Eje Central Semanario #19

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20. ejecentral. Del 6 al 12 de octubre.2016

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ASESINATO DEL CARDENAL POSADAS OCAMPO

“Para ejecutarlo le tendieron un cuatro”

: EN SU LIBRO DE MEMORIAS, el cardenal

Juan Sandoval Íñiguez afirma que los enemigos del cardenal Posadas trataron de asesinarlo en varias ocasiones. Con autorización de la editorial, a continuación se reproducen algunos extractos del texto que consta de 260 páginas y 68 capítulos

U

JUAN SANDOVAL ÍÑIGUEZ* n mes antes del asesinato, en la residencia oficial de Los Pinos, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo sostuvo una conversación en la que hizo un reclamo ante el presidente Carlos Salinas de Gortari; Manuel Camacho Solís (entonces jefe del Departamento del Distrito Federal), José Córdoba Montoya (jefe de la Oficina de la Presidencia) y algunos obispos. La queja consistía en que altos funcionarios del gobierno estaban implicados en el negocio del narcotráfico y de la prostitución, con graves daños para el país. A cambio de su silencio, le ofrecieron la ayuda económica que quisiera para sus obras, pero el cardenal, que no tenía otro interés que el bien de nuestra patria, rechazó la oferta y ratificó su reclamo. Fue entonces cuando Córdoba Montoya, con grave falta de respeto, le tiró una cachetada y lo empujó hacia la puerta. De ahí en adelante comenzaron a vigilar la casa de Tlaquepaque donde vivía el cardenal y hasta se brincaron la barda, tal vez buscando alguna información. Para alcanzar el objetivo de ejecutarlo le tendieron un cuatro: la bendición de una mueblería en Guadalajara, que haría el nuncio (Girolamo) Prigione. Por varias llamadas entre éste y el cardenal, se enteraron que el cardenal Posadas, atento como siempre, se ofreció a ir al aeropuerto por el nuncio apostólico (…) El 24 de mayo de 1993 a las 3:36 p.m. asesinaron, en el estacionamiento del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, a plena luz del día y ante muchos testigos: taxistas, viajeros, maleteros, albañiles, etc., al señor cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, junto con su chofer, el exseminarista Pedro Pérez, de la generación 1965. Esa tarde yo me encontraba haciendo la visita pastoral en una parroquia en Cd.

Juárez por el rumbo de Anapra, cuando por teléfono un gran amigo mío, Luis Jiménez Franco, q.p.d., muy consternado me dio la noticia llorando. Al día siguiente volé a Guadalajara para participar en los funerales. La versión oficial que salió a la luz pública inmediatamente fue la de un supuesto “fuego cruzado” entre dos bandas criminales de narcotraficantes, la de los Arellano Félix y la del Chapo Guzmán y que, por coincidencia, el cardenal se encontraba en medio de la escena y le tocaron los disparos… Sin embargo, el prestigiado médico forense, Mario Rivas Souza, que examinó el cadáver detenidamente, declaró con gran profesionalismo, seriedad y reconocido valor, que de ninguna manera la causa de su muerte la originó el “fuego cruzado”, que las descargas fueron “directísimas” a la persona del cardenal, ya que se encontró tatuajes de pólvora en su cara y ropa (…) Rápidamente difundieron otra explicación: “Confundieron al cardenal con el Chapo Guzmán”, ¡Imaginen! La diferencia de edad, estatura, complexión y vestimenta; totalmente descabellada y ridícula esta farsa, que la gente nunca se tragó, pues decían que “¡Sería como confundir a la Madre Teresa de Calcuta con Gloria Trevi!” (…) El mundo se me vino encima cuando dos meses después, en una reunión de obispos con políticos de la Secretaría de Gobernación, cuyo titular era entonces Jorge Carpizo McGregor, el nuncio Prigione, imprudentemente, me urgió a que externara lo que sabía de la muerte del cardenal. Yo por hacerle caso, dije más o menos lo siguiente: desde temprano, el día del crimen, había policías y soldados con armas largas en el Aeropuerto de Guadalajara. Cuando llegó el cardenal en su Grand Marquis blanco, alguien gritó: “Ahí viene el señor” y en seguida se acercaron dos individuos con armas largas y los acribillaron, a él y a su chofer dentro del coche. Se desató inmediatamente una balacera por

LA VERDAD JURÍDICA DEL CASO POSADAS КLAS INVESTIGACIONES sobre el homicidio del Cardenal Juan Jesús Posadas estuvieron a cargo de siete procuradores, tanto del estado de Jalisco como de la PGR. Se integraron más de 70 tomos. КRAMÓN ARELLANO FÉLIX, líder del Cártel de Tijuana, llegó a Guadalajara el 18 de mayo de 1993, junto con 15 sicarios, para asesinar a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, a quien buscaron durante seis días sin éxito. КCUANDO regresaban a Tijuana, en el aeropuerto de Guadalajara, sicarios del Cártel de Tijuana dispararon contra el Cardenal a muy

pocos metros de distancia y se desató una balacera. КEL CHAPO estuvo presente en el aeropuerto, durante la balacera, y logró huir. КPOR LA CORTA distancia en que recibió los disparos el prelado, sí pudo ser identificado por los asesinos, pero no se logró probar, hasta ahora, cómo y quién ordenó el crimen, por lo que la PGR concluyó que fue un asesinato circunstancial. КSE CONFIRMÓ la presencia de agentes de la entonces Policía Judicial Federal que protegían a los cárteles. Fue consignado el ex director de la corporación, Rodolfo León Aragón, pero años después

todos lados que duró media hora, para amedrentar a la gente y simular una lucha entre los cárteles. Carpizo se puso furioso, me gritó y me amenazó con meterme a la cárcel si seguía metiéndome en lo que no me importaba. Fue en el momento de la comida, yo

fue absuelto. КFUERON SOMETIDOS a juicio por lo menos 51 personas, todos pertenecientes a los cárteles de Sinaloa y Tijuana; también expolicías y exmlitares. КFUERON INTERROGADOS el expresidente Carlos Salinas de Gortari y los exprocuradores Jorge Carpizo, Diego Valadés y Humberto Benítez Treviño, a quienes nunca se les fincó alguna responsabilidad penal. КEL FBI CONCLUYÓ en sus propias indagatorias, que el asesinato del prelado fue accidental, al ser confundido con El Chapo.

seguí sosegadamente sentado y sólo le respondí: “Está bien, pero no me grite, estamos comiendo”. Esa sería la única vez que me encontré con Carpizo y crucé palabra con él. Me gané un enemigo encarnizado que no perdía ocasión para tratar de intimidarme y agredirme verbalmente. La razón de su cólera


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