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Identidad que construye diversidad

Cada vez que aparece un nuevo currículum de Religión católica surgen defensores y detractores. Unos hablan de oportunidad, apertura, diálogo abierto y participación en todo el proceso de elaboración, o de adaptaciones, mientras que otros ponen el acento en el destilamiento de contenidos, la mezcla del área con valores cívicos y éticos, o una mínima carga lectiva. Para abrir la reflexión hemos pedido a Carlos Esteban Garcés que nos hable sobre lo que supone el nuevo currículo.

Carlos Esteban Garcés Director del Observatorio de la Religión en la Escuela

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El nuevo currículo de Religión Católica de la LOMLOE es una oportunidad para fortalecer la identidad de nuestros proyectos educativos católicos y, a la vez, contribuir a la construcción de la diversidad sociocultural que caracteriza nuestro compromiso con la casa común. No es más de lo mismo, por ello nos sentimos llamados a repensar su lugar en las propuestas de nuestros colegios y mejorar así nuestros proyectos educativos.

Un contexto de luces y sombras

El contexto en el que se ha elaborado el nuevo currículo de Religión Católica tenía sus luces y sombras. No procede ahora ese diagnóstico, pero sí enumerar algunas evidencias que nos ayuden a valorar con más hondura la novedad de este currículo.

Entre las sombras: el tratamiento que la LOMLOE ha dado a las enseñanzas de religión que han quedado reducidas al escrupuloso cumplimiento de los Acuerdos Iglesia-Estado sin el más mínimo reconocimiento, una vez más, a las contribuciones educativas del saber religioso. Su ordenación académica en las diversas etapas ha sido, por parte del Ministerio de Educación, el mínimo posible y con las limitaciones que la jurisprudencia permitía. En el proceso de este trámite hubo algunos destellos que finalmente quedaron en penumbra.

Entre las luces: la atención a diversas iniciativas educativas en el ámbito supranacional que están alumbrando un giro antropológico en los fines de la educación. Citemos solo tres: la re-humanización de las competencias clave para el Espacio Europeo de Educación, las nuevas evaluaciones PISA sobre competencia global y competencias emocionales, y la apuesta por una educación de calidad para todos que forma parte de los ODS y de la Agenda 2030. Son propuestas emergentes que cuidan los futuros de la educación intercultural y de una ciudadanía global que han sido tenidas en cuenta en el currículo de Religión.

Entre esas luces también hay que mencionar el marco eclesial de una Iglesia en salida y la iniciativa del Pacto Educativo Global, ambas realidades han iluminado e inspirado el nuevo currículo de Religión. El reciente Magisterio de una Iglesia en salida nos ha proporcionado categorías antropológicas y teológicas que, con los compromisos y prioridades del Pacto Educativo Global, el nuevo currículo de Religión ha transformado en pedagógicas. Es evidente que el currículo ha incorporado conceptos como la cultura del encuentro, la fraternidad universal, las periferias, ecología integral y el cuidado de la casa común, poner a la persona en el centro, y el protagonismo de las familias. El diálogo interreligioso también ha adquirido una renovada fuerza con la urgencia de superar la intolerancia y los integrismos religiosos y comprometernos en la cultura del diálogo y de la paz.

No solo el texto del currículo es expresión de una Iglesia en salida, también su proceso de escucha y participación que ha sido un ejemplo de sinodalidad. Nunca antes la Conferencia Episcopal había abierto la elaboración del currículo de Religión a la participación de toda la comunidad educativa. El lema del primer foro on-line ha acabado por definir el resultado: un diálogo entre todos y para todos.

"Estamos ante un currículo que armoniza la teología, expresión de nuestra identidad, de la razonabilidad de nuestra fe cristiana, con la pedagogía necesaria para la viabilidad de nuestros proyectos educativos"

Nuevo diálogo entre la teología y la pedagogía

El nuevo currículo, además de dejarse afectar por el contexto internacional de la educación y el marco de una Iglesia en salida, es fruto de un diálogo entre la teología, su fuente epistemológica, por ello es un servicio eclesial a la sociedad, y las otras fuentes del currículo, psicopedagógicas y sociológicas, por ello es formación humana en línea con las finalidades propias de escuela. Este currículo es fruto de un inteligente equilibrio que supera la clásica preponderancia teológica de currículos anteriores haciéndolo que sea más pedagógico, por tanto, más visiblemente en línea con los fines que se espera de la institución escolar.

Estos diálogos se han realizado desde la propia identidad y naturaleza de la enseñanza escolar de la religión, sin renunciar a ninguna de sus finalidades educativas, manteniendo su peculiaridad confesional, y alumbrando una nueva narrativa más pedagógica, menos jurídica, que responde a los actuales desafíos y prepara la ERE para un futuro escolar más globalizado.

Indicadores de estos nuevos tiempos para la ERE se perciben enseguida en su enfoque competencial que responde con lealtad al perfil de salida y las competencias clave de la Unión Europea; en su planteamiento metodológico abierto a la interdisciplinariedad y los proyectos globalizados; y en el hecho de que se haya descrito el sentido de la Religión Católica en el sistema educativo por sus contribuciones formativas sin necesidad de citar los Acuerdos Iglesia-Estado.

Esta renovada pedagogía de la religión ha propuesto una nueva geografía para identificar y estructurar los aprendizajes esenciales de una clase de Religión centrada en la formación integral del alumno, que contribuye visiblemente a su desarrollo en las edades escolares para crecer y construirse como personas y en línea con nuestra mejor tradición humanista y educadora.

Por ello, estamos ante un currículo que armoniza la teología, expresión de nuestra identidad, de la razonabilidad de nuestra fe cristiana, con la pedagogía necesaria para la viabilidad de nuestros proyectos educativos. Con este currículo de Religión en el que nada de lo humano resulta ajeno, visiblemente en línea con las finalidades de la escuela, nos sumamos al perfil de salida prescriptivo del sistema educativo y, a la vez, con nuestras aportaciones propias enriquecemos esa visión de la persona, la sociedad y la cultura. Por esto concluimos que nuestra identidad contribuye a construir la diversidad. En definitiva, creemos que la Iglesia ha respondido con altura de miras a las urgencias de esta reforma y ha preparado el futuro de la enseñanza de la religión en la escuela.

"Es un currículo que se propone desde una identidad flexible y que construye diversidad e inclusión"

Contribuciones educativas de la ERE

El currículo de Religión Católica se ha visto obligado a dialogar con el nuevo marco pedagógico de la LOMLOE y ha asumido la arquitectura que el Ministerio de Educación estableció para las áreas y materias. Esto ha sido compatible con el despliegue íntegro de la naturaleza e identidad de la ERE.

La principal novedad del currículo de Religión es que ha expresado sus objetivos, por primera vez, en seis competencias específicas que se mantienen a lo largo de todas las etapas educativas y que hacen referencia, en clave competencial, a conocimientos de carácter cognitivo, instrumental y actitudinal. Los criterios de evaluación se proponen vinculados a estas competencias específicas subrayando lo que hay que evaluar. Solo después se plantea una selección de contenidos que se denominan intencionadamente saberes básicos y que se articulan en tres bloques para cada etapa. Las orientaciones metodológicas contienen algunos principios como la educación personalizada y el aprendizaje cooperativo, hacen referencia al Diseño Universal del Aprendizaje y se sugiere su programación didáctica en proyectos globalizados e interdisciplinares.

Este planteamiento de renovación pedagógica supone una nueva geografía que identifica y organiza los aprendizajes esenciales de la ERE. Este nuevo mapa articula tres territorios educativos: el primero tiene que ver con la acogida crítica del legado de la cultura y un compromiso creativo de su mejora; el segundo hace referencia a la responsabilidad de aprender a vivir en sociedad y de habitar el planeta, cuidando los valores personales, sociales y sostenibles; y el tercero se centra en cultivar el sentido de la vida y acompañar el desarrollo de proyectos vitales en los que las creencias y los ideales son necesarios para nutrir las raíces de la personalidad humana.

Sin abundar en otras explicaciones, la novedad fundamental se percibirá fácilmente en las competencias específicas que en seis pasos proponen el desarrollo personal, social y cultural del alumnado cultivando los valores del proyecto de Dios para la humanidad -inclusión y fraternidad- y cuidando una interioridad en la que habita la experiencia creyente que sostiene el proyecto vital. En definitiva, un currículo que se propone desde una identidad flexible y que construye diversidad e inclusión.

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