Arquitectura racionalista en Huesca

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Antiguamente la Diputación Provincial enviaba estos enfermos a Sanatorios, bien dispuestos, por carencia de uno adecuado para tal fin. Esto suponía un derroche de pesetas superior a sus haberes económicos. Se tuvo que pensar en resolver este problema en forma adecuada. Y después de muchos cabildeos se resolvió satisfactoriamente por mediación del mencionado edificio, construido «ad hoc», y que pronto comenzará a cumplir su cometido. Es autor del proyecto el arquitecto D. Luis de León. El contratista, D. Bernardino Oliván (según consta en El Diario de Huesca de 22 de diciembre de 1931, se adjudicaron definitivamente a este constructor las obras del Pabellón para Tuberculosos). El edificio, que se ajusta al canon moderno de la línea recta en planos rectángulos, es impecable. Consta de planta baja y dos pisos. Su terminación es una amplia terraza propia para paseos al sol y al aire. Toda la planta del primer piso está destinada para los hombres, y, la del segundo, para el elemento femenino. Cada planta está distribuida en diez grandes salas capaces para dos camas cada una. Junto a ellas está la galería de tomas de sol. La planta baja está destinada para la Dirección, personal, Rayos X y demás requisitos que esta clase de enfermedades requieren. Todo el pavimento es de suelo continuo para su mejor limpieza. Las persianas y puertas, de ejecución primorosa, como obra que es de D. Francisco Arnal, son de madera de pino de Oregón. La madera es especial, pues no lleva nudos de ninguna clase y por consiguiente es más higiénica. La cocina es automática y con chimenea subterránea. El lavadero es mecánico y todo lo concerniente a lavabos, etc., están construidos con porcelana inglesa de la mejor calidad. La calefacción es por agua caliente y por impulsión eléctrica. Por el centro del edificio sube un ascensor, capaz para transportar las camas de los enfermos. En definitiva, el nuevo edificio que se levanta frente a la Alameda es, por sus líneas elegantes, magnífica disposición y mejor emplazamiento, una obra generosa que está al nivel y equipamiento técnico de lo mejor de estas instituciones establecidas para combatir tan terrible enfermedad.

dedicado a tuberculosos. Y tras el primero vendrá el segundo. El proyecto de una nueva casa que va a construirse en el Parque tiene el hueco preciso para el funcionamiento de ascensor que se elevará silencioso por la blanca escalera de mármol. Vamos subiendo.

De esta manera, el elevador, que había transformado la arquitectura en Estados Unidos a finales del siglo xix, llegó a la ciudad oscense en 1931 y se incorporó posteriormente a otros edificios residenciales. Ello motivó el cambio de tipología de viviendas para la creación de bloques en altura. Concretamente, el grupo de viviendas de la calle del Parque al que igualmente refiere la nota periodística reseñada corresponde al número 4, que será el primero en contar con ascensor. Este edificio, de carácter racionalista, queda recogido también en la presente publicación. La tuberculosis como enfermedad social: el orden indica salud; el desorden, enfermedad

Ya hemos visto en Huesca el primer ascensor. Vamos ascendiendo. Es amplio como para subir en él una camilla. Lo ha visto el público en el hermoso pabellón del nuevo Hospital

Desde finales del siglo xix las instituciones dedicaron esfuerzos especiales a intentar conseguir erradicar la enfermedad de la tuberculosis. El diseño de los edificios para este fin presentaba algunas características comunes, como la distribución racional de los espacios, la apertura hacia el exterior y la higiene absoluta. Ante la carencia de una medicación específica, las recomendaciones terapéuticas eran tan sencillas como exponer al paciente a la luz, el aire y los baños de sol. Acaso el primer arquitecto que trasladó estas prescripciones a su obra fue Duiker, con el resultado de un significado y una expresión hasta entonces no conocidos. Los esfuerzos por este tipo de construcciones deben entenderse a la luz del carácter especial de la tuberculosis, una enfermedad social derivada de las condiciones del trabajo de los obreros, así como de la situación de insalubridad en que la mayoría de las familias vivían. Ello conllevó la rápida extensión de la infección entre la población. La expansión de la industria en Europa a finales del xix contribuyó a esta situación. Para tratar de remediarla fue recurrente la construcción de sanatorios en el medio natural, alejados de la situación urbana cuyas condiciones habían facilitado la expansión del mal. El efecto en el ámbito de la arquitectura no consistió solo en la construcción de este tipo de centros, de entre los cuales en este capítulo aludimos a los emblemáticos de Aalto y Duiker, sino que hubo toda una reacción contra la enfermedad de la industrialización. De ella se deriva la formulación de las teorías antiurbanas explicitadas en la ciudad jardín, que coincide en el tiempo con la aparición de los primeros sanatorios.13 La profesora Maristella Casciato nos recuerda que los primeros sanatorios antituberculosos, basados en el tratamiento al aire libre, donde la luz solar y el aire puro eran esenciales, habían sido abiertos en Alemania e Inglaterra incluso antes de que la bacteria de la tuberculosis fuera aislada por el bacteriólogo alemán Robert Koch en 1882. El mito de la salubridad, de un método terapéutico basado en el contacto con la naturaleza, alimenta el espíritu de una reforma social que prevé un mundo de mejores seres humanos en un entorno más saludable y natural. Si bien los primeros sanatorios así construidos fueron destinados a las clases sociales

ARQUITECTURA RACIONALISTA Y SALUD

ARQUITECTURA RACIONALISTA Y SALUD

El primer ascensor de Huesca El pabellón de tuberculosos fue el primer proyecto de Huesca en utilizar el ascensor. Así se lee en la memoria del proyecto: «La escalera que da acceso a las plantas es amplia y en su ojo queda emplazado el ascensor, con amplitud y capacidad suficientes para poder ir transportada en él una camilla». La incorporación de este ascensor en el pabellón de tuberculosos no pasó desapercibida para la prensa local. El jueves 15 de marzo de 1934 aparecía esta noticia en El Diario de Huesca, bajo el simpático título de «Vamos subiendo»:

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