Escenario prestado acto 6

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acto # 6

sakkei

escenario prestado





La vista de un jardĂ­n de frente que muta en pequeĂąos ciclos pide prestado un paisaje de fondo. El pasto se expande en las paredes y toca los bordes que no son claros a pesar de estar contenidos en un cuadrado blanco. M.A.G.



escenario prestado En el marco del cronograma de muestras 2016 de la galería Gachi Prieto desarrollamos el ciclo Escenario Prestado, espacio que propone un acercamiento distinto a la experiencia con la obra: escritores, artistas y curadores son invitados a escribir textos que surgen de una serie de encuentros con la única consigna de pensar la obra como disparador. El ciclo se propone construir de forma colectiva un discurso poético, un entramado de voces que desde la literatura devele otro recorrido en el contacto con las artes visuales. Organizado en seis actos, presentamos el sexto en el contexto de la muestra Encapotado de Andrés Waissman curada por Lara Marmor, con textos producidos por Florencia Battiti, Daniela Gutiérrez y Damián Lamanna Guiñazú.



Sobre la obra “Encapotado” de Andrés Waissman Una masa hecha de cientos de kilos de hilos de metal se encuentra suspendida en el espacio: es el nubarrón de un cielo plomizo, la fumarada de una pila de basura quemada, un huracán de paredes compactas, la humareda de una chimenea industrial que se extiende sobre nuestras cabezas. Andrés Waissman toma el espacio para armar una construcción monumental. El artista presenta una versión radical de sus obras realizadas en viruta. A diferencia de los trabajos anteriores donde el material se despliega sobre un bastidor en posición frontal al espectador, está vez construye un enorme conglomerado en la parte superior de la sala. Este trabajo podría pensarse como consecuencia de un replanteamiento de la pintura como espacio aislado del espectador. Esta reconfiguración de la experiencia estética asegura un acercamiento contundente a la realidad que el artista quiere compartir, porque la frondosa corporeidad de la obra inevitablemente nos toca. La expansión de las finas tiras de metal invita a experimentar de manera corpórea el caos, tiene la fuerza de intensificar la conciencia sobre el estar en el mundo, pero estar -en contacto con la aspereza y el frío del metal- de una manera dramática en medio de un estado de pre o post apocalipsis. El uso de un material como la viruta, que no es más que puro residuo industrial, expresa la voluntad del artista por compartir su visión sobre determinadas circunstancias de la época. Es la expresión de la aridez y de la desposesión espiritual que a veces nos invade. La representación de una maraña, una multitud que se mueve sin rumbo, una mancha que nubla las ideas ¿Expresa acaso el fracaso de la política? Si muchas veces el arte funciona como refugio, esta obra no es precisamente un lugar de reparo. George Bataille en 1930 escribía “Uno de estos días, es cierto, el polvo, debido a que persiste, comenzará a triunfar sobre las sirvientas, invadiendo con inmensos escombros las construcciones abandonadas, los docks desiertos: en esa lejana época no subsistirá nada que salve de los terrores nocturnos, por cuya falta nos hemos transformado en tan buenos contadores...” Mientras la masa gris y espesa se encuentra suspendida, el óxido se desprende y las partículas del polvo caen como si fueran cenizas o vestigios de una civilización que parece estar cayéndose a pedazos. Aunque claro… después del encapotamiento el cielo siempre se aclara. Lara Marmor, Octubre de 2016.


Encapotado AndrĂŠs Waissman





Quién hubiera sido si no fuese ¿Qué hubiese sido Andrés si no fuera artista?

En realidad pensé en decir “pintor” porque lo veo más “pintor” que “artista” pero la deformación profesional me llevó a usar una palabra más abarcativa, más à la page… La verdad me cuesta imaginarlo sin producir obra -perdón, sin pintar, otra vez la bendita deformación- pero me late que cualquier otra cosa que hubiese sido estaría ligada al decir, al comunicar, a lo social. Lo que sucede es que, para mí, la pintura de Andrés −su universo− es irrefutablemente discursivo. Es un poco como él mismo hablando: presuroso, resuelto, impetuoso, como queriendo transmitir mucho y, además, intenso. Espeso. Con peso. Pero no solemne. Eso me gusta. Que puede ser serio sin ser solemne. Me recontra aburre la gente solemne. Y la pintura solemne ni te cuento… Creo que Andrés, si no hubiese sido pintor, hubiera sido un muy buen diputado (¡y con la falta que nos hace!). Pero, entre nos, de diputado no hubiese pasado… no lo veo con estómago para más. Me lo imagino un día cualquiera, rayando la madrugada, sentado en un butacón de cuero baqueteado en el recinto de la Legislatura o del Senado (ese escenario le va perfecto) enredado en una discusión, enrojecido y acalorado, intentando hacerse entender entre una especie que no es del todo la suya. Sí claro… considerando (a veces tan solo tolerando) lo que otros opinan pero, igual, haciéndose mala sangre… Pobre, mejor no… diputado no… Ojo, eh!! que también podría haber sido médico. Convengamos que “Doctor Waissman” suena más que bien. ¡Sí, totalmente! Enfoco y le veo un profile muuuuy galeno, emperifollado con su ambo blanco recién planchado (pero debajo bien vestido eh, nada de ponerse cualquier cosa y el delantal por encima). Pediatra. Médico pediatra, lleno de pacientitos que nunca le hacen perder su buena onda. Un médico de los que se toman tooodooo el tiempo para explicarle a mamá qué corno tiene el nene que hace días que está tan fastidioso. Esos que atienden el celular a cualquier hora para dar alguna indicación, pero sobre todo, para tranquilizar, para transmitir confianza. El estetoscopio colgado del cuello le reeeee va. Eso sí: su consultorio no tendría ningún poster raído de los girasoles de Van Gogh y mucho menos alguno de esos patéticos violinistas de


Chagall. Algunos diplomas obvio que sí, de cursos hechos en el exterior y especializaciones varias, pero nada de afiches demodé. ¿Y rabino??? (Mmmm…, lo pienso y me autocensuro un poquito… no vaya a ser que mi ocurrencia termine siendo ofensiva) ¿Podría Andrés haber sido un rabino? Wikipedia dice que un rabino es un jefe espiritual, una suerte de maestro interpretador de las sagradas escrituras (perdón la digresión: no es que yo no sepa lo que es un rabino -aclaro por las dudas- pero como soy goy me pareció prudente volver a checkear la data). “El Rabino Waissman”. ¿Qué tul? Maestro es hace rato. Cientos de púberes -y no tanto- pasaron por su taller para aprender no sólo a pintar. Pasta para transmitir no le falta. Y convicción tampoco. Pero acá tengo un problemita. El atuendo no encaja. No logro verlo ni con la kipá ni con el talit ni con el sombrero Clergy negro con esas alas demasiado pronunciadas. Pero la mística judía de la cábala -o la mística a secas- le re cabe. Me refiero a la búsqueda de lo sagrado, al deseo de tomar contacto directo, aquí y ahora, con una espiritualidad elevada, con un éter real e irreal a la vez, que nos permita creer -al menos por un instante- que somos capaces de transcender y sobreponernos a la crasa finitud de nuestros cuerpos… Stop acá. Hago un save en el documento y giro la silla con rueditas unos 45 grados. Ahí está mi pequeño Waissman, colgado de la pared a mi derecha. Una tablita 9 x 25 abigarrada de signos indescifrables, como salidos de un alfabeto arcaico y remoto. No tengo idea porqué, pero por alguna razón, siempre asocié esa imagen a lo inadecuado e incómodo que el lenguaje resulta para hablar, para expresar, para dar cuenta de ciertas cosas… Sobre todo de las importantes. ¿Quién hubiese sido Andrés Waissman si no fuese Andrés Waissman? Quién sabe… Con otro aspecto, en otro entorno, probablemente hubiese sido él mismo. Florencia Battiti




tormenta adentro como una nube una sombra de metal tallada a mano como una nube una sombra de metal tallada a mano como una nube una sombra de metal tallada a mano como una nube una sombra de metal tallada a mano como una nube una sombra de metal talla da a mano (como una nube de metal tallada a mano como una nu be de metal tallada a mano como una nube) de metal se tuerce tuerce como una nube una sombra tallada a mano se tuerce el cuello el metal de la cabeza nube negra se tuerce una tormenta un nudo en las manos donde anoche ce como una nube de metal una sombra tallada ama no se tuerce, se quiebra y cae ca e cae como caen los cuerpos como sĂłlo los cuerpos caen cientas miles de voces sobre la tierra helada barbecho abajo de las nubes los cuerpos caen en su sombra de polvo en el perĂ­metro de los cuerpos tallados en su noche profunda que antes fue como una nube una sombra de metal tallada de polvo que se aferra sobre metal sobre viento una lengua que abre los pulmones y deja un nombre negro a gritos un cuerpo una nube que ha caĂ­do sutura de luz metal en las cenizas


la ves empujar los dientes en un cielo cerrado donde un hueco latía ahora una lengua escribe el aire. negra una lengua y su sombra de metal se esparce como una fiesta tapada por escombros satélites de alambre adentro de la luz de fuego la ves con sus alas que nunca nacieron arrancando los ojos a una liebre sus orejas blancas que crujen igual que una hoja de hueso se ahoga debajo de una suela, la ves filtrándose entre las venas hasta volverse canto en la espesura un ovillo de metal donde el dolor no se escucha donde las heridas de los ángeles no cantan más que el llamado de un cuerpo hijo entre la niebla el bosque le hace lugar a los muertos que bajan una lengua un animal fugaz con hambre se arranca el corazón y lo mira hasta que anochece

Damián Lamanna Guiñazú







Había caminado un buen rato cuando en medio del bosque, en un claro salpicado de hojas de pino, encontré una nutrida colonia de Hormigas Rufa atacando a un coleóptero, para precisar más: era crisomélido, porque su cáscara brillaba como el traje de las estrellas en la alfombra roja del Oscar. Al principio simplemente observé cómo se desarrollaba la batalla entre el gigante y las centenas de hormigas, pero de pronto me asaltó punzante una pregunta y ya no pude pensar en nada más: ¿estarían haciendo ruido? ¿Esa voraz y minúscula guerra generaba sonidos? No escuchaba nada, aun cuando intentara abstraerme totalmente de los muchos graznidos y rumores del bosque para concentrarme solo en la batalla. Me acerqué más, buscando acompañar esos movimientos e imaginar el fragor del choque de las pequeñísimas mandíbulas contra la coraza, los golpes que en el aire producirían los lentos y agonizantes aleteos del escarabajo, el crujido que brotaría de los cuerpos de las hormigas que la defensa intensa –pero inútil- del gigante partían en dos. Silencio, sólo silencio. Entonces descubrí que tenía que buscar los gritos que esperaba; esos que mis sentidos ya habían recreado en la espera del bramido de la muerte y la violencia que no podía percibir. Algo así como imagino los gritos y las risas de las películas mudas y viejas que me gustan. Delante de la viruta –ahora que cierro mis ojos y la miro- busco el milagro con la tenacidad de la entomóloga que juego a ser en el bosque. Se trata, en realidad, de desafiar al mundo conocido, de desvelar lo que la apariencia encubre o –al contrario-, de demostrar su inexistencia. Descanso, por ejemplo, una mirada pétrea y duradera sobre este trabajo de Andrés, esperando que mi constancia gane su paciencia y así pueda al fin ver cómo respira, suda, se mueve, vive. Quiero y espero el leve temblor que demuestre que esa lana de acero lleva milenios engañándonos y sí posee la capacidad del movimiento. Muchas noches, cuando era chica, miraba durante horas a mi perro esperando que entre la verborragia de mis palabras a él se le escapase descuidado uno de los muchos verbos que yo intuía me ocultaba. Cuando me despertaba de noche era capaz de arrimar mi oído a los pechos de los soldaditos de plástico para corroborar que el alma que yo les inventaba mientras jugábamos permanecía allí en forma de latidos y aire en sus pulmones. Nunca vi temblar las virutas de Waissman, no escuché la voz de mi perro ni sentí palpitar algún muñeco. Pero delante de este monstruo me convence que llevo años insistiendo en un punto de vista equivocado. La mole de rizos ásperos y brillantes, palpitan pero con la lentitud de los planetas, la herrumbe avanza como lo hace la vejez en nuestras manos. Miro fijo ese color del óxido que se me antoja naranja rojizo, semioscuro y moderadamente saturado: y sé que vive. De hecho está moviéndose por efecto del aire. Es una galaxia entera, deshabitada ya, orbitando a su tiempo y solo a la espera de que clave sobre ella mi atención, mi mirada, mi escucha. Hace un tiempo supe que la esperanza es una memoria que desea. Daniela Gutiérrez




Andrés Waissman Nació el 14 de Julio de 1955 en Buenos Aires Argentina. Artista visual, formado en talleres independientes, comenzó a exponer a mediados de los 70, realizando sus primeras muestras individuales en la Galería Lirolay en 1973 y 1977, respectivamente. En 1974 vivió en Barcelona y trabajó en el taller de Augusto Torres y en 1978 con Antonio Seguí en París. En 1984 se radica en San Francisco, Estados Unidos y desarrolla una importante carrera internacional exponiendo en diferentes galerías y museos de Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, Portland, Dallas, Miami y diversas ciudades de Europa. En 1992 regresa a Buenos Aires, donde retoma la enseñanza. En 1995 crea y dirige el Espacio de Arte Dock del Plata, primer espacio institucional de arte de Puerto Madero y que se convirtió en uno de los lugares de mayor prestigio de la ciudad hasta 1998. Andrés Waissman comienza a desarrollarse en esta etapa como curador y comunicador, asesorando a diferentes organismos públicos y privados en proyectos, gestión y estrategias culturales. En 2005 se publicó el libro WAISSMAN (un artista peregrino) con textos de Rodrigo Alonso, Jordi Aladro, Fabiana Barreda, Florencia Gró y María Paula Zacharías. En 2010 se presentó en MALBA el documental WAISSMAN, de Eduardo Montes Bradley para PBS de Estados Unidos. En los últimos años ha realizado importantes muestras individuales como en el CEC de Rosario, el EAC de Mendoza, el Museo Caraffa de Córdoba y la Universidad de Berkeley en California, entre otras.

Lara Marmor es curadora independiente. Formada como Licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires, realizó el Programa de Cultura Brasileña de la Universidad de San Andrés / FUNCEB. Recibió becas de formación de instituciones del país y del exterior. Su trabajo curatorial ha sido distinguido en diferentes ocasiones: en 2014 su proyecto Segundo piso por escalera fue seleccionado dentro del Concurso de Proyectos Curatoriales de Fundación Proa donde fue exhibido y en 2013 obtuvo el Primer Premio del Concurso Jóvenes Curadores organizado por arteBA. Desde 2005 ha curado más de cincuenta exposiciones en todo el país, las más recientes son: Oasis.Afinidades conocidas e insospechadas en un recorrido por la producción artística de nuestro tiempo (Sección Dixit, arteBA, 2016); Un espacio para la obra que no tuvo lugar(FNA, 2014); Doble Fondo de Eugenia Calvo (C.C.H. Conti, 2014); Dobles de Leticia Obeid (Museo Caraffa, Córdoba; MACRO, Rosario; Museo Franklin Rawson, San Juan; Espacio La Cripta, Tucumán y arteBA, 2013-2014). Trabajó en el Museo de Arte Moderno y estuvo a cargo de la realización del archivo de entrevistas del área de Artes Visuales del Centro de Documentación, Investigación y Publicaciones del CCR de Buenos Aires. Es profesora de arte contemporáneo en la Universidad Torcuato Di Tella y responsable del seminario “Curaduría: práctica, teoría e historia” en el Programa para Artistas de dicha universidad. Entre 2011 y 2014 dictó seminarios sobre prácticas estéticas actuales en todo el país con el Fondo Nacional de las Artes y worshops como programa de muchas de sus curadurías. Escribe sobre arte en publicaciones extranjeras y nacionales.


Florencia Battiti Curadora, crítica de arte y docente de arte argentino contemporáneo. Desde el año 2000 se desempeña como Curadora del Parque de la Memoria dentro del ámbito del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde tiene a su cargo el Programa de Arte Público y la curaduría de la sala de exposiciones temporarias. Es Profesora Titular de Arte Argentino Moderno y Contemporáneo en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Su campo de estudio se centra en el arte argentino y latinoamericano de los siglos XX y XXI, con especial énfasis en las articulaciones entre prácticas artísticas, prácticas políticas, memorias y derechos humanos. Es vicepresidente de la Asociación Argentina e Internacional de Críticos de Arte (AACA) e integra el Consejo Editorial de Public Art Dialogue, publicación especializada en arte público, editada por Routledge, Taylor & Francis Group. Participa en clínicas de obra para artistas en los programas del Fondo Nacional de las Artes, Entrecampos Regional y Boomerang. En 2013, obtuvo la Beca Trabucco con un proyecto de investigación sobre la irrupción de la memoria en el arte argentino durante los años noventa. En 2016 obtuvo el Premio Radio France Internationale y Radio Cultura por el Programa Curatorial del Parque de la Memoria que incluyó, entre otras, las primeras muestras de Bill Viola y Alfredo Jaar en la Argentina.

Daniela Gutiérrez Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, Licenciada en psicopedagogía por la Universidad del Salvador, Especialista Superior en Educación. Realizó la maestría y el doctorado en Educación en la Universidad de San Andrés. Se especializó en pedagogía, ética y política de la mirada. Es miembro de Consejo consultor de la Asociación Internacional de Sociología visual (International Visual Sociology Association), de la Asociación de Antropología Visual y Miembro de Grupo de Trabajo sobre Estudios visuales de la Asociación Latinoamericana de Sociología y del mismo Grupo en la International Sociology Association. A la par de la actividad académica, trabaja como editora en editoriales especializadas en ciencias sociales: fue editora del proyecto de la revista Vuelta Sudamericana (1986-1987), cuyos directores fueron Octavio Paz y Enrique Pezzoni. Es curadora –designada por el autor- de toda la obra traducida al español del sociólogo francés Bruno Latour. Ha publicado numerosos trabajos académicos y desarrolla una profusa actividad curatorial y docente en el campo de las artes visuales.

Damián Lamanna Guiñazú. (1985) Nació y vive en la zona oeste del conurbano bonaerense, enfrente de una plaza descuidada y luminosa donde por las noches se juntan corredores, perros y criaturas que meditan. Escribe poemas y textos críticos que eventualmente publica. Estudió letras y periodismo. Trabaja en el CCMH Conti (ex ESMA) y suele sumarse a proyectos absurdos que le toman todo el tiempo libre sin rédito material alguno. Seguirá así hasta que el cuerpo y la imaginación se lo permitan.



© Gachi Prieto, 2016 Todos los derechos reservados Ley 11.723 Prohibida su reproducción total o parcial. Idea y realización: María Alejandra Gatti Diseño y pre impresión: studionube.com.ar Agradecimientos: Gachi Prieto, Andrés Waissman, Lara Marmor, Florencia Battiti, Daniela Gutiérrez y Damián Lamanna Guiñazú. Fotografías: Gonzalo Maggi Lorena Marchetti Este libro se terminó de imprimir en Buenos Aires en el mes de Marzo de 2017. Edición limitada de 100 ejemplares numerados.



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