Correo del Maestro Núm. 284 - Enero de 2020

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Entre nosotros

preparación de la mediación entre texto y lector (cuando esto se juzgue necesario, pues no siempre es indispensable) adquieran gran relevancia. No obstante, a medida que avanzamos en las prácticas de lectura, que adquirimos nociones sobre modos distintos de acercamiento, que empezamos a reconocer la diversidad y la riqueza de los formatos textuales, y sobre todo a medida que leer empieza a percibirse como una acción que posee características comunes en todos los casos y diversidades infinitas según el diálogo que construimos con libros, autores y circunstancias de lectura, esto es, cuando empezamos a constituirnos en lectores autónomos, el extrañamiento no se vive como un escollo sino en muchas ocasiones como detonante de una acción que moviliza ideas, emociones. Una vez que hemos superado las etapas iniciales de apropiación del código escrito (lo que usualmente se traduce como decodificación fluida) y cuando ya hemos pasado un tiempo considerable en contacto con materiales de lectura, es posible empezar a pensar en encuentros con la incomodidad, con el extrañamiento como condimento que potencie la acción de leer. La forma tal vez más alta de la incomodidad generadora de lecturas como escritura interior es la que ocurre cuando sentimos que algo nos desestabiliza, cuando entendemos lo que pasa pero no alcanzamos a percibir con claridad qué nos pasa con lo que pasa. Claro que, para llegar a esa etapa, hay que transitar primero otras incomodidades, tal vez menos abstractas, menos vinculadas a incomodidades existenciales, pero extrañamientos e incomodidades al fin, desafíos, obstáculos que hay que resolver para alcanzar paulatinamente el sentido de lo que el texto nos indica. Esos obstáculos hacen que muchas personas expresen que no quieren leer, que no les gusta leer, que les aburre leer. Pero sin la ejercitación en la resolución de los obstáculos que pueden causar incomodidad no habrá crecimiento lector. Tal vez muchos digan que no les gusta leer porque no han descubierto qué es lo que les incomoda. Construiré una pequeña lista de extrañamientos muy concretos y los acompañaré de algunos ejemplos, para abordar al final de estas reflexiones la cuestión existencial, la madre de todas las lecturas de los lectores autónomos.

Incomodidades culturales

Yo lector reconozco, entiendo todo lo que ocurre en la historia, pero no hay nada en ella que me vincule, aunque sea en mínimos detalles, con los contenidos y la estética del libro que tengo ante mí. Piénsese, por ejemplo, en El libro de los Cerdos, de Anthony Browne, puesto a disposición de un niño o una niña rarámuri, o en A filmar canguros míos, de Ema Wolf, en manos de niños de una comunidad tzotzil de Chalchihuitán, Chiapas 6

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correo del maestro

núm. 284 enero 2020

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