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HEFESTO EN ÁGUILAS
from Impresiones nº102
by editorialmic
Texto y fotos: Juan Ruiz Parra
La mitología afirma que la forja de Hefesto se encontraba en el monte Olimpo, residencia de los dioses. El dios herrero templó la armadura de Aquiles, las sandalias aladas de Hermes, la égida de Zeus… Sus compañeros del panteón griego lo apreciaban porque sus trabajos eran impecables, de factura divina. Ningún objeto salido de su fragua dio nunca un problema. Afrodita era su mujer, un bellezón con la libido en efervescencia; pero Hefesto era feo, muy feo, y además cojo. Según los mitógrafos, más de un quebradero de cabeza le causó al pobre su escaso atractivo físico. Los escándalos del matrimonio coparían hoy las portadas de la prensa rosa.
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Al igual que en aquella mítica fragua del Olimpo, en los talleres de Renfe ubicados en Águilas se forjaron valiosísimas piezas que también poseían una importancia celestial para sus destinatarios. Las que creó Hefesto para satisfacer a dioses veleidosos y arrogantes nunca fueron tan estimadas como aquellas que solucionaron graves problemas personales. Porque las décadas de los 50, 60 y 70 del pasado siglo fueron años difíciles en España. Nada sobraba en las casas. Se pensaba poco más que en subsistir y cualquier gasto imprevisto podía dañar seriamente la economía familiar. Ahí radica la trascendencia de aquella labor.
EN LOS TALLERES DE RENFE, CUANDO NO HABÍA VAGONES QUE REPARAR, A VECES SE FABRICABAN ALTRUISTAMENTE
UTENSILIOS DE TODO TIPO:
AJUARES PARA FAMILIAS
MUY HUMILDES, COCINAS DE CARBÓN, ANCLAS, PIERNAS ORTOPÉDICAS…Y PRÓTESIS se hacía un molde para obtener una réplica exacta de aluminio, con base y dientes del mismo metal. A partir de ese momento, la completa removible que elaboraba el protésico se reservaba para pasear y la vida cotidiana, y la de aluminio del tornero, para comer.
Si en la actualidad, con un nivel económico medio muy superior, el gasto en implantes, endodoncias… genera a veces una hemorragia preocupante en el presupuesto doméstico (queda dicho sin ánimo de polemizar), en los 60 podía causar una herida de complicado pronóstico. La prescripción de una prótesis completa, habitual en la praxis odontológica de aquellos años entre las personas de más edad, no era precisamente una buena noticia para nadie. Los implantes aún eran cosa del futuro y habrían sido inasumibles para los bolsillos de la época.
DENTALES COMPLETAS DE ALUMINIO.
Asegura Juan Jiménez que cumplían plenamente su función y que nunca se rompió ninguna. Su propia madre llevó una de aquellas prótesis. Todas las partes se pulían con esmero para que no produjeran molestia alguna. Había en los talleres artesanos del metal que dominaban su trabajo a la perfección y que disponían de la maquinaria más moderna y precisa. La influencia inglesa todavía reportaba adelantos tecnológicos al sector ferroviario. En aquel período álgido de actividad, la plantilla llegó a contar con 250 trabajadores; hoy en día apenas queda una docena.
Pero si los tiempos eran de penuria, por suerte también lo fueron de solidaridad. En los talleres de Renfe, cuando no había vagones que reparar, a veces se fabricaban altruistamente utensilios de todo tipo: ajuares para familias muy humildes, cocinas de carbón, anclas, piernas ortopédicas…y prótesis dentales completas de aluminio.
Juan Jiménez Sagredo (76 años), mecánico de los talleres en aquellos años, comenta que a alguien debió de ocurrírsele la idea. En época de penuria siempre se agudiza la inventiva. Los materiales con que se confeccionaban las prótesis eran de poca calidad y al masticar era habitual que se rompieran. La gente iba al taller y, a partir de la pieza original,
Fue tal el éxito que se granjearon los semidioses de la fragua aguileña, que lo que empezó siendo una ayuda local pronto se extendió a un área mucho mayor. La gente de los pueblos cercanos terminó por acudir a los talleres para encargar sus prótesis de aluminio. Eran tiempos de escasez y los efectos de la posguerra aún lastraban el despegue de la economía.
Quede aquí registro de aquella experiencia solidaria como un testimonio de carácter etnográfico. Zeus, dios omnisciente, invoca la benevolencia del lector y sugiere que el texto sea interpretado desde una perspectiva histórica y humanitaria. También propone que se olviden, al menos por esta vez, los criterios deontológicos y legislativos. Los designios de los dioses, ya se sabe, son casi siempre inescrutables.