Escenario prestado acto 7

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acto # 7

sakkei

escenario prestado





La vista de un jardĂ­n de frente que muta en pequeĂąos ciclos pide prestado un paisaje de fondo. El pasto se expande en las paredes y toca los bordes que no son claros a pesar de estar contenidos en un cuadrado blanco. M.A.G.



escenario prestado En el marco del cronograma de muestras de la galerĂ­a Gachi Prieto desarrollamos el ciclo Escenario Prestado, espacio que propone un acercamiento distinto a la experiencia con la obra: escritores, artistas y curadores son invitados a escribir textos que surgen de una serie de encuentros con la Ăşnica consigna de pensar la obra como disparador. El ciclo se propone construir de forma colectiva un discurso poĂŠtico, un entramado de voces que desde la literatura devele otro recorrido en el contacto con las artes visuales. Organizado en actos presentamos el # 7 en el contexto de la muestra Lo amorfo de Silvana Lacarra curada por Fernando Farina, con textos producidos por Federico Curutchet, Sergio Frugoni y Natalia Neo Poblet.



La amorfo En “La amorfo”, Silvana Lacarra reúne una serie de ideas y vivencias que se cruzan para dar sentido a las obras (y provocar su búsqueda). Ese sentido está marcado por la valoración del camino a recorrer y no por la supuesta verdad a revelarse. Una condición “contemporánea” que sin embargo no proviene de recetas tales como que la obra debe interrogar en lugar de afirmar, sino en la advertencia de que no se puede saber la verdad sin recorrer el camino, porque es intrínseca al propio andar. En el tránsito, las piezas se constituyen como en hitos de un mapa de la experiencia de la artista. Se trata de sensaciones provocadas por distintas vivencias, muchas de ellas en lugares marginales, donde las lógicas de construcción mezclan saberes prácticos, carencias y otras estéticas. Lacarra elige una manera diferente de asumir la figuración, sometiéndola a un proceso de abstracción donde aparecen formas y colores, pero sobre todo materiales, elementos que remiten a historias, ya sean propias –y hablo de los materiales- como del uso, del lugar que ocupan en la sociedad, del diferente reconocimiento que tienen. En definitiva: del valor que se les da. Pero no solo los materiales refieren a situaciones, hay relaciones especiales que la artista establece con ellos, con la memoria y el compromiso de involucrarse a través de todo el cuerpo. Y no se trata únicamente de los recuerdos de su infancia –la naturaleza, su casa, el pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires donde nació- sino de hechos más recientes, de sentimientos entremezclados que se conjugan en el tiempo presente, donde confluyen tanto las cuestiones personales como las sociales. La fórmica, aquel material adoptado por la clase media, se mezcla con el cartón y el plástico en combinaciones artesanales que refieren a cosas y hechos específicos: una vivienda de alguien que conoce muy bien o un techo visto al pasar. Se trata de obras que realiza con absoluta economía de medios. De allí la cuidadosa selección que hace de cada elemento, de cada forma, de cada color. Es que al ser los materiales centrales en su obra, lejos de negarlos, Lacarra trata de exponerlos en toda su condición, en su fortaleza y fragilidad, en su maleabilidad o aspereza. Tal vez haya aquí que alertar sobre algo más que ni siquiera la artista puede manejar: el rigor de las construcciones, la sensualidad que emerge y que se resume en la seducción provocada. La amorfo es un título que hace “ruido”, que conlleva una aparente contradicción. Y es acaso esta objetivación de lo amorfo que remite -desde la potencia femenina- a preguntarse por el mismísimo Golem, un ser embrionario e incompleto, tan intranquilizador como enigmático, tan formal en apariencia como desestabilizador en la medida de que nos adentramos en la incertidumbre que provoca esa no búsqueda de la belleza, esa invitación a recorrer el camino. Fernando Farina, Abril 2017.


La amorfo Silvana Lacarra





El Patio Una zona franca, un camalote de río un recodo al costado del zaguán; la zarza ardiente, su quietud, su estar ahí nomás roída por las sombras, por el siempre ser sin luz de las palabras. Hasta ahí sé y no sé; pasa un bentenveo por el patio de la casa familiar entre azulejos, los cartones y la huella del piecito arremangado. Al amparo de cuatro paredes el repique del pasado es una fuerza elemental, un párpado que se abre y que se cierra indiferente al pensamiento. Retumba un abejorro en el hiato dibujado en la pared. Y entre postales geométricas se cuela el surco de la memoria. El reboque, los canteros con begonias, los ladrillos entumecidos por el tiempo: sobre esa pared ronda un halo de misterio. Oigo latir entre las partes rotas algo así como una forma nimia, microscópica que despliega


algo que no vemos. Pero no, las palabras no alcanzan a esconderse en el hilo delgadísimo, en la fisura visible del mosaico; ¿Será que camino por el borde del cantero, un pie detrás del otro, esperando ese desliz hacia el recuerdo? Mientras tanto se oye en la cocina el alboroto de las ollas ¿habrá fideos o polenta? y es mi madre que responde con un murmullo lejano -imperceptibleque sí, que ya comemos, y la voz se cuela por los bordes desparrama su sonido y se parece al color de las baldosas a los yuyos y al vaivén de los malvones; entonces me digo: un cielo de mosaicos estallados puede ser un lugar para vivir; una época feliz de plumerillos al costado de la ruta que se cuidan entre ellos de la noche por llegar.

Sergio Frugoni






Lacarra, la escribiente: de pieles y pliegues El cuerpo bajo la piel es una usina recalentada, y afuera, el enfermo brilla, reluce, por todos sus poros, radiantes. Como un paisaje de Van Gogh al mediodía.

Durante la Edad Media la escasa población letrada que dominaba el discurso (esos que leían, interpretaban y comprendían correctamente la palabra sagrada), estuvo rodeada por una muchedumbre orgánicamente analfabeta –pastores, campesinos y artesanos- nutrida por un funcional y anónimo ejército de escribientes que reproducían incansablemente textos que no sabían leer ni interpretar. La tarea del copista consistía en ser un medio que no media, es decir, un vehículo que no interfiere en el camino que va desde el original a la copia. Un buen escribiente era aquel que no se interponía en el movimiento de la literalidad, aquel que repetía fielmente y reproducía en sus grafismos fórmulas y formulismos sin la asistencia de un gesto autoral o propio. La toma de conciencia de esta práctica por parte de los escribientes, la comprensión de su tarea, era un grave obstáculo para aquella población dominante que sacaba provecho de este trabajo obediente, autómata y reproductivo.

Famoso por su determinante rebeldía, un día cualquiera, Bartleby, en calidad de copista, prefiere no copiar más. Con sencillez demoledora y sorprendente elocuencia formula elegantemente su sentencia: I would prefer not to. La potencia de esta frase de corte existencial retumba hasta nuestros días poniendo en evidencia la imposibilidad de la literalidad. Bartleby excede a la grafía, a la literatura, al texto y entiende que en su práctica, en la puesta en materialidad de la narración, hay siempre una pérdida; un resto que desquicia a la igualdad, que la desborda, que la empuja a su borde, a su umbral, a la profundidad de su piel; y con ello abre una herida en el cuerpo del significado.

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Artaud, Antonin, Van Gogh le suicidé de la société, en Oeuvres complétes, p. 1459


Silvana Lacarra expresa con sus obras, lo que Bartleby con su educada negativa. Ambos prefieren no. Ambos son demasiado conscientes de su profesión. Ninguno de los dos se calla, repiten insistentemente la misma fórmula. Ambos interfieren con elegancia en el viaje que emprende la literalidad entre el original y la copia y prefieren no contribuir con la pretendida claridad del discurso. Se niegan, con respetuosa y contundente violencia, a alimentar una repetición sin diferencia. Lacarra se sitúa entre la piel y el pliegue, entre la repetición epidérmica de cartones, plásticos y fórmicas, y los repliegues y despliegues de la materia re-formada. Su estrategia estética consiste en la superposición mecánica de capas y capas de materiales diversos; pero es justamente en esa repetición de materialidades, donde las formas prefieren no copiarse más a sí mismas.

Es, esta repetición de la grafía de los materiales, un intento obstinado de la obra por negarse a ser leída, interpretada, comprendida, de forma unívoca e irrevocable. Se niega a ser completa y satisfactoria, prefiere no una y otra vez, y en esa repetición, se rebela contra el autoritarismo del significado. Fórmica, cartón o plástico, son, en definitiva, formas epidérmicas de una piel sin cuerpo. La diferencia en(tre) los trabajos de Lacarra habita en la piel que las vincula; vinculación que también es quiebre, escisión y al mismo tiempo confluencia. Repetición de una diferencia, siempre esquiva, que acecha susurrando, entre las superficies materiales que redundan en las obras.

En los trabajos de Lacarra lo que podría ser una acumulación obediente y autómata de grafías en cartón y fórmica, se convierte en una sutil y elegante negativa: prefiere no ser el mismo cartón ni la misma fórmica. Prefiere repetir en la piel de sus formas los pliegues que se despliegan y se repliegan de una obra a la otra, en una suerte de movimiento que va de la copia a la copia. Sin original, sin cuerpo, pura exterioridad, pura epidermis.

Federico Curutchet, Abril 2017.




Lo imposible nos somete y el arte nos inventa otro lugar lo amorfo representa lo desconocido sopla las formas determinadas y en ese soplido resuena una brisa anunciando que el destino se voló. Así nos arrima y nos hace rozar con lo otro para invitarnos a respirar un nuevo devenir. Material subversivo que hace bailar lo femenino en esa danza el amor es una construcción transformadora Emerge el movimiento y la disolución de lo previsible. Nos orienta un viento que nos lleva de la mano a la esquina donde el silencio es música. En el envés, despertamos. Experiencia inseparable de una nueva lengua. Trazos que nos visten, nos silban al oído un nuevo otro acontecer.

Natalia Neo Poblet





Silvana Lacarra Es artista visual. Estudió dibujo y pintura en el Instituto Saint Josepf, Bragado, Provincia de Buenos Aires y junto a los artistas Carlos Gorriarena, Ahuva Szlimowicz y Sergio Bazán. Fue becaria del Programa para artistas jóvenes dirigido por Gullermo Kuitca. Participó del programa para artistas visuales Intercampos de Fundación Telefónica y de la Residencia de artista Vytlacil Campus, The Art Student League, Nueva York. Expone de forma individual y colectiva en el país e internacionalmente desde 1998. Ha recibido entre otras distinciones la Mención del Jurado del Premio Hotel Colonial Museo de Arte Contemporáneo de Salta 2012; el Primer Premio Nacional de Pintura del Banco Central de la República Argentina 2008; el Primer Premio del Premio Argentino Artes Visuales 2006 Fundación Osde y la Primera Mención del Concurso de Pintura Contemporánea Argentina Fundación Deloitte 2006. Su obra forma parte de colecciones privadas y públicas del país y del exterior. La imagen verdadera proviene del material: El laminado plástico, la fórmica, nació como un símil económico de la madera; la clase media lo adoptó no por su calidad imitativa, sino por su pretensión de solidez. El trabajo artístico está en las antípodas de lo que se considera sólido: avanza a tientas sin llegar a destino o, en el mejor de los casos, simulando las llegadas, fragmentando los destinos. Todo material, expuesto en la abstracción de la obra misma, cuenta un triple sentido: en primer lugar, la historia de sí mismo, develado como materia; en segundo, su historia en y a través de los objetos, donde el material es sí mismo y deja de serlo, al mismo tiempo, sin cambiar materialmente; por último, su propia historia, la que se conjuga a través de su existencia como parte de una cotidianeidad que ignora porque no le pertenece: la fragilidad de nosotros todos.

Fernando Farina Presidente de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, integrante del equipo curatorial de la Bienal Internacional de América del Sur (Bienalsur), asesor del Museo Nacional de Bellas Artes, profesor titular de Sociología del Arte (Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario), y curador independiente. Licenciado en Bellas Artes (especialidad Teoría y Crítica del Arte) por la Universidad Nacional de Rosario; entre 1999 y 2007 fue director del Museo Castagnino de Rosario, y desde su creación en 2004 y hasta 2007 del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (macro), institución que fue inaugurada a partir de la conformación de la mayor colección de arte argentino contemporáneo, que lo tuvo como curador. También fue Secretario de Cultura de Rosario entre 2007 y 2009 y Director del Fondo Nacional de las Artes (por la disciplina Artes Visuales) entre 2007 y 2016. Entre otras actividades relacionadas con la curaduría, fue curador del Museo Castagnino, del Espacio de Arte Contemporáneo de la Fundación YPF, del Programa Pertenencia del Fondo Nacional de las Artes, presidente del Comité de Selección de Galerías de arteBA para las ediciones realizadas entre 2009 y 2011, uno de los curadores de la Bienal del Fin del Mundo para las ediciones de 2009 y 2011, y curador del envío argentino a la edición de la Bienal de Venecia 2013. Asimismo ha sido, entre 2014 y 2015, director editorial de la serie de fascículos Pintores Argentinos, que se publicó con el diario La Nación. Ha dictado numerosas conferencias, publicado artículos y libros, y participado como jurado de concursos nacionales e internacionales. Como investigador realizó cuantiosos trabajos y obtuvo becas de la Universidad Nacional de Rosario, del Fondo Nacional de las Artes, de la Secretaría de Cultura de la Nación y de los gobiernos de Francia y España.


Federico Curutchet Es crítico de arte, curador y ensayista. Se recibió de Técnico en Expertizaje y Valuación de obras de arte (UMSA), realizó estudios en Lic. en Filosofía (2008/13, UBA) y estudia la Lic. en Crítica de Artes (UNA). Desde el año 2013 al 2015 fue director de Zafarrancho, un espacio de arte contemporáneo al servicio de la experimentación artística y la búsqueda de nuevos soportes con foco en proyectos site-specific. Fue jurado de preselección del PICAV (Premio Itaú Cultural a las Artes Visuales) 2014/15 y 2015/16, Revisor de Portfolios en el Festival de la Luz 2015 y jurado del concurso “Primera muestra” junto a Daniel Joglar, Augusto Zanela, Maria Paula Zacharías, Gachi Prieto y Silvana Ovsejevich en 2016. Realizó clínica curatorial con Mónica Girón (Arg), Chiara Bértola (Ita) y Sigismond de Vajay (Fra) en el marco del “Programa Jóvenes Curadores” de la Fundación PROA 2015 y clínica de escritura crítica sobre arte contemporáneo con María Gainza (2016). Trabajó como Coordinador General en Masottatorres Arte Contemporáneo y en Aldo de Sousa Gallery y como Gallery Manager en Rolf Art, donde realizó la producción artística, los textos y las curadurías de las propuestas feriales y las exposiciones locales de la galería. Realiza de manera independiente trabajos curatoriales, colabora con reseñas, ensayos críticos y artículos para diferentes medios especializados, como Revista Ñ (diario Clarín) y el suplemento cultural del Diario Perfil, e integra grupos de investigación sobre arte contemporáneo. Actualmente se desempeña como Director Artístico en Barro arte contemporáneo y se encuentra escribiendo su primer libro sobre “Fotografía argentina contemporánea” para la Editorial Planeta. Dicta talleres sobre escritura, arte y filosofía y asesora colecciones particulares en la compra y venta de arte contemporáneo.

Sergio Frugoni Nació en el sur de la Provincia de Buenos Aires, en Tandil, y actualmente vive en otro sur, en el barrio de Monserrat de la CABA. Estudió algo de medicina y la carrera de Letras en la UNLP, donde es profesor en el área de la formación docente. Durante muchos años participó en políticas públicas de promoción de la lectura y la escritura con jóvenes de sectores populares, de donde salieron muchos artículos y un libro: Imaginación y escritura. La enseñanza de la escritura en la escuela. Ultimamente dicta talleres de formación de bibliotecarios en contextos de encierro. Escribe narrativa, poesía y también ensayos críticos. Fuera del mundo de los libros y la literatura se declara amante del buceo y de la vida submarina. Una vez buceó con tiburones y vivió para contarlo.

Natalia Neo Poblet Es Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (U.B.A.). Sus dos pasiones son el psicoanálisis y la literatura, especialmente aquellas escrituras disruptivas que corren el sentido. Se escriben palabras, imágenes o sonidos. Es una cuestión de decisión. Además de dedicarse a la clínica psicoanalítica, da charlas y conferencias uniendo psicoanálisis y literatura, porque considera que ambas disciplinas hacen un tratamiento del lenguaje y promueven una nueva otra lengua: la propia, dentro de la lengua misma. Compiló dos libros: ‘La máquina des-escribir, el sujeto entre líneas’ y el ‘Arte de lo real’. Ambos libros versean sobre escrituras que producen un movimiento en la lengua. Cree fehacientemente que somos poemas cuando logramos hacerle algo al lenguaje.



© Gachi Prieto, 2017 Todos los derechos reservados Ley 11.723 Prohibida su reproducción total o parcial. Idea y realización: María Alejandra Gatti Diseño y pre impresión: studionube.com.ar Agradecimientos: Gachi Prieto, Silvana Lacarra, Fernando Farina, Federico Curutche, Sergio Frugoni y Natalia Neo Poblet. Fotografías: Gonzalo Maggi gentileza Maju Lacarra y Carla Aquilanti Este libro se terminó de imprimir en Buenos Aires en el mes de Abril de 2017. Edición limitada de 100 ejemplares numerados.



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