DJ MAG LA 012

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EN LA PISTA

EN LA TIERRA DEL BAILE Ultra Music Festival volvió a pisar fuerte en Latinoamérica con su edición en la ciudad de Rio de Janeiro. Allí estuvimos y te contamos los pormenores de una edición que superó todo tipo de contratiempos para regalar dos jornadas de primera calidad. Fotos: RUKES Texto: HERNÁN PANDELO

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l Cristo iluminado sobre el morro se veía desde la playa y la ilusión de haber pisado suelo carioca nos llenaba el corazón, el jueves 13 de octubre por la noche. Al día siguiente, el gigantesco festival Ultra volvía a incrustarse en la historia electrónica de un país latino, con la edición de Ultra Brasil en la cosmopolita Rio de Janeiro. Diversos hoteles de Copacabana eran el lugar elegido por la producción para albergar a los DJs, en una de las zonas más lindas y representativas de la ciudad del sureste brasileño. Allí también nos hospedábamos nosotros, esperando lo que sería una de las fiestas más importantes del año para el país más grande de la región. No sólo por los artistas que se hacían presentes sino, además, por lo que representaba la llegada del festival luego de un extenso impasse –había realizado una no tan exitosa edición en 2008 en San Pablo. Toda la escena estaba en vilo y la atención estaba puesta en este nuevo evento que llegaba con al intención de quedarse y hacerse líder. Las primeras trabas llegaban con los cambios de locación que, a semanas del evento mismo, hacían temblar las intenciones del gigante y lo obligaban a cambiar de locación. Entonces, lo que se iba a realizar en la Quinta da Boa Vista, un extenso parque urbano que alberga en su interior al Museo Nacional y al Jardín Zoológico de Rio de Janeiro, terminó por llevarse adelante en uno de los espacios más representativos de la ciudad: el Sambódromo. El viernes, llenos de ilusión, nos levantamos temprano en la mañana para recorrer el predio

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y darle punto final a los preparativos del backstage, donde nos instalaríamos para realizar entrevistas in situ. En una primera instancia, previo a la apertura de puertas, caminamos por el sambódromo obnubilados ante la grandeza de tal construcción, imaginando a las típicas escolas do samba danzando por la calle central –de unos 800 metros de largo- mientras vemos las gradas hacia los costados, de una simetría sorprendente y un tamaño exagerado. Repletas todos los febrero desde hace muchos años, al ingresar, yacen vacías, algo que sabemos que cambiará pronto. Luego de encontrar el mejor lugar detrás de escena para recibir a los artistas, volvemos al hotel a descansar unas horas para luego poder disfrutar a toda máquina de la propuesta. Luego de una agradable comida y una breve caminata hacia el morro que tenemos más cercano, nos tomamos un taxi de 45 reales hasta el Sambódromo a eso de las 5 de la tarde. Al llegar, el panorama ha cambiado. Las nubes siguen firmes sobre toda la ciudad pero ya no se siente esa soledad en el espacio y hay muchos ansiosos que ya están presentes celebrando la llegada del festival a su ciudad. Al igual que en su edición madre, la gente se ha tomado muy enserio la producción y vemos disfraces por doquier. Desde máscaras en los rostros hasta trajes enteros de Mario Bros, los locales le dan el colorido que la fiesta necesita. Organizado con tres escenarios, como el tridente de un diablo, el mainstage está escoltado por los escenarios secundarios, los cuales se ubican tras las gradas, cada uno


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