De la Urbe 46

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AÑO 10•No.46•MEDELLÍN, ABRIL DE 2010•ISSN16572556•FACULTAD DE COMUNICACIONES•UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

Son 19 los barrios que conforman la Comuna 3-Manrique. Y en las terrazas, en los patios, en las salas, en acciones comunales, en teatros bajo un puente, en los corredores y las calles de esos vecindarios apeñuscados y casi siempre estigmatizados hay montones de personas sonando, bailando, cantando, contando, fusionando. De la 10 a la 15, estas historias sueltas, este dossier De La Urbe que da cuenta de como allá arriba la vida y el arte bullen, a pesar de las censuras, de las luchas territoriales, de las balas.


Foto: Sergio González Álvarez

2 Semblanzas

Niños de carbón

Ellos son niños que comienzan a hacerse jóvenes o jóvenes que empiezan a ser hombres. El vigor que toman sus cuerpos, a causa del trabajo pesado, desmiente sus edades. Trabajan agazapados en el interior de una mina. En Amagá, viven, sobreviven, los niños de carbón.

Yhobán Camilo Hernández Cifuentes camilo.0830@hotmail.com

T

una de las montañas que encierra la cuenca, un disimulado resplandor va azulando el cielo a su alrededor. Son las seis de la mañana y empieza a salir el sol, pero el vientre de la montaña es un eclipse que mantiene a Wilson en medio de la noche en la que permanecerá buena parte del día. Hace media hora que está dentro de la mina empuñando un pico con sus pequeñas manos. Golpea el interior de la montaña para desprender el material vegetal, acumulado y transformado, durante millones de años, por bacterias anaerobias que pueden vivir sin oxígeno y terminan convirtiéndolo en carbón. Este mineral ocupa el primer renglón en la economía del municipio de Amagá, a 36 kilómetros de Medellín, encajado en la Cuenca Carbonífera de la Sinifaná, rica en arcillas, arenas, gravas silíceas y rocas; y a la que también pertenecen los municipios de Angelópolis, Fredonia, Titiribí y Venecia. Bajo estas tierras, que por su fertilidad atrajeron pobladores en 1808 durante una hambruna padecida por la gente del departamento de Antioquia, coexisten cientos de minas que hacen que los terrenos se hundan fácilmente y que se entrecruzan con sus túneles en varios puntos, siempre en busca de carbón. En uno de esos túneles, Wilson aprendió a ser minero viendo a su papá. Antes de las seis empezó su jornada y ha tumbado el carbón suficiente para llenar dos costales, equivalentes a una carga, por la que recibe tres mil pesos. Wilson tiene catorce años y es barretero, su trabajo consiste en tumbar carbón con un pico. Está en un manto con una altura de tres cuartas, entre 60 y 80 centímetros. Trabajar allí es incómodo y su baja estatura es una ventaja. La piel morena de su torso comienza a verse tiznada y su mirada permanece concentrada en el punto exacto donde va a golpear con el pico para romper el carbón. En ocasiones la peña es muy dura; en otras, basta con un golpe para que caiga gran cantidad del mineral.

El mejor encierro, donde nadie dice nada

“Yo me aburro mucho en la escuela. No sé, como que no me concentro; entonces, no entiendo nada y no me gusta estar encerrado”, comenta Wilson. Aunque esa referencia al encierro parece contradictoria: pasar

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ocho horas o más, a unos 430 metros de la superficie, en medio de la penumbra, golpeando una pared y un techo negros, no es precisamente libertad. De alguna forma, Wilson prefiere pasar sus días con su pantalón prensado de lino, sus botas de caucho, sin camisa, fumando un cigarrillo, sin que nadie lo regañe, y tumbando carbón. Estuvo un tiempo en la ONG Ciudad Don Bosco donde entran niños y jóvenes provenientes del trabajo en las minas, y tampoco soportó el encierro. Para él es difícil someterse a las normas de disciplina, los regaños y los horarios estrictos. Incluso cuando la veta se inunda y debe trabajar afuera como parrillero, se aburre. -¡Ah! Lo mejor es ser barretero –comenta-, es que de parrillero es muy maluco. Todo el día lo están mandando a uno y hay que esperar hasta que todos salgan. En cambio, de barretero uno trabaja solo, nadie lo molesta y sale a la hora que quiere. Yo por ejemplo me tumbo mis 10 ó 12 cargas diarias y me voy a la una de la tarde– a este ritmo puede ganarse hasta 200 mil pesos semanales. Luz Mery Ochoa es trabajadora social y estuvo durante 11 años en Ciudad Don Bosco. Comenta que en la institución se presenta mucha deserción porque estos niños no están acostumbrados al encierro. “Lo que más les preocupa cuando ingresan al establecimiento es cuando se cierra la puerta porque deben permanecer en la parte de adentro y hay muchos que no lo resisten. Dicen abiertamente que no son capaces. Son niños que no han sido criados bajo la norma ni bajo los horarios, entonces no los soportan.” Estaba en tercero de primaria cuando ya no aguantaba la escuela. Wilson decidió no volver a estudiar y en su casa lo regañaron y le pegaron, pero esa era su decisión. Más adelante, un familiar lo ayudó para que trabajara en una de las fincas de los Gallón, apellido reconocido en el pueblo porque la agricultura no está muy desarrollada y son dueños de grandes fincas que generan opciones de empleo diferentes a la minería. Machete en mano, a los 11 años, él se dedicó a rozar cafetales y potreros, hasta que hubo un recorte de personal y quedó desempleado, porque en eso se había convertido, en un empleado; ya no era un estudiante ni plenamente un niño. Decidió irse al lado de su papá, quien le estaba enseñando a uno de sus hermanos mayores a afilar herramienta y a trabajar en la mina. Wilson aprendió el oficio de arrastrador dentro de la mina, pero vio que éste exigía mucho esfuerzo físico y su fuerza apenas se empezaba a desarrollar. Se interesó más por el oficio de

su padre y en los ratos libres se iba a verlo barretear. Su papá le explicaba cómo coger el pico para golpear la roca, cuándo era peña y cuándo carbón, dónde era peligroso golpear y dónde era necesario cuñar el frente para que no se derrumbara. Con destreza, aprendió a leer el poema que el carbón escribe en tinta negra sobre las rocas, entonces podía llevar él solo un frente de carbón: era un barretero.

La estación del joven maquinista

Sentado en una silla de plástico con sus botas de caucho, la sudadera tiznada y sin camisa, Héctor evoca los fines de semana en los que va con sus amigos hasta la piscina de una finca en un poblado cercano, porque en su caserío no hay. “Qué van a hacer una piscina aquí, también, si la tierra se vive hundiendo. Con esa cantidad de minas que hay pasando debajo de todas las montañas. Así, hacen una piscina y en un momentico se daña. Cuando menos piensen, se está hundiendo.” Su padre es minero, se llama Miguel y aprendió el oficio de su padre; éste, a su vez, del suyo, y ahora Héctor, continuando con el legado familiar de padre, abuelo y bisabuelo aprendió el oficio de Miguel. Por eso habla con cierta autoridad en lo relacionado con la minería de carbón. Sabe que unos señores consiguen los títulos de explotación minera para grandes terrenos y empiezan a cobrar a quienes extraen carbón de allí. O que uno abre una mina y, si es buena, busca al dueño del título para que lo deje trabajar. También sabe que en este momento en su municipio es difícil vender el carbón y muchas minas pequeñas están cerrando porque tienen las bodegas llenas y que, cuando el carbón tiene precios muy altos, abren muchas minas y abunda el trabajo para todos. Ese día eran las cinco de la tarde y había terminado su jornada. Cuando llegué y asomé mi rostro por la puerta, él estaba recostado en la sala de su casa, acompañado de su hermana, viendo una telenovela que cuenta conflictos de colegiales. Apenas tuvo espacio para mover sus piernas y salir de lado en la estrecha y oscura sala, a no ser por el reflejo del televisor. Vive en la antigua estación del Ferrocarril, justo donde vendían los tiquetes. En su momento, por lo económico, lo eficiente y lo práctico esta línea férrea fue estratégica para abastecer de carbón amagaseño a otros ferrocarriles nacionales y a Medellín con sus nuevas industrias. Aunque el techo es alto y la estación muy amplia, aquí viven otras seis familias que han dividido con tablas el espacio de cada casa, buscando privacidad. En un rincón del edificio, está la puerta que entra a la sala de la casa de Héctor. Toda la casa se extiende hacia


3 el lado izquierdo, en forma estrecha. Primero, está la cocina; junto a ésta hay un cuarto; y enfrente, la entrada al baño donde se está duchando el abuelo, quien a 84 años todavía es barretero en la mina de Ambición. Luego del baño, hay una larga habiEllos hacen parte de otra generación más que desgarra el útero de la tación. Aquí viven Héctor, su tierra, el mismo que engendró a un padre, a un tío, a un hermano o a mamá, su papá, su abuelo, una hermana y un hermano; la otra toda una familia, para ser mineros de carbón. hermana que vivía con ellos se casó y está viviendo aparte. Aunque vive donde vendían los tiquetes para el ferrocarril, su verdadero lugar debería ser la sala de máquinas porque dentro de la mina es un maquinista. Realiza decenas de viajes en coche desde el interior hacia el exterior de la mina, su trabajo es talvez el más duro dentro de la mina. Mary comenta que él “es un verraco, es un hombrecito. En ese trabajo hemos tenido ¡pero hombres! y todos le sacan el cuerpo, se van a hacer otra cosa y este ‘culicagado’ es el único que no se queja”. El trabajo de recorredor lo realizan en parejas porque como dice Miguel, su papá, “de hacerlo una sola persona sería inhumano”. Los bultos pesan aproximadamente 70 kilogramos, casi siempre los alzan entre ambos recorredores. Pero lo más extenuante de este trabajo no es el peso de los bultos, sino el ritmo. Entran a las seis de la mañana y salen a las cuatro de la tarde. Se demoran aproximadamente un minuto entrando, un minuto saliendo, un minuto cargando y otro minuto descargando, entre 4 y 5 minutos cada viaje; tiempo suficiente para que, de alguna de las dos vetas, hayan enviado otros nueve bultos de carbón. A Héctor le pagan según la cantidad de bultos que saque al día. Inicia su labor a las seis de la mañana: a esa hora ya hay varios viajes de carbón listos para sacar, pues los barreteros y los arrastradores trabajan desde las cuatro de la mañana. “En las semanas buenas me gano hasta 200 mil pesos y, cuando me va muy mal, 100 mil; pero, normalmente, gano entre 150 y 200 mil pesos. Diario trabajamos (él y su compañero) hasta las tres y media o cuatro de la tarde y ya el único día que a veces se pierde es el lunes que no vienen los barreteros porque están enguayabados o borrachos todavía, igual que nosotros casi siempre”.

Foto: Yhobán Camilo Hernández Cifuentes

Sergio González Álvarez

Foto: Yhobán Camilo Hernández Cifuentes

Darío se acercó a las minas porque su padre tuvo una veta, a no más de 100 metros de la de Ambición. El túnel se incrustaba bajo el caserío “El Hoyo”, donde está la casa de Darío. Fue en esa veta donde aprendió todo sobre el oficio de la minería. En sus ratos libres, iba a ayudarle a su padre a sacar carbón, a empacar y a amarrar costales. Pero las minas traen consecuencias al terreno y las casas de sus vecinos empezaron a hundirse; entonces debieron clausurar la veta. Hasta el año pasado, el padre de Darío trabajaba en la mina de Ambición como barretero, mientras su hijo era parrillero en la misma mina. Vivía con Sofía en una casa prefabricada con salita, baño, cocina y una habitación. La casa había sido un regalo de los Gallón: una tía de él es empleada del servicio en una de sus fincas y hace unos años, en Navidad, regalaron cuatro casas, entre ellas una para la familia de Darío. Allí vivían él, su papá, su mamá y sus cinco hermanos menores. A finales del año pasado, en una de sus locuras, como les dice Darío, su papá le entregó los hijos a Bienestar Familiar. Según él, los funcionarios le preguntaron si se quería ir con ellos, respondió que no. Los administradores de la veta, Miguel y Mary, cuentan que los padres de Darío son drogadictos y por eso Bienestar Familiar llegó un día a llevarse los niños. Agregan que la gran hazaña de Darío fue huir para que no se lo llevaran. Entonces, se quedó para trabajar en la mina y valerse por sí mismo porque, tiempo después, su madre se fue a vivir con otro hombre y él se quedó viviendo con su padre. “Los niños que trabajan en las minas tienen muchas desventajas en su desarrollo físico y mental -explica Luz Mery Ochoa-, porque son mal alimentados, provienen de hogares muy disfuncionales, carecen del acompañamiento y fortalecimiento de vínculos afectivos con sus padres y hermanos”. Al vivir solamente con su padre, el muchacho entendió que trabajar era más indispensable que nunca. Desde hacía tiempo, él había dejado de darle lo necesario y “para qué estudiar si no hay quién le dé todo a uno”, comenta Darío. Estudió hasta octavo y al colegio no quiere volver. Llegó hasta sexto ayudado por Ciudad Don Bosco. Cuando le pregunto si entró allí por estar trabajando en minas me dice que no. “Es que la necesidad tiene cara de perro”, pues dice que tampoco vuelve a Ciudad Don Bosco porque se sentía humillado. “Cada que lo regañaban a uno le decían que si lo sacaban se quedaba sin los refrigerios. Ni que yo no fuera capaz de conseguirme un bocado de comida”.

Foto: Sergio González Álvarez

Adiós a los hermanos

* Este relato es un extracto del trabajo de grado “Los niños de carbón”, financiado por el CODI y que obtuvo el segundo lugar en el Premio a la Investigación Estudiantil otorgado por la Universidad de Antioquia en 2009.

Dentro y fuera de la mina, la vida de los niños de carbón es intensa.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


4 Editorial

El debate de los clones N

o es del todo cierto que la Corte Constitucional haya logrado, con su re- ensimismados en la paranoia de que el país no tiene futuro si el uribismo no lo tiene. ciente fallo, que el presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez desista por Ante un escenario de esta naturaleza, no nos queda más que lamentarnos por la completo de su intención de buscar una nueva reelección. No lo es porque escasa cultura política que nos impide imaginar una nación que, además de la segurisi bien ya no podrá ocupar en cuerpo el Palacio de Nariño, el espíritu de su política dad, requiere estrategias novedosas de empleo, de salud, de educación, de infraestrucde seguridad vaga, como alma en pena, en la mente y en el corazón de los candidatos tura, de desarrollo social, de equidad, de justicia, que muy seguramente serían una que, según las encuestas, tienen hoy la mejor opción de encontrar apoyo en los votan- buena excusa para promover la imagen de país que tienen los representantes de los tes durante las próximas elecciones. Tanto es así que, por momentos, los ciudadanos partidos políticos que pugnan por ponerse la banda tricolor el próximo siete de agossufrimos una especie de déjà vu cuando escuchamos la incesante retahíla con la que to. Pero, por ahora, sólo se oyen balbuceos, remedos de propuestas todas envueltas prometen sin cesar que, al llegar a la presidencia, la esencia de las ideas uribistas será en las mismas lisonjas para evitar cualquier desliz antiuribista que suponga un giro respetada, como una especie de venia a su gestión o reverencia sacramental en la que, radical. Un proceso así de unánime es una pérdida de pluralidad, una afrenta contra además, está en juego un pedazo de la ‘torta’ de popularidad que da votos o quita, el libre fluir del pensamiento, una irremediable manera de mantenernos obnubilados. en la medida en que los aspirantes se acercan o se alejan de la figura y el discurso del En síntesis, si las cosas siguen como van, no tendremos un nuevo presidente; si gobernante colombiano. acaso, nos gobernará otra versión de Álvaro Uribe con la espada de Damocles apunResulta desconcertante que, en medio de un proceso que debería caracterizarse tando a su coronilla cada vez que el “estado de opinión” le recuerde que, más que por el flujo libre de ideas, por la controversia sana, por el debate conceptual autó- una elección presidencial, lo que se ha reelegido es un credo, credo que, por la salud nomo alrededor de otras formas de administrar y regir los destinos del país, tengamos que advertir un temor que se hace explícito cuando los aspirantes en contienda miden las palabras, atenúan Si las cosas siguen como van, no tendremos un nuevo presidente; si acaso, nos gobernará otra las críticas al gobierno o prometen retomar, casi literalmente, las ideas que han configurado nuestro quehacer político implantado a versión de Álvaro Uribe con la espada de Damocles apuntando a su coronilla cada vez que el lo largo de estos últimos ocho años; todo con el objetivo de que a “estado de opinión” le recuerde que, más que una elección presidencial, lo que se ha reelegido los potenciales electores les quede fácil descubrir quiénes de ellos tienen el verdadero gen uribista. Por eso conmueve la precariedad es un credo, credo que, por la salud de todos, deberíamos comenzar a evaluar en sus justas de un debate electoral en el que apenas si se insinúan controver- dimensiones antes de tomar cualquier decisión en la urnas. sias de forma, en el que prevalece, más que las diferencias con los opositores, un instinto de conservación de la popularidad propia en el entendido de que una gran porción de los electores no se imagina el país sin de todos, deberíamos comenzar a evaluar en sus justas dimensiones antes de tomar la sensación de protección que ofrece la Seguridad Democrática y que es ésta, y no cualquier decisión en la urnas. Además, porque, entre otras cosas, ni los uribistas más otra, la llave que abre la posibilidad de ser mandatario en los próximos cuatro años. recalcitrantes pueden confiarse, pues nada garantiza que si su candidato es elegido Dada esta circunstancia, lo que se avizora es el ejercicio de un tercer periodo pre- como presidente siga siendo fiel a las ideas reelegidas del ya ex presidente. Por esta sidencial que, por disposición legal, el Presidente deberá delegar a un cuerpo ajeno, o razón, es imperativo tomar una decisión no sólo sobre la base de los discursos coyunal menos es lo que se lee en la táctica que utilizan los que hablan en su nombre compi- turales de los aspirantes, sino a partir de la coherencia de sus actos y los aportes sotiendo por cuál es su clon más perfecto, el que menos se parezca a sí mismo, el que re- ciales probados en su trayectoria política. He ahí una tarea primordial que nos obliga duzca el riesgo de plantear algo distinto a la columna vertebral que nos ha mantenido a entender que votar no consiste solamente en depositar un voto.

Un Sistema articulado María Flórez Ramírez maria16_pk@hotmail.com

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n su año número 11, el Sistema De La Urbe continúa sus labores como laboratorio de la Facultad de Comunicaciones y conglomerado de medios alternativos para la ciudad, esta vez, con otros rostros y propuestas. Como lineamiento general, el nuevo director del Sistema, Heiner Castañeda Bustamante, ha El Sistema De La Urbe traslada definido la convergencia de todos los medios: De La Urbe Prensa, De La Urbe Televisión, sus instalaciones del bloque 12, De La Urbe Digital y De La Urbe Radio, con oficina 222, al séptimo piso del el fin de articular géneros y formatos en torno a una producción periodística de calidad. nuevo edificio de Extensión de la Para ello, se ha concertado la reunión perióUniversidad de Antioquia, ubicado dica del Comité Editorial, conformado por los directores, los colaboradores, el director en la calle 70 No. 52–62. En este general y los monitores del Sistema: María espacio, De La Urbe contará con Paola Zuluaga, Daniel Rojas, María Flórez y Víctor Daniel Giraldo, integran el nuevo 10 puestos de trabajo, una vista equipo de estudiantes y periodistas al frente de De La Urbe. panorámica de la ciudad y un Además, el Sistema traslada sus instalaambiente propicio para la escritura ciones del bloque 12, oficina 222, al séptimo piso del nuevo edificio de Extensión de la Uniy la reflexión. Número 46 Abril de 2010

Comité Editorial Sistema De La Urbe Heiner Castañeda, Luis Carlos Hincapié,Patricia Nieto, Elvia Acevedo y Gonzalo Medina. Director Sistema De La Urbe Heiner Castañeda Bustamante. Director Ramón Pineda. Coordinación Editorial María Flórez Ramírez.

FACULTAD DE COMUNICACIONES Ciudad Universitaria Calle 67 Nº 53-108 Bloque 12, oficina 122 Teléfono: 219 59 12 Fax: 233 47 24 Medellín - Colombia

No. 46 Abril de 2010

Diseño y Diagramación Germán Cock Espinosa. Redacción Yhobán Camilo Hernández Cifuentes, Ana Katalina Carmona,

versidad de Antioquia, ubicado en la calle 70 No. 52–62. En este espacio, De La Urbe contará con 10 puestos de trabajo, una vista panorámica de la ciudad y un ambiente propicio para la escritura y la reflexión. No significa esto que el Sistema se excluya de la Facultad; por el contrario, entre sus nuevos objetivos se encuentra la integración y la articulación de los estudiantes y docentes que deseen aportar y contribuir a su consolidación y promoción. Además, los profesores conservarán sus puestos de trabajo en dicha oficina, con el fin de mantener un contacto permanente con la universidad. Respecto a De La Urbe Digital, la coordinación la asume el señor Diego Agudelo, quien dispondrá de 10 horas semanales para la reestructuración de la página web, que abrirá próximamente con secciones adicionales y un nuevo dominio; la actualización de la plataforma estará a cargo del Comité Editorial. Se pretende que el rostro digital del Sistema narre la ciudad por medio de la multimedia e integre investigaciones a profundidad y contenidos informativos. La inclusión de los cursos de Reportería y Taller de Medios, además de la colaboración periódica de los demás estudiantes, permitirá a De La Urbe Digital mantener a su público constantemente informado y actualizado sobre los últimos acontecimientos, espacios culturales e historias que dan vida y muerte a la ciudad. A partir de los nuevos objetivos trazados, la convergencia de medios, el flujo incesante de contenidos periodísticos, la participación de todas y todos y la consecución de un espacio mejor y distinto, De La Urbe espera consolidarse aún más como un medio alternativo organizado y un espacio que sirva a los estudiantes para proyectar sus miradas, palabras y sentires, tanto en la universidad como fuera de ella.

Roger García Díaz, Pompilio Peña, Yira Plaza O´Byrne, Luis Fernando A. Román, Nataly Mira Londoño, Estíver Peña Guzmán, Laura Suescún Ramírez, Cristina Arévalo, Carolina Valle, Santiago Casafús, Daniela Ramírez, Edna Guerrero, Jorge Adrián Atehortúa, Andrés Felipe Maldonado, Harrison Rentería, Daniela Gómez Saldarriaga y César Paredes.

Fotografía Laura Rodríguez Palacio, Julio Garrido, Sergio González Álvarez, Bibiana Ramírez, Stiver Peña, Harrison Rentería, Daniela Gómez y César Paredes.

Colaboración Luz María Tobón (Curso Periodismo de Asuntos Públicos), Jaime Andrés Peralta (Curso Investigación IV), Amparo Restrepo (Curso Periodismo Cultural), Juan Gabriel Torres (Óleos Amores Tatuados).

Correctora Alba Rocío Rojas León.

Caricatura Trucha Frita. Foto Portada Julio Garrido.

Impresión La Patria - Manizales.

sistemadelaurbe@comunicaciones.udea.edu.co • delaurbeprensa@comunicaciones.udea.edu.co

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Rector Alberto Uribe Correa Decano Facultad de Comunicaciones Edison Darío Neira Palacio Jefa Departamento de Comunicación Social Deisy Katherine García Franco Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia CIRCULACIÓN 10.000 EJEMPLARES


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Memorias de un delivery

Ya narró, de una manera honesta, entretenida y profunda, cómo se gana la vida un colombiano trabajando en una panadería de un exclusivo sector de Nueva York. Jardín en Chelsea, que obtuvo una mención especial en el Primer Premio Crónicas Seix-Barral, es el primer libro de Joaquín Botero. Ahora, este egresado de Periodismo de la Universidad de Antioquia, regresa con Memorias de un delivery, en el que, de nuevo, un periodista colombiano indocumentado nos cuenta cómo se gana la vida pedaleando, recorriendo en bicicleta, como repartidor de comida en las calles de Nueva York, esas mismas que inspiraron a Gay Talese, a quien él considera su maestro, para escribir sus Jornada de Hallazgos Casuales. El desarraigo, el amor a la patria, la discriminación, la amistad, la injusticia, la solidaridad, la soledad, la familia, el valor del dinero, las clases sociales y la ética del trabajo están presentes en esta suma de relatos, retratos que, de alguna manera, tienen como eje las consecuencias que dejó el derrumbe de las Torres Gemelas. Sí Jardín en Chelsea es editado por Aguilar, Memorias de un delivery tiene el sello de la Editorial de la Universidad de Antioquia.

La 13 otra vez

Opinión

Diez, once, doce, dos, tres de la mañana… a cualquier hora se desata la balacera y, como la lluvia, no se puede predecir en qué momento va a amainar. En las noches de La 13, otra vez se escucha el concierto de las bandas, de las armadas, que se enfrentan por el territorio, por las plazas de droga, por las vacunas a los comerciantes y a los buseros. Ya los conductores de las rutas 201 y 203 decidieron parar para negarse a pagar, ya hay gente que piensa irse de nuevo, ya lo taxistas dicen “No” cuando la carrera es para esas lomas de El Corazón, del 20 de Julio, de El Salado… es un déjà vu, lo ya vivido en 2000, 2001, 2002, 2003 cuando se hizo imposible vivir en esta comuna del Occidente. Eso se sabía: la Operación Orión, la muy famosa que, supuestamente significó la paz del sector, fue simplemente la victoria de un bando sobre otro y ahora ese bando segmentando se enfrenta así mismo, como el uroburo, la serpiente que se muerde la cola. ¿Y el Ejército, la Policía? Por ahí están, patrullando.

Ceguera

Periodismo, cultura y lenguaje

Ana Katalina Carmona katalina7@gmail.com

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n Colombia, que funcionarios públicos decidan tapar una obra para que la Ministra de Comunicaciones no la vea; que se decida investigar, cuasi por orden de los medios de comunicación, a funcionarios del Ministerio de Cultura por permitir la presentación de un performance en el que la artista utiliza cocaína al final del espectáculo, digamos que es entendible –mas no aceptable– con el miedo a la crítica que debe tener un gobierno con tantas flaquezas. Pero que los abanderados de la revolución estudiantil en la Universidad de Antioquia, los supuestos defensores acérrimos de la universidad pública y de la libertad de expresión –que se dicen encubiertos para no ser vetados por la sociedad y por el Estado– decidan dañar una obra de arte, cuyos autores son estudiantes de la Facultad de Artes de la misma universidad, además de inverosímil y absurdo, resulta incoherente con la ideología que promulgan. Con lo ocurrido el miércoles 17 de marzo, se pueden pensar dos asuntos de estos personajes: uno, que no entendieron la obra; y el otro, que a estos señores les molestó la crítica que Claudia Elena Zuluaga y Juan Fernando Cardona le hicieron, a través de su obra, a la Independencia del país. ¿Por qué estos señores, ¿Por qué estos señores, cegados por los destellos de las estrellas y las líneas rojas y blancas de la bandera de Estados Unicegados por los destellos dos, que contenía Virreinato, no fueron capaces de concebirla de las estrellas y las líneas como una obra de arte, como una manifestación artística de comunidad que no ve el gobierno de Álvaro Uribe como rojas y blancas de la bandera una un gobierno autónomo? No, ellos sólo vieron lo que quisieron de Estados Unidos, que ver: la bandera. Y como la bandera es el símbolo de su demonio emprendieron su destrucción y, con ella, la de la obra. contenía Virreinato, no Igual, digamos que si hubiera sido un tributo a la bandera fueron capaces de concebirla de Estados Unidos –con lo patético que puede sonar el asunto–, ¿qué? Ahora se supone que las manifestaciones de la comunicomo una obra de arte, como dad de la Universidad de Antioquia deben estar enmarcadas una manifestación artística bajo los preceptos de ideologías de izquierda. A estos señores, y a otros muchos de la Universidad de Ande una comunidad que no ve tioquia, me gustaría recordarles las palabras de Milan Kundera el gobierno de Álvaro Uribe en su texto El arte de la novela “(…) la necedad moderna no es la ignorancia, sino el no pensamiento de las ideas preconcomo un gobierno autónomo? cebidas.”: la aceptación a ciegas de un radicalismo que ni les No, ellos sólo vieron lo que corresponde ni les queda bien a personas pertenecientes a una comunidad académica de una universidad pública, donde la diquisieron ver: la bandera. versidad y la libertad de expresión deberían imperar. La censura, venga de allá o venga de acá, es igual de vil, de irracional y de nociva. ¿Qué diferencia existe entre el que destruye una obra de arte –por no entenderla bajo el precepto de su tendencia política– y el que destruye la reputación de una artista –por no entender su obra dentro de los preceptos que le dicta su mojigatería–?

El periodismo no es sólo una práctica profesional, sino que es también un campo de saber. A mediados de marzo, en el pregrado de Periodismo de la Universidad de Antioquia nació Pecle, el grupo de investigación en Periodismo, Cultura y Lenguaje, el cual, por un lado, propone comprender la estructura compleja del Periodismo en las sociedades urbanas e industriales, y por otro, pretende enriquecerse con las teorías del conocimiento, las culturales y las del lenguaje para avanzar en la investigación y construcción de una teoría del periodismo y de los procesos de producción de los sentidos de la contemporaneidad. Pecle, conformado por docentes de dicho pregrado, tiene dos líneas de investigación: Análisis de medios y tratamiento periodístico de la información; y Epistemología, historiografía y narrativa.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


6 Madre naturaleza

Entre la coca y el conflicto “La hoja de coca no es droga” le gritan al mundo los indígenas bolivianos. Pero aquí, en el corazón del Magdalena Medio y entre la guerra, se cultiva es para producir cocaína: los campesinos se olvidan que en té, masticada o untada, esta planta tiene ancestrales propiedades curativas. Roger García Díaz fgarciadiaz@gmail.com

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inco busetas que partieron de la Universidad Nacional, sede Bogotá, en la fría mañana del 9 de enero de 2010, llegaron en la noche a las instalaciones de la Unión Sindical Obrera en Barrancabermeja, Santander. En medio del calor pegachento de la ciudad más caliente de Colombia, los viajeros, en su mayoría estudiantes universitarios, organizados en siete recorridos por el Valle del Río Cimitarra, estuvieron inmersos durante casi dos semanas en la realización de diversos talleres de conciencia ambiental, entre ellos, uno sobre los usos medicinales y ancestrales de la planta de coca. Coca, koka, es una palabra derivada del vocablo quechua kuka que significa “lo que es sagrado”. Y esta planta sí que es sagrada entre indígenas de casi todo el continente americano, desde el norte de la Patagonia hasta el sur de Nicaragua. Empleada con fines médicos y sociales, el compartir coca es una tradición que fortalece los lazos comunitarios. Su valor cultural es tan grande que en algunas comunidades fue utilizada como moneda. Erythroxylum novogranatense -conocida popularmente como Pringa María- es la variedad más cultivada en Colombia y debe su nombre científico a que nuestro país se llamó Nueva Granada. Fue en el Magdalena Medio donde la Expedición Botánica de 1784, orientada por José Celestino Mutis, registró y recolectó, por primera vez, esta variedad de coca. Cientos de años después, su cultivo sigue vigente en esa zona, especialmente en el Valle del Cimitarra, subregión cruzada por los ríos Ité y Tamar que, al unirse, forman el Cimitarra. Su extensión es de cerca de 500 mil hectáreas en los municipios de Yondó y Remedios (Antioquia) más San Pablo y Cantagallo (Bolívar).

Los campesinos del Cimitarra

El Valle del Río Cimitarra es una región que históricamente ha sido poblada y colonizada por campesinos que huyen, desde la época de la “Violencia” en la década de los 50 hasta la paramilitarización del país en los años 80. En general, las condiciones de vida de sus pobladores son precarias; los cultivos ilícitos son una de las pocas actividades que les permiten recibir ganancias. Allí la presencia del Estado se restringe, casi exclusivamente, a acciones represivas de las fuerzas militares. Los servicios públicos se limitan a acueductos comunales: no existe alcantarillado, y la electricidad depende de las plantas eléctricas mantenidas por las mismas comunidades. Las condiciones de salud y de educación son paupérrimas o inexistentes. Como consecuencia, las comunidades han aprendido de la autogestión, a organizarse para sobrevivir. Una de esas formas de organización es la de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra -ACVC- que tiene sus antecedentes en el cooperativismo de la década de los 80. En estas zonas rurales se estructuraron tejidos sociales basados en las relaciones económicas de cooperación como el trueque y la economía solidaria, que luego serían perseguidas violentamente con el argumento de que sus productos eran para la guerrilla. Esos tiempos difíciles sirvieron para consolidar el proceso organizativo que devino en las marchas de 1996 y en el llamado Gran Éxodo Campesino de 1998: durante 100

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días se tomó a Barrancabermeja, considerada la capital del Magdalena Medio. Allí se fundó la ACVC. El respeto a las organizaciones campesinas y la agudización del conflicto, tras la arremetida paramilitar en la zona, fueron algunos de los temas que se discutieron durante esa movilización y que llevaron a que el Gobierno firmara unos acuerdos que hasta hoy siguen sin cumplirse. Uno de éstos, firmado por el presidente Andrés Pastrana, fue el de la creación de una Zona de Reserva Campesina -ZRC-, un territorio en el que la tierra es propiedad colectiva y es manejada por las Juntas de Acción Comunal de cada vereda. El Estado debe transferirle fondos, así como lo hace con los Resguardos Indígenas y con los Afrocolombianos; a cambio, las comunidades deben respetar una Zona de Reserva Forestal. En 2002, Álvaro Uribe decretó la suspensión de la ZRC. En 2007, la Fiscalía Tercera de Barrancabermeja emitió una orden de captura contra 18 integrantes de la ACVC, con pruebas aportadas por el DAS. Seis personas fueron capturadas y sindicadas de terrorismo, concierto para delinquir y rebelión, pero todos recuperaron su libertad. Tras superar las acusaciones penales, la ACVC se encuentra en un proceso de reorganización. Y una de sus acciones fue la creación de los Campamentos Ecológicos en la Zona de Reserva Campesina, con los cuales se busca el trabajo conjunto de campesinos, universidades y diversas organizaciones, para crear conciencia sobre la protección ambiental en la región. El segundo Campamento tuvo como lema La organización campesina, universidad e investigación en unidad por la tenencia de la tierra y defensa del territorio. Estudiantes, líderes comunales y defensores de derechos humanos, provenientes de Bogotá, Medellín y Bucaramanga, se dieron cita en la capital petrolera, punto de partida de las siete rutas para realizar talleres de conciencia ambiental, soberanía alimentaria, agroecología, manejo de desechos y los usos medicinales y ancestrales de la planta de coca.

Mambear entre lo ilícito

Para mambear las hojas se medio tuestan a fuego lento, sin dejar que se pierda su flexibilidad, hasta que queden crocantes. Luego, se toma un puñado y se le adiciona ceniza vegetal en el centro. Posteriormente, se forma una bola y se introduce en la boca, se deja entre los dientes y el cachete, removiéndola de vez en cuando. Hay muchas formas de mambear. Los Paeces, en el Cauca, lo hacen con cal sacada de la piedra caliza, en un largo ritual en el que se sopla la piedra al rojo vivo y, luego, se le adicionan gotas de agua que vuelve polvo la cal; los Kogui de la Sierra Nevada usan la cal que resulta de triturar caracoles; los Huitotos y otras comunidades del Amazonas usan las cenizas del yarumo y las mezclan con las hojas de coca tostadas y molidas. La cal extrae alcaloides y otros metabolitos de la planta, pero su cantidad debe manejarse con cuidado ya que puede causar laceraciones en las paredes bucales; la ceniza, en cambio, es más suave con la boca y menos potente como extractor. Los efectos energizantes que produce el mambear coca fueron de gran utilidad para afrontar las largas caminadas de algunos talleristas del Campamento Ecológico, en su paso por los caseríos del Valle del Cimitarra. El recorrido del Oso de Anteojos, al salir de Barrancabermeja, pasó por el puerto de San Pablo, un pueblo fuertemente militarizado y de habitantes con mirada curiosa y desconfiada. El primer Punto Ecológico fue Villanueva, un caserío fundado hace 20 años: hoy 14 viviendas están dispuestas en forma de T y sobresalen su cancha de fútbol y una pequeña colina con el característico verde resplandeciente del cultivo de coca. Allí, la avanzada paramilitar llegó sin aviso y los enfrentamientos lo dejaron despoblado. Ahora las cosas parecen calmadas en Villanueva, no obstante la tensión de sus habitantes. El segundo destino fue Durante la Colonia, los españoles Alto Cañabraval, un pueblito en el que repudiaron el hábito de mascar coca la mayoría de las casas tienen grafitis del Bloque del Magdalena Medio de las y la Iglesia lo condenó por ser una FARC EP que hacen referencia a las bapráctica de adoración del demonio. ses militares estadounidenses.

Medicina y droga

Pero los colonizadores entendieron que su uso permitía a los indígenas un mejor desempeño laboral en las minas de oro y empezaron a pagarles con hojas de coca y a controlar su comercio.

En los talleres, la comunidad se sienta alrededor del fuego y se presenta cuando les llega el té de coca, acto que genera mayor confianza en la charla y para que más gente se decida a mambear. El té, preparado con hojas frescas en agua hirviendo, se usa para el tratamiento de la úlcera, la diarrea y dolores estomacales e intestinales. Cuando la hoja se echa en alcohol, ayuda a calmar dolores musculares y luxaciones. Sobre las heridas abiertas, se pone coca a medio mambear: detiene el sangrado y acelera la cicatrización. Otro caserío del recorrido fue La Unión: 23 casas dispuestas a ambos lados de la carretera. Allí no hay Centro de Salud ni cancha de fútbol, pero sí Iglesia Cristiana Cuadrangular. Tiene cultivos de coca y pueden verse las cocinas en las que se hace la pasta base: las hojas amontonadas son picadas con guadaña y, luego, se esparcen sobre un plástico negro. Para cinco arrobas de hoja, se le adicionan 20 libras de cemento y dos litros de blanqueador; en un tanque se le agrega gasolina y se bate por dos horas. Así se deja por dos días y se corta con ácido sulfúrico; queda una pasta amarillenta en la parte superior, media libra. El gramo de pasta lo venden a $ 2.500; luego, la pasta se purifica en laboratorios para obtener los cristales de cocaína. A cinco horas de allí esta Vallecito. El presidente de la Acción Comunal agradece la visita, pues hace más de una año que la comunidad no se reunía. Cuenta que antes era la guerrilla la que congregaba a la gente y ordenaban las cosas que había que hacer. El recorrido terminó en El Paraíso, a ocho horas de camino. Este caserío fue quemado tres veces, pero hoy se recupera con orgullo. La montaña vecina es un peladero por el que se enfrentaron guerrilleros y paramilitares; ahora la comunidad piensa reforestarla. Allí se puede apreciar el paso de las avionetas que riegan glifosato. En la capa blanca, se nota que acaba hasta con los árboles cercanos; los palos no vuelven a crecer más, quedan secos. Y el agua contaminada, al consumirla, genera problemas cutáneos. Por eso, muchos vecinos han retomado el cultivo de sus huertas de autoconsumo y saben que no pueden sembrar sólo coca.


Palabras propias

Foto: Bibiana Ramírez

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El escritor y sus fantasmas

No hay que acopiar esfuerzos para presentar al escritor Héctor Abad Faciolince. Muchos lo conocen por sus novelas; otros por sus ensayos; y otros, porque no dejan de seguir sus agudas y pícaras crónicas y columnas en El Espectador. En esta entrevista, habla sobre la relación entre Medellín, su literatura, el miedo y la muerte. Pompilio Peña pompi_0@hotmail.com

L

a última noticia que nos llegó de Héctor Abad fue el elogio que le hizo el renombrado escritor peruano Mario Vargas Llosa, en una columna escrita para el diario El País, de España, el 7 de febrero de 2010, tras conocerlo en persona en Hay Festival, Cartagena. Vargas Llosa escribió: “Era culto, simpático, generoso y, conversar con él, resultó casi tan entretenido y enriquecedor como leerlo”. La literatura de Abad no sólo se caracteriza por la mixtura de sus personajes fuera de serie y por su narrativa de corte ensayístico, sino porque la ciudad de Medellín se establece como el molde geográfico en algunas de sus ficciones, es el caso de sus novelas Fragmentos de amor furtivo y Angosta. O como una realidad perniciosa en El olvido que seremos. Su último libro Traiciones de la memoria está compuesto por tres narraciones autobiográficas. Un poema en el bolsillo es una de ellas y toca el controversial tema del apócrifo poema de Borges que Abad encontró en el bolsillo de la camisa de su padre el día que lo asesinaron. Demostrar que el poema, en efecto, es de Borges, y no una falsificación como dicen los expertos, es la punta de lanza de esta historia intrigante. La entrevista se realizó en Palinuro, la librería que creo con unos amigos en el centro de Medellín.

Esto es también un poco lo que siente Susana, quien tiene que vivir rápido y con intensidad el presente porque el mañana es incierto. La única ventaja paradójica que tiene la cercanía de la muerte es que le da una gran intensidad y un gran sentido al hecho de seguir dando vida. Pasemos a Angosta, una novela por completo muy distintas a sus producciones anteriores, no solo en su historia, sino también en su estilo narrativo. Me contaba que en un momento de su carrera literaria, de lo que menos quería escribir era sobre la guerra del sicariato y el paramilitarismo financiado por ricos y políticos, tema literario, lamentablemente, best seller en nuestro país. Sin embargo, Angosta tiene todos estos elementos. Sí, es verdad, pero Angosta es muy distinta. Aparecen sicarios y quienes los mandan, pero la historia está centrada en la ciudad, en la división de ésta y en personajes que no están en el mundo de la delincuencia como Jacobo Lince, el librero, que lo único que busca es satisfacer sus impulsos sexuales; sus amantes Candela, Camila y Beatriz; Andrés Zuleta, el joven poeta virgen de 25 años, que cuenta gran parte de la historia a través de sus diarios; los libreros que trabajan en La Cuña… en fin, personas del común. No solo a la hora de escribir este libro traté de investigar, sino también de oponerme un poco a ese mundo de la mala vida y el sicariato. Yo no es que haya visto elementos nuevos en comparación con las novelas ya aparecidas. Lo que ocurrió fue una especie de maduración de mi mismo. Obtuve una capacidad de acercarme a lo trágico, a lo terrible y, de alguna manera, fue mi primer intento por contar la historia del asesinato de mi papá, porque el doctor Burgos, quien dirige la Fundación H en Angosta, está un poco modelado sobre la figura de él, ya que el señor Burgos, como lo hizo en su caso mi papá, denuncia los atropellos llevados a cabo por la Secur, grupo armado que hace el trabajo sucio en la novela…

¿Cómo interpreta usted el juego del Eros y el Thanatos en Fragmentos de amor furtivo? Eso del Eros y el Thanatos es más una cosa freudiana que a mi pudo haberme interesado en alguna época, pero que ahora no me interesa. Eso es un juego literario más antiguo. En realidad, en el Medioevo, en especial, los seres humanos estuvieron mucho más en contacto con la muerte, Yo quería escribir sobre mi experiencia en la vida, que tenía más que ver con el amor, es decir, la gente se moría muy joven, sobre todo por enfermedades y con la sensualidad, con una vida que trataba de alejarse lo más posible de la muerte y de pestes. Los dos grandes libros que están detrás de Fragmentos de amor furtivo son El Decamerón, de Giovanni Boccaccio, y Las mil y una noches; la violencia. Medellín así parecía una ciudad asediada por la peste, como ocurre en El en ellos, la muerte está completamente presente. En El Decamerón porDecamerón, porque daba miedo salir en la noche a caminar. que la peste está diezmando a los pobladores de Florencia y un grupo de diez jóvenes se apartan a un castillo, a las afueras de la ciudad, para salvarse, y en esas comienzan a contarse historias, historias de amor, Por lo menos, la parte final del libro fue un intento de escribir El olvido que secasi todas eróticas. Y en Las mil y una noches la amenaza de la muerte aparece desde remos a través de la ficción, es decir, cuando los siete sabios se reúnen y deciden la el principio, ya que el sultán comienza a decapitar a todas las mujeres con las que se muerte de este personaje que se estaba volviendo insoportable, denunciando a diestra casa, a causa de una primera traición que le hicieron. Es aquí donde aparece Schey siniestra, a contracorriente de los periódicos y los canales de TV que no le daban rezada, la mujer que logra encantar al sultán contándole historias todas las noches, mucha importancia. Como eso no me dejó satisfecho, tuve que escribir El olvido, esta la misma Scherezada que Rodrigo compara con Susana. Así, aparecen la muerte, el vez con las ideas más claras, ya que el personaje del señor Burgos tenía menos fuerza, amor y la sexualidad. vitalidad y belleza que el personaje real. Yo vivía en una Medellín de la violencia, de los asesinatos, una Medellín con los índices de muerte violenta más altos del planeta; la Medellín de los mafiosos, Santiago Gamboa, en una nota de opinión en la revista Cambio, escribe que de la corrupción política, de los alcaldes más asquerosos y, claro, la experiencia del Angosta es una obra maestra y que “estoy seguro que Héctor Abad escribió esta asesinato de mi papá a finales de los ochenta. Por ese tiempo, yo no quería hablar ni terrible ciudad para conjurarla, para que nunca exista del todo y se quede atraescribir nada sobre eso, ni sobre el asesinato de mi papá, pues no era capaz; ni quería pada en sus páginas”. ¿Esto es verdad, o cree que este será el final que correrá, escribir sobre sicarios como se escribió después tanto, incluso con una actitud muy por decirlo de algún modo alguna ciudad? condescendiente y muy comprensiva con los matones y mafiosos. No, yo no quería Santiago no se equivoca, aunque lo de obra maestra es solo una generosidad de escribir nada que se le pareciera a la literatura que, algunos años después, tuvo tanto él. Yo tengo como una tendencia psicológica a tratar de pensar y decir siempre lo éxito en Colombia. más malo para que no pase. Yo creo que hay dos tipos de personas: los que creen que Yo quería escribir sobre mi experiencia en la vida que tenía más que ver con pensando cosas horribles atraen la desgracia, y personas como yo, que en cambio, el amor, con la sensualidad, con una vida que trataba de alejarse lo más posible de creemos que pensando y escribiendo siempre en lo terrible, en lo peor, podemos la muerte y de la violencia. Medellín así parecía una ciudad asediada por la peste, alejar el infortunio. Las dos actitudes son mentirosas, supersticiosas: la desgracia como ocurre en El Decamerón, porque daba miedo salir en la noche a caminar. En ese viene o no viene, independiente de lo que la mente se imagina. Pero, es verdad que contexto, situé la novela, en un escenario realista. Y todo esto es un contraste bonito mi actitud mental es de conjuro porque, digamos, si pinto una profecía muy negra, y porque, probablemente, nada produce tanta sed de vivir, tanto apego a la vida, tantas en el caso de Angosta una ciudad muy negra, puedo tener la esperanza de convencer ganas de sentir, como la cercanía de la muerte. a los encargados del poder para que miren mejor las cosas y así eviten eso tan malo Esto me recuerda unas canciones del Medioevo que decían algo así como: “Hoy que escribí. Por ejemplo, el último cuento de El amanecer de un marido, llamado comamos y bebamos que mañana moriremos”, claro, por la cercanía de la peste. Mientras tanto, habla de mi propio asesinato; pero no lo escribí porque yo crea Cuando la gente se muere en racimos, cuando uno no sabe, siendo muy joven, si va que me vayan a asesinar, o porque quisiera que me asesinen. Este cuento lo escribí a amanecer vivo, puede dedicarse a llorar o a beber y gozar antes de que le caiga para que no pase. la guillotina.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


8 En primera persona Hablan, cantan, leen, escriben, tocan algún instrumento… durante siete horas no paran de expresar incoherentes coherencias. La Colifata es un programa radial en Buenos Aires, Argentina, que tiene dos particularidades: su sede es el patio de un hospital siquiátrico y sus hacedores están locos. Yira Plaza O´Byrne yiraplaza@gmail.com

C

uatro hombres sentados en la entrada del hospital siquiátrico miran a ningún lado, el sol apuñala sus ojos sin provocar pestañeo alguno. Sus figuras se incorporan en el silencio de la fachada ruinosa del edificio monumental. Están al aire libre, y a la vez encerrados en la inmovilidad de un paisaje que se los traga y los borra hasta volverlos casi imperceptibles. Pero hoy es sábado y seguro será distinto. Adentro un puesto de información vacío rellena un lobby sin invitados. En los pasillos, los hombres acuden a la parsimonia para recorrer el encierro. Estamos en el José Tribucio Borda, el hospital siquiátrico más grande de toda Argentina, en Buenos Aires, y en el patio, según me indica un vigilante, está lo que busco: La Colifata, la radio hecha por internos y ex internos del hospital. Recorro el último laberinto de pasillos hasta hallar el gran patio de árboles gigantes y tierra seca, el único lugar donde el viento no es atrapado por los edificios. Allí, bajo la sombra, 30 personas sentadas en semicírculo se agrupan alrededor de una improvisada mesa de control de audio.

La radio de los locos

- ¿Tenés los 20 pesos de la entrada? -me intercepta un hombre que me mira con sus ojos abiertos en plenitud. - ¡Eh!, no. No me dijeron que tenía que pagar. - ¿Y tenés veinticinco centavos? - No - ¿Tenés un cigarrillo? - No, no tengo nada. ¿Me puedo sentar? El hombre me abre paso hacia una de las sillas plásticas y se va, camina desdibujándose entre los árboles. La Colifata ya comenzó y la programación está escrita con tiza amarilla sobre un tablero verde, siempre especificando el nombre del espacio y su responsable. Al lado del tablero, una mesa sostiene el equipo de producción: dos computadores portátiles, una consola, una caja de micrófonos y un tocadiscos insonoro. Desde allí opera Alfredo Olivera, sicólogo y fundador de La Colifata; dos mujeres - también sicólogas-; y quien se hace llamar el disc jockey oficial de La Colifata, un hombre de corta estatura que controla el tocadiscos colocando cada cierto tiempo long plays que saca de una gran pila dispuesta sobre una silla. - En el Borda, me dicen Eber, y para los de afuera soy Creper. Creper como el papel creper.

“La cabina” de grabación de La Colifata es el patio del manicomio.

sicología. A mi me quisieron hacer carne de caballo y me dopaban mucho. Yo soy una mujer de circo, pero como no puedo ir al circo vengo los sábados a la radio”. Una de las coordinadoras borra del tablero la palabra presentación; ahora el espacio “Momento Boliviano”, a cargo de Eber, encabeza la lista de programación. Empieza saludando la victoria de Evo Morales en su país, arquea la espalda, se incorpora dentro de sí y emite un canto de ritual chamánico. El canto resulta ininteligible. También danza, lo acompaña el sonido andino de una guitarra que otro participante toca en un extremo. Canta en idioma lugano, eso afirma. -¿Alguien tiene algo para decir sobre el idioma lugano? -pregunta Alfredo una vez Eber ha terminado su intervención.

Colifata es el nombre que remite, en lunfardo, a loco querible. Y cuando la radio retoma este nombre asume que esa estigmatización de la locura viene de afuera, del otro. Por eso, es en el campo social, y con la participación de muchos “otros”, donde aspiran a despertar una nueva actitud frente a la locura. Micrófono en mano, la voz proviene de Eber, un hombre de edad indefinible que habla en un tono ronco algo chillón. Estamos en directo y con él empiezan las presentaciones, es el primer punto de la programación en el que todos los asistentes resumen quiénes son, lo que hacen, quieren o piensan. Lo importante es decir algo, ahuyentar el silencio. Lo importante es que lo que se dice aquí puede ser escuchado por más de 12 millones de personas alrededor del mundo a través de Internet o con la reproducción de microprogramas en otras emisoras comunitarias. En el patio, los alambres de los micrófonos serpentean y se enredan en el piso. De un lado al otro del semicírculo, se van turnando las voces en una espiral polifónica que absorbe cualquier diferenciación entre los internos del hospital y los visitantes de la radio: “Yo soy Claudia. Yo soy Rolando. Yo antes de tomar el tren le dije a una vaca que venía a La Colifata y me dijo: ¡Uhhm! Yo soy trabajadora social. Yo tengo un espacio en el programa. Yo vengo de Estados Unidos. Yo soy periodista. Yo quiero una canción larga. Yo soy Alexis y tengo un espacio en la radio. Yo vengo a hacer un trabajo de una materia de

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-Yo- apunta Plumita, una mujer que saluda con ademanes orientales, a mí -prosiguetambién me pasaba lo mismo. Cuando yo entraba en delirio quería hallar una lengua autóctona, yo sabía que no expresaba lo que pensaba pero el idioma es el adiestramiento de la mente. El idioma lugano no existe.

Eber replica, afirma que el lugano existe, y pronuncia la palabra vaso en lugano-italiano para dar un ejemplo. -Es que las palabras no significan una sola cosa, responde el pintor de barba blanca sentado a mi lado. Luego, el micrófono se disputa entre dos sujetos que disertan si el asunto de las lenguas y los idiomas fue antes o después de Babel. En el otro extremo, Claudia dice que cuando estudiaba Enfermería le enseñaron el lenguaje de los gestos y su sentido funcional cuando no se habla el mismo idioma. Así, para señalar un dolor en la panza siempre se acude al mismo gesto, sin importar si es lugano, lugano–italiano o español-.

Con voz propia

Las siete horas de emisión que dura La Colifata marcan líneas de cansancio en el ros-

tro de Alfredo Olivera; pero aún está dispuesto a hablar sobre ese proyecto que nació a partir de su inquietud, en 1991, cuando tenía 24 años. Eran los noventa y Alfredo traía la experiencia del trabajo social a raíz de su participación en el Plan Nacional de Alfabetización Argentino. Así que decidió unirse a una agrupación llamada Cooperanza que, desde 1984, realiza talleres todos los sábados con los pacientes del Borda. “Yo veía que lo que se hacía resultaba sumamente valioso, pero veía que lo que hacía con Cooperanza cada sábado moría cada sábado y no tenía ningún tipo de impacto afuera, e intuía, también, que el problema de la locura no era sólo de índole médica, sino un problema de tipo social. No solo un problema de sicopatología en lo individual, sino un problema de dificultad de las sociedades para relacionarse con eso que queda ubicado en la locura”. En la radio, vio una posibilidad de demoler el macizo muro de los imaginarios que se tienen alrededor de la locura. En Cooperanza, realizó los primeros talleres radiales con los pacientes hasta que un día lo invitaron a hablar de la locura en una emisora comunitaria argentina y ahí fue cuando sugirió que era mejor escuchar a los propios internos y propuso, además, que incorporaran a los pacientes como columnistas del espacio. Alfredo empezó a registrar en una grabadora fragmentos de los talleres de radio del hospital para después ser emitidos a través de esta emisora.


9 La única terapia

En el patio, el viento y los pacientes se mueven en todas las direcciones. Entran y salen del espacio de la radio. Algunos llegan, observan, saludan, piden un cigarrillo y se van. Otros, la mayoría, permanecen durante toda la emisión que empieza a las 2:30 de la tarde y que, por temprano, puede terminar a las 8:30. Alexis es uno de estos últimos, y es quizás uno de los más notorios participantes; no desaprovecha ocasión para hablar cada vez que Alfredo o alguno de los coordinadores preguntan si alguien quiere decir algo. Ahora es su turno y se prepara. En una acción lenta y meticulosa, saca de una carpeta negra una hoja, se acomoda el cabello detrás de la oreja, espera que todos estén en silencio y empieza su lectura. Narra una secuencia de insultos y golpes donde la policía bonaerense es protagonista: la policía y él. La policía y cualquier ciudadano. Una imagen se superpone con otra y el abuso policial flota en la superficie del relato. Alexis no sobrepasa los 30 años, es escritor y estuvo internado un año en la cárcel siquiátrica, ese lugar de altos paredones blancos que se levanta en el patio del Borda, en todo el frente del semicírculo que La Colifata arma los sábados. Allí, en una habitación con una cama aferrada al piso y con menos de un metro de espacio para moverse, vivió una escena que ahora conserva escrita: “Los pacientes; mis capullos de algodón hacen fila para tomar la medicación de una batería de pastillas que hacen del destino un barrilete”. Sobre el papel, sus palabras visten la tipografía de una máquina de escribir y cada error lleva, sin excepción, un poco de corrector blanco. El texto se titula Pabellón 3 y es sólo una hoja más del cuerpo de esa carpeta negra que cuida con recelo. Desde principios de 2009, cuando pasó a ser paciente del Borda, lee todos los sábados en La Colifata uno de estos textos en un espacio que él llamó Cartas y Carteros. - Ahora que estás en el hospital, ¿cómo es la terapia? Sonríe con sarcasmo y mueve la cabeza en desaprobación. Al final del mismo escrito otra pregunta explica el silencio: ¿Puede ser que la única profilaxis sea una aislación atado a una cama y un tranquilizante inyectable? - Y entonces, ¿La Colifata? - Es la única terapia. Aquí puedes sacarlo todo.

La desmanicomialización

El proyecto terapéutico de La Colifata está basado en lo que Alfredo Olivares puntualiza en llamar “la clínica del acontecimiento”. Aquí suceden dos cosas: por un lado, la palabra sirve como punto de encuentro entre discursos, en apariencia distantes, que luego resultan en diálogos que generan sentido; y por el otro, se producen lazos sociales estables entre quienes participan en la radio. La Colifata funciona como un proceso transgresor al modelo positivista de manicomio donde se conciben el aislamiento y el encierro del enfermo siquiátrico como tratamiento. La lucha por acabar con los manicomios, conocida como desmanicomialización, tiene una larga historia de aciertos y desaciertos. Como experiencia modelo, se encuentra la liderada por el siquiatra italiano Franco Basaglia, quien retomó, en las décadas de los sesenta y setenta, algunas de las experiencias francesas e inglesas en este campo. Empezó por humanizar el Hospital de Gorizia (1961-1970), abandonó toda medida de restricción física y eliminó los tratamientos electroconvulsivantes a los pacientes siquiátricos. Cuando fue director del Hospital Psiquiátrico de Trieste (1971-1979), produjo su cierre a través de una reforma siquiátrica. Besaglia aseguraba que las instituciones siquiátricas se fundan sobre el poder y no sobre la ciencia. Con este criterio, desarrolló la desinstitucionalización que consistió en reformar la institución manicomial destruyendo sus reglas y normas que tienden a disminuir al enfermo siquiátrico. Los enfermos pasaban de ser “internos” a ser sujetos con responsabilidades dentro del hospital. Por medio de capacitaciones, se transformaron en trabajadores y, quienes participaban en este proceso, se convertían en huéspedes voluntarios hospitalizados, sólo en casos de alguna recaída. Las reformas condujeron a la promulgación de la ley italiana 180 de 1978 que dictaminó el cierre gradual de los hospitales psiquiátricos y se prohibieron sus nuevas construcciones. De esta forma, se dio paso a la articulación de un proceso abierto para la atención de la salud mental, se crearon centros de salud comunitarios, se integró la siquiatría con los otros sectores del sistema de salud y se establecieron planes de actuación a largo plazo. En el mismo camino, que tiende a la desmanicomialización, el ejercicio de apertura que hace La Colifata todos los sábados ha permitido que el 50% de los pacientes que participan en la radio sean externados, y que

El José Tribucio Borda, es el hospital siquiátrico más grande de Argentina.

el proyecto -el primero en el mundo en desarrollar una radio abierta donde participan internos de un hospital siquiátrico-, sea replicado en hospitales de Uruguay, Alemania, España, Francia, Chile y México. Alfredo define el aspecto terapéutico de La Colifata en tanto es “un dispositivo abierto que se genera en un espacio cerrado, en una institución caracterizada como una máquina productora de quietud, y la radio, en este sentido, funciona como máquina productora de inquietud”. La idea de integrar a la sociedad a aquellos que se encuentran aislados del mundo por el estado que catalogamos como “locura”, implica también un proceso de deconstrucción de las significaciones sociales que se tejen alrededor de ese “estar loco”… Colifata es el nombre que remite, en lunfardo, a loco querible. Y cuando la radio retoma este nombre, asume que esa estigmatización de la locura viene de afuera, del otro. Por eso, es en el campo social, y con la participación de muchos “otros”, donde aspiran a despertar una nueva actitud frente a la locura.

Los ex internos

9:30 p.m. Afuera, al otro lado de la puerta de la guardia médica, me espera Julio Díaz, un ex interno que hace algunas horas me entrevistó en su espacio de Reportaje a los visitantes. Lo acompañan Plumita y Marina, también columnistas de La Colifata, y Eduardo Dizner, otro ex interno.

Vamos de salida y caminamos por el bonaerense barrio Barracas, donde está ubicado el Borda. El destino común de esta noche es la estación de trenes Plaza Constitución, a diez minutos de caminata. En el camino, me interrogan por mi visita a La Colifata, pero la pregunta es un pretexto para contar sus historias. - A mí me internaron porque tuve tres depresiones, dice Julio. - Y, ¿tú, Plumita?, ¿estuviste internada alguna vez? -le pregunta Marina. Plumita responde que no y Marina me lo desmiente al oído. Eduardo lamenta no haber podido llegar a tiempo a la emisión de su espacio en La Colifata y me invita a visitar su blog. Marina cuenta que también tuvo depresión “porque no comía bien”. Plaza Constitución es un barullo: es la hora de salida de los últimos trenes de la noche y el tráfico de gente es frenético, alucinado. Julio todavía no termina de contar su historia y se ve forzado a resumirla por la inminencia de la despedida. Desde el centro del delirio normal de esa plaza, los veo partir juntos porque, según me dicen, les sirve la misma ruta. No sé a cuáles lugares van ahora, y me pregunto a dónde fueron aquella primera vez que volvieron a estar “afuera”.

Trabajos musicales del cantante Manú Chau y del grupo español El Canto del Loco se han inspirado en La Colifata.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Fotografías: Laura Rodríguez.

10 Historias sueltas

Luis Fernando A. Román mundonofuturo@yahoo.com

L

a comparsa de aves migratorias inicia su concierto a las cinco de la mañana -acompañada ahora por el zumbido en tonalidad baja del Metro cable- para terminar media hora después. No se sabe quien lo dispuso así, antes de que los perezosos se levanten y en la hora precisa en que los rostros ojerosos, las cabezas mojadas y los pies acelerados de los que trabajan, van a la ciudad para cumplir con su horario laboral. Luego, regresa el silencio. Hasta el sonido producido por el Metrocable se atenúa tanto que el barrio vuelve a su tranquilidad ya perturbada. Marcela de 40 años, levantada a las tres y media, prepara la comida ya prepara la comida para ella, sus hijos y su compañero sentimental, y sale de su casa con la estima tan baja como sus ventas en Postobón, esperanzada en que hoy sí pueda cumplir con la cuota exigida por la empresa. Sus niños entran a estudiar a las seis y cuarenta y cinco en la Escuela Nuevo Horizonte 2 que pertenece a la Institución Educativa Pablo VI y cuenta con 1500 estudiantes. La sinfonía aquella de Beethoven que le dedicamos en español a la alegría se vuelve monótona en el barrio por cuenta de esa escuela. Al entrar los niños, suena; al salir a descanso, suena; al salir para las casas, vuelve y taladra. Luego llega la jornada de la tarde y vuelve el son clásico como si en el barrio Nuevo Horizonte fuera divertido estudiar. De tanto escucharla, de volverse tan cotidiana ese escucha hermano la canción de la alegría, no hay quien se alegre. Bueno, sí, los niños cuando salen de la escuela para sus casas. A la siete, el olor a arepa caliente, con quesito y mantequilla, invade las calles y carreras. A esa hora, en la plancha de su casa -una de las tantas ubicada en la carrera 36C entre 107AA y 107C- Cacho, como llaman a Carlos, se prepara un cigarrillo y un aroma dulzón le arrebata el protagonismo al de la arepa.

Cierta parsimonia

Es la hora en que doña Elvia, una mujer enjuta de más de 60 años, con dos hijos muertos, uno por la guerra entre bandas y otro de sobredosis, más los otros ocho ya mayores de edad que hacen su propia vida, sale a barrer la calle 107C, que antes era una vía de concreto construida por los habitantes del barrio y ahora, de color alquitrán, es apodada Calle Negra por los niños. Con cierta parsimonia, coge la escoba, camina cuatro casas arriba de su callejón y empieza a acariciar la calle. Luego se sienta, en la esquina del corredor que conduce a la suya, entrecruza las piernas y prende un Starlite. Antes de que el barrio entrara en la moda de las “lavadoras a domicilio”, ella era quien sobrevivía lavándole la ropa a sus vecinos. De ese tiempo le quedan las manos nudosas y gruesas, diseñadas para sacar la mugre y el olor a cuanta ropa fuere; ahora están inhabilitadas, no por enfermedad ni por cansancio, sino por una máquina que trabaja más eficiente y más barato. Ella que en la vida hizo de aquello su único oficio, espera sentada en la esquina del corredor, en un antejardín de concreto y sin jardín, a que le llegue la muerte. A las ocho, Witro, como lo llaman, hijo de doña Elvia, un hombre moreno de 34 años sale con su mujer tomada de la mano. Se encuentra con un vecino de más arriba y lo saluda:

No. 46 Abril de 2010

Nuevo Horizonte se llama este barrio que queda en las alturas de la Comuna 1 por las que vuela el Metrocable, con casas y calles que palpitan de cotidianidad, que suenan a reguetón, a taladros de pavimento, a lavadoras, a santos y señas, a balas cruzadas y a una sinfonía de Beethoven.

-¿Sí vio lo que pasó en Haití? -¿Lo del terremoto de la semana pasada? -Sí, eso fue porque allá había mucha brujería. -Mucho cuidado, brujo. -Más brujo serás vos. Witro hace una mueca deformando su rostro y muestra su desdentada sonrisa. Luego, desaparece al terminar de subir la pendiente negra. A las nueve y media empieza la competencia de equipos de sonido. ¿Cuál suena mejor? ¿Quién pone la mejor canción de reguetón, salsa, guasca o rock clásico? En un barrio que nació, más de la urgencia de instalarse que de la necesidad de construir un hogar donde habitar, con casas tan apeñuscadas que no se ve donde empieza una y termina la otra, se resalta la confusión. Es la hora en que las mujeres organizan la casa y los hombres se van a la calle.

Tratratra taratata

A esta hora aparece un tratratratra. Un taladro que está rompiendo las carreras para poner el nuevo alcantarillado. La 36 c entre 107C y 107F es un campo de escombros. Allí, trabajadores de Empresas Públicas de Medellín, como hormigas, laboran afanados, aun cuando el día apenas empieza. Un reguetón se escucha esta vez desde un carro, al otro lado donde la 36C termina en la cañada La Herrera, transformándose en un corredor estrecho que desemboca en la 37; Huevo, Jairito, Elgar, El Costeño y Yeser preparan la indumentaria necesaria para lavar el Cootragranizal que, sin estar empantanado ni muy empolvado, es sometido a la más rigurosa limpieza. Son 15 carros que tienen que asear del total de 30 que tiene la cooperativa de transportadores. De la limpieza de los 15 se encarga el combo de la 38. Ese fue el botín que le ganaron al combo de Los del Filo antes de que la guerra fuera apaciguada, gracias a los Juegos Suramericanos. Durante los Juegos hubo presencia de la policía las 24 horas: un CAI que ubicaron en la esquina de la calle 37 con 107D le presta seguridad al barrio. Pero eso no impide que Los del Filo se acerquen a provocar a los que viven en esa cuadra, ya no con modernas armas, como lo hacían hace poco, sino con piedras y a veces, sin ellas. - ¡Gonorreas! se escucha el grito. - ¡Pirobos! llega como respuesta inmediata. - ¡Si creen que se van a quedar con nuestro territorio, están muy equivocados! - ¡Vénganse, si son muy hombrecitos! - ¡Vénganse ustedes, si son capaces! Es un diálogo en el que se enfrentan los enemigos. ¿Quién es el enemigo para los de esta cuadra? Los del

Filo y La Galera. ¿Para los del Filo, quién? Los Patillones y los de La Ocho. ¿Para la comunidad, quién es el enemigo? Los del otro lado, dilema que confunde a la policía a la hora de encontrar responsables del conflicto. No solo el barrio sino la Comuna 1 han sido escenario de cruentas batallas en las que la despiadada muerte se lleva por igual a culpables e inocentes. Las muescas e incisiones que se ven en las fachadas de las casas lo atestiguan. Antes de que la remodelaran este año, la fachada de la Escuela Nuevo Horizonte se mostraba tan ahuecada como un colador. Dice un líder comunitario que cuando en el resto de Medellín la violencia empieza, en la Comuna 1 hace rato que ya había iniciado.

¡Claudia, Claudia!

En el presente, a las 12, quienes terminan de asear los carros se disponen a jugar un partido de microfútbol. Los que no juegan se quedan en esa misma calle. Sacan un papelillo, preparan un cigarrillo de marihuana y conversan, buscando la manera de pasar el tiempo. Se habla de amistad, de mujeres, de robos y de muerte. ¡Claudia, Claudia! se escucha. Muchos salen corriendo desparramados, a ocultarse. Aparece la policía. Si los encuentran con droga, se los llevan para la inspección. Si no, les preguntan: - ¿Usted dónde vive? - Allí, mi señor agente. - Vaya enciérrese en su casa; deje de molestar en la esquina. Indignados obedecen porque, de lo contrario, se los llevan así no posean droga. Se va la policía y de nuevo van apareciendo. Hasta casi las cinco, las calles están pobladas de niños jugando o de padres como Cacho montando a su bebé en una bicicleta. Entre tanto, el panorama de los jóvenes y adultos en toda la calle es rodeado por el humo de la marihuana. A las seis comienzan a llegar los que trabajan, con bolsos en los que hay ropa y una coca vacía de comida. El ambiente lo ha invadido el ruido de los motores de los Cootragranizal que buscan, de alguna manera u otra salir de ese laberinto lleno de curvas llamado Nuevo Horizonte. Una hora después, se entretienen viendo noticias y novelas que cuentan historias como Rosario Tijeras o El Capo donde se exalta el potencial de un traqueto, realidad a la que ya están acostumbrados: muchos la vivieron en carne propia. Las calles quedan solas. Los habitantes del barrio están encerrados consumiendo lo que la tv le ofrece. A las nueve, se escucha un taconeo. Es Marcela subiendo la 107C. Hoy tampoco logró vender; el próximo mes quizá ya ni tenga empleo.

Entre casas naranjas, apeñuscadas, las Comunas del Nororiente de Medellín tienen una cotidianidad que no puede verse desde abajo.


Pasión por la vida

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De arriba para abajo y de esquina a esquina, algo está sonando en Manrique. Mucha alegría, talento y ganas de vivir para no caer en la red de la violencia es lo que hay en los barrios de la Comuna 3. Allí conviven un poco más de 80 agrupaciones de hip hop, tango, rock, teatro, danzas folclóricas y títeres que están en su mayoría por fuera de los cerrados circuitos culturales del resto de la ciudad. Nataly Mira Londoño natalymira@hotmail.com Fotografías: Julio Garrido

Arriba un helicóptero surca el cielo y dibuja en las nubes señales de alerta. Abajo se oye un bandoneón en casas con ilusión de salones, resuena una batería entre acordes de guitarras, y el eco de la improvisación recorre la cancha en donde los panas se reúnen a dialogar… única sinfonía capaz de enmudecer a las balas. Históricamente en Medellín, el barrio Manrique se ha considerado como la segunda patria del tango, refugio de Carlos Gardel, protector de sus glorias y de sus pesares, un barrio monumento a un género que no quiere morirse y que vive más allá de La 45, asentándose en los sueños de las nuevas generaciones que lo sienten como una pasión.

Entre milonga y milonga, la violencia no da tregua, y la Comuna 3 también es protagonista del enfrentamiento entre bandas que ha despertado de nuevo en la ciudad el miedo, las amenazas y las muertes. Hoy, en Manrique, resurgen personajes e historias que se creían olvidadas. Entonces, Gardel pasa a un segundo plano y sólo se habla de las bandas asesinas, de sicarios, de sus motos, de sus armas y de la lucha por el territorio y por las plazas de vicio en la Comuna. Lo que pocos saben es que en toda esta Comuna 3 que es Manrique y sus barrios aledaños también viven un poco más de 80 grupos artísticos que por supuesto, con el tango, pero también con el rock, el hip-hop, el teatro, los títeres y la danza se resisten a hacer parte de un conflicto que no eligieron. De arriba para abajo, y de esquina a esquina, allí madres, niños y muchachos portan el arte como escudo protector y conquistan sus territorios con ráfagas de cultura; así los recursos sean casi imaginarios, así el vestuario esté desteñido, las medias rotas y el lugar de ensayo sea reducido.

C

omo todos los lunes el patio de la casa de Erika Marcela está dispuesto para albergar a sus alumnos. El sol ha caído y, uno a uno van llegando a encontrarse con sus amigos y, por supuesto, con “la profe”. Ella los recibe con una sonrisa, mientras prepara el sonido. Ellos ya traen en el cuerpo un popurrí de ritmos compuesto por chachachás merengues, boleros, pasodobles, porros y tangos. El grupo Creartistas fue fundado hace tres años por Érica Marcela Grisales, una mujer que ama el baile y que decidió apostarle a la cultura en Manrique, porque “los niños que realizan algún tipo de actividad lúdica difícilmente entran en el conflicto”. Ella viene de una familia de artistas, su padre es un bolerista insigne de la Comuna 3, su hermano es cantante de música tropical y, ahora, su hija le está siguiendo los pasos en el baile y en la forma de concebir al grupo. Su hija, Mariana, piensa que: “Mientras que por allá hay una guerra, nosotros nos estamos divirtiendo”. Y es que los niños no desconocen el conflicto de su Comuna y por eso son conscientes de que pertenecer al grupo Creartistas los hace merecedores de un mejor porvenir. Los niños que conforman el elenco ensayan con disciplina, sin importarles el cansancio que les deja la jornada escolar y con la convicción de ser cada vez mejores bailarines. Lo que antes parecía un juego, hoy es para ellos su más valioso sueño, tanto que se ponen de acuerdo para afirmar que “lo que más deseamos es triunfar, ser los mejores, poder viajar y llegar a la cima con nuestro talento”. Es muy probable que al lado de su profesora Érica Marcela lo logren. Ella es una pregonera que no se cansa, que aprovecha las oportunidades culturales para promocionar el grupo, para obtener recursos que mejoren sus condiciones, para pagarle a los profesores y para tener un vestuario de calidad. Los niños de Creartistas dan una cuota de tres mil pesos cada ocho días para subsanar la inversión; pero Erika Marcela tiene como propósito para este año lograr que ese dinero no salga del bolsillo de las familias. Otro objetivo es tener una sede para ensayar. Tanto Érica Marcela como los niños y sus padres, sueñan con tener un mejor espacio para ensayar, a pesar de que en el patio les sobra el calor de hogar, lo bajo del techo les impide hacer plenamente sus piruetas. “Quiero sacar el grupo de este lugar tan estrecho para una sede en donde se puedan dictar clases todos los días, a toda hora, que los demás niños vean que aquí sí hay oportunidades porque hay unos padres que dicen que por la noche no salen, por el conflicto”. Entre giros, acrobacias y otros movimientos, los niños ven muchos beneficios en el baile. “Me sirve para tener buena expresión, buena postura”, dice Camila. “Me ha quitado el miedo a salir al escenario”, dice Verónica. Y Miguel Ángel, Isabel, Sara, Bryan, los dos Jonathan, Valentina, Valeria, Carlos Daniel y Felipe dicen que bailar ha fortalecido sus relaciones interpersonales. Presentarse en las Fiestas del Aguacero que se celebran en el municipio de Caldas, y en el Festival del Porro del barrio Los Alcázares son algunos de los momentos que les han dado mucha felicidad, y aún no olvidan aquella vez que salieron en televisión, el año pasado, en un programa infantil… allí se olvidaron por completo de que existía el pánico escénico.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


12 Historias sueltas

Entre bailes y espejos

E

l secador está apagado, los cepillos reposan en la vitrina y Kathy deja de ser peluquera, por un momento, para convertirse en maestra de baile de niños y adolescentes de la Comuna 3 que, de arriba y más arriba, se aventuran a bajar hasta el barrio Santa Inés, en donde tiene la peluquería que, además es salón de ensayos de su grupo Country Show. Algunos llegan acompañados de sus madres, que son sus primeras fans, otros de la mano del hermanito o la hermanita menor, a quienes también les comienza a nacer el gusto por el baile. Entre tanto, Kathy reubica las sillas del local para hacerlo más espacioso, aunque realmente no logre estirarse y solo permita el baile de dos o tres parejas.

S

obre baldosas amarillas y rojas, los pies de Rosalba se mueven con gracia al compás de su boca cuando exclama: “¡Postura!, ¡no miren hacia el piso!, ¡sonrían!”, indicaciones que parecen ser un canto melodioso para sus alumnos que al instante la miran con dulzura y le obedecen. De fondo, un tango. En una esquina, vigilante, se ubica ella y desde la cocina Lola, su madre, observa a los elegantes danzarines que se desplazan por la sala de su casa como si estuvieran en un concurso internacional. El grupo Semillas y Vientos de Tango surge hace 6 años. Su artífice es Rosalba Caro. Desde niña, ella eligió el baile como su vocación a pesar de los amargos avatares. Su sueño ha sido “proyectar” y hoy tiene bajo su luz a 110 bailarines entre los cinco y 25 años, todos seguidores del culto al tango. El elenco principal está compuesto por 12 jóvenes. La mayoría de ellos han pasado por momentos difíciles relacionados con sus familias y con la situación de violencia en el barrio. Pero ellos afirman que en el grupo no solo han encontrado la oportunidad de bailar, sino también de formarse como seres humanos íntegros. “Rosalba es más que una maestra, es como nuestra segunda madre” señala Estefanía mientras la elogiada suelta unas lágrimas. Como madre, Rosalba los regaña, pero también los felicita cuando observa cambios positivos. Estiven, por ejemplo, confiesa: “Yo era muy grosero con mis padres, pero gracias a la profe he mejorado”. Daniela no se queda atrás, y con mucha originalidad narra que una vez su mamá le dijo “No se salga del grupo, mire que usted antes era mera ‘desinteligente’ y ahora ha mejorado mucho”. Entre risas sus compañeros aprueban el cambio de Daniela. El camino a veces se torna difícil. Rosalba recuerda, con temor, el día en que varios de sus alumnos estuvieron atrapados en medio de una balacera cuando, luego de ensayar, iban camino a sus hogares. “Justo en ese momento me llamaron sin saber qué hacer. Por fortuna, sus pies fueron más agiles que las balas y atendiendo mi consejo, se refugiaron en donde pudieron, mientras las cosas se calmaban”.

Comuna 3

Ella es reservada, esquiva pero amable. Sus cabellos rubios teñidos, sus coloridas uñas y su jean ajustado dan cuenta de una mujer vanidosa, orgullosa de sí pero que ha tenido que superar grandes tormentas. “Antes de empezar con esto, yo era una persona de la calle, viciosa; pero de un momento a otro decidí cambiar y encontré ayuda en buenas personas: dejé atrás los vicios, dejé de salir al Centro y ya me dedico solo a trabajar con ellos, a sacarlos adelante”. No habla de su pasado como hombre ni de cómo logró transformarse, asumir su esencia, ser ella misma. No importa, aquel tiempo es irrelevante ante este presente lleno de confianza, del cariño por los niños de su barrio. Su fortaleza le ha permitido enseñarles a los integrantes de Country Show que siempre hay otras alternativas. A Kathy se le ocurrió un día que crear un grupo artístico en el barrio Santa Inés podría servir para generar otras opciones de vida: “Verlos lograr lo que desean, verlos divertirse, verlos aprender y, fuera de eso, distanciados de la situación que se está viviendo en el barrio”. El grupo lleva siete años. Ella empezó con tan solo cuatro parejas, pero a medida que en el barrio vieron sus presentaciones, otros niños y jóvenes se integraron para bailar salsa, merengue, cumbia, reguetón, samba, mapalé y, por supuesto tango, pues viven la historia de este género como algo propio. “A mí me gusta mucho el tango porque al bailarlo uno expresa amor, el tango es un sentimiento”, expresa Diana, una joven que decidió ingresar hace cinco meses al grupo porque “no es sólo bailar, aquí uno se forma en valores”. Ante la falta de dinero, Kathy se vuelve creativa, se las ingenia para premiar a sus mejores alumnos con paseos y los promueve para ser parte del elenco central, un paso adelante luego de comenzar en el semillero. Los recursos los obtiene con las ganancias de los otros paseos que organiza en el barrio, y ahora cuenta con el apoyo en formación y logística que le brinda Imagineros. “Yo soy la niña boba de ellas”, dice Kathy para referirse al cariño, a la comprensión y a las capacitaciones que le ha proporcionado Soraya Trujillo, directora de esta Corporación que busca brindarles un espacio sin restricciones a las diversas manifestaciones del arte en la Comuna 3. “Al estar en el grupo, uno se aleja de los malos vicios, no coge malos caminos y esta entretenido; a uno ya no le gusta estar en la calle”, expresa Jessica, una integrante del grupo que se ha ganado más de un paseo por su talento para bailar desde una cumbia hasta un tango. Kathy desea que sus alumnos no repitan la historia de muchos niños y jóvenes que han optado, por ejemplo, por ser carritos que suben o bajan… así se les dice por allá a quienes llevan armas, drogas o información de un sector a otro, siguiendo las órdenes de los combos. Por ahora, ella se siente tranquila pues “cuando hay una balacera, ellos están ensayando o en una presentación, haciendo algo bueno”. Tanto los polifacéticos bailarines como Kathy sueñan con viajar, con lucir sus mejores coreografías dentro y fuera del país y así demostrar que su talento es más fuerte que el conflicto; por eso se están preparando para participar en el Concurso Internacional del Tango. Y mientras llegan los recursos y un mejor lugar para ensayar, los espejos de la peluquería de Kathy siguen dispuestos para proyectar los movimientos que los niños y jóvenes de Country Show realizan con el alma.

Las dificultades no impiden que los integrantes de Semillas y Vientos de Tango continúen con su formación artística. Para ellos, estar en el grupo les permite tener otra opción de vida “es como tener una ocupación, estamos ocupados haciendo lo que más nos gusta gran parte de nuestro tiempo, y por eso no pensamos en pararnos en una esquina, sino en bailar y compartir nuestros problemas” afirma Natalia. Ella lleva 12 años bailando; actualmente cursa décimo semestre de la Licenciatura en Educación Física en la Universidad de Antioquia y tiene el sueño de encontrar una pareja artística que la complemente, la apoye y con la que pueda ganar el Concurso Internacional del Tango. “En muchas ocasiones estuvo a punto de salirse del grupo por darle prioridad a otras cosas, pero gracias a la disciplina que imparte Rosalba aprendí a ser responsable”. Pero no todos llegaron al grupo con la idea de aprender a bailar. Esteban y Sebastián mostraban gran apatía por el baile, confiesan que solo ingresaron a falta de algo que hacer. Ahora sostienen que la calidad humana que encontraron en el grupo fue el primer paso para aprender a amar al tango, su nuevo lenguaje. El grupo ha participado en diversos eventos organizados por la Alcaldía de Medellín, por la Universidad de Antioquia, entre otros; pero destacan que sus presentaciones más relevantes han sido en el primer Campeonato Metropolitano de Tango en la ciudad de Medellín y en el Campeonato Internacional de Tango el año pasado. Como en el tango, los pesares y las alegrías afloran. Por esto, a Rosalba la entristece la ingratitud de los alumnos que hoy vuelan alto y no se acuerdan de ella, le preocupa también la escasez de recursos. “Yo siempre presto 500 mil pesos y los pago con parte de las ganancias que nos dejan algunas presentaciones”. Aunque no haya recursos, aunque la sala no es el mejor lugar para ensayar, Rosalba vive contenta al pensar que cada día cumple la meta que de niña ideó, y que gracias al grupo hoy, sus hijos del tango, pueden convivir en paz, formándose en valores, siendo excelentes estudiantes y creyendo que Manrique es un lugar donde los sueños también son posibles realidades.

A Manrique lo conforman por 15 barrios que en total suman y 176.267 habitantes, según la Encuesta de Calidad de Vida 2008. La Comuna 3 está en la zona nororiental y comenzó a conformarse en la década de los 40’s a través del sistema de urbanización espontáneo que generó una configuración muy particular del territorio. Tiene destacados puntos de referencia urbana como lo son la Casa Gardeliana, el Parque Gaitán, La 45 y la Antigua vía a Guarne.

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Enclands

Entre risas y lágrimas es el nombre del trabajo y show musical que ofrece Enclands, un grupo de hip hop con show de breakdance, liderado por Sergio Andrés Cortés. Sus mensajes, su arte, son de protesta, pero no de guerra: contienen una reflexión sobre las víctimas de los conflictos y sobre los problemas cotidianos que actualmente vive el país. Es considerada como una de las agrupaciones con más talento de la Comuna 3.


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Exorcistas

de la mala vibra

L

legaron del mar, de la tierra del oro y de las selvas exóticas, con una cantidad de historias por contar, con el ritmo y el sabor negro en la piel para cantarle a Manrique que son hombres de paz, dueños del carisma y de una potente voz cantante. Se llaman Los Exorcistas Niggaz Clan porque, según ellos, “somos gente que peleamos contra el mal”. Están orgullosos de sus ancestros y le cantan a la odisea de ser negros con mucho positivismo, al son del ragga murphy, del hip-hop y del dancehall. Son amigos hace varios años y los cuatro viven en el sector de Villa Roca. Aunque sus vidas han estado permeadas por la violencia y la falta de oportunidades, esto no ha generado en ellos resentimiento alguno; al contrario, creen en la igualdad y en que el color de la piel no es un límite sino un privilegio, ideología que vuelven música en su canción Orgullosamente negro: Toda mi gente atención, posición (bis) / Canto con orgullo soy negro si señor / Con nuestro talento y sin discriminación / Vamos a mover a toda la nación. “Cantamos a la negritud pero sin discriminar ni excluir”, manifiesta John Freddy Caicedo Pino conocido como Ragga John, nacido en San Andrés Islas, y “músico caribeño empírico”, como él mismo se denomina. Es, además, un hombre tolerante que confía en que con sus canciones, su “clan” contribuya a la reconciliación en su Comuna. “Nosotros lo que hacemos es inyectarle a las demás personas, blancas o negras, la energía que nosotros tenemos, invitándolos a que se peguen y no estén en el conflicto, a que cambien de mente, a que hagamos cultura y demos otro reflejo a los pequeños que vienen”. Antes de llegar a Manrique, El Tío, como también suelen llamarlo porque es el mayor del grupo, vivió en el barrio La Iguaná y en Bello. Tiene five babies y, aunque está desem-

El tango en semillas

Núcleo de Vida Ciudadana

pleado, se siente seguro con lo que pueda hacer “el de arriba” mientras solo le queda “tratar de sobrevivir, haciendo el bien, sin caer en nada malo”. También sueña Ragga John con regresar a San Andrés a dar un gran concierto con sus panas. Allí lo esperan sus abuelos, sus tíos, primos y esa herencia caribeña que lo inspira para seguir improvisando en las calles de Medellín bajo la consigna “no me discrimines my friend”. Para este año Los Exorcistas Niggaz Clan planean grabar su primer trabajo discográfico: “Ya tenemos los temas, nos faltan los recursos para la grabación y, por eso, estamos tocando puertas”, explica Maycol Alexander González Mosquera, quien se hace llamar Zizk El Exorcista. Él, además de dedicarse a la música, trabaja en oficios varios, pues debe velar por la tranquilidad de su esposa y de su pequeño hijo. Las letras de sus canciones están inspiradas en sus vivencias y en los deseos que tiene como jóvenes, como cantantes y como habitantes de Manrique. Entre estos, poder fortalecer los espacios culturales en la Comuna 3 para que así sus hermanos, sus vecinos y aquellos que han perdido su rumbo, encuentren un nuevo camino en el arte. Y es que Zizk ha sido un luchador: “A mí me tocó barequear mucho con mi mamá”, refiriéndose al trabajo que tuvo sacando oro en Zaragoza, Antioquia, su tierra natal. Tan solo era un adolescente y ya debía ayudarle a su madre con los gastos. Él no guarda malos recuerdos de esa época: “Yo me mantenía jugando y cantando por todos lados, en el monte, en la mina, en el pueblo. Con otros compas les cantábamos a los borrachos”. En Zaragoza se quedó hasta los 14 años y, de allí en adelante, le tocó ser nómada. Entre veredas, municipios y barrios tuvo la música como su fiel compañera, llevándolo a experimentar con diferentes géneros, aprendiendo e improvisando, hasta llegar a su destino: Manrique. Allí encontró la oportunidad de proyectar sus experiencias y crear conciencia por medio de Los Exorcistas Niggaz Clan, porque si de algo está convencido es que “cuando un bulto de arroz se rompe y se sale el primer grano, si no lo ayudamos a tapar, se salen todos”. Andrés Felipe Abadía Palacios o Ricky Man Flow es otro que piensa que, sin dudas, en Manrique ha podido desarrollar “su actitud como artista”. Él confiesa que al principio veía a la música como un hobbie; pero con el pasar del tiempo “empecé a proyectarme, a ponerme más serio, más claro”. Su nombre artístico es un homenaje a su padre, Richard: “Cuando estaba aprendiendo a hablar, le decía Ricky y así me quedé. Ricky nació en Apartadó, Antioquia, pero con su familia vivió muchos años en el Chocó. “Esos tiempos fueron buenos: me mantenía en el río o sembrando y limpiando los colinos de plátanos. Eso es hermoso, un hábitat muy natural”. A Medellín, llegó junto con sus hermanos en 1995. Campo Valdés, Guadalupe y Santo Domingo fueron algunos de los barrios por lo que pasó. “De Santo Domingo nos tocó salir a causa del conflicto armado, cuando uno es joven es más accesible a la violencia. Ahora, aunque en Villa Roca las cosas a veces no pintan bien, mi mayor fortaleza es ser parte de Los Exorcistas… Mucha gente se está matando por vainas que no valen la pena, por cosas que no son, tenemos un problema grande de hábitat, pero hay que entender que la reconciliación es un proceso largo”. Ricky Man Flow, Zizk, Ragga Jhon y Kiki Man -Omar Alexander Córdoba Asprilla- son, pues unos exorcistas del mal, de la violencia. En el barrio, son reconocidos por su talento, su carisma y por el respeto que les brindan a los demás. “Tenemos amigos punkeros, metaleros y rockeros; la hermandad no tiene límites. Por ahora, seguirán improvisando, creando “zambungue”, es decir, fiesta, alboroto, entre los habitantes de Manrique, haciendo eco de su consigna fraternal: “Tú eres negro, yo soy blanco, somos uno solo”.

Entre los barrio La Salle de la Comuna 3 y el Guadalupe de la Comuna 1 hay un puente. Debajo de ese puente hay un teatro y, al lado está la sede de Núcleo de Vida Ciudadana. Una explosión de arte y vitalidad es lo que se vive allí abajo, mientras cientos de vehículos circulan arriba. Teatro de la tercera edad, hip hop, títeres, malabaristas, parejas de tango y cantantes solistas tienen su sede allí, en ese espacio que arquitectónicamente es un único y que es símbolo de reconciliación en esas dos comunas.

Manrique Viva Despierta Hoy

Juan Pablo Acevedo es el cantante del dúo de balada pop que hace parte del portafolio de actividades y servicios de Manrique Viva Despierta Hoy, corporación que además de tener la logística necesaria para hacer montaje de eventos (desde fiestas familiares a barriales), cuenta con este dúo musical y con Senzala, un grupo de capoiera también nacido en el corazón de la Comuna 3.

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14 Historias sueltas

En formato de rock T

ienen un caminar descomplicado, algunos visten de negro, otros lucen camiseta, usan tenis y uno de ellos lleva una guitarra. Entran a una casa, nada fuera de lo normal, hasta que, minutos después, una estampida de sonidos sale desde el segundo piso y se mete por las calles, las ventanas y las puertas del barrio San Pablo, en la Comuna 1. Cristian Bedoya es la voz del grupo; Germain González toca la guitarra uno y canta los coros; James Graciano, en la guitarra dos; Jovanny Giancardy toca el Bajo; y Adrián Flórez, en la Batería. Ellos le dan ritmo a Formato 41. Llevan el rock por dentro, sólo tienen memoria de sus conciertos, de sus grupos favoritos y de su proyecto musical que, a grandes rasgos, viene a ser su vida entera. Decidieron reunirse hace un año con la convicción de crear una propuesta novedosa que les permitiera distinguirse en su barrio en el que hay muchos grupos de rap, reguetón y popular. Decidieron unir talentos para cumplir sus sueños y demostrar que el rock está vivo y “no ha muerto como nos quisieron hacer creer tiempo atrás cerrando las emisoras de dicho género y, luego, tuvieron que volverlas a ubicar en el dial”, expresa Germain González, uno de los integrantes. Hasta hace poco, él perteneció a la Red de Escuelas de Música de la Comuna 1 y ahora es el compositor de Formato 41. Más adelante aspira a hacer una licenciatura en Educación Básica con énfasis Artístico Cultural, en la Universidad de Antioquia: “Quiero enseñarle a niños y a jóvenes que el camino de la música es más apasionante”. La casa donde ensayan es en la de Adrián Flórez, también estudiante de violonchelo de la Red de Escuelas de Música. Llegar hasta allí, en estos tiempos de luchas por territorios entre las bandas, no es fácil para los demás. A uno de los integrantes le toca recurrir a rutas alternas para poder llegar a San Pablo y así hacerle el quite a los límites, a las fronteras imaginarias que imponen los armados. Adrián ama los sonidos fuertes, por eso el cuarto de ensayo está copado con afiches del heavy, el trash y el black metal. En el piso, están los juguetes del grupo: la batería, el bajo, las guitarras, el micrófono y el amplificador. Él ha tenido diferentes oficios pero piensa que lo suyo es la música. Esa idea la respalda su madre quien se define como una rockera de corazón, siempre lo ha apoyado, al igual que Pepe, el perro, que ladra sin parar las canciones del grupo. Quiero beber de tu alma, No hay tiempo de llorar y Un día en blanco son algunas de sus canciones. Hablan del amor, del tedio y hasta del despecho; pero “con letras estructuradas en una base rock”, aclara Germain. Formato 41 considera que sus experiencias personales son fuente de inspiración para componer aunque no olvidan que es fundamental ingresar al mercado musical. “Por eso debemos saber muy bien qué le gusta al público, sin dejar de lado nuestra esencia”, comenta Jovanny Giancardy. Además de ser el representante del grupo, él es un hombre comprometido con su comunidad, por lo que desde hace varios años viene trabajando con procesos socio-culturales relacionados con el Presupuesto Participativo, con la Corporación Imagineros, con Sumapaz y con Planeación Social, entre otros. Jovanny cree con firmeza que la creación de grupos artísticos en los barrios es fundamental más aún cuando en ellos la violencia crea mella: “Uno no va a decir que va a cambiar la realidad de una comuna; pero si podemos hacer algo muy importante que es crear un imaginario popular diferente. Formato 41, por ejemplo, con el solo hecho de ir a tocar a otro municipio y decir que somos de la Comuna 1, la gente va a decir: ¡Ah!, es que la gente allá no solo da bala; ¡ah!, es que allá hay artistas. Uno cree que no pero estos barrios son muy marcados por la violencia y que la gente a toda hora vive escondida, y eso no es cierto”. Además de tocar diversos conciertos dentro y fuera de Medellín, el grupo participó en el concurso “En Rotación”, de la emisora Radiónica, y ocupó el puesto número 15 entre 25 grupos colombianos, lo que les ha permitido hacer eco con su propuesta musical en el ámbito nacional, pues Radiónica es un espacio interesado en abrirle las puertas a las nuevas agrupaciones del país. Formato 41 pertenece a una Red Cultural que busca agrupar a los artistas de la Comuna 3. Para este año, estos rockeros tienen proyectado realizar el video del tema Quiero beber de tu alma y, aunque todavía no poseen los recursos necesarios, ya tienen seguro el escenario para rockear: la casa de la Corporación Imagineros. Mientras tanto, los ensayos continúan arriba en San Pablo. Allí Germain sigue componiendo el sueño de estudiar; Adrian continúa cultivando sus géneros favoritos; y Jovanny entre acorde y acorde, participa activamente de los procesos culturales de su comunidad. A pesar de la violencia, los parceros de Formato 41 están tranquilos con su quehacer: saben que en medio de tantos ritmos, el suyo está cantando una realidad que a muchos jóvenes les está sonando.

Código joven

Es una pequeña organización creada en Manrique Oriental en 2001 por la necesidad de encaminar a los jóvenes de la comunidad hacia las actividades culturales y a tratar de evitar que estén en riesgo de la drogadicción y la violencia del sector. De la mano de Blue, su fundador, Código Joven cuenta con un grupo musical; pero también trabajan en las áreas de Diseño Gráfico y organización de eventos.

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Son imagineros

Soraya Trujillo

Por la famosa 45, corazón de Manrique, está la sede de Imagineros, una corporación que, desde que llegó a la Comuna 3 hace varios años, se ha ido convirtiendo en una especie de Casa de la Cultura, a donde llegan muchos grupos culturales del sector, ya sea a presentarse en un pequeño escenario, a ensayar, a utilizar los computadores, a editar los videos o a buscar y recibir capacitación tanto artística como de gestión cultural. Algunas de sus obras de teatro -Una historia de amor, Bruja, Caperucita al Rojo, Doña Colombia- fueron transgresoras en su puesta en escena, en su desestructuras y en su manera de ver la ciudad. Poco a poco, a su proyecto fueron llegando jóvenes, algunos con desesperanzas, con ausencia de pasiones, viciosos, discriminados. Ellos encontraron en Imagineros, y especialmente en Soraya Trujillo, su directora, una oportunidad de ser ellos, de ser entendidos desde sus particularidades. La corporación pasó de ser un gru-

po de teatro y se fue perfilando como un grupo de gestión que podía liderar, en los barrios de la Comuna 1 y 3, un modelo diferente de pedagogía artística. Con recursos del Presupuesto Participativo, desde su llegada a Manrique, por la puerta de su sede no dejan de entrar artistas sin importar su pinta, sus costumbres, sus ideologías. Allí no se censura ninguna manifestación artística ni a quienes las realizan. Por eso no es raro ver juntos y en diálogo a reguetoneros, rockeros, bailarines de tango, cantantes de música popular, ancianas cumbiamberas, titiriteros, gaiteros, cuenteros, raperos, gomosos del video… y, en fin, las personas que forman los cerca de 80 grupos culturales y artísticos de la Comuna 3. Grupos que están haciendo de su labor y en un conjunto procesos de reflexión sobre la convivencia pacífica, a entenderse desde la diferencia, a crear entre los niños y los jóvenes, especialmente, pasión por la vida.

Las Pilositas

Con las ganas de participar en eventos escolares, surgió Las Pilositas, un grupo de danza moderna integrado por niñas muy pilosas. Con sus vestuarios de colores y sus coreografías entretenidas, estás niñas quieren marcar la diferencia en un sector en el que el tango es el rey de los ritmos. Por eso, ellas también se le miden a la salsa, al porro, al merengue, al reguetón y al ballet clásico.


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¿Cómo nace el Parcero del Popular No 8 en la vida de Robinson Posada? El parcero nace del barrio, desde chicorio, desde el parche de la esquina, pero que venga yo a encontrármelo de frente fue en un bus. Es el año 98 o 99, no recuerdo exactamente. Yo tenía como 45 complejos ese día. Me subí en el 069 de Coopetransa y se subieron dos chinos de esos que se hacen en la puerta de atrás a hablar… Ahí fue donde pensé como sería poner a estos pelados de esquina a hablar ahí en el escenario. Mis primos me colaboraron con la investigación y el vestuario: los Zodiac, el chalis, la chaqueta... Comenzó de una manera muy romántica, superficial, caricaturesca y con grandes rasgos de comedia; pero con el tiempo intentamos hacerle más trasfondo a sus historias, dándole un enfoque social. ¿Y qué siente en ese momento cuando la gente no para de reír con sus historias, ven sólo un show cómico y no se fijan en el trasfondo de tu personaje? No soy comediante, soy un cuentero. Y aunque utilice la comedia para llevar un mensaje, es solo una herramienta. Me subo al escenario con muchos regalos, yo se los entrego al público, ya cada quien sabrá si lo abre, si lo bota, si se lo lleva para la casa. Es parecido a regalar un libro, se puede recibir pero puede que termine en un estante de muertos esperando a ser leído para así tener vida. Hay quienes lo leen, lo releen, se redefinen en base a la lectura..., hago el esfuerzo de entregar los regalos, pero siempre es decisión del público el conservarlos o no. Alguna vez dijo que a su vida llegó cierto llamado, un deseo de mostrarles a sus los muchachos del barrio otros caminos, otras alternativas de futuro. ¿Qué puede decir sobre eso? Hay muchos pelaos en las comunas débiles de conciencia, débiles de espíritu; también hay unos que son muy buenos líderes y que tienen mucho talento. Pero es que hay unos que, como dice mi mamá, “le faltan güevitas”. Yo trato de convidarlos para que hagan parte de esta otra banda, de esta otra esquina del sabor y del movimiento, les muestro alternativas como las que tuve yo, pero dejándoles el espacio de la decisión, solo ellos pueden determinar qué quieren para sus vidas. La idea es convocarlos y trasmitirles esa esencia, así lo hizo conmigo mi padre. Desde muy chico participé en festivales de trova infantil…; de hecho yo era bonito, a mí me dañaron de tanto prestarme para actuar en los pesebres haciendo de Niño Jesús.

El parcero que se hizo artista Desde una esquina de su barrio, el inexistente Popular No 8, un parcero narra el diario acontecer de Medellín. Detrás de su pinta de chirrete está Róbinson Posada, otro parcero de Manrique que se metió a cuentero. Estíver Peña Guzmán stiver.pena@gmail.com

J

uguemos en el barrio mientras la violencia está, ¿violencia está? “¡Me estoy poniendo la capucha!”. Juguemos en el barrio mientras la violencia está, ¿violencia está? “¡Me estoy poniendo el uniforme y cargándome todo el armamento!”. Juguemos en el barrio mientras la violencia está, ¿violencia está? “¡Estoy recibiendo las órdenes para salir por todos ustedes!” Juguemos en el barrio mientras la violencia está, ¿violencia está? “¡Salgo por todos ustedes!”... A los dos minutos, veíamos los balones de fútbol que corrían de esquina a esquina creando una parábola, como a esos mismos dos minutos veíamos a los cuerpos ensangrentados de los infantes creando un pavimento de silencio... Así comienza uno de los tantos cuentos que lo han convertido en un artista reconocido de Medellín. Una barba poblada cubre un rostro de barrio pobre que pertenece a Róbinson Posada. En escena, él cambia su aspecto cotidiano para encarnar al Parcero del Popular No 8: chaqueta de cuero negra -con la bandera de Estados Unidos en su espalda- y un pantalón verde camuflado que llega un poco más abajo de las rodillas. De la visera de su gorra blanca cuelga un Cristo viejo, de su cuello caen escapularios entre los que sobresale uno con la figura de María Auxiliadora. Con el Hijo, la Madre y otros santos busca la protección divina para su personaje y para quien lo encarna… El Parcero y Róbinson son un bacán de esquina y un artista, con jergas e historias diferentes, que comparten un mismo cuerpo, un mismo barrio, una misma ciudad. Unos Zodiak con cordones rojos completan el atuendo y calzan los pies que en la infancia recorrieron las inclinadas pendientes de las comunas del nororiente de Medellín. Los mismos con los que Robinson ha alimentado las historias de ese barrio, el Popular No 8, inexistente, pero real, tan igual y tan diferente a ese Manrique en el que se crió y a esos que desde hace años no dejan de aparecer en periódicos amarillistas, en titulares de tv, en documentales, en informes de oeneges, en películas de extranjeros y hasta en telenovelas de sicarios. En esta entrevista con De La Urbe, Róbinson nos habla de su personaje, de su arte, de su barrio y de la Medellín por la que camina su parcero.

¿Qué recuerda de ese Manrique de su infancia? Las elevadas de cometa, los farolitos, las montadas en los tejados. Recuerdo mucho, también, las historias del abuelo y esas personas que marcarían mi proceso moral y narrativo. Yo me ganaba muchas pelas por estar donde el tendero Don Joaco, me gustaba mucho oírlo conversar, ese acento medio cubano, medio argentino, medio paisa; y claro, me mandaban por algo allí y me quedaba toda la tarde. Luego seguían las pelas con chancla, con cable de luz o con ramitos de verbena. Sus años de juventud estuvieron marcados por la violencia de los barrios populares. ¿Qué es lo que más le horroriza de toda esa problemática que vivió? Obviamente, el cuento de la guerra de territorios y de las balas, pero lo que me horroriza mucho más que los actos, es la indiferencia del mundo, de Colombia, de Medellín… parece que perdimos la posibilidad de sorprendernos. ¿Cuántos fue que mataron ahí? Seis. ¡Ah!, siquiera, yo creí que habían sido más. Eso es lo que se escucha a diario. Lamentablemente estamos regresando a la Medellín de los ochenta y los noventa, ya no se puede ir al barrio tranquilamente. Teniendo en cuenta que la violencia continúa, ¿ha tenido problemas con la forma como se gana la vida? Yo hago mi trabajo muy seriamente, con el odio, con la rabia de lo que sucede; pero con el amor que le tengo a las comunas, que le tengo a esa humanidad: la del sicario, la de la prostituta, la del travesti, la de ese que simplemente se distancia… personajes tan bellos que se cubren con máscaras, por el trasegar y el poder ser en esta vida. A mí sí me han amenazado por el cuento y por la vuelta; pero aquí estamos, ésta es nuestra militancia. No me veo haciendo otra cosa. Yo vengo de la esquina, de ese sabor a pólvora, de los fierros; si yo no hubiese sido tocado por esa divinidad que me dijo: véngase pa’ ca que yo lo necesito en este lado, yo no estaría acá conversando. Estamos hablando de años de mucha violencia donde había tres caminos: estudio, camello o el fierro acompañado de dinero. No se puede dejar de lado esa historia, tenemos muy mala memoria y pasan horrores que son acallados para no dañar la imagen de la ciudad; pero el problema nuevamente está creciendo. ¿Cuál es su mayor temor? Le tengo miedo a perder la fe en mí mismo y a esto que le he dedicado mi vida, que no solo es pararse en el escenario, sino en un salón de clase o en una esquina en la que comparto con muchachos, quienes van haciéndome mejor pedagogo, una pedagogía que utilizo en el arte que salva, que construye, que transforma... Me da miedo perder esa fuerza que siento por el arte, quedarme parado en medio del espectáculo sin creer en lo que hago. Por eso sigo con mis sueños, sacar en DVD Olor a barrio, un trabajo muy profesional en el que hemos involucrado personas que han estado en la guerra, que han pertenecido a combos, que han vivido y sentido el sabor de la calle, y que ven en el proyecto la esperanza de abrir los horizontes. Entre el arte, la violencia, los sueños, los temores, el olor, el sabor a barrio ¿cómo se definen Robinson Posada y su Parcero? Róbinson es un ser alegre que hace lo que le gusta, apasionado por el teatro, muy tocado por lo social, muy vestido de barrio. Mis recorridos se pueden definir desde la literatura misma, en el barrio me encuentro con un montón de escritores que son parte de mi vida. El Parcero del Popular Número 8 es quien narra, desde la esquina, el quehacer de Medellín, como lo podría estar haciendo Jean Genet en Paris en sus años de marginalidad. Y en esa esquina puedo encontrarme a Jorge Luís Borges en la voz activa de Don Joaco, sigo caminando y veo a Fernando Soto Aparicio barriendo la acera, liberándose de la rebelión de las ratas que azotan su vida. Más arriba está el loquillo de Julio Cortázar junto con Monterroso jugando felices a la rayuela. También reconozco a Juan Rulfo y a Pedro Páramo, echándole una moneda a la rockola mientras se van perdiendo en el recuerdo de sus días. Veo pasar a un tipo montado en una escoba que hace de corcel, buscando a la Dulcinea que todas las noches sale a camellar a las 10; él la espera de vuelta en la esquina, ella llega con su maquillaje roído y con sus medias rotas, pero él la sigue amando como desde el primer día... Eso habla perfectamente de mí.

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16 Desde adentro

La guardería de Bellavista

En el interior de la Cárcel Bellavista hay 9 patios que agrupan a los internos. Pero, curiosamente, hay unos que se llaman el 12, el 11 y el 10. Este último es conocido, entre ellos, como La Guardería…; es una ironía: sus habitantes son los presos de la tercera edad.

Laura Suescún Ramírez laurasuescun_k@hotmail.com

T

odos los días, miles hombres tienen cita con una de las más indeseables experiencias de la vida. Unos jóvenes y otros viejos; unos buenos y otros no tanto; unos ricos y otros miserables: todos comparten entre sí la desdicha de encontrarse en un mismo espacio, la Cárcel Bellavista de Medellín. La cárcel queda en el municipio de Bello, pero es de la jurisdicción de Medellín. Es el más grande e importante establecimiento penitenciario y carcelario del Valle de Aburrá. Su verde panorama, vecino de lotes y extensos potreros, bien sabe hacer honor a su nombre. En la verdadera Bellavista, la de muros viejos y rejas azules, la de ventanas por entre las cuales penden camisetas y bluyines que se divisan desde el barrio Madera de Medellín, conviven actualmente cerca de 6 mil internos distribuidos en los patios según sus condiciones, o los azares del destino.

Reja tras reja

Un saludo al guardián de la primera reja. Atravesar la segunda y dejar la huella: registrarse. Someterse al detector de metales. Dejarse requisar por otro guardián. Y prepararse para comenzar la aventura. Así se ingresa a Bellavista. Después de un laberinto, que parece de cuentos y películas, tan frío como los muros, tan largo para pensar en lo que va uno a encontrarse doblando la esquina, comienzan a verse los detalles con precisión. De muros y garitas (casetas laterales en donde permanece un guardián las 24 horas del día) para adentro se aprecian dos canchas más las áreas administrativas y de tratamiento del penal. Una reja más: la sexta. Dos guardianes dan paso a lo que parece el centro de otro laberinto. Desde este lugar, se desvían los caminos a lo patios Quinto y Octavo, los más hacinados y peligrosos; al Segundo o al Cuarto; o al Décimo y al Noveno, unos no tan llenos y con estilos de vida diferentes.

El patio 10

Pastor 53. Alfredo 54. Jesús 62. Antonio 68. Ciro 69. Marcos 71. Chepe 79*. Ellos hacen parte del listado que, juntos, suman varios siglos y que, juntos también,

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Darle una y más vueltas a la cancha interna de Bellavista es una de las entretenciones de quienes habitan el patio 10.

le dan vida al Patio Diez de Bellavista, el que existe desde finales de 1989 y, que según los registros, fue habitado primero por los menores de edad. Hoy, conocido entre algunos guardianes e internos como La Guardería, es el Patio de la Tercera Edad, uno de los más pequeños, pues sólo tiene un corredor de dormitorios que se parte en dos niveles, donde no cabe un hombre de pie. Contiguo, y sin mucha distancia, se encuentran las duchas e inodoros de donde emergen los olores particulares de la edad. Del otro lado de la pared, está la única sala del patio, la que también es de visita, de comida, de lavadero y de televisión. La cocina es un cuarto donde caben dos personas, en la que se turnan espacio un fogón de dos puestos, una nevera que da molestos conciertos de noche y la alacena decorada con la típica vajilla carcelaria: cocas, pocillos y cubiertos de plástico, casi siempre de reconocidas marcas de jabones o mantequillas. Más adelante, una mesa interrumpe el paso de un hombre que no puede moverse bien ni con su bastón. El es Don Chepe, el interno de los 79 años quien logra cruzar el patio sostenido de esa mesa de billar. La población, a diferencia de los otros patios, no excede las 40 personas, porque sólo hay 40 cambuches, las celdas para quienes no estamos acostumbrados al típico lenguaje de la cárcel. Y es que algunos de todos los mayores de 60, o aquellos que conviven con enfermedades complejas, y uno que otro que tenga buena suerte, gozan con el beneficio de estar en el Diez. Allí se puede dormir en Guayaquil, Laureles o El Poblado, nombres que los internos han dado a las esquinas de los cambuches para ejemplificar el tamaño y las comodidades de éstos. El Diez tiene un reglamento y un Coordinador, como cada patio en Bellavista, aunque la forma de operar y las funciones que éste desempeña sean diferentes. Cada uno, desde sus funciones, coopera en pro del bienestar de todos, aunque hay muchos perfiles en qué ocuparse allí. Algunos cargos son fijos, los demás internos conforman los comités de aseo y alimentación, o aportan desde lo que se inventen para llevar su propia cotidianidad. El Parlante es quien sirve tazas de café para él y el Comando -Guardián- del Rastrillo -entrada del patio-. Él espera allí sentado hasta que haya que “parlantiar” a algún interno, una novedad que llegue, o para convocar a las actividades de esparcimiento. Que uno salió ayer, que hay cinco que esperan por entrar hoy, que a uno lo llaman para recibir su libertad y que a otro le mandan de por ahí alguna razón. Eso, como muchas otras cosas que suceden, primero las sabe El Parlante. El de La greca corre todos los días una silla de plástico que ubica en frente de una cafetera y un horno microondas que cuida sigilosamente: prestando el servicio de agua caliente o café, en su mayoría a El Parlante. La Ambulancia se le llama al interno que tiene la propiedad de salir del patio y atravesar La Sexta para llevar los enfermos hasta Sanidad. No puede ser cualquiera, no puede estar enfermo, pues en este patio, creería uno, está en permanente actividad. Detrás de cada perfil hay historias no contadas, no escuchadas. Historias de hombres cualquiera que una vez fueron libres.

Relatos que van más allá del porqué o el cómo de un delito por el cual los condenaron. Ellos son más que correr una silla, hablar todo el día de nada y esperar detrás de alguna novedad. Ellos son padres, hermanos, esposos, abuelos y amigos. Fueron hijos, fueron jóvenes, fueron también seres en libertad.

Así son ellos

Jesús Iván García: 62 años. De los mismos, 23 es el número de su segunda condena. Él, polémico, anarquista, con ideas metafísicas de la existencia, el amor y la muerte. Un romántico enamorado de la vida, de la que le queda afuera y espera con paciencia, y de la que conoce adentro desde hace 11 años que está en prisión; a la que le escribe poemas en su bitácora, un viejo cuaderno de hojas crujientes que una vez leídas desprenden las lágrimas de hasta el más frío lector. A su Negrita, su compañera de ruta en las desdichas del destino, la ama. A la libertad, su estado de plenitud y su más esquiva camarada, la sueña de noche y la pinta en las madrugadas sobre un lienzo en blanco que vende para ayudarse en su sostenimiento. Dice en alguna de las tantas letras que ha escrito en su bitácora de la cárcel: “El destino parece ensañarse en algunas personas, y yo soy una de ellas”. Alfredo Muñoz: 54 años. Está en Patio Diez porque sufre de arterioesclerosis. Es un ex militar que acepta su situación diciendo que está de vacaciones forzosas en el Hotel Bellavista. No le habla a todos en el patio, sólo a los que son sus amigos: Toño el de La greca y al Soldado, un ahijado que encontró entre los patios que visitó antes de que, por su enfermedad, lograra estar en el Diez. Este hombre ha sido varios. Su historia no es el delito, es la de los personajes que fue: cantante, ciclista, militar y un buen y consagrado hijo, de los que hoy sólo puede decir: “Los viejos huelen a gladiolo. Yo ya soy la golondrina que de acá se va a ir veloz y fatigada buscando alivio al lado de mi madre”. Marcos Bravo: 71 años. Lleva dos años en Bellavista. A sus 71 años, no tiene más historias que las que la música le ha dado para contar. Sus cuerdas vocales parecen reventar, junto con las venas que se le brotan en el cuello, cuando entona, en primera voz, alguna canción. Sus historias sólo saben de la vida de tríos y las serenatas en la calle San Juan de Medellín. Los 71 años le han hecho olvidar las 1800 canciones que dice saber y que cárcel le hace temer por su evidente vejez. Sin embargo, entretiene sus días y los de los demás, entonando canciones y armando acordes de guitarra para no acordarse de que “aquí estamos ganando una vejez. Aquí es muy fácil entrar pero no es así para salir. La mayoría nos queremos ir. Aquí uno extraña todo”. Pastor Ríos: 53 años. 53 años. El Coordinador del patio Diez. Un campesino de Barbosa (Antioquia), es quien coordina las actividades y la vida en el 10. En sus palabras, sus funciones van desde velar por el ánimo de los internos y su salud, hasta el mantenimiento del orden y la disciplina en el patio. Y, también en sus palabras: “Nosotros los viejos tenemos tres caminos abiertos: el hospital, la cárcel y el cementerio”. Misael Guarín: 58 años. Es un hombre que, des-


17 plazado por la violencia, abandona la inmensidad de su finca en Granada (Antioquia), para habitar un rancho de latas en el barrio Pan de Azúcar en Medellín, y luego, por cinco meses, se convertiría en un cambuche del patio Diez de Bellavista. Su delito para condenarse a la ciudad es haber pertenecido al Concejo Municipal de Granada y, por ello, convertirse en objetivo militar. El resultado de estar en Bellavista: ser liberado a los cinco meses después de no comprobársele ningún hecho. “Allá se celebra todo. Estamos encerrados pero no muertos. El día de las Madres, de los Niños, la Navidad y el Año Nuevo, aunque, afortunadamente, no me tocó. El Día del Padre, uno creyera que debería ir mucha gente, pero no. Hay a quienes ni los visitan los hijos en esa fecha”. Don Chepe: 79 años. De aquí… a la eternidad. Un hombre que no se pasea, lo pasean para evitar que se caiga. No habla casi, pero sus compañeros sí lo hacen por él: “Nada justifica que Chepe esté en la cárcel. Desgraciadamente, él se siente mejor aquí. Tiene sus comidas, su dormida y quién lo esté jonjoleándo; yo les digo que lo van a tullir porque le hacen todo. Lo venía a visitar un viejo más viejo que él, un hermano. Se veían todos bonitos, pero ya no volvió. Uno le pregunta y dice: ¡Ah!, quién sabe qué le habrá pasado”.

Inventarse que hacer

ces no lo hacen. Los más ricos comen del expendio y los que adoptan ahijados, guardan la comida que aquí sobra en cantidades, para los más pobres de los otros patios. Como el día comienza temprano hay que inventarse el qué hacer. Los internos del Diez se turnan la cancha principal con los demás. De nueve a once de la mañana, dos días a la semana, tienen derecho a hacer un poco de ejercicio, así sea con la barra de cemento que usan como pesas o el pasamanos de hierro que ninguno logra cruzar. Por lo general, en dos horas se pueden dar 10 vueltas a la cancha, a paso de viejo y con bastón, así como lo intenta Don Chepe quien a diferencia de los que se sientan en las gradas a pasar el tiempo al sol, cada día intenta sumar una vuelta o, por lo menos, no reducir el record que a duras penas puede alcanzar. Mientras tanto, el que no está en la cancha ni en Sanidad, ni en Tratamiento, está en el patio. Luego del almuerzo deben elegir si jugar parqués, cartas, o disfrutar de lo que esté viendo el primero que prendió el único televisor que hay allí. También tienen la opción de esperar la hora de las demás actividades: los Grupos de Oración, Alcohólicos Anónimos y clases de escritura y matemáticas que les dicta un interno para descontar su condena.

Hoy se parece a ayer

En la cárcel los días son similares. Hoy se parece a ayer y mañana quizá sea igual. Así es hasta el domingo, día de visita para las mujeres en todas las cárceles colombianas; el mismo en el que entran cerca de 4000 mamás, esposas, hermanas, hijas, amigas, mozas… Todos bañados, con ropa seca y nada por entre las ventanas. Nada de vicio, ni problemas delante de las familias; esas son las reglas. Pero al Diez son pocas las que llegan, por lo tanto, y por otros factores propios de la edad, muchos pierden la noción de llevar la misma camiseta durante varias semanas. A las cuatro de la tarde comienzan las despedidas. El telePor lo general en dos horas se pueden dar diez vueltas a la cancha, a visor queda encendido sólo haspaso de viejo y con bastón, así como lo intenta, Don Chepe, quien a ta las diez de la noche, el sueño es opcional. Se cuenta con la diferencia de los que se sientan en las gradas a pasar el tiempo al sol, fortuna de no estar en un patio cada día intenta sumar una vuelta, o por lo menos, no reducir el record más grande, donde los ruidos del vecino no dejan dormir. que a duras penas puede alcanzar. En el patio 10 el ambiente es más silencioso, tanto en el día como en la noche. No hay ni una grabadora. Sólo un radio negro y viejo que El menú de las 10:30 AM: El Almuerzo. Para hoy, el Rico, el interno que entrega su salud a las frutas, y casi siempre, sopa de valientes. Así se le llama en prende al medio día, y apoya contra la pared, para Bellavista a lo que sólo se comen unos cuantos; el plato escuchar las noticias mientras almuerza. fuerte llega con carne molida, que se turna con un choTermina y lo guarda, y ya no se oye más, tal vez la rizo frito u otros; troncos de yuca, ensalada de tomate guitarra de Marcos quien se esfuerza todos los días por y lechuga. no olvidar una sola de las 1800 canciones que compoComo sobremesa, una limonada transparente, o nen el repertorio de su mente. jugo de frutas que los más jóvenes y de otros patios, Así es la cotidianidad de La Guardería. Lo que ellos dejan fermentar para hacer la más alcohólica y dañina hacen es inventarse los días distintos, aunque finalmenbebida con la que festejan a su manera: Chamberlain, te, se den cuenta de que fueron iguales; y que a la vez más conocido como Chamber, licor de cárcel, licor de que descuentan uno, no es muy esperanzadora la llegada resaca de tres días y ceguera prematura. del siguiente. Del arroz, el color que predomina en el plato y a ¡Taz, taz, taz! es el golpe de los dados de las tres prisimple vista parece una masilla pegajosa, dicen que sirmeras tiradas para comenzar la partida y lograr salir ve además, para hacer arepas. de la cárcel, pero no de la Bellavista, sino la de un viejo Para la tercera edad la ración es generosa y el arroz tablero de parqués. de mejor aspecto. Pero los viejos comen poco, muchas ve-

A las 5:30 a.m. comienza el día para casi todos. Los primeros, hacen fila para ir al baño. El desayuno llega, como a ningún patio, a las 6:30 y, después de esta hora, unos le planean la siesta al mismo. Los adultos mayores y los enfermos son los únicos que reciben a domicilio las tres comidas del día y se evitan el desplazamiento al Bongo, el lugar donde se sirven los alimentos, el momento donde el hacinamiento se siente, figurada y literalmente, en carne cruda.

* Nombres cambiados por respeto a las fuentes. ** Este relato hace parte del trabajo de grado De aquí a la eternidad: cinco sentidos de la tercera edad en la Cárcel Bellavista.

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18 Mirada

Ahí vamos, mujer

Amores tatuados, pinturas en acrílico sobre madera y collage. Autor: Juan Gabriel Torres.

La polémica generada por el proyecto “Clínica de la Mujer” reavivó en Medellín una discusión de años: la de las relaciones de desigualdad sociales entre hombres y mujeres. Este es un panorama de sus luchas y conquistas en Colombia.

Cristina Arévalo, Carolina Valle, Santiago Casafús y Daniela Ramírez

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egún el DANE, en Colombia habitan 45’186.084 millones de personas: el 49,67% son hombres y el 50,63%, mujeres. Lo mismo ocurre en ciudades como Medellín, donde el número de habitantes es de 2’223.078: el 53,3% son mujeres y 46,7%, hombres. Sin embargo, a pesar de que ellas son mayoría, las diferencias en materia de derechos humanos, con logros obtenidos, parece que la balanza se sigue inclinando a favor de ellos. Un informe de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos destaca como principio fundamental para el reconocimiento de los derechos de la mujer, la igualdad en el “goce y la protección de los derechos humanos y libertades fundamentales” declarados en el ámbito mundial y regional. De ahí que la mujer tenga el derecho a vivir en una sociedad no discriminatoria, a nivel de género, en donde no existan prácticas socioculturales ni conceptos jurídicos que refuercen modelos de superioridad e inferioridad entre sexos. La Constitución Política de Colombia de 1991 consagra el principio de igualdad de género y garantiza a la mujer la eliminación de todas las formas de discrimina-

ción en la esfera pública y privada. Se le asegura asistencia en su condición de madre y, en especial, cuando esté al frente del hogar. El artículo 13 de la Carta Magna declara que “todas las persona nacen libres e iguales ante la ley” y que tendrán acceso a iguales derechos y oportunidades no habiendo exclusión de ninguna índole (sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica). El artículo 43 establece claramente que “la mujer y el hombre tienen iguales derechos y oportunidades” y que “la mujer no podrá ser sometida a ninguna clase de discriminación”.

Los primeros cuestionamientos

Desde los años 20, empezaron a surgir en Colombia cuestionamientos acerca de los roles y libertades de la mujer en la sociedad colombiana. Una década después, la legislación nacional empezó a mostrar avances en el reconocimiento de éstas, como es el caso de la persona jurídica y su inclusión en cargos públicos, teniendo en cuenta la idoneidad para desenvolverse en ellos. Asimismo, emergió el derecho a la educación que les dio a ellas las herramientas necesarias para ser sujetos activos en la sociedad. En materia civil, desde 1930 con la facultad de constituir un patrimonio familiar, comenzó a hacerse posible un empoderamiento de la mujer sobre los bienes familiares y de los que se hiciese propietaria durante y después del matrimonio. Esta disposición se materializó en 1933 con la Ley 28, en la cual se afirma que “la mujer casada mayor de edad como tal, puede comparecer libremente en juicio y para la administración y disposición de sus bienes no necesita autorización ni licencia marital ni de juez, ni tampoco el marido será su representante legal”. De esta manera, la mujer adquirió autonomía jurídica y económica en el matrimonio. Otras oportunidades en este momento histórico comenzaban a gestarse para ellas en Colombia, abriéndose puertas a la formación y a la competitividad, por medio de la posibilidad de ingresar al bachillerato y a la educación superior. En el año 1933, durante el gobierno de Enrique Olaya Herrera, se estableció el bachillerato para las mujeres. El acceso a la hoy llamada educación secundaria, media y superior, ha sido una de las grandes conquistas en busca de un desarrollo profesional negado rotundamente hasta ese momento. En esa misma década, la mujer pudo ascender en el eslabón social por medio de la reforma constitucional de 1936, la cual determinó que las mujeres capacitadas podían ocupar los más altos cargos públicos. Esta decisión ocasionó que, durante la década del 50, funciones importantes en la Nación fueran designadas a mujeres, como la dirección de un Ministerio.

Calidad de ciudadanas

La mayor conquista en materia de derechos civiles y políticos fue el reconocimiento de la ciudadanía logrado con la participación política, a partir de 1957, cuando por reforma plebiscitaria se le otorgó el derecho al voto a la mujer y, junto a éste, se determinó que las mujeres tendrían los mismos derechos políticos que los hombres. Así,

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la igualdad en derechos civiles y políticos fue consignada en la legislación nacional, siendo garantizada desde 1977 para todas las personas mayores de 18 años. En la Constitución de 1991, se estableció que la condición de ciudadanía faculta a todos los colombianos para elegir y ser elegidos, para tomar parte en todas las formas de participación democrática, como en la constitución de partidos y movimientos políticos, y en el desempeño de funciones y cargos públicos. En cuanto al rol de la mujer en este escenario, la Carta Constitucional declara que “las autoridades garantizarán la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de la Administración Pública”. El reconocimiento de los derechos de la mujer, en materia económica y social, fue el resultado de los alcances que, en derechos laborales y seguridad social, se lograron a partir de las leyes y decretos a favor de las prestaciones sociales a la familia del trabajador y de una equidad a nivel laboral entre hombres y mujeres. El trabajo es un derecho fundamental consagrado en la Constitución Nacional: “Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas”. Hace más de 60 años, tras la creación del Seguro Social Obligatorio y de las reformas al Código Sustantivo del Trabajo, en 1951, la mujer pudo acceder a beneficios para sí y para sus hijos, como la salud y la recreación. En la década del 60 se instituyeron en Colombia normas a nivel laboral, tendientes a proteger la maternidad y a la mujer de condiciones riesgosas en el empleo. Fue en este momento cuando se empezó a promulgar la equidad salarial por la igualdad jornada a jornada, eficacia y trabajo a desarrollar.

Buscando bienestar familiar

En 1968, la mujer obtuvo respaldo y empoderamiento en su rol materno, con la creación del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, mediante la Ley 75. A partir de este momento, se dignificó su papel en la familia y se consagraron otras garantías encaminadas a la protección de la maternidad; todas estas incluidas en la posterior y actual Constitución de 1991 donde se establece que “durante el embarazo y después del parto gozará de especial atención y protección del Estado y recibirá de éste subsidio alimentario si entonces estuviere desempleada o desamparada”. Esta garantía queda consignada en los derechos económicos, sociales y culturales. Otros derechos logrados a partir de la Ley 75 fueron la libertad de administrar bienes materiales de la familia y la patria potestad sobre los hijos cuando el padre faltare en el hogar. El Estado se comprometió a hacer cumplir la responsabilidad paterna y le dio facultades a la madre para exigirla ante la ley. Un paso importante hacia la proclamación legal de la igualdad de sexos, lo dio el país con el Estatuto Jurídico de 1974, el cual le da igualdad jurídica a hombres y mujeres y elimina la subordinación de género a nivel conyugal, así como en la crianza de los hijos y dirección del hogar. Desde 1980, el gobierno de Colombia inició las gestiones para brindar mecanismos de vinculación de


19 la mujer al desarrollo. Asimismo, se promulgó la igualdad de condiciones para hombres y mujeres, en acato a la Convención sobre eliminación de toda forma de discriminación contra ellas de la Asamblea General de Naciones Unidas. Esta última consagra que los Estados deben crear programas y políticas específicas, además de contar con los mecanismos y recursos para la implementación de las medidas que aseguren la vigencia plena de los derechos de la mujer; deben cerciorarse de que no se utilicen las actitudes tradicionales, históricas, religiosas o culturales como pretexto para vulnerar los derechos de las mismas.

Contra la violencia sexual

La legislación colombiana contempla varias normas reconocidas a nivel internacional, en materia de delitos sexuales, contra la violencia, sobre la prohibición de esclavitud y servidumbre, protección de la honra y la intimidad, libertad de pensamiento y expresión, y demás derechos civiles y políticos. Sin embargo, uno de los últimos avances en materia legislativa es, según los grupos sociales de la ciudad que trabajan por el reconocimiento de los Derechos de la Mujer, la aprobación de la Ley 1257 de 2008, “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, se reforman los Códigos Penal, de Procedimiento Penal, la Ley 294 de 1996 y se dictan otras disposiciones”. Para Omaira López Vélez, Socióloga y Asistente de Programas de la Corporación Mujeres que Crean, “todas las convenciones, leyes y políticas que hay en el país hacen pensar que sí hay un reconocimiento pleno de la ciudadanía y de las mujeres como ‘sujetas’ de derecho, pero cuando se pasa al plano de la realidad, los hechos dejan todo que desear, pues no hay una aplicabilidad correcta y oportuna de las leyes. Nosotras hemos logrado muchas cosas pero no podemos decir que en el ámbito doméstico, en lo privado, estemos compartiendo responsabilidades con los hombres. Las mujeres salimos al mundo de lo público y continuamos siendo responsables del mundo de lo privado, de lo doméstico que tradicionalmente se nos ha asignado. Falta mucho camino por recorrer. Lo mismo sucede con lo que tiene que ver con los derechos sexuales y reproductivos. No podemos decidir cuántos hijos tener, si usar o no anticonceptivos”.

Patricia Martínez, abogada del Centro de Recursos Integrales para la Familia -CERFAMI-, considera que las mujeres no han conquistado el derecho a obtener una salud integral: “A nivel de salud, las mujeres tenemos necesidades prácticas de género que el Estado debería garantizar”. Esa opinión la respalda Andrea Posada, Trabajadora Social de la misma entidad, quien afirma que “En Medellín y en Colombia, se le da más prioridad a la salud reproductiva que a la sexual, por lo que una de las conquistas sería que se reconocieran los derechos sexuales y reproductivos como tal, pues, si bien es cierto que la promoción y la prevención existen a nivel legal, no se aplican en la realidad. Aunque hemos logrado avanzar, todavía nos cuesta entender que las mujeres tenemos el derecho a decidir en temas como el aborto”.

Más que cuestión de ley

política”, por la politóloga de la Universidad Nacional de Colombia, Angélica Bernal, muestra que, entre 2006 y 2010, el porcentaje de mujeres que hace parte del Congreso de la República es del 8,4% y de 12% para Cámara y Senado, respectivamente. Piedad Morales, integrante de la Corporación Vamos Mujer, afirma que el país en vez de avanzar está retrocediendo, pues a pesar de que existen mujeres ocupando cargos públicos, “la gran mayoría están para hacer las tareas. Creo que hay que hablar mucho más con las mujeres sobre sus derechos. El movimiento social de mujeres debe conseguir aliados en la sociedad para luchar y movilizarse; no nos queda de otra”. Un informe publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo expuso que en Colombia la diferencia salarial entre las mujeres y los hombres es del 7,1% y, aunque la cifra es menor que en América Latina donde la diferencia es del 17%, las oportunidades de empleo para ellas siguen siendo inferiores, aunque en muchas ocasiones estén mejor preparadas que los hombres. En ciudades como Bogotá, de los 20.925 puestos laborales que hay en las entidades distritales, 12.152 son ocupados por mujeres y de éstos, sólo 347 corresponden a cargos directivos. El sexo femenino encabeza los cargos del Distrito, lo cual no se ve reflejado en materia económica. Según cifras del DANE, mientras el desempleo masculino es de 9,4%, el femenino asciende al 15,4%. El Informe Global de Disparidad entre Géneros, presentado en octubre

El séptimo informe sobre violación de Derechos de la Mujer en Medellín, publicado por las corporaciones Mujeres que Crean y Vamos Mujer, muestra que, según los reportes del Instituto Nacional de Medicina legal y Ciencias Forenses -INMLCF-, así como de la Fiscalía, el número de agresiones sexuales contra las mujeres reportado durante el año 2008 fue de 1357 casos; de éstos, a octubre del mismo año solo se habían resuelto 195. La presencia de actores armados en todo el territorio nacional es otro de los detonantes para la violación de los Derechos de la Mujer. Dentro del conjunto de la población, las más afectadas por el conflicto colombiano son las mujeres, le siguen los ancianos, los niños y La mayor conquista en materia de derechos civiles y políticos fue el las niñas. Y la fuerza pública, reconocimiento de ciudadanía lograda con la participación política a partir de los grupos, paramilitares y los guerrilleros son los principales 1957, cuando por reforma plebiscitaria se otorgó el derecho al voto a la mujer. actores que están ejerciendo las violaciones. Con respecto al tema de la participación en política de las mujeres colombianas, los prode 2009 por El Foro Económico Mundial, reveló que Colomcesos vienen en avance desde hace más de cuatro décadas, bia descendió seis puestos en la clasificación general con resluego de que, en 1954, se lograra el derecho al sufragio y, pecto al año anterior cuando ocupó el lugar 50. El descenso con éste, un posicionamiento político que, sin embargo, no ha sido constante durante los últimos cuatro años, pues, en permitió alcanzar la ciudadanía plena. Dos de los primeros 2006, el país se ubicaba en el puesto 22; en 2007 la posición efectos de este derecho adquirido fueron: la primera particiocupada fue la 24 y este año Colombia está en el lugar 56 pación activa, por parte de las ciudadanas colombianas, en entre 130 países. los comicios de 1957 y el nombramiento de Esmeralda ArEl camino hacia el reconocimiento pleno de los dereboleda de Uribe como la primera Ministra que tuvo el país. chos de la mujer en sociedades como la colombiana es largo. Desde el año 2000, en el país se han evidenciado algunos Algunos consideran que las leyes no son suficientes, cuanlogros formales y avances normativos a favor de las mujeres. do la cultura patriarcal favorece las prácticas de violación Por ejemplo: la Ley 82 de 1993 o Ley para Mujeres Cabeza de de sus derechos. Bernardita Pérez, abogada de la UniversiFamilia; la Ley 152 de 1994 que promueve la participación de dad de Antioquia, piensa que nuestra sociedad sigue siendo mujeres en Consejos Territoriales de Planeación; la Ley 581 machista. “El comportamiento de la sociedad es diferente de 2000 o Ley de Cuotas; la Ley 731 de 2002 o Ley de Mujer al de las leyes. Falta mucho activismo social y esa es la Rural; y la Ley 823 de 2003 por la cual se dictan normas dura labor que desempeñan los grupos sociales de mujeres. sobre Igualdad de Oportunidades para las Mujeres. Razonablemente, podríamos decir que sí tenemos leyes; lo Una ponencia presentada el 22 de marzo del 2006 con que no tenemos es ánimo y disposición. La ley es apenas un motivo del lanzamiento de la Campaña “Más mujeres, más mecanismo social”.

El malestar de La clínica Desde agosto de 2009 uno de los temas recurrentes en las agendas de los principales medios de comunicación, de algunos sectores políticos y de la Iglesia Católica en Medellín, es el del proyecto de creación de la Clínica de la Mujer, propuesto por el actual alcalde, Alonso Salazar Jaramillo, contemplado dentro de su Plan de Desarrollo 2008-2011. La Clínica, en su concepción original, estaría destinada a la prestación de servicios de salud sexual y reproductiva a la población femenina de la ciudad, sin distinción de clase, orientación religiosa ni procedencia étnica. Además de esto, entre dichos servicios estaría incluida la práctica de abortos basada en los tres casos que contempla la Sentencia C-355 de 2006 de la Corte Constitucional, mediante la cual se despenaliza el aborto en situaciones de violación, riesgo de muerte de la madre o malformación de la criatura. La apertura de este espacio financiado con 17 mil millones de pesos,

provenientes de recursos públicos, dedicado, en parte, a la práctica del aborto, generó malestar entre los principales opositores de la decisión de la Corte y de la Clínica de la Mujer. La Arquidiócesis de Medellín, el periódico El Colombiano y los grupos en contra del aborto como Pro Vida, liderado por Beatriz Campillo, manifestaron su inconformidad con la Clínica por medio de movilizaciones, editoriales, intervenciones en emisoras y canales locales, etc. Tras la oposición al proyecto, el alcalde Salazar, simpatizante de la creación de la Clínica, cedió a las presiones y por medio de un comunicado manifestó su nueva decisión: la Clínica no practicaría abortos y estos estarían bajo la supervisión del Hospital General de Medellín. El centro de salud entrará en funcionamiento en 2011. Edna Guerrero, Jorge Adrián Atehortúa yAndrés Felipe Maldonado.

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20 Allá y aquí

Fotografías: Harrison Rentería

La tierra de los hombres íntegros

Muchas caras marcadas por su cultura, cantidad de etnias, creencias y religiones hay en Burkina Faso, un país africano en el que el 48% de su población hace parte de los Mossi , una etnia que se resiste a que la “modernidad” le arrebate su fortuna cultural. Harrison Rentería rentegol@hotmail.com

S

ituado en pleno Sahel, en la región del Sahara, está “La tierra de los hombres íntegros”, significado en lengua mossi del país de África Occidental Burkina Faso. A pesar de que padeció durante la coloniza europea, el despojo terrenal y social, esta nación cuenta con una etnia que vive su propio Estado jerárquico, el cual ha mantenido a pesar de la explotación que sufrieron, en el que su lengua africana, su literatura oral, su modelo de desarrollo, su pequeño imperio y la cara marcada, como aún se ve en los abuelos, son unos de sus refugios patrimoniales y de resistencia cultural. En un país en el que según El Banco Mundial, el 80% de la población vive en zonas rurales, y entre ella el 51% se encuentra por debajo del umbral de pobreza, habita el mundo Mossi, al que la nefasta historia no le ha quitado su fortuna cultural. La doctora en Antropología, Susana Devalle considera que “A través de la cultura el núcleo de la resistencia colectiva de los colonizados podía permanecer vivo bajo condiciones extremadamente represivas”. En África, y en Burkina, ese núcleo está aún muy fuerte: las danzas son una real expresión de vida, los jóvenes le rinden reverencia a los viejos y a los fetiches, las calles están atestadas de polvo virgen, no hay caos vehicular porque todavía hay tiempo para caminar con tranquilidad, en las aldeas se aprovecha el potente sol para reposar en la noche que no tiene tele ni radio; pero sí una enérgica población que descansa sobre una luna que pareciera ser el ángel de la guarda que cuida de los Mossi.

La insignia wii

En Ouagadougou, la capital de Burkina, vive un lugareño de 40 años de edad que tuvo la oportunidad de estudiar agricultura ocho en años en Cuba ocho y de confrontar ahora el sentido de ser africano y conservar un legado ancestral que se manifiesta con intensidad en su lugar de origen. Su nombre es Osmane Sawadogó y, como todos los Mossi, habla el moré, la lengua oficial de su etnia, cree en el poder del Empera Tanto por las calles de dor burkinabé Moro Naaba y en que lo sobrenatural está en el diario vivir. Ouagadogou, como en los pueblos Mientras caminaba por la ciudad con Osmane hacia alguno de las aldeas de Burkina es normal ver diferentes cercanas a Ouagadougou, en uno de esos texturas, figuras y extensiones días africanos en los que la temperatura sobreexpuesta, las calles entre amade wii dibujados en la cara de los está rillas y rojizas y el cielo sin nubes que burkinabés, insignias que delineadas da una sensación más fuerte de calor del hay en realidad, Osmane me contahablan de una descendencia y una que ba que en la etnia Mossi caben musulmahistoria por sí solas. Cada wii tiene un nes, católicos, ateos… y que él alguna vez a más de dos religiones, pero significado y cada familia tiene una perteneció que a lo que no renuncia es a su creencia manera de plasmarlos. mossi y animista. Con su español y acento cubanoafricano, decía que se siente orgulloso de ser mossi y que la gente sepa de esa calidad que según él goza desde su nacimiento, desde que lo marcaron con el wii, la insignia que está dibujada en cada costado de sus ojos y que para él como para los de su etnia representa un valor prodigioso. Tanto por las Calles de Ouagadougou como en los pueblos de Burkina Faso, es normal ver diferentes texturas, figuras y extensiones de wii dibujados en la cara de los

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burkinabés, insignias que, delineadas, hablan por sí solas de una descendencia y de una historia. Osmane afirma que “cada wii tiene un significado y cada familia tiene una manera de plasmarlos”. El wii se hace desde el nacimiento del nuevo mossi que pisa la tierra y se marca con cuchilla tradicional y ungüentos naturales para evitar el dolor, conservar la nitidez y el valor de la cicatriz a partir de un ritual previo.

Otro “desarrollo” Después de caminar, llegué con Osmane a Sabou, un pueblo al oeste de Burkina donde las distinciones de lo rural a lo urbano no son tan notables, pues, a juzgar por la mayoría de población rural en el país, la “modernización” no ha aplastado los pueblos. Allí, en ese pueblo con extensos terrenos, de casas pequeñas hechas de paja y sostenidas con columnas de madera, otras construidas con el barro rojizo que da la tierra, en las que no hay energía eléctrica y el lago está dispuesto para utilizar el agua necesaria, nos Mapa de Burkina Faso. encontramos con una anciana llamada Yusika quien nos atendió en su hogar, ella no hablaba el francés oficial en el país, sólo se comunicaba en moré. Con la ayuda de Osmane pudimos hablar un poco de su vida. La mujer mossi nos contó que a sus casi 100 años de vida no había salido de su aldea y su imaginario de desarrollo se basaba en aspectos netamente autóctonos de su vida rural y étnica. Personas como Yusika, contribuyen para “revertir el proceso de despojo de la historia”, afirma Susana Devalle. Como ella, decenas de miles más en Burkina hacen advertir de una sociedad que cuenta con toda la revolución electrónica que toca al mundo y que, sin necesidad de ser un valle habitado de leones, cocodrilos y gente desnuda por las calles, sostiene su dignidad que se basa en unos modelos que solo ellos, los africanos entienden en su inmensidad y concepto. Mientras dejábamos a Sabou al caer la tarde burkinabé, se acercaba la llegada a la ciudad donde mossi es el presidente del país, Blaise Compaoré, con una dictadura de 20 años en el país, mossi son muchos de los niños que van a la escuela y saben moré, pero les enseñan francés; mossi son las muchachas del mercado que venden muchas de las frutas importadas al país, mossi es Osmane, quien me contó que la gente se muere de viejo, que los únicos cañones que se escuchan en Burkina son los dos torpedos de la ceremonia que se le rinde todos los viernes en la mañana al Emperador Moro Naaba, quien tiene el poder tradicional de los Mossi, en el país de los hombres íntegros. Así finalizó el día en el que Osmane se despedía para emprender, al día siguiente, un viaje a su pueblo Siniare, para festejar con vino tradicional, “disfrutar de ser un negro libre, no esclavo”, y llamar al Wongó, dios que, según él, sólo pueden ver los paisanos de su pueblo, al que convocan con un tambor tan grande y sagrado como los Mossi de Burkina. * Este texto hace parte de la investigación para el trabajo de grado ¡África! Dancemos Juntos. En 2009, Harrison Rentería vivió seis meses en Burkina Faso.

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Fotografías: Daniela Gómez

Paisaje de un río con oro

Guerra, desplazamiento, vacías redes de pesca, rituales mágicos, dragones mecánicos y mucho oro signan a Tanguí, un caserío sobre el Atrato, ese poderoso río que da tanto como quita. Daniela Gómez Saldarriaga daniela_sigma@yahoo.es

A

bundio Bernabé Barahona una vez “roció” tanto maíz y de tan buena manera, que las plantas crecieron hasta el techo. Tanto, que muchas de aquellas “vigas” que se levantaban desde el suelo se fueron pudriendo porque no hubo cómo desgranarlas. Pero eso fue en su juventud. Hoy ya está viejo y no logra ni siquiera que las tilapias se reproduzcan en el lago artificial que construyó en la parte trasera de su casa. Esa porción de agua domada, donde no florecen los peces contrasta con la abundancia del gran río que se desliza unos metros más adelante: el Atrato. Allá sí hay pescados, aunque no tantos como antes. Pese a esto continúa siendo un río vivo, más que un torrente que sólo lleva agua. A Abundio, el río lo ha definido a lo largo de su vida. No sólo porque es chocoano y ahora vive en Tanguí, caserío a las orillas del Atrato, sino porque su misma fuerza le escogió mujer. Él mismo refiere que cuando creía que no iba casarse, pues era pobre y tímido, le tiraron un cuero “rezado” al río para ver si las aguas aumentaban el caudal en su presencia. Si así ocurría, tendría esperanza acerca de un posible casamiento. Esa noche el río subió y a los ocho días le resultó mujer. Eso pasó en la temporada en la que “rociaba” maíz. Ahora talla madera y se la vende a los curiosos y extranjeros. Los oficios de caza y de pesca no son para los viejos que, en Tanguí, escasean, al punto de que se los puede contar con una sola mano. En cambio, para calcular el número de niños haría falta contar las casas y multiplicarlas al menos por dos. El resto de la población también es joven, tanto que el caserío termina en un extremo por la discoteca Desafío 20-07 y, en el otro, finaliza en un salón social con un par de billares. Como estos lugares, muchas de las restantes edificaciones que hoy se pueden apreciar son nuevas, incluyendo algunas casas que se han reparado y otras que apenas se están construyendo. El proceso de reconstrucción se produjo por el regreso de las familias ocurrido en enero de 2008 desde Quibdó, la capital, pues hacia allá se desplazó gran parte de la comunidad cuando no aguantaron por más tiempo las intimidaciones de la guerra. Sus habitantes cuentan que venían resistiendo al terror con valentía. Tanto que lograron arrebatar de las manos de la guerrilla a uno de sus líderes comunales más queridos. Para lograrlo, la comunidad se movilizó y citó a los guerrilleros. Les explicaron que no había razón para el secuestro y les exigieron que lo tenían que devolver. Por sorprendente que parezca, lograron que regresara sano y salvo, pero a finales de 2007, tras el asesinato de otros pobladores y varias agresiones violentas, los tanguiseños decidieron abandonar el caserío.

Cerca de 115 familias recorrieron esos 25 kilómetros que los separaban del hogar con el mismo recelo, pero firmes en no dejarse quitar de nuevo la tierra. Y en una plataforma de concreto, que se asoma disimulada a la vía del Atrato y a la cual llegan las lanchas y botes, están las mujeres y los niños disfrutando del río. Ellas lavan pilas enormes de ropa con jabón azul. El agua les llega hasta las rodillas y sus cuerpos se mueven inclinados hacia el “rayo”, tabla para lavar, y al vaivén del cepillo. No queda ni una mancha. Mientras tanto, el Atrato se lleva la espuma río abajo, donde refundida con el torrentoso caudal, será apenas un mal trago para los bocachicos y los charre-charres o beringos que todavía lo habitan. Se hace aseo total. Al lavar su ropa aprovechan para bañarse con sus hijos y con el mismo cepillo restriegan su piel negra que lo resiste todo. También, aprovechan para limpiar el pescado. Con un cuchillo bien afilado en piedra, peinan las espinas en dirección contraria para que éstas se vayan desprendiendo. Antes de alejarse del río, lo último que se hace es calmar la sed o hacer buches con el agua para limpiar la dentadura. Sobre el Atrato hay que reconocer que, a duras penas, se han logrado amansar las orillas, pues las corrientes que se encuentran en el interior se entrelazan en un nudo mortal hasta para el nadador más avezado. Es por esto que el “plan” o fondo del río genera tanto misterio. Muchos pescadores afirman que éste es un lugar inaccesible que se El hermetismo de este comporta como la puerta de entrada a mundos mágicos hechos de oro. Allá todo funciona como singular paraje ha logrado en el mundo de los hombres: hay animales, caser perturbado por las sas, calles y ciudades; pero todo está fabricado con este valioso metal. La entrada está vetada dragas. Éstas son botes para los simples “cristianos” y sólo unos pocos privilegiados pueden franquear esta mágica “dragones” que levantan puerta del inframundo acuático. Sin embargo, y escupen la tierra en quien regresa de este universo no puede hablar de sus maravillas y, si lo hace, por su mortal inbusca de oro. Por sus discreción, será castigado con la mudez. acciones el fondo del río Pero el hermetismo de este singular paraje ha logrado ser perturbado por las dragas. Éstas se vuelve una montaña de son botes “dragones” que levantan y escupen la escombros y ni los peces ni tierra en busca de oro. Por su acción, el fondo del río se vuelve montaña de escombros y, como las embarcaciones pueden el orden de este universo ha sido violado, ni pevolver a cruzar por ahí. ces ni embarcaciones pueden volver a cruzar por ahí. En Tanguí, hasta hace poco, se veía navegar a las destructoras dragas. Pero la comunidad se reunió para expulsar a los saqueadores llegados del Brasil, pues en el reglamento interno del Consejo Comunitario, órgano de gobierno negro que nació a partir del reconocimiento a la propiedad colectiva del territorio (Ley 70 de 1933), se indica que la tierra, que es de todos, no está en venta y no puede ser explotada sin escrúpulos por intereses particulares.

Los seres mágicos

Abundio Bernabé confesó que posee la capacidad desde niño para ver los seres mágicos del río, bien sean seres de oro que traen fortuna o bien sean seres malignos que engañan y raptan a los hombres. Pero en su caserío no es el único dotado de ésta u otras extrañas “virtudes”. Arcesio Mena Gamboa, quien tuvo 42 hijos durante su vida, de los cuales sólo nueve sobreviven, conoce la forma de desviar la dirección de la lluvia, lo que para los pescadores y agricultores resulta bastante útil en el momento de planificar sus respectivas faenas. El ritual consiste en ponerse un “secreto” (conjuro sagrado) en la boca y mirar para el lado que viene la lluvia porque ésta elude al conjurador. Como es un “secreto”, su “portador” no puede revelar a nadie las palabras que utiliza so pena de que el sortilegio pierda efectividad. Pero el tiempo ha pasado y el anciano reconoce que ya este poder se le ha ido perdiendo y las cosas no le salen tan bien como antes; menos ahora que se le ha despertado una vieja dolencia en la cabeza y no puede seguir recordando las palabras mágicas que alguna vez le enseñaron “antiguos sabios”. Pese al desplazamiento provocado por la guerra y a los pocos viejos que hay en el pueblo, en Tanguí perviven los lazos comunales que dan cabida a la memoria. Esta capacidad se ha visto incrementada desde que los actores armados y las empresas dedicadas a la explotación minera los han puesto en alerta frente a la riqueza que descansa en su territorio. Esto es importante, sobre todo, porque implica la defensa del medio ambiente natural, ya que es el río el más afectado por la ambiciones de los ajenos. Frente a estos problemas, los tanguiseños se han propuesto defender el oro que se esconde en su suelo porque poseen el derecho histórico de que sean sus comunidades las que puedan mercadearlo y, frente al futuro del Atrato y sus afluentes, deben recordar a los explotadores su significado como canal por el que transita la vida. En el Chocó es bien sabido que todo llega y se va atraído por el río, con la misma magia con que las hojas del yarumo se convierten en tortugas y las personas en hicoteas. * Este relato es uno los resultados de Memorias del Agua, investigación financiada por el CODI de la Universidad de Antioquia. El equipo estuvo conformado por Jaime Peralta A., investigador principal, y las estudiantes Maritza Moncada, Marta Gómez y Daniela Gómez.

Los peligrosos dragones

Estuvieron un mes y medio en Quibdó, que queda a unos 30 minutos por el río. Al hacer ese mismo viaje, ahora, en sentido inverso y casi un año después de la emigración forzada, aún se siente el miedo. Las lanchas o “pangas” viajan por todo el centro del cauce, no sólo lejos de los peligrosos remolinos que se hacen en las orillas, sino a distancia prudente para que los tripulantes puedan distinguir si de la paleta de verdes surge el camuflado que les apunte y los obligue a descender a tierra.

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22 En boga

Santiago Gil durante un concierto de hardcore.

A ritmo del

Un nuevo género musical suena en Medellín: el krishnacore. Baterías veloces, guitarras eléctricas y voces guturales alaban a la deidad hindú y predican la no-violencia y el vegetarianismo. César Paredes canparedes@gmail.com

D

urante el día, el ruido es permanente. Los pitos estridentes de los carros exigen una calle más amplia. Mujeres obesas y jovencitas de carne escasa ofrecen sus cuerpos a quien quiera un rato de placer. Loteros prometen el número ganador y una que otra anciana sale de la iglesia persignándose, mientras las campanas anuncian la siguiente misa. Pero adentro del edificio el ruido amaina. En contraste con el bullicio, frente a la iglesia Veracruz, en la calle Boyacá, hay un espacio para la meditación y la búsqueda de la “paz interior”, según repiten los devotos de Krishna. Queda en pleno corazón de Medellín: se llama Govinda’s. En el día, el segundo piso es un restaurante vegetariano. En la noche, el tercero se convierte en templo de reunión. Llego casi a las tres de la tarde, cuando ha pasado el trajín de la venta de almuerzos. Unos cantos suaves como murmullos, en sánscrito, acompañan el almuerzo de los devotos. Se escuchan conversaciones incomprensibles para quien va por primera vez: palabras extrañas, anécdotas de guerras espirituales y materiales entre semidioses y guerreros. Pude adivinar que se trataba de una película temática proyectada en una de las conferencias de las seis de la tarde que es la hora del culto. Los hombres hablan entre sí y las mujeres están en grupos aparte, pareciera que no estuviera permitido tener mucho contacto. Me dice Alejandro Arango, quien se presenta como Harí Sankirtan Das, que en sánscrito significa ‘El sirviente del canto congregacional de Aquel que roba el corazón’, que esa separación es para cuidarse del sexo ilícito. Él es un sanyasi, un monje que vive en el templo. Está encargado de la cocina. Me invita a almorzar mientras esperamos a Santiago Gil, un cantante de hardcore con quien quedé de encontrarme en el restaurante y a quien he conocido por la referencia de unos amigos. Me sirven prashada, comida ofrecida a Krishna. Se ve exquisita: sopa de apio, arroz, ensalada de repollo morado y cebolla, un guiso de carve con vegetales, arroz con leche y jugo de pepino. Para los vaisnavas -nombre correcto de los conocidos comúnmente como hare krishnas- es muy importante la comida, así como cualquier actividad cotidiana. Todo debe hacerse para Krishna quien, según Alejandro, es el origen de todas las cosas. En India, sin embargo, de donde proviene el vaisnavismo, no todos pueden

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disfrutar de los platos que estamos comiendo. Allá la mejor comida solo está reservada para las castas más importantes como los brahmanes, que son como los escogidos. Los parias, que son llamados los “intocables”, una suerte de mendigos, casi no comen. Alejandro me explica que no comen carne porque los animales “son nuestros hermanos menores” y después me da una larga lista de argumentos relacionados con la salud. Aunque no lo menciona, sé que también creen que los animales son entidades vivientes en las que un ser humano puede reencarnar si se porta mal.

La conciencia de Krishna

Llega Santiago. Él tiene 29 años. A simple vista, parece un rockero de los que andan en patineta: corte de cabello al estilo militar, las orejas perforadas y un tatuaje en su brazo derecho que reza ‘Krishna’. Salvo por Santiago Gil con la agrupación Radheya. el tatuaje, nadie creería que buena parte de su tiempo anda metido en el templo junto a otros devotos. Nadie pensaría que hace parte de ese grupo de jóvenes que El vaisnavismo busca la liberación del alma por medio del conocimiento de acostumbran raparse la cabeza, dejarse un mechón Krishna, y la liberación también consiste en despojarse de los prejuicios, por en la parte trasera, untarejemplo, frente a los géneros musicales. Para ellos, ninguna expresión estética se la frente de barro traído del Ganges y vestirse con es considerada negativa en sí misma: ser devoto de Krishna proporciona un el doti, manto sagrado que amor tan fuerte que supera la discriminación. parece un pañal grande. Cuenta que viene de Su faceta más natural, la que se ajusta a su pinta, trabajar en el almacén es la de cantante de hardcore (punk radical), un subgéFront Side, una tienda para skates donde vende patines, nero del rock, mezcla de agresividad y velocidad en el tenis, ruedas, repuestos e indumentaria para montar compás. Él es el cantante de Radheya, una banda que en patineta. A él le llaman Prahlad Nrisimja Das, cuyo predica el vaisnavismo o la “conciencia de Krishna” en significado es algo así como ‘El sirviente de Krishna sus letras. Radheya además está integrada por Carlos protector de los devotos y de Prahlad que siempre está Castrillón (batería), Jonathan Álvarez (guitarra), Pablo absorto en el Brahman’. Está casado por el rito hindú Barco (bajo) y Diego Rueda (guitarra). Santiago es el con Mónica Álvarez, Krishna Darshan, una auxiliar de compositor de la mayoría de las canciones. odontología. Desde que conoció a los devotos de Krish“A mí me comenzó a gustar el punk desde los 14 na en Medellín, Santiago es un comprometido con los años”, recuerda. “Escuchaba bandas como Earthcrisis, cuatro principios básicos: no comer carne ni huevos, Shutdown, entre otras”. Estos grupos pertenecen a un no tener sexo “ilícito” (fuera del matrimonio y sin el movimiento de punk nacido en Estados Unidos llamaobjetivo de procrear), no practicar juegos de azar y no do straight edge (camino recto) que buscó en los 80 prointoxicar el cuerpo con bebidas alucinógenas o drogas. mover un estilo de vida al margen de los vicios como el Muchos otros jóvenes que se hacen vaisnavas comienalcohol y la droga. Sus mensajes están llenos de críticas zan a retirarse al poco tiempo. Pero él ya cumplió una al consumismo y a la violencia. Pero las coincidencias década de consagración y sigue firme. Santiago fue uno de los promotores de la “Revolucon los cuatro principios del vaisnavismo van mucho ción de la cuchara”, movimiento que busca concientimás lejos. También propone la lucha contra cualquier zar a la gente para que no consuma carnes y cuide el tipo de adicción: el tabaco, el sexo promiscuo, los juegos medio ambiente. En sus palabras, no hay rencor conde azar, la matanza y la explotación de animales para comer o vestirse. tra las multinacionales ni contra las corridas de toros; “Cuando comencé a escuchar esa música y a ponerpero sí un fuerte mensaje contra todo lo que huela a le cuidado a la letra me enamoré de su ética. Lo que consumismo y explotación.


23 no sabía era que acá en Medellín podía encontrar un movimiento Krishna”, cuenta Santiago. El primer cantante de punk que saltó al vaisnavismo fue Ray Cappo, el fundador de Shelter, agrupación conocida por ser la precursora del krishnacore o hardcore dedicado a Krishna. Según escribió el propio Cappo en un artículo, el straight edge “fue ideado -al menos en mi opinión- para mejorarnos a nosotros mismos y tener a nuestro cuerpo y mente en control”. En las palabras de este pionero está el secreto de cómo se fundió un género musical occidental, como el hardcore, con una tradición espiritual originada en Oriente: el mensaje es el vínculo. Para muchos grupos musicales de los 80’s que proponían una nueva ética del consumo, el vaisnavismo se convirtió en la base espiritual que les ayudaría a ser coherentes con la propuesta ideológica cantada en sus letras. Harí, el sanyasi encargado de la cocina, me explica que las diferencias dentro del hinduismo son las que justifican “la posibilidad de aceptar cualquier estética dentro de la congregación de los devotos de Krishna”. El vaisnavismo, según como ellos lo comprenden, busca la liberación del alma por medio del conocimiento de Krishna, y la liberación también consiste en despojarse de los prejuicios, por ejemplo, frente a los géneros musicales. Para estos vaisnavas, ninguna expresión estética es considerada negativa en sí misma: ser devoto de Krishna proporciona un amor tan fuerte que supera la discriminación. Además de Radheya, que en el mundo punk medellinense es bastante conocida, en Colombia hay varias bandas que tocan hardcore para Krishna: Entre el Kharma y el Dharma -también de Medellín- y Resplandor, Argot y Radha Motions, de Bogotá. Muchos de los integrantes de estas agrupaciones son vaisnavas que combinan la rutina de un joven normal (estudian, trabajan, ensayan) con la predicación del vegetarianismo, el activismo contra la tauromaquia y la difusión de costumbres sanas. La curiosidad de Santiago por saber más de la filosofía vaisnava lo llevó hasta Govinda’s. Además de ser un templo, también es un centro cultural que promueve el vegetarianismo y la adoración a Krishna en todas sus expresiones: música, pintura, comida, literatura y teatro. Sin embargo, Santiago ya era vegetariano, lo que él buscaba era una comunidad que lo ayudara a reforzar sus hábitos. Con el tiempo, su “nivel de conciencia” se hizo más alto y abandonó la violencia con la que protestaba al comienzo. Al cabo de cinco años, después de prestar el servicio militar, se “inició”.

Rituales de amor

El ritual de iniciación es “una ceremonia de fuego”: alrededor de una o más fogatas, tanto el gurú como los discípulos cantan mantras (salmos de los libros vedas) durante varias horas. En ese ritual es donde los nuevos devotos reciben su nombre sagrado. Fue el propio Guru Maharaj, el fundador de los templos en Colombia, quien lo “bautizó” nuevamente. Santiago cuenta que también fue un sanyasi. Entre 2003 y 2004 vivió en el templo. “La vida aquí es austera. Uno se levanta temprano, medita, sirve en el lugar que a uno le corresponde (la cocina, la biblioteca o el templo)”. A pesar de ser un monje, podía salir a tocar en los conciertos cada vez que tenía una presentación. “Se vive para danzar, cantar, meditar y comer”, dice como si extrañara esa vida. “No es que uno no pueda ser un devoto afuera del templo, sino que adentro se aparta del ritmo diario de la vida”. Cuando su padre se enfermó, en 2005, tuvo que ponerse a trabajar para ayudar económicamente a su familia, con la que dice, tiene una muy buena relación. “Mis sobrinos también son vegetarianos”. Un año después fue apuñalado en un atraco. La hoja de la navaja le

perforó el estómago. La cicatrización fue demorada, por lo que tuvo que dejar de cantar durante poco más de un año. En 2008 volvió nuevamente a lo que él llama “la prédica”. “Yo no canto por fama ni plata. Para mí esta es la forma de llevar un mensaje de amor. Lo primero es Krishna”. Ese mismo año se casó con Mónica. Su música no se escucha en el templo. Allí solo se escucha la oriental. El canta música en conciertos en los que Radheya participa junto a otras bandas de punk o hardcore, que no siempre comparten su ideología. Las letras de las canciones de este género tampoco son siempre alusivas a Krishna directamente. Muchas de éstas son críticas a la superficialidad del mundo o a la esclavitud que generan los vicios; otras, son cantos de esperanza de alguien que ha encontrado la luz. El punk para Santiago es una parte muy importante de su vida y razón de ser. Le pregunto, a manera de prueba, que si tuviera que decidir entre el hardcore y Krishna qué preferiría. Sin vacilar dice que se quedaría con Krishna, “yo ya no puedo vivir sin él”. De vuelta a casa escucho una canción que él ha descargado en mi mp3. Una voz gutural suena en los audífonos: “En este lugar, todo es temporal, / no te aferres pues nada te llevarás, / no llores más nada lograrás / trata de entender…”.

La hora del culto

Luces a lado y lado de la escalera que lleva al tercer piso de Govinda’s evocan el motivo de la celebración: “la Fiesta de Dipavalí” (fiesta de las luces) o el año nuevo hindú. Llego tarde, aunque Santiago me dice, al oído, que no me he perdido de nada. Me hacen quitar los zapatos. Hay un fuerte olor a incienso. Cuenta la leyenda que las personas virtuosas de Ayodhya, un poblado al norte de la India, celebraron el regreso victorioso de Rama tras luchar con Ravana, rey de los demonios, con luces de lámparas de aceite. La celebración del Dipavalí simboliza para los místicos hindúes la victoria del bien representado por Rama, quien según los vedas era una encarnación de Krishna, sobre el mal. Las mujeres van vestidas con sus saris de colores alegres, los hombres con kurtas blancas (camisas en algodón) o dotis. Todos cantan los mantras en sánscrito y saltan acompasadamente en una suerte de trance. Las mujeres están a un lado y los hombres al otro. Por unos minutos cambia el ritmo, la música se hace más suave y el golpe de los tambores es menos entusiasta. Al cabo de un rato, todos nos sentamos en el piso con las piernas cruzadas, mientras que uno de los devotos, un joven con la cabeza rapada, alza la voz, dice unas palabras en sánscrito y los demás responden en el mismo idioma. Después comienza la lectura del libro sagrado, el Bahagavad Ghita, que son los diálogos entre Krishna y Áryuna, escritos en verso hace más de dos mil años. Al fondo hay varias imágenes de deidades hindúes. Me explica Santiago que una es Krishna y otra, el hermano. Alrededor hay varias pinturas de figuras antropomorfas, hombres-mono u hombres-elefante, que decoran el lugar. Una vez termina la lectura se ofrece comida a los visitantes. Una suerte de buñuelos en salsa dulce, como miel, galletas y jugo hacen más amena la fiesta. “Parecen sibaritas”, pienso, mientras me acuerdo de las palabras de Santiago, quien me dijo que la rutina de un devoto se componía de cantar, bailar, meditar y comer. Con cánticos se despide la noche y los vaisnavas se van para sus casas. Solo los sanyasis se quedan en el templo. Me despido de Santiago y prometemos encontrarnos otra vez en Govinda’s. Afuera, ya no están ni los loteros ni las viejitas rezanderas, solo hay borrachos y prostitutas.

El mantra de los vaisnavas Los centros espirituales Govinda’s en Latinoamérica están relacionados entre sí y son obedientes a lo que llaman la Misión Vrinda, que es como denominan a la Asociación de Adoradores de Krishna en esta parte del mundo. En Colombia, hay más de 30 templos como Govinda’s. Los miembros activos son poco más de 15 mil, dice Ernesto Sánchez, secretario de esa Asociación. La comunidad tiene características de religión: personería jurídica, lugares de culto en los que se celebran las ceremonias y el objetivo de ganar adeptos. En los templos las reuniones se hacen para los dos sexos, aunque recientemente se fundó en Medellín un templo solo para mujeres. Ernesto me corrigió cuando los llamé hare krishnas. “Es una forma equivocada de denominarnos, nosotros somos vaisnavas”. Hare Krishna es Imagen del señor Vishnú un mantra que los vaisnavas

Santiago ofrece incienso en el templo de Govinda’s.

Matrimonio de Santiago Gil y Mónica Álvarez.

Grupo de devotos se prepara para salir a predicar.

cantan en casi todas las ceremonias o cuando están haciendo proselitismo en la calle. Vaisnavas se llaman los adoradores de Vishnú, que según el vaisnavismo es una encarnación de Krishna. Para otros hindúes, es al contrario: Krishna es una encarnación de Vishnú. El vaisnavismo nació en lo que hoy es Bangladesh, hace miles de años. En el siglo XV comenzó a expandirse, principalmente en la región de Bengala, y se introdujo en Occidente a partir de 1967, cuando el maestro Srila Prabhupad fundó en Nueva York lo que se conoce como la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna (Iskon, por sus siglas en inglés). Como todas las corrientes que integran el hinduismo, esta basada en los libros vedas y no obedece a una organización jerárquica estructurada. La interpretación de esos libros tiene infinidad de corrientes filosóficas y religiosas. Unas toman prestadas doctrinas o interpretaciones de otras, y se vale. Cada una adora a una deidad distinta, y se vale. Incluso hay unas que se declaran ateas, y también se vale. A ese cúmulo de interpretaciones y tradiciones es a lo que se conoce como hinduismo, que no es una religión en el sentido más occidental -el cristianismo, por ejemplo- sino más bien una cultura. En Occidente, debido a esa costumbre de ordenar y jerarquizar todo, es que se ha institucionalizado por medio de asociaciones. Aquí los adoradores de Krishna prefieren presentar su doctrina como una filosofía y no como una religión. “Es que el concepto de religión es occidental. En Oriente no existe”, dice Ernesto. Para otros líderes religiosos, como los sacerdotes católicos o los pastores cristianos, los vaisnavas son una “secta”. A Colombia, el vainavismo llegó hace 30 años. Buena parte de su expansión aquí y en América se debió al alemán Guru Maharaj, uno de los diez grandes discípulos que en en el mundo tuvo Prabhupad. Él ha fundado los templos Govinda’s tras la muerte de su maestro en 1988.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


24 Gran angular

Lo que ganamos

Cuatro coliseos, un complejo acuático, una pista de atletismo renovada, una bolera pública, un campo de tiro al arco, una urbanización, 298 locales para venteros ambulantes y unas estructuras livianas, coloridas que contrastan con las pesadas moles a las que nos tiene acostumbrados el paisaje urbano, es lo que ganó Medellín después de los Juegos Suramericanos.

Fotografías Laura Rodríguez Palacio pailania@hotmail.com El Complejo Acuático complementa las instalaciones de la piscina olímpica actual. Posibilita la práctica independiente de nado sincronizado y las modalidades subacuáticas. Tiene dos piscinas escuela. Capacidad: 5600 Espectadores. Costo 6 millones de dólares.

La Villa Olímpica está cerca a la estación La Aurora, del Metrocable de Occidente, consta de 13 edificios y tiene 620 apartamentos de dos o tres alcobas, 2 baños, comedor, cocina y balcón. Costo: 16 millones de dólares. Coliseos de baloncesto, voleibol, disciplinas de combate y gimnasia. Techos en forma de montañas, paredes de metal, estructuras livianas. Costo: 51 millones de dólares.

No. 46 Abril de 2010

La Bolera es la primera de carácter público de la ciudad. Consta de 16 líneas con todas las áreas reglamentarias para la práctica y competencia. Localizado en la Unidad Deportiva de Belén. Capacidad: 100 Espectadores. Costo:6 millones de dólares.


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