SINOMBRE

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Edición:01 / Bogotá junio 2022

Mi cultura no es un disfraz

Las palabras del destierro

Más allá de los trazos

Más judios de los que pensábamos


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 ­ ­ ­


BOGOTÁ, CIUDAD LITERARIA Luciana Soler López MÁS ALLÁ DE LAS PAREDES Juliana Cantor Martínez ¡ALA, SE NOS ACABÓ LA VAINA! Juliana Guevara Borbón LAS PALABRAS DEL DESTIERRO Carolina Marrugo Hernández MI CULTURA NO ES UN DISFRAZ Daniela González García UNA VELADA EN LA NEGRA Carolina Marrugo Hernández HAN LLEGADO LOS INDÍGENAS Juliana Guevara Borbón CONSERVANDO LA TRADICIÓN Juliana Cantor Martínez LA GUITARRA CON AIRES ESPAÑOLES Fernanda Murillo Ceballos MÁS JUDÍOS DE LO QUE PÉNSABAMOS Fernanda Murillo Ceballos y Jaime Hernández Gil LE VINICULTEUR FRANÇAIS DE BOGOTÁ Jaime Hernández Gil CHANGING THE CLASSROOM FOR THE BAR Daniela González García

Las opiniones expresadas por los autores no corresponden necesariamente con las de la Universidad. Prohibida su reproducción total o parcial, así como tampoco su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita por parte de sus autores.

de contenido Jesús Rodríguez González

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EDUCACIÓN

PARA LA

LIBERTAD DE CARA AL

ó ­

FUTURO

PREGRADOS


¿Qué es lo que primero viene a nuestra mente cuando escuchamos la palabra Bogotá? Entre las posibles respuestas a esta pregunta estarían palabras como frío, Monserrate o ajiaco, o frases como que es la capital de Colombia, la selva de asfalto o la ciudad que está a 2 600 metros sobre el nivel del mar. Pero, ¿qué pasaría si quisiéramos definir a la cultura bogotana? Pues bien, la respuesta resultaría muchísimo más compleja. Esto, considerando que desde un punto de vista antropológico la misma palabra “cultura” aún no tiene una definición clara. Sin embargo, el enfoque que a mi parecer resulta más interesante sobre este concepto es el de los autores Ilija Trojanow y Ranjit Hoskote, quienes señalan que ‘la mezcla de pueblos diferentes, con lenguajes, costumbres, y etnias diversas, producen lo que se comprende como “cultura”'. Bajo esta noción, entra otra complejidad a la hora de resolver el segundo

interrogante y es la forma en la que está integrada la población bogotana. La característica distintiva de esta población es su heterogeneidad; ello, en términos de los lugares geográficos de los que son originarios sus residentes. De ahí, que la cultura de la capital colombiana no esté definida, sino que se construya del cúmulo de costumbres y tradiciones de las comunidades asentadas. SiNombre es una revista que se centra en este punto. El título de nuestro medio es la forma de representar que la cultura de Bogotá es dinámica y no está determinada; es la mezcla de las micro culturas de las personas que la habitan. Nuestro propósito es demostrar que en la ciudad hay una pluriculturalidad; cada comunidad presente en la capital aporta un ingrediente particular en la caracterización de la identidad cultural bogotana. Espero que a través de cada uno de nuestros artículos se acerquen a la cultura de Bogotá esa que aún está... SiNombre. 


NOTICIAS

Bogotá se prepara para ser escenario de la entrega de diferentes premios de literatura. La capital no solo ha sido a nfitriona de este tipo de eventos, también ha sido protagonista de las historias.

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uchas personas se han acercado a la ciudad y no necesariamente porque residen en ella o han visitado sus rincones llenos de cultura, sino porque desde hace muchos años Bogotá se encuentra iluminando la literatura e inspirando cientos de novelas, relatos y poemas. Muchos escritores internacionales han mencionado que cuando un lector llega a la capital, rápidamente tiene la sensación de llegar a un sitio que ya conoce aunque nunca haya estado allí. Quienes han leído a Mario Mendoza u obras como Bogotá Contada 7, Tres Tazas o Disturbio ya tienen en su mente una imagen de las diferentes realidades sociales, de la arquitectura, lugares emblemáticos y museos. Entonces, al llegar no están conociendo la ciudad sino recordándola. Bogotá no solo es un escenario indispensable para las letras, además es una ciudad que ha dado luz a escritores como Rafael Pombo, Emma Reyes, Antonio Caballero, Juan Gabriel Vásquez, entre otros. Quizás uno de los escritores más impresionantes en este tiempo y que escogió a Bogotá como escenario de literatura en un espacio en donde esto era poco común, como en los años 90 del siglo pasado, es Mario Mendoza, quien se enfrentó a las críticas en su momento. En 2016, con motivo del cumpleaños de Bogotá, Señal Memoria le hizo una entrevista a este escritor que ha convertido a la ciudad en el principal escenario de sus obras. Al preguntarle por la razón de esta decisión, respondió: “En otros lugares del mundo uno tiene la sensación de un adormecimiento, pero en Bogotá creo que

“Los premios en cultura y literatura son escasos, casi como ganarse la lotería, así que, si tienen un buen manuscrito, púlanlo hasta que estén muy satisfechos con ese producto y arriésguense, que ya lo otro es producto del azar”. todo el mundo está alerta, y eso para un narrador es un privilegio”. Así como él, muchos escritores han tomado la literatura como ejercicio de representación de una sociedad o entorno, sus ciudadanos, conflictos, historia y visiones, toda esta realidad cotidiana ubica en un espacio a la comunidad. Tras sus experiencias y vivencias, quienes escriben encuentran unos elementos esenciales de su entorno que son comunes; esto es clave, puesto que hace referencia a todo aquello que nos permite identificarnos y crear puentes; por ende, comunicarnos, entendernos y actualizarnos como sociedad. La capital colombiana también ha sido escenario de la entrega de importantes premios de literatura, algunos de ellos son el Premio Nacional de Novela, el Nacional de Narrativa Elisa Mújica, el Casa de Poesía Silva, el de Novela Corta “Roberto Burgos Cantor”, el Concurso Universitario Nacio-

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NOTICIAS

Miguel Angel Manrrique

nal de Cuento Corto y Poesía organizado por la Universidad Externado de Colombia, entre otros galardones a la escritura.. El Premio Nacional de Novela quizás es uno de los más reconocidos; es entregado por el Ministerio de Cultura y se concede cada año. Se premia a la mejor novela publicada y se le da un incentivo económico de aproximadamente 30 millones de pesos. En adición, el o la novelista obtiene más visibilidad. Prueba de esto es el caso del escritor Miguel Ángel Manrique, quien obtuvo este galardón en 2008 con la novela Disturbio, una obra que lleva al lector a recorrer la ciudad desde la mirada de unos jóvenes estudiantes de universidad pública que están madurando. El escritor cuenta que su experiencia en la vida universitaria lo inspiró a escribir esta historia. Él fue estudiante de la Universidad Nacional de Colombia a finales de los 80 y principios de los 90. Cuenta que escribió pensando en cómo lo marcaron las relaciones entre los profesores, compañeros, ideales políticos y la relación con los libros. 8 SiNombre / junio 2022

Para el autor de Disturbio, el haber ganado significó un gran logro en su carrera, ya que lo considera como un respaldo del campo literario a su trabajo y esfuerzo. Asimismo, envía un mensaje a todas aquellas personas que desean participar en los premios, pero que en ocasiones no lo hacen por temor o dudas: “Los premios en cultura y literatura son escasos, casi como ganarse la lotería, así que, si tienen un buen manuscrito, púlanlo hasta que estén muy satisfechos con ese producto y arriésguense, que ya lo otro es producto del azar”. Cabe mencionar que uno de los concursos universitarios más importantes a nivel nacional es el de la Universidad Externado de Colombia, el Concurso de Cuento Corto y Poesía que ha galardonado a escritores reconocidos como Germán Santamaría, John Jairo Junieles y Andrea Cote. Sin duda alguna, todo este recorrido nos lleva a considerar a la capital como testigo del reconocimiento de grandes talentos y como un punto de hibridación literaria. 


Regresan los PREMIOS JOSÉ DE

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REPORTAJE

MÁS ALLÁ DE LAS PAREDES Más que rayones sin sentido, son trazos que entre sí van plasmando el contexto social y la realidad de todos aquellos que recurren al arte para tener voz.

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ompiendo un poco con los estigmas que se tienen del arte urbano, profundizamos en su impacto y la particularidad que poseen como parte de la cultura bogotana. “Vandalismo, ñeros, vagos y garabatos” son solo algunas de las expresiones o palabras que comúnmente las personas utilizan de manera errónea para referirse a esta forma de expresión artística característica en Bogotá. Reconocido mundialmente por su impacto visual e ideológico, el arte callejero se ha posicionado a lo largo del tiempo como una de las formas de rebelión más mediática y significativa que caracteriza a las generaciones

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de ahora. Localizada en el mapa como uno de los 10 mejores referentes globales del arte urbano, Bogotá fue galardonada en el año 2017 por ‘Bombing Science’, el reconocido blog canadiense especializado en esta área. Los diseños y la estética de dichas obras son importantes, pues de ahí no solo surge el interés de las personas por observarlas sino también por entenderlas. Su particularidad y esencia se da a partir de tres factores esenciales que


explica Dj Lu, un arquitecto, fotógrafo y profesor universitario egresado de la Universidad Nacional y la Universidad Javeriana. Asimismo, ha sido un referente nacional en las calles desde hace más de 15 años que comenzó su carrera. El primer factor, según lo expuesto por el artista colombiano, es el espacio geográfico en el cual se encuentra Bogotá ya que representa una gran ventaja a nivel cultural debido a la ubicación central que posee, pues convierte al país en un lugar clave para el encuentro e integración de diferentes culturas. En segundo lugar, se encuentra la flexibilidad de las leyes y cómo estas permiten que Bogotá se convierta en un espacio óptimo y “seguro” para realizar este tipo de arte de manera libre. Leyes como la 397 de 1997 velan, a través del Ministerio de Cultura, por proteger y estimular este tipo de expresiones a través convocatorias o concursos en donde se incentiva a los jóvenes a exaltar el arte. Como tercer punto, encontramos los vacíos estructurales que presenta la ciudad a través del abandono de territorios o edificaciones. Lugares que aprovechan las personas para desahogarse y dejar volar su imaginación. Finalmente, y siendo este el último factor que abarca los orígenes o causantes de estas manifestaciones artísticas, encontramos los conflictos y el descontento social que a lo largo del tiempo han conformado gran parte, por no decir que todas, las dinámicas sociales con las que funciona y se desarrolla Bogotá.

El arte callejero no solo promueve la creatividad de los jóvenes, sino que también incentiva procesos intelectuales donde la crítica es el fundamento de todo. En cada “mamarracho”, como suelen expresarse las personas a este tipo de gráficos, se evidencia el alma de su gente; sus necesidades, gustos, intereses, cuestionamientos o quejas. Erik Ánzola, un joven bogotano de diecinueve años que hace aproximadamente cinco años inició su carrera artística, es un ejemplo claro de estos procesos. En 2018, descubrió el talento innato que tenía con la creación de su primer mural. A partir de ese momento comenzó la trayectoria artística que ha llevado hasta ahora. Siendo los murales una alternativa financiera que le permite pagar sus estudios, Erik comenzó a buscar contratos en donde necesitaran embellecer la ciudad. Entre sus proyectos más recientes se encuentra “Bullitas del

callejón,” un mural no muy grande en el cual se ilustra a una anciana tomando chicha mientras está sentada. Característico por la zona en el que fue pintado, este pequeño proyecto representa para Erik no solo una oportunidad laboral en la que puede demostrar su talento para llegar a contratos cada vez más grandes, sino un espacio cultural en el cual exalta las costumbres y cotidianidades de la ciudad. Adentrándonos un poco en su estilo de pintar y las dificultades más notorias que se le han presentado desde que comenzó con esta labor, Erik nos muestra su cuaderno de bocetos, pasa las páginas con suma delicadeza, mientras nos cuenta los inconvenientes que ha tenido en el proceso de elaboración de los retratos debido al número de detalles que necesitan. 

Erik Ánzola 

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CRÓNICA

¡ALA, SE NOS ACABÓ LA VAINA! Una forma de pensar, vestir y hablar construida por una generación de hombres y mujeres cultos de la alta sociedad, fue lo que identificó a Bogotá, antes de que la Violencia desatada en Colombia llevara personas de todas partes del país a vivir en la ciudad.

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Archivo familia García : Por Juliana Guevara

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ntes del trágico nueve de abril de 1948, por las calles de Bogotá caminaban muy erguidos hombres y mujeres chirriadísimos. Su elegancia en la actualidad sería vista como algo pasado, pero, para ese entonces, no era más que una muestra de estatus. Los hombres solían vestirse con el flux, compuesto por un traje de paño, chaleco, gabardina, sombrero, corbata y, en su mano, siempre un paraguas que medía un poco menos que el largo de sus piernas, todo para contrarrestar el inclemente frío de la capital. Las mujeres no se quedaban atrás, siempre utilizaban vestidos, tacones, gabardina y, en ocasiones, sombrero. En esta época no era necesaria una ocasión especial para lucir las mejores prendas, siempre

debían verse cachetosos, era parte de su esencia. Este modo de vestir de los bogotanos parecía ser lo más característico de la cultura capitalina. Quien pensara en la ciudad hacia mediados del siglo XX podía atreverse a definirla identidad como un lugar de cachacos. Una palabra algo peculiar y difícil de entender sin un diccionario cerca, pues hace referencia a un hombre nacido antes de 1948, elegante y con buenos modales. En pocas palabras, la clase alta y culta de la época fue la que le dio vida al cachaquísmo. Este grupo de personas no solo era reconocido por su forma de vestir sino por su particular manera de expresarse. Quien no haya vivido inmerso en aquella cultura, reiría al escuchar expresiones como “ala, carachas”, “cascarero”, “calentano”, “changüita”, “pateó la


lonchera”, frases y palabras creadas de forma que tuvieran un toque de elegancia y se convirtieran en la marca de agua de los cachacos. Por años, estudiosos lingüistas, sociólogos, antropólogos y filólogos han afirmado que la lengua es el espejo de la sociedad, de la cultura y las tradiciones, lo que quiere decir que estas rebuscadas y engoladas palabras, en realidad, son muestra de la forma de vivir de la Bogotá de antes del 48. Los cachacos comenzaron como una tribu que protestaba por ser reconocida y, más que esto, diferenciada de las demás clases sociales de la época, no querían verse como “los guaches”; es decir, los campesinos, artesanos y en general el pueblo que no pertenecía a la élite, pues tenían fama de flojos, borrachos, irrespetuosos y de mal gusto. Al contrario, los cachacos buscaban verse como hombres y mujeres citadinos, elegantes y, sobre todo, cultos. Es por esto que les resultaba de suprema importancia utilizar el léxico y la gramática perfectamente, que no hubiera duda

de su erudición; pronunciaban perfectamente los fonemas /rr/, /gn/ y /ll/, lo que les permitía no cometer ningún error ortográfico, pero aún más importante, darle un toque singular a su ya particular manera de hablar. Aunque, en realidad, no existía una identidad general, pues solo se les podía

llamar cachacos a quienes pertenecían a la clase alta, el cachaquísmo fue denominado como lo que identificaba a Bogotá. Pero esto no duró mucho tiempo. Finalmente llegó la fecha, el 9 de abril de 1948 Jorge Eliecer Gaitán fue asesinado en el Centro de la capital, hecho que desató una oleada de protestas y violencia que ya se sentía en las regiones, pero se agudizó luego de este evento. El conflicto político presente en las regiones colombianas lo empezó a sentir la ciudad cuando vio llegar distintas personas foráneas que, tras sentir la crudeza de las acciones violentas, llegaron a la ciudad con todo y costumbres para hacer una nueva vida. En ese momento comenzó un fenómeno de hibridación cultural que es lo que hoy le da sentido a la identidad bogotana. Ya no hay cachacos, de hecho, técnicamente no hay una identidad definida. Bogotá es una ciudad en la que viven todos. Solo aquellos seres nacidos antes de la tragedia pueden jactarse de no haber perdido su esencia cachaca. 

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REPORTAJE

LAS PALABRAS DEL DESTIERRO Dos maestros radicados en Bogotá cuentan su historia sobre partir en los años noventa de su lugar natal por el conflicto armado y llegar a la capital. : Por Carolina Marrugo Hernández

Oswaldo Karo Amaya

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l desplazamiento forzado es considerado como uno de los hechos más dolorosos para la población colombiana, pues obliga a sus víctimas a abandonar sus territorios y hogares por los episodios de la violencia. Muchos salen sin algún destino, con algunas maletas o, si cuentan con suerte, para donde familiares. Según el Observa-

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torio Distrital de Víctimas del Conflicto Armado, en Bogotá residen 378 676 víctimas del conflicto armado. El 50.3% de esta población se ha asentado en seis localidades de la capital: Kennedy, Ciudad Bolívar, Bosa, Suba, Usme y Engativá. Oswaldo Karo Amaya es un docente sucreño que en 1995 llegó a Bogotá. En 1988 tuvo que salir de su pueblo natal, Colosó, presionado por sus amigos y familia por temor a ser asesinado por los paramilitares. Desde muy joven se

caracterizó por participar en las juntas de acción comunal y los movimientos estudiantiles socialistas. Antes de dejar su tierra, Oswaldo era director del colegio municipal y junto a otros compañeros apoyó a la Unión Patriótica y a su candidato a la Alcaldía. “El día que ganamos, el Ejército llegó a la fiesta dizque a requisar al alcalde. A partir de ahí supimos que desde la institucionalidad no nos iban a dejar gobernar”. Oswaldo cree que ese fue el inicio para su destierro. Cuando llegaron los paramilitares a los Montes de María, los primeros en ser perseguidos fueron quienes apoyaron a la UP. El comandante de la Policía le informó al alcalde que era urgente que sacaran a Oswaldo de Colosó, pues iban por él.


: Cortesía del libro Por las rendijas del tiempo

Duró siete años en Sincelejo, pero no fue suficiente. Supo que estar allí no le salvaría la vida porque habían asesinado a otro docente, amigo y colega, en un sitio popular de la ciudad. Luego de refugiarse en otros lugares, finalmente llegó a Bogotá donde ha pasado el resto de su vida desde que partió de su pueblo. Para él, la capital es una jungla humana donde sería más difícil ser encontrado. La escritura ha sido su refugio. Así ha ahogado las voces y recuerdos de su pasado, pero la herida de huir de su tierra nunca va a cicatrizar. Con tristeza recuerda cómo no pudo ver crecer a sus hijos mientras se encontraba solo en la capital, y cuando vinieron a visitarlo, le insistieron que debían estar lejos de él ya que no sería una sino varias bolsas negras. Actualmente ya puede regresar a Colosó; estuvo un tiempo en Sincelejo visitando a la familia, pero no tiene deseos de regresar. “No te sé explicar ese sentimiento, ya no me siento como antes. Ya no soy de allá”, dice sobre estar nuevamente en Sucre. Pese a que ya no hay peligros o no lo están persiguiendo, esa paz y tranquilidad que sintió en algún momento no regresará.

“Rumiando solo como alma en pena me desplazo lento acompañado de ausentes entre la multitud indiferente.

Ni una sola gota de luz, ni una sola voz de agua Nada ilumina mis silencios".

Atravieso caminos inciertos y tinieblas perennes con la voz seca del sediento y las llagas del caminante

Del poemario Por las rendijas del tiempo. Oswaldo Karo Amaya junio 2022 / SiNombre 15


REPORTAJE

: Cortesía de Alberto Mercado

“A pesar de todo vivo bien aquí en la ciudad. Bogotá me acogió y yo me enamoré de ella y en sus entrañas me siento seguro”, reflexiona Oswaldo. A diferencia de él, Alberto Mercado tuvo que salir muy joven de Sincelejo. Proviene de un hogar bastante humilde, en un barrio en el que, cuando llegó, aún eran lotes y potreros. Sin embargo, desde ese contexto se dedicó a trabajar por el bienestar de su comunidad. Así como otras personas desplazadas en la década de los 90, Alberto estuvo 16 SiNombre / junio 2022

desde muy joven activo en la política. Hizo parte de las luchas estudiantiles en Sincelejo y apoyó fuertemente a la Unión Patriótica. Cuando comenzaron los asesinatos, su padre le insistió que debía irse porque la situación estaba empeorando. Una de sus maneras de apoyar al partido fue repartiendo las publicaciones del periódico Semanario Voz, un medio de izquierda. Un día llegaron preguntando al negocio de su papá por el responsable de la distribución de esta publicación. Así fue como su padre le advirtió que no podía regresar. Era muy peligroso. Alarmado por el temor a ser asesinado, pues ya otros compañeros habían caído en Sincelejo, Alberto se fue para Barranquilla. En 1996 llegó a Bogotá con la esperanza de tener mejores oportunidades y continuar sus estudios universitarios. “Cuando yo llegué con otros compañeros no tenía nadie que nos ayudara”, recuerda. Al principio tuvo años de

mucha necesidad, pues estudiaba de día y trabajaba en la noche. En ocasiones, el dinero no le alcanzaba para su alimentación. Recuerda cómo debía irse caminando desde el barrio 20 de julio, donde vivía, hasta la Universidad Nacional porque no tenía para el transporte. “Me siento satisfecho con lo que he logrado. A pesar de las carencias que tuve, las dificultades, me siento contento”. Actualmente es lingüista dedicado a la docencia en la Universidad Javeriana. “Me gustaría [regresar a su tierra natal] pero las condiciones laborales allá en Sincelejo no es que me permitan mucho vincularme a mi trabajo académico que hago en Bogotá”. Sus historias siguen acumulándose en los andenes de la capital. Cada año siguen llegando más personas como Oswaldo y Alberto por culpa de la violencia en sus territorios. Llegan con el sueño de encontrar una solución o mejores oportunidades. 


Á Si sientes que no puedes más, que el miedo y la incertidumbre empiezan a sobrepasarte, no lo dudes y pide ayuda LÍNEAS DE ATENCIÓN BOGOTÁ Línea: "El poder de ser escuchado". 106. Whatsapp: 24 horas todos los días. 300 754 9833.

Nombre


REPORTAJE

: Por Daniela González García

Los 500 años de humillaciones constantes, el racismo científico y religioso y la violencia extrema pueden no haber resultado en un “blanqueamiento de la sociedad”, pero la reducción del orgullo negro puede fortalecer el sentido de superioridad de la población blanca en Colombia.

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n Colombia existe la idea que es un país sin racismo, porque, a diferencia de Sudáfrica y Estados Unidos, las razas y culturas se han encontrado, dando paso a una mezcla de personas. Al final, todos bailamos salsa, merengue o cumbia e idolatramos a los futbolistas negros colombianos. De hecho, tiene que ver con una de las creencias fundamentales sobre la identidad colombiana, como señala el historiador cartagenero Alfonso Múnera en su libro Fronteras Imaginadas: “el viejo y exitoso mito de la nación mestiza, según el cual Colombia siempre ha sido, desde finales del siglo XVIII, un país de mestizos, cuya historia está libre de conflictos y tensiones raciales.” Según el censo nacional del DANE de 2018, Bogotá cuenta con más de 60 000 afrodescendientes, de los

cuales el 16,5% estudia. Pero el Ministerio del Interior registra que en la capital se da el mayor número de casos reportados por discriminación y racismo, seguido de las ciudades de Medellín, Cartagena y San Andrés. En 2016 los casos aumentaron en el ámbito de la educación. Desafortunadamente, en los diferentes espacios educativos de nuestra hermosa y caótica Bogotá hay muchas formas de racismo: actos individuales, como el acoso racial, las microagresiones y los pensamientos sesgados. Luego está el racismo institucional en el que las políticas y reglas discriminan a los estudiantes de color; estas no necesitan ser explícitas para ser racistas, lo son si terminan impactando a los estudiantes negros. Los ejemplos pueden incluir códigos de vestimenta que prohíben cosas como las trenzas o el peinado afro.


Las personas negras sufren de racismo durante toda su vida empezando en el colegio. “En el 2016, cuando mi hermano estaba en sexto grado, tres niños de su salón lo acosaban pegándole, gritándole, haciendo que les cargara la maleta con la excusa de que él era su esclavo. Lo llamaban ´mono´ todo el tiempo, refiriéndose a él como un animal. Mi hermano nunca le comentó esto a nadie en la casa. La verdad es

que mis papás viajan todo el tiempo por trabajo y yo siempre estaba estudiando. En mayo de ese año encontré a mi hermano muerto en la sala. Se había tomado una botella de cloro para volverse blanco, pues los acosadores le dijeron que si se bañaba con esto y lo tomaba se volvería blanco y lo dejarían de molestar. Mi hermano solo tenía 11 años”, recuerda Juan Sebastián Mosquera, paciente de la clínica Campo Abierto.

"En el 2016, cuando mi hermano

estaba en sexto grado, tres niños de su salón lo acosaban pegándole, gritándole, haciendo que les cargara la maleta con la excusa de que él era su esclavo" Juan Sebastián Mosquera

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REPORTAJE

"Mis compañeros blancos

se pintaron la cara con papel carbón y me repetían a modo de burla ¿usted se quiere pintar más?"

Manuela Martínez

Según el Ministerio de Cultura de Colombia, el Día Nacional de la Afrocolombianidad se conmemora anualmente desde el 21 de mayo de 2002 obedeciendo a la Ley 725 de 2001, la cual lo estableció como homenaje a los 150 años de abolición de la esclavitud en Colombia. Sin embargo, esta es una fecha con la que muchos negros no se identifican. “Yo hice homeschool toda la primaria y cuando llegué al colegio en grado sexto, me encontré con la desafortunada ansiedad social que se generó por las diferentes actividades que teníamos que hacer en el colegio. Para mi infortunio, en mayo se celebra el día de la afrocolombianidad y recuerdo que nos hicieron bailar el mapalé y llevar cadenas para representar a los esclavos. Mis compañeros blancos se pintaron la cara con papel carbón y me repetían a modo de burla: ´¿usted se quiere pintar más?´, Constantemente me repetían la canción de Joe Arroy. Eso para mí no era una conmemoración sino una maldición”, asegura Manuela Martínez participante del grupo activista afrocolombiano CIMARROM y estudiante de la maestría Estudios sociales de la Ciencia en la Universidad Nacional de Colombia. 20 SiNombre / junio 2022


esposa del abogado´ como apodo. Desde el primer corte me repite que las mujeres negras en Colombia no son abogadas. Este profesor considera que no tengo las capacidades intelectuales suficientes para hacer parte de su clase; cuando hago argumentos sobre las lecturas, les da la palabra a mis otros compañeros. Todo el tiempo hace comentarios

"Yo solo me pregunto si

tal vez estoy destinada a ser tratada mal, como alguien que no es humano"

Manuela Martínez

La mayoría de quienes enfrentan situaciones incómodas se ríen como mecanismo de defensa, de protección ante una sociedad que, si bien no te va a esclavizar, entre broma y broma te va a tratar como un ciudadano de segunda categoría, como un objeto de burla. “Tengo un profesor este semestre en la universidad que me dice ´la

como: ´¿cuánto algodón recogió ayer?´, ´¿no ha pensado en devolverse a su tierra?´, ´¿usted conoce a alguna abogada negra?´. Lo peor en Colombia es ser pobre, indígena o negro. Me dice que me va a tener que blanquear para que entienda. Yo simplemente me río para evitar conflictos. Ya me acostumbré a este tipo de discriminación porque en el colegio era igual. Yo solo me pregunto si tal vez estoy destinada a ser tratada mal, como alguien que no es humano, porque así es como me han llamado casi toda mi vida: mono, esclava o alguien que pertenece a una granja y no a una escuela”, denuncia Fernanda Palacios participante de Biznegra, colectivo afrofeminista y estudiante de Derecho en la Universidad de los Andes. Aquí ha existido el racismo desde que el expresidente Julio Arboleda sentía tanto desprecio por las personas afro que dijo “negro, ni mi caballo”. Aquí ha existido el racismo desde que la Constitución de 1886 dijo que había un solo Dios, raza y lengua, excluyendo a todo el que no fuera católico, blanco e hispanohablante. Aquí ha existido el racismo desde cuando en 1934 las mujeres negras en Chocó no tenían derecho a estudiar y, cuando les abrieron un colegio, las mujeres blancas dijeron que se iban a quedar sin quien les hiciera el aseo. Es preocupante que profesores y personas que están siendo educadas normalicen y afirmen que aquí en Colombia no hay racismo, que nunca lo ha habido y quienes hablan de que existe son unos resentidos.  junio 2022 / SiNombre 21


CRÓNICA

Una velada en

Dos regiones de Colombia se encuentran en un bar de Bogotá. La Negra es un espacio donde se goza a flor de piel las tradiciones de las costas Pacífico y Caribe. :Por Carolina Marrugo Hernández

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a noche se cubre con el frío de la capital, caen algunas gotas de lluvia y en ocasiones el aliento se transforma en vapor por la baja temperatura. En la carrera Séptima, entre las calles 48 y 47, se encuentra el bar-discoteca La

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Negra. Una vez se bajan sus escaleras se siente su cálido ambiente; desde la entrada se puede percibir esa atmósfera del litoral con el azul y amarillo del letrero. Lo primero que se observa es la decoración alusiva a estas regiones de Colombia: lámparas de paja, estampados de frutas tropicales, murales con frases joviales como “el juguito alegre” al pie de la barra o “bailar pa gozar”. Llega un punto en el cual no se sabe dónde poner la mirada, pues la variedad de colores vivos es infinita, así como las fotografías de grandes artistas de la música afrolatina. A la derecha de la entrada principal están los retratos del Joe Arroyo, Wilfrido Vargas, Compay Segundo y Omara Portuondo. Al fondo se encuentra la tarima y detrás de ella, un gran mural de dos mujeres afro con sus turbantes, labios carnosos y ojos profundos. Unas verdaderas matronas. “La Negra es un espacio de la costa en la capital, un lugar donde hace mucho frío”, dice Marisol Arévalo, encargada de las comunicaciones y una de las personas que contribuyó a los inicios de este sitio. El bar tiene casi ocho años desde su fundación y con el paso de los años su visión ha cambiado. En un principio buscó crear un ambiente atractivo para una fiesta, un espacio donde los asistentes se sintieran en una playa. Sin embargo, al mezclar la música, la decoración y los eventos que realizaban, los visitantes comenzaron a preferirlo por la cercanía que sentían a otras partes de Colombia. A medianoche toca Ezefoluk, músico tradicional del Timbiquí, Cauca, quien con


: Por Carolina Marrugo

sos por experimentar los sonidos de la música folclórica de estas regiones. “Es muy importante para nosotros que se lleven esta imagen de Colombia que es muy diferente a lo que pueden escuchar musicalmente en otros países”, cuenta Marisol.

Discoteca - Bar La Negra

su personalidad enérgica y atuendos de siluetas coloridas pone a bailar todos. Llega acompañado de músicos. El clarinete y la guitarra los interpretan dos artistas bogotanos, mientras que los instrumentos tradicionales como el bombo, la marimba y el cununo los tocan paisanos de Ezefoluk. Además de musicalizar con la champeta, la salsa choque, el merengue, la cumbia y el reguetón, se hacen presentaciones en vivo. Por su tarima han pasado Choquibtown, Kevin Flores, Petrona Martínez y los Gaiteros de San Jacinto. Algunos de los visitantes cuentan que prefieren este bar para bailar porque la música es una propuesta alternativa a lo que se encuentra en Bogotá; otros, se refieren a ella como “negra”, les recuerda a sus lugares de origen. Entre la cantidad de voces que se escuchan con la típica modulación bogotana, unas sobresalen por sus acentos vallecaucanos, costeños o chocoanos; sin mencionar la habilidad que tienen sobre otros para demostrar pasos de salsa y champeta con bastante destreza. Incluso, frecuentan extranjeros curio-

La música en vivo tiene un detalle muy especial. El equipo de La Negra se toma el tiempo de buscar a los artistas que se presentan en su escenario. Algunos de ellos tienen gran reconocimiento, otros son músicos tradicionales que, pese a su poco apoyo mediático, tienen amplia experiencia y respaldo desde su cultura hasta el punto de ser conocidos como maestros. Para eso se han dedicado a viajar por las regiones, aprender de sus expresiones y traerlas a Bogotá para que se presenten. En La Negra se busca resaltar las tradiciones musicales de las regiones costeras y, a través de pequeños conciertos, que sus visitantes escuchen, conozcan y se contagien de la energía o saberes que tienen por ofrecer el Caribe y el Pacífico. 

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REPORTAJE

LLEGARON LOS Aunque Bogotá es originalmente un territorio indígena, ese pasado se ha sepultado. Los pueblos originarios que llegan a la ciudad huyendo de la violencia no encuentran garantías en sus calles, y se les considera seres extraños traídos de las montañas. :Por Juliana Guevara

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aminaban por los campos colombianos los indígenas, caminaban por duros caminos reales construidos de piedras grandes; les dieron forma con sus manos, con su trabajo bajo el sol y la lluvia, los construyeron para tener por donde llevar sus cosechas, por donde transitar rumbo a sus ceremonias rituales. Caminaban cuando a lo lejos vieron llegar un montón de hombres blancos; portaban unos atuendos bastante diferentes y hablaban un dialecto que quién sabe de dónde sacaron. Llegaron buscando riquezas, los amontonaron a todos y proclamaron estas tierras como propias. “La tierra de Colón. Nosotros somos hijos de Colón en vez de ser los asesinados por Colon”, dicen en la comunidad

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Misak. De aquellos que transitaban por caminos reales no quedaron sino unos pocos vestigios, pero la dureza del camino la sienten hoy en su andar desolado.

“Acá hablan de una violencia de 50 años, pero esa violencia no ha parado, ha sido constante, y contra los pueblos indígenas ha sido mayor porque nos han desconocido como seres humanos”. Indígena de la Comunidad Misak.

Ya no son españoles los que sacan a los indígenas de sus espacios de vida, ahora, son los grupos armados ilegales y el Estado, o mejor dicho, la guerra entre estos dos últimos: una pelea por los recursos naturales explotables que existen en los territorios que, casualmente, son al mismo tiempo los más abandonados por el gobierno. En estos lugares no hay garantías, pero cuando de extraer recursos, criar ganado, talar árboles o hacer negocios

 Por: Juliana Guevara Borbón


energéticos se trata, son las tierras más codiciadas por aquel Estado que los olvidó. Entender por qué los pueblos indígenas se van no es tarea fácil. Según la antropóloga Bibiana Etayo, las situaciones de ocupación de sus tierras los han llevado a lo largo de la historia a desplazarse, no solo por alimentación sino por su seguridad. Las comunidades se sienten en peligro en su hogar, temen que los maten o que los recluten y, entonces, tienen que desplazarse. De sus pueblos no salen en avión privado con destino al Hilton de Bogotá. En su mayoría llegan a la ciudad luego de sentir bajo sus pies la dureza de los caminos reales, la misma que sentían cuando los españoles aún no habían llegado, pero ya no se dirigen a sus rituales de costumbre; de hecho, van camino a perderlos.

“Venir representaba dejar la familia. Dejar la comida es muy difícil. Todo es muy duro”. Ruth López, miembro de la comunidad Tukano.

Tras salir de sus lugares de origen llegaron a tierra muisca. Actualmente, según la Alcaldía de Bogotá, de 1 392 623 indígenas que hay aproximadamente en Colombia, 37 266 viven en Bogotá. Hay miembros de las comunidades Yanacona,

Nasa, Misak, Huitoto, Pasto, Eperara, Tubú, Kamentza, Muisca, Ambiká Pijao, Inga, Kankuamo, Wayuu, Coreguaje y Emberá; aunque vienen de distintos lugares de Colombia, hay algo que tienen muy claro, y es ¡que todos son comunidad! El lugar se ve muy extraño. Dice María, indígena muisca, que llegar a la selva de concreto hace que el indígena se adapte al espacio. Pero aquí no hay dónde cultivar la chagra, de donde provienen todo tipo de alimentos con los cuales preparan su comida tradicional, que verán muy escasamente. Aquí la gente no habla entre sí, a nadie le interesa la vida del otro, parece que no se cuidaran. Hay que tomar transporte público y está colapsado. La vida en el territorio era tranquila, aquí se vive en constante sosobra. Y de repente, hay alguien a lo lejos, casi como si la historia se repitiera. Los indígenas se dan cuenta de que los blancos los miran extraño, con algo de asco, y no se acercan pero susurran, afirman que los primitivos llegaron a ocuparles su ciudad.

“Acá la gente se em pieza a blanquear de pensamiento, el pensamiento dominante los somete. Enseñan la vergüenza de ser indígena.” Indígena de la Comunidad Misak.

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 Por: Juliana Guevara Borbón

REPORTAJE

Estén donde estén, los indígenas no dejarán su esencia. Pero llegar a una ciudad como Bogotá les implica tener que integrarse en la sociedad mayoritaria para, de algún modo, encajar y encontrar condiciones de vida lo más favorables posible. Porque es claro que, si el gobierno no les dio garantías en sus territorios, mucho menos lo va a hacer en la ciudad, pues eso saldría muy caro. Tener profesores que hablen en lenguas originarias, ni pensarlo; darles viviendas dignas, no, el gobierno no da eso; asegurarles puestos de trabajo, pero si ellos solo saben tocar música; trabajar la tierra, construir cualquier cosa, pero no saben leer, ¿cómo van a conseguir un contrato? Y entonces, son los indígenas quienes deben aceptar lo que les ofrece la ciudad en medio de su pensamiento centralizado, y jugar a ser iguales.

“Uno viene de colegios públicos, re malos, donde los profes trabajan con las uñas. Y viene uno a encontrarse con pelaos, chicos de colegios muy buenos, hasta bilingües, y pues ahí también está la discriminación”. Ruth López, de la comunidad dad Tukano.

Como si fuera el mundo del revés, las comunidades indígenas en sus territorios tienen sistemas de educación que van

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de la mano con su cosmogonía, pero algunos de los jóvenes salen de sus lugares de vida para iniciar carreras profesionales, pues es esta la única opción para conseguir estabilidad en una ciudad como Bogotá. Lastimosamente, dice la comunidad Misak, la capacidad de estudio es la única posibilidad que les da la civilización. Para estar bien en la ciudad hay que pasar por una universidad, y quienes no pueden hacerlo, tienen que vivir situaciones como la que padecieron los Emberá en el Parque Nacional. Tres comunidades Emberá se tomaron el parque tras haber salido de sus territorios a causa de que, dicen ellos, el gobierno se los quitara. Se asentaron en el parque para levantar sus voces de protesta, para exigir condiciones dignas, pues actualmente en sus territorios el Estado no les asegura condiciones de vida digna; dicen que, si regresan, seguramente en pocos meses, tras la violencia, la explotación de recursos y la falta de garantías de seguridad y buen vivir, tendrían que regresar a Bogotá.

"Trece pueblos se encuentran desde agosto de 2021 en el parque. Nos vemos vulnerados bajo una política que no ha sido posicionada en relación con nuestras garantías y derechos".

Ángela Guajibioy, integrante de la Guardia Indígena del Cauca. Pasar a la página 28 


Es mejor perder un chat que perder la vida

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Mantente atento al volante

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Integrantes de la comunidad Misak

REPORTAJE

A ellos, en los siguientes nueve meses se han sumado alrededor de diez comunidades más, entre ellas la Nasa, Wayuu, Uitoto y Quia Singa, quienes se enfrentaron a la ciudad para proteger a sus familias, salvaguardar sus vidas y, de algún modo, buscar oportunidades. Pero en medio de ese intento de supervivencia han tenido que ver niños morir, sortear condiciones climáticas que derrumban sus improvisados lugares de vida, enfrentar enfermedades, hambre, frío y el inclemente trato de las autoridades y los medios de comunicación que, en lugar de buscar soluciones a esta indigna vida, les crean una campaña de desprestigio que los ha inmiscuido en situaciones legales, que por su cosmología no creen merecer. Las comunidades Embera Chamí, Dobidá y Eyabida – Ka28 SiNombre / junio 2022

tio tienen sus resguardos en Antioquia, Caldas, Risaralda, Valle del Cauca, Quindío, Caquetá, Córdoba y Chocó. En Bogotá hay presencia de indígenas Emberá de cada uno de estos lugares en Colombia. Todos, dentro del mismo nombre Emberá, han establecido una mesa de diálogo con el gobierno en la cual buscan que les den garantías justas para retornar a sus territorios; esto la diferencia de las otras 14 comunidades indígenas presentes en la capital.

“El cabildo es una estructura creada por la Colonia para hacer que los pueblos se autogobernaran, pero

bajo las reglas de los españoles”. Indígena de la Comunidad Misak.

Finalmente, Bogotá nunca entendió que la ciudad es de origen indígena y que realmente los intrusos son aquellos blancos. Pero para hacerse los que respetan las tradiciones de todos los indígenas que llegan, les han permitido organizarse en cabildos. Actualmente hay cinco comunidades organizadas reconocidas por el Ministerio del Interior: Muisca Suba, Muisca Bosa, Inga, Quichua y Ambiká Pijao. Los otros nueve pueblos se encuentran en proceso de obtener dicho reconocimiento. Los primeros cuentan con casas cabildo, pero esas no se las dio el Estado porque el reconocimiento es un simple acto administrativo; las casas


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REPORTAJE

las han gestionado las comunidades que se han organizado en la ciudad. Solamente hay un lugar que alberga a los 14 grupos indígenas presentes en Bogotá: la Casa de Pensamiento Indígena, ubicada en el Centro de la ciudad, exactamente en la calle 9 con carrera 9. Fue creada por Paulina Majim, indígena de la comunidad Yanacona, quien en el año 2015, con el fin de permitirle a los pueblos reconocidos y no reconocidos realizar procesos político-administrativos, de usos y costumbres, y concertaciones con las instituciones, radicó ante la Alcaldía de Bogotá un proceso administrativo con el que logró establecer a través del decreto 612 de 2015 esta casa de pensamiento como un lugar que busca que los indígenas no pierdan su parte identitaria.

“Nosotros somos los dueños, nuestros abuelos eran los dueños de este territorio. Hoy nos sentimos como arrimados”. Carlos Burbano, indígena de la Comunidad Nasa. 30 SiNombre / junio 2022

Aquí los indígenas no pueden vivir sabroso, afirman ellos viven en una constante lucha por hacer que el gobierno cumpla la Constitución, los reconozca como ciudadanos y se comprometa a asegurar

sus derechos fundamentales. Muchos ya no pueden volver a sus territorios, otros cuantoshan perdido su lengua; la música, los atuendos, y los rituales no son bien recibidos en la ciudad.

Un lugar hostil, donde desconocen su cosmogonía, donde critican su forma de actuar, donde, como afirma la comunidad Misak, no hay identidad cultural, hay un amontonamiento de cosas que uno no sabe, y si no hay identidad del blanco, menos van a reconocer a los indígenas. En un país donde el gobierno, en lugar de preservar su cultura, intenta desaparecerla y, mientras lo hace, cree engañarlos con pañitos de agua tibia. Desde la Colonia, los indígenas han visto su ident i d a d enterrarse poco a poco b a j o creencias blancas y occidentales. Las iglesias sepul taron sus lugares de vivienda, su economía cambió del trueque al uso de papel moneda para acceder al alimento y sus jerarquías internas se han ido desmoronando en el intento de adaptarse a la forma del nuevo Estado. Por las calles de Bogotá caminan los indígenas, caminan por duros andenes de cemento que no los dirigen a sus ceremonias rituales. Caminan y a lo lejos ven blancos que los miran fijamente susurrando: han llegado los indígenas. 


QUE LAS DIFERENCIAS NO SEAN UN OBSTÁCULO PARA VIVIR EN PAZ

#DILESÍALAINCLUSIÓN

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PERFIL

CONSERVANDO UNA TRADICIÓN

En una lucha interna por no desarraigarse por completo de sus raíces, miles de extranjeros que migran o migraron a Colombia, recurren a la creación de emprendimientos que les permitan exaltar y promover su cultura. Conozca un poco sobre la familia Kim, una de las familias con el restaurante coreano más antiguo de Bogotá.  Por: Juliana Cantor Martínez

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a migración de coreanos alrededor del mundo actualmente es de 1,7 millones de personas, según cifras recolectadas por el International Data, principal firma mundial de inteligencia de mercado, servicios de consultoría y eventos para los mercados de tecnologías de la información, telecomunicaciones y tecnología de consumo. En Colombia, el número de coreanos que visitaron la capital para 2019, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo fue de 8 150 personas detrás de Chile, Argentina, Perú y Brasil, Colombia se encuentra como el quinto país escogido por los surcoreanos para visitar en Latinoamérica. Por otro lado, familias como la de Diego Kim, un colombo coreano de 39 años ha visitado Colombia para quedarse y, como se diría coloquialmente, echar raíces. En una entrevista realizada en el restaurante

de sus padres, Casa Corea, Diego recontó el trayecto que recorrieron para asentarse en Bogotá. Remontándonos a 1969, su padre, el señor Mank Kung Kim, o Mauricio Kim, su nombre en español, llegó a Colombia tras las condiciones deplorables en las que se encontraba Corea luego de la guerra en la Península en 1953. Buscando nuevas oportunidades y una mejor calidad de vida, Kim cruzó el mundo para aprender español. Por conexiones de su hermana, quien ya se encontraba viviendo en Bogotá con su familia, se asentó . En 1975 la hermana del señor Kim inauguró Ariran, un restaurante coreano con el que se dio apertura a la cocina tradicional coreana en Bogotá. Posteriormente, en 1982, luego de un tiempo de haber salido y estar completamente enamorados, el padre de Diego viajó a Corea para casarse con la que ahora es su madre. Con la boda realizada, el señor y


paso en el arte culinario con el apoyo del restaurante Ariran. Finalmente, en 1988, y tiempo después de que los hermanos del señor Kim abandonaran Colombia, se inauguró Casa de Corea, ubicada en la localidad de Suba; hasta el momento se ha destacado en

 Por: Juliana Cantor Martínez

la señora Kim comenzaron su proyecto de vida en la capital colombiana. Un año después, nacieron Diego y su hermano. Con respecto a su infancia, el choque cultural no fue tan drástico debido a que estudiaban en un colegio bilingüe. Desde muy pequeños sus padres les inculcaron la cultura coreana, les hablaban únicamente el idioma en la casa y los inscribieron en escuelas coreanas los fines de semana; los hermanos nunca sufrieron un desarraigo debido a que nunca desconocieron su cultura familiar. De hecho, ambos se desenvuelven con perfecta fluidez en tres idiomas que conformaron su crianza: español, coreano e inglés. Aunque en un principio nada fue fácil, los padres de Diego comenzaron a abrirse

el país por ser, con 34 años desde su creación, uno de los restaurantes tradicionales de comida coreana más antiguo en Bogotá. Si bien en una época el flujo de clientes dominante era de coreanos, con el paso del tiempo fue disminuyendo hasta ser el menos frecuente. Entre las razones que nos explica Diego se encuentra la cultura familiar a la que están acostumbrados. Además de esto, es muy común en esta cultura, que los restaurantes sean visitados, independientemente de dónde estén, en fechas especiales. Otra razón es la permeabilización de fuentes masivas, como el K-Pop y los K-Dramas, despertando así la curiosidad en las personas. De ahí, que el flujo local ahora sea el dominante. Actualmente, y sin muchos planes de abandonar este gran proyecto que llevan construyendo desde hace

más de 30 años, la familia Kim se encuentra feliz de resaltar su cultura. Desde el embajador de Corea hasta fanáticos del K-Pop, Casa de Corea tiene abiertas sus puertas para todos aquellos que quieran experimentar de primera mano la gastronomía coreana.  junio 2022 / SiNombre 33


PERFIL

LA GUITARRA CRIOLLA CON AIRES ESPAÑOLES

Bogotá es el hogar de diversas culturas que buscan reconocerse y abrirse paso entre millones de personas. La gitana andaluza es una de ellas y tiene su propio templo musical en el barrio San Felipe.  Por: Fernanda Murillo Ceballos

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n su casa siempre se armaron reuniones alrededor de una guitarra o de otro instrumento. Así ha pasado en Bogotá, Argentina, España y en muchos otros lugares que ha visitado Nicolás Cortés. Rodeado de gente que no conoce, pero que siempre terminan siendo músicos o artistas.

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Natys, como le dice Nicolás y con una sonrisa involuntaria, es su hermana. Su papá coordinó para que un primo de ella, Lian le diera unas clases de guitarra. Nicolás tenía siete años y fue un intruso en ellas. Natys no recibió las clases, Nicolás sí. Se colaba y estudiaba las tareas musicales de la hermana. En ese momento sintió una conexión con aquello que genuinamente estaba aprendiendo de la mano de Lian. A los 11 años, Nicolás escuchó unos discos de Paco de Lucía y Camarón. Versiones flamencas de canciones como Malagueña. Esos españoles que curiosamente interpretaron música latinoamericana fueron los que lo acercaron al Flamenco. “Hay toda una vibración. Empecé a sacar las notas a oído”. Ahí, en ese momento sabía que su vida sería la música. Era de esos jóvenes que en verdad tenían la certeza de que el arte sería su hilo de vida. Ya graduado, viajó a Buenos Aires a estudiar música. Conoció la comunidad de gitanos flamencos-hace la aclaración con cierta seriedad, pues hay unos que no lo son

y suelen confundirse- Empezó a estudiar este género, se cruzó con otros músicos y fusionaron estilos. Así nació Nave Tierra, una banda que hacía flamenco con aire latinoamericano; flamenco no andaluz, mestizo y criollo. “Ese que sale de nuestros poros”. Sonríe de nuevo, sus manos expresan la pasión y siente cada palabra de la historia. Su maestro de guitarra fue el productor de un trabajo discográfico de la banda. Y así, argentinos, españoles y un colombiano hicieron una gira de cuatro meses por España.

"Somos arte haciendo humanidad" Bogotá volvió al mapa de Nicolás, nueve años después. “Regresé a devolver lo que había aprendido”. Tenía el impulso artístico vivo y quería hacer algo con todo eso. “En Colombia se vive una memoria de mucho dolor y alegría. Queremos que se sepa de este estilo de vida, el flamenco, e identificarnos con nuestras heridas


ha pasado en colaboración con Silvana Díaz, maestra de flamenco y directora de la academia Reyes Díaz Flamenco. Tienen una relación verdaderamente entrañable. “Con él hemos construido esto y ahora Distrito Flamenco”. Se refiere a la primera red cultural de flamenco en Colombia. Inaugurarán el primer festival iinternacional en julio. Artistas de España, México y Venezuela se van a presentar y el cierre será en el Gimnasio Moderno de Bogotá. En la vida de Nicolás también está Felipe Rozo. Se conocieron en el barrio donde vivían, en Bogotá. “Nos veíamos pasar con estuches de guitarras y equipo. Sabía que nos dedicábamos a lo mismo”. Han sido inseparables, tanto

Por: Fernanada Murillo Ceballos

así que estudiaron juntos en Argentina. Son hermanos. “Somos arte haciendo humanidad”- Los dos Coinciden en esta frase.Nicolás es un colombiano, pero no uno más. Trae el sello del flamenco andaluz a una tierra mestiza; para sanar heridas, dice él; como las del pueblo gitano. 

Nicolás Cortés Gómez

y alegrías propias”. Año 2016; ahí aparece su prima, herm;zna de Lian, quien le enseñó a tocar guitarra. “Quería un lugar en el que se sintiera el vértigo artístico del lenguaje vivo” Luego de unas caminatas por el Barrio San Felipe en Bogotá, encontraron el lugar en el que hoy se convertiría Casa Valhalla. “La fe que se reza en el templo es el arte en vivo”. Casa Valhalla es ese templo. - Valhalla: lugar mítico. Salón majestuoso a donde llegaban los guerreros; cielo de los vikingos. “Acá llegan todos los que luchan por sus sueños. Es la escalera al cielo artístico” Aquí convergen el flamenco y otros géneros. Desde el 2016 se han presentado más de 300 tablaos en vivo. Esto

Por: Juan Camilo Forero

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REPORTAJE

MÁS DE LO QUE PENSÁBAMOS ¿Alguna vez ha pensado de dónde viene el aspecto de ladrillo por el que se reconoce Bogotá? ¿O quién fue el fundador de aquella empresa que produce toneladas de Pola? Bueno, a esto y otros hechos sólo hay una respuesta: inmigrantes judíos.  Por: Fernanda Murillo Ceballos y Jaime Hernández Gil

C

: Juliana Cantor

omo primer ejemplo visible está la Universidad Nacional, proyecto reforzado durante la República Liberal de Alfonso Pumarejo, en su segundo mandato presidencial de los años 40. Pumarejo, en el pro-

Enrique Martínez Ruíz 36 SiNombre / junio 2022

ceso de transformación del campus, contrató a dosI inmigrantes judíos alemanes, Leopoldo Rother y Fritz Karsen, urbanistas que estuvieron en Colombia y contribuyeron a la construcción de la Escuela de Arte y Diseño de la universidad. De igual manera, está Rogelio Salmona, de origen judío. Según historiadores, es el referente más importante de la arquitectura colombiana del siglo XX. Él, mediante su visión orgánica, le dio el aspecto de ladrillo a la ciudad. Otro nombre que marcó la historia de Colombia fue Leo Siegfried Kopp. Judío, de origen alemán, que contribuyó a un cambio cultural absoluto. Si bien la mayoría de los colombianos hoy toman polita, esto no era así hace cientos de

años. La fundación de la Cervecería Bavaria intrínsecamente hizo parte de un proyecto de occidentalización de la sociedad. La demolición de todo lo que tuviese aires y sabores indígenas tuvo frutos en la ciudad En Bogotá, la comunidad judía debería ser más estudiada. Uno de sus grandes investigadores ha sido Enrique Martínez Ruíz, antropólogo y doctor en historia de la Universidad de David, de Israel. Él será quien acompañe este recorrido histórico por las huellas de Bogotá. Primeros contactos Desde la colonia hasta tiempos contemporáneos, han estado presentes los integrantes de esta comunidad. Los primeros fueron los criptojudíos, personas que públicamente llevaban vidas cristianas pero que, en secreto, practicaban el judaísmo. Durante la década de 1920, aparecieron los judíos en el sector urbanístico, asegura Martínez. Nombres como Salomón Gut desarrollaron un modelo sencillo de negocio. Comenzaron a construir edificios y apartamentos, como aquellos del Centro, de no más de cinco pisos; un apartamento era para ellos y el resto para la renta. Así, lentamente estructuraron su for-


ma de generar ingresos. Posteriormente, atravesando el siglo XX, la ciudad y el país recibieron otra inmigración. Durante la Segunda Guerra Mundial se desarrollan cambios en las fronteras europeas que promovieron la salida de muchos judíos. Llegaron como comerciantes ambulantes y más adelante se convirtieron en exitosos empresarios del país. Pasaron de pertenecer a las clases medias y escalaron a las élites, interactuaron con ellas y convergieron. Empezaron a mudarse al Chicó. Para la década de los 50 ya se encontraban imponentes casas diseñadas por arquitectos reconocidos en esas zonas del norte de la ciudad. Ascenso económico “En dos décadas pasaron de vender paños en La Perseverancia a sentarse en la mesa con el presidente de la República para tratar de influir en el voto de Colombia en la creación del Estado de Israel”, dice Martínez Ruíz. Los judíos ya instalados manejaban los negocios textiles y artículos importados, así como los inmobiliarios y urbanísticos. Su aporte económico era importante. Empezaron a incluir conexiones capitalistas y prácticas comerciales en nuestro país. Seguro ha escuchado que fueron los judíos quienes trajeron el crédito a la región. Sin embargo, esto es un mito. Verdaderamente, solo acercaron este sistema a los inmigrantes campesinos que llegaban a la ciudad. En las barriadas, los comerciantes aristócratas los miraban como plebe y ni siquiera los consideraban como

nicho de mercado, pero fueron los judíos quienes poco a poco transformaron esa realidad. Les prestaban y vendían artículos a plazos. No es una coincidencia que la Bogotá de los años 30 y 40 usara negro, saco de sastre y una vestimenta notoriamente más elegante: esto se debió en gran parte a la revolución en venta de paños que lideraron. Fueron ellos quienes trajeron a Colombia ese sentido de globalización mercantil, promoviendo la entrada del país a las redes globales del capitalismo. Comunidad organizada El judaísmo es tan diverso, extremo y libertario como no se pude imaginar. Desde comunidades judías extremistas ortodoxas hasta la vida en Tela Aviv, con sinagogas para parejas homosexuales y mujeres rabinas. Es su origen geográfico el que define sus prácticas. Particularmente, a Bogotá llegaron tres comunidades distintas. Judíos de

: Carolina Marrugo

una comunidad también es importante conocer la versión de sus protagonistas. La voz del rabino Alfredo Goldsmith cobra una relevancia en la construcción de este relato. El rabino, líder del Centro Israelí de Bogotá, es de origen argentino y fue educado en Estados Unidos. Llegó a Co-

"En dos décadas pasaron de vender paños en La Perseverancia a sentarse en la mesa con el presidente de la República para tratar de influir en el voto de Colombia en la creación del Estado de Israel" Europa del Este, quienes fundaron el Centro Israelita de Bogotá, el más grande numéricamente en la capital; los judíos alemanes, precursores de la Asociación Israelita Monte Fiori; y finalmente, la Comunidad Hebrea Sefaradí de Bogotá. La historia desde sus protagonistas Para contar la historia de

lombia hace 48 años. En 1974 vino a la ciudad con el propósito de mezclar dos de sus pasiones, la labor educativa y comunitaria; ahora, es una de las principales figuras de la comunidad judía en la ciudad. Para él, los primeros judíos que se instalaron en Colombia entraron por Barranquilla y eran provenientes de Cura-


REPORTAJE

zao; eran descendientes de los expulsados de España. En particular, sostiene que inicialmente a Bogotá no llegaron los de esta región sino quienes escaparon de Rusia. Sin embargo, como comunidad, aparecieron en el territorio colombiano a principios de los años 20, provenientes de países como Polonia y Rumania. Según estimaciones del rabino, en Bogotá hay aproximadamente de 3 000 a 3 200 miembros de la comunidad judía tradicional (pertenecientes a las vertientes ortodoxas, en un 75%, y masortí en un 25%) y 2 000 de la mesiánica, quienes se ubican principalmente en la zona norte de la capital. Dentro de los ortodoxos hay un respeto por la institucionalidad del judaísmo, mas no un cumplimiento estricto de una vida bajo este enfoque. A diferencia de la comunidad ortodoxa, la masortí es menos obediente a los principios tradicionales; son activos a nivel cultural y social, pero con un nivel menor de la observancia religiosa. Por otra parte, la comunidad mesiánica tiene un estilo de vida muy similar a lo que vive el comunitario judío, con la diferencia de que creen que Jesús fue el mesías. El rabino afirma que “Bogotá es el verdadero hogar para la mitad de la población judía. Lamentablemente, la otra mitad se fue y se sigue yendo a otros horizontes porque buscan mejores oportunidades económicas, se sienten más cómodos en Israel o migran a Miami debido a que tienen amigos y familiares allá”. Más o menos la mitad de la gente 38 SiNombre / junio 2022

que pasó por esta ciudad y vivió aquí por decenios, se fue y la restante, que se quedó, la siente como suya. Es un lugar muy cómodo, con un nivel de vida interesante y en el que la comunidad judía se siente muy bien recibida.

podría estar sustentada en que esta zona es uno de los enclaves latinos en Estados Unidos, en donde hay buen clima, se habla español y en el que los judíos tendrían ventajas para obtener la ciudadanía norteamericana.

"Bogotá es el verdadero hogar para la mitad de la población judía. Lamentablemente, la otra mitad se fue y se sigue yendo a otros horizontes" Sobre el proceso migratorio a Miami, Goldsmith menciona que la presencia de la comunidad bogotana allí es significativa y que su presencia aumentó muchísimo en los años 80 y 90. Frente a este tema, el profesor Martínez Ruiz señala que Colombia, pese a ser uno de los países con mayor número de habitantes en América Latina, es el que tiene una de las menores comunidades judías. La migración de los judíos bogotanos a Miami

Con todo este panorama, estamos en mora de conocer más sobre esta migración. La comunidad judía contribuyó con el desarrollo económico del país y fue vehículo de expresiones artísticas. Los judíos alemanes fundaron galerías, trajeron nuevos mercados e influyeron en la arquitectura de Bogotá. Conocer su historia es reconocernos a nosotros mismos como habitantes de esta urbe llamada Bogotá. 



ENTREVISTA

LE VITICULTEUR FRANÇAIS DE BOGOTÁ Bien qu’en Bogotá il n’y a pas des vignobles, Alexandre de Bilderling est à la charge d’étendre et promouvoir la culture vitivinicole. : Par Jaime Hernández Gil Traduit par: Carolina Marrugo et Juliana Guevara

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lexandre de Bilderling est arrivé à Bogotá en 2014. Il est un ingénier qui a trouvé une passion pour le vin depuis son enfance et maintenant étend la viniculture dans le capital colombien. Sa venue est né du désir de changer son style de vie. Dans la ville il habite avec sa femme et filles, en plus de fonder Cata Club Bogotá, une entreprise consacrée à la formation vinicole des personnes et affaires.

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Comment a été votre vie en France et pourquoi avezvous décidé venir à la Colombie ? Je suis né à Paris. J’ai une famille nombreuse avec quatre sœurs et tout mon enfance a été bon. J’ai étudié l’ingénierie et j’ai fait tous mes études là : après mon diplôme, j’avais toujours l’envie de travailler à l’extérieur, visiter et découvrir nouvelles cultures, alors, juste quand j’ai fini mes études, j'ai commencé à travailler dans une l’île du Caribbean. Je suis allé à l’Europe central et, avec la crise financière, mon entreprise m'a revenu à Paris. J’aime cette ville, mais pour travailler elle est compliquée, était beaucoup de stress et embouteillages. C’est une ville très riche dans l’aspect culturelle, mais quand je travaillais là je n’avais pas temps pour rien, alors pour cette raison je n’étais pas tellement heureux. J’ai trouvé ma femme, qui est colombienne, je l’ai dit que je voulais partir et nous sommes arrivés ici.

Pourquoi vous avez décidé venir à Bogotá et pas autre part du pays ? J’avais envie de partir de Paris et j’avais deux options : un pays nouveau que nous ne connaissions pas ou un pays que nous connaissions. J’ai convaincu ma femme pour venir en Colombie. Évidemment, pour ma femme j’avais beaucoup de curiosité pour découvrir ce territoire. Pourquoi Bogotá ? Bon, il y avait quelque chose de bon et c’est que ma femme aussi travaille à l’Université Externado. Elle avait un poste en attente, pour ça nous avons choisis Bogotá. En plus, parce qu’en matière de travaille c’est une ville très active au niveau international.


Quand vous êtes arrivé à Bogotá, vous avez eu le soutien de la communité française ? Pas trop, parce que quand je fait un voyage je cherche découvrir la nouvelle culture. Mon idée n’était pas seulement contacter la communité française. Avec ma femme nous allions à un quartier où il n’y avait pas beaucoup étrangers, alors, mon adaptation a été surtout avec son aide. J’essayais m’actualiser avec la culture, mais j’avais un grand problème et il était que je ne parlais pas espagnol. J’ai dû apprendre et évidemment l’immersion a été la meilleure manière de le faire. J’avais cours d’espagnol pour étrangère. Au début, il était très intensif et après non, ça m’a donné temp de construire mon entrepris. Au cours des sept années que vous avez passé à Bogotá, Que-est-que vous avez appris de la culture de la ville ? Je ne se pas si bogotana ou colombiana, mais clairement la Colombie est connue au niveau international comme le pays des gens heureuses. Cela rend la Colombie différente de la France, il faut le dire. En France, nous sommes le contraire dans l’échelle de bonheur, et c’est un grand exploit la vision positive de la vie face aux difficultés. Aussi, j’ai appris à distinguer quand tu dis oui pour dire oui, et quand tu dis oui mais c’est vraiment no. Beaucoup de gens me disent que cela est très connu, mais pour un étranger est dur. Encore j’ai appris la volonté de travailler et d’entreprendre. J’ai aussi entrepris en Colombie ; je vue beaucoup de

gens qui ont l’intention de faire un projet et j’aime ça. Malheureusement, tout est très diffèrent de la France. Parlons sur un thématique que pour vous est très important, le thème des vines. D’où vient le gout pour cette boisson et sa passion pour la viniculture. Il y a un mythe que dit que des Françaises connaissent beaucoup de vine. La vérité c’est que des Françaises boisent beaucoup de vine, mais ils n’ont pas beaucoup de connaissance. J’ai beaucoup de passions que j’aime développer au fond, et le vine a été toujours l’un d’entre eux. Je crois que mes parents ont déposé un peu de vine dans mon biberon, Donc, dès ma naissance j’ai été bagne en vin. Malheureusement, comme beaucoup de consommateurs de vin, au début je ne savais pas. Quand j’ai fini mes études, j’ai plus de temps et je voulais apprendre ; au départ, j’ai décidé apprendre de manière autodidactique. Après de mon diplôme d’ingénieur, j’ai fait une spécialisation en sommelier. Je me suis inscrite aux quelques classes pour approfondir cette connaissance. Que-est-que-ce Carta Club Bogotá ? Pourquoi est née l’idée de diffuser la viticulture dans un ville comme Bogotá qui n’est pas si proche de cette boisson ? Je voulais monter un projet dans le monde des vins. Il a été plus comme une op-

: Jaime Hernández Gil

portunité : quand je suis arrivé, je n’avais pas beaucoup d’idée sur ce que j’allais trouver en Colombie et j’ai été surpris par l’offre. Comme les curieux, au début j’ai fait beaucoup d’observation. J’ai passé beaucoup de temps en parlant avec des Colombiens de ce qu’ils pensaient du vin, de leur vision d’aller au découvrir les magasins et comment ils ont comparé des vins. J’ai passé des après-midis entières dans les supermarchés à regarder comment les gens sélectionnaient les vins et j’ai réalisé que ce qui manquait vraiment, n’était pas une offre mais la connaissance. Pour cela, j’ai commencé une entreprise qui se dédié à la diffusion de l’information. Nous faisons des formations vitivinicoles pour les personnes et les entreprises.  junio 2022 / SiNombre 41


CRÓNICA

CHANGING THE CLASSROOM FOR THE BAR We have all heard the familiar plea that there is no way to practice English outside the classroom here in Bogota! No more excuses! Gringo Tuesdays offers you a place to practice your favorite language in the real world. : By Daniela González García

C

ultural exchange is the opportunity to experience in firsthand the culture and traditions of a place other than your origin. It means being able to get acquainted with another way of life. Bogotá has been betting on new forms of entertainment that combine fun and culture. According to the 2019 annual report of migratory flows in Bogotá, tourism has increased by 78.6% since 2013. Nowadays, we have bars, cafeterias, and even bakeries that at night serve as a meeting place for Colombians and foreigners to practice multiple

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Group of friend at the Vintrash Bar 

languages with diferent people around the world. . One of the pioneering initiatives in this type of conversation club is Gringo Tuesdays, which takes place in Vintrash Bar located on Calle 85 # 11-53. From 4.00 pm to 8.00 pm people can practice their languages, ​​and after 8.00 pm there is always a party. There are several environments in the place, such as Latin, where they play salsa, reggaeton, cumbia, etc; Global bits, where there is international music, and a Retro room, where they play electronic, the 70s, 80s, and 90s music. Every Tuesday, there is a different theme. People who attend the place are organized into conversation groups by basic, intermediate, and advanced levels. In this way, each of the attendees will be able to learn based on their knowledge of the language and feel comfortable when talking with other people who are at the same level. According to Andrés Ortiz, administrator of the establishment for nine years now, this event is attended by an ave-

rage of nine hundred people every Tuesday, of which thirty percent are foreigners from all over the world. Richard Price, a 27-year-old American, who arrived in Colombia at the beginning of 2022 and attends Gringo Tuesdays every fortnight, stated: “When I came to Bogota, I felt very comfortable, from the taxi driver to the Starbucks cafe. I like these meetings. I have learned a lot of Spanish. The most striking thing is the diversity of cultures and the achieved cultural exchange”. For Colombians, this is also an enriching experience. Andrés affirmed that the philosophy of Gringo Tuesday is to connect people with other latitudes, with people from other countries that have a more open connotation of the world and the universe, completely different from what we, can have. When someone is sitting talking with people from other countries, he realizes we are locked in a bubble and as Colombians, we have not opened ourselves up to fun things in the world. 


EXPLORANDO

BO GO TÁ UNA CULTURA

Nombre @REVISTA.SiNOMBRE junio 2022 / SiNombre 43



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