Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas

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Lloro sin saber por qué; es que me están esperando corazones que me quieren y por mi están llorando. Soy reclusa, soy reclusa y no tengo, y no tengo más pesar que perdí mi libertad. No deseo las riquezas ni añoro comodidades que disminuyan mi mal. Solo quiero con locura en otro primer de mayo vivir en mi casa en paz.

Cuando oyeron que se nombraba el primero de mayo, salieron furiosos los oficiales, el director, las monjas, las funcionarias, todo el mundo dando gritos, y enseguida nos hicieron subir a las salas; nos subieron pegándonos patadas y empujones y algunos puñetazos, y uno de los oficiales con una porra; afortunadamente a mí no me tocó ninguno. Una cosa que me hizo mucho reír, eso sí, y por poco me la cargo, es que a uno de los oficiales sacudiendo patadas se le cayó el zapato, lo cogió una reclusa y se lo pasó a otra y lo tiraron al patio; este se cabreó mucho y yo me reí, y estuve a punto de caer en sus manos; pero en fin, como soy tan sabandija y tan pequeñaja, me escurrí entre las demás y no me encontró ni supo quién había sido; estaba demasiado enfadado e irritado para fijarse en la cara de la que se estaba riendo casi, casi, en sus propias narices. El caso es que nosotras celebramos nuestro primero de mayo y además en todo el pueblo de Durango se enteraron y después lo comentaban. Las mujeres que habían sacado a los niños, cuando venían a ver a las madres con ellos, en las comunicaciones, les decían los comentarios que había por el pueblo y entre ellos estaba el de que las presas habían celebrado el primero de mayo. Esta cárcel habilitada era un colegio de monjas francesas; habían pleitado con el Estado para que les devolvieran su convento y al fin lo ganaron. Entonces nos sacaron de aquella cárcel para varias, porque éramos más de dos mil; nos repartieron en distintas cárceles. A mí me tocó ir a Santander con Daniela y Consuelo Verguizas; otras fueron para Amorebieta y Saturrarán. La salida a la estación fue emocionante, parecía que todo el pueblo se había puesto de acuerdo para estar ahí; todo el mundo nos quería dar paquetes, todo el mundo nos quería despedir; claro no se acercaban porque los guardias no les dejaban, pero los paquetes sí que nos los entregaban. Nosotras sacamos un cantar y lo cantamos en la estación en el momento de partir el tren y veíamos cómo algunas de aquellas mujeres de Durango lloraban. La música es muy conocida por toda España y la letra la habíamos sacado nosotras. Era así: "Salud Durango, Durango de mi querer, mi querer; salud Durango, libre te volveré a ver. No me marcho por el pueblo, que las gentes buenas son, buenas son; me marcho porque me llevan trasladada de prisión". 124


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