Directo Bogotá # 28

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La Conejera: protegido por la comunidad Por: Mayra Alejandra Hernández mayitoaki@gmail.com

ESPECIAL

]AMBIENTE

Gracias a la reacción oportuna de la comunidad en 1993, el humedal La Conejera se mantiene a flote, pese a los procesos de invasión, urbanización y contaminación en el sector. En la actualidad es el ecosistema con mayor biodiversidad de Bogotá. El gran asentamiento de viviendas de interés social en Suba desde finales de los años ochenta afectó la dinámica natural del ecosistema. Los alcantarillados vertían sus aguas negras en el principal afluente del humedal, la quebrada La Salitrosa, con la consiguiente contaminación. Y la construcción del barrio Compartir convirtió el humedal en vertedero de escombros y en blanco de urbanizadores piratas. En 1995 se conformó la Fundación La Conejera, dirigida por un grupo de líderes comunitarios que jalonaron la declaratoria de reserva natural para el humedal, y comenzaron a desarrollar actividades de educación ambiental. Hoy La Conejera tiene 112 especies de aves, 7 especies de mamíferos, 26 invertebrados y una infinita variedad vegetal. Actualmente se realizan visitas guiadas para niños de más de 25 colegios de la zona y su recuperación se ha convertido en el modelo para los planes de manejo ambiental en otros humedales. “En los diseños no hay franjas anchas de adoquín, sino senderos de madera, senderos de piedra pegada, materiales más acordes con el entorno natural de un humedal, que sirva para avistamiento de aves y observación de otro tipo de fauna”, explica Sergio Rodríguez, funcionario de la EAAB. El Instituto Distrital de Turismo declaró La Conejera como uno de los mejores lugares de Bogotá para avistar aves. Sin embargo, el humedal enfrenta hoy problemas como el vertimiento ilegal de aguas negras y los planes para construir la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), que pasaría por uno de sus costados.

Tibabuyes o Juan Amarillo: la lucha contra los elementos Por: Mayra Alejandra Margffoy alejamargffoy@gmail.com

El humedal de Tibabuyes —palabra que en muisca significa “tierra de labradores”— ha recuperado sus pulmones a pesar de que estuvo rodeado de potreros repletos de escombros y de construcciones ilegales, y de tener como vecinos, desde 1990, 11 barrios de estratos 1 y 2 que urbanizaron lo que antes era un gran lago. Según un funcionario de la EAAB, entidad a cargo del humedal, “desde 1991 se han incrementado las construcciones improvisadas alrededor del humedal. Todos estos asentamientos, que no contaban con servicios públicos, crearon unos canales artificiales para las aguas negras que caían directamente al lago. Esto generó sedimentación, contaminó las aguas y afectó la vida de las especies”. Juan Amarillo es el humedal más grande de la ciudad; la parte norte está a cargo de la Alcaldía Local de Suba, y la sur, de la Alcaldía Local de Engativá. En conjunto con la EAAB, la Corporación para la Recuperación de la Laguna de Tibabuyes (Corpotibabuyes) —conformada por habitantes de la comunidad y colegios privados de la zona— ha trabajado fuertemente para recuperar el humedal, que sufre por el vertimiento de aguas negras, la acumulación de basuras y la extinción de flora y de fauna, como la tingua bogotana, el cucarachero de pantano, el curí y el garciopolo. La SDA determinó que las aguas contaminadas estaban afectando la salud de los habitantes, en especial los del barrio Lisboa, donde tienen que bombear aguas negras al humedal, ya que se encuentran a un nivel menor. Para solucionar el problema, en el 2000 se inauguró la planta de tratamiento de aguas residuales de El Salitre, que ayuda a la descontaminación del río Bogotá y a la oxigenación del lago.

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