Los impuestos a las bebidas azucaradas son una política pública diseñada para desincentivar el consumo de productos con alto contenido de azúcar y sin valor nutricional, como refrescos y jugos industrializados, mediante un cobro fijo por litro o un porcentaje sobre el precio final. Su objetivo principal es reducir el consumo, mejorar la salud poblacional y generar ingresos destinados a la prevención y atención en salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado un mínimo de 20% de impuesto para obtener mayores beneficios en salud y en un documento más reciente de la propia OMS, ha recomendado aumentar los impuestos a estas bebidas hasta llegar a un 50% de ahora al 2035.1
En México, desde 2014 se aplica un impuesto de 1 peso por litro, que era equivalente, al momento de su aplicación, a aproximadamente el 10% de su precio, medida pionera en la región, aunque insuficiente



¿Qué significa que un impuesto sea regresivo?
Un impuesto se considera "regresivo" cuando representa una mayor carga proporcional para las personas con menores ingresos. En el caso de las bebidas azucaradas, el argumento crítico es que las poblaciones en situación de vulnerabilidad podrían verse afectadas económicamente, ya que destinan una mayor proporción de sus ingresos a estos productos. No obstante, diversos estudios señalan que, aunque el impacto económico inmediato puede ser mayor para hogares de bajos ingresos, también se ha observado que esta carga puede tener en mayor impacto en la reducción del consumo en estos hogares, mayores beneficios en salud y reducción de gastos médicos a largo plazo, que superan ampliamente esa carga inicial.2,3 Se ha demostrado que los daños en salud por el consumo de este producto son catastróficos para las poblaciones más vulnerables, es decir, el factor más regresivo es el de la enfermedad, el de los daños en salud.
Resultados del impuesto en personas en situación de vulnerabilidad
En México, las reducciones más significativas en la compra de bebidas azucaradas se han observado en los hogares de nivel socioeconómico bajo ya que mostraron reducciones mayores de hasta 17.4% menos en el primer año.4 Estudios en Sudáfrica, Chile y Filipinas muestran patrones similares, donde las poblaciones con mayor riesgo de enfermar responden más fuertemente al precio, al reducir el consumo de bebidas azucaradas y aumentar el consumo de alternativas más saludables.5–7 Esto sugiere que la respuesta al impuesto ha sido más sensible en las comunidades con menores recursos económicos, posiblemente debido a una mayor elasticidad precio-ingreso.
¿Qué beneficios tiene en salud para personas en situación de vul
Reducir el consumo de bebidas azucaradas está asociado con menores riesgos de desarrollar enfermedades como diabetes, hipertensión, caries dental y enfermedades cardiovasculares. Estas condiciones afectan de manera desproporcionada a las poblaciones de bajos ingresos, que además enfrentan barreras en el acceso a servicios de salud.
Por tanto, la disminución del consumo de bebidas azucaradas puede traducirse en mejoras significativas en indicadores de salud, reducción de hospitalizaciones y costos asociados, así como una mejor calidad de vida. Además, se estima que un impuesto efectivo puede evitar miles de muertes prematuras relacionadas con el exceso de azúcar.

¿Cómo
podría usarse lo recaudado para apoyar a estas poblaciones?
En México, si bien el destino de los ingresos no ha sido completamente etiquetado, existe la propuesta de una garantía presupuestaria, para destinar un porcentaje de lo recaudado al sistema de salud.8,9 Por otro lado, algunos gobiernos subnacionales y experiencias internacionales han demostrado que los recursos pueden utilizarse para mejorar la infraestructura de agua potable, instalar bebederos en escuelas, financiar programas de salud y educación nutricional.2,5,10 Por ejemplo:
En Berkeley, California, el impuesto a bebidas azucaradas se ha destinado a programas comunitarios de salud, incluidos aquellos que apoyan a comunidades afroamericanas y latinas.
En Hungría, se han financiado campañas de comunicación y subsidios a alimentos saludables con recursos provenientes de impuestos a productos no saludables.
Filadelfia, Pensilvania, ha utilizado lo recaudado para financiar programas sociales en comunidades vulnerables, construcción de infraestructura sanitaria y educativa, así como promoción de estilos de vida saludables.
¿Podría un impuesto reducir el consumo de bebidas azucaradas a largo plazo?
Sí, la evidencia de México y otros países muestra que los impuestos bien diseñados pueden tener efectos sostenidos, especialmente cuando se ajustan periódicamente y se combinan con otras políticas (como el etiquetado frontal, regulación de la publicidad y educación nutricional).1,2 En algunos países, como Reino Unido y Chile, se ha observado también una reformulación de productos y un cambio de preferencias entre los consumidores.11,12 Estas medidas permiten transformar el entorno alimentario de manera estructural. Además, los hogares en situación de vulnerabilidad han demostrado ser más sensibles al precio y, por tanto, podrían tener mayores reducciones de consumo a lo largo del tiempo.2,7,13
