El Jolgorio Cultural 48

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oaxaca sustentable ii

2. ¿DÓNDE OÍMOS ESTO ANTES? La ausencia de una consulta informada a la ciudadanía parece, en efecto, una pesadilla recurrente, como lo muestra un recuento, ni siquiera exhaustivo, de obras urbanas recientes, muchas de ellas obras viales: Libramiento Norte, “modernización” de la salida al Tule, las “vueltas inglesas”, desmantelamiento de la estación y las vías del ferrocarril, ampliación de la carretera del Fortín, libramiento carretero Sur, “remodelación” del Zócalo, la Plaza de la Danza y otras plazas y jardines, cambio de pavimento de calles del centro, techado del auditorio Guelaguetza, tienda Chedraui de la colonia Reforma... La lista podría crecer desmesuradamente si añadimos las iniciativas que diversos tecnócratas y empresarios intentaron realizar en Oaxaca, y que afortunadamente se quedaron sólo en propuestas por combinaciones variables de resistencia ciudadana, falta de tiempo o dinero y el megalómano absurdo que implicaban algunas de ellas: túnel en el Cerro del Fortín, segundo piso en la avenida Niños Héroes de Chapultepec, estacionamiento subterráneo en la Alameda León, McDonald’s en el Zócalo, centro comercial en el espacio de lo que hoy es el Centro Cultural Santo Domingo. Como señalamos en nuestra entrega anterior, en todas estas obras se han desestimado de manera sistemática tres principios elementales: a) una sólida justificación de carácter urbanístico, ecológico y social; b) el apego riguroso de la legislación vigente; c) la consulta informada de los involucrados. Otro patrón ha sido la actitud de los promotores, públicos o privados, ante la oposición que despertaron sus iniciativas. A los detractores, o bien se les descalifica por no ser expertos, o de plano se les acusa de favorecer intereses ajenos, oscuros. Se niega información, se montan campañas de adhesión a modo y se termina con la imposición por la vía de los hechos consumados.

3. ¿VIALIDAD O CONVIVIALIDAD? Los optimistas consideran que el tráfico de vehículos automotores está provocando la creciente degradación de los espacios urbanos en los que nos movemos a diario, a tal grado que pronto estaremos ante una crisis de proporciones inmanejables. Para los pesimistas, la crisis está ya aquí y ahora, sólo que no podemos o no queremos reconocerla en su cabal magnitud. En todo caso, ni unos ni otros pueden dejar de atestiguar y sufrir la destrucción física del patrimonio arquitectónico de Oaxaca, la contaminación del aire que respiramos y la degradación social que implica la pérdida de los espacios públicos, más las molestias sin fin que representa el desplazarse diariamente en la ciudad. En el terreno de las opciones, las divergencias son aún mayores; para algunos, se trata de resolver el problema de vialidad —en su estrecha connotación de facilitar el tránsito de vehículos automotores— por medio de soluciones convencionales como la construcción de vías rápidas, el aumento de estacionamientos o la colocación y sincronización de semáforos. Para otros —que cada vez somos más—, se trata de un asunto de mayor fondo, relacionado con la manera en que vivimos y queremos vivir nuestra ciudad. Hemos constatado la degradación de nuestros ámbitos comunitarios a manos de la modernidad encarnada en los automóviles, pero sabemos que en Oaxaca, como en otras partes del mundo, las respuestas convencionales al problema del tráfico suelen ser insuficientes y hasta contraproducentes. Por eso apelamos al sentido común y a la imaginación para proponer un cambio radical en las actitudes sociales hacia los automóviles, los espacios públicos, y la búsqueda de nuevas relaciones sociales conviviales, en el sentido que da Iván Ilich al término. Las consecuencias de optar por más calles y coches está ya en la ciudad de Oaxaca

29 · abril 2012 · el jolgorio cultural


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