

Sofía Gandarias








La mirada, las miradas







La mirada, las miradas
La mirada, las miradas constituye un elemento esencial tanto para la artista como para el periodista poeta. La propuesta del curso surge de un encuentro entre ambos en el que a partir de un cuadro pintado por Sofía Gandarias con ese título en 1984 dedicado a Dalí, en el que se utilizaban ojos, se establece un fructuoso diálogo entre pintura y poesía, sobre ojos a primera vista amenazadores, ojos que pueden ensombrecer el futuro, pero también ojos que pueden ayudarnos, miradas, miradas sobre flores, flores que pueden contarnos una historia, sobre ciudades, sobre el otro, hay aquí, tiempo, muerte y memoria, miradas que recorren el camino de esos rostros enfrentados a tensiones y obsesiones, mirada que excava, mirada que desnuda, mirada sonámbula visionaria que explora sombras y silencios hasta llegar al trabajo actual, “Kafka el visionario”. En este recorrido se encuentran con la pintura y la poesía, la novela, el cine, la TV y la cultura de masas.
Curso de verano de la UCM, del 21 al 25 de Julio de 2008
Directores del curso: Sofía Gandarias, pintora y Sebastiano Grasso, Jefe de la sección cultural del Corriere della Sera.
Secretario: Vicente de Mingo

Sofía Gandarias
Dalí, la mirada. Serie “Presencias”. 1984. Óleo sobre lienzo / collage. 116x89 cm.

Dalí (metamorfosis).
Serie “Presencias”. 1983. Óleo sobre lienzo / collage. 130x97 cm.
Sofía Gandarias

Lorca, la mirada.
Obra temprana. 1981. Óleo sobre lienzo / collage. 100x81 cm.
Sofía Gandarias

“La mirada, la mirada” es el título de un cuadro que pinté en 1984 -dedicado a Dalí –.
La percepción visual es un proceso creativo, que ha sido comparado a menudo con el funcionamiento de una cámara fotográfica. Al igual que la lente de una cámara, la lente del ojo (el cristalino) enfoca una imagen invertida en la retina. La mayoría de nuestras impresiones sobre el mundo y la mayor parte de nuestros recuerdos sobre él se basan en la vista. “A partir de los patrones de estimulación que actúan sobre la retina, percibimos el mundo de los objetos, y estos es poco menos que un milagro”. (Richard L. Gregory)
Decía Cartier Bresson: “Fotografiar es contener el aliento. Es poner en un mismo punto la cabeza, el ojo y el corazón”. Mi mirada se forjó en la patria de la infancia y la adolescencia, mirando una ciudad gris que callaba, me habría gustado escuchar, escuchar porque es un paso hacia la visión, pero el silencio pesaba tanto que a veces hablaba.

Serie “Presencias”. 1994. Óleo sobre lienzo / collage. 162x130 cm.
En diciembre se cumplirá el sesenta aniversario de la Declaración de derechos humanos y no puedo pensar en ello sin hablar de René Cassin –hice su retrato en 1955–. Cassin nace en Bayona, inválido de guerra, héroe de la batalla del Marne, consagra su vida a la paz y al perdón. Premio Nobel de la Paz, piensa que el futuro, la salud del mundo, están en la educación.
De sus trabajos nacen los proyectos para el futuro Tribunal de Nuremberg y la reflexión fundamental de la futura UNESCO. Está en el origen y nacimiento de la Carta de las Naciones Unidas. Cassin es el “abogado de las causas del hombre”.
No estamos a la altura de los tiempos, pero aún podemos, podemos si queremos y tenemos un instrumento precioso, fundamental, la educación.
Rene Cassin
“No es de esperar que los Gobiernos realicen en los próximos 50 años lo que no han hecho en estos que conmemoramos. Tomemos entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor”
Saramago, 10 de diciembre de 1998.

Saramago, ¿seremos? ¿debemos ser?
Serie “Kafka, el visionario”. 2009. Óleo sobre lienzo / polvo de mármol. 146x114 cm.

Serie “Presencias”. 1994. Óleo sobre lienzo / collage. 162x130 cm.
El hombre más sabio que he conocido se llamaba Yehudi Menuhin “No puede haber un arte auténtico que esté conforme con el hambre, las bombas y la tortura”. No voy a hablar de él como violinista, no hay palabras o yo no podría encontrarlas para describir algo tan sublime. Menuhin fue un gran humanista, una persona que luchó por la dignidad humana, que en 1945, lleno de coraje y generosidad, se dedicó a visitar y dar conciertos en campos de concentración. “En Bergen Belsen tocamos (Benjamin Britten y Menuhin) dos veces por la tarde. No lo olvidaré mientras viva. Se había procedido a quemar los barracones de los prisioneros y a mudarlos a los de los SS que tenían, entre otras comodidades, un teatro. Nuestra audiencia, tanto mujeres como hombres, llevaba como vestidos mantas militares que hábiles sastres habían transformado en faldas y trajes. Sin duda, las pocas semanas desde su liberación habían puesto un poco de carne sobre sus huesos, pero a nuestros ojos poco acostumbrados, parecían terriblemente demacrados y muchos estaban todavía en el hospital. Entre ellos había un chiquillo gitano cuya dulzura y patetismo me impactaron de tal modo que, si mi vida privada no se hubiera encontrado en situación tan desastrosa, le habría adoptado allí mismo”. Su petición de reconciliación y perdón le valió múltiples represalias. Cuando le conocí, a principios de la década de los 90 tenía una preocupación: “Dar voz a los que no la tienen”. Le retraté en 1993. Buscaba un futuro más justo y solidario y creía en las artes como vehículo para esta transformación.
Yehudi Menuhin

Con Menuhin viajamos mi esposo y yo en el primer avión civil que llegaría a Sarajevo. El 12 de octubre de 1996 el aparato presidencial alemán de la Luftwaffe, aterrizó en su destruido aeropuerto. Menuhin llevaba instrumentos para los músicos de la Orquesta sinfónica, después daría uno de los conciertos más emocionantes que he podido sentir: el Concierto de la Paz. En el mismo avión viajaban los cuadros que yo había pintado dedicados a esta tragedia. Nunca olvidaré la mirada dolorida de aquellas gentes.
Menuhin fue un humanista comprometido con la defensa de los derechos humanos. En 1945 dio el Concierto inaugural de la ONU en San Francisco. En 1991 creó la Fundación Yehudi Menuhin Internacional, cuyo cometido principal es la integración social de niños desfavorecidos a través de actividades artísticas. El fomento de la tolerancia cultural, la defensa de los derechos de las minorías…. En 1999 se creó la Fundación Yehudi Menuhin España de la que soy patrona. Las artes en el programa MUS-E son el centro y el vehículo de transformación de las actitudes insolidarias en actitudes de integración, diálogo y respeto. “Escuchar es un paso hacia la visión. Aprendiendo desde pequeño a es escuchar a los demás, el niño descubre lo que es la tolerancia y se protege de los instintos bárbaros (…) El racismo no existe en una clase de música. Los niños juegan juntos, crean juntos” (Yehudi Menuhin).

El caballero Yehudi Menuhin
Serie “El caballero de la mano en el pecho”. 2013 Óleo sobre lienzo. 100x81 cm.

Ver y narrar
Nací en Guernica, empecé a pintar a los 12 años. La ciudad había sido destruida en el terrible bombardeo, los vencedores habían regalado otras casas y también una historia, son los vencedores quienes escriben la historia. Un manto de silencio cubría la ciudad. La pintura me poseyó, pero esto no habría sido así sin la música. Después estudié Bellas Artes, Villaseñor fue mi maestro, y seguí, sigo pintando y contando historias. Toda la personalidad de un artista está en su obra.
Es muy difícil penetrar en el alma de un artista, en la fuente profunda y misteriosa de donde surge el instinto creador. Entre la concepción rápida y la conclusión de la obra se sitúa la carne y la sangre de la obra de arte, la emoción estética. Lo bello es lo que desespera, decía Valery.
Mesa redonda. 21 julio 2008

Esa tristeza, esa divina melancolía, extraña e intensa que experimentamos al mirar, al contemplar “la Gioconda”, Muther escribe “aquello que fascina al espectador, es el demoníaco encanto de esta sonrisa. Cientos de poetas y literatos han escrito sobre esta mujer, que tan pronto parece sonreírnos seductoramente, como deja perderse en la lejanía una mirada fría y sin alma, pero ninguno ha descifrado su sonrisa ni interpretado sus sentimientos”
El rostro humano ha sido en muchas ocasiones “el tema”. El arte y la obra de arte están ahí para detener el tiempo, para sorprenderlo. El arte, situado como función y actividad en la confluencia del espectador, el artista y la obra permitirá distinguir desde el comienzo una psicología de la contemplación, una psicología de la creación y una psicología de la obra. Sólo esta última exige difusión y justificación previas.
El retrato español produce un efecto de sorpresa y algo así como de sobresalto. Littré da una definición muy simple del retrato: dice que el retrato es “la imagen de una persona realizada con las artes del dibujo”. Esta definición corresponde sólo a una parte muy limitada del término. Leemos en la Enciclopedia Británica que es “una evocación de ciertos aspectos del ser humano vistos por otros”. Con esta definición, ya no es cuestión de imagen fiel sino de recuerdo…
Madonna Madre
Obra temprana.

Gernika
Tríptico. 1998
Óleo sobre lienzo / polvo de mármol / collage. 200x700 cm.
Velázquez va a representar la primera gran revolución en la pintura occidental, que consiste precisamente en hacer que la pintura toda fuese retrato, es decir, individualización del objeto e instantaneidad de la escena.
Con Velázquez los ojos del espectador gozan de la pintura en tanto que es pintura. Con Velázquez, que es un pintor sin altibajos, los cuadros son lo que se proponen ser. Con Velázquez, la pintura se recoge a sí misma y se hace exclusivamente pintura. Velázquez deja el objeto reducido a la pura visualidad. ´
Fue con Manuel Villaseñor, mi maestro, con el que preparé mi tesina de licenciatura sobre el retrato; era un gran artista, culto amante de la música y añorando siempre su larga estancia en Italia. Un gran artista no sujeto a modas. El retrato que le hice está en el Museo de Ciudad Real.
Me voy asomando a lo que deseaba ser, creo que llegaré a a ser. Nietszche: “El que tiene un porqué para vivir, puede soportar cualquier cómo”.
La música ha sido siempre necesaria en mi vida. Cuando pinté el Guernica que está en el Museo de la ciudad, el Réquiem de Verdi fue mi compañero y el Réquiem de Fauré lo fue en la serie NY 11S.
Gorecki, su Sinfonía nº3 me acompañan siempre con Primo Levi, forman parte de la exposición.


El caballero Balthus
Serie “El caballero de la mano en el pecho”. 2013 Óleo sobre lienzo. 100x81 cm.
Asistí a muchos conciertos del maestro Menuhin en el Menuhin Festival. Alpen Gala en Gstaad, donde coincidí con Balthus
Balthus, gran pintor, había conocido de niño a Rilke; vivía en La Rossiniêre, un chalet de 50 habitaciones. Allí estaba su estudio, recibía vestido con kimono, porte aristocrático y gran inteligencia y cultura, era una enciclopedia viviente.
Cuando trabajaba no decía una palabra, miraba y el silencio acompañaba. “Todos los artistas llevan la impronta de su época, pero los grandes artistas son los que se ven marcados con mayor intensidad”. Matisse 1908.
En 1978, hace ahora 30 años, pinté un cuadro titulado Kokoschka.
Mahler y Alma. Son tres figuras muy directamente relacionadas, Mahler el gran compositor de Moravia, admirado por Thomas Mann, cuya figura y destino le parecieron sumamente representativos del espíritu de su tiempo.
Mahler vive en Viena, la ciudad de los sueños. Que no hay lugar como Viena, nos dirá su novelista y cronista Robert Musil. Esta Viena de principios del siglo XX vive los triunfos. En Viena se encontraron algunas de las figuras más prominentes de la Europa de aquel tiempo, Thomas Mann, Stefan Zweig, Richard Strauss, Arnold Schönberg, Bruno Walter, amigo y alumno de Mahler, Sigmund Freíd, Rainer Maria Rilke y…otros y Kafka.
Desde hace tres años trabajo en una serie llamada “Kafka, el visionario”. Será expuesta en Berlín en primavera del 2009. Empiezo con el retrato de Mahler y llegaré hasta…, aún non he terminado el conjunto de cuadros, unos 50. Desde la aparición de Kafka en el cementerio judío de Praga hasta la carta al padre, desde el retrato de Jaroslav Seifert, premio Nobel 1984, poeta de esa ciudad de sueños y leyendas que es Praga… Kafka nació como súbdito de su imperial y real Majestad apostólica, murió como ciudadano de la República checoslovaca del premier Presidente Tomás Garrigue Masaryk.


Kokoschka pintó el retrato de Masaryk, Presidente de la República Chescoslvaca, pintor y político. Conversaron largamente sobre Comenius, ambos se sentían atraídos por el personaje, diría que fascinados. Junto a la cabeza de Masaryk pinta la cabeza del pedagogo renacentista. A su vez, el rostro de Comenius aparecía allí, con las facciones inconfundibles de Kokoschka.
Citaré sólo algún cuadro más….
Retrato de Imre Kertesz, Premio Nobel, sobreviviente del Holocausto, internado en Auschwitz a los 15 años y después trasladado a Buchenwald. Retrato de Max Brod, el gran amigo y albacea de Kafka, Max Brod dirá en Franz Kafka, y sólo en el interior de la literatura moderna no hay colores cambiantes ni cambios de perspectiva ni desplazamiento de bastidores. Aquí hay verdad y nada más que verdad”.
Kafka era un solitario, un visionario asustado por la vida, al final de sus días se valía de la escritura para poder comunicarse, sufría una grave enfermedad pulmonar, muere el 3 de3 junio de 1924.
En el cuadro “los amantes” es Milena Jesenská, la intelectual checa con quien Kafka mantuvo una intensa relación y hermosísima correspondencia quien camina hacia la entrada del campo….
En una carta a Milena, Kafka dirá: estoy pasando todas las tardes por las calles, bañándome en el odio contra los judíos. Hace poco oí llamar a los judíos una “raza inmunda”. ¿No es lógico que uno se vaya de donde lo odian tanto? (No hace falta para eso ni el sionismo ni el sentimiento nacional). El heroísmo de los que, a pesar de todo, se quedan es el de las cucarachas, que tampoco pueden extirparse del cuarto de baño

Max Brod ¿por dónde empezar?
Serie “Kafka el visionario. 2006. Óleo sobre lienzo. 162x130 cm.

Kokoschka - Alma - Mahler
Serie “Presencias”.
1978. Óleo sobre lienzo. 146x114 cm.

Acabo de mirar por la ventana; policía montada, gendarmería preparada para la carga de bayonetas, multitudes que gritan y se dispersan aquí arriba, en la ventana, la repugnante vergüenza de vivir constantemente protegido”. Franz Kafka a Milena Jesenská.
Este texto acompaña en forma de collage el retrato de Kafka.
“La larga noche de Benjamín” cuando estalla la guerra entre Francia y Alemania- 3 de septiembre de 1939de facto es así- Benjamín no es ya ciudadano alemán y había perdido la nacionalidad. Acuden en su ayuda
Paul Valéry y Jules Romains. Deja parte de sus escritos en la Bibliotheque Nationale bajo la custodia de Georges Bataille y Pierre Missac.
B. Brecht - K. Weill
Serie “Kafka el visionario. 2007. Óleo sobre lienzo. 162x130 cm.
El 14 de julio de 1940 toma su último tren con destino al Sur, en Lourdes escribe una carta desesperada el 2 de agosto de 1940 a su amigo Adorno, parte hacia Marsella en tren y se encamina a la frontera franco española. Antes hicieron este recorrido otros como Franz Werfel y Alma Mahler, Werfel… y tantos otros.
El 26 de septiembre llega a Port Bou, antes pasa una noche en la montaña. Con su escolta pasa tres largas horas esperando su visa, visa que le habría salvado, está gravemente enfermo… En la aduana no le conceden el sello, sello que habría legalizado su partida, deciden su expulsión hacia la Francia de Vichy y le conceden una noche, “la larga noche de Benjamín”, . la policía había requisado sus pertenencias –un

Kafka el visionario (cementerio, tumba)
Serie “Kafka el visionario. 2006. Óleo sobre lienzo. 195x130 cm.
reloj, una pipa, 6 fotografías… pero le deja la morfina–, sin salidas, acorralado, agotado… Encuentra una muerta digna, el suicidio.
Según los recuerdos de Lisa Fittko, Benjamín muere el 27 de septiembre y encuentra su último reposo en la tumba nº 563. Benjamín y Kafka, como dice Reyes Mate, “son los avisadores del fuego”,“escrutaban nuestro pasado y su presente y escribían el futuro; los que presagiaban el crimen aún sin poder prever su magnitud”.
Retrato de Hanna Arendt. Reconoce a Kafka como el escritor de una culpabilidad que se transforma en destino
Para Hanna, Kafka es el único que presintió que el universo “a priori” imaginario de las pesadillas se haría realidad (Kafka, el visionario, exposición). Kafka es una clave para la comprensión de este mundo que nos ha tocado vivir. “La colonia penitenciaria” no ha perdido vigencia. Asistimos a la vergüenza de cárceles secretas y no tanto, Abu Graib.
Tenemos un mundo por construir. “Es posible que Kafka sea el profeta del poder en el siglo XXI” como dirá Carlos Fuentes.
Primo Levi, sí, he vuelto a Primo, en realidad siempre vuelvo a él, “Se questo è un uomo!” me destrozó el corazón. El 11 de abril de 1987 me encontraba en Italia, la noticia de la muerte de Primo me impresiona, me sacude.
Primo Levi decía “esperábamos no vivir y contar, pero si vivir para contar”. Durante años, la idea de transportar el espíritu de Levi a una serie de cuadros me obsesionó. En 1997 una relectura de su obra y quizás también el haber vivido años atrás unas circunstancias vitales dolorosas (edema cerebral cuando nacía mi hijo, esa frontera entre la vida y la muerte, más cercana ésta en aquellos instantes), me ayudó a entender tanto dolor, a sacudirlo fuera como diría el gran poeta peruano César Vallejo (hice su retrato en 1985 para la serie Presencias).
En 1999 conocí a Gianfranco de Bosio (gracias, siempre, maestro). De Bosio había sido el regista de “se questo è un uomo” en 1966, en el Teatro Stabile di Torino y con él he montado la exposición “Primo Levi, la memoria” en siete ocasiones. Con De Bosio he trabajado también en la Exposición NY 11 S que se presentó en Spoleto, Nápoles y en la Real Academia de España en Roma, lugar incomparable por donde tantos artistas ilustres han pasado.
El 20 de junio de 2008 se inauguraba el 86 Festival de la Arena de Verona con Aida. El maestro De Bosio rescataba la Aida de 1913 (con bellísimos bocetos, recuperados, del egiptólogo Mariette y decía que en esta Aida, el mundo egipcio estaba representado como Verdi deseaba, era una Aida auténtica, “E un Aida che più Aida non si può”.
Recuerdo un libro, un libro que el Maestro me hizo llegar hace años “Aida 1913-1982, diario di una reggia all’Arena”. Pregunto a De Bosio sobre Kafka, presunto espectador de la Aida de 1913 y me contesta, “queda claro en el libro”. En 1913, Kafka tenía 30 años, no vivía de su actividad intelectual, vivía una vida modesta… había publicado ya “La condena” y “La metamorfosis”, la enfermedad pulmonar estaba ya presente sí parece que fue al Sanatorio de Riva del Garda- esa coincidencia de fechas parece ser la causa de la confusión.
En Verona, vuelvo a la Iglesia de Santa Anastasia, esta vez no tengo como fondo el Réquiem de Fauré, pero siempre me espera el bellísimo fresco de San Jorge que libera a la princesa del Dragón. He visto este fresco en diferentes ocasiones y siempre creo descubrir- ver- algo diferente. Pisanello inventó estas imágenes, esas imágenes forman parte de otra cadena de imágenes, imágenes siempre cambiantes. Influenciadas siempre por las imágenes de mi mundo.

Serie “Kafka el visionario. 2006. Óleo sobre lienzo. 162x114 cm.
Primo Levi
La mujer más sabia que conozco se llama Rita Levi Montalcini. Rita Levi nace en Turín en 1909 – en esa ciudad se doctora en medicina con el célebre histólogo Giuseppe Levi-, deja la Universidad a causa de las leyes raciales y debe iniciar sus investigaciones sobre el sistema nervioso en un su casa, en un cuarto convertido en laboratorio.
Después de la guerra parte hacia USA, a la Universidad de Saint Louis, en esa universidad permanecerá casi 30 años. En “Cántico di una vita”, a través de las cartas enviadas a su familia (celosamente conservadas por su hermana gemela Paola (reputada pintora)). Que son crónicas de cuanto sucedía día a día en su actividad científica, en su vida…
La correspondencia ha sido seleccionada y se inicia cuando en 1946 se reintegra a la Universidad de Turín. Parte hacia St Louis por 6 meses y se quedará 30 años. El 27 de marzo, cenando con Rita, le pregunté si continuaba su luna de miel con los embriones y me respondió: ahora, ¡ mucho más! Relato un fragmento –enero de 1951– “continuo a essere in luna di miele con i miei embrioni. Ogni giorno il piccolo spiraglio si apre un pochino di piû e mi domando se è la grotta di apriti Sésamo che ho davanti a me”. Esa pequeña espiral llevará a Rita Levi Montalcini al Premio Nóbel en 1986. Rita Levi ha dado un gran giro

Marie Curie
Rita Levi Montalcini
Serie “Kafka el visionario. 2008. Óleo sobre lienzo. 146x114 cm.
a la biología contemporánea. El prior retrato que realicé de Rita fue en el 2000 (preside su fundación en Roma). En este último cuadro son dos mujeres. Marie Curie y Rita Levi Montalcini. Pienso que son las dos mujeres más importantes desde el punto de vista científico del siglo XX. Necesitaba acercarme a Marie Curie – “la seule personne que la gloire n’aît pas corrompue”- Einstein.

Rita Levi
Serie “Presencias”. 2000. Óleo sobre lienzo. 195x97 cm.
Nace el 16 de enero de 1863 en Varsovia, en la Polonia bajo dominio ruso. Nacida Marya Sklodowska, llega a Paris en 1891. 15 años después será la primera mujer profesora en La Sorbona. En 1894 conoce a Pierre Curie; empiezan a trabajar juntos. En 1902 descubren el radium y empiezan a sentir, sin saberlo verdaderamente, los primeros síntomas de radioactividad. Es la gloria. Marie será dos veces Premio Nóbel, para adentrarme en el personaje fue fundamental “une femme honorable” de Françoise Giroud. Magnífico libro (me chocaba mucho su portada, al principio creí que Giroud se lo dedicaba a sí misma). A Rita la conozco, a Marie la imaginaba y las dos se unían en ese magnífico empeño y dedicación que la investigación científica representa.
En “Cantico di una vita”, Rita Levi nos acercará a los suyos. Esas cartas constituyen un testimonio de afecto, un testimonio de su dedicación a la investigación científica, de coraje para afrontar dificultades e “prodigare tutta me stessa per l’aiuto al próximo”. Rita Levi continúa siendo un ser humano interesado por todo aquello que le rodea, hablamos, hablamos de Neruda, de Kafka, como va la serie… ama la música, la poesía.

“Dirección mujeres”
Serie “Presencias”. Óleo sobre lienzo. 130x162 cm.
Cuando terminaba la serie dedicada a “Primo Levi. La memoria”, un libro, “L’elogio dell’imperfezione” de Rita Levi Montalcini·aumentó mi admiración hacia ella como científica y, sobre todo, como ser humano. Los dos habían nacido en Turín, “affascinante” para De Chirico, los dos sufrieron las leyes raciales, Rita Levi, hebrea, no israelita, profundamente laica. Rita Levi termina el libro con el mensaje de Primo Levi: “Tu mensaje es un mensaje laico, “alla Spinoza”, lleno de un profundo conocimiento del mal que los hombres pueden infligir a otros hombres; pero es al mismo tiempo un mensaje de esperanza, porque aquel que ha experimentado la desesperación más profunda, como fue tu caso, también
guardaba intactas “le più elevate qualità dell’uomo ed è emerso da quelli abissi con la fronte alta e lo spirito puro”.
Me despido de Rita Levi, al menos por unos momentos, (ella me acompaña siempre) con un fragmento de un poema de William Butler Yeats: “He esparcido mis sueños a tus pies, písalos con cuidado porque son mis sueños”
Ahora he de volver a Paul Celan “Amapola y memoria”, Fuga de la muerte y escuchando a Jacqueline du Pré el Concierto en si menor de Dvorák, seguiré marcada por estos textos que son la cicatriz de nuestro tiempo, él, Paul Celan es mi próximo… es mi cuadro.



El magnético influjo de las miradas de Sofía Gandarias
Tomás Fernández García
Con Sofía Gandarias las miradas no son simplemente el reflejo de percibir las cosas que ocurren a su alrededor, sino que tiene el elocuente influjo de asombrarse con la belleza que le rodea o soñar con un universo más deseable, porque el poderoso conocimiento que tiene de su entorno traspasa el simple discernimiento de lo superfluo, introduciéndose en el mundo sentimental y emocional de los lugares y de las personas que capta sabiamente en sus pinturas.
Son muchas las razones por la que admirábamos sus múltiples miradas, porque su capacidad de introspección para ver desde adentro el estado interno de los demás, le permite mirarse desde afuera para construir un espacio íntimo de tranquilidad y meditación, creando cuadros con una profundidad pictórica que los convierte en cualidades encomiables, prodigiosas y sorprendentes.
Sofía siempre ha utilizado su arte para expresar su forma de sentir la vida. Y las diferentes técnicas, materiales y herramientas utilizadas en su pintura tienen el poder de crear una amplia gama de sensaciones hipnotizantes, capaces de representar las múltiples facetas de la vida reflejando el resplandor o los estragos del cosmos que la envuelve.
No es de extrañar que seamos tantas las personas que admiramos su arte a través de sus miradas, porque su seguridad, constancia, fuerza de voluntad o entusiasmo sobre su pintura, han sido una fuente de motivación y talento, convirtiendo su creación en un referente de belleza y valor estético, suscitando inmediatamente las emociones de quien observamos su obra. Al reconocer y apreciar sus virtudes, podemos identificar nuestros aspectos personales y conseguir descifrar nuestras debilidades, visualizando el pasado para no incurrir en los errores
del presente y proyectando el futuro a través de los admirables retratos que ha realizado de Primo Levi, Lorca, Cassin, Saramago, Menuhin, Marie Curie, Rita Levi, Max Brod, Rosalía de Castro, Gabriela Mistral o la serie sobre Kafka el visionario, entre otros, donde observamos el tiempo, la muerte o la memoria de estos admirables personajes a través de una mujer soñadora, que se anticipa y analiza el mundo que la rodea.
Sus prodigiosas cualidades artísticas, siempre nos invita a salir de nuestra cotidiana comodidad para enfrentarnos a nuevos desafíos con valentía y determinación mediante una obra comprometida con las desigualdades y las injusticias. Su obra nos remueve la conciencia, nos saca del hastío emocional de lo convencional para trasladarnos a nuevas interpretaciones de la existencia, donde cada persona individualmente configura su análisis a través de la belleza y elegancia de sus cuadros. Sofía, incansable y entusiasta, nos incita a pensar, nos provoca y nos remueve para trasladarnos a lugares inexplorados.
El contacto visual y las expresiones faciales que trasmiten sus pinturas, nos proporcionan una importante información social y emocional, porque las personas que la admiramos, sin ser conscientes, buscamos en sus miradas signos positivos o negativos sobre la atmósfera que la rodea o el estado de

“Gianfranco de Bosio”
Serie “Kafka el visionario”. Óleo sobre lienzo. 162x130 cm.
ánimo de los personajes a los que retrata, porque nos permite conocer, orientar o interactuar con ellos para entendernos y apoyarnos. El color, la luz, las formas y los movimientos percibidos por nuestros ojos nos facilita desarrollar nuestra percepción de su mundo mediante el crecimiento personal e intelectual de lo que observamos. Estas miradas sinceras es lo que siempre nos trasmite Sofía, porque su objeto de estudio y representación de sus pinturas, se convierten en un mecanismo de conexión emocional para compartir sentimientos, pensamientos y experiencias de una manera íntima, que implica una profunda empatía y comprensión de las tonalidades, líneas y formas de las imágenes que crea, porque transmiten mensajes y significados profundos sin la necesidad de usar las palabras.
Su importante obra pictórica también nos permite acercarnos a sus momentos de inspiración o de reflexión, creando obras que representan la cotidianidad de las visiones de sus miradas, capturando su mundo interior y sus ideas creativas como una herramienta valiosa para la gestión sentimental de lo que es nuestra historia social, política y psicológica. Al utilizarlo como medio de expresión, con sus cuadros podemos liberar emociones, explorar nuestro mundo interior, cultivar nuestra creatividad como un espacio seguro y enriquecedor para la autorreflexión, además de desarrollar una actitud de aprecio y reconocimiento de lo que significa observar a una de las mejores pintoras de nuestro tiempo.

La mirada, las miradas
Ignacio Vasallo
Un curso dirigido conjuntamente por Sofía Gandarias y por Sebastiano Grasso tiene que ser necesariamente una síntesis de las culturas de Italia y España y al tiempo de pintura y literatura. Sofía es, como nos recuerdan tanto Carlos Fuentes como Roa Bastos, una pintora de tradición velazqueña. A través del pintor sevillano y de su maestro Villaseñor ha ido integrando en su obra, desde sus inicios , todo el inmenso legado cultural italiano. Pero no se trata solo de una aportación histórica, sino que la renueva constantemente con sus frecuentes viajes a Italia .
Sofía ha pintado numerosos retratos , quizás el género pictórico en el que la mirada tiene más importancia. Muchos de sus retratados son italianos, desde Primo Levi a Rita Montalcini. En ellos el personaje está rodeado de la “literatura” que su nombre evoca. El resultado son cuadros que nos cuentan historias.
Sebastiano es periodista. En su periódico Corriere della Sera dirige las páginas de arte, pero además es poeta y sobre todo eso que llaman “hispanista”. Nada de lo que atañe a la cultura española le es ajeno. Le debemos magnificas traducciones al italiano de los autores de la generación del 27. El sigue continuamente la evolución de la escena pictórica y literaria en España, para resaltar en las páginas que el dirige, lo más significativo de lo que ocurre en este lado del Mediterráneo y ofrecérselo a sus lectores.
Sofía y Sebastiano son complementarios. Con ella vemos a Italia con ojos españoles y con el vemos a España con ojos italianos. Pero también tienen algo en común que es lo primero que nos llama la atención en ambos personajes: la mirada; penetrante la de ambos. Irónica, distante y melancólica en Sofía, que nos mira incluso cuando Gyenes la fotografía en escorzo; profunda, lejana, propia de sus ojos grises y con una fuerza que puede llegar a ser suavemente amenazante en Sebastiano.


Pablo Neruda
Serie “Presencias”. 1985. Óleo sobre lienzo. 146x114 cm.
Jorge Luis Borges
Serie “Presencias”. 1985. Óleo sobre lienzo. 162x114 cm.



El ojo visionario de Sofía Gandarias
Augusto Roa Bastos
¿Qué es el retrato, y, en definitiva, qué es la pintura para Sofía Gandarias? Acaso, como ella misma lo señala propósito de la revolución instaurada en la pintura moderna por su maestro Velázquez, consista en hacer que la pintura toda sea retrato. Principio que nos llevaría a entender que la figura humana en cuya estética se basa principalmente no es una simple preferencia temática, sino el centro focal de una visión del mundo, la vida, de la sociedad. Su estética se convierte así en expresión de lo que la artista llama conciencia vital de la realidad y del tiempo que le toca vivir. Actitud que ella asume como un compromiso a la vez ético y estético. Tal actitud define una elección experimentada como el sentido mismo de su vocación. La más difícil y compleja, la que podría redefinirse, invirtiendo el principio de Velázquez: hacer que el retrato todo sea pintura; o sea, hacer que el retrato se constituya en la «idea central» del hecho pictórico.
Esta idea globalizadora concibe que por una suerte de metonimia pictórica una parte, una forma, el retrato, encarne la totalidad de la pintura en sus múltiples manifestaciones. Y todo esto en una época en que, como la propia artista lo reconoce, se asiste a la declinación de las formas figurativas, en particular la del retrato. Formas que sin embargo ahondan sus raíces en los comienzos de la historia humana y forman los orígenes sedimentarios de la historia universal del arte. Desde las cavernas de Platón a las cuevas de Altamira y los centros de pintura contemporánea, sombra y figura son sinónimo de imagen (de la imago) que se integra y desintegra sin cesar en historia y prehistoria.
Consciente de esta situación, Sofía Gandarias asume su elección no como un melancólico desafío ante una causa perdida sino como una ejemplarizadora voluntad de ascesis. Ello le permite contribuir, dentro de sus posibilidades y sus límites, con nuevos signos en el lenguaje de lo visible, al enriquecimiento y renovación de un arte en continua metamorfosis. Encontrar, según la brevísima parábola de Kafka, ese rayo de luz que siempre estuvo ahí pero que no existe (que no aparece) más que cuando el ojo visionario lo descubre.
Esta posibilidad de lo inédito se encuentra en los caminos más trillados y precisamente en ellos. Lo inédito se produce no en lo que se hace sino en cómo se hace esa cosa sin tiempo que es el arte pero que a cada mañana renace. Lo inédito se revela en la confluencia del espectador, el artista y la obra. Porque lo que cambia no es solamente el arte creativo en el que está presente el mundo íntimo del creador: cambia también y evoluciona constantemente la mirada del espectador que hace suya la obra y se deja poseer por ella, en lo que podría llamarse el arte de la contemplación.
El encuentro en el cuadro de las dos subjetividades –la del artista y la del observador– permite así el surgimiento de los valores de revelación de la obra como otra subjetividad que comunica y correlaciona las dos anteriores según el espesor cultural y social en que estas subjetividades se hallan inmersas.
En este espectáculo o lenguaje de lo visible que es el arte pictórico, la forma retrato –para no hablar más de género, impropiamente– comporta, como es obvio, individualización del objeto e instantaneidad de la escena. Y se me ocurre pensar que esta representación individualizada de modelos vivientes, en nuestra época negadora de la vida y de lo humano, es uno de los alicientes mayores en la elección temperamental y estética de nuestra artista.
Tal individualización e instantaneidad supondrían sin embargo, en un primer momento, el aislamiento del objeto en sí en un espacio que sólo a él corresponde: espacio que por ello mismo quedaría abolido o en suspenso. El tiempo incluso quedaría abolido o en suspenso en esa instantaneidad que se volvería pura permanencia. Duración inmóvil de la escena en torno al objeto (el modelo) convertido en sujeto: es decir, en una presencia inmutable. Y esta presencia es la de un personaje identificable, la de un individuo representativo, que el retrato en cierto modo no puede no exaltar y celebrar.
Por otra parte, esta situación de individualización e instantaneidad de la escena, metamorfoseada en visualidad pura –o si se quiere, en pura inmanencia– parecería contradecir el anhelo de unión y comunión de la artista con su sociedad. Parecería negar su deseo explícito de acogerse a la realidad, de dar forma a las realidades de su época; de hacer que su estilo y su lenguaje sean expresión de una temporalidad y de una visión abiertas y en movimiento. Lo cierto es que el arte de Sofía Gandarias logra hacer real en sus cuadros el principio de que el retrato todo sea pintura y que este hecho estético constituya un símbolo de unión entre el individuo y la sociedad. Hay en su arte una óptica o una lógica de la visión que rechaza el concepto «realista» que quiere hacer del cuadro el solo reflejo de lo real. Pero también
rehusa el concepto «idealista» que sólo busca la proyección de una subjetividad aislada en sí misma.
Hay un momento, previo a la mirada del espectador, en que este hecho se ha producido. «Entre la concepción rápida y la conclusión de la obra –reflexiona la propia pintora– se sitúa la carne y la sangre de la obra de arte: la emoción estética». Pero entre esos dos momentos, la concepción y la ejecución del retrato hay el arduo y lento trabajo de indagación, de prospección en la vida y la obra de sus modelos: de penetración en esos mundos íntimos poblados de grandezas y miserias como todo lo humano. Se nota esto incluso en sus retratos directos o del «natural». Sus modelos son vistos con miradas de ojos en peregrinación que invierten y olvidan el camino al par que lo recorren. Más allá del parecido o de la apariencia actual del retratado, el ojo visionario capta, hacia el pasado o hacia el futuro, los múltiples rostros de la persona humana; los destellos de una desvanecida juventud, la mansedumbre y la serenidad simuladas que encubren secretas obsesiones, la auténtica generosidad desde luego, pero también las devastaciones del tiempo, que se anuncian inexorables sobre ese rostro, sobre ese espíritu, vueltos todavía hacia la luz como si suspiraran.
Pintar un rostro es también interpretar un hecho de naturaleza. Reproducir un cuerpo, expuesto como todos los

cuerpos de la naturaleza a su finitud y desaparición, no es intentar su copia sino transformarlo en el objeto testimonial de una vida, de una historia, de un destino. Y ello sólo al precio de una lucha agónica, en el sentido unamuniano, por parte de la artista, enfrentada a sus propias tensiones y obsesiones.
Poseída por la pasión del conocimiento a través de las formas, la artista contempla a sus modelos con amor, pero sin complacencias, con ironía pero sin acritud, con ávida sensualidad, pero también con mirada implacable. Sofía no ilustra sus personajes: los excava. No los adorna con metáforas ni alegorías parásitas: los desnuda en su íntima verdad en la que trasfunde la suya propia. Es evidente que no le interesa el «color local» de los cuerpos, de los rostros. Ella trabaja con esos materiales tocados, penetrados, vividos interiormente en esa cámara oscura, taller, caverna, de las propias intuiciones, donde la visión se organiza y proyecta.
Aquí ya no es el «tema» (rostro, cuerpo, gesto, la ineluctable sombra de la soledad humana envolviendo al individuo) el elemento que predomina.
Lo que importa esencialmente ahora es la materia inasible pero no impasible que está allí en medio de esa luz irreal cortada de sombras, de iridiscencias, de trazos fulmíneos, de planos quebrados y superpuestos, de depresiones oscuras
y fantasmales, que acaban también fantasmatizando las figuras.
Sofía no pinta «efectos». Sobre el fondo, que casi nunca es neutro aunque parezca vacío o «despoblado»; sobre ese espacio también como imantado y en espera, ella prepara las condiciones para el surgimiento del efecto en la sensibilidad del espectador. Su tratamiento pictórico está hecho por momentos de rigor geométrico o de estados de abandono y de ausencia que responden a la lógica onírica del cuadro.
Es entonces cuando los elementos iniciales de la figuración se abstractizan según los modos genuinos de la abstracción. Líneas reverberantes se entrecruzan en el espacio de los cuadros que parece de pronto constelado por fragmentos de espejos rotos. Hay una continua refracción de planos y dimensiones en medio de esas oquedades sombrías en las que los colores se reabsorben como teñidos de penumbra. El color no reaparece como una envoltura que la luz pone de manifiesto; viene del fondo del objeto, de la interioridad del cuadro, de su constitución íntima que oscila entre la opacidad y la transparencia.
De este modo, no es la «realidad» de lo representado la que se resquebraja y adquiere un alto grado de abstracción. Al menos, no es esta realidad referencial de los «parecidos» la que domina en el cuadro, sino la nueva y cambiante figuración que se establece entre el

observador y las «presencias» retratadas. Ellas no corresponden más a la iconografía convencional de esos individuos representativos. De pronto, ciertas grietas aparecen en las nobles máscaras sacralizadas por la muerte o por el peso del prestigio todavía mundano y producen revelaciones imprevistas sobre el espíritu y la psicología profunda de los retratados. Por esa brecha súbita surge el personaje real de ese hacedor de personajes que es el autor de mundos imaginarios.
Bernard Shaw señalaba que ningún autor es potencialmente inferior a ninguno de sus personajes tanto los del más alto grado de heroísmo y de nobleza como los más perversos y malvados. Claro. De otro modo no hubiese podido concebirlos. Hubiera sido anonadado por ellos antes aún de haber logrado darles vida.
Lo mismo se puede decir de los pintores. Y tal vez con mayor razón que de los escritores por la naturaleza más libre de la pintura en comparación con las limitaciones de la escritura. Los escritores escriben. Los pintores inscriben. Los
Gabriela Mistral
Serie “Presencias”. 2010. Óleo sobre lienzo. 116x89 cm.
sabios de la antigüedad ya se asombraban de que el habla, la naturaleza viviente del lenguaje oral, hubiesen podido precipitarse en la escritura y que los signos de ésta las hubieran podido recoger y fijar en un proceso inverso y negador de la naturaleza y la palpitación vital. La lengua escrita organiza con nexos y eslabones la cadena de lo hablado. La pintura –como la música– devuelve los signos al magma ibérrimo de la visión, a su esfera de resonancias y de armónicos.
Acaso la mirada zahorí y como sonámbula con la que Sofía Gandarias contempla a sus modelos vivientes y desaparecidos para plasmarlos en sus cuadros desde «adentro» y para oír hablar a cada uno de ellos en sus figuras aparente o definitivamente mudas, no sea uno de los méritos menores de esta visionaria exploradora de sombras. De este modo, los retratos de Sofía Gandarias no se limitan a ser homenajes celebratorios a los personajes elegidos. Son un acto, sí, de reconocimiento de esos personajes representativos en lo que tienen de humano. Pero también, y principalmente, un acto de conocimiento de sí misma a través de esas figuras pintadas a pequeños golpes de soledades y encuentros. Como es la vida.

Cipión. Serie “El coloquio de los perros”. 2011. Óleo sobre lienzo. 116x89 cm.
En este sentido, sus retratos son presencias en el sentido más rico y sugerente del término. Presencias como imantadas por el aura, por el halo de misterio de la re-presentación: esa ausencia del retratado dos veces presente en la doble imagen superpuesta del modelo y de la artista que se ve y se representa a sí misma en la apariencia del modelo.
No estamos aquí, desde luego, ante los ventanucos que abría el Durero para ser contemplado por él mismo desde un autorretrato. O ante el autorretrato del propio Velázquez que pone su presencia detrás de las Meninas: el Velázquez que se contempla y nos contempla instalado en la otra escena dentro de la escena. Hemos dicho ya que el arte de Sofía Gandarias es un arte de ascesis, de pulsiones dramáticas profundas, de introspección pero también de indagación ontológica y existencial por momentos desgarrada, en los modelos que elige y con los cuales se identifica sin confundirse con ellos. Y aquí viene bien la reflexión de Ortega sobre las características del «buen retrato español», del poder dramático que contiene, cualquiera sea la persona representada, y que es el más elemental.
«El drama consiste –observa el espectador lucidísimo que es Ortega–en pasar algo de su ausencia (de la persona representada) a su presencia, el dramatismo casi místico del ˝aparecerse˝. Perennemente están en el lienzo las figuras, ejecutando su propia aparición y por eso son como aparecidos».
El orden humano sólo se inicia con el «parecido no sensible». Y entonces -lo dice también Walter Benjamin- «con la rapidez del relámpago el parecido aparece». El rayo de luz que siempre estuvo ahí, oscuro, de pronto fulgura.
Este «aparecerse» y no el «parecerse» es quizás la clave del arte de esta pintora. Lo que busca es dar una una nueva vida, una vida otra a esas presencias; es movilizar la instantaneidad detenida de esas figuras; es mover y conmover la aparente fijeza de las representaciones en los ritmos de todas sus transformaciones posibles. Y esto lo logra en los movimientos del diálogo que comenzó entre su mundo y el de los retratados y que prosigue entre los cuadros y los espectadores.
Es ahora cuando las ausencias se colman plenamente con las presencias que «con la rapidez del relámpago aparecen» y que cada uno de los espectadores se lleva. Las mismas pero diferentes.
Augusto Roa Bastos

