

ESTADO Y PATRIMONIO DIVINO
Transición de una economía tradicional a una moderna.
Chile 1760-1840


ESTADO Y PATRIMONIO DIVINO
Transición de una economía tradicional a una moderna.
Chile 1760-1840
COLECCIÓN HISTORIA
Estado y patrimonio divino
Transición de una economía tradicional a una moderna Chile 1760-1840
© Marcial Sánchez Gaete
Primera edición, julio 2024
Registro de Propiedad Intelectual N° 2024-A-5599
ISBN: 978-956-17-1138-9
Derechos Reservados
Ediciones PUCV
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Av. Errázuriz 2930, Valparaíso
Teléfono (+56) 32 227 3902
info@edicionespucv.cl www.edicionespucv.cl
Diseño: Paulina Segura Pardo
Imagen de portada: Magdalena Sánchez Navasal
Tirada: 400 ejemplares
Impreso por Eclipse Impresores, Santiago
HECHO EN CHILE
ÍNDICE GENERAL
7. AGRADECIMIENTOS
9. ABREVIATURAS
11. INTRODUCCIÓN
33. CAPÍTULO I: DINÁMICAS Y
COYUNTURAS
33. Parámetros del encuentro
43. Una ayuda mutua de intereses
52. Manuel de Alday y el sínodo de 1763
59. Dos caminos: seculares y regulares
62. Renuncia de bienes
67. La Iglesia en América Latina
83. CAPÍTULO II: MECANISMOS ECONÓMICOS PARA MANTENCIÓN DE RELIGIOSOS EN CHILE, 1760-1840
85. Mecanismos económicos de mantención
86 El diezmo
110 La Capellanía
123 Régimen patrimonial clérigo
132 Aranceles eclesiásticos
159. CAPÍTULO III: PATRIMONIO ECLESIAL Y ESTADO (1810-1840)
159. Regulaciones
163. Órdenes regulares: de la reforma a la enajenación del patrimonio eclesial
178. Confiscación de bienes de órdenes regulares masculinas en Chile, 1824-1830
181 Orden de San Agustín
194 Orden de la Merced
203 Orden de Frailes Menores de San Francisco
214 Orden de Predicadores de Santo Domingo
229 Término e inicio de un nuevo proceso
235. CONCLUSIONES
241. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
AGRADECIMIENTOS
Son muchas las personas que han participado directa e indirectamente en sacar adelante este libro. En primer lugar, quiero agradecer a Eduardo Cavieres F, por su permanente apoyo, escucha y consejos hasta los últimos días de su vida, quien además fue el director de mi tesis para el grado de Doctor en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, cuyos resultados les doy a conocer en las siguientes páginas.
A los académicos del doctorado de la PUCV que son y han sido parte del programa. Especialmente a Giovanni Levi que como profesor visitante me alentó a seguir en la senda de esta investigación.
A los custodios de papeles antiguos de las órdenes religiosas. Al Archivo Nacional y en especial a Luis Martínez y a Ema de Ramón, quienes brindaron las facilidades para acceder a la documentación necesaria. Al Archivo del Arzobispado de Santiago y al Seminario Pontificio Mayor quienes también colaboraron con antecedentes relevantes. Al Archivo General de Indias. Y al personal de la Biblioteca Nacional por la disponibilidad y premura en la entrega de material.
A mis colegas historiadores e historiadoras, por las pláticas, apoyos, aportes e insistencia en terminar este trabajo, en especial a Rodrigo Moreno Jeria, Cristian Leal, Alejandro San Francisco, Ulises Cárcamo, Carlos Salinas, Hernán Delgado, Alex Ovalle Letelier, Fabiana Rodríguez, Fernando Armas Asín y María José Navasal.
A los miembros de la Sociedad de Historia de la Iglesia en Chile, pilares fundamentales para el logro de este cometido.
A Ediciones PUCV, sello editorial de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, en la persona de su director David Letelier Valenzuela en la consolidación de este libro, como también a su exdi-
rector Edmundo Bustos Azócar quien creyó y ayudó en la gestación de esta publicación. En forma especial agradecer al Rector de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Nelson Vásquez Lara, por respaldar este proyecto editorial.
A la familia, especialmente a mis hijos, Valentina Paz, Marcial Ignacio, Gabriela María Isidora, Magdalena Inés y Lucas mi nieto, quienes siempre comprendieron la importancia de la labor que se estaba desarrollando.
En forma muy especial, a mi mujer, María José, mi compañera de viaje, y gran custodia de mi vida, sin ella, está claro, este libro no se habría terminado.
ABREVIATURAS
AAS Archivo del Arzobispado de Santiago
AHICh Anuario de Historia de la Iglesia en Chile
ACSCh Archivo de la Catedral de Santiago de Chile
AN Archivo Nacional
BEAS Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Santiago
BLDG Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno
CM Contaduría Mayor
FC Fondo Capellanías
INTRODUCCIÓN
Los intereses particulares e institucionales de la Iglesia y el Estado en América y especialmente en Chile han tenido de por sí, un diálogo de relaciones de poder que denotan el resguardo de los límites establecidos buscando una convivencia, la cual en varios pasajes de la historia nacional no ha tenido visos de armonía, sino más bien de posturas divergentes ante problemáticas comunes. Ante ello, resulta más que coherente preguntarse, ¿por qué esa relación ha tenido estos bemoles?, o más bien, ¿cómo se han ido generando en el tiempo estados de latencia y quietud en cada uno de los espacios en donde les ha tocado cohabitar? A primera vista, las respuestas pueden resultar obvias, pero para poder comprender de mejor manera esta problemática se debe acotar temporal, temática y conceptualmente la cuestión, si no, se seguirá cayendo en miradas parceladas de la realidad, dejando actores fuera, o peor aún, confundiendo los vocabularios del mundo civil y el eclesiástico.
En el presente estudio, nos haremos cargo de estas relaciones Iglesia- Estado entre los años 1760–1840, abordándolas desde su generalidad y deteniéndonos en el patrimonio eclesial. La delimitación temporal está marcada por dos hitos de importancia: en primer lugar, el ascenso al trono de Carlos III (1759-1788), quien incentivó con gran fuerza las llamadas reformas borbónicas, siendo el promotor para acrecentar el control administrativo de la metrópoli sobre las Indias, y que, en el plano económico estimuló un incremento impositivo, permitiendo en 1778 el libre comercio entre la península y las Indias, rompiendo el monopolio sevillano-gaditano. Asimismo, en 1767 había expulsado de los territorios americanos a la Compañía de Jesús. En segundo lugar, el otro hito corresponde al reconocimiento de la Independencia de Chile por la Santa Sede en el año 1840.
Nuestro espacio geográfico de estudio es la ciudad de Santiago de Chile, por ser un centro claro de transmisión de las medidas y prácticas generales que fueron acogidas en el resto del territorio, siendo el lugar indiscutible en la difusión de las normativas referentes a los comportamientos y contenidos culturales, como también de la organización del espacio urbano y de la dotación de servicios.
El patrimonio eclesial en el período en estudio se verá enfrentado a las políticas emanadas por el Estado, las que fueron reflejo de las realidades imperantes, distinguiéndose claramente tres momentos en las relaciones Iglesia- Estado: las reformas borbónicas, el proceso de independencia y la primera etapa de la organización de la República. Estos momentos históricos tienen en común, entre otros aspectos, dos situaciones a destacar y que ayudan a comprender de mejor forma dicha realidad: el patronato y la tendencia inequívoca de la búsqueda del control a través de la confiscación de bienes de la Iglesia. Así, desde la primera ordenanza del 26 de diciembre de 1804, tendiente a la amortización de los fondos otorgados al culto religioso, se comienzan a generar diversas situaciones legales buscando el control total o parcial de los recursos materiales de la Iglesia bajo diferentes procedimientos, todos atendibles a provocar la sumisión del poder eclesial ante el estatal.
Cabe preguntarse si estas políticas de control ¿respondían a marcos generales que comenzaban a imperar en la Europa de la época? ¿solo fueron sinuosas búsquedas de poder individual?, o bien, ¿fueron respuesta de los movimientos ilustrados de secularización emanados desde la Revolución Francesa? Igualmente, ¿recogían las dinámicas de entendimiento económico del mundo protestante ya instalado en América del Norte? No cabe duda de que cada una de estas cuestiones tiene algo que ver con los hechos que se suceden en Chile y en buena parte en el Cono Sur americano, que marcarán no solo los aspectos ya mencionados sino, además, las relaciones sociales y culturales que se fueron plasmando.
Los antecedentes de las realidades que comenzaron a evidenciarse en el Cono Sur en el periodo de estudio tienen bases ya en el siglo XVII y XVIII en Europa y específicamente en la creciente hege-
monía de las potencias protestantes de Inglaterra, Holanda, Suecia y Prusia, entre otras. En ellas, comenzó a gestarse una discusión doctrinal a tal punto que se hizo inevitable la fragmentación de las grandes confesiones protestantes y con esto el alejamiento cada vez mayor del mundo católico. Solo se levantaron algunas voces como las de Leibniz, quien durante casi una década buscó en su discusión con Bossuet puntos de acuerdo que tuvieron por fin la unión del mundo cristiano.
Con Luis XIV se abrió el camino al despotismo ilustrado del antiguo régimen europeo y con ello al regalismo como política eclesiástica, lo que trajo consigo la intromisión de las monarquías católicas en los asuntos de la Iglesia durante el siglo XVIII, hecho que comenzó a hacerse cada vez más común, creciendo la hostilidad con la Santa Sede romana. Así, en los países germánicos apareció el “Febronianismo”, doctrina generada por Juan Nicolás de Hontheim en donde se propugnaba la subordinación de las iglesias a los príncipes. También, el regalismo se hizo presente en la monarquía de los Habsburgos bajo el amparo del llamado Josefismo (José II de Austria) que planteó que la iglesia debía ser solo un departamento del Estado y cuya misión debía circunscribirse al culto y pregonar el orden moral. Por su parte, Pedro el grande suprimió en 1723 el patriarcado de la Iglesia Rusa colocando en su lugar un Santo sínodo que estuvo controlado estrechamente por el gobierno.
Con la muerte de Luis XIV comenzaron décadas donde los filósofos impusieron sus puntos de vista en todos los ámbitos, apareciendo las ideas deístas de Bayle y Spinoza, la claridad y divulgación de Voltaire, quien será un enemigo del cristianismo, llegando a plantear que “Jesucristo necesitó doce apóstoles para propagar el cristianismo; yo voy a demostrar que basta uno solo para destruirlo”1. De esta forma, se instaló la llamada Ilustración, como lo definió D’Alembert, movimiento que “lo discutió, analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los fundamentos de la revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, desde la música hasta
1 Juan Belda Plans, Historia de la Teología (Madrid, Ediciones Palabra, 2010), p. 206.
la moral, desde las disputas escolásticas de los teólogos hasta los objetos del comercio, desde los derechos de los príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes arbitrarias de las naciones, en una palabra, desde las cuestiones que más nos atañen a las que nos interesan más débilmente”2. Se trata de la época basada en la fe constante en el poder de la razón humana, como inagotable cuna de progreso, donde la experiencia y la observación de la realidad fueron los nutrientes fundamentales del conocimiento y la educación una herramienta modificadora de la humanidad. Se buscaba la felicidad la que encontraba en la vida terrena, por tanto, se anteponía a la salvación propuesta desde lo religioso, por lo que se criticaron los valores establecidos en el pasado. Así, se implanta un rechazo a toda verdad dogmática, la cual fue catalogada como expresión de intolerancia o fanatismo y, además, ayudaba al reduccionismo del conocimiento sin dejar la posibilidad de la libertad de pensamiento, por lo que será el descubrimiento a través de la razón el eje conductor de las leyes que rigen al hombre.
La enciclopedia fue el instrumento por esencia que ayudó a dar a conocer la ideología ilustrada, donde el racionalismo del naturalista Jacobo Rousseau marcó la real postura del enciclopedismo ante el cristianismo.
Entre 1789 y 1815 Francia vivió uno de los episodios más importantes para la historia occidental, donde se plasmaron los fundamentos políticos y religiosos de Europa, llegándose en los momentos más álgidos de la Revolución Francesa a tratar de eliminar cualquier huella que existiese con resabios cristianos en la vida social. Napoleón, como restaurador de la iglesia en Francia y gestor de una forma nueva de comunicación y alianza con el catolicismo, fue el realizador junto a Pío VII, del Concordato de 1801, el que favoreció a la iglesia en varios aspectos, como fueron la restauración de la vida cristiana en el territorio francés y la apertura de seminarios sometidos al Estado.
2 Felipe Valle Zubicaray, Un cabeza volada. El diario del siglo XXI. (Madrid, Editorial Verbun,2014), p.66
Por su parte, en España el Regalismo y especialmente el proceso de desamortización, respondió a una política interior para hacer frente al enorme déficit que trajo la guerra de la Convención y la posterior guerra con Gran Bretaña. Se aplicó la llamada desamortización de Godoy en 1798, que consistió en la confiscación de los bienes inmuebles pertenecientes a los regulares y seculares de la iglesia católica, y concesión del valor logrado por las ventas a la amortización de los títulos para financiar la deuda pública. En general, las políticas emanadas desde la Península eran recibidas en América como mandatos, pero en muchos de los casos, por diferentes circunstancias, solo servían como referencia, las que no necesariamente eran acatadas en conformidad a lo que se solicitaba.
Durante el período hispano en América, los cambios a nivel de la visión de las colonias por parte de España provocaron variaciones en la propia dinámica institucional del cono sur, la que no solo repercutió en aspectos económicos sino también en las relaciones sociales. Por su parte la Iglesia como ente social, también sufrió modificaciones en cuanto a su propio devenir.
Con la llegada de la emancipación, las organizaciones de las nuevas formas de gobierno requirieron de instrumentos legales que ayudasen a su estabilización, generándose las primeras normativas constitucionales, las que dejaron entrever visos coloniales como el regio patronato. Por otra parte, las demandas de la ciudadanía por recursos materiales básicos como la alimentación, el vestuario, la vivienda y más adelante la educación, llevaron a tomar decisiones concernientes a la economía en su conjunto, no dejando ninguna institución al margen, incluso a la Iglesia Católica.
Ya entrado el siglo XIX se dio inicio en Europa el gran proceso de los llamados “ismos”: el liberalismo que aparecería en la Francia en la década de 1820; el socialismo en Francia y Gran Bretaña en los años 1830; el conservadurismo, fundamentalmente en Gran Bretaña durante la misma década; el comunismo, en los mismos países a partir de los años 1840, instalándose de esta forma la razón como eje fundamental de la búsqueda de respuestas ante todo tipo de cuestionamientos.
Es interesante observar que, durante el período en estudio, la generación de los recursos unida a la problemática del poder más la búsqueda de la estabilidad, tendrán como eje principal la tenencia de la tierra, por lo que la propiedad, el Estado y la religión serán tres temas vinculantes en el mundo de la época que definirán las solidaridades y conflictos que se van presentando.
Surge entonces el cuestionamiento en cuanto a los mecanismos que utilizó la Iglesia Católica para la adquisición de recursos, su adecuación a las demandas imperantes en el periodo, el impacto que tuvo en la iglesia el proceso de desvinculación y desamortización de los bienes tanto urbanos como rurales, las relaciones de intereses económicos como estratégicos entre la Iglesia y el Estado.
En Chile, uno de los principales medios de financiamiento de la iglesia diocesana durante la América colonial hispana y hasta ya muy entrada la república en 1926, fue el diezmo, que se refería a la décima parte de los frutos y bienes adquiridos destinada por ley de la Iglesia para la subsistencia de sus ministros, fuesen estos el obispo, los párrocos y curas, para la fábrica de templos, hospitales y obras pías, además del cabildo y el Rey. En 1853 se planteó una ley particular por la que se convertía el diezmo en un impuesto directo, que gravó todas las propiedades rústicas en proporción al valor de los terrenos, cuyo impuesto (como expresamente lo declaraba la ley) conservaba el mismo destino de la institución del diezmo, que era proveer a las iglesias para los gastos de sus ministros y culto. A la fecha, se contaba también, con otras fuentes de financiamiento para la iglesia: el sínodo y los estipendios. La primera, era la cantidad que la corona separaba del tributo indígena para pagar los sueldos de los doctrineros o párrocos de indios, además de la asignación que se hacía para la mantención del seminario diocesano; y la segunda, eran las tasas que los curas cobraban a los fieles por la administración de sacramentos.
Por su parte, las órdenes religiosas tenían otras fuentes de financiamiento que versaban fundamentalmente en la posesión de bienes urbanos y rurales que les proporcionaban importantes rentas. De esta manera, aparecerá la figura de la capellanía, la que se susten-
taba en fundaciones de misas por cuyo medio, ciertos bienes quedaban sujetos al cumplimiento de normativas de carácter eclesial y judicial, es decir, la capellanía consistía en la renta anual por un bien gravado en la tierra (finca segura), el que no podía ser enajenado. Los réditos, preferentemente, fueron de un 5% anual, con lo que se pagaban las misas por el difunto y sus familiares o el que se estipulara en el legado capellánico. Estos recursos monetarios, por lo general, ayudaban a costear la mantención de un religioso.
Y, por último, la dote, que en la vida religiosa era el patrimonio que se entregaba al convento o a la orden en que tomaba estado religioso una profesa, práctica que ayudaba al mantenimiento de la comunidad. También hubo monasterios que recibieron vocaciones sin obligación de dote. En el caso de Chile fueron las capuchinas, llegadas en 1727, las primeras en comenzar a no pedir este patrimonio.
Como ya se ha dicho, en el período en estudio Chile respondió a un proceso no ajeno al devenir de su época, donde los enclaves coloniales se mimetizaron con los requerimientos de la formación de las nuevas repúblicas, replicando procedimientos exitosos en el mundo europeo. La desamortización fue un canal utilizado por el Estado para recuperar la tenencia de territorio que yacía en las llamadas “manos muertas”.
El estudio de estas temáticas no ha despertado gran interés en nuestro país, solo ha quedado circunscrito a los ámbitos de la historia del derecho y de la historia eclesiástica, lo cual no cabe duda es una ayuda a la compresión de los aspectos legales como también de las connotaciones teológicas, pero deja de lado aspectos fundamentales para la comprensión en su conjunto, cuestiones que son relevantes para entender la transición de una economía tradicional a una moderna.
Las relaciones Estado Iglesia en Chile se han visto mediatizadas por los intereses corporativos de cada uno de sus miembros y, por ende, el estudio de esta temática también ha sufrido una falta de idoneidad, trastocando en varias oportunidades la realidad, parcelándola en la búsqueda de errores o virtudes de algunas de las partes involucradas. Esta situación se visualiza con total claridad en los análisis
que emergen en el siglo XIX y principios del XX donde el influjo liberal que se había apoderado del país comenzó a desconocer las obras y personajes ejemplares que provenían directamente de la Iglesia, en un afán tal vez, de eliminar o borrar de la memoria colectiva todo lo anterior y partir desde cero. Ante este escenario, por una parte, “los católicos se sintieron empujados contra la pared, y reaccionaron saliendo a la palestra como actores políticos detrás del Partido Conservador”3 y, además, concibieron en la necesidad de rescatar su visión de la historia, siendo este último punto de real importancia, debido a que la lucha teológica más que una discusión visceral toma ribetes intelectuales en todo el ámbito del acontecer cultural.
De esta forma, Chile no estuvo ajeno a las grandes transformaciones culturales que se fueron generando hacia el siglo XIX, en donde comenzaron a desarrollarse numerosas corrientes de pensamiento que confluyeron finalmente en una postura laicista y en muchas ocasiones contraria a la Iglesia Católica. Entre ellas, el positivismo tuvo especial relevancia. Animado por la idea del progreso científico y tecnológico, basados en la experiencia empírica, el positivismo conducía a una pérdida de los valores espirituales. El nuevo esquema de pensamiento no dejaba tampoco un lugar para la Iglesia en la conducción de la sociedad, lo que tuvo importantes consecuencias políticas. En Chile, el Estado intentó debilitar los derechos de la Iglesia y someter su actividad social al control directo de los organismos estatales, sobre todo en materias de enseñanza4. Resultado de la postura estatal, fueron las llamadas luchas teológicas.
3 Joaquín Fermandois, Fragmentos acerca del fin del mundo, (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015), p. 104.
4 Para un mejor acercamiento al tema véase: Misael Camus, “La Iglesia de Santiago a través de la visita pastoral de 1887: nuevas expresiones pastorales”, Anuario de Historia de la Iglesia en Chile (AHICh), Vol.18 (Santiago, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor de Santiago, 2000), pp.89-106; Sobre la historia de la educación católica en Chile, en el período 1870-1920, se han encontrado pocas publicaciones, entre ellas destacamos algunas por su relación directa con el tema que nos ocupa. Enrique García Ahumada, Católicos Pioneros en Educación en Chile (18102000) III, (Santiago, Tiberíades, 2006). En este estudio se dan a conocer ejemplos y testimonios de vida capaces de motivar vocaciones de servicio a la educación en cualquiera de sus formas. Así al recorrer sus páginas devela las biografías de Ignacio Domeyco; Hna. Cleonisse, SSCC; Monseñor
Como se puede observar, un país como Chile, más bien lejano del resto del mundo, recibió de igual forma los embates que ya se habían iniciado en Europa. Pero asimismo conoció las medidas que la jerarquía eclesiástica fue adoptando ante el avance del laicismo. Así se acogieron las directrices que manifestaban un mayor énfasis en la defensa de la fe católica, su doctrina y su moral, como también la propia misión eclesiástica de origen divino y a la cual se debía fidelidad. Será la publicación de la Encíclica Quanta Cura, acompañada del Syllabus, base fundamental para comprender y condenar todas las corrientes de pensamiento que circulaban por entonces en oposición a la Iglesia. El dinamismo católico empezó a manifestarse y se tomaron importantes iniciativas renovadoras como lo fue, por ejemplo, la incorporación de los católicos laicos al quehacer jerárquico de la Iglesia, especialmente en las Asociaciones Católicas. Asimismo, fue convocado el Concilio Vaticano I (1870), cuyo objetivo era analizar al interior de la Iglesia, la función específica que los nuevos tiempos requerían. Esta postura llegó a su “consagración” con Aeterni Patris Filius (1879), bajo el pontificado de León XIII, en la que recomendaba explícitamente los principios filosóficos de Santo Tomás para enfrentar la cultura laicista que tomaba gran fuerza para ese período. Igualmente, no debemos olvidar que bajo su pontificado se inició la Doctrina Social de la Iglesia a través de la encíclica Rerum Novarum (1891) y de otros documentos que fueron aplicados por el mundo católico frente a la “Cuestión Social” y que han resultado decisivos hasta la fecha.
En Chile, las “luchas teológicas” habían planteado una difícil problemática debido a que se generó una verdadera competencia de autoridad entre la Iglesia y el Estado, afectando principalmente el ámbito formativo en que estaba radicado el pensamiento acerca de la educación, de la concepción del hombre y de la noción de trascendencia. Se trataba de la conducción cultural de la sociedad chi-
Rafael Valdivieso; Ana du Rousier, RSCJ; Manuel Montt Torres; Sor Jeannie Briquet, HC; Beata Paulina Von Mallinckrodt; Monseñor Joaquín Larraín; Pbro. Blas Cañas; Juana Ross de Edwards; Abdón Cifuentes, entre otros. El autor da a conocer de cada uno de sus personajes sólo aspectos relevantes que les tocó vivir en el ámbito educativo, lo interesante es el rastreo bibliográfico realizado.
lena y de su proyecto: por un lado, estaba la alternativa en planear la tradición cultural cristiana, orientada hacia Dios como origen y fin último del hombre y, por otro, el Estado propiciando una noción moderna del progreso positivista, sustentado no en Dios sino en la ciencia, en la técnica y en el avance material5.
En este contexto juegan un papel relevante las llamadas “Asociaciones Católicas” las que surgieron en Europa y tenían por finalidad organizar a los laicos intentando llegar a todos los sectores sociales. En Chile alcanzaron a tener una gran representación a través de todo el país, líder y promotor laico de todo este movimiento fue Abdón Cifuentes6. Las Asociaciones se reunieron finalmente en La Unión Católica hacia 1882. Esta se prolongó algunos años y fue seguida por la Universidad Católica de Chile a partir de 1888, año de su fundación7.
En el ámbito historiográfico las posturas no se hicieron esperar, por una parte el mundo liberal, buscaba bajo su pluma desmerecer o desconocer lo desarrollado por la iglesia colocándola como una institución indolente y solo preocupada de sus intereses particulares, y por otra parte, los historiadores católicos colocaban a una iglesia casi sostenedora por si sola del ideario nacional.
5 Nota: En (AHICh) se encuentran los siguientes estudios que ayuda a comprender de mejor manera la temática en cuestión. Jaime. Caicedo, “Principales expresiones de la filosofía, en su vertiente católica, en la primera mitad del siglo XX” en Chile, Vol.5 (Chile, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor, 1987), pp. 95-110; “El pensamiento Educativosocial, en su vertiente católica, en la primera mitad del siglo XX en Chile”, Vol. 6 (Chile, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor,1988), pp. 155193; y “Principales expresiones de la filosofía tomista en Chile”, Vol. 8 (Santiago, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor,1990), pp. 107-127. Por su parte, Misael Camus, “Los Aportes de la Iglesia Chilena al Concilio Plenario de la América Latina, 1899”, Vol. 11 (Santiago, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor, 1993), pp. 63-84; Walter Hanich, “La Encíclica Rerum Novarum y cuarenta años de su influencia en Chile, 1892-1932”, Vol. 9 (Santiago, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor,1991), pp.67-104.
6 Nota: Para un mejor acercamiento a Abdón Cifuentes véase María Angélica. Muñoz, “Los Católicos Chilenos y la Vida Pública en el siglo XIX. Abdón Cifuentes (1836-1928)” (AHICh), Vol. 20 (Santiago, Publicaciones del Seminario Pontificio Mayor, 2002), pp. 91-117.
7 Ricardo Krebs y otros, Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 1888-1988 , (Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1994)
Así, por ejemplo, se planteaba Barros Arana ante la acción del clero en la revolución de la independencia americana: “El fanatismo religioso de las poblaciones, sostenido y alimentado por un clero numeroso que creía vinculado su prestigio y su influencia al mantenimiento del régimen colonial, puso más obstáculos al triunfo de la revolución que todo el poder de Fernando VII” 8. Sin entrar a un análisis acabado de dicha afirmación, daba cuenta de la poca o nula participación de los miembros de la iglesia en el proceso descrito, lo que como se sabe hoy, es carente de toda realidad. Por su parte Allan Woll, historiador norteamericano quien público un estudio de la historiografía eclesiástica chilena en el siglo XIX nos plantea: “la historiografía de los católicos tenía dos facetas: era ciertamente un estudio del pasado, pero su importancia se anclaba en el presente como medio para apoyar las exigencias de independencia de la Iglesia respecto del Estado”9.
Cuando la iglesia se vio amenazada, los historiadores eclesiásticos fueron capaces de explorar las proezas heroicas de los misioneros durante el periodo colonial. Sin embargo, después de la “Cuestión del Sacristán”, la defensa de la Iglesia fue prioritaria y su independencia del Estado fue el primer criterio para juzgar el pasado. La interpretación eclesiástica de la historia de Chile pasó de lo heroico a lo crítico y defensivo, ya que la posición de la Iglesia en la sociedad chilena fue amenazada. A pesar de las protestas en contra, el tipo de historia contemplada por Valdivieso y Errázuriz era funcional: constituía un arma ideológica para ser usada contra la secularización de la sociedad chilena durante el siglo diecinueve” 10 .
Por su parte Ricardo Krebs, en su artículo Algunos aspectos de la historiografía chilena del siglo XIX, genera un paralelo entre la historiografía civil y la eclesiástica durante los años 1848-1873, en donde reafirma lo anteriormente expuesto por Woll, planteando que
8 Miguel Luis Amunategui; Diego Barros Arana, La iglesia frente a la emancipación americana (Estudios), colección realidad americana, (Santiago, Empresa Editora Austral Ltda., 1960), p.108.
9 Allen Woll, “The Catholic Historian in Nineteenth Century Chile”, en Revista The americas , T. XXXIII, N°3 (january, 1977), p. 489 10 Ibíd.
el pensamiento católico del siglo XIX se vio obligado a tomar posiciones frente a las nuevas tendencias que se estaban imponiendo. Así, “la historiografía se desarrolló y definió como réplica a los enfoques liberales y positivistas sustentados por los historiadores chilenos más destacados del siglo XIX” 11 .
Misael Camus, en el año 2001, nos da a conocer un estudio sobre las tendencias historiográficas eclesiásticas chilenas donde ratifica lo ya planteado y califica de “determinismo” ciertos enfoques utilizados desde el interior de la iglesia, “al subrayar algunos aspectos de la vida eclesial”. Por otra parte, critica al mundo ilustrado y liberal ya que “ha quedado reducido a una metodología abstracta, desvalorando las dimensiones infra históricas; y, la corriente liberacionista ha reducido la visión a segmentos sociales muy precisos, marginando de los procesos a personas e instituciones” 12 .
De esta forma en el siglo XIX y en los primeros decenios del XX, la historia eclesiástica y civil tuvieron un denominador común, hacerse parte desde sus escritos de una disputa ideológica que respondía a la componenda política imperante en la época, por lo que se hizo muy difícil generar un análisis serio de las relaciones Iglesia-Estado y menos aún de los aspectos económicos de los mismos. Lo que sí se debe destacar es el riquísimo repertorio de fuentes documentales que comenzó a salir a luz. Basta destacar que en 1861 se inició la publicación de la Colección de Historiadores de Chile y Documentos relativos a la Historia Nacional. Veinte años más tarde, en 1888, José Toribio Medina inició la publicación de la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile desde el Viaje de Magallanes hasta la Batalla de Maipo, 1518-1818, y posteriormente aparecerá, en 1900, la Colección de Historiadores y Documentos relativos a la Independencia de Chile. Estos trabajos, sumados a otros tan importantes como los mencionados, ayudaron a la historiografía chilena a comprender de mejor forma los procesos vividos. En el ámbito
11 Ricardo Krebs, “Algunos aspectos de la historiografía chilena del siglo XIX”. Cuadernos de la Universidad de Chile, N°1, (Santiago, 1982), p. 158.
12 Misael Camus, “Tendencias en la historiografía eclesiástica chilena”, Actas del Congreso de Historia de la Iglesia y el mundo Hispánico. Revista Hispania Sacra N° 53, (España,2001).
eclesiástico destacan dos trabajos muy distintos, pero con un interesante acopio de fuentes: el primero de ellos lo llevó a cabo Luis Francisco Prieto del Rio, siendo una de las obras más importantes para la historiografía eclesiástica chilena el Diccionario Biográfico del Clero Secular de Chile (1535-1918)13 donde recopiló a todos los miembros del clero secular que hubo en Chile desde la expedición de Almagro en 1535 hasta 1918. El autor, además incluyó a todos los sacerdotes jesuitas chilenos que fueron expulsados en el año de 1767 bajo el dictamen del Rey Carlos III. La exactitud de las biografías puede apreciarse con el tiempo, debido a que prácticamente no se encuentran errores en su obra; el segundo es el llevado a cabo por Elías Lizama Colección de documentos históricos del archivo del Arzobispado de Santiago, dado a conocer en 1919. Trabajo que consta de cuatro volúmenes, el primero versa sobre las Cartas de los obispos al rey 1564-1814; y los restantes son cedularios que abarcan desde 1548 a 1720.
La separación de la Iglesia del Estado en 1925, sumado a la aparición organizada de grupos socialistas y comunistas, más la creación de la Acción Católica en 1931, entre otros acontecimientos, serán el preludio de un cambio en el Chile de la época y sus consecuencias tendrán repercusiones hasta nuestros días. Por ello, el estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre la historia, sus fuentes y autores también comienza a ser mirado bajo otros prismas14.
13 Luis Prieto del Rio, Diccionario Biográfico del Clero Secular de Chile (15351918), (Santiago, Imprenta Chile,1922).
14 Importancia tendrá las obras de los historiadores franceses que comienzan paulatinamente a influir en los análisis de la historia de Chile, siendo según mi parecer, claves en el entendimiento de la construcción de los nuevos espacios de representación, como también de la relación de estos espacios con los imaginarios. Asi, este influjo, que se ve vivenciado en la Escuela de los Anales, se trasformó en un verdadero gestor en el pensar de la historia, marcando pautas de comportamiento e introspección que han ayudado al acercamiento del estudio de nuevas temáticas. No obstante, los Annales no fue la única escuela representante de este cambio en los historiadores. Cabe destacar “la historia social de la Escuela de Bielefeld, alemana; la Microhistoria de los historiadores italianos, asociados a los nuevos movimientos narrativistas; y, poco después, la nueva historia cultural cultivada en Inglaterra” Jaume Aurell, Tendencias Historiográficas del Siglo XX , (Santiago, Editorial Globos, 2008), p. 77.
El tema de las relaciones de la Iglesia con el Estado volvió a colocarse en el tapete de la discusión apareciendo investigaciones que ayudan a entender de mejor manera la intrincada relación de poderes existente en el periodo en estudio. Así, aparecen los escritos de Sergio Vergara Quiroz: Iglesia y Estado en Chile 1750-185015; Fernando Retamal Fuentes: Escritos menores de la Misión Muzi de 182416; Zvonimir Martinic: Las Relaciones Iglesia-Estado en Chile, desde 1820 hasta la muerte del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, en 187817; Eduardo Cavieres: La Iglesia y la independencia de Chile. Políticas de estado, doctrina y patrimonio eclesial18 .
En la actualidad en Chile, y asumiendo los cambios en la mirada de hacer historia, encontramos algunos esfuerzos importantes como es el caso de la obra Historia de la Iglesia en Chile, editada por editorial Universitaria desde el año 2009 y dirigida por mi persona, la cual contó con la participación de 46 autores. Colección en cinco tomos, que está delimitada por hechos específicos que marcan cambios y abren nuevas etapas en la dinámica de una Iglesia siempre presente en la historia de nuestra patria. La composición de la obra comprende la siguiente estructura general: el primer tomo, denominado En los caminos de la conquista espiritual, se enmarca desde el asentamiento español en el territorio hasta la vacancia de la Diócesis de Santiago con la muerte de Marán; el segundo, La Iglesia en tiempos de la Independencia, delimitado desde el período previo a la emancipación, hasta el reconocimiento de la Independencia de Chile por la Santa Sede; el tercer tomo Los nuevos caminos: la Iglesia y el Estado, nos muestra el proceso que terminará con la separación de la Iglesia y el Estado; el cuarto, Una sociedad en cambio, aborda las
15 Sergio Vergara Quiroz, “Iglesia y Estado en Chile 1750-1850”. Historia , N° 20 (Santiago,1985), pp. 319-362.
16 Fernando Retamal Fuentes , “ Escritos menores de la misión Muzi”. Anales de la facultad de Teología, Pontificia Universidad Católica de Chile , N° 37 (Santiago, 1986), pp. 5-191.
17 Zvonimir Martinic Drpic, “Relaciones Iglesia-Estado en Chile, desde 1820 hasta la muerte del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, en 1878”. Revista del Archivo Histórico de Viña del Mar, N°4 (Viña del Mar,2002), pp. 21-28.
18 Eduardo Cavieres, “La iglesia y la independencia de Chile. Políticas de Estado, doctrina y patrimonio eclesial”. Cuadernos de Historia , N°33 (Santiago, 2010), pp. 37-61.
temáticas de una iglesia que comienza un desarrollo independiente del Estado hasta que asume el Arzobispado de Santiago, Monseñor Raúl Silva Henríquez; y por último, el quinto volumen, Conflictos y Esperanzas. Remando Mar Adentro, considera desde los años 1960 hasta los escándalos de denuncias contra miembros de la Iglesia por abusos de menores19. Además, se debe mencionar que la única revista especializada en historia de la Iglesia en Chile es el Anuario de Historia de la Iglesia en Chile, en sus casi 40 años de publicaciones, en el cual no encontramos artículos que se hagan cargo en específico de la temática en cuestión.
Por su parte, los estudios de Sol Serrano, ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-1885) 20; de Álvaro Jara El Imperio Español en América (1700-1820)21; y de María Eugenia Horvitz (Ed.) Memoria del nombre y salvación eterna. Los notables y las capellanías de misas en Chile (1557-1930)22 , solo muestran elementos periféricos en lo temporal y en lo conceptual, no entrando en la discusión de los procesos económicos en relación con las instituciones en estudio.
A la fecha, solo se ha identificado una investigación en el plano nacional que aborda las temáticas propuestas en esta publicación, esta corresponde al estudio de Eduardo Cavieres Patrimonio eclesial y políticas de Estado. Entre el patronato real y la ilustración republicana. Chile 1760-1840, en el que se especifican claramente las influencias ideológicas y necesidades urgentes de las “siempre débiles arcas fiscales, reales o republicanas” y como la Iglesia, y preferentemente las órdenes religiosas, se vieron progresivamente enfrentadas a despertar sospechas y grandes expectativas acerca de sus riquezas. En el caso de Chile, el autor plantea que con ciertas
19 Marcial Sánchez Gaete, Historia de la Iglesia en Chile. Tomo I, II, III, IV y V (Chile, Editorial Universitaria, 2009,2010, 2011, 2014, 2017) respectivamente.
20 Sol Serrano, ¿Qué hacer con Dios en la Republica? Política y secularización en Chile (1845-1885). (Chile, Fondo de Cultura económica, 2008).
21 Álvaro Jara, El Imperio Español en América (1700-1820), (Santiago, Editorial Sudamericana, 2011).
22 María Eugenia Horvitz, Memoria del nombre y salvación eterna. Los notables y las capellanías de misas en Chile (1557-1930). Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, (Santiago de Chile, 2006).
y relativas precauciones acerca de sus aparentes riquezas, la única primera consideración es que ella estaba lejos de lograr los niveles alcanzados por las Iglesias de los principales centros virreinales y que, por ello, sigue en discusión los verdaderos alcances de sus significaciones sociales y evangélicas propiamente tales23.
Un estudio a considerar, pero en el plano internacional, es el de Fernando Armas Asín, Patrimonio divino y Capitalismo Criollo, investigación del proceso de desamortización de censos eclesiásticos en el Perú, donde se busca no solamente visualizar el traspaso de bienes de la Iglesia a manos del Estado y de particulares, sino también estudiar las implicancias finales de las formas tradicionales de rentas, la redefinición del rol económico de la iglesia, y el cambio de las características de la propiedad del Perú24. Otra obra que debe ser consignada es La historia de América Latina editada por Leslie Bethel quien, en su segundo volumen, capítulo 3, da cuenta de la España de los Borbones y su impacto en las políticas de expansión y económicas en América25, como también en el capítulo 6 en su último acápite se refiere a los efectos del nuevo regalismo en la Iglesia a fines del siglo XVIII26. Asimismo, el volumen III27 lo dedica en su integridad a revisar la economía en la América Colonial en varias de sus dimensiones, pero no le dedica ningún capítulo a la relación Estado-Iglesia en cuanto sus implicancias económicas; solo da un balance de la incidencia de esta institución en algunas de las aristas marginales.
23 Eduardo Cavieres, “Patrimonio eclesial y políticas de Estado. Entre el patronato real y la ilustración republicana. Chile 1760-1840”. En: Fiorenzo Landi (A cura di), Confische E Sviluppocapitalistico. I grande patrimoni del clero regolare in età moderna in Europa en el continente americano; Temi di Storia Franco Angeli, (Milán, Italia 2004), pp. 135-154.
24 Fernando Armas Asín, Patrimonio divino y Capitalismo Criollo . (Limas, Publicación del Instituto Riva-Agüero, 2010).
25 David A. Brading. “La España de los Borbones y su imperio americano” en Leslie Bethel (Edit.), Historia de América Latina, (Barcelona, Editorial Crítica,1990).
26 Josep. Barnadas, “Los efectos del nuevo regalismo en la Iglesia a fines del siglo XVIII” Leslie Bethel (Edit.), Historia de América Latina, (Barcelona, Editorial Crítica,1990).
27 Leslie Bethel, (Edit.), Historia de América Latina, Tomo III (Barcelona, Editorial Crítica,1990).
De esta manera, son pocos los estudios que abordan la temática que se presenta en la actual publicación y menos aun utilizando los parámetros metodológicos con los que se han abordado las problemáticas del estudio.
En este estudio abordamos el cruce de dos tiempos, por una parte, el tiempo de la Iglesia que se evidencia en una visión histórico teológica en donde “La revelación de Dios se inserta, pues, en el tiempo y la historia, más aún, la encarnación de Jesucristo tiene lugar en la plenitud de los tiempos”28, perspectiva que no es necesariamente ajena de la filosofía, ya que “La Revelación propone claramente algunas verdades que, aun no siendo por naturaleza inaccesibles a la razón, tal vez no hubieran sido nunca descubiertas por ella, si se la hubiera dejado sola. [por lo que] No es casualidad que el hecho histórico haya llegado a ser eje de una filosofía de la historia, que se presenta como un nuevo capítulo de la búsqueda humana de la verdad” 29. Y por otro, el tiempo de la historia de la Iglesia, en donde la coherencia lógica del ser se inserta en la dinámica del hombre como ser humano trascendente y que es participe de su historia individual terrenal, en donde la institucionalidad eclesiológica le ayudará en la búsqueda de su plenitud humana. Sin la claridad de estas dinámicas es difícil adentrarse en la comprensión de la problemática Iglesia-Estado, como también de la búsqueda los bienes eclesiásticos, más aún en un periodo como el estudiado, en donde la realidad del ser católico es la vara de medición de la felicidad, y el deber ser de un buen cristiano es la meta por llegar. Por lo que los procesos previos a la independencia como los desencadenados con posterioridad son, sin duda, el resultado de hechos y acontecimientos que marcaron las formas de pensar, sentir y actuar de las nuevas generaciones.
Ahora bien, dicha fórmula de acercamiento al ámbito historiográfico está diseñada bajo ciertos supuestos a la luz del tiempo, pero es solo una parte del todo, ya que la historia está dinamizada inevitablemente por el quehacer permanente del ser humano, por lo
28 Gálatas 4, 4.
29 Juan Pablo II, Carta Encíclica del Sumo Pontífice, Fides et Ratio, N °76
que el presente es la suma de todas las vivencias internas y externas del ser que han encontrado su manifestación en un espacio de tiempo y lugar.
Así, es que podemos plantear que más de alguna vez hemos pensado que si el pasado hubiese sido diferente, hoy en día seriamos distintos, la humanidad caminaría bajo otros códigos que de alguna forma retratarían conductas aprendidas, entregadas o asimiladas a la luz de la inquietud racional del ser humano, bien o mejor no es la cuestión, sino la realidad de otro presente.
También hemos escuchado con mucha frecuencia que los factores externos han marcado a la humanidad, y de eso se han escrito grandes tratados y se siguen investigando aristas distintas cada vez más lógicas o repetidas de esas realidades pasadas. Las teorías de los movimientos sociales, de los nacionalismos, de las problemáticas de género, entre otros, todos ellos zanjadas en fechas, muchas veces discutibles o efímeras, que más bien responden a intereses de una idea a instalar para el bien, no necesariamente común, si no particular de quien escribe o quien incide en su escrito. Por lo que estos factores han ido figurando tiempos trazados, como esa arena dentro del reloj que busca inevitablemente un acomode que se produce gracias a la caída en gravedad de cada grano en un nuevo escenario, pero siempre sabiendo que tendrá un tiempo y un lugar determinado.
Lo que sí no suena lógico es que encontremos un número deambulando por la calle, una locura, obvio es un guarismo que solo cumple la función de elemento paramétrico, de punto de referencia de marco de evolución, lo cual es correcto, pero hemos medido el pasado durante décadas bajo ese código simbólico que nos ha ayudado a programar y reprogramar a la especie racional humana en un antes y un después. La problemática que surge es que no toda realidad necesariamente responde a esta dinámica establecida, sino más bien solo está lo que nosotros queramos dejar bajo esa referencia. Lo real es que hasta ahora hemos colocado todas nuestras energías en calzar lo mejor posible, los hechos vividos en números establecidos no existentes, lo cual en sí ha servido y no cabe ninguna duda.
Por lo que, parece primordial partir por lo racional y lo externo, como elemento base de aplicación que conducirá a una construcción histórica de cada uno de los componentes involucrados en las relaciones a estudiar, seguido por lo trascendente, que es lo que permanece siempre sin necesidad de códigos marginales de tiempo. De esta forma, no es necesario separar los componentes como un rompecabezas, al revés, debemos armarlo sabiendo que cada pieza es parte de un todo unido, es decir, lo que “perece” y lo que “trasciende” son en sí un solo cuerpo de estudio. A esta forma de entender la historia le he llamado “Historia Cognitiva”.
Entenderemos por historia cognitiva al estudio del pasado que se hace cargo del cúmulo de conocimientos adquiridos por el ser humano como un ser íntegro, dotado de intereses que nacen de la facultad de procesar información a través de la experiencia de los elementos vividos y percibidos, desde el razonamiento, atención, memoria, sentimientos y todo aquello que de alguna forma ha sido parte de la existencia. Es el estudio del pasado desde lo que trasciende y lo que perece, desde los códigos del entendimiento racional y también los elementos que se escapan a este. Es la búsqueda en el pasado del hombre de cosmovisiones que nacen del conjunto de intereses culturales que adquieren vida bajo los símbolos éticos, de organización social, de narrativas de la dinámica de relaciones complejas, en donde los hombres han cimentado su futuro en creencias de un Dios existente, como también en parámetros de búsquedas existenciales, objetivas y de la suspensión de lo supremo.
El presente estudio se hace cargo de esta historia cognitiva porque asume al hombre y sus relaciones humanas como un todo, por una parte, colocando la creencia que nace desde la integridad íntima del ser como un factor que ayuda al entendimiento de la época y de sus vivencias cotidianas, que se manifiestan en la búsqueda de la vida eterna, como también, del mejor tránsito al estado de la salvación del alma. Y por otro, la conducta humana con su racionalidad, ante todo, buscando el poder terrenal en los elementos externos como son los aspectos económicos y políticos30.
30 Nota: Metodología utilizada en Colección Historia de la Iglesia en Chile,
Todo lo anteriormente expuesto conlleva a que el trabajo propuesto es inédito en la historiografía nacional y por ende ayudará al conocimiento y análisis de las relaciones Estado-Iglesia en la época en estudio, por lo que el elemento central de la presente publicación, es que las relaciones de poder entre la Iglesia y el Estado en Chile, entre 1760 y 1840, ayudaron a concebir un aparato inteligible de transición de una economía tradicional a una moderna y dimensionar que los recursos enajenados y entregados por la Iglesia fueron fundamentales para financiar los inicios del proceso de emancipación y los primeros años de la República, periodo en el cual el Estado no tuvo una visión real de los caudales, sino más bien, una mirada utópica, confundiendo los pasivos económicos por activos extraíbles a antojo, teniendo por consecuencia una posterior carga para el Estado del mantenimiento total de la Iglesia, costos insostenibles en el tiempo.
El primer capítulo “Dinámicas y coyunturas”, da cuenta de las relaciones Estado-Iglesia en términos generales, desde las primeras normativas emanadas desde la península, las que fueron regulando el funcionamiento de la institución eclesiástica en América, buscando por una parte el mandato evangelizador, y por otra, la instalación de un modelo cultural distinto llegado desde Europa. Se abordan las relaciones bajo una óptica de la ayuda mutua de intereses entre 1760 y 1800, deteniéndonos en los sínodos del periodo como re
cinco volúmenes, Colección Templos de Chile con Historia de los templos parroquiales de la Diócesis de la Santa Cruz de Rancagua (2017). Historia de los templos parroquiales de la Diócesis de San Ambrosio de Linares (2017) e Historia de los templos parroquiales de la Diócesis de San José de Melipilla (en proceso editorial), editadas por la editorial del Centro de Estudios Bicentenario; La Colección Obispos del ’25, cuyas entregas a la actualidad son: Marcial Sánchez Gaete, Miguel León Prado sacerdote de una Iglesia militante. De los barriales de San Miguel a la Diócesis de Linares (2016). Marco Antonio León León, Martín Rücker Sotomayor. Una vida sin “descanso en el trabajo” (1867-1935) (2018). Marcial Sánchez Gaete y María José Castillo Navasal, Juan Subercaseaux. Ejemplo de devoción y servicio, (2019). Todas colecciones dirigidas por Marcial Sánchez Gaete. Además: María José Castillo Navasal, Evolución de los sistemas constructivos de los templos religiosos en la zona central de Chile. Siglos XVI al XIX, (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2018) y Alex Ovalle Letelier, Devoción, prestigio y sociabilidad. Cofradías en Santiago de Chile (1700-1770), (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2018).
ferentes válidos para el entendimiento de la coyuntura y dinámica permanente entre el Estado y la Iglesia. Otro aspecto que se revisa es la relación y diferencia del clero en secular y regular, deteniéndonos en la función de cada uno de ellos, lo que ayuda a comprender las dinámicas eclesiológicas y estructurales de la época. Además, hace una revisión sobre la renuncia de bienes del clero regular, la que correspondía a un acto particular que realizaban los postulantes cuando tomaban los votos perpetuos. Esta instancia ayuda a comprender el desprendimiento, pero también, el enajenamiento que hace la persona para tomar el estado eclesiástico. Se culmina el capítulo examinando “La Iglesia en América Latina”, focalizándose en el proceso de laicización que comienza a evidenciarse en estos territorios desde los inicios del XIX.
El segundo capítulo, “Mecanismos económicos para la mantención de religiosos en Chile (1740-1840)”, se hace cargo de explicar y analizar algunos mecanismos para la obtención de recursos monetarios necesarios para el mantenimiento de los religiosos, sus moradas y la orgánica institucional, que son: el diezmo, las capellanías y los aranceles eclesiásticos.
Y, por último, el tercer capítulo, “Patrimonio y Estado (1810-1840)”, se centra en analizar los antecedentes de cada una de las cuatro órdenes religiosas masculinas preponderantes que mantenían censos, capellanías y bienes muebles como medio de sustento, las que se vieron intervenidas por el Estado para contribuir a la recolección de los fondos necesarios para financiar el surgimiento de la República.

Este libro fue compuesto con la familia tipográfica Univers a 10 puntos. Impreso en papel bond ahuesado de 80 grs. Pertenece a la colección Historia.
Fue maquetado en la ciudad de Valparaíso y confiado a imprenta Eclipse Impresores, durante el mes de julio del año 2024.

Marcial Sánchez Gaete
Doctor en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Magíster en Historia por la Universidad de Chile, Profesor de Historia y Geografía por la Universidad Católica Cardenal Silva Henríquez. Integró el primer Consejo Superior de la Universidad de O’Higgins (estatal), como representante de la Presidencia de la República. Ha desarrollado docencia en distintas universidades nacionales e internacionales como: Adolfo Ibáñez, Pontificia Universidad Católica de Chile, Católica Silva Henríquez, San Sebastián, Finis Terrae, Cruzeiro do Sul (Brasil) y del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Italia).
Actualmente es académico de la Universidad Santo Tomás (Chile), Universidad Gabriela Mistral. Investigador del Centro de Estudios Bicentenario (Chile). Integrante del Núcleo de Historia Económica y Social del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile. Asesor del Núcleo de Internacionalización de Ciencias Humanas de la Universidad Cruzeiro do Sul (Brasil) y presidente de la Sociedad de Historia de la Iglesia en Chile.
Dentro de sus publicaciones se cuenta la dirección de la Colección Historia de la Iglesia en Chile (cinco tomos) editorial Universitaria; de las Colecciones Templos de Chile y Obispos del 25 bajo el sello editorial del Centro de Estudios Bicentenario. Asimismo, es autor de libros y artículos referentes a historia cultural, económica y de la Iglesia en Chile e Hispanoamérica.