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Peregrinos de espezanza
from Revista EC 117
Ana Mª Sánchez García. Presidenta de Escuelas Católicas
Cuando se publique este artículo ya no seré presidenta de Escuelas Católicas, porque mi tiempo como tal finalizó en la Asamblea que celebramos en marzo. Pero acojo agradecida la oportunidad que se me da de despedirme de este espacio. Mi paso por la presidencia me ha dado ocasión de conocer más a fondo los entresijos de nuestra organización y de valorar más certeramente lo que es y lo que hace. En estos cuatro años he tenido ocasión de vivir experiencias que, sin duda, quedarán grabadas en mi corazón para siempre.
Han sido años “densos”, en los que nuestra misión educativa ha sufrido el impacto de los grandes problemas que atraviesan la humanidad y el planeta: la pandemia, la guerra, el cambio climático, las migraciones… y el zarandeo de las presiones que nos vienen de nuestro entorno social y político. A la vez, años ricos en retos y desafíos, en los que como institución hemos intentado acoger y responder a las necesidades de la realidad en que vivimos y a las llamadas de la Iglesia. El Pacto Educativo Global, la sinodalidad, el cuidado de la casa común, la construcción de una fraternidad universal… nos abren a nuevos horizontes; caminar hacia ellos implica comprometernos en una transformación profunda de nuestra forma de relacionarnos entre nosotros y con el mundo.
A mí este tramo de camino compartido me ha regalado muchos encuentros. Y muchos “nombres propios” que se han añadido a los que atesoro en el corazón
El lema de este año jubilar que estamos viviendo, “Peregrinos de esperanza”, integra todas estas llamadas y nos sigue empujando en la misma dirección. Nos invita a caminar, a no quedarnos quietos ni acomodarnos en la seguridad de lo conocido, a buscar y arriesgar, a dejarnos sorprender por lo nuevo y abrirnos al encuentro con lo diferente. Y a hacerlo juntos, como los peregrinos que avanzan en grupo, compartiendo esfuerzos, penas y alegrías, dificultades y logros. El sentido de pertenencia nos impulsa a ayudarnos unos a otros, y a la vez, el compartir camino va fortaleciendo lazos y generando una comunión más profunda.
El caminar, sin duda, pasa por momentos de luz y de tinieblas, por llanuras y montañas. Nos acechan el desánimo y la incertidumbre, pero si perseveramos en los tramos difíciles, encontraremos seguramente parajes de insólita belleza. Pase lo que pase, caminar juntos es posible cuando nos anima a todos la misma esperanza, esa que se nos regala en el Resucitado y da sentido a todo lo que vivimos. Esa que nos regalamos unos a otros también cuando, en la sencillez de lo cotidiano, nuestros gestos reproducen la entrega de quien se nos da como pan y vino.
A mí este tramo de camino compartido me ha regalado muchos encuentros. Y muchos “nombres propios” que se han añadido a los que atesoro en el corazón. Ser presidenta ha cambiado mi visión de Escuelas Católicas y ha transformado mi relación con los que formáis parte de ella. Aunque desaparezcan de mi vida las responsabilidades que ha conllevado este cargo, hay una parte importante, más afectiva, que estoy segura permanecerá conmigo.
En el camino, nos seguiremos encontrando. Os envío a todos un abrazo cariñoso y muy, muy agradecido.