María Belén Aguirre - Biopic

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MarĂ­a BelĂŠn Aguirre

biopic difusiona/terna ediciones


maría belén aguirre biopic, buenos aires, 2014

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biopic María Belén Aguirre



para NĂŠlida CaĂąas, porque mirar es un gesto filantrĂłpico; y ella lo sabe.



¡Cuánto admiro a mi amigo Meng! Li-Po —­¿Y esto? —¿Cómo se llama? —Charles Baudelaire. Su vida. —A ver, alcanzá. —Parece una biografía. No vale nada. Roberto Arlt —¿Y cómo hay que hacé? —¿Hacer qué? —Para eso... para artista. —¿Y yo qué sé? Irte. Leonardo Favio


Poesía Es este un trabajo de riesgo. Funámbulos de tiempo completo en el circo ambulante de pueblo vamos. Para no temer al precipicio miramos el cielo. A veces una nube cargada de lluvia. A veces un trueno lateral. A veces un pájaro compite y es mejor que nosotros su andar liviano. A veces a mitad de camino un recuerdo de atrás nos vira los ojos. La tiembla cuerda. Y el cuerpo quiere saltar. 8


Y aunque parezcan grandes son pequeños nuestros pasos: primero uno después el otro. Talón y punta: cadencia del camino. A veces alguien difuso espera allá adelante. Y es preciso entornar los ojos para ver. Y es preciso detener el pensamiento para saber. Tal paradoja. Llegados al extremo vuelta a empezar. Y así Sísifo también en la llanura abrazando su piedra cual un hado hunde la línea divisoria demiurgo ya de otra orografía. 9


Ad hominem Me gustan los poetas que han sufrido hambre, desalojo y tal vez descrédito. De ellos más que de los otros me he sentido yo incondicional hermana en la orfandad. Estrecha el verso ungüento es. Cuando el padre ha muerto, todos los hijos son póstumos.

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La apología de Fuad Y sabe porque sabe que aún con madre puede un hombre ser huérfano de madre y entenado. Que aún con madre puede un hombre beber descascarado la humedad de las paredes de esa casa llena de otros murmurando. Ser la realidad un fantasma de verdad. Ser Dios el hambre la histología del abdomen. No temer a lo que otros. Ir más acá. Ir hacia adentro los pasos trémulos 11


abriendo el matorral inh贸spito del hombre. Ser una bestia furiosa mordiendo con dientes de leche la fatigosa reja. Y recordando el rigor de aquel puntero en la espalda doblegada hallar sonriendo en la desobediencia el fin de ese tirano. Y huir dejando al adalid mascar su furia. Y huir liberando en el camino al caballo esclavizado. Y huir siendo por siempre el m谩s justo de todos los justos: un delincuente. a Leonardo Favio

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Buster Me pide que sonría. Me pide que abandone el claustro en el que habito. Abra las ventanas. Corra las cortinas Mire el sol por las mañanas. Y de ser posible me ría a carcajadas. Sonreír cansa le respondo. Y sin querer soy yo quien le roba una sonrisa. la rodilla de Rimbaud 13


Lamer la rótula que se me ha emplagado. Cruzar a pie el África pensando en Verlaine. Roer con el canino el pan más duro de ese hambre en Londres mojado en sopa. Amar menos la bruma sobre el archipiélago y más al Sol fundido sobre la mar. Ser el chico malo de esa fiesta. Ser Rimbaud pese a mi madre mis hermanos y dios. Dejar hacer. Dejar venir al futuro sobre esta página que el pequeño Artaud leerá inclinado sobre su cama. 14


La bisnieta retardada de Artaud Y vas recogiendo tus pies con las manos por no rozar un mundo que suponés infecto. Llevás días meses años sin comer. “El cuerpo puro”, decís. Boca. Lengua. Dientes. Laringe. Esófago. Estómago. Vientre. Ano. Sos Antonin Artaud induciendo el vómito colectivo. Sos Antonin Artaud gritando en la Sorbona. Sos Antonin Artaud pintando a Van Gogh. 15


Yo soy tu bisnieta nacida en Rodez despuĂŠs del shock me falta todo.

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Instrucciones para un heraldo Pero por sobre todo/ usted no pronunciará mi nombre/ en esa casa. No hará / ni dirá nada/ de lo que pueda arrepentirse. Solamente dirá/ “Esa mujer me envía”/ Y recogerá de prisa/ aunque minucioso/ todas mis cosas. Las reconocerá por el tamaño/ pequeñas. Las reconocerá por el peso/ livianas. Las reconocerá por el sabor/ agridulces. Al salir dirá/ “Gracias”. Y cerrará la puerta/ sin escándalo.

a CésarVallejo

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Mefistófeles Alimentaré tu ego con palabras. Diré lo bueno que sos. Diré lo noble. Recurriré sin sonrojarme a todos esos eufemismos para nombrar lo mismo sin que sepas. Y daré a tus detractores una lección de hipocresía. Acaso sean mejores los silentes que miran desde afuera el espectáculo de tu arrobo. Margarita llora. Y está muy lejos del consuelo. 18


Mejor no amar. Mejor el jĂşbilo incesante de tus loas. Mejor vos solo. He querido para vos un vuelo cenital del aquelarre. He querido para vos todas las cosas. La ingratitud y la bondad son insondables. Retorno al perro. a Goethe y a Murnau

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Kindergarten En tanto que inmensa la nada cierne sobre todo sus rayos como un sol. Y en cada arista de ese paisaje halla su sombra necesaria. Arrorró, mi niño, que ahora tu madre vela por vos. Arrorró, dormido, que acaso en tu sueño pueda también. Y arroja y funde el neto cuerpo de tu peso sobre estos brazos míos que de algo han de servir. Ojo por ojo tus miedos besaré. Yo soy quien ama tu imperfección. 20


Arrorró, pequeño, mañana es grande. Arrorró, mi niño, se acaba Dios. a Nietzsche y Jean-Paul

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Edipo desterrado Dibuja formas intrincadas con el vaho caliente de su respiración. Las perfecciona. Añade aire al aire. Es invierno y Tebas está lejos. El futuro es una cárcel a perpetuidad. El tiempo sobra. Ya no queda hombre/ ni mujer que su oído no haya escrutado. Ahora una brisa circular recorre sus oscuras oquedades. Y es como mirar el aire desde adentro flirtear con el vacío de sus ojos.

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Al final Tiresias ten铆a raz贸n: una videncia.

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Meursault Uno no sabe c贸mo ni c贸mo hacer o har谩 para quedarse siempre estando lejos. Uno no sabe. Uno es apenas un rasgo predominante un boceto a mano alzada inacabado. Eso que va camina y vuelve. Eso que a veces no vuelve. Eso que anda. Eso que al andar a veces echa sombra. 24


Eso que arde. Eso que de quedarse quieto sentirá frío. Eso que tiembla el verano también. Uno siempre nunca es lo que otros han soñado de nosotros. Uno es siempre nunca lo que anhela. Uno siempre siempre está muy lejos. Un extranjero. a Gabriel Amos Bellos

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Königsberg Yo que nunca salí de mi pueblo. Yo que nunca viajé en tren en barco ni en avión. Yo para quien siempre el mar será un extraño. Yo que desde la ventana de mi cuarto solo ha visto ocasos y algún que otro amanecer te invito a irte conmigo lejos. 26


Es auspicioso el dĂ­a rezan los orĂĄculos. a Immanuel Kant

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Identikit Yo soy/ elemental/ como los niĂąos/ los campesinos/ y los pobres. Ausculto sin romper/ como el perro la tierra del hueso/ el cuerpo del muerto/ hasta sentirlo/ pieza inanimada. Hablo con las plantas/ y con los animales/ y creo que me oyen/ Me oyen. Soy/ la primera en llegar/ y la Ăşltima en irse/ Vieja costumbre del pueblo. 28


Digo agua/ si la sed Digo pan/ si el hambre. Digo Dios/ si el miedo. No sé mentir. Anoche mi padre visitó mis sueños. Me ha ordenado: “Sin escándalos, María”. Y yo temí escribir este poema.

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Netochka Pertenecíamos a una raza distinta. La raza de los pobres. La raza de los tristes. La raza de los artistas megalómanos con contracción mandibular. Jugábamos a ir a la cama sin comer. Jugábamos a dormir con el cuerpo cansado pero un hueco doloroso como un soplo inverso en la garganta, nos impedía el sueño. Jugábamos a disimular el insomnio cerrando fuerte los párpados y sin pestañear. Jugábamos a respirar con el jadeo cadencioso de los dormidos pero la embestida impredecible de una puntada nos aguijoneaba el abdomen sobresaltando nuestro ritmo monocorde. Por la mañana, jugábamos a despertar con la morosidad propia de los aletargados 30


y a espabilar la noche en un bostezo acompañando el gesto con un movimiento ampuloso de brazos. Sentados en la cama, jugábamos a contarnos sueños que nunca habíamos tenido precipitados a la mitomanía como niños traviesos ante la inminencia del reto materno. Y en la mesa, frente a la vajilla añeja, jugábamos a que el terrón de azúcar disuelto en té que bebíamos de a sorbos, más por preservación que por cateo, era libación sagrada humedeciendo nuestras secas bocas. Entonces sonreíamos con las últimas fuerzas del nuevo día.

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Tadeo A veces nada entre nosotros como un pez y es sinuosa el agua que surca sus escamas. A veces es no siempre un mar completo a la deriva de la noche ese otro mar. Y elude el arp贸n con la gracia de quien sabe que nunca ha de morir lo que jam谩s nacido ha.

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El sacrilegio de Tamar Él es mejor que todos nuestros sueños inconclusos. Él es la llave de la puerta que conduce a nada. La existencia sin infatuación. El magnánimo hacedor de las palabras. Las cosas, luego. Una habitación sin puertas ni ventanas abierta al cielo de las vicisitudes. El per se que continúa como ráfaga del mundo. El mundo. La brisa fría en los días infernales. El extremo de la llama en la punta de los dedos los días invernales. El día en que lloviste maná sobre los hombres yo estaba muerta. 33


Tus viejos milagros. Tus antiguas glorias. Tu discreto estar ahora. Inabarcable. Yo vago —como el otro— desterrada de vos todos los días. Y voy pidiendo —por las dudas— perdón por todas partes.

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Tamar departe con Satán a las puertas del Averno (o Los inescrutables designios del Señor) Pero no está mal que quieras el bien. También yo en algún momento lo he deseado. Después el Padre fustigó mi alma con empresas oprobiosas. Esculpió en mí al monstruo necesario. Y al mirarme al espejo también yo temí. Fui sin piedad la serpiente alada, Eva, Caín y las fieras degolladas, el cuchillo de Abraham, la lascivia procreativa de Yahvé, Lot fingiéndose dormido, los hijos incestuosos, 35


el círculo perfecto, la lepra de Job, la viudez de Ruth, los hijos de Jacob, las diez plagas de Egipto, Egipto, la chispa que originó el gran incendio de Roma, la noche en que fueron concebidos los niños perentorios, la insidiosa mirada de Juan el Bautista, la avaricia de Herodías, las caderas de Salomé, las tijeras de Dalila, yo mismo en el desierto saboreando la piedra, las falsas promisiones, el ósculo de Judas, la negación de Pedro, los clavos, el madero, la mosca pordiosera zumbando en el oído virgen de mi hermano. Y Amnón he sido entrando en Tamar. 36


Su horrenda virilidad. Su miembro tumefacto. La palma de su mano abierta contra tu boca. La impunidad iluminada de esa mañana. El temor de los sirvientes a auxiliarte. La obediencia. La vara quebradiza de David. Y también los celos de Absalón. La rama inoportuna del árbol que lo ahorcó.

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La oscilación pendular de su cuerpo por segunda vez impotente. La manga de tu túnica rota en el piso. La impudicia de esa brisa en tu brazo desnudo. Tu pequeño puño cerrado. Tus uñas incrustadas en las líneas del destino. La mudez de tu lengua desde entonces. Lo que he debido soy. Hace calor, mi niña. Y estoy temblando.

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Braille Esta es la mano que escribe el poema sobre mi cama y hunde los puntos y las íes trasegando la hoja. De rodillas estoy. Escribo sin saber paisajes para ciegos en el dorso de la hoja. Si Carver los mirase con la punta de sus dedos diría que por ese vitral roto se ha fugado Dios de la catedral dejando a su paso ciegos azorados. Todo retumba aquí y es horrendo oír mi voz volver gritando.

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Mejor la fe que no disuade con contraejemplos: Esta herejĂ­a. a Raymond Carver

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En la ciudad de Lee Master Trazo pequeñas líneas en esta cartografía absurda. Estoy cerrando mi libro y he comenzado por el final. Desde ahí para aquí todos nacemos al revés. Nacer para aprender a redactar el epitafio. Nacer para posar en la fotografía última del panteón que nunca será un mausoleo. Nacer para morir sabiendo a penas que todo pasa. Y que todo pasar es un apenas. 41


Ahora el viento arrastra una hoja seca desde la casa vecina. Me trae murmullos del hombre que llora a la mujer que se ha ido con otro hombre a sentirse más viva. No poder consolarlo es la conciencia insoportable de mi inoperancia en esta tierra. Llora la lágrima sobre la mejilla enjuta. Surca el salitre el sendero del mentón. Él oye el desamparo de esta ciudad nueva que habitamos. Y es ceñida al cuerpo 42


la caja en la que estamos. Ya somos varios los impotentes. Esperar. Esperar. El dĂ­a del juicio se avecina. a Edgar Lee Master

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Porvenir Y venderán tus libros en un remate por dos pesos. Quién sabe quién en la carroña será capaz —sin fruncimiento— de hundir sus fauces aquí adentro.

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escrituras.indie difusiona/terna ediciones 2014


[ d/a ] 2014


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