de los servicios habitacionales y privatización de la ciudad. Un cambio histórico en los patrones de expansión residencial de Buenos Aires a partir de los ‘90”, en Catenazzi, A. y Lombardo, J.(comp.), La cuestión urbana en los ’90 en la RMBA, UNGSEditorial Al Margen. La Plata. Fernández Wagner, R., Silva, M.R., Varela, O; (2005); “Hábitat y desarrollo local: programas públicos de intervención socio-espacial en áreas de pobreza urbana de grandes ciudades”. Informe de investigación INFOHABITAT, (mimeo). Frederic, Sabine, (2004); Buenos vecinos, malos políticos. Moralidad y política en el Gran Buenos Aires. Prometeo. Buenos Aires. Kors, Julia y Martí, Andrea (2005); “Regularización Dominial de Tierras Fiscales”, (comunicación publicada en internet) Massoni, Sandra, (2002); “Estrategias de comunicación: una mirada comunicacional para la investigación sociocultural” en Recepción y Mediaciones de Guillermo Orozco Gómez (Coord.). Grupo Editorial Norma, Buenos Aires/ Venezuela. Merklen, Denis, (1991); Asentamientos en La Matanza. La terquedad de lo nuestro. Catálogos. Buenos Aires. Merklen, Denis, (2005); Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina, 1983-2003). Gorla. Buenos Aires. Oszlak, Oscar; (1991); Merecer la ciudad. Los pobres y el Derecho al Espacio Urbano. Cedes. Buenos Aires.. Pirez, Pedro; (2000); Servicios urbanos y equidad en América latina. CEPAL, Santiago de Chile. Ratier, H.; (1985); Villeros y villas miseria. CEAL. Buenos Aires. Rofman, Adriana, comp. (2002), La acción de las organizaciones sociales de base territorial. Programa de Desarrollo Local (cartilla 5). Instituto de Estudios y Formación (CTA) – Instituto del Conurbano (UNGS), San Miguel. Svampa, M. (ed.) (2003); Desde abajo. La transformación de las identidades sociales. Biblos. Buenos Aires. Svampa, M. (2005); La sociedad excluyente. Aguilar / Taurus / Alfaguara. Buenos Aires. Varela, Omar; Polo, Patricia, Rofman, Adriana; Suarez, Francisco; (2004), “La dimensión de la cultura y la comunicación en los procesos de desarrollo local”, en Problemas de Comunicación y Desarrollo, Instituto de Desarrollo Humano, UNGS, San Miguel.

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Anexo Proyectos del Subprograma federal de urbanización de villas y asentamientos precarios registrados Barrio

Municipio

Cant. familias

Compromiso Subprograma

Las Flores La Cava Cava Chica Carlos Gardel Palito

Vte López San Isidro San Isidro Morón

1500

1498 vvdas. 1882 vvdas. 246 vvdas. 432 vvdas.

La Matanza

1400

Las La Matanza Antenas Mercadito, La Plata Unión y Autopista Villa Avellaneda Tranquila

410

Viviendas en construc. 184 428 244 206

Mejoramient os de vvdas.

Obras de infraestr.

No 200 70 no

si si si si

535

406 vvdas. 1358 mejoram.* 927 vvdas. 423 mejoram.* 798 vvdas.

410

no

si

1912

730 vvdas

183

no

no

960

si si

* A pedido de los vecinos, los mejoramientos se dirijen a ampliar las nuevas viviendas, que por proyecto resultan pequeñas para las familias que los habitan

C+D/COMUNICACIÓN + DESARROLLO HUMANO 4775-6115 / 15-5101-1393

/

cmasdh@yahoo.es

Somos un equipo transdisciplinario que trabaja la comunicación en procesos de desarrollo comunitario con el fin de aportar a: la construcción de procesos participativos, la integración social y la articulación de prácticas sociales  el fortalecimiento de identidades e imágenes colectivas  

María Campano/Productora Integral de Televisión/Estudiante de Comunicación Social. Paulo Fabián Campano/Director de Cine/Antropólogo. Juan Carlos Carbonell/Diseñador Gráfico/Docente DG-FADU-UBA y Comunicación-IDH-UNGS. Florencia Croccia /Diseñadora Gráfica/Docente DG-FADU-UBA. I n é s A g u s t in a F e r n á n d e z/Arquitecta, especializada en urbanismo y vivienda/Docente PU-FADU-UBA. Maria Lara Gonzalez Carvajal/Lic. Ciencia Política/Docente CBC-UBA. Omar David Varela / Arquitecto, especialista en hábitat popular/Docente PU-FADU-UBA y Urbanismo-ICO-UNGS.

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