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Boedo, Ciudad de Buenos Aires Año III - Nº 15 - Febrero de 2003

Las puertas de la casa roja están abiertas, aquí nomás, en la frontera, pisando los mojones que delimitan Boedo y Almagro. “Para ver y aprender. Exposición sobre Fauna Rioplatense (aves, mamíferos, anfibios, reptiles, insectos, fósiles, minerales)”, invita la pancarta de la entrada. Y una placa de bronce señala que nos hallamos frente a la “Fundación Bartolomé Hidalgo para la literatura rioplatense”. La propuesta se concreta, ni bien atravesamos el umbral, con la muestra de ciencias

naturales. En un segundo salón que adiciona planta alta a sus generosas dimensiones, encontramos la más completa colección que se conozca sobre literatura rioplatense –más de setenta mil volúmenes– y una maciza hemeroteca que junto a los libros “representan al período histórico que comienza con el modernismo, la única corriente americana propia que sienta nuevas estructuras en cuanto a la concepción literaria. La biblioteca abarca la literatura rioplatense y latinoamericana desde 1880 a 1974 a través de sus libros y publicaciones periódicas desde “El Mercurio” de América” –nos cuenta Washington Luis Pereyra, presidente de la Fundación. Pereyra está en nuestro país –al que guarda una inicial gratitud y profundo respeto cultural, según sus palabras– desde hace veinticinco años, pero avatares personales lo llevaron a rearmar media colección perdida y completar la actual sólo a mediados de la década del 90, protegiéndola mediante la constitución de la Fundación. “La idea original era en Uruguay en una zona balnearia. La casa todavía está, pero no llegamos a un acuerdo por razones sucesorias. Surgió la posibilidad de esta propiedad, donde se presentaba el desafío personal de trasladar un proyecto cultural fuera de la zona clásica a barrios con historia como Boedo y Almagro. El 4 de diciembre de 1995 tomamos posesión. La compramos en 5 cuotas por un total de 200.000 dólares y ni bien comenzamos la obra nos la clausuraron por problemas burocráticos. Tuvo que intervenir el que luego sería vocero presidencial (Ricardo Ostuni) para rehabilitar, pero ya no pudimos comenzar en el momento ideal que era diciembre del 95. Esta circunstancia fue una rémora de la que nunca nos recuperamos totalmente.” Entre contingencias iniciales y propósitos constitutivos, Pereyra, cual personaje de Tabucchi, sostiene que “las naciones que no tienen respeto por su historia están llamadas a perecer. Yo creo, por ejemplo, que el boliche Dante, una institución centenaria en el barrio, debió haber sido –por lo menos– fotografiado en sus últimos momentos. Si no tenemos testimonios no tenemos historia. En mi pequeño país (Uruguay) tuve acceso a una cultura humanista agregada a una vocación personal hacia las ciencias naturales. Participé en expediciones donde inicié la colección de ejemplares y material que ha ido creciendo sin subsidio alguno, excepto el inicial del Fondo Nacional de las Artes –50.000 pesos, otorgado en el 96– a fin de continuar las obras ya iniciadas que insumieron en su momento unos 350.000 pesos, aparte del valor de adquisición del inmueble. ¿Por qué Fundación Bartolomé Hidalgo? Porque es el poeta uruguayo autor de 'Los cielitos de la patria', cielo de los 'tupamaros', ya está todo dicho con eso. Y al gabinete de Ciencias Naturales le pusimos Dámaso Antonio Larrañaga en honor al presbítero, escritor y naturalista –autor de atlas y publicaciones sobre la fauna uruguaya– que inauguró la Biblioteca Nacional en Montevideo donando su cuantiosa colección de libros”.

Llama la atención que una obra de las características descritas no tenga un mayor conocimiento público. Sobre cuáles serían las causas de esta, diríamos, pudorosa falta de protagonismo, Washington Luis Pereyra aporta algunos elementos: “El arancel de 2 pesos que se percibe por ingreso al gabinete de ciencias naturales trata de lograr la financiación de la Fundación. Una concurrencia mensual de 2 a 3 mil personas solventaría el costo de empleados y cubriría los gastos necesarios para mantener en funciones al ámbito. El acceso a la biblioteca tenía un arancel para investigadores de 15 pesos que incluía una serie de sesiones en las que, por ausencia de bibliotecario, debido a que no podíamos sol-

decía que un argentino de extracción humilde tiene tres posibilidades: ser piquetero, cartonero o chorro. Muy cortante, pero vinculado absolutamente a la realidad. Si nosotros a los muchachos les mostramos otro mundo, nada que tenga que ver con la droga o la violencia, y les diéramos elementos para labrar su esperanza, en pocas palabras, los educáramos, otra sería la historia. Gran parte del periodismo se dedica a lo negativo: ¿en una nación de 40 millones de habitantes no hay un solo hecho positivo para difundir? Todo es gris, 'hay que irse'. Existe otro mundo y hay que inculcarlo, a los jóvenes especialmente.” “Todo esto lo he donado al estado argentino. La propiedad está escriturada a

ventarlo, padecía cortes y hurtos de material, lo que generó una momentánea clausura. Estamos intentando restablecer el funcionamiento a través de un sistema de becas. Acaba de irse una becaria colombiana pero están por llegar otros en su reemplazo, a quienes proveeremos alojamiento como es nuestra norma.” La crisis ha alcanzado a los primitivos planes de desarrollo de la Fundación, que, como todo su entorno, va sorteando los complejos problemas que surgen día a día. Una de las postergaciones la padece un proyecto de Pereyra, que parcialmente ha concretado: una obra de nueve volúmenes sobre las revistas literarias argentinas. Los tres primeros ya están impresos, el cuarto terminado pero, por el momento, sin posibilidades económicas de publicación. “En un programa periodístico, un joven

favor de la nación argentina, aunque todavía esté pagando las deudas.” Mientras tanto, la Fundación sigue pujando por una consideración acorde a su magnitud, que le permita acceder al papel de fuente educativa que pretende desempeñar. La “Fundación Bartolomé Hidalgo para la literatura rioplatense”, constituida como homenaje a los escritores de izquierda que en los años 20 integraron el Grupo de Boedo, queda en avenida Independencia 3681, a pocas cuadras del corazón de nuestro barrio. Horacio Cafferata


EL TEATRO DEL BARRIO Boedo 1759 * 4 932-3390 / 4 956-1060 TALLERES DE VERANO: abierta la inscripción Taller de actuación: Virginia Lago 4 932-3390 (Fabiana), 4 931-7960 (Pablo) Realizaciones Culturales “Club de Teatro” BOEDO XXI - Boedo 853 - Informes y reservas: 4 957-1400 - E-mail: boedo21@hotmail.com Jueves de 19 a 22: Cursos de teatro a cargo de Omar Sucari. Informes e inscripción en Boedo XXI los jueves de 19 a 22. Actividad teatral: en receso durante febrero. BIBLIOTECA “LUBRANO ZAS” de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo. Febrero: receso Centro Cultural y Teatro Independiente EL QUIJOTE - Av. Independencia 4053 * 4 957-6218 CURSOS: *Teatro para adolescentes y adultos *Teatro para niños *Gimnasia *Tango *Salsa Espacio “VIDA Y ARTE” del TEATRO BOEDO Boedo 878/80 - 4 957-6702 E-mail: vidayarte@hotmail.com

LA BALSA DE LA MEDUSA Alicia Grinbank La fuerza que transmite el cuadro de Théodore Gericault que le da título al libro, nos anticipa la intensidad que respirarán los poemas. Las palabras van tomando la forma de los temas que las convocan; como el agua son recibidas en cuencos ofrecidos donde se busca profundidad, transparencia, y se logra con creces. Alicia Grinbank nos habla al comienzo del naufragio y la salvación en el proceso de decidirse. En La balsa de la Medusa lo cotidiano es elevado a lo trascendente: una cucharita, una tetera, unas camisas de hombre. Están las noches; está Buenos Aires: enfermera turra de hospital a media luz / Mala Eva / Maleva / Buenos Aires. Y el dolor del duelo: Andarás madre en tu barco de tierra. La poeta nos invita a sumergirnos en la emoción, nos seduce, nos arrastra hasta al final, casi sin aliento, para emerger aferrados a la palabra. (V. D. R.) Ediciones La Luna Que, Bs. As., 2002.

ERA SAL ENTRE LAS PIEDRAS Martha Goldin Era sal entre las piedras es el último libro que ha dado a conocer la poeta y ensayista M.G. El poema que abre el libro, como bien dice el prologuista, señala tal vez el sentido profundo del nuevo poemario. Poemas de una fuerza reconcentrada, sustentados en la lucidez de una palabra que uno siente como un desgarro, como extraídas de esas zonas oscuras y aún sin cicatrizar, pero que son a la vez el único camino para ir al encuentro de esas “cosas amadas”. M. G. nos hace doler un mundo que es, aún hoy, una amenaza: El sol se pone dos veces en el día / y somos felices un instante / a veces no se pone / no ha salido / y creemos que ya no saldrá más / y seguramente así será / así será. Memoria puede ser una palabra lacerante, y quizá puedan llegar a serlo mucho más esas palabras que la memoria no dice. (J. A. N.) Ediciones Papemor, Bs. As., 2002

PALABRA DE OTOÑO Mario Kon El reciente ayer, exaltado con tierna y meticulosa vitalidad. Y, entre todos los juegos, la inexorabilidad del tiempo, que es también para Mario Kon el dilema de un tiempo propio que busca recuperar. (C. S.) Ediciones La Luna Que, Bs. As., 2002

Recordamos los versos de un poeta de nuestra ciudad que, siempre, nos acompañan: A las seis de la mañana / alguien descuelga la luna / y la lleva dormida hasta su casa. La noche siempre tuvo el encanto del misterio, las sombras de la intimidad, las confesiones... La madrugada es, en cambio, un bostezo, una claridad apenas dibujada de un cielo que comienza a descorrer las cortinas... La madrugada es la partida o el regreso. El noctámbulo o el madrugador, el cruce de caminos entre la noche que se va a dormir y el día que, recién, se levanta. Y es en la madrugada cuando las calles se ven desiertas, limpias, y prenuncian el susurro de pasos mortecinos y todavía hay silencio. La madrugada es la media voz, la sordina del barrio. La hora en que las puertas se abren y se cierran calladamente. Y hasta los gatos van en punta de pie...

En el empleo del mate es sumamente interesante destacar la presencia y uso del “patagua, pataguai, pataguy, o pataguay”. En cualquiera de sus acepciones, algunos diccionarios lo definen como una “vasija cilíndrica sobre la cual ponen el mate, en la América meridional” o “tejido de paja sobre el cual ponen el mate”. Esta pieza, poco frecuente entre nosotros, suele ser muy empleada por los materos uruguayos, cuyo “pataguay” es especialmente elaborado para mantener “de pie” los mates

Después, vendrán los ruidos. Un auto que acelera, un canillita que vocea sus diarios, una mujer que pasa con un “chango” chirriante “camino de la feria”. Puertas que se abren y se cierran, estrepitosamente. Pero este batifondo le pertenece al día. La madrugada son dos amigos que no terminan de contarse sus cosas. Pocillos de café que se acumulan, ceniceros repletos, ojeras que se dilatan hasta alcanzar las mejillas..., sábanas que aún conservan el calor de los cuerpos, canillas que se quedan goteando, una tostada a medio comer, un pijama colgando grotescamente del borde de una silla... En la madrugada, una luz se enciende y otra se apaga, como un contrapunto de dos formas de vida, de dos estilos distintos de ganarse el pan. Se levanta un obrero, un músico se acuesta, un taxista regresa, una empleada retoca, por última vez, su maquillaje, antes de partir a la oficina. La madrugada es la “espía de Dios”, la inmutable mirona de la vida. Ella vigila que se baldeen los bares, que se rieguen las calles, que vuelvan a taparse las botellas de whisky, que “las muchachas de las plumas” lleguen sanas y salvas a sus camas, que la luna se borre y el gallo cante sin desafinar... Que los hombres la crucen, con su cansancio y con sus ilusiones, con sus uñas lustradas o sus callos recién amanecidos. Siempre habrá una madrugada distinta para el hombre de la fe. Siempre habrá una madrugada en nuestra vida que intentaremos olvidar. La hemos observado muchas veces, mientras velábamos nuestros muertos queridos, la hemos presentido en los brazos de una mujer, nos ha llegado, imprevistamente, alguna noche que perdimos el reloj, nos ha visitado en países lejanos, en parajes hermosos, en rincones de dolor y soledad... La madrugada siempre llega para sacarnos de una pesadilla o de algún sueño en donde éramos los héroes. Siempre llega para anunciarnos que, detrás, viene el día. Y hay que salir a dar la cara. Si es posible, con la frente bien alta. Roberto Díaz

tipo galleta. Los de forma cilíndrica debieron destinarse a aquellos poros que por su deformidad inferior no podían mantenerse solos sobre su base. Estos pataguay suelen hacerse con trozos de asta de buey, delgadas maderas revestidas con tientos, totalmente de cuero y también de mimbre tejido, a modo de pequeñas canastillas. Eduardo “Mano” Berón (artesano)

Actividad teatral, cursos, talleres y exposiciones: en receso durante el mes de febrero. Permanece en actividad el espacio de venta y servicio de comidas artesanales y vinos regionales. Centro Cultural JULIAN CENTEYA Av. San Juan 3255 - 4 931-9667 Preparación de la actividad teatral de marzo.

JUNTA DE ESTUDIOS HISTORICOS DEL BARRIO DE BOEDO

Actividades de febrero Los sábados de 10 a 13.30: En la vereda, bajo los tilos de Boedo 853, se despliega la mesa de publicaciones de la Junta, compartiendo su espacio con “Ediciones Papeles de Boedo”, “Desde Boedo” y “Boedo XXI”. Biblioteca pública “Lubrano Zas”: receso en febrero.

Estos son mis dominios, parte de mis símbolos, reino secreto de la infancia. Es piadosa la sombra azul sobre el ladrillo. Es piadoso el banco y el ensueño. A esta plaza se llega por calles de nombres antiguos. Aquí está la avenida de Las Tunas, la Calle de las Garantías. Allí la quinta, el palomar, el portón de hierro. Para igualar las almas los curas levantaron la Capilla del Desagravio. Con estas mitologías de barrio se fue haciendo Buenos Aires. Conocí la parra y el zaguán en Piñeyro. Conocí el cielo claro de un arrabal entre inmortales banderas que la generosidad hizo rojas. Barracas al Sur era el adoquín, la casa de las tías, un idioma de nieblas y proclamas. Junto a estos designios el nombre de esta plaza laica. He tocado sus árboles, la hondura de hábitos repetidos y absurdos. He besado a hermosas muchachas presintiendo la magia de la pasión y el silencio. Conocí la ausencia de mi madre, el abrazo del padre. Aquí la memoria urdió su soledad. Un día mis hijos la nombraron como quien descubre la noche furtiva junto al alba. La reconozco en esta biblioteca que me enseñó la aventura y la certidumbre del poema. En una partida de truco, en el vestido blanco de una mujer. Con decoro acopio palabras que forman esta dicha casera. La reconozco en la evocación del amor, en el diálogo de unos pocos amigos, en una página de Schopenhauer. Y en la mirada pura de Gala. Este es el barrio que concede mito a mis pasos. Recorro sus calles catando la fragancia del jacarandá. Que es vainilla y leche y nostalgia. Intimo nombro los enigmas que rodean la sombra. Algo es historia universal en esta plaza. Algo es hechizo que requiere ocio y destierro. Carlos Penelas


Cuando todavía no habían asomado las primeras luces del nuevo día, aquel 1º de febrero del año 31, el día de San Severo, según acotaría un cronista de la época, una de esas madrugadas ventosas que parecen empeñadas en desmentir el verano, inestables, que ensombrecía el ánimo de cualquiera, con un cielo encapotado, pese a lo cual los “canillas” se trepaban al “tranguay” ofreciendo sus diarios con la “noticia” del día, un numeroso grupo de personas, señoras de doble apellido, con sus mitones y el cuello de piel de sus tapados cubriéndoles del frío las orejas, militares, funcionarios, partidarios del general Uriburu, junto a los copetudos acompañantes de las elegantes damas, con sus abrigos de corte inglés y su elegante chistera, nerviosos como caballos de cochería, iban y venían, envueltos en sus bufandas, por ese patio enorme de la Penitenciaría Nacional. No era para ellos un día más. Los diarios habían seguido el caso durante la semana. Por la ciudad toda, una corriente inquietante había mantenido en vilo al pobrerío. Las luces de los barrios bajos habían tardado en apagarse, pese a que el kerosene había aumentado de precio. Algunas ventanas persistían iluminadas por los alrededores del penal. También el periodismo se había dado cita en aquel patio enorme, y a hombres duchos, acostumbrados a enfrentar situaciones difíciles, sin que se les erizara un pelo, aquel día, sin embargo, algo por dentro los estremecía. A tal punto que les costaba decirse, entre ellos, una palabra. Tenían que esperar. Fumaban, con la vista perdida, o tratando de “pescar” algún ruido en los pabellones. Un silencio pesado, opresivo, de esos que hasta dificultan caminar, envolvía a ese grupo de seres que, mal dormidos, por exigencias del oficio, por una morbosa curiosidad la mayoría de los “personajes” que las autoridades habían invitado, esperaban ver aparecer por uno de los pasillos a quien sería el protagonista de esa madrugada trágica, y ocuparía, al otro día, la primera página de los diarios. Un hombre iba a ser ajusticiado. Por primera vez, quizá

por única vez –salvo los periodistas–, los linajudos de la gran ciudad habían dejado de lado sus preocupaciones mercantilistas; no pensaban en decretos ni leyes, ni siquiera les preocupaba la cantidad de cabezas vacunas, ni la papelería que exigiría la exportación de granos o de carne congelada; ese día se habían reunido allí para presenciar el singular espectáculo de cómo se mataba un hombre por mandato de la justicia humana. La muerte ha tenido siempre ese cruel atractivo, sobre todo para quienes matan sin ensuciarse las manos. Cuando por una de las puertas apareció aquel hombrecito de rostro cadavérico, con el banquillo, los presentes se arremolinaron y terminaron por congregarse curiosos frente al sitio donde, supuestamente, se realizaría la ejecución. Para no pocos, gracias a influencias políticas, era un privilegio el que se los hubiese invitado. Sería el tema de la jactancia del día siguiente: “Yo estuve allí”. Seguramente en sus mentes ya estaba la imagen del monstruo que iban a ver aparecer. Una bestia con los ojos inyectados de odio por la sociedad. Se sabía que había rechazado el auxilio sacerdotal. ¡Ateo, además! Otros, en cambio, esperaban ver asomar de los fríos corredores, a un hombre quebrado, llevado casi a la rastra por los carceleros y clamando clemencia. En cambio, lo que pudieron observar, fue a un hombre caminando hacia el banquillo; incluso se lo notaba sereno. Su mujer, su compañera, alcanzó a decirle cuando pasó, engrillado, entre los guardianes, rumbo a uno de los paredones del presidio: “No te olvidés que sos mi hombre”. No se lo dijo a él, sino a todos los presentes. Era, quizás, un acto de dignidad que ella necesitaba darse, como mujer, frente a las “cogotudas” que iban a presenciar la muerte de su compañero; él sonrió, quizá porque no hacía falta que se lo recordaran. El que caminaba hacia su muerte era el mismo que le había hecho llegar, día tras día, sus poemas; un hombre cargado de futuro, de sueños, de esperanzas, que había peleado contra la injusticia, tanto como contra ese humanismo hipócrita de quienes lo acusaban de ser un criminal, y que ahora estaban ahí, para verlo morir. Durante los últimos meses lo habían obligado a vivir como un animal acorralado, y se fabricó la imagen de un sujeto sediento de sangre. La prensa se había encargado de hacer pública esa imagen. Finalmente habían conseguido darle caza en Morón, donde tenía una pequeña imprenta. En ella había impreso sus “libelos” contra el golpe fascista, los negociados, y la sociedad prostituida: también sus poemas de amor. Cuando en aquel amanecer el oficial intentó vendarle los ojos, él se negó. Tampoco quiso sentarse. Cuando el jefe del pelotón dio la voz de ¡Fuego!, él gritó ¡Viva la anarquía! Un rumor sordo fue tomando cuerpo desde los pabellones del presidio; los reclusos sumaban su voz de protesta al grito de ¡asesinos! ¡asesinos!. Al día siguiente, en el diario “El Mundo”, en uno de sus “Aguafuertes”, Roberto Arlt describía el asesinato de Severino Di Giovanni. Juan Alberto Núñez

25 de febrero de 1778: en Yapeyú, Corrientes, nace José Francisco de San Martín. 3 de febrero de 1813: bautiza con victoria a los Granaderos en San Lorenzo. 12 de febrero de 1817: lleva al triunfo al ejército patriota en Chacabuco y exactamente un año después, 12 de febrero de 1818, jura en Santiago la independencia de Chile. Los dos últimos “hitos de febrero” de San Martín no están a la altura de su gloria: en 1824 se marcha a Europa un 10 de febrero y cinco años más tarde, el 12 de febrero de 1829, su pretendido regreso se frustra ante las condiciones políticas adversas, y se niega a desembarcar decidiendo radicarse definitivamente en Francia hasta su deceso (1850). Este mes, tan visitado por el calendario sanmartiniano, invita a rememorar sus valores. Bastaría simplemente con que convocara a la emulación de su entrega, su lucha generosa, su sacrificio, su austeridad, su estatura moral. En tiempos en que todos los obstáculos parecen tener las dimensiones del Aconcagua, recordamos sus palabras describiendo la epopeya del cruce de los Andes: “Las dificultades que tuvieron que vencer para el paso de las cordilleras sólo pueden ser calculadas por el que las haya pasado. Las principales eran la despoblación, la construcción de caminos, la falta de caza y sobre todo de pastos. El ejército arrastraba 10.600 mulas de silla y carga, 1.600 caballos y 700 reses; a pesar de un cuidado indecible sólo llegaron a Chile 4.300 mulas, 511 caballos en muy mal estado, habiendo quedado el resto muerto o inutilizado en las cordilleras; 2 obuses de a 6 y 10 piezas de batalla de a 4, que marchaban por el camino de Uspallata, eran conducidos por 500 milicianos con zorras, y mucha parte del camino a brazo y con el auxilio de 4 cabrestantes para las grandes eminencias. Los víveres para veinte días que debía durar la marcha, eran conducidos a mula, pues desde Mendoza hasta Chile por el camino de Los Patos no se encuentra ninguna casa ni población y tiene que pasarse cinco cordilleras. La puna o soroche había atacado a la mayor parte del ejército, de cuyas resultas perecieron varios soldados, como igualmente por el intenso frío. En fin, todos estaban bien convencidos que los obstáculos que se habían vencido no dejaban la menor esperanza de retirada; pero en cambio reinaba en el ejército una gran confianza, sufrimiento heroico en los trabajos y unión y emulación en los cuerpos”... ...“Al ejército de los Andes queda la gloria de decir: En veinticuatro días hemos hecho la campaña: pasamos la cordillera más elevada del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile”. (José Francisco de San Martín, relato para sus memorias y comunicado a O’Higgins del triunfo de Chacabuco, 1817)

Peluffo y Lezica se encuentran en diagonal. A metros del vértigo de Medrano, la paz angosta de dos estrechas callejas de Almagro genera un pequeño espacio público que desde el 15 de agosto(1) del año pasado se llama “Mario Jorge de Lellis”. Después de casi treinta y cinco años de un olvido tan injusto como extraño, esta nominación para un lugar de su barrio rescata para siempre en la consideración y recordación popular al hombre y al creador que se identificó plenamente con su origen almagrense, y así lo plasmó en su poesía. Autor de una vasta como sustanciosa obra poética, que va desde Flores del silencio (1941), pasando por Cantos humanos (1956) y Hortigueral de Almagro (1965), hasta El último estaño (1966), sólo por citar algunos de sus poemarios, de Lellis transitó durante su corta existencia, de hecho y de palabra, por el barrio que lo vio nacer y morir, cargado de sueños, amistad y esperanza. Era poseedor de “un corazón que latió por su barrio y para su barrio. Fue el verdadero vate de Almagro, poseedor de una nata intuición y de humanas teorías filosóficas del estaño”, anota uno de sus admiradores y exegetas. “Miércoles: un día de miércoles”, razonaba. Quizás aludiendo a un pretérito miércoles de “su barrio” –14 de marzo de 1922, Sarmiento 3565– donde produjo la primera poesía: nacer. Tal vez, presintiendo cual sería su último poema: partir en miércoles, desde Almagro(2). En su derrotero poético, comenzó asomándose al ámbito familiar del que desbordó al barrio para internarse más tarde en la vida porteña; pero nunca se alejó de su mundo referente, aquel Almagro perdurable que caminó por todos sus rincones durante –apenas– cuarenta y cuatro años. Su producción es lo suficientemente rica como para que a través de ella complete ese camino que acaso le faltaba transitar. ¡Qué pocos lugares de la ciudad recuerdan a sus poetas! Una placa, que quizá ya no esté, fagocitada por el hambre de un impensadamente digestivo bronce, recuerda a Baldomero en su lugar natal. ¿Y cuántos más? Una plazoleta para el poeta. La rima suena fácil y cursi para el recuerdo de quien devolviera en bellas metáforas las provocaciones de “su lugar en el mundo”. Apenas un triángulo dormido en su estatismo, despierto para la evocación, en un lugar con historia en lo que podríamos llamar la génesis de Almagro, pues allí donde se encuentra existió a mediados del siglo diecinueve, como bautismo propicio, una parada del Ferro Carril del Oeste que llevó el nombre de quien donó las tierras para dicho fin y permitió el paso del primer tren arrastrado por la locomotora “La Porteña” en su viaje inaugural

por lo que hoy es el pasaje Angel Peluffo. Tanto aquella circunstancia vivida en 1858, como esta reciente resolución, tienen implicancias emotivas. El sitio dio lugar al nacimiento del barrio bautizado en homenaje a don Julián de Almagro para que los residentes no olvidaran su gesto progresista. Ahora, una pequeña parcela lleva el nombre de Mario Jorge de Lellis, como barrera al olvido de quien “vistió maneras de Almagro”. Este predio, ya sea por sus características, su ubicación, su misterio, su historia en definitiva, ha sido utilizado por los vecinos que lo rodean como una expresión genuina de evocación, de reunión y de festejos. Y la plazoleta ha merecido la espontánea calificación de “Espacio de la Alegría”. Esa misma alegría que de ahora en más compartirá con el poeta, en nada ajeno a ese estado de ánimo colectivo. Así, Mario Jorge de Lellis se suma en espíritu, a los diversos avatares del lugar que lo vio nacer, transitar y morir en un breve lapso poblado de hallazgos, de agudezas de su pluma que describieron a Almagro con la óptica de quien atisba su alma. Mario Bellocchio (1) El 15 de agosto de 2002, por decreto 969 del Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires, se promulgó la ley 839 del l6 de julio del mismo año, por la cual la Legislatura le impuso el nombre de Mario Jorge de Lellis a un espacio público del barrio de Almagro. (2) Mario Jorge de Lellis falleció en la avenida Rivadavia 3999, el 15 de noviembre de 1966. Ilustración: De Lellis por Juan Carlos Castagnino.


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del otro diciembre, pero a no ponerse mal habitante de la tierra media del medio, sabido es que las cosas se pueden, es más, se deben mirar desde otro lado; hay que ser positivos; también se puede mirar para otro lado, que es parecido y que también es positivo, porque estamos vivos y ante todo importa la vida, la tuya, la de los tuyos, la de nosotros que peleamos y que siempre logramos corrernos, nosotros que nunca sacamos los pies de la realidad salvo cuando leemos un libro que nos hicieron creer que necesitábamos leer para encontrar como siempre todo aquello que el lector busca y que lo encuentra (seguro, seguro) sin duda en esta novela (una más). Digo que somos conscientes y que siempre nos comprometimos, por eso hoy ayudamos a los menos afortunados, aquellos que no comen, no tienen techo, no tienen médicos ni educación. Es cierto que algunos habitantes de la tierra media han bajado al llano y ponen manos a la obra, he ahí los pocos que dejaron de ser cómplices. Pero hay otras formas de expresar

No por presentida, la muerte de Eduardo Gudiño Kieffer, ocurrida en Buenos Aires el pasado 20 de setiembre, ha golpeado menos a los que, en menor o mayor grado, tuvimos la fortuna de conocerlo. En mi caso, sucedió hace siete años; venía de obtener un premio del Fondo Nacional de las Artes por Polo y los dispersos y me habían invitado a un panel que expondría sobre cultura y medios de comunicación. Había representantes de varias disciplinas: literatura, crítica, periodismo; el menos conocido era, obviamente, yo. Gudiño Kieffer, que integraba el panel, se interesó en mi obra y mi persona. Nació una corriente de simpatía y cuando semanas más tarde se publicó el libro le debo una nota breve, para una revista, y otra más extensa para el suplemento cultural de La Nación. Algún tiempo después, hablando con un escritor y crítico argentino de primer nivel sobre los participantes de la mesa redonda a que hice referencia, me dijo: De toda la gente que usted me

teléfono. Me satisfizo escribir una nota sobre Malas malísimas. Cinco damas perversas, un libro suyo. Le agradecí sinceramente el comentario reflexivo que dedicó a mi novela Nudos de hierro. Yo acostumbraba saludarlo para su cumpleaños, el 2 de noviembre. Cuando lo hice en el 2000, me dijo muy tranquilo: Tengo un cáncer en el cogote, Gabriel. Me quedé helado y ya no recuerdo qué pude articular. Hace un año concurrí al homenaje que, en el Palais de Glace, se le hizo; charlé con amigos suyos como Ignacio Xurxo y Ana María Shúa; el homenajeado era una sombra del que había sido. Pero habló con sencillez, con altura, y dijo al finalizar que estaba a disposición de los presentes para lo que pudiera ser útil. Hasta último momento mostraba lo que había sido: un verdadero señor. En la valoración de su obra hay que poner arriba Para comerte mejor y Guía de pecadores. La primera de ellas es, sin duda, una de las novelas que mejor reflejan la atmósfera de los 60. Plena de humor, impecablemente escrita y con una estructura sólida además de ingeniosa, se lee siempre con interés, con placer. Las mismas virtudes ostentan las historias que atesora Guía de pecadores. Malas malísimas... es un liviano ejercicio en el que el humor y la Historia (esta vez con mayúscula) se dan la mano; no pretende otra cosa que entretener con ingredientes nobles, y por cierto lo consigue. El príncipe de los lirios es otra

Informa a sus lectores que nuestro periódico puede retirarse mensualmente del puesto móvil que compartimos con la Junta de Estudios Históricos, Ediciones Papeles de Boedo y Boedo XXI en Boedo 853 (también números atrasados), los sábados de 10 a 13.30 o en los locales de cualquiera de sus anunciantes. Gracias por su interés.

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cita, la única buena persona es Eduardo Gudiño Kieffer. Le agradecí la opinión que transmitía; sentí, además, que coincidía con mi propia valoración del prójimo. Con el correr de los meses pude apreciar que “Gudi”, como le decían, no negaba jamás un favor si estaba en condiciones de prestarlo y que cuando lo invitaban a algún evento literario y no podía concurrir, enviaba una esquela exponiendo los motivos y deseando a los protagonistas el mejor de los éxitos. Gudiño Kieffer tenía, pues, calidad humana; léase: buenas maneras y auténtico respeto por la gente. En el mundo de la cultura, y particularmente el de las letras, no abundan ejemplos como el de “Gudi”; sobreabundan, en cambio, los infatuados y los necios, que, no por casualidad, resultan ser los mismos. No hace demasiado apareció en fascículos, como suplemento de un diario capitalino, un simulacro de diccionario; en él, se aspiraba a incluir a todos los argentinos notables (hombres y mujeres) del siglo XX. Con gran sorpresa advertí que no figuraba Gudiño Kieffer; con menos sorpresa noté que faltaban también otros grandes exponentes de la cultura; sin ninguna sorpresa comprobé que ocupaban espacio destacado “personajes” irrelevantes en el campo del arte y la literatura. Las taras morales –me dije– no son patrimonio exclusivo de la política o la economía. Tuve el gusto de dialogar varias veces con Eduardo Gudiño Kieffer, personalmente o por

H O RA S

No tenemos nieve en diciembre, pero igual cilmente le proporcione Gloria nos toca papá santa noel claus. Me digo que alguna, Tal como es habitual en ella nos toca porque es lindo, porque nos gusta re- (Isabel A.), sus personajes son cibir regalos, porque somos como somos, digo, entrañables, nos enamoramos, nos muy fiesteros y que así como nos gusta recibir convertimos en cómplices, en deregalos, también nos gusta regalar en la época finitiva nos dejamos llevar por su de la cajita feliz con barba blanca. Nosotros, historia, logramos evadirnos de la los habitantes de esta tierra gaucha y media, realidad cotidiana por mucho somos de enternecernos en esta época y quere- tiempo, todo el tiempo que nos dure mos ser, más que nunca, buenos, amables, y la lectura. Hay realismo mágico, muy especialmente solidarios en estos días de hay amor, hay traición, hay aventerror supremo caído, al parecer, durante la tura, hay abuelas excéntricas y tíos última gran lluvia. Como a nosotros nunca na- entrañables y por supuesto muchas die nos dijo nada, como nada tuvimos que ver protagonistas mujeres. Como siemcon nada, y empujado por una tara congénita, pre, todo aquello que el lector busbusco una respuesta. Pienso en la generación ca lo encuentra sin duda en esta espontánea como padre de la criatura; pienso novela. Y casi al final se lee, Hemos en la llegada de esporas desde el espacio como pensado que la oportunidad de tenerlo madre de la misma criatura queLahoy nos nao de Orlando Agüeroen la calle para antes del aplasta; pienso en dios, pero, aunque no nos Día de la Madre, lo convertirá en el presentaron, siempre escuché que es bueno y regalo obligado para esa fecha. justo, y entonces él no pudo ser. Entonces, Efectivamente, el libro se vendió y ¿quién fue? Quizá fue algún ser oscuro y así logramos evadirnos de la malvado, un Mordor cualquiera que segura- realidad cotidiana, un rasgo mente algo habrá hecho. Así puede concluir un distintivo del habitante de la línea habitante de la tierra media, así puede lavarse del medio. Si bien el ejemplo pertenece a otra las manos el argentino de la línea media; así de fecha, reconozcamos que, en realidad, así nos pensantes, educados, solidarios y bieninten- ponemos cada vez que alguien nos dice fiesta. cionados; así de fácil nos la creemos los ar- Para no ser tildado de machista, agrego lo gentinos de la agonizante novela media sin escuchado en la cola de un banco hace algunos Señor, sin Frodo, sin anillos, y desde ya, sin meses. Dos hombres algo mayores, uno dice, Tolkien. Afanosamente la franja media intenta Estuvieron mal, se equivocaron, tendrían que una vez más seguir aferrada a su historia de haber devuelto los cuerpos, los tendrían que buena gente que siempre leyó la revista Gente; haber matado, iban al padre, señor, acá tiene somos así de aferrantes a nuestros mundos su hijo, era guerrillero. Como decía, somos fantásticos. A la hora de buscar ejemplos para así, en cuanto algún interesado marca la fiesta, graficar los diversos orígenes de los creadores ahí se manda el habitante de la franja del del bicho feo, siempre pienso en una carta, para medio, un apasionado. Pero a no descarrilar y a mí reveladora, enviada por Editorial Suda- no permitir enredos con pasados que a nadie mericana a sus amigos libreros con motivo de del medio interesa. Sabido es que los de la la aparición del, en ese momento, octubre del tierra media siempre miran al futuro y hacia 2000, último libro de Isabel Allende, Retrato algunos pedacitos de presente, eso sí, de en sepia. Mi pasado librero me acercó al presente con futuro. Mientras nos evadimos de documento. La carta comienza con un Nueva- la realidad cotidiana por mucho tiempo, mienmente estamos de fiesta, porque es realmente tras somos cómplices de tanta manera de ser o una fiesta para nosotros, los editores... no ser, nos sorprende otra función de pesebre Prosigue el texto firmado por una mujer cuyo en pleno diciembre; lindo mes este diciembre nombre no viene al caso porque el escrito difí- que marca un año de vida para tantos muertos

4 925-3128 4 924-1070

INCLAN 4246

el compromiso, y vos lo sabés. Por ejemplo, canjeando cinco cupones de una tarjeta de crédito en el stand de canje en los principales shoppings, te llevás un regalo, ropa, carteras, champagne, de primera marca para vos, y además colaborás con un plato de comida para los de abajo. Otro ejemplo, podés usar la otra tarjeta y así sumar puntos en tu cuenta exclusiva de soybuenashit, así el equivalente del puntaje será donado en alimentos, vestimenta y demás, para los exiliados por el sistema. Recuerdo una propaganda de tarjeta de crédito de hace un par de años, ahí se llamaba los menos afortunados a los que no tienen comida, educación, techo, trabajo. Me digo que los de la franja media no distinguen entre suerte y derechos, no se comprende que no todo es cuestión de timba o de mercado, que es distinto, pero que por esta tierra es lo mismo. La mayoría intenta aferrarse a esta tierra media; no hay reacción, muy pocos bajan del cielo raso, no saben que hoy del techo al piso hay poco tiempo para el grito; se busca el equilibrio para sostenerse en la carrera, para seguir entrando al mercado que cada vez deja más personas del otro lado de la puerta. Yo soy distinto, se rumorea en la tierra media; si no tienen es porque algo no habrán hecho, se sermonea en la tierra media, y entonces, che, bastante que ayudo con lo que puedo. Es mejor, seguro, en un diciembre con recuerdo de muertos y con mensajes interesados que piden más muertos, digo, es mejor mirar desde un lugar más lindo desde donde se pueda todavía sonreír ante la ficción que quisimos que nos vendan porque así nos enseñaron y porque así nos gusta tanto. Por eso la evasión es para el habitante de la tierra media una necesidad cómplice. Sabe que hay algo que no funciona, que no es como debería, pero así es el mundo y él no tiene la culpa, no tiene toda la culpa. Y así pasó otro diciembre sin nieve, así en el cielo como en los arañazos de los sobrevivientes de la tierra media; arañando se intenta apuntalar la vida y el alma con una tarjeta de plástico, algo parecido a arrodillarse un rato en el laverap de almas que amplía horarios los días domingo. Edgardo Lois

cosa: una reconstrucción novelística de la antigüedad egipcia y la cretense. Empeño muy riesgoso. Es casi imposible dotar de vida una ficción que ocurre hace más de tres mil años. Ni los personajes ni las situaciones son del todo creíbles. Escrupuloso con la documentación, Gudiño Kieffer agregó doscientas notas como epílogo; éstas, si bien interesantes, restan fluidez a la lectura. Publicó otros libros además de los mencionados pero no puedo hablar de ellos; lo impide la más elemental de las razones: no los he leído. “Gudi” debió escribir sin pausa para poder vivir. Al respecto, recuerdo la alegría con que me contaba el otorgamiento del premio Municipal por parte del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Lo felicité y le dije: Eso te da un techo protector. No, Gabriel, me da una cúpula de oro, enfatizó. Pensaba subsistir con más comodidad, con menos exigencias. Su talento enorme se fragmentó en centenares (por no decir miles) de artículos periodísticos. Es lógico pensar que la catarata impedía el remanso, la calma necesaria para organizar un gran libro, una ambiciosa escritura. Todo esto es conjeturable, por supuesto. Lo cierto es que Eduardo Gudiño Kieffer distribuyó talento. Los que lo ignoran, los que lo olvidan, distribuyen pompas de jabón, estrepitosa mediocridad: sólo eso. Gabriel Montergous


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