Rezagadas

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Las opiniones expresadas por los autores no corresponden necesariamente con las de la Universidad. Prohibida su reproducción total o parcial, así como tampoco su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita por parte de sus autores.

Directora Paula Andrea Baracaldo Barón Editores gráficos Brayan Steven Cifuentes Velásquez Sara Daniela Ibañez Pita Editora de redes sociales María Fernanda Alvarado Gutiérrez Editora multimedia Mariana Isabel Ávila Castillo Editores de contenidos Juan David Pérez Martínez Paula Andrea Baracaldo Barón Asesor gráfico Orlando Valencia Sarmiento Asesor editorial Nelson David Mayorga Perdomo Asesor de contenidos Yulie Catalina González Hurtado

Carta de la directora

Más allá de los barrotes y los muros grises, existen historias que tejen la realidad de miles de mujeres que han sido privadas de su libertad. Rezagadas, como proyecto académico y también profesional, nos permitió entender que estamos inmersos en una sociedad fría; que necesitamos un periodismo lleno de transparencia, pero, sobre todo, más corazones que decidan apostarle a las segundas oportunidades.

El término Rezagadas no es más que una dosis de realidad. Es un tanto crudo pero jamás discriminatorio, pues es el mundo que sigue andando con normalidad, el que las congela en el tiempo. El silencio que las condena y la palabra que las rechaza son la peor de las represalias.

Cada relato transporta, toca fibras y revive las memorias de aquello que ni el hierro de las prisiones logra borrar: la vida misma. Desde Marta Álvarez, la mujer lesbiana que le ganó la pelea al Estado por los derechos de la comunidad LGBTIQ+; Amapola, la resiliente que supo florecer en medio de la soledad que la cárcel le impuso; o Artemisa, la madre que transforma su dolor en lucha y no pierde la esperanza de ver a su hija libre.

A mis compañeros Juan David, Sara, Mariana, Brayan y Mafe, gracias por ponerle todo el corazón y el tiempo a cada artículo, por creer que con nuestro medio de comunicación le estamos aportando un poquito más a este mundo silente que olvida a quienes lo necesitan.

Al profesor David Mayorga por haber dado el “sí” inicial y embarcarse con nosotros en el trayecto. A los profesores Orlando Valencia y Jairo Orozco, por ayudarnos a transformar las palabras en esta maravillosa publicación.

A ustedes, queridos lectores, por acompañarnos en esta primera edición y dar comienzo a un espacio que le hace justicia a la palabra empatía.

Y a ellas, a las verdaderas protagonistas de Rezagadas: gracias por ser el alma de estas páginas, por alzar su voz e incluso luchar contra sus propios temores.

Porque nunca, nadie, debió haberlas rezagado. Porque somos nosotros quienes, estando del otro lado, nos distanciamos de las memorias que tienen por contar.

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Tanto universal como nacionalmente nos amparan normativas y declaraciones que otorgan derechos por el hecho de ser seres humanos. Esto, en teoría, no es excep cional ni limitante: todas y todos los poseemos por igual. Pero ¿qué sucede con los derechos de las encarceladas?

Rezagadas conversó con Liseth Vanessa Cordero, abogada especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, sobre la realidad de las mujeres encarceladas en Colombia y cómo, quizá, todas esas normas y directrices tan sólo están quedando en un fino papel.

Rezagadas: ¿Cuál es la normativa internacional del Derecho Humanitario que nuestro país debe cumplir en cuanto a personas privadas de la libertad?

Vanessa Cordero: Hay dos sistemas existentes para la protección de los derechos humanos de personas privadas de la libertad: el universal y el regional. Cuando hablamos del primero nos referimos a la Declaración Universal de Derechos Humanos, al Pacto Internacional de Derechos Cíviles y Políticos (como lo dice el artículo 9, que señala todo lo referente a aquellas personas a las que se les restringe el derecho a la libertad y han sido detenidas), el Pacto Internacional de Derechos Ecónomicos, Sociales y Culturales, la Convención contra la Tortura u otros Tratos Crueles, Inhumanos y Agravantes, así como su protocolo facultativo. También existe el Sistema Interamericano de Protección, el cual cuenta con unos instrumentos vinculantes para Colombia que recogen obligaciones tanto positivas como negativas.

Hay que señalar que en la Constitución Política, en el artículo 93, se señala que

dicha normativa internacional es de obligatorio cumplimiento para el Estado colombiano con fundamento en la ratificación de aquellos tratados y previsiones constitucionales pertinentes.

R: ¿Esta normativa es diferente o especial para las mujeres?

VC: La regulación citada previamente aplica para cualquier ser humano, pero, tanto en el sistema universal como en el sistema interamericano existe una normativa que se enfoca en la protección de los derechos de la mujer, como la Declaración sobre la Liberación y Discriminación de la Mujer. También tenemos la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y su protocolo facultativo, que es muy importante porque extiende aún mas lo establecido. Y por último, la que se aplica en ciertos casos, la Convención sobre los Derechos del Niño, que actúa frente a dichas situaciones donde las mujeres privadas de la libertad tienen hijos o hijas.

Asimismo, cuando hablamos del Sistema Interamericano tenemos una normativa enfocada a la protección de los derechos de las mujeres, que es la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.

R: ¿Por qué hay una normativa especial para

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⍄POR MARÍA FERNANDA ALVARADO

las mujeres privadas de la libertad? ¿Cuál es la necesidad de que sea así?

VC: Por el hecho de ser mujeres, pero adicional, por el hecho de estar privadas de la libertad terminan siendo una población en condición de vulnerabilidad. Se ven limitados sus derechos en razón del género, de su orientación sexual, de su edad, de su situación de discapacidad, de su condición de refugiado, del desplazamiento interno o, en este caso, de la condición de la privación de la libertad.

El hecho de que sean mujeres, y le sumamos a ello mujeres encarceladas, las hace víctimas de estigmatización derivada tanto de su propia condición de mujeres como también por el hecho de que están en una situación de presas, reclusas. Por ello resulta fundamental que haya una normativa especial para las mujeres privadas de la libertad, porque reconoce la diferencia entre esta población y comprende sus necesidades.

R: ¿Podría decirse que Colombia cumple con toda esta normativa tanto internacional como interna en los centros penitenciarios femeninos?

VC: La respuesta es no. Primeramente, hay que tener en cuenta que los derechos de las personas privadas de la libertad son prácticamente los mismos que cualquier persona que no lo ha sido, por el simple hecho de que es un ser humano. Lo que pasa es que se da una excepción frente a aquellos derechos que se restringen como consecuencia de haber cometido una conducta delictiva; entonces, si bien es cierto que dicha condición de estar privado de la libertad determina

una drástica limitación de derechos fundamentales, esa limitación debe ser lo mínimo. Toda limitación adicional a la necesaria debe ser entendida como un exceso, y por ello implica una violación de los derechos.

Como es bien conocido, el nivel de hacinamiento en Colombia es alarmante, lo que ha ocasionado que en los establecimientos de reclusión se vulneren de manera sistemática los derechos de estas personas. Al haber tanta gente a la que no se le están supliendo sus necesidades básicas, se está impidiendo que tengan, por ejemplo, un lugar digno para vivir, comer, realizar necesidades fisiológicas, tener visitas conyugales e íntimas, ejercer actividades de recreación y de resocialización.

Incluso, la misma Corte Constitucional lo ha señalado: ha alarmado al gobierno nacional sobre esta situación tan crítica y tan grave que están sufriendo las personas, y concretamente las mujeres recluidas en centros penitenciarios.

R: ¿Cuáles son los entes que verifican que ello se cumpla? ¿Quiénes amparan los derechos humanos de las reclusas en nuestro país?

VC: El Estado es el garante de los derechos de las personas que están bajo su custodia, eso quiere decir que, en caso tal que se esté presentando una situación de vulneración de derechos humanos, es el mismo Estado el que debe

garantizar los derechos y realizar las investigaciones pertinentes de manera oficiosa con el fin de protegerlos. Ahora, si queremos irnos más a profundidad frente a los entes encargados de que se cumpla, son el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) —que es una agencia del gobierno—, y el Ministerio de Justicia y del Derecho las entidades encargadas de velar porque dichos derechos fundamentales sean protegidos, y que en caso tal de que estén siendo vulnerados, realizar las investigaciones correspondientes para reinstaurarlos.

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Voces especializadas
“EL HECHO DE QUE SEAN NUJERES, Y LE SUMAMOS A ELLO MUJERES ENCARCELADAS, LAS HACE VÍCTIMAS DE ESTIGMATIZACIÓN DERIVADA”.

Adicionalmente, en el Inpec trabajan servidores públicos, por lo que la Procuraduría General de la Nación tiene el deber de proteger los derechos humanos y asegurar su efectividad, según el artículo 277 de la Constitución. Asimismo deben vigilar y controlar la conducta de aquellos que realicen funciones públicas, motivo por el cual es competente adelantar las investigaciones que considere pertinentes e imponer las respectivas funciones conforme a la ley.

Existen también mecanismos constitucionales para proteger los derechos de las reclusas. No podemos olvidar la acción de tutela, que es un mecanismo garantista y de vital importancia para este tipo de situaciones, por lo que son también los jueces constitucionales los encargados de salvaguardar

aquellos derechos que han sido vulnerados y que llegan a su conocimiento.

R: ¿Considera que el país enfrenta una crisis humanitaria en cuanto a temas carcelarios? De ser así, ¿cómo se podría mejorar esa situación?

VC: Hay una crisis humanitaria supremamente grave al interior de los centros carcelarios de Colombia y esto tiene que ver con muchos temas, pero quiero enfocarme en lo relacionado con los discursos populistas. Lo que pasa es que la sociedad colombiana, como tal, está acostumbrada o quiere creer que entre más altas sean las penas, mejor es el castigo, y de esa manera se van a resocializar las personas presas. No solamente nos lo ha enseñado la experiencia con lo que ha venido sucediendo en Colombia, sino también en otros países: el hecho de que haya penas más severas

no ha disminuido el margen de criminalidad, por ello, considero y coincido con que haya un enfoque de justicia restaurativa y que, adicional, se implemente una política centrada en la prevención. Porque la reinserción social no es estar años en una cárcel y luego salir a buscar trabajo, pues no tiene en cuenta la estigmatización a la cual está expuesta esta persona que ya ha cumplido una condena.

Esto puede permitir que estas personas que han cometido un delito por distintas razones vuelvan a retomar la vida en sociedad, por lo que dicha opción nos permitiría reducir el hacinamiento que estamos sufriendo en este momento, y ello también permite que el acceso a los derechos básicos puedan garantizarse.

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Voces
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especializadas

Atrapada en la

La vida de Karen ha vivido enormes cambios desde el día en que fue capturada conduciendo un auto cargado de drogas. Desde su encierro, ella narra las duras batallas que le presentó la vida y cómo, hasta hoy, sigue en pie gracias al apoyo y amor de su familia.

El 6 de septiembre de 2020 era un domingo que pintaba tranquilo. Karen hacía el aseo general de su casa mientras su esposo, como de costumbre, bebía con sus amigos. Tal vez comentaba los pormenores de su trabajo como cocinero de droga. En un momento, ella cogió las llaves del auto, se despidió, prendió el motor y arrancó.

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POR BRAYAN CIFUENTES Fotos cortesía: Karen

Lo primero que hizo Karen fue cumplir con la ruta de entregas. Su esposo cocinaba la droga en una de las casas de la familia, y la venta les dejaba remuneraciones bastante llamativas, permitiéndoles vivir de una manera mucho más acomodada y sin preocupaciones. Ella avanzaba por las calles de Villavicencio cuando se encontró con un retén de tránsito; ningún carro estaba siendo detenido, pero, específicamente, solicitaron parquearse. Los nervios se apoderaron de ella cuando le pidieron los documentos del carro. Hoy cree que los policías sabían que en el baúl se encontraba un cargamento ilegal. Allí encontraron unos paquetes con droga y se vinieron las preguntas: “¿Usted sabe que lleva ahí?”, “¿quién le dio eso?”. Entonces, le mencionaron que le iban a leer sus derechos.

***

Sus días en la cárcel son bastante rutinarios. En las primeras horas de la mañana ella se levanta bastante temprano, alrededor de las 7:00 a.m., y lo primero que hace es organizar su celda de la mano de sus dos compañeras que comparten ese espacio: tienden las camas, limpian el polvo y barren. Cuando todo está organizado, se dirige al comedor, donde todas las presas se encuentran para desayunar, aunque la comida que ofrecen en la prisión casi siempre es la misma. Por lo menos es deliciosa, menciona Karen. Cuando termina de

desayunar, camina nuevamente a su celda, donde se toma un tiempo para organizarse, elige qué ropa se va a poner para luego ir hasta las duchas y ahí se arregla.

Luego de eso tiene libertad para hacer lo que quiera. La mayor parte del tiempo lo destina en hablar con sus compañeras, con las cuales ha

formado un vínculo bastante cercano. Hablan sobre la vida, se cuentan anécdotas y recuerdan a sus familias con bastante cariño, siempre tratan de mantener un ambiente bastante amigable en el que todas ellas se sienten en confianza. A veces pasa el día acostada cuando no hay algo interesante de lo que hablar o cuando, simplemente, no se siente con el mejor ánimo para socializar.

Cuando llega la hora del almuerzo la rutina es la misma que la del desayuno, todas se encuentran a eso de las 12:30 p.m. Come junto a sus compañeras, el tiempo que tienen para almorzar es de aproximadamente una hora. Después de eso ella puede elegir entre acostarse a dormir una siesta o hacer ejercicio. La cena es la misma, ahí es donde ella menciona que se siente en una rutina un poco abrumadora, puesto que no siente que tenga muchas cosas por hacer, aunque compartir tiempo con sus compañeras es algo que la entretiene; hay momentos donde ella se siente atrapada en un bucle sin fin. “Poner la mejor

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“SOY MUY AFORTUNADA DE CONTAR CON EL APOYO INDONDICIONAL DE MI FAMILIA”. HASTA EL DÍA DE HOY SIGUE MANTENIÉNDOSE
FUERTE PORQUE SABE QUE AQUÍ AFUERA HAY GENTE QUE LA AMA CON TODO SU CORAZÓN.

actitud muchas veces no es suficiente para lo que se siente al estar dentro de estas cuatro paredes”, dice. La misma rutina se repite día tras día. ***

“En medio de los nervios llamé a mi hermano y le dije: Me tienen aquí en Alkosto, vaya y recójame la niña. Después fui llevada para la URI en mi propio carro. Durante el trayecto los policías llamaron a alguien y decían cosas tipo ‘positivo’, ‘confirmo’”.

En la URI, ninguno de sus artículos personales le fue retirado. Le tomaron sus huellas, le tomaron fotos. “En 36 horas se le citará a audiencia”, le dijeron a Karen. Un abogado habló con ella sobre lo que había sucedido, y en cierto punto de la conversación, tanto él como varias personas que se encontraban allí, le dijeron cosas como “¿Usted por qué es tan boba? Uno nunca tiene que cargarse, uno tiene que mandar a otras personas”, “No en el carro de uno, en un taxi”. La mezcla de emociones que sentía era inmensa. Hasta ese momento no había llorado, pero sentía temor y un temblor por todo el cuerpo, tanto así que pidió unas gotas de valeriana

para sentirse un poco mejor.

Pensaba demasiado en su hija, sentía miedo por lo que podía pasar con ella y su futuro. “Una persona del CTI se paró al lado mío, puso en una mesa toda la droga que se logró encontrar”, recuerda. Allí le tomaron fotos con todos los paquetes incautados.

Karen cree que la información sobre el estilo de vida de su esposo y el cargamento de drogas en el carro fue dada por una fuente humana al CTI. Les estaban haciendo un seguimiento desde aproximadamente cuatro meses. Un funcionario del CTI la trataba con amabilidad y, de cierta manera, trataba de hacer sentir un poco mejor en medio de tanta mezcla de emociones. Después vino el traslado a una estación de Policía, donde una mujer la recibió y le indicó dónde acomodarse; los policías le insistían de manera constante para que comiera un poco. “Entré a un baño con una oficial.

Me dijo que tiene que hacerme una requisa, me hizo desnudar completamente”, recuerda, y después fue trasladada a una celda con muchas mujeres, las cuales notaron rápidamente su presencia. Al otro día le dijeron: “Alístese, que en cualquier momentico la sacan a audiencia”; ella empezó a sentirse muy ansiosa porque no sabía en qué momento la podrían llevar. Aproximadamente al medio día le dijeron “Ahora sí nos vamos”. La llevaron nuevamente a la URI donde respondió de manera virtual. Debido a que tiene una hija menor de edad, fue sentenciada a prisión domiciliaria mientras todo el proceso legal transcurría. El año pasado su esposo cayó gravemente enfermo a causa del COVID-19, y falleció el 20 de junio de 2021. Fue un golpe muy grande para su familia, principalmente para su hija, la situación ya era

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Karen y su hija en su fiesta de cumpleaños.

FUE SENTENCIADA A PRISIÓN DOMICILIARIA MIENTRAS TODO EL PROCESOSO LEGAL TRANSCURRÍA. El AÑO PASADO SU ESPOSO CAYÓ GRAVEMENTE ENFERMO A CAUSA DEL COVID-19, Y FALLECIÓ EL 20 DE JUNIO DE 2021.

bastante deprimente debido al proceso legal de Karen, y la muerte de su esposo fue devastadora para todos.

***

“Estar aquí en la cárcel, privada de mi libertad, es algo a lo cual todavía me estoy acostumbrando”. Tener que comer cuando se le dice, no poder ir a donde desee es algo que le causa frustración. Está constantemente extrañando a su esposo, es y será el amor de

su vida, pero sabe que tiene que seguir adelante; sin importar qué tan dura es la batalla, ella siempre logra encontrar la fuerza para no derrumbarse ante los momentos más duros de la vida. No puede ver a su hija tanto como quisiera, la manera en la que se comunica con ella es por medio de llamadas, a las cuales tiene acceso únicamente los fines de semana. Ese tiempo es suficiente para recargarse de energía positiva.

“Soy muy afortunada de contar con el apoyo incondicional de mi familia”. Hasta el día de hoy sigue manteniéndose fuerte porque sabe que aquí afuera hay gente que la ama con todo su corazón. Sus hermanos, su hija y todos sus conocidos están para brindarle apoyo. Su hija es lo que más extraña pues dice que es la luz de sus ojos. Sabe que está en buenas manos, ya que se encuentra viviendo con uno de sus hermanos, donde le están dando amor y protección.

***

Karen fue enviada a la Cárcel y Penitenciaría de Acacías. Los primeros días fueron los más difíciles, no conocía a nadie y no tenía muy claro cómo funcionaban las cosas

en ese lugar. Lloró mucho en las primeras noches, pues todo se le hacía muy extraño y sintió el verdadero golpe de la soledad. Los primeros días no tuvo mucho apetito, se sintió desanimada de todo.

Afortunadamente, con el paso de los días, empezó a charlar con sus compañeras de celda. La hicieron sentir un poco más cómoda, le explicaron todo sobre el lugar que se convirtió en su nuevo hogar. Los días pasaron y poco a poco fue formando amistades y se empezó a familiarizar con todo lo que la rodeaba.

Hasta el día de hoy, Karen no pierde la fuerza de voluntad. Trata de siempre mostrar el mejor rostro posible ante la vida; dentro de todo, logra mantenerse lo más cómoda en lo que es su nueva vida en la prisión. Aunque la rutina sea algo que la haga sentir agobiada constantemente, tiene la esperanza de ser mandada a su casa para cumplir prisión domiciliaria. Espera que por su buena conducta le sea concedido ese deseo, que pueda volver a compartir con su hija y recuperar esa pequeña parte de libertad. Para poder así dejar sentirse atrapada en la rutina.

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El primer encierro

Rezagadas habló con un guarda de seguridad del Insti tuto Nacional Peni tenciario y Carcelario (INPEC). La fuente, a quien protegeremos su iden tidad, contará su cotidianidad y las condiciones de las presidiarias.

Los martes y jueves se reciben elementos para los presos privados de la libertad (P.P.L.), y los sábados se permite que les entreguen alimentos en envases transparentes. No se reciben bebidas negras, lácteos que necesiten refrigeración, ni enlatados. Algunas frutas están permitidas, menos aquellas en la que se puedan “encaletar” sustancias psicoactivas. Estos elementos serán requisados por un canino de turno y otro de explosivos, para evitar ingreso de elementos prohibidos.

Así es el día a día en un centro de reclusión contado por un guardián del INPEC.

Rezagadas: ¿Qué se requiere para introducir a una presidiaria?

Guardián: El investigador del C.T.I. debe traer una solicitud de custodia, una orden de captura, el documento de identidad original y la copia, así como el carné de vacunación de Covid-19.

P: ¿Hay algún tipo de audiencia luego del ingreso?

G: Al día siguiente de su entrada, se lleva al P.P.L. a la audiencia de legalización e imputación. Por último, se le da medida de aseguramiento.

R: ¿Cómo son los espacios de las presidiarias?

G: Se les suministra alojamiento: una colchoneta, una almohada o cobija. La sala de paso, que es el lugar donde permanecerán antes de ser trasladadas a la cárcel, tiene ducha y televisor. Diariamente, se les da su hora de sol en el patio y sus tres comidas diarias.

R: En medio de su condición como presidiarias, ¿a qué tienen derecho?

G: Todos los días tienen derecho a comunicación. A las 14:00 y a las 18:00, se les dan cinco minutos para que hablen telefónicamente con sus familiares o con su abogado.

Su celda 14 | |DICIEMBRE 2022

Desprisionalización por cuenta propia

Las mujeres privadas de la libertad se enfrentan no solo a prisiones físicas y sociales, también a las mentales. ¿Qué puede salvarlas? Los juicios tala dran sus cabezas, los recuerdos intentan volverse realidad y los anhelos se convierten en su tesoro más preciado.

La salud mental en Colombia es un tire y afloje. Mientras algunos la consideran vital, otros la catalogan como una excusa para no rendir, y al final de cuentas, solo aquellos que se han sentido rotos reconocen que es uno de los aspectos más

importantes en el desarrollo del ser humano. Si bien es cierto que diariamente los individuos se ven expuestos a situaciones que traen consigo diferentes cargas emocionales, lo que a su vez provoca que sea difícil mantener una estabilidad emocional, también es cierto que varios factores externos pueden ser determinantes en este ámbito: la familia, el círculo social, las relaciones personales y amorosas, el trabajo, el estudio y el hogar.

Las mujeres privadas de la libertad no son ajenas a esta lucha. Al momento de ingresar al establecimiento de reclusión deben someterse a un proceso llamado prisionalización, que se da cuando no tienen la capacidad de adecuarse y afrontar “su nueva vida”, las condiciones dentro de la cárcel y, también, el hecho de estar lejos de su realidad y su familia. Como consecuencia,

pueden verse expuestas a cargas emocionales, cognitivas y sociales demasiado altas, dando lugar a problemas o trastornos psicológicos: cuadros de ansiedad, depresión, esquizofrenia o suicidio.

Para mediados de 2020 —según la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios (USPEC)—, había 71 especialistas encargados de prestar atención psicológica a 7822 mujeres recluidas en 49 establecimientos carcelarios, lo que ni siquiera equivale a un 1%. Por otra parte, la tasa de suicidio ya supera el 13% y entre las principales causas se encuentra el no acceso a

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⍄ POR SARA DANIELA IBAÑEZ PITA
“… ESPERO, ALGÚN DÍA, IR CAMINANDO POR LA CALLE, PODER DECIR ‘¡HOLA, FEBRERO! ¿CÓMO ESTÁS?’, Y AGRADECERLE POR TODO LO QUE ME ENSEÑÓ”.

visitas familiares o conyugales y la imposibilidad de ver a sus hijos. Estas cifras revelan que tanto el Estado como el INPEC no han prestado la atención que requiere esta problemática, están abandonadas y esta es una lucha de ellas: su proceso de desprisionalización es algo que tienen que hacer por su propia cuenta.

Diana Britto y Victor Delgado, psicólogos de la Universidad de los Andes, participaron en un proyecto de la Facultad de Psicología de ese centro educativo dentro de la Cárcel El Buen Pastor, en el que durante seis meses realizaron actividades de atención psicológica y escucha, así como talleres de aprendizaje en donde las mujeres podían aprender ciertas habilidades y herramientas que les permitieran resocializarse más fácilmente. Fue gracias a esta práctica que ambos tuvieron la posibilidad de desprenderse de sus propios juicios y conocer las historias que había detrás de una condena o un número de serie.

Doce mujeres, doce vidas, doce familias y doce voces. Este era el grupo que dirigía Diana, a quienes nombró según los meses, de Enero a Diciembre. No tenía conocimiento sobre los cargos por los que eran acusadas o habían sido condenadas y no sabía si querían hablar o callar, sólo que estaba ahí para brindarles un espacio nuevo, seguro y para ellas; estaba ahí para escucharlas y para que, mediante las palabras, ellas sanaran un poco. Al principio tuvo miedo —hasta el punto en que, durante su primera visita, llegó sin joyas, accesorios o ropa llamativa— porque no sabía a qué se enfrentaría dentro

A PESAR DE TODO ESO, ELLAS SIGUEN LUCHANDO Y BUSCANDO EN CADA RINCÓN UN SALVAVIDAS

de la cárcel y si aquellas mujeres estarían dispuestas a participar en los espacios destinados.

Al principio, acudieron a las reuniones como algo que hacía parte de la rutina y que, a fin de cuentas, necesitaban para disminuir su condena, luego se convirtió en un momento en el que podían hablar, reírse, disfrutar y ser escuchadas. Poco a poco se dejaron de lado las charlas sobre peluquería de caninos o bordados, cobró más importancia el desahogo y la posibilidad de contarle a alguien sobre sus emociones, sus sentimientos, sus temores y sus sueños. Ese espacio se volvió el refugio para esas mujeres y un tesoro para Diana, quien afirma “… espero, algún día, ir caminando por la calle, poder decir ‘¡Hola, Febrero! ¿cómo estás?’, y agradecerle por todo lo que me enseñó”.

Es imposible ocultar que las condiciones allí dentro son deplorables: el estado de las instalaciones, la atención médica y la falta de comida eran situaciones que las empujan al límite y las llevaban a buscar una “salida fácil”. ¿Qué más pueden hacer? Cada vez que intentan hallar paz, se atraviesan por sus mentes los recuerdos de la libertad o, al menos, el mundo afuera de un cuadrado gris claro por gris oscuro. Sus familias y sus

hijos están lejos, el sol es un personaje de cuento de hadas y la incertidumbre que les genera salir y ser rechazadas por la sociedad las mantiene encerradas en una celda invisible y mucho más fuerte que el hierro.

A pesar de todo eso, ellas siguen luchando y buscando en cada rincón un salvavidas, algo que las ayude a mantenerse vivas y las motive a salir de ahí y demostrarles a los demás que son más que presas.

Algunas encuentran su fuerza en sus hijos, en su pareja o en Dios; encuentran valor en cartas, promesas o versículos; se encuentran a sí mismas y a las demás en medio de patios y celdas que buscan hacerlas ver como iguales: perdidas, culpables y rezagadas.

Ellas han tomado el poder en sus mentes, el poder de decirles “¡NO!” a quienes las enjuician sin conocerlas, de gritarles “¡NO!” a la ansiedad y la depresión, el poder de desprisionalizarse por sí mismas.

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C ndenada a

vivir sin ti

En Colombia, miles de mujeres se encuentran privadas de su liber tad. Ellas dejan de ser vistas como madres, hijas, hermanas y esposas; ahora únicamente son reconocidas como pre sidiarias. Junto a ellas, sus familiares sufren la misma sentencia.

Ala entrada de la cárcel de mujeres El Buen Pastor, en Bogotá, encontramos a Artemisa*, una madre que como muchas otras llega un domingo al mes con el alivio de poder ver a su hija, así sea por tan solo un par de horas. Si bien, a pesar de las circunstancias, ella posee los ingresos para ayudar a que su hija viva lo mejor posible su encierro, cuando llega el momento de partir nuevamente esa corta sensación de consuelo se disipa al dejar a nuevamente en el encierro: “A uno se le

destroza el corazón de ver que sale y deja a su familiar acá”.

Además del dolor de estar lejos de su hija, Artemisa debe trabajar arduamente por cuidar de las nietas a su cuidado, una niña de tres y una adolescente de 14; aunque las menores cuentan con la ayuda económica de su padre, siempre han vivido con su madre y eso hace aún mayor el peso de su ausencia. Pese a que la situación académica y social de sus nietas no se vio afectada con la condena, Artemisa siente un nudo en la garganta cada vez que la menor pregunta por

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qué su madre no puede volver a casa, pues por su corta edad se le ha dicho que su madre se encuentra trabajando en la cárcel. Así es como en las pocas visitas que ha podido asistir la niña, ruega a su mamá porque vuelva a la casa: “Mamita, yo no quiero que tú trabajes más acá, yo te necesito”.

Aunque ella se presenta en su día a día con la frente en alto y da lo mejor en su trabajo para apoyar a su hija y nietas, Artemisa no puede evitar sentirse atrapada y que una parte de su corazón se encuentra confinado con su hija. “Se siente uno igual que ellas, prisionero, es decir, atado a todo. Porque uno sonríe en su hogar, sonríe en su trabajo, pero el dolor de ver esa persona adentro es lo más cruel”. Para Artemisa, el no tener la certeza del trato que recibe su hija, el no poder abrazarla cuando quiera, el tener que verla aislada de su familia dentro de un instituto, al que ella asegura, no pertenece, es la mayor tortura.

“SE SIENTE UNO IGUAL QUE ELLAS, PRISIONERO, ES DECIR, ATADO A TODO. PORQUE UNO SONRÍE EN SU HOGAR, SONRÍE EN SU TRABAJO, PERO EL DOLOR DE VER ESA PERSONA ADENTRO ES LO MÁS CRUEL”

y los abusos de poder de los guardias, y si bien ella entiende que por el perfil de algunas de las mujeres se debe tener cierta firmeza, de igual manera asegura que “a la gente que es gente hay que tratarla bien”.

de las mujeres que comparten con su hija, entendió que hay que aprender a escuchar. Por eso que invita a ir más allá y entender por qué una persona se encuentra confinada antes de hacer cualquier comentario.

Con esta pesadez en el corazón, Artemisa debe continuar su vida diaria y trabajar arduamente, pues ha invertido una gran cantidad de su salario en el caso de su hija. Incluso al inicio contrató una psicóloga forense para estudiar la posibilidad de casa por cárcel, sin embargo, la jueza negó la petición. En los días de visita se apena por la manera en que la autoridad trata no solo a las presidiarias sino también a los familiares que llegan a visitarlas; le apena escuchar la mala calidad de los alimentos

Esto es lo único que ella pide del Estado, un trato respetuoso, pues además del peso mental y emocional de la situación, llegar y que los guardias te traten como menos es verdaderamente tormentoso. Afortunadamente su familia y entorno social han sido muy comprensivos; sin embargo, afirma que los comentarios en redes sociales son destructivos.

“La forma en la que desprestigian a un ser humano... no hay derecho, ellos no tienen derecho a desprestigiar un ser humano hasta que no tengan argumentos. Las redes sociales destruyen a las personas, su integridad y a su familia entera”.

Ella ha presenciado cómo se tacha de criminales a todo tipo de personas sin conocer su realidad, y afirma que es un error que llegó a cometer, pero al escuchar las historias

*El nombre de la entrevistada ha sido cambiado por protección de su identidad.
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una lucha

Hay historias que se cruzan aún sin conocerse. Este es el caso de tres mujeres que experimentaron la reclusión desde distintos ángulos, y ahora le apuntan a una nueva perspectiva: el abolicionismo.

Entrañas 20 | |DICIEMBRE 2022
⍄POR PAULA ANDREA BARACALDO

Las salas transitorias de detenidos (más conocidas como calabozos) acogen en su interior a las personas que aún no son llevadas a audiencia, e incluso a las que ya la han tenido y todavía no reciben una condena. Allí permanecen de tres a seis meses mientras les asignan un centro carcelario definitivo.

Margarita*, que trabajó tanto tiempo en la seguridad de dichos centros, conoce a la perfección la realidad de las cautivas: hacinamiento, violencia interna, falta de clasificación de delitos y vulneración de derechos. Además, en los 132 establecimientos que se tienen en Colombia para cumplir las condenas y ejecutar las penas de prisión -e incluso afuera, tras las paredes-, no se implementan estrategias que prevengan una conducta delictiva. ***

“En los programas de Gobierno no hay una reinserción real”, asegura Margarita.

Siempre pensó que las actividades que hacían parte de los programas de resocialización debían tener horarios, una vigilancia, un control por parte de la autoridad que guiara el trabajo de la presidiarias; que

ofrecer educación luego de salir no tenía sentido si la sociedad se encargaba de olvidarlas mucho antes de transgredir una norma, una costumbre.

“Muchas de las personas que están internadas en las cárceles lo que tienen son familias, personas, hijos, parejas por las cuales responden… pagos de arriendo. O sea, tienen que sobrevivir cada día. Si no hay una garantía de oportunidades, salen y ven más fácil delinquir. ¿Resocializar cómo?”, se pregunta.

DE JUSTICIA RESTAURATIVA, MINORÍAS Y TERTULIAS

Marcela Gutiérrez Quevedo es abogada de la Universidad Externado de Colombia, especializada en Derecho Penal en la Universidad París II, con maestría en Política Criminal Derechos Humanos en París X y un doctorado en Francia en la Universidad d’Artois en Derecho Público. Una de sus tesis fue realizada sobre antropología y pluralismo jurídico con base en un estudio de caso de la comunidad Wayuu en Colombia. Actualmente es directora del centro de investigación de Política Criminal y de la Cátedra UNESCO en el Externado. ***

La criminología es tratar de entender un poco la construcción del delito y del castigo. Lógicamente, los sistemas de castigo –y el que más se ha generalizado– es el de la cárcel, las prisiones. A partir de ahí y de los estudios teóricos, que son válidos, es importante hacer trabajo

empírico. Así lo explica la doctora Marcela.

Tuvo algunos cargos en el Ministerio de Justicia, y en ese momento pensó “esta es la oportunidad de entrar a todas las cárceles del país”. Estuvo… o mejor, está en muchas cárceles con dos programas: ‘Tertulia literaria’, con varios libros que se han publicado, y ‘Proyecto de interculturalidad’, con indígenas privados de libertad. Lleva casi 12 años “trabajando allá e investigándolo acá”.

En el trabajo de campo con algunas comunidades indígenas, entendió que todo hacía parte de un empoderamiento: que los indígenas conocieran un poco, pues hablando con los líderes de los resguardos, gobernadores, curacas, entendió hay una cantidad de obstáculos para que se cumplan las justicias propias.

El problema más grande, según su experiencia, es que hay que traer a los jueces de la República para que conozcan que la condición indígena, y a las autoridades ancestrales hay que aclararles también las sentencias de la Corte Constitucional.

Aunque a los citadinos les asuste, la posibilidad de cortar el problema de raíz por medio de la reparación existe.

El encierro no le da garantías a nadie: la víctima no recibe nada, al victimario le violan los derechos, y la sociedad sigue y sigue violenta.

“En la mayoría de los pueblos existe una justicia restaurativa, una que acude al diálogo; todo se resuelve con elementos de la naturaleza, con un sabio que dice qué es lo mejor para esta persona. No es un problema individual sino colectivo, y eso necesita una armonización social”, explica Marcela.

Entrañas DICIEMBRE 2022 | | 21
“EN LOS PROGRAMAS DE GOBIERNO NO HAY UNA REINSERCIÓN REAL”, ASEGURA MARGARITA.

ABOLICIONISMO PARA FLORECER

A María* le emitieron una orden de captura exactamente cinco días después de haberse graduado de la Universidad. En noviembre de 2021, haciendo ventas y cuentas, uno de sus clientes le pagó a través de Nequi con fondos que, más tarde, las autoridades comprobaron como resultado de un fraude a Bancolombia por compras y devoluciones ficticias. Estuvo su primer mes en una celda de la estación de Policía de Mosquera, diez meses en la Cárcel Distrital y un día en el Buen Pastor. ***

Fue mamá a los 16 y, para pagarse la carrera, vendía mercancía —no, nada ilegal—, con eso ayudaba a cubrir los gastos. La historia del ‘delito’ es completamente larga y confusa,

tanto que ni ella misma lo entendía hasta que llegaron las audiencias (que duraban de 36 a 40 horas). Su caso vinculaba casi a 300 personas y, entre las primeras 20 capturas, estuvo ella.

“Paula, ¡ese era un caso que involucraba hasta a la mafia rusa! Parecía de película, te lo juro” —se reía mientras hablábamos por el teléfono.

Recuerda que la llevaron a una estación de Policía en Mosquera y pensó que iba a salir rápido porque no había pruebas en su contra. Pasó un tiempo y a los hombres involucrados les otorgaron prisión domiciliaria, mientras que María sentía que el ahogo y la ansiedad la consumían tras las rejas.

Inicialmente estuvo con 16 mujeres en una celda (algunas por tráfico de drogas, otras por hurto y una por asesinato). Le decían ‘La gomela’ por su aspecto y su forma de hablar. La primera noche durmió en un pedazo de colchoneta sin poder moverse.

***

“Me dijeron que como yo era estudiada, profesional, ‘acaudalada’, podía torcer a los jueces. Yo escuchaba a la fiscal y prácticamente decía que Pablo Escobar era un pendejo al lado mío”, recuerda.

Es imposible que olvide lo lacerante y humillante de

Entrañas 22 | |DICIEMBRE 2022
“ME DIJERON QUE COMO YO ERA ESTUDIADA... PODÍA TORCER A LOS JUECES. YO ESCUCHABA A LA FISCAL Y PRÁCTICAMENTE DECÍA QUE PABLO ESCOBAR ERA UN PENDEJO AL LADO MÍO”, RECUERDA.

las visitas: cada ocho días, esposada a una silla, recibía a su mamá —que hacía filas desde la tarde anterior para visitarla una hora—. A su hijo no lo vio durante todo el tiempo que estuvo lejos de casa; se perdió su grado de bachillerato y no lo pudo enviar a Canadá para que comenzara sus estudios universitarios. Quebró por los altos costos que el caso le demandaba judicialmente (y por aquella abogada que jamás apareció luego de haberle cobrado).

Recuerda perfectamente que el único día que pasó en El Buen Pastor sintió que le arrebataron la esperanza en la humanidad. Los guardias comenzaban peleas y, de algún implemento de aseo tan básico como una toalla higiénica, sacaban negocio; los baños le provocaban náuseas por el estiercol acumulado; el aspecto de la comida le dejaba un mal sabor aún sin probarla.

Aún así, María dice que corrió con suerte, con esa

misma con la que muchas otras no cuentan. Un grupo de abogados sacó su caso adelante, y luego de estar casi un año encerrada —sin condena alguna— probó su inocencia y pisó las calles otra vez.

Antes de las rejas siempre fue una mujer consecuente y consciente. Luego de haberse adentrado en las historias de sus compañeras, y vivirlo en carne propia, su discurso se dirige firmemente a quienes se

sienten superiores por no haber pisado una cárcel jamás.

“Para que tú florezcas te tienen que respetar. Para que tú florezcas te tienen que enseñar a pensar, a sentir. Pero nadie florece en medio del odio, y no es posible resocializar a quien nunca le han permitido tan siquiera intentarlo”.

*Los nombres de dos de las entrevistadas han sido cambiado por protección de su identidad.

Entrañas DICIEMBRE 2022 | | 23
RECUERDA PERFECTAMENTE QUE EL ÚNICO DÍA QUE PASÓ EN EL BUEN PASTOR SINTIÓ QUE LE ARREBATARON LA ESPERANZA EN LA HUMANIDAD.
NO ES POSIBLE RESOCIALIZAR A QUIEN NUNCA LE HAN PERMITIDO TAN SIQUIERA INTENTARLO.

ILUSTRACIÓN / HANNAH BOTERO

Hoy, hay casi 6 700 almas que aún no han podido florecer.

“Para que tú florezcas te tienen que respetar. Para que tú florezcas te tienen que enseñar a pensar, a sentir. Pero nadie florece en medio del odio...”

Fugas de tinta

El equipo de Rezagadas extrajo dos textos del libro “Fugas de Tinta 8: crónicas, cuentos y testimonios desde la cárcel”. En medio del encierro, la libertad se apoderó de los lápices. “

Yo era tan solo una niña cuando empezó mi sufrimiento porque me hizo falta el calor y el amor de mi padre. Nunca lo conocí y esto me afectó harto. Me quedé con el calor de una supuesta mamá, ella era todo para mí. Pero todo empezó a fallar cuando un mal hombre abusó de mí. Cuando se lo conté a mi madre, lo único que hizo fue golpearme. Yo tenía tan solo 5 años y eso me entristeció en todo el sentido de la palabra. Ya con el pasar del tiempo fui creciendo y mi mamá empezó a venderme a todo borracho que se le presentaba por unos cuantos pesos. Estuve a punto de enloquecer con todo lo que me estaban haciendo y tenía mucho rencor en mi corazón y aún tengo mucha rabia por todo el daño que me causaron. Crecí y me fui de la casa con tan solo 10 años.

Ya no quería estar más en el infierno donde me encontraba. Comencé a recorrer las calles hasta que encontré una señora que me llevó para su casa a trabajar, pero ella me maltrataba. Estaba tan desesperada con lo que me pasaba que intenté suici- darme. Yo tenía 15 años cuando empecé a ejercer como trabajadora sexual hasta que conocí a un hombre del que me enamoré y me sacó de ese sitio. Me fui a vivir con él y quedé embarazada. Todo fue muy bonito hasta que me llevó a conocer a su familia. Casi me muero, pues resultó que él y yo éramos primos y ninguno de los dos lo sabíamos. Ya no pudimos hacer nada porque venía un bebé en camino. Me dio mucha rabia y me dolía, pero no podía dejar a mi hijo sin padre. Entonces seguimos juntos. El caso es que de esta relación quedaron tres hermosos hijos, me separé de ese hombre porque era una

persona borracha y agresiva todo el tiempo. Tenía ocho días de haber dado a luz cuando llegó borracho y me golpeó hasta que me dejó en estado de coma. Cuando desperté en un hospital sin mi hija, con un poco de cables en todo mi cuerpo, habían pasado 6 meses de estar en esa cama tirada como un perro. Cuando me dijeron en dónde estaba le cogí mucha rabia. Él me había quitado la opor- tunidad de darle pecho a mi hija y de verla crecer. Me quitó todo el amor que yo le pude dar a mi bebé tan pequeñita. Cuando salí del hospital me fui para Faca y ahí empecé a rodar con mi hija y a llevar del bulto. Entonces fue cuando llegué al punto de vender drogas y por eso llegué a la cárcel”.

Mi gran amigo Pelusos

Por Angélica Caballero Moreno

Acomienzos de los 80 era costumbre en las empresas dar desayunos a los hijos de los empleados al final del año. Había fiesta, comida, animadores, juegos, niños y juguetes. Adpostal se caracterizaba por dar buenos regalos, entre ellos el mejor: Pelusos. Recuerdo que una niña lloraba porque le habían dado a Pelusos, pero yo lo encontré atractivo desde que lo vi con su cara de malo, su cabeza pelada con unos chichones que simulaban pelo, ojos saltones con mirada perdida, barrigón, cuerpo de enano. Era realmente feo, pero a mí me parecía lindo y al ver a esa niña inconforme decidí cambiar mi muñeca.

Tengo dos hermanos menores y los tres conformamos una banda. Yo, la mayor, era la jefe de la banda y, por supuesto, Pelusos era mi hombre de confianza.

Nadie lo quería, mi hermana le cortó sus deditos y le rayó la cara, se veía realmente malo. Yo

lo amaba, le diseñaba ropa, lo bañaba y lo bauticé cuatro veces. Él tuvo muy buena vida al lado mío. Las misiones de la banda eran vigilar el pan del desayuno, inventar bailes y cosas así. En nuestras rondas de vigilancia las armas de dotación eran Pelusos, un bate de béisbol y una capa.

Los golpes más contundentes venían de Pelusos, pero a todo superhéroe le llega su hora de jubilación. Como nadie lo quería, un día de aseo general que yo no estaba, mi mamá lo botó. Lo busqué por el barrio pero fue inútil, nunca lo vi. Escarbé la basura y no lo encontré. Yo creo que debe estar en otra casa cuidando a otra niña como yo. Pelusos será parte de mis mejores recuerdos y sé que si él pudiera yo también sería parte de los suyos”.

Programa

Primer cuento:

Reclusión

Segundo cuento: Huila

Establecimiento

Créditos: Fugas de Tinta 8. Crónicas, cuentos y testimonios escritos desde la cárcel. Libertad Bajo Palabra Relata, Red de Escritura Creativa 2015 Bogotá de Mujeres Bogotá. El Buen Pastor. Director de taller: Camilo Igua. Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Neiva Director de taller: Betuel Bonilla

Yo fui esa REBELD

Marta se entregó voluntariamente a la Policía el día que ase sinó a su hermano. Su familia estaba confundida y su res piración se cortaba con cada pensamiento que le aturdía la mente. Pero luego de escuchar el estruendo que su celda de metal provocó al cerrarse, por primera vez en mucho tiempo sintió la paz que el resto del mundo le había roba do.

Los problemas de violencia intrafamiliar en la casa de Marta Álvarez eran cada vez más desenfrenados. Hacía ya bastante tiempo que su hermano menor, adicto a las drogas y al alcohol, había perdido cualquier control sobre sí, convirtiendo su entorno en un infierno de tiempo completo.

Muchas veces intentó que la escucharan. “Nos violaba el derecho a la paz, a la tranquilidad. Pusimos una tutela (…) no sé si es porque soy mujer, pero fallaron en mi contra y me dijeron que si tenía esa clase de problema, la que debía irse de la casa era yo”. Y sí, lo pensó más de una vez, cuando ni siquiera el cura del pueblo le quiso tender la mano.

No le quedó de otra: hizo sus maletas y se fue a la casa de su hermana en Pereira, pero al día siguiente tuvo que regresar

SÉ SI ES PORQUE SOY MUJER, PERO FALLARON EN MI CONTRA...”

por una reunión con algunos políticos en Santuario.

“Yo llegué y él estaba drogado, tomado… de todo. Le dije a tres policías que por favor subieran a la casa y se lo llevaran mientras se le pasaban los efectos; me dijeron que no podían, que esa era la casa de él. Les dije: es mi casa también”.

2022: Santuario, Risaralda –Bogotá, D.C. (Vía internet)

“Mi reacción fue tan fuerte como lo que yo sentí que él me hizo a mí”. Marta se

Entrañas 28 | |DICIEMBRE 2022
“NO

detiene cuando llega a esa parte de la historia que tanto le cuesta recordar. Cierra los ojos tratando de reorganizar el episodio en su mente sin que eso la quiebre de nuevo. ***

Tiempo después, fue a ella misma a quien le negaron una visita conyugal. Amar era la cadena más pesada que arrastraba, la misma que la impulsó a terminar su relación: “ella tenía derecho a hacer su vida por fuera, si la mía estaba ahí dentro”.

En un viaje a Manizales –cuando ella tenía apenas 13 años–, una muchachita la besó. Era su primera vez besando a otra mujer, pero le gustó; sintió que era lo que quería y eso bastaba para que estuviera bien. Luego de las vacaciones les contó a sus amigas del colegio lo que había sucedido. ¿El resultado? Fue expulsada una semana después.

A los 19 años emigró a Boston, que le regaló un aire menos denso y mucho, muchísimo más gay; no lo hizo precisamente buscando “mejores horizontes”, sino por las constantes amenazas que había recibido en Santuario por declararse abiertamente lesbiana. Cuando volvió a Colombia le pareció inconcebible que la discriminación le pisara los talones todavía. ***

1994: Cárcel La Badea, Dosquebradas, Risaralda

Había una interna que había estado en el calabozo casi seis meses por haber besado a otra mujer en la prisión. Marta había leído el Código Penitenciario, sabía que lo máximo eran tres meses y la causa no precisaba muestras de afecto con otras reclusas.

La memoria de aquella niña de 13 años la sacudió y comenzó su lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ intramural. Fue trasladada 17 veces por el caso que había llevado hasta la Defensoría del Pueblo del Eje Cafetero; jamás imaginaron que la Corte Interamericana de Derechos Humanos aceptaría su demanda, presentada en el 96. Únicamente cumplió diez de los 33 años de condena establecidos. Tuvo algunas novias —que, en su mayoría, se llamaban igual a ella—. Sonríe con nostalgia cuando dice “es la historia de las Martas, porque hasta mi abogada se llamaba así (…) yo, aunque estaba privada de la libertad, tuve el espíritu libre”.

Hace cinco años hubo un fallo a su favor: el Estado firmó un acuerdo y se modificó parte de reglamento interno para garantizarle los derechos a la población de la comunidad dentro de la cárcel, y hasta publicó un libro, que, en realidad, fue su diario durante todo el tiempo que estuvo reclusa: Mi historia la cuento yo.

“AHÍ VA LA AREPERA QUE MATÓ AL HERMANO. AHÍ VA LA ASESINA”

***

“Ahí va la arepera que mató al hermano. Ahí va la asesina”, le gritaban algunos mientras caminaba otra vez por las calles de Santuario.

No celebra lo que pasó, pero tampoco se condena. Aprendió a amar la soledad, a echar raíces, y de vez en cuando sabe arrancarlas también. Hay quienes, sin conocerla, la saludan y le agradecen por darles el valor suficiente para salir del clóset, para hacer sus transiciones, para alzar su voz. Sabe que hay gente que la quiere, otra que la desprecia por su pasado –que lleva cosido a su presente–.

Hoy, con orgullo, Marta Álvarez puede decir: “yo fui esa rebelde”.

HOY CON ORGULLO, MARTA ÁLVAREZ

PUEDE DECIR: “YO FUI ESA REBELDE”

Entrañas DICIEMBRE 2022 | | 29

¡SIGUEN AQUÍ!

¿Segundas oportunidades? ¿Existen o son inventadas para ocultar el egoísmo humano? La respuesta podría ser inconclusa, sí. No obstante, existe un grupo de mujeres que podría encontrarla, aquellas que, después de haber estado encerradas durante meses o años, salen al mun do a buscarlas y se rinden en el intento.

El término resocialización ha sido utilizado para diferentes fines y puede transformarse de acuerdo al contexto. Nosotros lo entendemos como la promesa entregada a la sociedad, esa que dice que las personas privadas de la libertad pueden recuperar su vida luego de ‘pagar por sus delitos’, la misma que convence a quienes son libres de que aquellas que han sido culpables pueden ser inocentes nuevamente.

Esta dualidad es la causante de varios cuestionamientos y conflictos: ¿quiénes merecen la resocialización? ¿Alguien que ha cometido un delito tiene la capacidad de reintegrarse en la sociedad y cumplir su rol de ciudadano ‘correctamente’? ¿Quiénes deben garantizar que este proceso se cumpla? Cuando llega el momento de dar una respuesta y evaluar las partes que intervienen y su responsabilidad, la mesa se queda vacía y se genera un desprendimiento colectivo.

Ahora bien, este es uno de los principales obstáculos que se encuentran las mujeres privadas

de la libertad antes y después de salir de la cárcel. Si bien es cierto que algunas tienen la posibilidad de aprender nuevas habilidades estando allí dentro, lo que les permite reducir su pena, también es cierto que estas estrategias se vuelven inútiles en el momento en que la sociedad libre las rechaza, las deja atrás y, de una u otra forma, las obliga a reincidir en el mundo delictivo.

Para las pospenadas, el reintegrarse a una sociedad que no ve más allá de una sentencia impuesta años atrás es un desafío de toda la vida. Ser tachadas por un juicio que no reconoce su transición personal y cómo han mejorado para adentrarse nuevamente al mundo, hace que encontrar trabajo sea una tarea casi imposible. En Colombia no existen políticas públicas para la atención a esta población por delitos comunes, cuentan únicamente con el apoyo de sus familias y, en algunos casos, pequeños programas y organizaciones. Sin embargo, existen casos como el del

oportunidades 30 | |DICIEMBRE 2022
Segundas

PRESAS ASESINAS

D ELINCUENTE S CULPABLES LOCAS PERDIDAS

LADRONAS

programa Casa Libertad, que impulsa su contratación entre las empresas, aunque la realidad aturde: después de tres años de ser creado, sólo el 0.3% de las 735 empresas sensibilizadas accedieron a contratar a población pospenada.

Dado el desinterés social por la situación de estas mujeres, esta problemática se ha convertido en un voz a voz tanto de las privadas de la libertad, como las pospenadas y sus familias. Como consecuencia, han llegado al punto de resignarse, debido a que la sociedad se encarga de recordarles que son responsables de su situación y sólo ellas pueden salvarse. Es en este discurso de autosuperación donde la masa esconde la inequidad de posibilidades, ya que deja de ser la responsabilidad del Estado y se convierte en una prueba de supervivencia.

Al ser marcadas por su paso en la cárcel, los empleadores no se molestan ni siquiera en escuchar su historia; su nivel académico y experiencia laboral pasan a segundo plano, ya que la mayoría considera que, más allá del peso del crimen, son incapaces de abandonar sus conductas delictivas. No obstante, lo que ellos no se dan cuenta es que el único motivo de reincidencia es la falta de empleabilidad. A causa de esto, nace la necesidad de buscar espacios en los que adquieran un mínimo de equidad; algunos surgen de la mano del Estado y otros de forma independiente, convirtiéndose así en las únicas puertas abiertas para aquellas que quieren hacer de su vida algo más que una condena.

Dentro de este grupo de entidades es posible encontrar a fundaciones como Acción Interna, Movimiento Cárceles al Desnudo, Confraternidad Carcelaria de

Colombia y Libera. Las tres primeras son completamente independientes y lideradas por una o más personas; por el contrario, la última pertenece al Área de Atención y Tratamiento del INPEC, encargada de promover y realizar actividades dentro y fuera de la cárcel.

Libera fue fundada en 2011 con el propósito de que su producto reflejara el trabajo de educación/acción con la personas intramurales y pospenadas. Rezagadas habló con Ariel Cohen, su gerente y subdirector de Desarrollo de Habilidades Productivas, quién habló acerca de la creación de la marca, cómo se dio inicio al proyecto, con qué objetivo se planteó y de qué forma funciona.

Libera tiene dos misiones como organización: atención y tratamiento penitenciario; de aquí se derivan cuatro brazos, que son cada una de las subdirecciones que proceden del cuerpo de vigilancia. El primero es un tema psicosocial; el segundo, de salud; el tercero, educativo; y el cuarto, de habilidades productivas; cada uno de ellos tiene una función específica para prestar atención y tratamiento.

“La atención es lo mínimo que le debo dar al privado de la libertad para garantizar la vitalidad”, dice Cohen. Dentro de esta misión se contrata a los pospenados para trabajar en dos puntos de venta exteriores y por venta informal. La intención es que, por medio de sus vivencias, la pospenada conecte los productos con una narrativa que demuestra las problemáticas de la resocialización y motive a los posibles compradores a contribuir con la causa social que están apoyando.

SIN
ENFERMAS Segundas oportunidades 32 | |DICIEMBRE 2022
ALMA

También reconoce que llevar a cabo estrategias de resocialización funcionales es uno de los trabajos más difíciles; el presupuesto destinado es bastante bajo, lo que imposibilita las campañas de difusión de los productos en ferias. Sumado a esto, las pocas personas que tienen acceso a los almacenes principales piensan dos veces antes de comprar un producto que, frente a los otros, puede parecer genérico, común y algo costoso.

Algunos pensarían que esta estrategia funciona como una fachada del INPEC y que, en realidad, busca ocultar los delitos que se permiten al interior de los establecimientos, los abusos de los guardas y la corrupción. No obstante, estas especulaciones son inciertas y cabe resaltar que, aunque el sistema no es perfecto, actualmente es el único mecanismo que tienen las privadas de la libertad colombianas para vivir ‘dignamente’ dentro de la cárcel, pues para tener una canasta básica deben comprarle directamente al INPEC y enviar dinero a su familia.

Las presas son las encargadas de diseñar y fabricar su producto, y decidir el precio que tendrá; luego, sus familias y algunas pospenadas se encargan de comercializarlos en los puntos definidos; después, un consumidor efectúa su compra y paga lo pactado; y finalmente, ese dinero es regresado a las mujeres para que sea utilizado de acuerdo a sus necesidades.

Entonces… ¿La resocialización es una posibilidad o solo una promesa? Sería fácil decir que es una posibilidad y que existen

¿LA RESOCIALIZACIÓN ES UNA POSIBILIDAD O SOLO UNA PROMESA?

oportunidades adentro y afuera, sería fácil decir que cada individuo tiene la disposición de hacer su aporte en el proceso, sería fácil decir que el delito es tan odiado, que el anhelo por el bienestar es mucho mayor. Pero no es así. Aunque no sería más fácil, sería más real y honesto decir que sigue siendo un promesa, una promesa real y lejana para aquellos que anhelan nuevamente ser parte de la sociedad luego de haber cometido ciertos errores, una promesa que los convence de que no quedarán marcados por el resto de su vida.

¿De quién es la culpa? De todos. De los que se creen con el derecho de opinar sobre las decisiones y el futuro de alguien más, de aquellos que se ven a sí mismos como superiores por no haber vivido en un cuadrado de dos por dos, de aquellos que creen en las segundas oportunidades cuando les convienen, pero las niegan cuando no son para ellos.

Y… ¿en dónde quedan ellas? Aún existen. Y merecen una segunda o tercera o quinta oportunidad por el simple hecho de ser personas. Su reintegración no sólo depende de ellas mismas, también de sus familias, del Estado, de las empresas y de la empatía de quienes no han vivido lo que ellas sí.

¡SIGUEN AQUÍ! Y quieren tener las llaves de su vida.

Segundas oportunidades DICIEMBRE 2022 | | 33

En Colombia más de noventa y siete mil persona estuvieron en prisión y, para una mujer, el salir de la cárcel no significa necesariamente un cambio de vida. En conversación con Rezagadas, una pospenada nos cuenta su experiencia desde las pocas horas de su salida hasta sus éxitos más recientes.

Amapola

La protagonista de esta historia se puede llamar Lucía, Andrea, Carolina o Alejandra; pudo haber nacido en Bucaramanga, Montería, Medellín o Bogotá. Pero para nosotros se llamará Amapola* y ella, en medio de las tierras frías e infértiles de la cárcel El Buen Pastor, ha florecido con un color rojo vivo, brillante, con la capacidad de emanar espe ranza y nuevas oportunidades. Amapola estuvo algunos años encarcelada, años de encierro e incomodidades, de derechos vulnerados y relaciones fuer tes. Ahora bien, tampoco es

importante adentrarse en esos detalles, pues ya se encuentra libre de las pesadas cadenas de la reclusión.

Lo primero que Amapola sintió luego de verse fuera de la cárcel fue un vértigo incapaz de describir: vértigo de escuchar el ruido de los carros, de observar tanta gente; es algo así como un estado de ahogo e inconsciencia. Podríamos definirlo como esos momentos en los que pensamos en cual quier cosa y lo único que pertenece a este mundo es nuestro cuerpo, pues nosotros ya estaríamos relacionándonos con la mente. Ella, entonces, no se hallaba. Fue una sensación rara, como Amapola me lo describió cuando charlamos: en medio de la alegría de estar afuera, de ya no encontrarse hacinada entre las cuatro paredes de la prisión, también hay una sensación fea, rara.

Boleta de salida 34 | |DICIEMBRE 2022
⍄POR JUAN DAVID PÉREZ MARTÍNEZ

“En una cárcel, desde que uno entra en la primera puerta hacia adentro, cambia el olor del aire, cambia el ambiente, cambia absolutamente todo. Es como si uno entrara a un hueco oscuro”. Así que la cárcel, según Amapo la, es como un hueco con “olor a muerto, a cementerio”. Y en esa comparación, ella define a la sociedad, a la libertad, como la vida. Amapola estuvo marchita en su proceso de privación de la libertad. Cuando se reencontró con el mundo real, también lo hizo con ella misma. Recuperó parte de su vida.

Hay que regresar al hogar, buscar a aquellos que, con la misma ansiedad, esperaban encontrarse con ella después de tanto tiempo. Y ese fue el se gundo sentimiento: el de shock. Amapola seguía sin creerse su libertad; la había añorado por tanto tiempo que ahora la veía como un sueño.

Me explica esa sensación con otro contraste importante. Lle gar a la cárcel es todo lo con trario a un sueño. Es, más bien, una pesadilla. “Cuando uno sale, como que trata de poner los pies en la tierra y decir ‘sí, lo estoy viviendo, y todo esto ya es mi realidad. Ya todo lo malo quedó atrás’. Pero todo es un proceso”. Ella experimentó una fuerte ansiedad, me dijo. Está segura de que todas las pospe nadas sintieron lo mismo.

Pero las condiciones de la cárcel, la relación con uno mismo y la soledad, la hicieron fría, aislada. Y de esta misma manera vio su reencuentro con la familia. Cualquier persona sentiría una felicidad plena, y así lo pensaba cuando estaba cerca de llegar a su hogar, pero seguía sintiéndose rara. A pesar de todo, la responsabilidad de madre jamás se ha perdido y jamás se perderá.

Por nada del mundo volverá a separarse de sus hijos, de su madre, de su familia.

“Uno puede no tener nada, ni qué comer, pero la casa de uno es muy diferente a estar en una cárcel encerrada. La cárcel es terrible”. Amapola no sufrió de juicios. No la señalaron. No la etiquetaron por quien era o por su pasado. Tuvo la fortuna de llegar a un círculo social respetuoso y ama ble. Ella, de todas formas, entiende que corrió con la suerte de vivir en una comu nidad libre de tabúes de ese tipo. Pero sabe muy bien que hay otras mujeres pospenadas, tal vez en otros lugares del país o del mundo, que han sido discri minadas por su condición; y la sociedad, desafortunadamente,

no se toma el tiempo de ser comprensiva, ni de verlas como personas corrientes, del común.

No tardó mucho en sentir las secuelas de la cárcel. Al reencontrarse con su familia no sintió mucho, como ella me expresó: ansiedad y un senti miento raro. La cárcel no es más que un lugar frío, solo, a pesar de la multitud en los patios y de relacionarse con ciertas com pañeras de celda. “Uno en la cárcel se vuelve muy solitario. Entonces uno aprende a estar solo y a estar en su propio mun do. Y eso yo creo que me quedó para toda la vida”.

Antes, Amapola era muy enérgica y entregada a las personas; extrovertida, inquieta, confianzuda —aunque sigue siéndolo, pero luego de atravesar su zona de confort, de alcanzar un nivel de amistad cercano—. Hoy en día es una persona solitaria. “Es fácil comunicar me con los demás y toda la cuestión, pero ya no me gusta estar acompañada y cosas así. Ahora me gusta estar sola. No es desconfianza, aprendí a amar la soledad. Me hace feliz. Me permite estar tranquila”.

Hablando de aprendizajes, Amapola consiguió uno suma mente importante: no volver

AMAPOLA ESTUVO MARCHITA EN SU PROCESO DE PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD. CUANDO SE REENCONTRÓ CON EL MUNDO REAL, TAMBIÉN LO HIZO CON ELLA MISMA. RECUPERÓ PARTE DE SU VIDA.

Boleta de salida DICIEMBRE 2022 | | 35

a ser la mujer que entró a la cárcel. Se propuso que se iba a convertir en una mejor persona. La libertad le dio la oportunidad de aprovechar su camino en el mundo, pues en su pasado no lo hacía. “Yo me concentraba en lo malo”. Y en la actualidad, con tres hijos, un hermano, una madre cariñosa, un amo río como el de las amapolas, brillante y pasional, desea cumplir sus sueños. Viajar, conocer lugares cálidos, sonreír acompañada. “Decidí vivir las cosas bonitas que tiene la vida, y ver lo mejor que tiene. Decidí aceptar mis errores”.

Es esta una historia de trans formaciones. Amapola se en focó mucho tiempo en hechos que no vale la pena detallar, y olvidó a su familia. Pero ya no es así; hubo un cambio total en

QUE CUAN DO UNO PIENSA BIEN, CUANDO UNO ACTÚA BIEN, CUANDO UNO SE PROPONE ALGO CON EL CORAZÓN, ES HASTA FÁCIL CONSEGUIRLO”

sus reflexiones más profundas, en sus aspiraciones para el futuro. Camino por las calles de mi barrio todos los días y cruzo por una linda casa de tres pisos, que cuenta dentro de esta un bello local de helados. Arriba vive la familia de Amapola: los tres hijos y la madre, quienes años atrás sobrevivían a fin de mes y debiendo varias cuotas de arriendo. Esa casa, des pués de mucho esfuerzo, es de ellos. Amapola la compró. Fue un dulce regalo. “Entendí que cuando uno piensa bien, cuando uno actúa bien, cuando uno se propone algo con el corazón, es

hasta fácil conseguirlo”.

Amapola ha florecido. Ama pola se ha redimido. Se ha reen contrado con las personas que más ama. Adquirió su boleta de salida. La sigue aprovechando con la certeza de que es ahora una mujer más responsable, cari ñosa, maternal y, ante todo, libre.

“Todos los seres humanos merecemos las oportunidades que sean necesarias para conse guir los objetivos que tenemos, o convertirnos en las personas que debemos ser. No solamente son segundas oportunidades. No todas las personas que están en las cárceles son malas. Hay también gente inocente”.

*Nombre cambiado a petición de la fuente.

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“ENTENDÍ

the power of second chances and two sisters

In the Muisca indigenous language, the word misqua is defined as “to walk” or “to transit”, but the real meaning is that wherever you go you will give and receive something. That’s why Valentina’s purpose makes sense in her initiative,

Valentina Zamora wanted to find ecological alternatives to the problem of wasting oil cooking after being used. That’s why she saw an opportunity to create scented candles from it to mitigate its impact. For that reason, the desire to undertake did not stop there, instead she put all her effort and courage to manage her candles project —based on butters and natural oils—in a new market, the skincare routine.

Valentina created a business: Misqua, candles for the skin. She told herself that the project was the best spot for second

chances, because it would help not only for the proper use of the oil, but also for those women who were released from prison and had been stigmatized in the labor market. Her motivation has a reason: “I decided to work with this population because the most important person in my life belongs to that, my sister.”

Her sister Erika has been in jail three times and a year ago she was released, however she found out that the world wanted to keep her far away and jeopardize her process in social reintegration. Because of that, Valentina said: “If life is difficult for people that has not been in prison, imagine the situation of the ones that has been there,

The affection and support they have for each other let them build up the project of working with Misqua and, until this day, they have been participating in fairs, competitions and speeches. It was the opportunity Valentina and Erika needed. The love that they have for each other is reflected in the entrepreneurship. Thanks to that, they also have met more people who got out of jail and are looking for a life change opportunity.

Erika has also managed to find other jobs that allow her to live her new life. Misqua has been the path of these two women, both have found each an individual purpose in the entrepreneurship they founded. It is a great undertaking wherever you look at it, the motivation generated by the growth of a simple idea and how it can be so powerful that it could change the world. When I asked Erika about how their future looks like, she told me: “I see a company helping many people who have been released from prison, and that dream could not be possible without my little sister who pushes us to work every single day to accomplish that.”

Segundas oportunidades
POR MARÍA FERNANDA ALVARADO GUTIÉRREZ
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