le habían dado en otros países, y el Ministerio de aquí le dijo que sí, que le permitía ir a una prisión; la que estaba más cerca de Madrid era Segovia y le dejarían estar sola, un día entero, con las presas sin que intervinieran las funcionarias. Nosotras nos enteramos de que iba a llegar porque nos dieron sábana aquel día --que no teníamos nadie-, arreglaron la enfermería, quitaron las colchas que las tenían hacía meses sin lavar y limpiaron todo. Quisieron darnos uniformes, que no los quisimos, las sábanas las cogimos y pensamos: "Hombre, esta es la nuestra", lo que no nos creíamos de ninguna manera es que la dejaran estar todo el día con nosotras y acordamos que en cada sala hubiera una persona para que cuando ella llegara con las funcionarias, dijera que si se lo permitían, ella sería la que contestaría a lo que la señora preguntara, en nombre de sus compañeras. Procuramos que fueran mujeres muy preparadas, es decir, mujeres abogadas o catedráticas, que se desenvolvieran bien para hablar. Pero resulta que la señora entró con toda la plana mayor; la directora, la jefa de servicios, el director, el cura, el médico y, además, con la célebre María Topete, que estaba en la prisión de madres. Cuando llegó a la primera sala se dirigió a las más jóvenes para hablar con ellas, a Pilar Claudín, que tenía un aspecto muy juvenil, y a Mercedes GÓmez. Ambas eran rubias, bajitas, delgadas y eran las que parecían más jóvenes. Entonces, fueron las que hablaron, pero sobre todo, Merche GÓmez. Ella empezó a hacer preguntas y Merche le contestó muy bien, le dijo: "No se puede hablar de prisiones viviendo con todo un estado mayor en un régimen fascista". Lógicamente, si está detrás de nosotras todo el estado mayor de la prisión, ¿cómo podemos hablar con soltura? Y añadió: "Ahora, que yo estoy dispuesta a hablar. Usted pregunte lo que quiera, que yo le voy a contestar sin pensar en lo que puede pasar mañana". Aquella señora le hizo muchas preguntas sobre el régimen de la prisión. Merche le explicó todo, que nos ponían las inyecciones sin hervir las jeringas; que teníamos que tender la ropa amontonada en una reja porque no teníamos donde tender; que teníamos los váteres dentro de las celdas y no teníamos agua corriente; que no teníamos sábanas y nos las habían dado aquel día ... Bueno, le fue diciendo todas las cosas en que estaba fundado el régimen de la prisión, y le dijo que, por favor, si quería conocer España, que fuera a los suburbios y que fuera sola. Ella le dijo que había visto que la gente en España no vivía tan mal, que por qué luchaban contra el régimen de Franco. Merche le contestó que ella era de las guerrillas de la ciudad en segunda caída y que había muchas allí por trabajar clandestinamente; que había una represión tan brutal que la gente tenía miedo; que estaba todo tan controlado que no se podían hacer grandes cosas, pero que había un espíritu en contra del régimen ... eso era seguro; que no se podía hablar porque te encarcelaban, pero que había sacrificio por parte de mucha gente, y que eso era lo que sostenía la llama de la rebeldía en España. La invitó a que fuera a unas viviendas y le dio las señas de una hermana suya que vivía en un gueto en Tetúan de las Victorias en Madrid, donde la falange había hecho un cercado y les dejaba vivir como podían en colectivos, es decir, una habitación para toda una familia, el comedor, el lavadero, la cocina, todo colectivo. Se ve que fueron anotando allí a la gente que no tenía dónde vivir; las bombas habían destruido sus casas. Le dijo que fuera allí, que se encontraría con el espíritu del pueblo; que no fuera con María Topete, que era hija de marqueses y que, además, era una señora que tenía la idea falangista hasta los tuétanos y todo se lo iba a tergiversar. Entonces el cura, muy rabioso, le dijo: "En un régimen comunista, por 336