Institutos seculares y su entrega incondicional a Cristo
El Observador platicó con Olga Alejandra Escobar van Beverhoudt, presidenta de la Conferencia Mexicana de Institutos Seculares, de cómo hacen vida la Palabra de Dios que es su fuente constante de renovación. PÁGINA 2
El Observador DE
18 de diciembre de 2011
AÑO 17
No. 858
elobservadorenlinea.com
LA
ACTUALIDAD
CUARTA SEMANA DE ADVIENTO
Dios está a la puerta
«
Cuando Cristo entró en nuestro mundo no vino a iluminar nuestros diciembres, vino a transformar nuestras vidas». Esta es una frase que condensa el sentido del Adviento, un tiempo para preparar el cambio de nuestros corazones. Lamentablemente, entre posadas y festejos, a veces olvidamos desempolvar el espíritu, limpiar la casa, purificar nuestro interior. Oración, vida sacramental y una mayor caridad en nuestro actuar, son los instrumentos que tenemos para preparar la llegada de nuestro Redentor. Es un tiempo privilegiado para limar asperezas, dar y devolver sonrisas, para reencontrarnos con nuestra esencia cristiana.Dios está a la puerta, ahora depende de nosotros si le dejamos entrar.
GRAN REPORTAJE
Migrantes, una lucha por sobrevivir
La existencia de migrantes es un fenómeno mundial; en los últimos 20 años el número de personas en esta situación aumentó al doble. La gran mayoría no lo hace por gusto sino por sobrevivir. Esto nos habla de una población en situación de alta vulnerabilidad. PÁGINA 3
$10.00
Fundado en 1995
PÓRTICO Por Jaime Septién
jaimeseptien@elobservadorenlinea.com
Perdón
T
OPINIÓN SATISFACCIÓN COMO DEL DEBER EN LA CUMPLIDO PASTORELA
TOMÁS DE HÍJAR ORNELAS PÁGINA 12
SER JOVEN
WALTER TURNBULL PÁGINA 13
EL SENTIDO DE HACER UN REGALO
odos los sabios que en el mundo han sido, guiados por la luz del Espíritu Santo (hablo de los sabios de verdad, no de los eruditos), coinciden en señalar que el perdón ofrecido y recibido con alegría nos sana, nos reintegra a la vida, nos da alas, nos hace ser lo que somos, ser de otro modo, ser más. Navidad es el tiempo propicio para pedir perdón y para recibirlo de Dios. Cuando en el Padrenuestro exclamamos «perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden», estamos proclamando quizá la diferencia grande del cristianismo con respecto a otras religiones monoteístas. Dios, para nosotros, es Amor. Y no hay amor sin perdón. «El perdón –dijo santo Tomás Moro—es la venganza de la sabiduría». Si, la venganza contra la mezquindad, contra el egoísmo, contra el «amor propio» que fundamenta la infidelidad. El sabio perdona y pide perdón; el indolente se queja, se justifica, se enconcha en su miseria, deseando que al otro, al «ofensor», al «enemigo», le vaya mal. De preferencia, muy mal. Su victoria está en la derrota del otro. Pero esa no es la caridad de Jesús. Es, desde luego, la «sabiduría» del Diablo. Desde la humildad de esta columna, quiero pedir perdón a todos los que he ofendido tontamente este año. Lo hago con el corazón contrito, pidiendo a Dios que me ilumine y me envíe la Gracia para no volver a ofenderlos. Soy humano, soy limitado: vasija de barro mal cocida. Pero puedo levantarme de la ceniza y escribir los beneficios recibidos en tablas de bronce y las ofensas en la arena. Que se las lleve el viento. Somos lo que amamos. Y lo que perdonamos. Perdona tú, mi amigo, mi hermano, mi prójimo. Perdóname y ayúdame a vivir como un hombre del mundo en el corazón de la Iglesia. Y a ser un hombre de Iglesia en el corazón del mundo.