La orquidea negra

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Tres son mis poetas femeninas favoritas: Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni y Delmira Agustini Las páginas que leerán, se estructuran en 20 poemas de la diva a cada uno de los cuales yo “le respondo” con uno de los míos He tratado de mantener la atmósfera poética en que Juana escribió sus versos, es decir, la del Modernismo Disfruté de cada verso leído y de cada verso escrito sentí que Juana estaba conmigo y decidí que le gustaba lo que leía Cuando terminé la obra, tuve la sensación de que había viajado por una máquina que hace del tiempo un horizonte reversible Quedó en mí, la sensación de que el viejo Nietzsche había modulado, a combazos, la perentoriedad de algún Retorno Cíclico Cuando pensaba en él, me dolía saber que seguramente nunca leyó un solo verso de la Diva Uruguaya Copié de Tartarín de Tarascón la destreza de alojar en alguna neurona cómplice, la idea de estar, y la realidad de haber estado Al descubrir ante ustedes la intimidad entre Juana de América y yo lo hago, conservando la más grande utopía del poeta: Esperar que su obra sea leída con la misma Emoción y Cariño con que ha sido escrita

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La Pequeña Llama Yo siento por la luz un amor de salvaje. Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge; ¿no será, cada lumbre, un cáliz que recoge el calor de las almas que pasan en su viaje? Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas, lo mismo que las almas taciturnas y buenas. Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas. Hay otras casi rojas: espíritus de rosas. Yo respeto y adoro la luz como si fuera una cosa que vive, que siente, que medita, un ser que nos contempla transformado en hoguera. Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado una pequeña llama de dulzura infinita para tus largas noches de amante desolado.

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Fuego Yo nací con el fuego que sacude los volcanes Mis venas, en llamas de incendio se fraguaron Pero no temas, amada No quiere mi fuego arder y devorar con sus serpientes voraces Quiere proteger tus manos que fueron llama de mármol Tus ojos, llama de luz; tu boca, llama de nardos Quiere mi fuego mostrar el poder y el cariño salvajes que tenemos los hombres con el alma de amianto Yo soy, cariño mío, el amante desolado Tu luz de dulzura infinita en mi almohada titila Mi fuego se domestica, se arrodilla ante la llama Blanca de rosa y rosa de violetas marchitas Cuán grande es mi fuego cuando hace temblar de frío Cuando de calor trepida y vomita flamas de piedra Como en las noches de tinieblas sincopadas Cuando explota, Atila temible en su luz de cuarzo Para abrazarte más allá de la muerte Más allá de mi puño abierto de vándalo conquistado

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Rebelde

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca. Mientras las otras sombras recen, giman o lloren, y bajo tus miradas de siniestro patriarca las tímidas y tristes, en bajo acento, oren, Yo iré como una alondra cantando por el río y llevaré a tu barca mi perfume salvaje, e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío como una azul linterna que alumbrara en el viaje. Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros, Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo. Y extenuada de sombra, de valor y de frío, cuando quieras dejarme a la orilla del río me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.

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Carontillo Cuando yo encuentre la barca no me entierren No me entierren no me entierren ¿qué haré yo en el cementerio? ¿qué haré yo sólo en medio de tantos muertos? Venceré a la muerte antes de que ella me perciba Así la venceré del único modo que puede ser vencida Yo iré en busca de la barca Cruzaré ríos y beberé la espuma feroz de los remolinos Mi sombra azulará la sombra negra de los mares Mi voz duetará con el trueno y el fragor de los volcanes Carontillo, Carontillo, yo veré a la eterna Juana y gozaré del escándalo que hará en tu barca Carontillo, Carontillo Juana y yo seremos la pesadilla de tu barca

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La Higuera Porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises yo le tengo piedad a la higuera. En mi quinta hay cien árboles bellos, ciruelos redondos, limoneros rectos y naranjos de brotes lustrosos. En las primaveras todos ellos se cubren de flores en torno a la higuera. Y la pobre parece tan triste con sus gajos torcidos, que nunca de apretados capullos se viste... Por eso, cada vez que yo paso a su lado digo, procurando hacer dulce y alegre mi acento: "Es la higuera el más bello de los árboles todos del huerto". Si ella escucha, si comprende el idioma en que hablo, ¡Que dulzura tan honda hará nido en su alma sensible de árbol! Y tal vez, a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriagada de gozo le cuente: "Hoy a mí me dijeron hermosa".

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Diálogo con la Higuera Los montes estaban claros y los valles destellaban en miles de esmeraldas Los naranjos anunciaban con las flores de azahar abiertas la juventud del alba Rubios trigales languidecían ante el roce con que el viento las rozaba Zorzales traían el canto desde las estepas verdes para rociar de los sauces el alma Vi a la Orquídea de luz Negra alumbrando el nuevo día con una risa cascabelada Me señaló, pícara, la Higuera que tornasolaba las luces primeras con el rocío de la aurora Me senté sobre sus raíces poderosas La pregunta fue un susurro de palabras de agua ¿Te dijo que eras hermosa? Sí; por eso me siento hermosa desde la melodía de cada mañana respondió, con temblor en las hojas y con rubor en las ramas

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Como la Primavera Como un ala negra tendí mis cabellos sobre tus rodillas. Cerrando los ojos su olor aspiraste diciéndome luego: -¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos? ¿Con ramas de sauces te atas las trenzas? ¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras porque acaso en ellas exprimiste un zumo retinto y espeso de moras silvestres? ¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve! Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas. ¿Qué perfume usas? Y riendo le dije: -¡Ninguno, ninguno! Te amo y soy joven, huelo a primavera. Este olor que sientes es de carne firme, de mejillas claras y de sangre nueva. ¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo las mismas fragancias de la primavera!

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El lobo gris He aspirado el aroma de los tornados huelen a polvo de cometas y a lunas lejanas Tienen la fragancia de los túneles celestes el olor de jabalíes albinos que corren por cada arista de los blancos subterráneos Traen el incienso que nubla la cueva de los rituales el vaho que hierve en el fondo de los amenazantes cienos He embriagado mi alma con el efluvio que destilan las horas como gotas de alguna terrible profecía encantadora Curé mis heridas de puñales y de lanzas con los fermentos de los brumosos pantanos Aspiré la esencia salina de todos los mares y de los océanos La mirra de la ofrenda y el ámbar de los poderosos druidas Pero nada es igual al aroma de tu magia Como lobo gris en risco de hielo mis fosas anhelantes rastrean los vientos para husmear la molécula que anuncia la fragancia de tu pelo, en la tarde consumada

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Mundo del Sueño

Dura boca del hielo, duro grito En el viento de junio. Mar se sueño Sin peces ni delfines, tan pequeño Que entre mi mano cabe su infinito Y una fuga de estampas de colores, De canguros, de aristas, de espirales, De invertidos fantasmas estelares, De perfiles de monstruos o de flores Silencio y vaguedad. Sangre del frío En este mundo pálido y vacío, Sin apoyo, sin nada de que asirme. Como si hasta mi pecho se volviera Espesa niebla, y hasta el nombre fuera Lejana cifra escrita en lo invisible

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La ausencia callada Tu ausencia va bordando crespones en cada fuego de San Telmo de la noche irisada Ya viene la ola que ondea detrás de las otras olas Ya viene la luz negra que alumbra detrás de las sombras Como una tromba de olas encabritadas vienen arreando vientos y apurando marejadas Es un relámpago que silencia al mismo trueno Es un rayo que en vez de refucilo trae una mirada Mientras la vida desborda en vida el ovillo endrino el amor-muerte desata sus madejas de oscura agua Mis pupilas escriben en la arena el último criptograma Un remolino andariego tal vez devele el código y se quede rígido al descubrir cuánto dolor, cuánta soledad quedaron tatuados en la playa…… Tu ausencia, con premura de lápida, borda crespones en cada fuego de San Telmo de la noche irisada

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Las Lenguas de Diamante Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre, vagamos taciturnos en un éxtasis vago, como sombras delgadas que se deslizan sobre las arenas de bronce de la orilla del lago. Silencio en nuestros labios una rosa ha florido. ¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!, la corola, deshecha, como un pájaro herido, caerá, rompiendo el suave misterio sublunar. ¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte que tengáis en las manos, su acento sofocad! ¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte para formar la venda de su boca, rasgad! Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable. Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra! ¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable, no intentes que ahora el sello de mis labios te abra! Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes, con los ojos gimamos, con los ojos hablemos. Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes movidas por la magia de diálogos supremos.

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Nocturno

Calla y escucha tu voz en el palpitar azul del magma En el trepidar del volcán subterráneo que ríe la ocurrencia de algún relámpago En el incendio con que las llamas devoran la hoja seca de un otoño antelado Calla y escucha tu palabra en el latido con que la saluda el alma Sumérgete en la tromba de aire que galopa gozosa en las venas del Universo trayendo algún suspiro del Ser algún sonrojo de no sé qué cósmicos deseos Calla cariño mío y escucha tu voz en mi aliento

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Amémonos Bajo las alas rosa de este laurel florido, amémonos. El viejo y eterno lampadario de la luna ha encendido su fulgor milenario y este rincón de hierba tiene calor de nido. Amémonos. Acaso haya un fauno escondido junto al tronco del dulce laurel hospitalario y llore al encontrarse sin amor, solitario, mirando nuestro idilio frente al prado dormido. Amémonos. La noche clara, aromosa y mística tiene no sé qué suave dulzura cabalística. Somos grandes y solos sobre el haz de los campos y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos, con estremecimientos breves como destellos de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.

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Una ninfa… Amémonos amada que todo nos una que nos separe nada Mi sombra sigue a tu sombra por la estela negro-brillante que deja la lluvia en el asfalto mojado Mis manos aprisionan las tuyas en un remolino de ansias, de locuras de lágrimas sin llanto Amémonos en las noches de sombra clara y en los días de nebuloso nevado En las horas de minutos audaces y en los instantes de pálpitos culpables Una Ninfa otea al otro lado de la línea ígnea y siente el seno, de placer, sonrojado Mi voz hace vibrar el tiple de la estrella húmeda Tu mirada hace de plectro en el arpa de la cascada Amémonos amada que todo nos una que nos separe nada

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Como una sola flor desesperada Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento, desde la herida bruja hasta su beso. Mi vida es de tu vida tributaria, ya te parezca tumulto, o solitaria, como una sola flor desesperada. Depende de él como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, que solo en él respira levantada.

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Escandalosamente obscenos Te percibía como un soplo que abre surcos en el aire Inconsútil ante la tenue mirada Ingrávida ante el deseo formidable De pronto, te presentaste a mis ojos Leve, pero ya no etérea glácil, pero ya no tenue suave, pero ya no ingrávida Mis manos, para tensar el arco siempre con pulso sereno se deslizaron trémulas por tu espalda y mi boca, antes de sellar tu boca se estampó, ávida, en el rosado encendidos de tus senos Mis palmas resbalaron hasta tus caderas y en vez del ritual del primer beso hinqué las rodillas ante el cáliz de la vida en un acto de impía idolatría de un tártaro pagano El gemido de tus labios anunció que los míos habían rasgado el velo del místico misterio Jadeante tú, frenético yo por el pulsar repetido de mi beso intuimos que nuestras almas se abrieron para el encuentro definitivo de nuestros cuerpos……. Fuimos escandalosamente obscenos, amada ¡Cómo se derrite, rubor tras de rubor la virginal túnica de la nieve en los Himalayas!

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La Cita Me he ceñido toda con un manto negro. Estoy toda pálida, la mirada extática. Y en los ojos tengo partida una estrella. ¡Dos triángulos rojos en mi faz hierática! Ya ves que no luzco siquiera una joya, ni un lazo rosado, ni un ramo de dalias. Y hasta me he quitado las hebillas ricas de las correhuelas de mis dos sandalias. Mas soy esta noche, sin oros ni sedas, esbelta y morena como un lirio vivo. Y estoy toda ungida de esencias de nardos, y soy toda suave bajo el manto esquivo. Y en mi boca pálida florece ya el trémulo clavel de mi beso que aguarda tu boca. Y a mis manos largas se enrosca el deseo como una invisible serpentina loca. ¡Descíñeme, amante! ¡Descíñeme, amante! Bajo tu mirada surgiré como una estatua vibrante sobre un plinto negro hasta el que se arrastra, como un can, la luna.

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Palabras de Mujer Son tus palabras el lenguaje con que el alma escribe sus lúdicos mensajes ¡Qué delicadas se cobijan en cada uno de mis poros! ¡Qué sutiles se escurren por las venas y por la sangre! Las veo venir como pétalos de luz bañados de colores El azul se hace un rutilante caleidoscopio Las comparo con las mías tan rudas, tan agrestes que parecerían arrojadas, en montones por una rústica honda Son palabras de Mujer las que tañen las arpas marinas cuando el viento acaricia las suaves olas agitadas Son palabras de Mujer las que vibran en las campanas hechas de cristal de cuarzo cuando la lluvia tatúa en ella la caricia de mil dedos desbordados Para describirte, amada sólo tengo las pupilas Oye en ellas lo que tengo que decirte Encuentra el eco de mi voz en la reverencia con que modula la sombra azul que tu palabra tatúa en el relámpago negro que zigzaguea en mi mirada

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La Hora Tómame ahora que aún es temprano y que llevo dalias nuevas en la mano. Tómame ahora que aún es sombría esta taciturna cabellera mía. Ahora, que tengo la carne olorosa, y los ojos limpios y la piel de rosa. Ahora que calza mi planta ligera la sandalia viva de la primavera Ahora que en mis labios repica la risa como una campana sacudida a prisa. Después...¡oh, yo sé que nada de eso más tarde tendré! Que entonces inútil será tu deseo como ofrenda puesta sobre un mausoleo. ¡Tómame ahora que aún es temprano y que tengo rica de nardos la mano! Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca y se vuelva mustia la corola fresca. Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves que la enredadera crecerá ciprés?

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Sólo a mí… Oye la huella que la sombra deja en la pupila El Silencio llega arropado de negro y de soledad Pero antes de que la niebla espesa toque un átomo de mi cuerpo como un látigo que al viento ha desafiado como un hierro rojo que el aire hace blanco emerge de mí la demanda única y vital: te exijo que sólo a mí me quieras, a nadie más Oye, oye a prisa lo bruno que trae la marea negral Muy pronto la fosa mostrará su alcoba final ¿Sabes, amada, lo que es tenerlo todo para quién nunca tuvo nada? Cuando me recuerdes, no evoques mi figura Será un hato de carne y huesos amontonados en un costal Cuando me recuerdes, no evoques mis manos No mis ojos, no mi tosca ternura, no mi tez pálida Cuando me recuerdes, recuerda sólo esta exigencia Demente y salvaje de un mongol enloquecido: Quiéreme a mí, sólo a mí A nadie más

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Despecho ¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto, tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; tanto, que este rictus que contrae mi boca es un rastro extraño de mi risa loca. Tanto, que esta intensa palidez que tengo (como en los retratos de viejo abolengo), es por la fatiga de la loca risa que en todos mis nervios su sopor desliza. ¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma, pues como la angustia, la alegría enferma. ¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste! ¿Cuándo más alegre que ahora me viste? ¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos. Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, es por el esfuerzo de reírme tanto...

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Rojinegro Candentes, las olas de mi sangre se estrellan en la resistencia tenaz de mis venas Candente, la espuma de sangre arcilla burbujas de color sombrío en mis arterias La melancolía de cada uno de mis latidos semeja una mortaja de niebla, ceniza en mi noche de estío La melancolía, ¡tan tenaz y tan liviana! tan abismo de acantilado y tan el peso de una lápida ¿Cómo puede la sangre estar candente si el corazón es un nicho de bruma condensada? Siento que mi cuerpo es recorrido por una marea áspera de vidrio astillado pedazos helados del alma Luego, desde el fondo de mí, descuelgo tu recuerdo Una lágrima silente colorea la mejilla surcada ¡Agua de lluvia en la cueva de basalto viejo! ¡Agua de río en la tromba de fiero entramado! La melancolía, otra vez ha traído el luto de la nostalgia

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La Sed Tu beso fue en mis labios de un dulzor refrescante. Sensación de agua viva y moras negras me dio tu boca amante. Cansada me acosté sobre los pastos con tu brazo tendido, por apoyo. Y me cayó tu beso entre los labios, como un fruto maduro de la selva o un lavado guijarro del arroyo. Tengo sed otra vez, amado mío. Dame tu beso fresco tal como una piedrezuela del río.

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¡Quién sabe! La gota china de las horas trae la fila india de los recuerdos En la inmensidad de la noche estañada uno a uno desfilan ante mis labios uno a uno, cada uno de tus besos Mi alma se vuelve tan ingrávidamente inmensa que siento al universo dividirse en los hemisferios lúdicos de tus senos Evoco las tardes serenas y la voz de los grandes cerros No volverá dice, implacable y verdadero la voz de todos los ecos No volverá, dice, la realidad impertérrita ante su propio portento Pero ¡Quién sabe! Yo tengo en mí al universo entero Mi voluntad abre una gruta de dos lados en el tiempo…… La fila india de los recuerdos se pierde, lánguida y etérea a lo lejos, a lo lejos…

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Soledad Mañana de gaviotas, sol navío, Última del verano transitorio Cada rosa es un último abalorio En la garganta frágil del estío. Un verano que apenas fuera mío Y la Gasa taimada de la niebla Que viene poco a poco de los mares Con el primer olor de los azahares Disimulando la tiniebla ¡Ah sol, si me dejaras en la casa Un poco de la luz vital y leve En que mi duende íntimo se duerme Y se calienta como en una brasa… Después de junio, ronco y taciturno De escondidas violetas recelosas, De huraño frío y resplandor diurno Y de sueños sin rosas. ¡Tan sola estoy, abril, frente a las cosas!

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El rastro perdido Cuando ya no esté ¿Qué dirá la sombra de un nuevo día? ¿Dirá: el que estuvo aquí, ya no está ¿El que siempre estuvo solo, él y su soledad? ¿Habrá pupilas que notarán un vacío donde yo estaba? ¿Dirán: aquí están las huellas del que nunca pudo ser? Cuando las teclas del teclado blanco ya no sientan mi pulsar sobre sus motitas negras: ¿dirán acaso: dónde está el que nos tañía el que siempre estuvo y no pude ser? Cuando la ausencia interrogue a la imagen perdida ¿Dirá acaso: donde está ahora el que quiso y no llegó a ser? Y cuando los años se junten para mirar al mundo ¿Dirán acaso: dónde está aquél a quien le dimos vida y nunca pudo ser? Nadie notará que estuve nadie sabrá que ya no estoy Pero ¡al fin! ya no estaré solo: Cuando me vaya, mi holograma se irá conmigo y entonces seremos tres: él, mi rastro perdido y yo

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Cansancio ¡Cómo mi nombre es repetido: Juana! ¡Cómo se ha dicho para el mal y para el bien, Con la rosa feliz de la mañana Y en los heroicos nardos de la sien! Juana en amor, y para el odio, Juana. ¡Ay, Juana en los sollozos, y también En el triunfal alerta de la diana Y en la añorada ola del llantén! Ahora ya sólo el eco del algún día… ¡Juana! de una lejana epifanía ¡Juana!, Del grito ronco del chacal Me voy durmiendo sin temer la muerte. Que ya camina, en mi callada suerte, Con su paso de fieltro, a mi portal

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Muerte Mi amada siente tus pasos, como los del mongol que viene a secuestrarla y no le teme Yo tampoco Porque entregarme a ti, sin ser seducido es vencerte Adelantarme a tus designios, alcanzando la sombra ingrávida es someter tu sometimiento No me alcanzarás, yo te perseguiré dejando huellas en la roca mustia y en el verano caliente Tejeré argollas de hierro con los pálpitos del miedo Mi alma será almácigo de tormentas en la noche de luceros Las hojas secas se reirán de tus siglos de ceniza La música del viento entonará la jarcha infame Arrebataré con mis manos firmes la capucha abusante y descubriré tu rostro espantado de ser nada Desahogará en ti el gorjeo tembloroso del ruiseñor cautivo Y su canto de luces será una marcha melosa de triunfo…. Mi amada siente tus pasos y no te teme Es que yo voy, protegiéndola, por delante

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Melancolía

La sutil hilandera teje su encaje oscuro con ansiedad extraña, con paciencia amorosa. ¡Qué prodigio si fuera hecho de lino puro y fuera, en vez de negra la araña, color rosa! En un rincón del huerto aromoso y sombrío la velluda hilandera teje su tela leve. En ella sus diamantes suspenderá el rocío y la amarán la luna, el alba, el sol, la nieve. Amiga araña: hilo cual tú mi velo de oro y en medio del silencio mis joyas elaboro. Nos une, pues, la angustia de un idéntico afán. Mas, pagan tu desvelo la luna y el rocío. ¡Dios sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío! ¡Dios sabe, amiga araña, qué premio me darán!

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Pena A veces siento pena por la luna ¡Tan hermosa, tan bella, tan lejana, tan sola! Todos la admiran, todos la adoran Pero los cometas pasan sin intención de tocarla Los luceros nunca se le acercan En su altar de terciopelo y de estrellas la luna mira la vida, pasando lejos de ella Desde su lejanía silente, yermo de luz apagada ha visto ¡tantos besos! ¡ha escuchado tantos latidos! Manos protectoras que entrelazan manos ansiosas piel al apronte ante la cercanía de la piel amada Y a ella, nadie la acaricia y nadie la besa Nadie le dice las palabras dulces: “te amaré hasta que muera” Monja de Lorca, que borda el tiempo tras del tiempo Hora después de hora hora sobre hora Monja tan sola, tan hermosa, tan lejana tan triste de ser adorada y virgen para nunca ser otra cosa

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La Espera ¡Oh lino, madura, que quiero tejer sábanas del lecho donde dormirá mi amante, que pronto, pronto tornará (Con la primavera tiene que volver.) ¡Oh rosa, tu prieto capullo despliega! Has de ser el pomo que arome su estancia. Concentra colores, recoge fragancia, dilata tus poros, que mi amante llega. Trabaré con grillo de oro sus piernas, cadenas livianas del más limpio acero, encargué con prisa, con prisa al herrero Amor, que las hace brillantes y eternas. Y sembré amapolas en toda la huerta. ¡Que nunca recuerde caminos ni sendas! Fatiga: en sus nervios aprieta tus vendas. Molicie: sé el perro que guarde la puerta.

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Metempsicosis profana

Tu alma, amada, está en tu cuerpo y tu cuerpo está fundido en tu alma Cada poro de tu piel es un escondrijo en el que se aloja el cosmos reproducido Estás en todas las cosas y en todos los espacios Todas las esencias están en ti Nombrar cada cosa que los sentidos aprehenden y que el espíritu percibe es nombrarte en multiplicadas formas Por eso, beber el violeta cáramo de tus ojos es sorber la infinita levedad del universo Es lograr la transmigración profana Es la mortal metempsicosis que paraliza al mundo cuando, en acto de mística contrición del beso prolongado mi alma comulga con tu alma

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¿Sueño? ¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca con su mordedura que hasta el alma toca! ¡Beso que me sorbe lentamente vida como una incurable y ardorosa herida! ¡Fuego que me quema sin mostrar la llama y que a todas horas por más fuego clama! ¿Fue una boca bruja o un labio hechizado el que con su beso mi alma ha llagado? ¿Fue un sueño o vigilia que hasta mí llegó el que entre sus labios mi alma estrujó? Calzaré sandalias de bronce e iré a donde esté el mago que cura me dé. ¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida que por ella en fuga se me va la vida

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El beso robado Porque te robaron un beso, niña te enfadaste Tu mano, presurosa, limpió la boca de rabia encrespada Es cierto, fue el primero El que tú querías que fuera formal y etiquetado imborrable, inigualable, decisivo y fascinante Que hubiera venido de un príncipe de caballo alado con capa por el viento desplegada Pero fue el beso de un bardo, el que tiene un romance con cada criatura que bajo el aire cabe ¿Te acuerdas de Bécquer, el que sólo dijo: “….cuanto te daría por un beso? Pues, el beso a hurtadillas no estimó el precio Se dio entero a la tarea de lograrlo No te enfades niña, el beso irá a alguna página de poemas Y quedará para siempre inmortalizado Tal vez el verso empiece con: “hoy dejé en una niña el primer pedazo del alma…” ¿No lo sabías? El beso robado es el guerrillero de los besos inmaculados

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Amor El amor es fragante como un ramo de rosas. Amando, se poseen todas las primaveras. Eros trae en su aljaba las flores olorosas de todas las umbrĂ­as y todas las praderas. Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros, de salvajes corolas y trĂŠboles jugosos. ÂĄEfluvios ardorosos de nidos de jilgueros, ocultos en los gajos de los ceibos frondosos! ÂĄToda mi joven carne se impregna de esa esencia! Perfume de floridas y agrestes primaveras queda en mi piel morena de ardiente transparencia perfumes de retamas, de lirios y glicinas. Amor llega a mi lecho cruzando largas eras y unge mi piel de frescas esencias campesina

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Amor dual Yo te amo más que la luna a su reflejo en el agua Más que la mariposa a la flor donde posa sus alas Y no encuentro momento más feliz que el que me anticipa el día que seas para mí solo Como el caballero que por fin ha encontrado la empuñadura de oro para su propia espada……. Siento que te amo... no sé cuánto He preguntado al universo si ha visto un solo átomo que no tenga la huella de mi amor tatuada Es que te amo en todas partes, te amo en todas las cosas Tal vez no sea yo el argonauta que llegue a tu desvelo Tal vez sea otro el heraldo que anuncie tu sino No importa, yo sé que nací para amarte La atroz presencia de tu ausencia no me lastima Me basta saber que te amo… Mi amor por ti es dual Daga de dos filos que cimbra en el centro de un pecho atormentado

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Regreso ¿En qué silente cinturón de espuma se oculta ahora la promesa yerta? ¿Tras de qué muro o entornada puerta gime mi mundo? ¿Qué hora, qué mañana entre tumultos de sol y risa, ya de cara al gozo, me traerá su jazmín más primoroso con la sortija mágica del rumbo? Se quemó mi laurel entre la fiebre, la palma fiel perdió su airón de fuego. Ya sólo soy raíz, rígido ruego, vástago de espiral lenta y endeble. Pero yo me he de alzar del pudridero, volveré a mi esplendor de carne y canto, blanca y bruñida por mi propio llanto, viva, de nuevo.

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Abresol dorado

La soledad, vacío de vacíos pretende llenar otro vacío como los agujeros quieren llenar un balde que boga en la catarata gris que cae Pero es un vacío que cubre al fantasma es un velo de seda hecho de ectoplasma un cierrasol que retuerce a sacudones silentes la tibia lobreguez de un alma solitaria Quiero, en pentagrama de acordes cielinos un abresol hecho de color y de cariño Quiero, en fanfarria de armonías Que el abresol abra en mí la estela dorada Abresol, abresol Mi alma te llama de soledad espantada

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Hora morada ¿Qué azul me queda? ¿En qué oro y en qué rosa me detengo, qué dicha se hace miel entre mi boca o qué río me canta frente al pecho? Es la hora de la hiel, la hora morada en que el pasado, como un fruto acedo, sólo me da su raso deslucido y una confusa sensación de miedo. Se me acerca la tierra del descanso final, bajo los árboles erectos, los cipreses aquellos que he cantado y veo ahora en guardia de los muertos. Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias y sólo tengo la lealtad del perro que aún vigila a mi lado mis insomnios con sus ojos tan dulces y tan buenos.

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El Tren

¿Sabes? contigo tuve el privilegio de subir al tren Al último, al que ya no regresa Por ti llevo mis cositas, las más preciadas Las únicas que puedo llevar en el último tren que zarpa Recuerdos que se empecinan en venir conmigo Ya no importa si entonces me alegraron o dolieron Ahora ellos son yo y siento que yo soy ellos ¿Difícil de entender, no es cierto? Sin embargo, me horroriza pensar que no tuviera ninguno ¡Sería como si hubiera vivido muerto! ¿Te llevaste un recuerdo mío en el último tren sin escalas? ¿Sentiste mi palpitar, diciéndote adiós en la estación que dejabas? Al final, sólo al final supimos que nada queda, nada excepto los recuerdos Gracias a ti yo tuve los míos Lo único, lo único que ahora me llevo

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Pretormenta ¡La luz duerme, la luz no se despierta, Está enferma, la luz, se muere el día! El gorrión, melancólico, no pía. La escabiosa marchítase en la huerta Esta mañana está sin un alerta, Dueña del valle, silenciosa y fría. ¿Qué hacemos, ay, sin sol ni melodía. Sin hadas y sin duendes en la yerta Vastedad de ese gris deshabilitado, Mientras, inmóvil, llora hasta el ganado Y tirita de miedo hasta la malva Apacible? Ya nadie me contesta Y veo avanzar del cerro por la cuesta, Una horda de lluvia lenta y calva

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Adiós amada Me acostaré con la muerte y por vez primera te seré infiel, Juana, mi amada Juana Es que la soledad es muy grande y el recuerdo no acompaña Al bajar los escalones que llevan a la nada quiero que sepas que de no ser por ti habría salido a cambiar vida con vidas Mis manos se habrían crispado en muchas gargantas Mi espada habría mellado muchas espadas En medio del desierto, habría sido estalactita de hielo En lo más alto de la cumbre, llama voraz de fuego Pero viniste, Mujer amada y fuiste mi orquídea negra por el misterio de tu taciturna cabellera Pobrecita la muerte, la compadezco igual que a la luna La luna por siempre virgen; la muerte, por siempre en espera La vi dubitar pero, recordando tu fragancia de primavera, le dije: ven, ven, ¿no ves que de enemiga primera eres mi única aliada? ¡Qué bueno que fui cada vez que pensé en ti! ¡Y qué fuerte me sentí cada vez que supe que pensabas en mí! Adiós Juana, la amada que nunca tuve, la única amada

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