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"Tenemos grandísimos profesionales dedicados a la educación y un caudal de presencia profética"
from Revista EC 117
Antonio Roura. Director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura
Pedro J. Huerta. Secretario general de Escuelas Católicas
Antonio Roura ha sido director de la revista Religión y Escuela hasta que hace unos meses fue nombrado director del Secretariado de la Comisión Espiscopal para la Educación y la Cultura de la Conferencia Episcopal Española. Aprovechamos su colaboración estrecha con la Iglesia y su experiencia como docente de Religión para reflexionar junto a él sobre la presencia de la Iglesia en el ámbito educativo, el nuevo currículo de la asignatura de Religión y el reto de la competencia profesional docente.
Desde el mes de septiembre asumes el Secretariado de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura. Aunque venías colaborando desde hace tiempo, ¿cómo percibes ahora desde esta responsabilidad la presencia de la Iglesia en el mundo educativo?
Pues lo que me ha llamado mucho la atención es la relevancia, hondura y el sentido que tiene el compromiso de la Iglesia con la educación. Es sabido que la urgencia educativa es una constante en el Magisterio de la Iglesia y lo ha sido, sin duda, de una manera especial durante el pontificado de Francisco. También lo es para la Iglesia en España. Empezando por los obispos de la Comisión que preside monseñor Alfonso Carrasco Rouco, pero, con igual intensidad se vive esa preocupación en cada una de las diócesis. También he percibido el compromiso y la entrega de quienes vienen siendo los grandes actores de esta presencia: la vida religiosa, profesores de colegios de ideario cristiano, profesores de Religión, profesores católicos en la escuela pública, universidades, etc. En todos los actores de la educación católica se percibe, además de una clara disposición a colaborar en la misión compartida, una actitud permanente de discernimiento sobre los “qués” y los “cómos” de la presencia de la educación católica en un momento de cambio de época.
Desde la Comisión se está realizando un gran trabajo para visibilizar todas las realidades educativas en las que la Iglesia está comprometida, el Congreso “Iglesia en educación” fue un medio privilegiado para ello, que movió a muchas personas e instituciones, en muchos ámbitos. ¿Qué nos ha quedado de este Congreso y del trabajo realizado en sus dos etapas: los espacios telemáticos y la convocatoria presencial del 24 de febrero?
En mi opinión, el Congreso vino a canalizar y procurar un encuentro que todos necesitábamos. Por un lado, desde el Magisterio de la Iglesia se nos estaba invitando a cada uno de los implicados en la misión educativa, a evitar la autorreferencialidad y a encontrar en cada Iglesia particular modos de caminar juntos en la misión educativa. Por otro lado, desde cada una de las realidades y actores educativos se buscaba eso precisamente: espacios de escucha y de reflexión sobre la misión compartida. Tenemos grandísimos profesionales dedicados a la educación y un caudal de presencia profética, de vida entregada a la misión educativa, que deben encontrarse para avanzar, desde la fortaleza de la permanente novedad del Evangelio,
La plenaria de la Conferencia Episcopal de finales de marzo ha aprobado un Consejo de la Iglesia en Educación. ¿Cómo se va a organizar y qué retos tiene por delante?
Efectivamente, en la Plenaria celebrada recientemente, se dio el visto bueno a un reglamento que pretende articular un modo de canalizar esa necesidad de escucha, discernimiento y visión compartida de la que hemos hablado. En ese reglamento la participación se articula a través de un Pleno constituido como continuidad de los ámbitos en los que se organizó el Congreso de 2024. El Pleno se reunirá dos veces al año para reconocer aquellos asuntos sobre los que convenimos que se necesita reflexionar o hacer propuestas. Además del Pleno, un Seminario Permanente será el que, con más agilidad al tener menos miembros, pueda acompañar el día a día de la realidad educativa. El Consejo General de la Iglesia en la Educación (CGIE) contará con un centro de estudios y análisis para soportar en evidencias nuestras aportaciones o desmentir algunos de los tópicos que pesan sobre nuestra presencia y actividad.
Te pregunto ahora por los colegios. Llevamos varios años reflexionando sobre la identidad de la escuela de ideario católico, con la mirada puesta en la respuesta que estamos dando a los desafíos actuales (tanto educativos como sociales) y a la continuidad de la misión. ¿Crees que las instituciones educativas están asumiendo esta reflexión y tomando decisiones que no sean solo de preservación, sino de evangelización?
Sin duda, esa reflexión está calando en muchas instituciones educativas y me consta que desde Escuelas Católicas estáis acompañando ese proceso. La originalidad de la escuela católica, en diálogo con este momento de transformación de la educación, ha de nutrirse de la riqueza de su carisma fundacional y de la raíz eclesial de su misión. No seríamos valiosos si nos desarraigamos de aquella misión original que consiste en, a través de la educación, iluminar y transformar, con la luz del Evangelio, las vidas y el presente compartido. Ese camino a recorrer y que nos distinguirá de otras propuestas educativas pasa, por reivindicar -como sugiere el Magisterio de la Iglesia- tres aspectos: la originalidad curricular de nuestra propuesta cultural; hacernos reconocibles como comunidades en las que se hacen visibles y reales los principios de la doctrina social de la Iglesia; y vivirnos como expresión de la misión de la Iglesia al servicio del bien común.
En todos los actores de la educación católica se percibe una clara disposición a colaborar en la misión compartida y una actitud permanente de discernimiento sobre los “qués” y los “cómos” de la presencia de la educación católica
Eres un gran conocedor de la realidad de la asignatura de Religión, y sé que compartes con muchos la preocupación por la falta de profesores, por su formación y por la implantación del nuevo currículo. ¿Qué líneas se están planificando desde la Comisión para afrontar estas inquietudes?
Primero, déjame reiterar la preocupación por el desapego con el que la Administración está gestionando la regulación de la asignatura y el profesorado. Da igual el color político, la posición de las comunidades autónomas parece más orientada a no incomodar a quiénes tienen una postura hostil hacia la asignatura y el profesorado de Religión que a facilitar un encaje organizativo y administrativo que normalice su presencia para el bien del sistema educativo. En ese terreno nos queda camino por recorrer.
Como contrapartida, hay que reconocer el esfuerzo de las delegaciones diocesanas de educación, de instituciones educativas católicas y del profesorado de Religión por integrar en la docencia el modelo competencial y el nuevo currículo de ERE. Ha sido digno de reconocimiento.
Con respecto al profesorado de Religión destacaría dos preocupaciones. La aplicación en el aula del currículo competencial de Religión ha traído consigo, además de cambios en la programación, las didácticas y la evaluación, un gran desafío de actualización teológica en el profesorado. Ya no se trata de “transmitir” contenidos, cuanto de iluminar con la luz de la teología, el perfil de salida competencial. Resolver esta actualización teológica es urgente especialmente en el profesorado de Primaria y nos obligará a facilitar la formación permanente de los profesores en activo. En Secundaria y Bachillerato la urgencia es la escasez de profesores. También en ese sentido la Comisión Episcopal, en contacto con las diócesis y los centros de formación, está estudiando posibilidades para, cumpliendo los requisitos civiles y eclesiales, responder a esa necesidad.
Y otra preocupación que también compartes, como nos ayudaste a ver en la Asamblea General de Escuelas Católicas celebrada en el mes de abril, es la competencia profesional docente, que en no mucho tiempo deberemos afrontar y trabajar. Va a ser un reto muy interesante. ¿Cómo lo ves?
Pues, como un desafío de primer orden. El recurso más valioso de una escuela, esto es más evidente en una escuela católica, son sus docentes y en ellos se ha puesto el foco de una manera directa desde las titularidades, las administraciones, los padres, etc. Habrá que aprender a acompañar el mejor desarrollo profesional del docente, sin descuidar que, desde la perspectiva católica, hablamos de una vocación personal que se despliega en el desempeño de una labor educativa, en una comunidad escolar en sentido amplio, y que tiene como horizonte el desarrollo integral de cada alumno. La tarea es apasionante.
Gracias, Antonio. ¿Algún mensaje para Escuelas Católicas?
De gratitud. Por su pasado, por su presente y por el futuro que recorreremos más cerca, si cabe.
BIO
Antonio Roura, natural de Vigo, ha sido director de la revista Religión y Escuela hasta su nombramiento, en julio de 2024, como director del secretariado de la Comisión Espiscopal para la Educación y la Cultura de la Conferencia Episcopal Española.
Durante casi dos décadas ejerció la docencia en institutos públicos de la Comunidad de Madrid en los que impartió las asignaturas de Religión y Filosofía. Además, ha sido coautor de varios libros de texto sobre Historia de la Filosofía y Religión Católica y ha escrito diversos artículos relacionados con el ámbito escolar.
Forma parte del equipo de editores de Secundaria y Bachillerato de la editorial SM.