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LA HISTORIA A TRAVÉS DE SUS ESCENARIOS

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EL SALVOCONDUCTO

EL SALVOCONDUCTO

El Cid es el tercer gran mito español de la literatura universal junto con el Quijote y el Don Juan. A diferencia de estos, el Cid tiene una base histórica que el Cantar de mío Cid, escrito cien años después de su muerte, se encargó de magnificar. Esto explica que ya en el siglo XIX insignes viajeros extranjeros recorrieran nuestro país tras las huellas del Cid descritas en el poema. Este es el origen contemporáneo del Camino del Cid.

El Camino del Cid es también una ocasión para revisitar nuestra Historia, en ocasiones oculta tras el brillo de la leyenda. El viajero actual podrá, al recorrer las provincias de Burgos, Soria, y Guadalajara -una de las zonas menos densamente pobladas de Europa- rememorar cómo eran las tierras de frontera. El emplazamiento de los pueblos o el románico sencillo del siglo XII que aún se conserva nos hablan del espíritu de sus habitantes, colonos curtidos por las dificultades del clima, la dureza de la tierra y los peligros de las bandas armadas. Sin duda ellos vieron en el Cid, un hombre alejado de su hogar y menospreciado por la alta nobleza, un ejemplo o cuando menos un estímulo para superar las adversidades.

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Las cuencas de los ríos Jalón y Jiloca, en Zaragoza y Teruel, ponen de manifiesto aún hoy los avances en la agricultura introducidos por los árabes. Las ruinas evocadoras de sus castillos y fortalezas evidencian la imposibilidad para un contingente armado de imponer su voluntad exclusivamente a sangre y fuego. Las torres mudéjares de Zaragoza y Teruel

El Palmeral de Elche, de origen árabe, declarado Patrimonio de la Humanidad (Foto Rafael Jaúregui).

Castillo templario en Castillejo de Robledo, Soria. certifican el fenómeno del encuentro inevitable entre culturas.

Las tierras agrestes del Maestrazgo turolense y castellonense, sus fascinantes paisajes y pueblos, inducen a preguntarnos, por ejemplo, sobre las posibilidades de supervivencia de un grupo armado en aquellos territorios hostiles. Estas y otras cuestiones afloran de nuevo al recorrer las atalayas, castillos y complejos defensivos emplazados en las sierras ribereñas de la Comunidad Valenciana, desde donde se observa tanto el interior montañoso como la planicie costera.

Las ascensiones a la Peña Cadiella, entre Beniatjar y Otos, o a la torre de Almenara, son muy significativas en este sentido: ¿Cómo pudo el Cid asegurarse buena parte de este inmenso territorio? ¿Qué honda impresión tuvo que causar la visión de Valencia en los castellanos que le acompañaban? ¿Cómo se articulaba un ejército compuesto por soldados de procedencias y religiones distintas?

El tiempo ha fundido estas capas de información. Catedrales góticas, puentes bajomedievales, castillos templarios, iglesias mudéjares o atalayas musulmanas conviven así en una ruta de marcada evocación medieval. Pero más allá de su reconocido patrimonio histórico y medioambiental, la clave de este itinerario se encuentra en la historia que vincula a estos lugares. Es el Cantar de mío Cid el verdadero hilo argumental que teje sus caminos. A través de sus versos, un pueblo pequeño como Vivar del Cid cobra un nuevo sentido: no resulta difícil imaginar al caballero que, con lágrimas en los ojos, torna la cabeza para contemplar por última vez las tierras que el rey le obliga abandonar. En ese momento la magia ha surtido efecto, y el viaje por el Camino del Cid ha comenzado.

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