imilar a Orobus —esa serpiente, unidad de todas las cosas, que tanto significó para Octavio Paz—, el año se va engullendo a sí mismo.
El escenario del mundo, sin remedio y sin control, continúa en llamas, lo cual me lleva a plasmar el siguiente apunte del filósofo existencialista Søren Kierkegaard: “En un teatro se declaró un incendio en los bastidores. Salió el payaso a dar la noticia al público. Pero éste, creyendo que se trataba de un chiste, aplaudió. Repitió el payaso la noticia y el público aplaudió más aún. Así pienso que perecerá el mundo, bajo el júbilo general de cabezas alegres que creerán que se trata de un chiste”.
Al negarnos a aplaudir el apocalipsis, la medianoche del mundo brilla con palabras. En esas noches, los pensiderales —pensadores del cielo— leían las páginas del Universo y nos ofrendaban con mitos y leyendas, dioses en caravana que regularon el orden natural de la humanidad. Hoy, más que nunca, es momento de asomarnos al libro de la vida y destilar la savia de la lectura en beneficios compartidos.
Palabra, en su número de junio (42), reconcentra el hecho poético de Jorge Ruiz Dueñas en la pluma de Jorge Ortega, en una satinada dialéctica que irrumpe con el poder de la sublimación metafórica. Igual lo hace Gabriel Trujillo Muñoz, al ceder sus meditaciones a lo eterno y observar que todo punto final también es un punto de partida: ¡Orobus! Así, cada colaboración cumple, de piel a mudanza —escritura que viste y desviste—, con la fuente de su factor creativo. ¡Enhorabuena!
R.S.
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La brasa del crepúsculo / Jorge Ortega
Vesperal o el libro que canta por la tarde / Rael Salvador
Fallecidos prematuramente: casos de la literatura bajacaliforniana 1912-1967 (Primera parte) / Gabriel Trujillo Muñoz
págs. 3 y 4
pág. 5
págs. 6 a 8
La larga ruta de un negocio cultural / Eduardo Cruz Vázquez pág. 9
Isla del Carmen, Loreto, Baja California Sur / Iliana Hernández pág. 10
La palabra primicia / Martín Caparrós pág. 11
Amar el abismo: Nietzsche entre París y Ciudad de México / Eric Rodríguez Ochoa págs. 12 y 13
Estación Norte / Óscar Ángeles Reyes págs. 14 y 15
Antología y compilado / Daniel Salinas Basave pág. 16
Intermusas: Evocando a las compositoras con un canto / Miguel Lozano pág. 17
Análisis crítico de la Inteligencia Artificial / Fernando Mancillas Treviño págs. 18 a 20
El smartphone de Baudrillard / Víctor Manuel Gruel Sández págs. 21 a 23
Polaroid ontológica de Byung-Chul Han & Jim Morrison / Rael Salvador pág. 24
Palabra no responde a colaboraciones no solicitadas ni asume como propias las opiniones de sus columnistas y comentaristas. La opinión de la revista literaria se encuentra reflejada en su editorial. Todas las imágenes y fotografías que aparecen en la presente edición son utilizadas con fines informativos. El equipo editorial se ha dado a la tarea de indagar los derechos de autor correspondientes o su procedencia, consciente de su obligada autoría. En caso de omitir algún crédito, ofrecemos una disculpa y agradeceremos la información brindada para incluirlo en una posterior edición. raelart@hotmail.com
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DLA BRASA DEL CREPÚSCULO *
En el preámbulo de su 80 aniversario, Jorge Ruiz Dueñas, poeta, narrador y ensayista de filiación bajacaliforniana, heredero de la lírica más empática y vehemente, nos presenta Vesperal
Por Jorge Ortega Poeta y ensayista bajacaliforniano ajedrezdepolvo@gmail.com
esde hace casi seis décadas, Jorge Ruiz Dueñas (Guadalajara, 1946) ha venido escribiendo el mismo poema, un himno incesante al paisaje natural, la historia y la memoria personal que inicia en su juventud, el coyuntural 1968 mexicano, con Espigas abiertas, y se extiende hasta Vesperal, de 2025, en el preámbulo del 80 aniversario del poeta, narrador y ensayista de filiación bajacaliforniana. Los matices de ese salmo continuado, equiparable a los diferentes episodios concatenados de un solo periplo de vida, han tenido su punto de equilibrio tanto en la ovación de la belleza como en el clamor de la pérdida, tanto en la alabanza de la plenitud como en el registro de la decadencia. Lustre y desdoro. Las formas que adopta este caudal de elocuencia sobria y estremecedora, rigurosa y exaltada, son las de la oda, el epigrama, la elegía, el treno. Estamos, quizá por ello, frente a un autor de resonancia clásica en el que se perciben los ecos de las preocupaciones de la lírica grecolatina, con su estela de atomismo y epicureísmo. Las fuentes más remotas de la poesía de Ruiz Dueñas se remiten, en una suerte de código de honor, a una era ilustrada más cercana a la ética de la epopeya homérica que al relativismo de las premisas de la poesía contempo-
ránea. He ahí la intrepidez, el heroísmo, la apología de ciertas hazañas, el recuerdo mitificado, la lealtad a un puñado de ideales y la magnificación del, a veces inadvertido, universo del mar y la aridez en variadas estaciones de su obra poética.
“Ruiz Dueñas se dirige a su lector actual y futuro, un tú entrañable adoptado por la complicidad, el arquetipo de las circunstancias y la experiencia vital”
Dicho lo anterior, Jorge Ruiz Dueñas es y no un poeta de nuestra época. En su panteón cohabitan el exultante panegírico de Píndaro y el estoico planto de Catulo; pero, también, la impronta de la avanzada de Samuel Taylor Coleridge, Herman Melville, León Felipe, Saint-John Perse, Giuseppe Ungaretti, Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, Marguerite Yourcenar, Pablo Neruda, Cesare Pavese, Enrique Molina, Odysséas Elýtis, Olga Orozco, Álvaro Mutis y Lêdo Ivo, entre otros, cuya expresión fecunda le ha conferido a Ruiz Dueñas la posibilidad de condensar y amplificar un tono, una prosodia y, en particular, un ecosistema poético delimitado por la contemplación y la aventura, la acción y la añoranza. Jorge Ruiz Dueñas pertenece entonces a tamaño linaje, el de los gambusinos del lenguaje y los filibusteros de la fabulación, el de los buzos de la grandeza del cosmos y la contingencia terrestre. Mas no todo se reduce a la asechanza del orden externo
o de lo que ocurre más allá de uno: ecosistema, gesta colectiva, cosa pública. A través del asedio de la proeza humana, nuestro poeta ahonda en sí, la condición afectiva, moral y ontológica de la especie. Es la lectura transversal de la poesía que nos ocupa, que parte de la materialidad del entorno, de la energía del acontecimiento, para profundizar en las vetas del alma, centro alimenticio y dinamizador de lo visible y lo invisible. Tal vez por eso la poesía de Jorge Ruiz Dueñas ha encontrado siempre un asidero en los confines, los parajes desacostumbrados o distantes, como si el trance de estar vivo pudiese sentirse allí con mayor intensidad y pureza.
Como lo insinúa su título, Vesperal es un volumen que anuncia y perfila el declive de la jornada, la tarde, antesala del
ocaso. A la par, de acuerdo con la Real Academia Española, el término significa “Libro de canto llano, que contiene el de vísperas”, que, como sabemos, nombra “Una de las horas del oficio divino, que se dice después de nona, y que antiguamente solía cantarse hacia el anochecer”. Sin descartar estos considerandos, imposible eludir su connotación metafórica: Vesperal alude además a la etapa de asentada madurez del individuo, hecho de duración. La edad es permanencia y el despliegue de la luz en la pantalla del cielo representa el ritual astronómico que mejor simboliza la evolución física e interior del sujeto, identificado con el autor. Pero hay un tiempo estacionario que no se mueve, el instante fijo, detenido al fondo de las reminiscencias de la infancia o de las venideras, suspendidas en la impresión de inmovilidad del camino andado. Desenlace y principio se juntan en torno a la trascendencia de la gema del momento poético. Entre los silencios de la pubertad y los de la longevidad, la existencia es la voz que discurre. No debe extrañar, por ende, que Vesperal se incline de pronto por un “poema sin palabras” en el que prevalece una conciencia sin fecha, “cuando sólo conjugaba los verbos en presente”, ya que “para esa misión no es necesario el cuerpo”. Los años desembocan en una sublimación de la sustancia. Al final del día, flota únicamente sobre las aguas intemporales de la evocación la flama del espíritu del ser.
Dos patrias detenta Ruiz Dueñas: México y Baja California. De acuerdo, la primera comprende a la segunda, que,
que, sin embargo, constituye un dominio aparte bajo la selectiva potestad de la memoria. A la vera del Pacífico californiano y de la cultura fronteriza, por la montaña de roca o chaparral de La Rumorosa o de Tecate, bordeando el desierto promisorio de Mexicali, transcurrió la mocedad del poeta, radicado desde muchacho en el altiplano. Si el niño es el padre del hombre, como afirmó Wordsworth en “My Heart Leaps Up”, poema de 1802, el imaginario peninsular, amasado en la adolescencia, cobija y ampara la querencia del adulto. Si bien Jorge Ruiz Dueñas no precisa reconciliarse con su origen, dado que lo ha llevado en él como un país ambulante, hay que observar que ese solar primigenio deviene ahora en Vesperal la piedra de toque de lo que podríamos asumir como un testamento poético, según cabe
“Ruiz Dueñas condensa y amplifica un tono, una prosodia y, en particular, un ecosistema poético delimitado por la contemplación y la aventura, la acción y la añoranza”
inferirlo del poema “Te lo dejo todo”, último del conjunto, donde se lee “Te lo dejo todo // Ya me he ido // El mundo te acompaña”. Ruiz Dueñas se dirige a su lector actual y futuro, un tú entrañable adoptado por la complicidad, el arquetipo de las circunstancias y la experiencia vital. Desde semejante calidez nos habla Jorge Ruiz Dueñas, heredero, por lo demás, de la lírica más empática y vehemente. Cortejado de las incitantes composiciones del también poeta Alejandro Tarrab, Vesperal culmina, en un suma y sigue, un viaje que aún no concluye, la peregrinación de una poesía rumbo a la cima de su absoluta consumación.
* Prólogo incluido en Vesperal, poemario de Jorge Ruiz Dueñas, Desliz Ediciones, 2025.
Jorge Ortega: Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Premio Estatal de Literatura de Baja California, Premio Nacional de Poesía Tijuana, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México.
QUÉ ES MI ESPIGA EN EL INCENDIO
Qué es mi espiga erguida entre la mies
Qué es mi grano al sol
Qué es mi cuerpo en la salmuera cuando la ruina acecha
Qué es mi espiga en el incendio de este mundo cuando jóvenes y viejos caen sin tregua sin culpa ni disculpa
Quién responde por mis muertos
Quién comercia en la astillada noche
Los restos estregados deambulan en furgones y otras osamentas son carbón
Qué es mi espiga doblada por el tiempo si la tierra está en llamas y crepitan los espíritus
Qué es mi espiga rota entre la muerte
para que alguien dé perdones sobre un légamo de llanto
Qué es mi grano reventado en el breñal ardiendo con el alba de este tiempo
TE LO DEJO TODO
Te dejo la crueldad una legión desheredada el tiro de gracia el cieno que maquilla a los exhaustos los venenos para mitigar el hambre
Te dejo la promesa no cumplida la vejación del cuerpo la pregunta que callamos el poema sin palabras la ausencia y el desastre
Te dejo el vacío y su soledad el dolor de los que buscan las extremidades rotas la carcoma el cáncer
Te dejo el estertor el aullido de los deudos la sangre el sudor agrio la diáspora de los amantes
También te dejo mi orfandad mi agonía mi caída mi baúl vacío
Te dejaré mi sombra mis pupilas la dolencia de los huesos un alfabeto silencioso
Te lo dejo todo
Ya me he ido
El mundo te acompaña
Ilustraciones: Alejandro Tarrab
LVesperal o el libro que canta por la tarde
Por Rael Salvador Escritor y editor raelart@hotmail.com
a inmersión en la lectura poética, zona visionaria donde armonizan los cercanos dones del lenguaje, obsequia un camino corto —dilatado en alegorías— en el cual podemos leer el mundo con sensibilidad y lucidez.
El poeta Jorge Ruiz Dueñas se ha encargado de hacer de Vesperal (Desliz Ediciones, 2025) un árbol de la vida y del adiós, donde cada verso es una semilla o astilla radiante —haz de puntales que se libera de la raíz al relámpago—, un libro que conforma ramilletes de hojas que se desperdigan al viento en el dorado ocaso de la interpretación y la aceptación.
La interlocución del poeta y su lector —ese diálogo de brisas al atardecer—evoca la experiencia de un tiempo circundado de espejismos donde la memoria se apropia del alambique de la mística y nos ofrenda con una embriaguez territorial: paisajes de los orígenes, espectros del horizonte, extensiones salvíficas, panoramas de la creación, vistas de realidades oníricas, campiñas celestiales…
Reparamos así que el poema —y quien se lía con él— emana de la combustión del enhebro del alma y la palabra.
Lo que resta —en el latido de la iluminación permanente—: un ir y venir de la llama en el ocaso de las causas y las cosas. José María Espinasa lo describe de esta forma: “Hoy [Jorge Ruiz Dueñas] nos ofrece en Vesperal un gesto en el que señala esa tarde a punto de ser oscuridad, nos la muestra en su llegar, la escucha aproximarse y nos comparte su escucha. No es raro en él que utilice el paisaje para encarnar la experiencia y hacernos ver lo vivido”.
Las ilustraciones de Alejandro Tarrab —que nos su-
mergen tanto en el universo de Andrew Wyeth como en el lienzo de Anna Ajmátova (pintado por Nathan Altman)— son resonancia, rasgo, tonalidades del eco visual de Vesperal, donde la correspondencia de las imágenes y el poema marcan su iridiscencia en los espejos de papel.
DOS PASTORES DE LESBOS
Para Dimitris Yeros
Pastores del linaje de Dafnis y Cloe son dos caras de una moneda áurea, esas que enriquecen a Caronte.
Baja uno. El otro da la espalda y su cayado lo coronan largos cuernos de un hijo de Amaltea, la ninfa-cabra.
Dos rostros —yo los asumo hermanos—. Uno ve al otro. Ese otro, muestra espalda y testa porque el binomio es carne abandonada por un creador enceguecido con la mirra.
Entonces sus sombras delatan el carro de Helios ascendiendo en los lomos del cenit como en una maleza
La filosófica que emana de Vesperal nos recuerda el pronunciamiento de Nicolas Malebranche: No hay que creer ni a Aristóteles ni a Descartes, sino “meditar con ellos, como ellos lo han hecho”, así como cuando uno se deja incinerar en la fragancia de la poesía.
de artemisas que bajan a beberse el mar.
Pero el cayado es un estandarte del orden natural bajo el cielo azul de Mitilene y apunta a Lidia, más allá de la fila de corderos que emigran como hombres en la guerra.
Más allá del agua amarga y de la tierra firme.
Conmuévete con el cayado que pone a prueba el sometimiento, las cadenas de la necesidad y el juramento escrito en tinta de cinabrio.
Conmuévete con el estandarte del otro, el hermano del otro que eres tú esperando las tinieblas ordenadas como los corderos.
Conmuévete.
F allecidos prematuramente: casos de la literatura bajacaliforniana 1912-1967
(Primera parte)
Pedro N. Ulloa, Solón Argüello, Tomás Genaro Avilés, Agustín Santa Cruz, Concha Urquiza, Horacio Enrique Nansen y Eliseo Quiñones, jóvenes promesas malogradas de las letras peninsulares
MPor Gabriel Trujillo Muñoz Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas. angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx
orir joven no es la regla sino la excepción en la historia de la literatura bajacaliforniana. En general, nuestros escritores viven vidas longevas y productivas, aunque sus escritos no siempre hayan quedado impresos como libros. Pero aquí vamos a hablar de las excepciones a tal norma prevaleciente. Si Francisco Bernal López vive 82 años y Olga Vicenta Díaz Castro muere a los 89 años, no sucede lo mismo con Pedro N. Ulloa, nacido en Chihuahua, Chihuahua, en 1881 y quien muere, en Hermosillo, Sonora, en 1912, a los 31 años de edad. Hay que recordar que Ulloa es el fundador, junto con Carlos R. Ptacnik, de El Progresista, donde era jefe de redacción. Vivió en el puerto de Ensenada de 1903 a 1904 y sobresalió como poeta y dramaturgo en las tertulias de la entonces capital del Distrito Norte. Sus poemas eran de estilo modernista y su prosa, como en su cuento “Cipriana”, denotaba una lectura atenta de la obra de Edgar Allan Poe. Ya el historiador David Piñera Ramírez expresaba su interés por la obra literaria de Ulloa en su prólogo a la edición facsimilar de El Progresista (1982) y también por develar una vida dedicada a las artes en el inhóspito mundo fronterizo donde Ulloa vivió por una breve temporada y dejó publicados numerosos artículos de opinión y textos literarios:
Dentro de esa atmósfera, en El Progresista se distingue una voz que aspira a manifestaciones artísticas de mayor hondura y autenticidad: “Necesitamos ya, y urgentemente, al novelista mexicano y al dramaturgo nacional, que, a la luz del arte, de la sociología y de la moral, nos pinten cuales somos, con nuestras pasiones propias, hijas del medio en que vivimos...” Esa voz es la de Pedro N. Ulloa, redactor del periódico, a cuyo nombre aparecen también poemas y cuentos. Pensamos que es un caso que merece ser estudiado por quienes se dedican a las cuestiones literarias.
“El historiador David Piñera Ramírez expresaba su interés por la obra literaria de Pedro N. Ulloa en su prólogo a la edición facsimilar de El Progresista”
Una década más tarde, la indagación tuvo éxito y supe que Pedro N. Ulloa había pasado de Ensenada a trabajar en el periodismo sonorense en Guaymas y Hermosillo. En 1907 publicaría En el país del ensueño (poesía) en la vecina entidad y un libro-compendio en 1910: El estado de Sonora y su situación económica, muriendo en Hermosillo en plena revolución orosquista. Ulloa sólo deseaba, como poeta, “hablarnos de un lejano país, donde el amor es infinito” con un “verso sumo, delicado y rico”, pero no tuvo el tiempo suficiente para que su obra arraigara en la conciencia de sus contemporáneos. Lo mismo ocurriría con otro colaborador de El Progresista, Solón Argüello (Nicaragua, 1879-México, 1913), periodista y político maderista que fue asesinado por los huertistas cerca de Querétaro. En 1904, como profesor, obtuvo una plaza en Ensenada, donde vivió y escribió muchos de los poemas que integrarían su poemario El grito de las islas (1905). Solón pagó con su vida su lealtad al presidente
Madero. Murió a los 34 años. Nunca fue encontrado su cuerpo, quedando como uno de los tantos desaparecidos de la dictadura huertista. Argüello, junto con Ulloa, es uno de los precursores de las muertes prematuras relacionadas con la literatura de Baja California.
La muerte siguiente ocurrió en Mexicali, un 13 de abril de 1933. Y correspondería a un poeta nativo de la ahora ciudad capital del Territorio Norte
de la Baja California: Tomás Genaro Avilés. Nacido en Mexicali, en 1908, la muerte lo sorprendió cuando frisaba apenas los 24 años de edad. Una infección respiratoria fulminante lo llevó a la tumba en unos cuantos días. Era un poeta que empezaba y al que sus compañeros de generación le auguraban un futuro prometedor como escritor y periodista. Formó parte de ese núcleo de poetas, médicos, abogados, políticos, periodistas e intelectuales que la presencia del general Abelardo L. Rodríguez y su próspero gobierno, llevaron a las lides periodísticas y al cultivo de las artes literarias. Conocida, según mi apreciación como la generación de 1923, ya que es el año que dio comienzo el gobierno de Rodríguez, a la vez que aparece el primer poemario publicado en Baja California: Palos de ciego de Facundo Bernal llega a Mexicali un escritor de la talla de Pedro F. Pérez y Ramírez y se fundan periódicos tan importantes como Mercurio, lo que en su conjunto creará un clima favorable para la literatura bajacaliforniana. El propio Pérez y Ramírez, mejor conocido como Peritus en el gremio periodístico, y el impulsor de la poesía estridentista en Baja California, encontró en Tomás Genaro Avilés un alma gemela en el doble ejercicio del periodismo y la literatura. A la muerte de éste, publicó en el periódico Baja California (junio de 1933), una pieza titulada “Hacia allá…”, donde hizo un recuento de la agonía y muerte de Tomás Genaro Avilés:
Las 11. El Sol brillante de este extremo de la tierra bendita que te viera nacer, cae en irisaciones oblicuas como vencidas. Tus amigos, tus verdaderos amigos, poco a poco hemos estado llegando para arrancarte en hombros de los brazos santos de tu madre, que transida por el dolor, no sabe si te estrecha. De improviso una voz débil, murmura: “ya”… Las flores policromas y primaverales que cubren profusamente tu lecho mortuorio, se empiezan a retirar. El ataúd que abrigará dentro de unos instantes tus despojos mortales se entreabre silenciosamente y enseña su seno enlutado. Los llantos de dolor de tus familiares hacen confusión, y las lágrimas sinceras de los que fuimos tus amigos amargan nuestros corazones. ¡Pobre hermano mío! ¡Me lastima comprender tu viaje para siempre, pero me anima la sinceridad de los que te lloramos! Tal como quisiste ser, así vas: ¡casi solo! ¡Cómo me consuela verte así! Caminar hacia allá… hacia la última morada, fuera de ostentaciones y de superficialidades, es algo noble: se destruye la vanidad de los que
piensan ocultarse con ella… Por eso te admiro. Un reducido número de amigos; pero de amigos íntimos, de los mismos que varias veces compartimos tu amistad, relevamos nuestros esfuerzos. Después cruzamos una y otra calle.
“Gregorio Macedo López escribió que el escritor Agustín Santa Cruz era muy dado a pasar con amigos al otro lado para visitar comercios o ir de excursión hasta San Diego”
En el cementerio, unos pocos amigos acompañan a su última morada a la primera promesa de la poesía mexicalense y bajacaliforniana. José Castanedo, el director de la revista Minerva lo despide con “palabras elocuentes”, mientras el padre de Tomás Genaro Avilés, “con el estoicismo propio de la senectud, contempla tu ataúd sin inmutarse”. Es la hora de los sollozos, mientras Peritus y demás compañeros de la brega periodística, las tertulias bohemias y el amor por la poesía, ayudan a enterrarlo. Un niño de apenas 6 años, en alguna escuela cercana y sin saber que ha muerto un poeta mexicalense, está aprendiendo sus primeras letras. Se llama Valdemar Jiménez Solís y será, con el tiempo, el primer poeta reconocido del Valle de Mexicali, el sucesor de un vate infortunado llamado Tomás Genaro Avilés, que quiso ser el primer bardo de la entidad, pero al que la muerte le impidió cumplir con tal destino. Otro caso: el del poeta Agustín Santa Cruz, nacido en Colima en 1908 y que llegó a Mexicali, a principios de 1939, como Juez de Primera Instancia. Era un hombre de su tiempo, un escritor interesado en la ideología marxista y el verso libre. Gregorio Macedo López escribió que
Santa Cruz era muy dado a pasar con amigos al otro lado para visitar comercios o ir de excursión hasta San Diego. Y entonces, “el sábado 29 de abril de ese año, 1939, me enteré que Agustín había fallecido en la madrugada de ese día en un nosocomio de El Centro, California, a consecuencia de un accidente automovilístico en Heber, lugar cercano a Calexico, al chocar el automóvil que él conducía con el tren procedente de San Diego”. Apenas llevaba tres meses viviendo en la frontera. Tal es la vida como destino cortado sin aviso. Una ráfaga de viento en el mes más cruel.
Pero la tradición literaria bajacaliforniana también es muerte por agua. Concha Urquiza, la poeta mexicana, llegó a Ensenada en plena crisis de vida y creación: el misticismo que la había conducido a una orden religiosa católica ya no era suficiente para equilibrar sus cantos a la divinidad con un erotismo cada vez menos espiritual, con una pasión donde el cuerpo ya no era una simple cáscara del alma sino un fin en sí mismo. En 1945, a sus 35 años, aceptó una plaza de maestra en un colegio de monjas en Tijuana como una forma de alejarse de sus conflictos existenciales y metafísicos, de un amor desgraciado y asfixiante en el interior del país. En el cincuentenario de su muerte los periodistas Roberto Ponce y José Alberto Castro (Proceso, 3-VII-1995) llevaron a cabo un extenso reportaje sobre el misterio de su fallecimiento. Las versiones abundan:
El final de Concha Urquiza ha desbordado la
Horacio Enrique Nansen.
Concha Urquiza.
imaginación de los estudiosos de su vida y obra. Méndez Plancarte escribió en 1946 su versión: “Y un 20 de junio por la tarde fue en compañía de varias personas al balneario llamado ‘El Estero’ (en Estero Beach, Campo de los Novelo); se embarcó y cerca de un islote quedóse, con uno de sus compañeros a bañarse, mientras los demás se alejaban en la barquilla, mar afuera. Minutos después, uno de ellos creyó oír que lo llamaban; volvió la cabeza para buscar a Concha y ya nada vio. Regresaron enseguida y sólo encontraron, sobre la playa del islote, los vestidos de ambos nadadores. ¿Qué había sucedido? Concha y su compañero habían desaparecido tragados por un fuerte remolino que suele formarse en el lugar.” Alejandro Avilés grabó una entrevista en Morelia “con la última persona que vio a Concha”, el padre Luis Manuel Guzmán. “Ahí consta –refiere Avilés– que fue a Tijuana para dar clases, pero había vacaciones y estaba hospedada en la casa de unas religiosas, Hijas del Espíritu Santo. Acababa de tener ejercicios espirituales, estaba muy contenta y se le ocurrió irse a bañar a Ensenada. Eran tres, Guzmán y dos jóvenes, uno que también se ahogó, La resaca los arrastró.” El padre Guzmán contó a Avilés que ellos llegaron a la orilla en la panga y esperaban a Concha y su acompañante, quienes nadaban “de a muertito”. Le gritaron: “Ya vénganse” y ella: ‘Orita vamos, padre’. Entonces, la resaca los arrastro. Esas versiones de suicidio son absurdas. Me convenció el padre completamente, yo le insistía mucho, pero me ratificó fue un accidente infortunado”.
Nadie sabe lo que Concha Urquiza realmente encontró en Ensenada, en esos pocos días en que alcanzó a instalarse antes de acudir al llamado del oleaje. Entró al mar, según todos los testimonios, acompañada de Carlos Ruiz de Chávez, un amigo-novio-amante (las versiones abundan sin pruebas conclusivas, como ocurre por lo común en estos episodios) y no se supo más de ellos. Suicidio o accidente, se dijo según la fuente consultada. Para confesores y seguidores místicos, el suicidio quedaba descartado por su fe católica y sus antecedentes de monja. Para los que han leído su poesía entre líneas, por esa misma fe y antecedente el escape súbito no puede ser descartado, ya que el suicidio sería la forma en que nuestra poeta buscaba hallar, en la propia muerte, en el desprendimiento corporal, una vía rápida a las respuestas que su incertidumbre vital le demandaba. Al final, sus restos quedaron en tierra bajacaliforniana, en el cementerio Tepeyac de Tijuana, donde fue sepultada el 22 de junio de 1945.
“Nadie sabe lo que Concha Urquiza realmente encontró en Ensenada, en esos pocos días en que alcanzó a instalarse antes de acudir al llamado del oleaje…”
jacaliforniana sufrió otra pérdida considerable. Ya no fue, ciertamente, una muerte por agua, pero sí una muerte sorpresiva por la edad del protagonista. Horacio Enrique Nansen, un poeta nacido en octubre de 1938 en Empalme, Sonora, pero afincado en Mexicali desde niño, fue la promesa más brillante de la poesía bajacaliforniana de los años cincuenta. Entre la aparición (y posterior migración a la Ciudad de México y Europa) de Fernando Sánchez Mayáns en los años cuarenta y el surgimiento de los poetas jóvenes de finales de los años sesenta (Eliseo Quiñones, Juan Martínez), Horacio Enrique es el cantor de la sociedad fronteriza, del existencialismo personal y colectivo. Después de hacer sus pininos literarios y periodísticos en Mexicali y Tijuana, bajo la mirada atenta del profesor Rubén Vizcaíno Valencia, se lanzó a hacer una carrera en Guadalajara, Jalisco, donde se volvió una de las figuras imprescindibles del núcleo cultural de la perla tapatía. Junto con Edmundo Domínguez Aragonés dirigió un suplemento cultural y su poesía comenzó una evolución hacia la madurez. El 15 de febrero de 1963, sin embargo, hubo una francachela en la azotea del edificio donde vivía. Al calor de las copas, se cayó y murió. Esa fue la versión oficial. Según las indagaciones de sus parientes, fue arrojado desde la azotea, por policías de civil, por sus críticas a ciertos funcionarios públicos bajacalifornianos. Lamentablemente, nadie pudo comprobar esta última versión. Nansen tenía 24 años al morir.
La promesa más brillante En 1963, dieciocho años más tarde, la literatura ba-
Pero las desgracias no vienen siempre solas. Ape-
nas pasarían unos pocos años de la muerte de Enrique Nansen cuando las letras peninsulares volverían a perder a otro de sus integrantes más jóvenes y más prometedores. Hablo aquí de otro escritor malogrado: Eliseo Quiñones, el primer poeta bajacaliforniano de la generación de la ruptura. En una entrevista hecha, probablemente a fines de 1968, a Margo Glantz por Margarita García Flores, para La cultura en México, suplemento cultural de la revista ¡Siempre!, y que se publicó el 16 de abril de 1969, la primera afirmaba que entre los colaboradores de la revista Punto de partida de la UNAM estaba Eliseo Quiñones (1938-1967), alumno del Centro de Estudios Cinematográficos, y poco después añadía: “Eliseo Quiñones, murió el año pasado en un accidente (de tráfico) y dejó inéditos poemas, obras de teatro y cuentos. Tenía mucho talento y hubiera querido dedicarle un número de la revista, pero no conseguí el material”. Quien sí obtuvo parte de su obra fue Miguel Ángel Millán Peraza, quien la publicó en Letras de Baja California entre 1968 y 1969. En estos textos publicados es notoria la calidad poética de Eliseo Quiñones, el trabajo de un creador joven que se hallaba en proceso de asimilación de la poesía contemporánea que estaba a su alcance. Su muerte prematura hizo, sin embargo, que sus hallazgos no tuvieran seguidores inmediatos. Estos aparecerían, sin conocer muchas veces la existencia de su predecesor, en distintas partes de la entidad en la década siguiente, ya que su obra permaneció inédita, en forma de libro, por cerca de veinticinco años. Sólo hasta 1992 la editorial Mar de Fondo, de Ensenada, publicaría una antología de su poesía con el título de Barco roto. Oriundo de Sonora, Eliseo Quiñones fue, como lo explica Antonio Mejía de la Garza, “prolífica pieza clave dentro del bohemio movimiento cultural ensenadense de principios de los años sesenta”, movimiento que conjuntara a escritores y artistas plásticos como Herlinda Sánchez Laurel, Ana Lagos Graciano y Ernesto Muñoz Acosta. Y siguiendo a Mejía de la Garza, tal vez los poemas de esta época no tenían “el preciosismo de las joyas pulidas en talleres literarios, pero sí la honestidad de la búsqueda incesante, una real apetencia por encontrarse a sí mismo”, una honestidad que llevó a que Félix Blanco lo incluyera en su Antología de poetas mexicanos (1967) y que tuvo como resultado la creación de dos poemarios inéditos hasta la fecha: Traficante y Búsqueda. La poesía de Quiñones de este periodo está llena de afinidades marinas y metáforas oceánicas. Pero en sus últimos años de vida, su poesía se desplaza hacia zonas de introspección épica, donde la muerte juega un papel importante y decisivo, reduciendo el canto de nuestro autor al naufragio inevitable de la existencia humana, al barco que se hunde sin remedio en el abismo de sus propias palabras.
Agustín Santa Cruz.
Fotos: Archivo Palabra
ESTAR NEPANTLA
NLa larga ruta de un negocio cultural
Por Eduardo Cruz Vázquez
Periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural angol97@yahoo.com.mx
o se me olvida el pánico que sentí frente al computador que instalaron en mi oficina. Era el año de 1993, cuando ocupaba la Dirección de Prensa y Difusión del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Le pagué unas clases al hermano de una estudiante que hacía su servicio social, quien me llevó con seguridad a abandonar mi máquina Remington portátil. La conservo, por supuesto. Todavía hay gente que da servicio a estas piezas de museo.
En un mes de 1997, abrí mi primera cuenta de correo, que también sigue viva, en Yahoo! Fue en uno de los muchos establecimientos que había con servicio de internet, ya que contratarlo en casa vendría después. ¡Vaya lentitud entonces! Quienes me acompañan en esta transición industrial guardan los sonidos de la conexión. Entrado el siglo XXI el ajuste técnico, físico y emocional abrió cauces a la normalidad para entrarle a todo lo demás que se vino encima.
Un gran amigo, ya fallecido, extraordinario analista de información y fotógrafo, compañero de trabajo en el Conaculta, Miguel Hernández Olvera, me presentó a Miguel Ángel Espinosa, quien era ya un ducho en los dominios de la naciente red. Buscándole hacer un nego-
cio, me apoyó para concebir mi primer sitio, Servicios Integrales en Cultura. Su suerte de acrónimo y lema fue Sercultura. Montamos una súper página, con un amplio catálogo de servicios destinados a la comunidad del sector cultural. Mi amiga Mayra Maikawa hizo el logotipo.
“El Engrane una realidad contable. Ojalá se animen a enterarse de esta empresa cultural que se inspira en dos grandes negocios: el doctor SIMI y la cadena OXXO”
Les pedí a varios amigos integrarse como parte de Sercultura, con el propósito de que los clientes supieran que, según su necesidad, la pequeña empresa tenía un trabuco de expertos. Incluso creamos ligas a estaciones de radio, para hacer la navegación atractiva. Colocamos ciertos videos. Para lanzar el empeño, pedí la Galería Metropolitana de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ubicada en la colonia Roma, a inicios de 2006. En ese espacio estaba la Dirección de Difusión Cultural, donde había iniciado mi carrera laboral en 1983. Incluí en el evento la presentación de un libro de poesía que había aparecido en Colombia en 2005, cuando terminaba mis tareas como agregado cultural, titulado Saldo a favor.
En el “mix” reuní para la literatura, al enorme escritor Hugo Gutiérrez Vega, con el ya encumbrado líder de OCESA, socio de Alejandro Soberón en la Corporación Interamericana de Entre-
tenimiento (CIE), el brillante Federico González Compeán. Egresado de la UAM Xochimilco como yo, apadrinó mi pequeña unidad económica en internet. Además, se publicaba en las páginas culturales de El Universal, mi sección “El consultorio cultural”.
Escasa la clientela, bajé el portal y me fui a Tuxtla Gutiérrez a trabajar a la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas en enero de 2007. De ese largo andar se nutre El Engrane, el consultorio cultural, su dispensario de la cultura, que monté en Facebook en junio de 2022, ligado a mi
blog dentro del sitio de Paso libre del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU) que inició en julio de 2019.
Tres años después, insisto en hacer de El Engrane una realidad contable. Ojalá se animen a enterarse de esta empresa cultural que se inspira en dos grandes negocios: el doctor SIMI y la cadena OXXO. De uno, el sentido de lo que en medicina se conoce como atención en primer nivel; del segundo, la reelaboración de los anaqueles misceláneos de bienes básicos. Que la curiosidad los invada.
Isla del Carmen, Loreto, Baja California Sur
Por Iliana Hernández Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía premoniciones@hotmail.com
I
Ivette y Rafael llegan a la dársena de Loreto por nosotras. El mar es un espejo lleno de lumbre, nuestras mejillas buscan el horizonte, nada se mueve. Una línea recta que es el mar anuncia que ya no hay nada más allá, sabemos que hay secretos que involucran al mar y a nosotras. Eso sabemos.
II
Hace unas semanas la vida y la curiosidad me volvió al cuerpo. Desperté de mi propia inacción, las arañas de mi mente comenzaron a tejer en una suerte de verticalidad emparentada con esa aspiración al cielo, a un estado mental ligero, he llegado a poseer la certidumbre de que, como San Francisco de Asís, deseo poco y lo poco que deseo lo deseo poco, aunque la vida y sus personajes me den a manos llenas.
III
El capitán Rafael, con el rostro bronceado por el Sol cotidiano sonríe y nos interna en un mar del que podríamos no salir. No tenemos miedo. La vida, el pecho se nos abre con cada metro que avanzamos mar adentro, no se distingue si el mar está rodeándonos o el azul es nuestra creación, nuestro sueño.
IV
La panga entra al interior de las cuevas, estamos indagando en el interior de las entrañas de la isla, somos oscuridad en ese hueco, el cuerpo del agua va y viene en esa noche que es la cavidad de nuestra alma también. Trato de tocar las rocas que circundan al bote, un arrullo se nos acomoda en el cuello, el agua tiene maneras de hablarnos que sólo en el dolor o en la profunda escucha tienen significado.
V
afanadores, cargadores y amas de casa detenidos en el aire puro. Hay máquinas oxidadas llorando nostalgia por sus dueños. Lizette registra con su celular cada viga y muro, cada movimiento de nuestros cuerpos internándose en la salinera que fue.
“Las mujeres somos sabias al hacernos al paisaje, al reconocernos en las penas y esfuerzos que una comunidad de chinos vivió en esta lejanía. Ellos yacen en un pequeño cementerio en la Isla del Carmen. Nadie sabe que están ahí…”
Salimos de nosotras. El Sol me quema la pierna, pero de eso me daré cuenta más tarde, en el ardor. La Isla del Carmen nos ve acercarnos. Hay miles de ojos que siguen mirando a los que llegan hoy. El cansancio de electricistas,
VI
Renata hunde las piernas en la salmuera, rescata cristales revelándonos que en realidad ella es una sirena regresando a su isla. Su abuela, Georgina, tiene las manos exactas para medir cada voz y consejo que se congeló en la isla. Las mujeres somos sabias al hacernos al paisaje, al reconocernos en las penasy esfuerzos que una comunidad de chinos vivió en esta lejanía. Ellos yacen en un pequeño cementerio en la Isla del Carmen. Nadie sabe que están ahí, sus nombres son indescifrables.
VII
Salimos de la isla con la bendición de Ángel, el cocinero a cargo, nos dice adiós desde una soledad que necesita adere-
zarse, es muy joven para entender que sus manos son mágicas. Nos vamos a otro paraíso, comemos tostadas del ceviche que Carlos (el otro cocinero mágico, prodigioso) nos preparó. Luego saltamos al mar, hay peces dorados, lisas, que nos miran con curiosidad, yo las miro maravillada. El agua es transparente, soy una recién nacida en ese mar que es madre también.
VIII
Tenemos que volver a Loreto, una familia de delfines nos escolta, compiten con nuestra panga, nos gritan para que los veamos y saltan como nuestro corazón al verlos. ¿Y si nos quedamos a vivir con ellos?, ¿Y si fuéramos valientes y la isla se convirtiera en nuestro hogar y pudiéramos salar los alimentos con nuestra honestidad y saber que el mar, como dice Rafa, es el maestro, la pureza, la vida misma?, ¿Y si dejáramos la ciudad y como a Ivette, la pasión nos revelara que somos desierto y agua? Hay una isla tatuada en nuestra memoria, sus historias nos cuentan quiénes fuimos, nos piden encontrar otras islas, no voltear a llorar lo perdido, sabemos que corremos el riesgo de convertirnos en estatuas de sal. Debemos vivir.
OLa palabra primicia
Por Martín Caparrós
Escritor y periodista argentino, autor de El hambre y Ñamérica
@martin_caparros
jalá la palabra primicia significara la primera que acaricia: suena tan bonito. Es más, seguro que podríamos encontrarle una etimología por ahí —que así son las etimologías—. Pero parece que no: que en realidad viene de primitiae, los primeros frutos de la cosecha o la crianza, que aquellos pueblos supersticiosos que creían en dioses ofrecían a sus dioses.
(Las culturas supersticiosas se dividen entre aquellas que creen que engañan a sus dioses y las que creen que sus dioses las engañan. Los griegos, por supuesto, como los hebreos, eran de las primeras. Entonces decidieron que lo que sus dioses preferían del asado era el olor y el humo y se los ofrecían generosos mientras ellos se comían la vaca.)
Pero no es por eso que la conocemos. Últimamente, en castellano, una primicia es una noticia que alguien da antes que nadie. En inglés se llama scoop, que viene a ser una cuchara gorda; en francés se llama scoop, que viene a ser una palabra inglesa. Pero, en cualquier lengua, muchos periodistas siguen deseando una primicia más que casi nada. Y no es fácil: no sólo por la circulación inmediata de tanta pavada sino, sobre todo, porque ya no se sabe bien qué es lo que hace que algo sea una primicia.
Parece claro que debe ser algo que alguien publique antes que nadie, y eso se ha vuelto más y más difícil en tiempos en que todo rueda tan veloz que la mayor diferencia pueden ser minutos. La primicia ya no es algo que te salta a la vista. Es, en verdad, un aparato raro, construido con mucho tiempo y esfuerzo para que estalle de pronto. Pero también debe ser algo que interese a muchos o a bastantes: que muchos crean que debían saberlo. Fue porque esta condición no se cumplió, supongo, que la mayor primicia del siglo XX nunca consiguió serlo. The Daily Telegraph era un diario conservador inglés fundado en 1855. Los conservadores gobernaban el Imperio y al periódico no le iba tan mal aunque, por falta de papel, sus ediciones durante la Segunda Guerra tenían sólo seis páginas. La noticia, sin embargo, podría haber aparecido en la primera o en la última, pero fue a parar a la página
5, en un costado, dos pequeñas columnas, y un título que apenas se veía: “Alemanes asesinan a 700.000 judíos en Polonia”. El subtítulo decía “Cámaras de gas portátiles” y el texto empezaba hablando de “la mayor masacre en la historia de la humanidad” y ofrecía detalles de los muertos en distintas ciudades y de cómo un plan general de hambre mataba tanto como el gas —que, sin embargo, decía el diario, “asesinaba a unos 1.000 judíos cada día”.
“Últimamente, en castellano, una primicia es una noticia que alguien da antes que nadie. En inglés se llama scoop, que viene a ser una cuchara gorda”
Era sin dudas la mayor masacre, ya llevaba unos meses, continuaba, y Occidente no la conocía: una primicia con cientos de miles de víctimas. La noticia había llegado al Telegraph a través de Szmul Zygielbojm, un miembro judío y socialista del Gobierno polaco en el exilio que la recibió de una red de resistentes que se jugaron la vida para comunicarla.
Pero no le importó a nadie. El famoso The New York Times la reprodujo días más tarde en la página 6, tipografía modesta, con una serenidad muy cercana al desprecio; su portada de ese día destacaba que el gobernador de Nueva York había decidido que mientras hubiera guerra no jugaría al tenis, y donaba sus zapatillas para el gran esfuerzo.
Zygielbojm tampoco podía creer. A principios de 1943 consiguió unos minutos en una radio de la BBC: “Será una vergüenza seguir viviendo”, dijo, “si no damos ningún paso para detener el mayor crimen de la historia de la humanidad”. Tres meses más tarde la rebelión del gueto de Varsovia fue reprimida con más muerte: allí cayeron su mujer y su hijo. Días después Zygielbojm se mató con amobarbital. La nota que dejó decía: “Mis camaradas en el gueto cayeron con las armas en la mano en su última, heroica batalla. Yo no pude caer como ellos, con ellos, pero debo estar a su lado en la fosa común. Con mi muerte quiero expresar mi más profunda protesta contra la inacción del mundo que observa y permite la destrucción del pueblo judío”.
Entonces, miles de periodistas y millones de personas no quisieron saber. Ahora, en estos tiempos de información ubicua, acelerada, es todavía más difícil: no saber requiere un gran esfuerzo. El cambio es proporcional: esconderse de la realidad exige más trabajo, pero hemos construido más y más refugios, más y más distracciones, más y más mentiras. Aquella vez, gracias a la primicia que no fue, el mundo pudo haberlo sabido un año antes, si acaso intervenir —y la diferencia habrían sido millones de vidas. Pero eran sudaneses, yemenitas, congoleses, palestinos. Ah no, perdón, eran judíos.
AMAR EL ABISMO: Nietzsche entre París y Ciudad de México
Por Eric Rodríguez Ochoa Candidato a Doctor en Filosofía y a Jurista / Abogado y Criminólogo. Profesor-investigador con estudios en teología y psicoanálisis profesorericrodriguezochoa@outlook.com
ENietzsche no busca un nuevo fundamento, sino una forma más intensa de vivir. Jonathan Daudey
“El pensar nietzscheano es aprender a habitar la precariedad con valentía. Es convertir el batir del caos en danza”
n tiempos actuales, Friedrich Nietzsche vuelve a mostrarse, una y otra vez, como un faro inquietante e intermitente en el horizonte de la filosofía contemporánea —cada vez más oscura—. Su fuerza —y yo diría virtud— reside en despojar al pensamiento de todo consuelo y, al mismo tiempo, en devolverle la capacidad creadora de gestar valores nuevos. En este sentido, la lectura de Jonathan Daudey (2023), publicada en Daimon, nos devuelve a ese núcleo trágico del proyecto nietzscheano: aquel que rompe con el platonismo para afirmar la vida como devenir incesante, voluntad de poder y renovación constante. Pero esa misma voluntad cobra matices singulares al cruzarse con nuestra experiencia: Rael Salvador —un colega que estimo por la calidad de su pluma, vasto conocimiento; que lo traduce en una gran fuente intelectual—nos comparte en una evocadora entrevista Nietzsche, un acompañante de vida*, cómo el filósofo alemán —lejos de ser un autor remoto— acompaña a quienes afrontan retos cotidianos con arte y ligereza, convirtiendo la calle, la fiesta y la ruina en escenarios de creación (2023).
En un primer momento, el gran hallazgo de Nietzsche consiste en desmantelar la jerarquía entre mundo verdadero y mundo aparente que heredamos de Platón. Frente a la ilusión de una realidad numinosa, Nietzsche reivindica la esfera de los sentidos, el cuerpo y el devenir. Como Daudey puntualiza, esta inversión no es meramente estética, sino ontológica: “El mundo no está terminado; es voluntad de poder en constante filtración” (Daudey, 2023, p. 167). Esa imagen de la realidad como río de fuerzas —siempre en movimiento— desafía la tentación de querer anclar seguros y nos sitúa frente a un horizonte abierto, lleno de potencialidades. En la versión de nuestro contexto cultural, Rael
Salvador destaca la dimensión cotidiana de la voluntad de poder: “Nietzsche se convierte en un acompañante de vida al susurrar al oído del obrero, del artista callejero, del migrante: crea tu propio sentido en medio del caos” (2023). ¿Qué vemos hoy en día?
Esa invitación que adquiere formas concretas en la organización de ferias de trueque, en los colectivos de muralismo que rescatan fachadas deterioradas y en los espacios de lectura al aire libre que brotan en estaciones de metro o plazas públicas. Cada mural, cada encuentro poético, encarna el gesto nietzscheano de desafiar el absurdo y forjar, desde la precariedad, algo nuevo; por decir diferente.
Está el segundo momento: El diagnóstico clínico de Nietzsche sobre el nihilismo —esa enfermedad cultural que anuncia la decadencia de los viejos valores— encuentra en Daudey una lectura terapéutica: no se trata de proclamar un antinihilismo dogmático, sino de activar la potencia creadora que habita en el hom-
El filósofo y escritor Jonathan Daudey, autor del libro La farmacia del Nietzsche (2023).
bre herido. En este punto, Daudey recupera una idea sugerente del filósofo Arnaud Sorosina: “la idea nietzscheana de enfermedad no apunta tanto al síntoma individual como a una enfermedad del pensamiento, del espíritu, que afecta a toda una civilización” (Daudey, 2023, p. 166). Profundiza la dimensión política de Nietzsche: el nihilismo no es sólo un problema personal, sino una señal de agotamiento cultural. Por ello, superar el nihilismo no implica una “cura” definitiva, sino un reencuentro con el poder afirmativo de la vida, en el plano del cuerpo, del arte y de los afectos.
Desde esa lectura, Rael Salvador identificó ese pulso curativo en las redes de solidaridad que emergieron tras los sismos de 2017 en México (y antes, en 1985), cuando vecinos, artistas y científicos improvisaron brigadas de rescate, talleres de reparación y festivales de memoria. Aquellas prácticas, lejos de ser gestos filantrópicos aislados, mostraron una voluntad de reinventar el espacio social y de responder al desastre con creatividad palpable, fáctica.
La figura del superhombre —tanto venerada como vilipendiada— adopta, en este diálogo, una forma pragmática y comunitaria. Daudey insiste en que el superhombre nietzscheano no aspira a la dominación universal, sino a la autotransformación autónoma: “es un artista que moldea su propio destino” (Daudey, 2023, p. 168). Rael Salvador retoma esa idea para mostrar que, en México, la autogestión cultural colectiva es un superhombre distribuido: bibliotecas móviles, cineclubes itinerantes y huertos urbanos en azoteas conforman un sujeto múltiple que crea valores desde abajo, sin esperar la bendición del Estado o del mercado.
Retomo el punto de ambos autores que subrayan a este sujeto multipolar encarnando la ética trágica, una ética sin mandamientos, pero con un imperativo irreductible: amar la vida en toda su dureza. Nietzsche lo enunció en términos extremos: “Amor fati: no querer que nada sea diferente, ni delante ni detrás, ni para siempre” (Nietzsche, 1883/2004, §276). Para Daudey, ese amor trágico es la llave para abrir la creación: sólo quien acepta el dolor puede transformarlo en potencia. Y Rael Salvador apunta que ese amor fati se practica en los pañuelos que bordan mujeres de Oaxaca con mensajes de denuncia, en los grafitis que desafían al crimen organizado, en el ritual de las peregrinaciones populares que combinan fe y rebelión, la autogestión cultural, la ama de casa dadora de alimento para que coman los hijos diciendo “ya comí”, el escritor/académico desafiando y autogestionando sus publicaciones, frente al monopolio oligárquico editorial, el profesor que lucha frente a reforma educativas que no le per-
miten obtener bases, frente a los potentados, etcétera
El itinerario de esta reflexión culmina en la constatación de que Nietzsche, al proponer la creación de nuevos valores, anticipó las formas contemporáneas de resistencia cultural. Desde el performance urbano hasta las comunidades virtuales que reinventan la solidaridad, la voluntad de poder aparece como un telón de fondo que impulsa la experimentación. Daudey lo observa en la filosofía del acontecimiento, cuando se privilegia el instante de la ruptura; Rael Salvador lo vive en las rebeldías festivas, cuando la fiesta se hace armónica disidencia.
“El itinerario de esta reflexión culmina en la constatación de que Nietzsche, al proponer la creación de nuevos valores, anticipó las formas contemporáneas de resistencia cultural”
Una hermosa senda nietzscheana nos muestran estos colosos del pensamiento. Reúno la mirada filológica y ontológica de Jonathan Daudey con la visión cultural y poliédrica de Rael Salvador. Y esta reflexión muestra que la pregunta nietzscheana por el sentido no es un ejercicio sólo académico distante, sino una aventura práctica. Pensar con Nietzsche —y con él bailar, pintar, conspirar, crear— es aceptar que la vida es un lienzo inacabado y entender que cada uno de nosotros puede empuñar el pincel.
Al fin y al cabo, el pensar nietzscheano es aprender a habitar la precariedad con valentía. Es convertir el batir del caos en danza y la pregunta por el sentido en acto de creación continua. Como afirmó Daudey, “Nietzsche no busca un nuevo fundamento, sino una forma más intensa de vivir” (2023, p. 170), y, parafra-
seando a Rael Salvador, “se hace compañero de quienes inventan en el desamparo su propia forma de ser” (2023).
Nietzsche revela que el pensamiento no es refugio, sino acto de coraje.
Referencias
Daudey, J. (2023). Reseña de: Nietzsche et l’avenir de la pensée de Patrick Wotling. Daimon. Revista Internacional de Filosofía, 90, 165–170. https://doi.org/10.6018/daimon.571551 Nietzsche, F. (2004). Ecce homo. Madrid: Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1883). Nietzsche, F. (2003). La voluntad de poder. Madrid: Tecnos. (Obra original publicada en 1901).Nietzsche, F. (2008). Más allá del bien y del mal. Madrid: Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1887). Salvador, R. (2023, 14 de octubre). Nietzsche, un acompañante de vida. El Vigía. https://www.elvigia. net/general/2023/10/14/nietzsche-un-acompanante-de-vida-427974.html
Salvador, R. (2023). Nietzsche, nuestro contemporáneo, reseña de Gabriel Trujillo Muñoz. En PALABRA, suplemento cultural de El Vigía, núm. 21. https://issuu.com/editorialelvigia/docs/palabra-21_2023/s/29045772
*Entrevista realizada por el periodista y editor Manuel Quintero, con motivo del lanzamiento editorial Nietzsche. El príncipe sublime del intelecto (La Jornada BC, 2023).
El periodista cultural Manuel Quintero, entrevistando a Rael Salvador, en la presentación “perfomática” de Nietzsche. El príncipe sublime del intelecto (Aula Magna del CEART de Ensenada, XXII FESTIVAL DE OCTUBRE 2023).
Fotos: Archivo Palabra
Estación Norte
Por Óscar Ángeles Reyes
*Escritor y biólogo por la UAM todoestodo@gmail.com
Hay quien nunca conoce a una gran personalidad en toda su vida, sucede también que es desalentador cuando eres un escritor, quizá por la propia noción de la precariedad. Haciendo cuentas, no es tanto mi caso, que conviví con Huberto Batis en la Ciudad de México; en aquella época de mi vida escribí, con una Lettera 32, una autobiografía precoz —que él nos pidió para la materia de Teoría literaria— en la que aún me mostraba muy verde en muchos sentidos —lo sigo estando, a pesar de que el término “verde” se comience a aplicar de otra manera—.
“Mi evento fue inverso, me mudé a Baja California una primavera en 1998, en un arranque de amor a las mujeres, pero también a la fotoquímica y a la fotobiología”
Mis anécdotas son escasas, y se remiten a mis clases en la Facultad de Filosofía y Letras —en la UNAM, carrera de Literatura que no finalicé pues me incliné por Biología—, y alguna vez en las oficinas del unomásuno, aunque también está aquel afectuoso saludo que le di a Carlos Monsiváis en un festival de jazz en el Auditorio Nacional mientras me miraba desconcertado, probablemente incómodo, pensando “ni hablar, qué hacer con mi popularidad”. Toda mi experiencia literaria se basa en los libros mismos, y en mis colegas aquí en la Ensenada de Todos Santos —y en “la Baja”, algunos más en estados vecinos—, compañeros destacados algunos, la mayoría viviendo una modesta vida artística, lo que tiene su encanto, aunque la austeridad social, o la socialización entre pares, pase factura en la creación y el desarrollo mismo. ¿A cuántos novelistas conozco en persona? La respuesta es risible. Tampoco es que sea un tipo de vida social muy activa, chispeanteo bohemia.
Ante el escenario del lugar común: ¿a qué escritor me habría gustado conocer? De preferencia latinoamericano, resulta infaltable Roberto Bolaño y la camarilla de “infras” que peinaban mi ciudad natal, pero, si lo pienso bien, no sabría qué decirles. Los imagino nómadas en la ciudad, mirando, oliendo, comiendo, cogiendo, peinándola, pero, sobre todo, con un lenguaje muy suyo. Sin embargo, hay otro personaje que me parece desde muchas perspectivas interesante: Federico Campbell. Si se tratara de una fórmula introductoria al tema, debería comenzar con una nota biográfica: nació en Tijuana, migró al Distrito Federal, escribió, murió… Todo ello se encuentra de primera mano en la búsqueda más simple en línea. Lo que verdaderamente me interesa es el distanciamiento que tuvo —geográfica e intelectual-
mente—, con su tierra, y la manera en la que enfrentó a la nueva ciudad, que es un monstruo sin exagerar. A decir por algunos de sus textos más comunes, los que escribía en su columna La hora del lobo, «no encuentro a un escritor extraviado en el paisaje del entonces Distrito Federal» (Palabra número 30). Sin embargo, ¿cómo se dio la asimilación del medio, de la cultura, de las tortas de tamal y las calles interminables? Preguntas que serían un buen motivo de charla, al menos para mí, el escritor modesto.
Escribo estas líneas en un estado mental de bifurcación, en un café en la calle de Jaime Torres Bodet, en la Santa María, Ciudad de México. Llueve, lo que siempre me resulta irresistiblemente bello en la ciudad —en cualquier ciudad—. Pero también estoy con la mirada a la calle, en el luminoso puerto de Ensenada, en un café en la avenida Blancarte. Mi evento fue inverso, me mudé a Baja California una primavera en 1998, en un arranque de amor a las mujeres, pero también a la fotoquímica y a la fotobiología. No sabía que duraría tanto tiempo, pero ¿qué sabe uno con certeza? Viajé en un camión “Tres Estrellas”, des-
Federico Campbell, los años de España.
pués de varios días cruzando un país que desconocía aún más, después de un recorrido que me pareció interminable; no llegué al puerto, hice una escala en el pueblo fronterizo llamado Tecate, como para irme aclimatando, y lo odié un poco; era muy aburrido y no tardé demasiado allí, después de un par de semanas, una mañana de mayo amanecí entre las colinas que rodean a Ensenada. Un pueblo grande, de casa bajas, pensé, pero con mucho mar.
“Mis
personajes caminan entre varios mundos, y muestran manchas de lo uno o de lo otro, no son impolutos, sus virtudes son cuestionables”
Aquí en el puerto explotó mi proceso creativo, no digo que fuera condicionante mi estancia en el Norte, pero con certeza el caldo de cultivo vivencial resultó en novelas, precisamente. No sé, catorce o quince. Pero qué mierda, descaminado mi trabajo era el resultado de una búsqueda en un horizonte que me parecía despoblado, acostumbrado
al gentío, a la multitud. Lo demás marchó solo, trastabilló, corrió hasta hoy; lo que sucede con las vidas. Cruces. La gente, los colegas del trabajo alimenticio (como dijera Vivian Gornick), los vecinos, el entramado en el que terminamos por desenvolvernos; no únicamente los intelectuales o los escritores; las mujeres que conocemos bajo circunstancias comunes. Las visitas al médico, los matrimonios fallidos, los hijos, las cientos, miles de tardes mirando la gente pasar en la calle Primera o en la Ryerson, tomando un café; ya no con una Olivetti, con una Acer que cambié por una Dell y después por una Mac, y otras; el mundillo de la cultura, los rostros familiares, las invitaciones a las lecturas públicas que siempre me parecieron absurdas porque carecían del diálogo con la gente —siempre la gente—, los concursos que le deberían dar lustre a una trayecto-
ria; revistas, más escritos, más gente, desencuentros, olvidos, gritos fuera de casa con reclamos amorosos, más gente; miles de hojas, sobre todo de libros que me hacían pertenecer a más de un lugar al mismo tiempo; mis lecturas. Ni tertulias ni grupos literarios, más reuniones familiares con perfil de cultura popular; ni fronteras culturales ni manifiestos, ni rupturas ni contracultura; apenas un esbozo de chismerío, manoseo; ni línea ni tierra adentro. Una sopa que llamamos vida.
Gente de todos lados
Mis novelas son una mezcla de ciudades, a veces largos viajes, definitivamente Distrito Federal —Ciudad de México— y Ensenada; indefinición, expatriación voluntaria, pérdida de la razón, pero no de la memoria; diría que su geografía es involuntaria, resultado de aquella ramificación existencial, o el intento de estar aquí y allá, contra toda lógica de la física. El escritor en el Norte, es decir, el individuo en el Norte, en Insurgentes norte, en la Estación Norte en Lomitas Indeco, o en División del Norte esperando la llegada del metro. Al final ni de aquí de allá, pero la gente —siempre la gente—, tiene los mismos rasgos, comparten una genética cultural que los hace similares. El norteño no tiene porqué sentirse infeliz en el barrio de Santa Julia, y el chilango vende súper tortas en la avenida Reforma (antes de llegar a la plaza transpeninsular). El amor y el desencanto es el mismo, y las historias, si no son de balazos, dan a la soledad de cada día. Mis novelas tratan de gente de todos lados, resultado de la distancia o del múltiple arraigo —¿no pasé parte de mi infancia en el Estado de Hidalgo, trepando mezquites y pirules?, ¿no exploraba las colinas del pueblo con mi hermano?, ¿no acompañaba a Lolita, una anciana de origen otomí de rostro amable, mientras tomaba su pulque? —. Mis personajes caminan entre varios mundos, y muestran manchas de lo uno o de lo otro, no son impolutos, sus virtudes son cuestionables.
Quizá la pregunta debería ser, ¿de qué escribe el emigrado? Quizá da lo mismo, escribe de lo que mira, de lo que siente ante la nueva experiencia, escribe desde lo que es, pero también desde lo que ha sido.
Camino mirando de reojo los edificios altos, las personas en lo suyo, por Paseo de la Reforma; cruzo la avenida, me meto en uno de esos gigantescos cines del pasado y me tomo unos alcoholes mirando Milou en mai, dirigida por Louis Malle. Al salir me encuentro en la esquina con la Cortez, en una avenida que va ganando el nombre de Transpeninsular, como la novela misma de Campbell.
Roberto Bolaño, juventud en México.
Fotos: Archivo Palabra
ANTOLOGÍA Y COMPILADO
VPor Daniel Salinas Basave Ensayista y periodista. Reside en Tijuana desde 1999. Autor de Juglares del bordo, El lobo en su hora y Bajo la luz de una estrella muerta danibasave@hotmail.com
oy a compartirles cinco antologías que a mí me han marcado e iluminado el camino como lector de cuentos. Las he elegido por el rol tan trascendente que han jugado en mi vida, pero también por la amplitud de su espectro en cuanto a nacionalidades, épocas y geografías.
1- El cuento hispanoamericano. Seymour Menton (Fondo de Cultura Económica). Esta antología estuvo en casa desde mi temprana infancia. Mi mamá la tenía en dos tomos. Para no hacerles el cuento largo, les diré que gracias a esta antología leí por vez primera a Cortázar, Revueltas, Arreola, Onetti, Echeverría, Quiroga, Roa Bastos, Bombal y José Agustín, entre otros. Aparecen Rulfo y Borges, pero a ellos ya los había descubierto poco antes. Recuerdo que me gustó el cuento La boina roja del panameño Rogelio Sinán de quien no volví a leer nunca nada. La edición de mi mamá terminaba con Cuál es la onda de José Agustín. La mía, que es de 1999, termina con Todos tienen premio, todos, de Emiliano Pérez Cruz.
2- Antología de la literatura fantástica. Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo (Editorial Sudamericana). Simplemente inmortal, un clásico de clásicos con un amplísimo espectro de cobertura. En riguroso orden alfabético, comienza con el japonés Ryunosuke Agutagawa (yo lo escribo Akutagawa, pero ellos lo ponen con g) y termina con José Zorrilla. Incluye Poe, Joyce, Kipling, Kafka, Macedonio Fernández, Rabelais, Swedenborg y Elena Garro (única representante de México). Eso sí, los compiladores no se anduvieron con falsas modestias y se permitieron
incluirse a sí mismos, lo cual se agradece. Este es uno de los primeros libros que pepené cuando era un recién llegado a Tijuana en el año de 1999 y el dato curioso es que lo compré en la Comercial Mexicana de Playas (aunque no lo creas, hubo un tiempo lejano en que en los supermercados podías encontrar literatura sublime y ofertas de Editorial Sudamericana).
3- Los cuentos de una vida. Sergio Pitol (Editorial Debate). Pitol fue ante todo un grandísimo y siempre curioso lector. En esta antología nos comparte su personalísima educación literaria. Empieza con Gógol y cierra, de manera más que simbólica, con Carver y sus Tres rosas amarillas, donde relata los últimos instantes de Chéjov. Me llama la atención que La metamorfosis de Kafka está incluida aquí como cuento. Me encanta que incluya a Pilniak y a Felisberto Hernández. Mi ejemplar está firmado por Pitol y dedicado a Ikercho.
“En este mundo existen chorrocientasmil antologías compiladas por tema, género, época, geografía (hasta yo tengo el descaro de haberme colado a unas cuantas)”
4- El libro de la imaginación, Edmundo Valadés (Fondo de Cultura Económica). Para mí sigue siendo la mejor y más variada antología de micro ficción. Incluye más de 400 textos y hay desde pequeños relatos de media página hasta aforismos de renglón y medio. Lo pepené por encargo de un maestro del Albatros al que apodábamos el Tex (he olvidado su nombre) y es de esos ejemplares que me han acompañado siempre, pues cada cierto tiempo lo abro al azar y, tres décadas y media después, aún consigue sorprenderme.
5- Antología universal del relato fantástico. Jacobo Siruela (Editorial Atalanta). A esta antología la incluyo básicamente por gorda y por bonita. En sus más de mil 230
páginas incluye 57 relatos de todo el mundo, aunque limitado a los siglos XIX y XX, con un mega exordio (que no prólogo) de 78 páginas a cargo de Jacobo Siruela. Empieza con E.T.A. Hoffmann y termina con Naiyer Masud. La selección es sui generis y le agradezco que incluya a Dino Buzzati, Danilo Kiš, Papini y Andréiev. El único mexicano, por cierto, es Francisco Tario, lo cual demuestra que el compilador sabe de aguacates. La pepené hace ocho años y es una chulada de edición. Carísima la condenada, pero vale cada peso.
6- Como estupendo colofón, he pepenado esta compilación llamada Teorías del cuento compilada por Lauro Zavala y editada por el sello tijuanense Lapicero Rojo. Me encanta sobre todo la primera parte
donde grandes cuentistas escriben sobre otros colegas que los inspiraron. Nabokov sobre Chéjov, Valadés sobre Rulfo, Cortázar sobre Arreola, Pacheco sobre Carver y Borges, Margo Glantz sobre Elena Garro. Grato descubrimiento.
En este mundo existen chorrocientasmil antologías compiladas por tema, género, época, geografía (hasta yo tengo el descaro de haberme colado a unas cuantas). Mi recomendación es que nunca le hagas el feo ni discrimines una compilación, por humilde o amateur que sea, pues por ley de probabilidad encuentras siempre un buen relato perdido por ahí.
En fin, mis colegas, sigamos haciéndole al cuento.
INTERMUSAS: Evocando a las compositoras con un canto
NPor Miguel Lozano
Escritor y docente de la Facultad de Artes de la UABC. Es autor de los libros Sombreros blancos y Fuera de la caja badbit@disroot.org
o se graban muchos discos de ópera en Baja California y cuando sucede hay que celebrarlo. Además, abundan en el mundo tantos discos de este género que para destacar necesita ofrecer algo novedoso. El proyecto Intermusas: evocando a las compositoras con un canto de la soprano Lía Adams lo logra con creces. Esta cantante y compositora es originaria de La Paz, Baja California Sur, pero creció y se desarrolló profesionalmente en la ciudad de Tecate. Estudió en la Escuela de Formación Escénico Vocal Ja’sit, parte del Centro Estatal de las Artes (CEART) Tijuana. Intermusas es un proyecto presentado en 2024 que sirve para revindicar simultáneamente a la ópera, las compositoras y la música en general. Las diez piezas que componen el disco fueron compuestas por mujeres de diversas épocas y en diferentes contextos, algunas históricas, otras actuales y grabadas por primera vez para este proyecto. Incluso se incluye una fuga coral compuesta por la misma Lía Adams de nombre “Todas tuvimos un sueño” e interpretada por el coro femenino Meraki de Tijuana. La duración total del disco no es agobiante, llegando a los 34 minutos aproximadamente. Puede escucharse completo en una sentada, o en el auto en el transcurso de un solo viaje dentro de la ciudad.
posee este sentimiento narrativo, lo cual se complementa con sus respectivas letras, que se encuentran en diversos idiomas como el alemán, italiano, inglés y español. La pieza final “Al fin fra le tempeste” de Marianna Martines, cierra en un tono optimista y mucho más tradicional al ser una pieza del neoclasicismo. Un excelente cierre para un disco tan completo. No hay muchos antecedentes para este proyecto, pero la soprano Lía Adams cita como inspiración el proyecto Nishi la tremenda y sus aliados de su maestra, la sandieguina Anishka Lee-Skorepa, quien interpreta algo llamado “ópera deconstruida”. Además, también se retroalimentó por el proyecto de música de cámara Classical Femmes de Andrea Ruelas, del cual ya he escrito con anterioridad y que también colabora en Intermusas
“Intermusas es un mensaje de anhelo, de amor, de añoranza, con la vista bien puesta en el futuro”
El orden de las piezas es muy importante, ya que la compositora junto con el productor Siomar, las organizaron a manera de tragedia griega con una protagonista de nombre “Azul” que pasa por diversas etapas e introspecciones. Sin duda la música
La instrumentación es sumamente innovadora. No se limita a integrar los clásicos instrumentos de una orquesta occidental, como las cuerdas, los metales y los coros, incorpora también guitarras eléctricas, efectos de estudio, instrumentos electrónicos e incluso en ocasiones algún efecto de distorsión de voz. La combinación de todos estos elementos es tan inusual que resulta increíblemente estimulante. La voz de la cantante suena muy bien, y es notorio su entrenamiento vocal. De mi particular interés son “Sir, we’re not alone” de Ethel Smyth, que con sus arreglos electrónicos incluso recuerda a otras combinaciones entre música clásica y estilos actuales como Switched-On Bach de Wendy Carlos o las obras de Isao Tomi-
ta. También otras como “La speranza al cor mi dice” de Isabella Colbran en momentos me recuerda piezas del músico Mike Oldfield, quien fusionaba múltiples géneros. Este disco es excepcional. No sólo tiene una factura impecable, también es una anomalía dentro del mundo de la ópera que en ocasiones pudiera parecer estático y resistente a la innovación. Es un mensaje de anhelo, de amor, de añoranza, con la vista bien puesta en el futuro. Es de particular interés para interesados en la música clásica, para aquellos que quieran descubrir la música de compositoras que la historia ha marginado o relegado a segundo plano y en general para todos aquellos que admiren la música profunda y con mucho sentimiento.
Mi única queja es que el disco posee una estructura y un concepto muy sofisticado, que es difícil comprender del todo sólo escuchando la música. Yo lo entendí de lleno platicando con la artista y leyendo varios documentos, así que pienso que podría ser complicado para el público.
Este proyecto fue financiado por el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC, antes FONCA). El disco está disponible en las plataformas de streaming como Spotify o Apple Music y también tiene una versión física en CD que se puede adquirir en línea o en los conciertos del proyecto que se han realizado. Les recomiendo que se tomen el tiempo de escuchar esta joya.
Análisis crítico de la Inteligencia Artificial
La autora Kate Crawford señala que los sistemas de IA se tratan de expresiones de poder que surgen de fuerzas económicas y políticas más amplias, creadas para aumentar las ganancias y centralizar los poderes de quienes las esgrimen, refutando la noción común de su carácter enteramente tecnológico y centrándose en el extractivismo mineral y sus consecuencias
Por Fernando Mancillas Treviño Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora fernamancillas@yahoo.com
Advertir el aura de una cosa significa dotarla de la capacidad de mirar.
Walter Benjamin
Kate Crawford (1974, Australia) señala que la Inteligencia Artificial (IA) no es artificial ni inteligente, ya que es algo material constituido por recursos materiales, infraestructuras, industria extractiva, fuerza de trabajo, historia, clasificaciones y logística. Los sistemas de Inteligencia Artificial no son independientes de la decisión humana, ni racionales y capaces de definir algo por sí mismos sin un entrenamiento computacionalmente intensivo, compuesto de inmensos conjuntos de datos, algoritmos y reglas predeterminadas.
Por lo cual, son una constelación de configuraciones determinadas por estructuras económicas, sociales y políticas que, al invertir grandes sumas de capital para su realización y optimización, responden a intereses dominantes de poder. Por lo tanto, la Inteligencia Artificial es modelada por el conjunto de fuerzas históricas, culturales, económicas y políticas, que reproducen su comprensión de mundo, así como sus relaciones sociales, refutando la noción común de su carácter enteramente tecnológico.
rales. Esto no es casual. Los sistemas de IA están construidos para ver e intervenir en el mundo de maneras que benefician principalmente a los Estados, las instituciones y las corporaciones a las que sirven. En este sentido, los sistemas de IA son expresiones de poder que surgen de fuerzas económicas y políticas más amplias, creadas para aumentar las ganancias y centralizar los poderes de quienes las esgrimen”.
Minería literal y metafórica
“Los sistemas de IA son una constelación de configuraciones determinadas por estructuras económicas, sociales y políticas que, al invertir grandes sumas de capital para su realización y optimización, responden a intereses dominantes de poder”
En consecuencia, los sistemas de Inteligencia Artificial se encuentran “diseñados para discriminar, amplificar jerarquías y codificar clasificaciones estrechas. Cuando son aplicadas en contextos sociales como la vigilancia policial, el sistema judicial, la salud y la educación, pueden reproducir, optimizar y amplificar las desigualdades estructu-
En una profunda y rigurosa investigación la autora encuentra que la minería y la industria siderúrgica han sido necesariamente fundamentales para el desarrollo de la Inteligencia Artificial: “La computación y el comercio global dependen de las baterías. Seguramente, el término ‘inteligencia artificial’ evoca algoritmos, datos y arquitectura de nube; pero nada de eso funcionaría sin los minerales y los recursos que construyen los componentes centrales de la informática. Las baterías recargables de iones de litio son esenciales para los dispositivos móviles y las computadoras portátiles, para los asistentes virtuales y la energía de respaldo de los centros de datos. Son la base de Internet y de cualquier plataforma comercial que la use, desde los bancos y los comercios hasta el mercado de valores”. Muchos de los aspectos de la vida moderna se han colocado en “la nube”, sin mucha consideración por los costos materiales. Nuestro trabajo y vidas privadas, nuestra historia clínica, tiempo libre, entretenimiento, inclinaciones políticas, todo esto ocurre en el mundo de la arquitectura de redes computacionales, al que accedemos desde dispositivos que sostenemos con una mano, cuyo núcleo se compone de litio.
La minería que crea la Inteligencia Artificial es tan literal como metafórica. El nuevo extractivismo de la minería de datos también engloba e impulsa el viejo extractivismo de la minería tradicional. La estructura necesaria para
alimentar los sistemas de Inteligencia Artificial va mucho más allá de la estructura técnica de modelado de datos de múltiples capas, hardware, servidores y redes. La cadena de suministros completa de la Inteligencia Artificial llega hasta el capital, la mano de obra y los recursos de la Tierra, y de cada uno de ellos exige una gran cantidad. La nube es la columna vertebral de la industria de la Inteligencia Artificial y está hecha de rocas, litio en salmuera y petróleo crudo, señala Crawford.
El Servicio Geológico de Estados Unidos publicó en 2020 una lista de 23 minerales de alto “riesgo de suministro” para empresas fabricantes, entre ellos, “los minerales cruciales incluyen los elementos de tierras raras disprosio y neodimio, que se usan en los parlantes de los iPhone y en los motores de los vehículos eléctricos; germanio, que se usa en dispositivos infrarrojos militares para los soldados y en drones, y cobalto, que mejora el funcionamiento de las baterías de litio”.
Hay 17 elementos de tierras raras: lantano, cerio, praseodomio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio, lutecio, escandio, e itrio. Son procesados e integrados en computadoras portátiles y smartphones, “lo que los hace más pequeños y livianos. Se pueden encontrar en pantallas a color, parlantes, lentes de cámara, baterías recargables, discos duros, entre otro. Son elementos clave para los sistemas de comunicación, desde los cables de fibra óptica y la amplificación de señal en las torres de comunicaciones móviles hasta los satélites y la tecnología GPS. Pero extraer estos minerales del suelo por lo general, viene acompañado de violencia local y geopolítica”.
Determinismo tecnológico: Utopismo y dimensión distópica No obstante, las populares definiciones prevalecientes de la Inteligencia Artificial que redundan en un asombroso excepcionalismo algorítmico desplegado en “la fantasía de que los sistemas de Inteligencia Artificial son cerebros incorpóreos que absorben y producen conocimiento independientemente de sus creadores, infraestructuras y del mundo en general. Estas ilusiones distraen de las preguntas mucho más relevantes: ¿a quiénes sirven estos sistemas?, ¿cuáles son las economías políticas responsables de su construcción?,
y ¿cuáles son las consecuencias planetarias más amplias?”.
Los distractores provienen de un estrechamiento epistemológico de la complejidad que se expresa como una de las lógicas fundamentales del aprendizaje automático. A éste se le ha denominado como determinismo encantado: “los sistemas de Inteligencia Artificial se ven como algo encantado, que está más allá del mundo conocido y, sin embargo, determinista en el sentido de que descubren patrones que se pueden aplicar con una certeza predictiva a la vida diaria. […] El hecho de que los métodos de aprendizaje profundo a menudo no puedan ser interpretados, incluso por los propios ingenieros que los crearon, les da a estos sistemas el aura de ser demasiado complejos para ser regulados y demasiado poderosos para no ser utilizados”.
Al “oscurecer mistificando” el determinismo tecnológico encantado encubre el poder y obstaculiza el análisis y la discusión crítica. El determinismo encantado se encuentra constituido en dos dimensiones. La primera es un modelo de utopismo tecnológico que brinda acciones computacionales propuestas como soluciones universales utilizables para cualquier problema. La segunda es una dimensión distópica que responsabiliza a los algoritmos de las consecuencias negativas, como agentes independientes de sus contextos sociales, económicos y culturales en que funcionan y les dan forma. El discurso de una distopía tecnológica se finca en la singularidad o superinteligencia que dominará o destruirá a los seres humanos. Esta perspectiva olvida la realidad en la cual muchas partes del mundo ya se encuentran dominadas por sistemas extractivos de computación planetaria. Tanto las perspectivas utópicas como distópicas son gemelos espectrales: “uno pone su fe en la IA como si fuera la solución a todos los problemas y el otro teme a la IA como el mayor peligro. Cada uno ofrece una visión profundamente ahistórica que ubica el poder exclusivamente dentro de la tecnología misma. Ya sea que la IA se entienda en abstracto como una herramienta multiusos o un jefe supremo todopoderoso, el resultado es un determinismo tecnológico. La IA ocupa una posición central en la redención o la ruina de la sociedad, lo que nos permite ignorar las fuerzas sistémicas de un neoliberalismo desatado, políticas de austeridad, desigualdad racial y explotación sostenida de la mano de obra”.
Sujetos a la datificación
2014 contra los locales de McDonald’s en California indicaba que las franquicias estaban dirigidas por un software que hacía predicciones algorítmicas respecto a la proporción de empleados y ventas, e instruía a los gerentes a reducir el personal rápidamente cuando la demanda bajaba. Los empleados informaron que se le dijo que no marcaran tarjeta y que, en cambio, se mantuvieran cerca del local, listos para regresar al trabajo en caso de que llegaran más clientes. Debido a que sólo se les paga a los empleados por el tiempo fichado, la demanda alegaba que esta práctica significaba un robo del salario por parte de la compañía y sus franquicias”.
Por otro lado, en la medida en que los datos operan como formas de capital y todo se comprende como datos, se justifica un aumento en su extracción: “La recolección de datos es, por lo tanto, impulsada por el ciclo perpetuo de la acumulación de capital, que, a su vez, impulsa al capital a construir y depender de un mundo en el que todo está hecho de datos. La supuesta universalidad de los datos replantea todo para que caiga bajo el dominio del capitalismo de datos. Todos los espacios deben estar sujetos a la datificación. Si el universo es reconocido como una reserva potencialmente infinita, eso significa, por lo tanto, que la acumulación y circulación de datos se puede sostener para siempre”.
“Hay 17 elementos de tierras raras: lantano, cerio, praseodomio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio, lutecio, escandio e itrio”
En lo relativo a los procesos de trabajo y la gestión administrativa del horario de la mano de obra: “Un sistema algorítmico de planificación, que incorpora datos históricos y modelos de predicción de los pedidos, determina la asignación de turnos, lo que a su vez resulta en horarios de trabajo que pueden cambiar de semana a semana e incluso de un día para otro. Una demanda colectiva interpuesta en
La política de clasificación es una práctica fundamental de la Inteligencia Artificial como acto de codificación de poder, etiquetando imágenes en constelaciones de datos de entrenamiento. Los sistemas clasificatorios son tecnologías de dominación integradas en infraestructuras operativas, que se tornan transparentes a simple vista, desarrollando modelos de ordenamiento social que naturalizan las desigualdades y jerarquías sociales. Como ejemplo de ello se toma el caso de Amazon que en 2014 implementó un proceso automatizado de selección y contratación de personal. Al crear una herramienta de diagnóstico en la cual la “gran mayoría de los ingenieros contratados por la empresa a lo largo de diez años habían sido hombres, por lo que los modelos que ellos mismos habían creado, entrenados con los currículos de hombres que habían tenido éxito en la empresa, habían aprendido a recomendar la contratación de más hombres. […] El sistema de Amazon reveló inesperadamente los modos en que el sesgo ya estaba presente, desde la manera en que la masculinidad estaba codificada en el lenguaje, en los currículos y en la compañía misma. La herramienta fue una intensificación de las dinámicas ya existentes en Amazon y subrayó la falta de diversidad en la industria de la Inteligencia Artificial, tanto pasada como presente”. Sin embargo, la industria de la Inteligencia Artificial ha considerado el factor del sesgo como una falla del sistema susceptible de arreglarse, sin comprenderlo como una propiedad inherente a la clasificación misma.
Kate Crawford.
En su acuciosa investigación, Kate Crawford subraya que cada “conjunto de datos usado para entrenar sistemas de aprendizaje automático, ya sea en el contexto del aprendizaje supervisado o no supervisado, ya sea considerado sesgado técnicamente o no, contiene una visión del mundo. Crear un conjunto de datos de entrenamiento es tomar un mundo casi infinitamente complejo y variado y arreglarlo en taxonomías que se componen de clasificaciones discretas de datos individuales, un proceso que requiere tomar decisiones, en esencia, políticas, culturales y sociales”. En este sentido, “los esquemas clasificatorios promulgan y apoyan las estructuras de poder que les dieron forma y estas no cambian sin que haya considerables esfuerzos detrás”.
En contraposición a la versión inmaterial de la Inteligencia Artificial la autora considera su materialidad comprendiéndose ésta como un complejo concepto interdisciplinario que aúna los estudios científicos, tecnológicos y sociales con la antropología cultural y la comunicación, donde refiriendo a la comunicóloga de UCLA, Leah A. Lievrouw, la define en primera instancia como: “el carácter y la existencia física de objeto y artefactos que los hacen útiles y utilizables para ciertos propósitos bajo ciertas condiciones”. No obstante, refinándose aún más el concepto de materialidad por las politólogas Diana Hilary Coole y Samantha L. Frost, en su obra New Materialisms. Ontology, Agency, and Politics, se observa: “La materialidad siempre es algo más que ‘mera’ materia: un exceso, fuerza, vitalidad, relacionalidad o diferencia que vuelve a la materia activa, autocreativa, productiva, improductiva”.
El mismo concepto de Atlas de Inteligencia Artificial, de Kate Crawford, para el título de su obra, más que un compendio, parte de la definición del filósofo e historiador del arte francés Georges Didi-Huberman (1953, Saint-Étienne, Francia), que considera el atlas como un núcleo que integra el paradigma epistémico del conocimiento con el paradigma estético de la visualidad, habilitando la relectura del mundo, reconfigurando de distintas formas y ángulos sus piezas integrantes.
el sistema judicial, la salud y la educación, pueden reproducir, optimizar y amplificar las desigualdades estructurales existentes. Esto no es casual. Los sistemas de IA están construidos para ver e intervenir en el mundo de maneras que benefician principalmente a los Estados, las instituciones y las corporaciones a las que sirven. En este sentido, los sistemasde Inteligencia Artificial son expresiones de poder que surgen de fuerzas económicas y políticas más amplias, creadas para aumentar las ganancias y centralizar los poderes de quienes las esgrimen”.
Las infraestructuras de la Inteligencia Artificial están alterando y reconfigurando el rol tradicional del Estado Nación, siendo utilizado en la ampliación de las diversas modalidades de poder geopolítico. La gubernamentalidad algorítmica incorpora nuevas prácticas y trasciende el régimen estatal tradicional. El Estado constituye la estructura de una maquinaria porque la maquinaria ya ha integrado el registro y las funciones del Estado, sobre todo en términos de vigilancia y supervisión. La primera estrategia de compensación tecnológica militar fue el empleo de armamento nuclear en la década de 1959. La segunda fue la ampliación del armamento encubierto, logístico y convencional en las décadas de 1970 y 1980. La tercera compensación estratégica resulta una conjugación de Inteligencia Artificial, robótica y guerra computacional.
“Los intentos y proyectos hacia la democratización de los sistemas de IA, para la reducción de las asimetrías de poder, se topan con los procesos de concentración y centralización del control”
Por otro lado, además de las startups, las grandes compañías de Inteligencia Artificial, como IBM, Amazon y Microsoft cubren sus propios sistemas elaborados para la detección de afectos y emociones. Microsoft proporciona una detección emocional en su Face API que afirma lograr detectar lo que una persona está sintiendo en un intervalo de emociones entre: felicidad, tristeza, asco, miedo, sorpresa, ira, desprecio y neutralidad, subrayando que estas emociones son transculturales y mantienen comunicación universal en las expresiones faciales específicas.
Kate Crawford es una destacada investigadora en Microsoft Research (Social Media Collective), en Nueva York. Es cofundadora y exdirectora de investigación del AI Now Institute de la Universidad de Nueva York (NYU) e investigadora principal del Instituto de Derecho de la Información de la NYU, profesora visitante del Centro de Medios Cívicos del MIT y profesora asociada del Centro de Investigación de Periodismo y Medios de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sídney, Australia. Asimismo, es miembro del Consejo de la Agenda Global sobre Desarrollo Impulsado por Datos del Foro Económico Mundial (FEM).
Crawford realizó un doctorado en la Universidad de Sídney, Australia y su tesis doctoral Temas para adultos. Reescribiendo las reglas de la edad adulta (Adult Themes. Rewriting the Rules of Adulthood) se publicó en 2006, ganando el Premio Nacional de Cultura de Manning Clark. Asimismo, obtuvo la medalla bienal para una beca de la Academia Australiana de Humanidades en 2008.
Amplificación de las desigualdades estructurales
La autora concluye que la Inteligencia Artificial no puede ser entendida como una tecnología computacional neutral sin dirección humana en sus intervenciones. Los sistemas que la conforman se encuentran establecidos en estructuras e instituciones económicas, políticas, culturales y sociales, organizados por seres humanos que definen lo que hacen y cómo lo hacen. Se encuentran delineados para codificar estrechas clasificaciones, discriminaciones y ampliar asimétricas jerarquías de dominación. Por lo tanto, cuando “son aplicadas en contextos sociales como la vigilancia policial,
Los intentos y proyectos hacia la democratización de los sistemas de Inteligencia Artificial, para la reducción de las asimetrías de poder, se topan con los procesos de concentración y centralización del control, es decir—como irónicamente afirma la autora—, sería como tratar de democratizar la fabricación de armas para conseguir la paz.
No obstante, frente a la informática de la dominación y el encantamiento del solucionismo y determinismo tecnológico, surgen políticas colectivas sostenibles de solidaridades alternativas, como afirma Derrick Bell: “Para ver las cosas como realmente son tienes que imaginarte lo que podrían ser. Creamos patrones y tenemos que cambiar el contenido de los que tenemos ahora”.
También ha ofrecido conferencias magistrales en la Conferencia O’Reilly Strata 2013 y la conferencia Data EDGE 2013 organizada por la Universidad de California en Berkeley School of Information. En 2018, junto a Vladan Joler, crearon la obra visual Anatomy of an AI System que se encuentra en la exposición permanente del Museo de Arte Moderno en Nueva York (MoMA).
Su artículo: “La inteligencia artificial está malinterpretando la emoción humana” fue seleccionado para el premio de prensa científica Bragg UNSW Press Prize for Science Writing en 2022.
Kate Crawford, Atlas de Inteligencia Artificial: poder, política y costos planetarios, Bogotá, Ed. Fondo de Cultura Económica, 2024, 444 páginas.
El smartphone de Baudrillard
Internet y las redes sociales no son medios de comunicación para los cuales las teorías tradicionales resulten suficientes
Por Víctor Manuel Gruel Sández Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California victor.gruel@uabc.edu.mx
La muerte del filósofo francés Jean Baudrillard en el año 2007 ocurrió en un momento que ya existían las principales plataformas informáticas —YouTube y Facebook—, apreciándose desde entonces que tarde o temprano desplazarían a la televisión como el centro de la comunicación humana. En un ejercicio hipotético de contemporizar a este pensador, famoso entre otros libros por su Crítica de la economía política del signo (1972), nombres como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Elon Musk, le habrían resultado completamente desconocidos y careciendo de algún contexto esencial sobre estos billonarios, tampoco habría identificado que representan los rostros visibles de la pluralidad e intereses actuales del capitalismo internacional. A medio camino entre el pensamiento sociológico, filosófico y posmoderno, la riqueza de su obra escrita destaca por su ensayismo que él mismo llegó a caracterizar de paroxístico. Y aunque llegó a estelarizar algunos debates en la esfera intelectual y académica francesa e internacional — en concreto, con Susan Sontag, Michel Foucault o Francis Fukuyama—, mucho de su planteamiento ha muerto junto con él. Lo que mantiene vivo a un autor, y más considerando que de sus ensayos sobre lo que fue la sociedad contemporánea se derivó una suerte de teoría crítica, son sus categorías analíticas, lo más digno de recordarse. Baudrillard mismo compartió aula y presídium con figuras como Judith Butler, Peter Sloterdijk, Paul Virilio o Slavoj Zizek. Me refiero, en concreto, a la European Graduate School.
“Baudrillard mismo compartió aula y presídium con figuras como Judith Butler, Peter Sloterdijk, Paul Virilio o Slavoj Zizek. Me refiero, en concreto, a la European Graduate School”
Durante los primeros años del siglo XXI y sin jamás entrar en contacto con el autor salvo por las traducciones de sus libros, leí cuanto ejemplar suyo caía en mis manos. Entre la obsesión y el autodidactismo, leer al francés —en ediciones valencianas de Pretextos o catalanas de Anagrama— fue una formación que muy a contracorriente de mis estudios en sociología, por lo que sus conceptos de simulacro e hiperrealidad fueron para mí la clave del mejor entendimiento social. Por aquel entonces ya existía el internet, pero aún no llegaba (módem telefónico y ruido intermitente de conexión, de por medio) a ejercer de manera determinante un influjo en los medios de la reproducción cotidiana de los hechos sociales. Y aunque los teléfonos celulares fueron desde un par de décadas atrás, símbolos de poder y estatus que todo individuo adulto y con cierto poder adquisitivo debía detentar, nadie imaginaba la omnipresencia que pronto adquirieron. Baudrillard murió 115 días antes del lanzamiento oficial, por parte de Apple y Steve Jobs —y vaya que este nom-
bre le representaba algo—, del iPhone. Lo que siguió a este acontecimiento, en términos de competencia tecnológica en torno a programación y microcomponentes, revolucionó por completo las telecomunicaciones y, de manera más perversa, las pautas para la construcción de aspectos tales como la identidad individual y el tiempo presente. Ahora sabemos, que los así llamados teléfonos inteligentes fueron configurados de tal manera que quienes ignoran su carácter instrumental, atribuyéndoles plena y absoluta inteligencia —olvidándose que son objetos inanimados—, serán aquellos cuyas personalidades resultarán anuladas e inhibidas por entidades tecnológicas. Por algo, en El éxtasis de la comunicación (1983), uno de sus ensayos más importantes, definió los gadgets (artefactos tecnológicos) como objetos de fetichismo masturbatorio. De ahí la gravedad con la que las ciencias de la salud se han posicionado con respecto a estos aparatos —tomándolos demasiado en serio—, desde un diagnóstico de proporciones multitudinarias de autismo hasta una próxima deformidad universal del fenotipo humano. Todo por agachar la cabeza y reclinar cuello y hombros para mirar el teléfono móvil.
A pesar de que la dinámica de su propia escritura y pensamiento fue presentando variaciones conceptuales, la fórmula más sencilla para captar su idea de hiperrealidad e hiperrealismo es que, tratándose de un efecto superlativo al interior de los sistemas comunicacionales, estos incumben algo que es más real que lo real. No en vano, referencias e influencias del pensador francés inundaron la primera entrega de la saga The Matrix (1999, de las —ahora— hermanas Wachowski). Cabe aclarar que, si bien Baudrillard desarrolló una crítica de la sociedad de masas y sociedad de consumo —menos virulenta que la de Gilles Lipovetsky o Jean-François Lyotard—, ésta fue totalmente eurocéntrica. Luego de la Guerra del Golfo, al comenzar la década de 1990, el ensayista francés invirtió demasiado tiempo pensando y siguiendo Estados Unidos, por lo que la manera en que fue formulando sus escritos omitiendo referencias —en el sentido científico de acreditar fuentes— mucho debió a la cultura popular y televisiva. Y ahí es cuando en los límites entre lo real e imaginario, entre el marxismo y el existencialismo de Jean Paul Sartre, su concepción en torno a la simulación y el simulacro, se definieron como algo que suplanta la de por sí superada realidad. Heredero de corrientes estético-políticas como el aceleracionismo y situacionismo, Baudrillard llevó más lejos la idea de que la cultura es una superestructura marxista, o que todo en la sociedad es un espectáculo, fundamentando su crítica al nivel del lenguaje y la materialidad que el cuerpo humano encarna.
Fascinación, hiperrealidad y simulación, las apps de Baudrillard Pensar, dentro del ejercicio hipotético aquí propuesto, qué, de estar vivo, además de anciano Baudrillard habría tenido un smartphone supone que, por mayores resistencias individuales a los medios banales de nuestra sociedad, resulta imposible desligarse de los imperativos del presente, sobre todo, al tratarse de una herramienta tan útil a los pensadores y escritores. No cabe duda que la posibilidad de tener a la mano una súper-enciclopedia desmaterializada como Wikipedia fascinaría a los propios artífices del enciclopedismo, Diderot y Voltaire. O trasladar en la bolsa del pantalón la fonoteca más grande del mundo, por ejemplo, en Spotify o Tidal, alegraría a los melómanos. Lo mismo para estadísticas deportivas, el informe del clima, y un larguísimo etcétera. Pero habría que preguntarnos: ¿Qué apps habría consumido Baudrillad? Obsesionado con la trayectoria política y parlamentaria de la ex actriz pornográfica húngara nacionalizada italiana, Ilona Staller (a) Cicciolina —de la que tantas veces teorizó—, estoy
seguro que habría frecuentado, con mayor encanto que los usuarios de la bolsa de valores, OnlyFans. La operación exponencial que la influencer británica Lily Phillips sostuvo al transmitir por internet su cópula con 100 y, más recientemente, con 1000 hombres, lo habría conducido a decir que, en algún sitio de Londres, alguien tuvo relaciones sexuales más reales que la sexualidad promedio y así proyectar su interpretación hiperreal.
“En El éxtasis de la comunicación, uno de sus ensayos más importantes, definió los gadgets (artefactos tecnológicos) como objetos de fetichismo masturbatorio”
El verbo más adecuado para definir los medios reproductivos de la sociedad mediada por internet —viralizar— fue entrevisto por Baudrillard, en La transparencia del mal (1990). Lo interesante es que, en nuestros días, más allá del tema de las enfermedades de transmisión sexual, lo que conmociona del caso de Lily Phillips gira en torno a eso que el filósofo esloveno Slavoj Zizek, en su lectura psicoanalítica inspirada en el psiquiatra francés Jacques Lacan, denomina goce. ¿Gozó la influencer de todos y cada uno del millar de varones que la penetraron, o sencillamente se trató de una violación supernumeraria normalizada por redes sociales, tal y como apunta la crítica feminista?
Es curioso pues Baudrillard no vio la emergencia de una categoría como cis-género a pesar de que en su ponderación sobre la transexualidad se concentró demasiado en Michael Jackson, pero en el juego de las identidades de género, ganó su visión hiperrealista: la autoconcepción de género es más real que el sexo biológico. La sociedad del siglo XXI cambió con respecto a la de finales del siglo XX de modos que pudieron preverse y, la verdad, otros no. A eso se refería, contra todo positivismo y planteamiento lógico acartonado, cuando decía que el propósito de la teoría era desafiar la (hiper)realidad antes que describirla.
Los detractores de Baudrillard lo acusaban de ser una especie de teórico de la conspiración. Al igual que otros autores franceses no pudo salvarse del timo del físico estadunidense Alan Sokal, quien probó lo arbitrario del dictamen doble ciego en las humanidades y las ciencias sociales, al replicar jerigonza y frases oscuras que no hicieron más que imitar la gramática posestructuralista. E incluso, en el acto francofóbico de Sokal, se probaba el planteamiento de Baudrillard: incluso en los discursos de verdad de los intelectuales ocurría un efecto hiperrealista, suplantando realidades por encima de otras. Pero en todo caso, el mayor
tino del pensador francés consistió en prefigurar la existencia de lo que hoy ciertos publicistas y promotores pro bono de ChatGTP, Grook, Google Cloud, Open AI y un largo etcétera, denominan Inteligencia Artificial. Pensar que ahora las máquinas observan y construyen imágenes, responden a problemas y redactan soluciones, e incluso podrían diagnosticarnos leyendo nuestra sintomatología, no es otra cosa que la confirmación del simulacro de Baudrillard. Entre los tarjeteros y ficheros bibliográficos de buena parte del siglo XX y las respuestas aleatorias y fundamentadas en sí mismas, se revela que todo en el universo es y puede ser una base de datos. La diferencia es que algunas de ellas prestan un servicio más acelerado y cómodo que otras. Todo depende cuánto estemos dispuestos a gastar.
En suma, Baudrillard no conoció los teléfonos inteligentes en un momento en que Europa misma, al modo de los personajes del novelista francés Michel Houellebecq, parecía aburrirle. En respuesta a su libro Olvidar a Foucault (1977), el propio Foucault advirtió que, por suerte, el mundo también habría de olvidar a Baudrillard. Así, mientras la cultura contemporánea de la cancelación busca desacreditar el legado foucaultiano, basada en rumores acerca de supuestas prácticas pedófilas en Túnez, los conceptos de hiperrealidad y simulación no han recibido suficiente atención por todos los opinadores espontáneos de redes sociales, que amantes del juicio inmediato y una capacidad de memoria y atención cortísima, no convirtieron a Baudrillard en guía para interpretar este siglo XXI y como socialmente es bien visto agachar la cabeza durante muchas horas al día con tal de (ad)mirar una pantalla portátil. En la actualidad, contar con un smartphone es una declaración silenciosa e implícita de principios: se asume uno sobreexpuesto a las compañías informáticas, al monitoreo y vituperio que la República Popular China emprende de Occidente al lanzarnos el anzuelo —y quedar irremediablemente atrapados— de TikTok. Mientras el pueblo chino utiliza la app para compartir, replicar técnicas workaholics y no pasar un segundo del día sin producir, a nosotros “oxidentales” nos pusieron a corporizar memes, bai-
lando, actuando y, en última instancia, gesticulando para ellos.
Hiperrealidad y posverdad, la suplantación de un orden por otro
Otro problema de índole moral —y vaya que Baudrillard, contrario a lo que pudiera pensarse, no tuvo una postura escéptica pues negando la etiqueta de pensador posmoderno siempre dijo ser un moralista—, sería la relación política y contemporánea entre hiperrealidad y posverdad. Observador permanente de Silvio Berlusconi, no le sorprendería el mandato de Donald Trump ni hablar de su segundo periodo presidencial. Pero no se trata de que los presidentes, primeros ministros y autoridades mundiales en turno, cada vez más caricaturas mediáticas de sí mismas, posean verdades alternativas u otros datos. Sucede que vivimos en tiempos hiperrealistas y el discurso político es el mejor ejemplo de la suplantación de un orden por otro, bajo las mismas técnicas de repetición ensayadas por Joseph Goebbels y que Baudrillard habría resaltado por su valor performativo, para el cual el arte contemporáneo resulta aún una expresión demasiado sofisticada. La vieja hipótesis de la manipulación mediática, o del cuarto poder, esencial para entender fenómenos como el nacionalsocialismo o los experimentos de Orson Wells, ha quedado anulada cuando hay operaciones y decisiones microscópicas que de manera voluntaria dinamitan el sentido de
nuestras interacciones informáticas. Internet y las redes sociales no son medios de comunicación para los cuales las teorías tradicionales resulten suficientes.
Nuestro problema es que, además de atribuirle inteligencia a una creación objetiva, no leemos la letra chica de los términos y las condiciones, ni mucho menos las preguntas frecuentes, a la hora de descargar y permitir que un nuevo software se introduzca —todos somos Lily Phillips— en nuestro sistema. La hiperrealidad opera a nivel contractual, desde el momento en que se descarga una aplicación para el teléfono e ignoramos que nuestros metadatos contribuirán a perfilar campañas políticas y estrategias de mercado a domicilio, del tipo corre a la puerta, pues llegó un paquete de Amazon (o Mercado Libre, para aquellos partidarios del Sur Global). Más que servir para una alienación capitalista, los smartphones no son interfases de dominación, por el simple y sencillo hecho de que, al igual que un pantalón de mezclilla, su uso y funcionalidad atraviesa todas las clases sociales. Su “inteligencia” suplantaria, cual ejemplo de poder hegemónico deslocalizado, opera a nivel cognitivo. Cual ortopedia mental, nuestros teléfonos terminarán extendiendo nuestras personalidades más allá de nuestra muerte física. Por ello, creo que hasta Baudrillard habría adquirido uno, tal vez un Huawei, ya que sucumbiría ante la facilidad de acceder, desde la palma de su mano, a Der Spiegel o Le Nouvel Observateur.
Imágenes: Archivo Palabra
Polaroid ontológica de Byung-Chul Han & Jim Morrison
BPor Rael Salvador Escritor y editor raelart@hotmail.com
yung-Chul Han bien podría ser el compa ñero ideal de borrachera con quien Jim Morrison hubiese querido estar en algún bar de Europa.
En esa postal anacrónica, linda en su aprecio meta físico, se habría instalado un silencio más trascenden te que el de Heidegger ante sus campesinos.
Y así, a la caída del Sol, se les observaría con su cer veza —una “helles” (clara), mojando en los labios el puro ligero del poeta, y una “dunkel” (oscura), acom pañada del humo de la pipa—, trazando en la barra, respetando con tranquilidad cada quien su turno, cierto tipo de caligrafía filosófica sobre restos de sal o cocaína.
“Capitalismo y pulsión de muerte” debería ser, con la justicia de un tiempo enredado —mandala de Me talurgia Mística—, el título de esa polaroid ontológica.
Tan cerca un alma de otra, que caben en la misma fotografía.
Mas, como sabemos, se trata de uno de los emblemáticos libros del autor alemán-surcoreano, quien a fuerza de “divulgación filosófica” —y perpetrar con lucidez la proliferación de ediciones que, apostando por la claridad y la reiteración, disuelven la arquitectura ósea del sistema filosófico, al mejor estilo de Albert Camus y Emil Cioran, pensadores sin método— acaba de ser galardonado con el nada despreciable Premio Princesa de Asturias 2025, en la modalidad de Comunicación y Humanidades.
El jurado del premio ha destacado la brillantez de Byung-Chul Han (Seúl, Corea del Sur, 1959) para interpretar “los retos de la sociedad tecnológica”, así como la “capacidad extraordinaria para comunicar de forma precisa y directa nuevas ideas en las que se recogen tradiciones filosóficas de Oriente y Occidente”.
En estos casos —galardones y bisutería—, hay que tener la mirada amplia, desplegada como un panóptico ante las ideas que se revuelven con la basura del
de morir”.
Byung-Chul Han, para contrarrestar la furia contem poránea del autoconsumo y las desquiciantes enfermedades que la cortejan y acompa ñan, toca en su piano de cola Steinway a Bach y a Schumann. Se las arregla todos los días con las Variaciones Goldberg no se pone enfermo y escribe exceden tes de agudo corte crítico que ya cono cemos en sus libros.
Jim Morrison —acusado de “exhibi ción indecente” y “pornográfica”, so bre todo después del concierto en el Dinner Key de Miami, en marzo de 1969— insistió en que consideráramos su encomienda poético-musical como una “política erótica”, a lo que Byung-Chul Han resume en Capitalismo y pulsión
Montaje sobre una fotografía de Henry Diltz, realizado por Ruth Gámez
de muerte (Herder, 2022): “Lo erótico se diferencia del pornógrafo por ser indirecto y por dar rodeos. Le gustan las distancias escénicas. Se conforma con alusiones, en lugar de exhibir directamente el asunto. El autor erótico no es un feriante pornográfico”.
Aquí es cuando uno quisiera que el autor de La sociedad del cansancio fuera abogado.
“El erotismo es alusivo y no pasional —continúa el jardinero del lenguaje en el Edén—. Por el contrario, el modo temporal de lo pornográfico es andarse sin ambages, ir directamente al asunto”.
Y, como sabemos —por extraños vasos conductores y juristas como Cicerón, Ulpiano y Alexis de Tocqueville— un abogado de alguna manera es un filósofo.
Bueno o malo, poco importa. El asunto es que sea consciente de que el hombre de la modernidad está “demasiado muerto para vivir y demasiado vivo para morir”.
A Byung-Chul Han, portentoso Premio Princesa de Asturias 2025 —rockstar de la filosofía, con su chamarra de cuero beatnik y su melena sesentera—, su lector común, que de buenas a primeras se convirtió en legión sobredimensionada, le reconoce la sobria ligereza, quizá descortés, de ser directo y elegante, por lo cual engrandece —de una manera por demás honrosa—, su capacidad de sostener la Comunicación en un nivel de vitalidad pocas veces leída y escuchada en las Humanidades.
La monarquía parlamentaria, disfrazada de obsceno neoliberalismo, se hace cargo de los gastos de la fiesta de la filosofía. ¡Enhorabuena!
A propósito de Jim Morrison, el busto de mármol blanco del poeta-cantante, robado de su tumba en 1988 del cementerio Père Lachaise, en París, fue hallado hace unos días por casualidad por la policía francesa. Después de 37 años, sus seguidores celebran que la escultura del vocalista y líder de The Doors, tallada por el artista croata Mladen Mikulin, haya sido encontrada en un domicilio donde se realizaba una investigación por un caso de fraude. la obra fue colocada en la tumba de Morrison en 1981, diez años después de su muerte, ocurrida el 3 de julio de 1971.