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11 Se despereza como un abierto mar que trae lejanía de luces. Abre su inmenso universo a los torreones del pecho. Raja en los cielos nubes de brazos para el camino y dilata el quejío somnoliento de las primeras palabras. 12 Resonantes las voces del viento, cuando la luz meridional trae las primeras ráfagas de la brisa marina. 13 Aquí el testimonio, la herencia que constituye las siluetas del río, la mar, el lucio, la marisma, la duna, la multiplicidad de los biotopos emergidos o emergentes. 14 La longevidad de la luz en el mar. 15 Un mar profundo que está en el remanso de una bahía silenciosa. 16 Toman el pulso de las mareas atlánticas, sutiles, besan los rezos del viento. 17 Amanece tarde en las colmenas de la garganta. Amanece noche por el viejo camino de la mar. Amanece negruras. 18 La respiración mínima encerrada en la barrera del mar. 19 Azul Océano, inmenso de azul y orillas, serenamente empequeñecido a mar, viento, espuma, orillaje entre la retama y lo celeste, bajamar, diosa, cuerpo, en definitiva, polen, azulejo de lo no nacido, añil translúcido. 20 Sin poder elegir entre los flujos mareales del sueño y la vigilia. 21 El espejeante mar fue bahía; la bahía abrasadora, lago cerrado; el lago cubierto, marisma; la marisma, plenitud, vetas, ojos, respiraderos, agua temporal, barro, metal… La transfusión es necesaria de una orilla a otra. 22 Llegan los poemas al absoluto de la fuerza, al abandono, al solitario desear, como un ser abandonado a la inmensidad del mar. 23 Aislarse en la profundidad de lo que más perdure. Verse solo. Alejarse por una orilla donde buscar sea encontrarse. Fundido en la primera pleamar de la mañana. 24 Uno y otro, solos y mitades para sembrarnos en el jardín de un mar desnudo.
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