a hablar sobre diferentes estratégias para poner en funcionamiento la creatividad, cuestiones sobre las que ella ha llevado a cabo una investigación sistematizada, a pesar de tratarse de algo difícil de sistematizar por su intangibilidad.
El creativo o el artista tiene la necesidad de expresarse o de comunicarse, o de ambas cosas, y eso se opera a través del mercado. Y en esa operación hay dos aspectos que a veces no coinciden: el valor y el precio del producto.
Así, la existencia, en cada uno de nosotros, de ciertos recuerdos originales adquiridos en la primera infancia que parece que están cargados de una energía especial, y que volviendo a ellos, esa fuerza puede ser liberada y actuar como potente motor de inspiración y creatividad. O el mito de la visión auroral, del que al ser capaz de percibir las cosas con la intensidad de la primera vez, es como si bebiera de la misma fuente de la creatividad.
Durante su intervención, Carmelo nos fue mostrando imágenes comparativa, tales como las dunas de Maspalomas antes del boom turístico y en la actualidad, para ilustrarnos un concepto paradójico: la creatividad destructiva. Planteándonos que como fruto de esa creatividad, ese paraje natural se ha transformado con el tiempo en una importante industria turística, y que dicha industria puede ser cuantificada en términos de valor económico, pero que la cuestión que hay que preguntarse es ¿cuál sería actuálmente el valor económico de ese paraje (que se podría también cuantificar) de haberse conservado en su estado anterior?
Otro aspecto de la casuística de la creatividad, destacado por Matilde, fue el caso paradigmático de cuando alguien crea algo y resulta que“casualmente” eso mismo ya lo creó otra persona con la que no existia ningún contacto. Entonces no hay ninguna explicación, a no ser que se conciba la creatividad como una “onda”, “algo que anda por ahí”, y el creativo lo que hace es conectarse con ello. Y pueden hacerlo varias personas, distantes en el espacio, a la vez. También otra constancia, enunciada por Matilde, fue que por la exigencia, urgencia y presión que caracteriza al mundo publicitario, la publicidad supone un gran entrenamiento para la creatividad. En la tercera etapa de nuestro recorrido, con Isabel Corral, profesional de sólido prestigio en Gestión y Conservación del Paisaje, vimos que como artistas no sólo debemos interesarnos por la obra, también por la relación de ésta con el entorno. Al tener en cuenta el entorno, e ir subiendo en escala, al final nos encontramos con la capa del paisaje y del territorio. Esta capa superior es una obra colectiva creada a lo largo de la historia, donde la autoría ya no tiene sentido. Una obra en la que vivimos y a la que transformamos constantemente. Una obra en la que todo se debería de reducir a algo tan sencillo como ir transformándola de manera que generemos
Y llegamos al final, con el psiquitra Ramón Carballo, cerrando el circulo y volviendo al punto de inicio de todo: ese caos o ese orden o esa complejidad que somos nosotros mismos. Nosotros mismos como sujetos y objetos del ambiente, del permanente cambio, de la creatividad. Nosotros mismos como obra, nosotros mismos como creador. Somos los creadores de nosotros mismos y de lo que nos rodea, a lo que sobreimponemos nuestra singular percepción del mundo desde nuestro sistema de ideas y creencias. La experiencia creativa es excepcional, lo habitual es ocupar nuestra mente con pensamientos repetitivos que se suceden una y otra vez de forma automática. En definitiva, la creatividad, como para la filosofía platónica, es un camino para dejar de ser autómatas, para dejar de ser víctimas de nosotros mismos. Finalmente, tras este breve recorrido, tan sólo añadir algunas ideas al hilo de lo expuesto. La Filosofía es una disciplina más involucrada con la sabiduría que con la inteligencia, al igual que la creatividad no está necesariamente relacionada con un alto índice de inteligencia. Si la Creatividad es el arte de encontrar soluciones, la Filosofía es el arte de cuestionarlo todo. Una es la respuesta, la otra la pregunta. Filosofar, es plantear preguntas adecuadas y construir ideas consistentes. Las ideas son la meteria prima de la Filosofía. Creación e ideación son dos términos de muy parecido —o idéntico— significado. Filosofar es crear. Vivimos en una cultura de consumo convulsivo, en la que muy especialmente —queramos o no— actuamos como grandes
una mayor calidad de vida para todos. Cosa que por desgracia no suele anteponerse a otros intereses más egoistas e insostenibles.
depredadores de contenidos audiovisuales. Allá dónde miramos, estemos dónde estemos, la publicidad nos acompaña.
El cuarto día, conducidos por Carmelo León, catedrático de Economía y experto en Turismo Sostenible, atravesamos el aspecto económico de la creatividad, el santum santorum de toda la cuestión. Aquel en que la creatividad se comunica/intercambiaba con el medio a través del mercado. El mercado es aquello en que la creatividad al final se constata, se pone en marcha, se desarrolla y se materializa.
No podemos perder de vista que cualquier acción creativa que realicemos no se produce en el vacío, se produce en un entorno al que altera o transforma. Por tanto, es importante reflexionar sobre qué pasa cuando aplicamos la creatividad, qué ocurre en el entorno.
Y lo que vimos es que detrás de esta creatividad y de ese intercambio, suele haber un proyecto vital. Proyecto que luego podrá tomar una forma legal como empresa unipersonal, familiar, colectiva o simple persona física. Pero, tarde o temprano, de una forma u otra, la obra acabará —o al menos esa es la intención— en el mercado. Un mercado, que en el caso de la industria de la creatividad, está más concentrado (y más intermediado), y por tanto más injustamente repartido, que en ningún otro sector económico. 100
La Economía, hoy día, lo es todo, incluso la política es economía. La economia es lo mas inmediato, lo mas inevitable, lo más urgente. En el mundo del arte, su productor, el artista, permite en exceso que sean otros los que regulen su mercado; quizás porque el artista todavía hoy se considera un “bohemio purista” que no tiene porque ocuparse de esas sórdidas cuestiones. Y por último, el sujeto de todas estas cosas es uno mismo. Y es en ese mundo interior donde también, y sobre todo, hay que ser creativo.