El Observador de la Actualidad 770

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CULTURA

11 de abril de 2010, AÑO 15, No. 770

CON PERMISO

AL MARGEN…

HABLAR

TÚ PUEDES

POR HABLAR POR MIGUEL ARANGUREN / www.miguelaranguren.com

Iba a escribir sobre lo feliz que se vive en ausencia de noticias (prensa, radio, televisión…), ya que durante la recién finalizada Semana Santa he disfrutado, como si fuera un lujo, de la lejanía voluntaria del día a día. Conclusión: nos sobra el noventa y nueve por ciento de la información que traen los medios, muy especialmente las vacuidades de nuestros políticos, tan prescindibles. Así que me disponía a hablarles de la visita que hicimos en familia a un convento de monjas clarisas, con las que disfrutamos unas horas del Domingo de Resurrección. Son pocas y las más acumulan años y enfermedades. Sin embargo, parecen sonajeros de la risa de tanta felicidad que exhalan (ojo, tampoco ellas se preocupan por los boletines de noticias ni por los periódicos). Percibí que su felicidad es auténtica, y que tiene relación directa con la renuncia a lo que los hombres y mujeres del siglo juzgamos «irrenunciable». Terminamos hablando del Papa, de la «pasión» que soportan los hombros de Benedicto XVI, un anciano de Dios. Propósito de las religiosas de clausura: que la Iglesia florezca con su entrega en el alegre empeño de ser santas. Pero terminaré el artículo refiriéndome a esos asuntos escabrosos que demandan tanta tinta en la prensa y tanta palabrería farisaica en los debates. Me cuentan de una niña inmigrante que residía en un barrio populoso de Madrid. Desde antes de su primera regla y hasta que reconoció a los suyos el infierno por el que

Visitamos un convento de monjas clarisas. Son pocas. Sin embargo, su felicidad es auténtica, y tiene relación directa con la renuncia a lo que los hombres y mujeres del siglo juzgamos «irrenunciable». estaba pasando, un amigo de la familia abusó repetidamente de ella, violándola al tiempo que le regalaba muñecas. No, no era un sacerdote, como no son sacerdotes casi el cien mil por cien mil de los criminales que vejan a los niños. Era un hombre llegado a la «Madre patria» desde el otro lado del océano, que como muchos otros inmigrantes descubrió en la vieja Europa una fascinación sin límites por la pornografía y el sexo libre. Me alegra comunicarles que se encuentra en la cárcel, aunque siento que la prensa se quede sin titulares.

El Observador

POR JUAN CARLOS MORENO ROMO / juancarlosmorenoromo@gmail.com

Una de las mayores y más dañinas falsedades que se han dicho estancadas, como quien viviese de sus procon respecto a los mandamientos de la ley de Dios, es aquella en la pios desechos, devorándose a sí mismo. que incurrió, hace ya casi medio milenio, el Pero también es cierharto indisciplinado monje agustino Martín to que tú puedes amar a Dios con todo tu Lutero quien, cual un muy mal estudiante de ser, y que, al proponértelo, al hacerte esa proesos que se desaniman y nos desaniman a fundísima declaración de amor, tu Creador te los demás en asuntos tan banales como el de viene a liberar de tu propio peso, invitándote no dar con la manera de hacer correctamente a cooperar con Él en la creación de ti mismo, una suma, o una división, o como el de no como el padre que detiene los bracitos de su poder guardar el equilibrio en una bicicleta, bebé para ayudarlo a dar sus primeros pasos, salió con la puerilidad aquella de que no se o como la mano que, cuando nos hemos caípuede, y de que si Dios nos dio esos mandado, nos ayuda a levantarnos. mientos, según él «imposibles de cumplir», Y ese es el amoroso pan que nos ofrecen no fue con más fin que el de humillarnos, contodos los mandamientos: tú puedes amar a frontándonos a nuestra propia miseria de seDios, y respetarlo, y compartir con Él, desres caídos, como si se tratara de un padre pués de los dedicados al trabajo, los verdamalvado que nos diera piedras cuando le pederos días festivos que son, o deberían ser, y dimos pan. pueden llegar a ser los del encuentro con la El niñato perezoso y orgulloso desespera Iglesia que todos estamos invitados a formar así del ideal, al no encontrarlo fácil, y al fracaen torno a su Hijo Jesucristo. sar una y otra vez en su intento de ser santo, Martín Lutero enseñó una Gracias al infinito amor de Dios nuestro como si quisiera serlo nada más por su linda Señor, tú puedes amarte a ti mismo, y a los las más dañinas falsedades cara, y no se da cuenta de que es el ideal demás —a tus padres en primer lugar—, y precisamente el que nos libera de nosotros con respecto del Decálogo: con la fuerza del amor de Dios, que encarnó mismos, y de nuestra pereza y nuestro narcien el hijo de María, tú puedes vencer al pecaque los mandamientos que sismo, y que justamente sin él —sin el mando. damiento o ideal que nos invita a superarnos Dios nos dio son Tú puedes no matar. Tú puedes no fornia nosotros mismos, desde lo alto— nos quecar. Tú puedes no robar. Tú puedes negarte a daríamos inmóviles, y atontados en la con- «imposibles de cumplir» mentir, o a matar con tu lengua. Tú puedes no templación de nuestros propios ombligos, o desear ni la mujer, ni el hombre, ni los honodel reflejo de nuestro lindísimo rostro en unas no muy bien olientes res, ni los bienes materiales de los demás. aguas estancadas. Tú puedes, y estás invitado, o invitada —tú y cada uno de Y desgraciadamente es cierto que tú puedes ser un «dios» —es nosotros, y no nada más los hombres y mujeres extraordinarios— decir, un ídolo— para ti mismo, y pudrirte en tus propias aguas a la santidad.

LUCES Y AMORES

PEREGRINA EN ESTE MUNDO POR ALEJANDRO SORIANO VALLÈS / aquella_fenix@yahoo.com.mx

Aprovechando el dolor, la rabia y la vergüenza, cavilemos bre- placer, la gloria y el poder que ofrecen son el vemente sobre la Iglesia que tanto amamos. «Peregrina en este lugar de perenne residencia. Así, la felicidad que propugnamos no mundo», la llama el Misal, con adjetivo revelador no sólo de su es la del guerrero, sino la del que rehuye el dolor. Todavía —supocondición transeúnte pero, particularmente, de su extravagancia. nemos— no hemos sido expulsados del Paraíso, porque todo, meInstituida por Dios y compuesta por hombres, la Iglesia es santa y nos la aflicción, es deleitable. El enemigo no está en uno, viene de pecadora; se halla siempre a salvo y no deja de peligrar; se derrum- fuera. Por ello, el rutilante Querubín ha dejado de inflamarnos; su ba y jamás cae; se enturbia y es diamantina; se tuerce y no pierde la indignada faz no es ya turbulenta señal de escarmiento. senda; es maestra de verdad y padece las acechanzas de la mentira; La santa Iglesia de Cristo, consolada y defendida siempre por el está en el mundo y no le pertenece. Es el sagrado carro de Dios Espíritu Santo, está siendo nuevamente llamada, en cada uno de embestido por mil dragones. sus hijos y desde la agonía de la Cruz, a la conQuienes ahora penamos con ella —no lo des- Fuimos expulsados del versión. La prevaricación de muchos de ellos, conozcamos— la hemos traicionado innumeras Paraíso, enseña la personificada tan inicuamente en la defección de veces. Confundidos, hemos constatado que poalgunos de sus pastores, deslumbra en el atardedemos obrar las peores iniquidades. Será, luego, Iglesia de Cristo, y ésa cer de esta degradada civilización con el fulgor cuerdo nuestro descontento, benéfica nuestra de los clavos del Gólgota. La Sangre del Maestro debería ser nuestra aflicción, si el Querubín del Señor llamea entre nos empapa, para confusión y —si el Ángel del nosotros y el engaño cotidiano de ser aún habi- divisa y advertencia Edén nos afrenta— bien nuestro. Precisamente, tantes del Edén. porque custodia sus puertas en garantía de que Probablemente, la indignidad que consume hoy al cuerpo de la no podremos regresar a él, miremos al futuro, a donde indica la Iglesia provenga de tan anticristiano olvido: fuimos expulsados del Esperanza y de donde —a través de la Iglesia— toda gracia provieParaíso, y el mal deprava nuestra naturaleza. Es la doctrina del Peca- ne. Caímos y, por tal motivo, peregrinamos. Combatimos, somos do original, que obligaría, por elementales razones, a punzarnos con (perdón por la palabra, que a tantos espanta) cruzados. Nuestros el recuerdo frecuente de que, como la de la Iglesia a que pertenece- son el Pan y el Vino; el sudor y la fuerza; el goce de la vida buena; mos, nuestra existencia no termina aquí. Somos, en igual sentido, la alegría de la victoria. Los bienes insólitos de la Iglesia, chocanperegrinos, extrañas criaturas pasajeras, transitorias hojas de un tes al «hombre de mundo» en que ciertos sacerdotes se han conárbol ajeno que el viento del mañana hace temblar comprometida- vertido, claman contra ellos (como contra la mayoría de nosotros) mente sobre el abismo de la muerte. Nuestras vidas, repitámoslo, desde el Laurel plantado por Cristo cuya señal reza «¡ay de ustepeligran. Es la creencia católica de la Caída. Y es, como bien dice des, los ricos!». Chesterton, la filosofía de que el hombre es condenable, lo cual Fuimos expulsados del Paraíso, enseña la Iglesia, y ésa debería significa que «la moral cristiana siempre dijo al hombre no que per- ser nuestra divisa y advertencia. Ni el dinero, ni la fama, ni el poder, dería su alma sino que debía tener cuidado de no perderla». O sea, ni el placer lograrán corromper al Ángel del Señor. Deberíamos, que esta tierra no es el Edén, sino un heroico campo de batalla peregrinos, recodarlo, porque un horrible despeñadero bordea la donde cada instante puede ser definitivo. oscura senda de nuestra efímera vida terrenal. No obstante, una luz Por desgracia, muchos de nosotros, creyendo en los artificios brilla sobre el árbol de la nave de Cristo: la Estrella de Belén, guía de la (pos)moderna sociedad paganizada, damos por sentado que el infalible en la borrasca del mundo.


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