Paisaje, identidad y creatividad

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I CAMPUS DE VERANO DE LAS ARTES DE GUÍA taller de paisaje pintura, poesía y sostenibilidad

paisaje, territorio, arte y sostenibilidad ISABEL CORRAL Presidenta de Laboratorio de Paisaje de Canarias

Intentar sintetizar mi intervención en el debate “Paisaje, territorio, arte y sostenibilidad” que tuvo lugar en el “I Campus de verano de las artes de Guía” no es en absoluto sencillo, puesto que el tiempo modifica en nuestra memoria las palabras dichas por otras que, si bien están enraizadas en los mismos conceptos, pueden alejarse de aquellas puesto que como el paisaje, nuestra memoria es el resultado, a veces selectivo, de la superposición de imágenes y conceptos día a día reelaborados.

Siendo así, el arte, en tanto que manifestación perceptiva de un artista, debería en mi opinión contribuir a la reconducción de aquellos procesos que inciden de forma negativa en nuestra calidad de vida, puesto que aportar reflexión y sensibilidad a la mirada es una necesidad cada vez mayor, a la vista de las inercias depredadoras que sobre el territorio provienen desde distintos ámbitos, también desde el artístico, casi siempre vinculados a las economías o tendencias del mercado imperante.

Vaya por delante mi agradecimiento a los organizadores de la iniciativa, a Jorge Riechmann que introdujo y presidió el debate, así como a todos los colegas y participantes allí congregados.

Pero si la subjetividad de cualquier percepción es innegable, al estar directamente relacionada con una determinada escala de valores, el paisaje no es sólo visual, ya que para las personas con minusvalías puede ser una construcción mental producto de “lo oído, lo olido o lo tocado”. Una cuestión que nos permite preguntarnos, y respondernos a través del arte quizás, si la belleza visual más o menos objetiva (o subjetiva) de un paisaje es lo único que importa.

Sea como sea, lo esencial de mi intervención en aquel momento no debió estar muy lejos de los objetivos que con el transcurso del tiempo se han ido concretando en mi pequeña aportación al Gabinete PRAC o al Laboratorio de Paisaje de Canarias: la preservación del paisaje; de Canarias, porque aquí vivo y trabajo desde hace muchos años, pero también de cualquier otro paisaje, porque todos ellos forman parte de la memoria colectiva de una determinada comunidad. El paisaje, según la definición consensuada en la Convención Europea de Paisaje, es cualquier parte del territorio, tal como es percibido por la población, cuyo carácter resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones. En otras palabras, el paisaje nos muestra el orden y el desorden con el que utilizamos el medio en el que vivimos y, por tanto, con el que desarrollamos nuestra propia vida. El intenso desarrollo económico y urbanístico producido en nuestras islas durante las últimas décadas (con el progresivo proceso de colonización, explotación, y abandono, en especial de la agricultura tradicional que en gran medida contribuyó a la configuración de nuestros paisajes actuales) ha originado un flujo de edificaciones y barrios que se asoman a los barrancos y descienden por sus laderas hasta llegar al propio lecho, o se esparcen por el territorio como si alguien desde otro lejano planeta hubiera lanzado pequeños artefactos que caen sobre el nuestro “sin orden ni concierto”. Un fenómeno que ejerce una negativa presión sobre los valores históricos y ecológicos de nuestro territorio y, por tanto, de sus paisajes. Por ello, utilizando palabras de J.M. Aceytuno, si la construcción del paisaje ha sido la consecuencia fundamental de la interacción del hombre en el medio, y la identificación del lugar un rasgo básico para el reconocimiento de la diversidad cultural, ¿no es el paisaje la razón de ser de cualquier proyecto? “Paisaje, territoriO, arte y sostenibilidad” son palabras que, como todas, tienen distintos significados según quien las pronuncie y dependiendo del orden en el que sean dichas o escritas. Para mi, el debate debería inevitablemente traducirse en preguntas como: ¿qué puede aportar el arte a la sostenibilidad del territorio y de su paisaje? o ¿no será que sobran “cosas” y lo que necesitamos realmente son mayores “vacíos llenos de coherencia” en los que poder respirar todos, habitemos en un espacio natural protegido o no, en una ciudad o pueblo, o en cualquiera de las periferias urbanas que forman parte de nuestro paisaje cotidiano?

Podríamos así reflexionar sobre algunas políticas llamadas “paisajistas”, dedicadas en realidad, y sin mayor criterio, al embellecimiento, o sobre algunas acciones artísticas que inundan el espacio público con obras que en muchos casos no sólo no aportan una mayor calidad al paisaje, sino que obstaculizan su percepción real. El paisaje no es sólo un escenario en el que todo cabe sino un patrimonio común, con valor público (natural, social, económico y estético) con independencia de autorías y titularidades. En definitiva, esperando haber logrado recomponer en este escrito una síntesis de los conceptos que en su momento deseé trasmitir, finalizo con algunas otras citas que han marcado mi particular trayectoria vital. De hecho, el hombre no elige nunca el lugar; se limita a descubrirlo. (Mircea Eliade, 1952). Una investigación comienza en abstracto por el vacío. Y el vacío no se ocupa, no se pinta, se piensa. Se piensa con el no-color. No podemos renovar el espacio si no somos capaces de desnudarlo, como operación previa, estética, de la inteligencia. (Jorge Oteiza, 1957). Para la comprensión del sentido simbólico de un paisaje hay que leer en él lo dominante y lo accesorio, el carácter general y el de sus elementos. Cuando una expresión cósmica domina, lo unifica todo y es el elemento el que habla más que el paisaje; por ejemplo: el mar, los desiertos, las llanuras heladas, la cumbre de una montaña, las nubes y el cielo. Cuando hay equilibrio y variedad de factores es cuando la necesidad de interpretación es mayor. Debe buscarse entonces: el orden espacial del paisaje dentro de una demarcación que lo limite y particularice, estructurándolo a manera de una construcción u obra de arte. (Eduardo Cirlot, 1979).


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