De la Urbe 45

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Cuando la sangre hierve El primero de noviembre, el intendente Maury Acosta asesinó a tres compañeros e intentó suicidarse. ¿Por qué lo hizo? La policía prefiere no hablar del caso y los medios de comunicación ya lo olvidaron. No. 38 - Diciembre de 2007

Ana María Bedoya Builes las 4:45 de la mañana. El alba anunciaba el inicio de un nuevo día y de un nuevo mes: noElas ran viembre, el mes de los muertos. En el piso diez de la Alcaldía de Medellín, donde se encontraban oficinas de la línea de emergencia 123, el patrullero de la policía Cesar Augusto Montoya recibió

una llamada. Fueron quince minutos en los que el sexto sentido lanzaba una profecía que, de no haber sido por la negligencia de algunos agentes, habría evitado la tragedia de cuatro familias, y un escándalo para una institución que cumplía su aniversario 116. Al otro lado de la línea, se escuchaba una voz femenina entrecortada y al fondo el sollozo de unos niños: “yo soy Claudia Aguilar, la esposa del intendente Maury Acosta. Llamo para que, por el amor de Dios, no le vayan a entregar armamento a mi esposo…Yo presiento que algo malo va a pasar…Él se despidió de mí y de mis hijos, nos dijo que no lo esperáramos”. El patrullero trató de calmarla: “¿dónde trabaja él?, ¿por qué no llamó al comando de El Poblado?, ¿dónde viven ustedes?, ¿tuvo alguna discusión con él?”. Faltaban quince minutos para las seis de la mañana, mucho más temprano que de costumbre, Aníbal Humberto Maury Acosta llegó al Comando de Policía de El Poblado; su jornada laboral comenzaba a las siete. Para entonces, el intendente Juan Camilo Bedoya ya había hablado con Claudia Quintero*, la teniente del 123 que recibió, de parte de Cesar Augusto Montoya, el reporte de la llamada de Claudia. “Pero ninguno de los dos prestó atención; tomaron la situación como una charla, dijeron que eso era bobada, que los costeños eran así, que seguramente había discutido con Claudia, su esposa”, cuenta Carlos Restrepo* investigador judicial. El amor de Dios no fue suficiente, pues a las 6:10 de la mañana Maury recibió su arma de dotación, con fusil galil con 35 cartuchos, cuyo destino ya estaba definido en el plan descrito en una hora encontrada horas después en su pantalón. “La nota era para su esposa; decía que le cuidara al os niños, que la culpa no la tenía ni ella ni Vicky – presunta amante-, y que los culpables era el mayor Peralta, el teniente Tirado, el teniente Giraldo, el sargento Vargas y el subintendente Montoya. Y amenazaba con que ellos la iban a pagar”, cuenta Carlos. Maury apareció la pequeña plazoleta donde parquean las motos de la Policía, fue a un corredor y se sentó en una de las sillas allí dispuestas. Fueron treinta los minutos que permaneció sentado, en silencio, con su plan en el bolsillo, hasta que llegó la hora: frente a él, a uno seis metros, estaban parado el sargento Luis Alfredo Vargas, su jefe inmediato, y los tenientes Adrian Tirado y Juan Camilo Bedoya. “Sonaron varios tiros, paro un momentico y luego empezó una balacera impresionante. Yo cerré ahí mismo la tienda, aterrada; pensé que se había metido la guerrilla al comando. Fue miedoso”, narra Martha Loaiza, dueña de una tienda ubicada diagonal al Comando. Pero no fue la guerrilla. La tranquilidad del sector se entorpeció cuando Maury se levantó de la silla, caminó tres metros y disparó contra Vargas y luego contra Tirado. Bedoya, quien pudo haber ordenado no entregar el arma a Maury, recibió varios disparos. En la plazoleta había alrededor de veinte policías listos para salir a prestar su servicio. Escuchaban al comisario Soto Castrillón, “quien reaccionó de inmediato y con su pistola se enfrentó a Maury. Todos los policías corrieron a buscar resguardo. Soto se escondió en la parte derecha del Comando en unas oficinas, y Maury corrió a la parte superior izquierda y se atrincheró en los baños. En el tiroteo de respuesta a los disparos de Soto, Maury hirió al policía Morón”, relata Carlos Restrepo. Maury estaba en la boca del lobo, sus cartuchos se habían acabado y aún faltaban tres de la lista; ya no podría continuar su plan así que tuvo que saltar al final de este: el suicidio. Corrió por un pasillo lleno de casilleros, llegó hasta otro baño y se encontró con dos policías. Cuenta Carlos que “le arrebató al Intendente serna la pistola diciéndole que se iba a matar”. Luego de dictar la sentencia, se metió un tiro en el pecho. El nuevo asesino fue recogido con vida por los policías que, aún sin salir del asombro, vieron la famosa señal de ok que éste hacía con sus manos mientras era montado en una patrulla junto a los otros heridos. Casi volaban las patrullas de la Policía en que fuera llevados los heridos a las clínicas Medellín y las Vegas pero fue inútil: Bedoya, Tirado y Vargas ya estaban muertos. “Llegaron como a las 7:30. Maury estuvo hospitalizado en cuidados intensivos, mientras que los otros fueron conducidos horas después a la morgue por el CTI”, cuenta Clara Pineda*, enfermera de la Clínica Medellín. Morón, quien resultó herido en el tiroteo, está fuera de peligro. Maury fue remitido a la clínica de la policía y, una vez recuperado, fue trasladado, por medida preventiva del juez que está llevando el caso, a la cárcel Bellavista.

¿Por qué pasó lo que pasó? Una hipótesis

La sangre calentada por la ira produce en el hombre un delirio que puede desembocar en la oficina sin tener la capacidad de inhibición para controlarse, haciendo que pueda cometer errores irreversibles. Este hecho fue escandaloso “¿un policía que mata a otros tres policías? Uno siente que no está seguro en ninguna parte”, dice Martha Loaiza. En la rueda de prensa ofrecida por el General de la Policía Marco Antonio Pedreros el día de la tragedia, declaró: “la Policía maneja niveles de estrés, de peligro, exigencia muy altos. Sabemos que el intendente Maury había tenido una discusión con su esposa el día anterior y vamos a ahondar en la investigación para establecer con claridad lo que pudo pasar. Estoy estupefacto, incrédulo”. Pero Maury, quién en ese momento se debatía entre la vida y la muerte, en ningún momento había discutido con su esposa. Cuando el patrullero que recibió la llamada de alerta en el 123 le pregunto: “¿pero tuvo alguna discusión con él?”, Claudia respondió: “no, no, no, nosotros estamos bien; él está así por el trabajo”.

Pedreros también dijo que “algo muy grave debía estar pasando por la cabeza del intendente Aníbal Humberto Maury Acosta para emprender semejante acción”. ¿Qué era eso tan grave? Para hallar la respuesta, Jorge Ospina Duque, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Antioquia, dice que es necesario hacer una autopsia sicológica: “estudiar y evaluar las circunstancias psicológicas, psicopatológicas y sociales en las cuales estaba inmerso el individuo en ese momento, para intentar explicar por qué cometió el asesinato”. Maury, barranquillero de 40 años, con dos hijos, ingreso a la Policía en 1985 como agente. En 1994, cuando se creó en la Policía el nivel ejecutivo, él se homologó al grado de subintendente. Al hacerlo cambió su régimen de pensiones y éste se convirtió años después, cuando quiso salir de la institución, en su encrucijada. En primer lugar, con 20 años de servicio Maury podía acceder a media pensión, pero sólo si era llamado a calificar servicios. En segundo lugar, con 25 años podría retirarse por decisión propia y tener acceso a pensión completa. Maury llevaba 22 años en la Policía. Según el investigador Carlos Restrepo una hipótesis fuerte en que “Maury estaba cansado de la Policía, ya se quería ir. Esto lo dejaba notar en su actitud y por eso era que los oficiales le llamaban tanto la atención y le doblaban los turnos. Él quería que lo llamaran a calificar servicio, pero no aguantó toda esa presión”. Hace tres meses Maury fue multado con treinta días de su salario por haber agredido a una persona en la calle, lo cual fue una anotación en su hoja de vida. “Él tenía varios antecedentes disciplinarios. Cada anotación iba sumando su ira, pero lo que rebosó la copa fue lo que ocurrió la misma semana de los asesinatos: él se cayó de la moto, al parecer se aporreo muy fuerte, y pidió permiso en el Comando para ir a la clínica. Allí lo revisaron, pero no le dieron incapacidad. Cuando Maury volvió al Comando, a pesar de que no se sentía bien de salud, fue asignado a un turno para salir a trabajar. A él le dio mucha rabia y no fue a trabajar, se quedó en la estación y le hicieron otra anotación”. Maury tenía todo premeditado, según el investigador: “esto se puede deducir por varios factores: él se despide de su familia y dice que no lo esperen, y llega más temprano que de costumbre al Comando, lleva una nota, que es el más evidente de los factores, y, además, sólo dispara a quienes tenía en la lista. Estaba tan consciente de sus actos que reaccionó cuando el comisario Soto le disparó, y corrió a atrincherarse”. Alberto Medina*, quien lleva más de diez años en la Policía, dice que “un Policía tiene horarios demasiado pesados y más cuando no es oficial. La mayoría de las veces, los oficiales superiores abusan de los menores, piden resultados y presionan por la incautación de armas, drogas, personas detenidas, pues ellos ascienden con estas cosas; abusan de los subalternos dando órdenes de cumplimiento de manera arbitraria, despectiva y arrogante, creando así conductas de mucho estrés”. Además, agrega, “es injusto que un policía que está prestando servicio por su propia voluntad tenga que esperar a que lo llamen a calificar servicio, esto es un trabajo muy pesado y el policía debería tener autonomía para decidir cuando irse”. Aun con los hechos recientes, Claudia, la esposa de Maury, se escuchaba desconsolada y desesperada: “mi esposo llevaba dos noches sin dormir y prácticamente no veía a los niños por tanto trabajo. Ese día se despertó llorando, me dijo que no aguantaba más. Pero no fue la guerrilla. La tranquilidad Él estaba trabajando de seguido, llegó de trabajar desde la del sector se entorpeció cuando Maury mañana hasta las nueve de se levantó de la silla, caminó tres metros la noche, y al otro día tenía que salir a las cuatro. A él y disparó contra Vargas y luego contra Tirado. lo estaban explotando, yo Bedoya, quien pudo haber ordenado no tengo todas las pruebas para demostrarlo. Estanentregar el arma a Maury, do en el hospital no me lo recibió varios disparos. dejaban ver, y yo sé que era porque lo estaban maltratando”. Según Konrad Lorenz, citado por el psiquiatra Jorge Ospina, “el hombre es la única especie con capacidad de auto extinción”. El caso de Maury muestra como primera hipótesis una acumulación muy pesada de estrés, “lo que lo hace mentalmente descompensado. Esto no quiere decir que necesariamente tuviera una enfermedad mental, pero sí que se encontraba en un estado de vulnerabilidad tal que matar era su único acto de propia valía”, explica Ospina. “Yo tengo bajo mi mando a siete mil hombres y hoy la mente de uno de esos siete mil hombres falló; tomó una determinación inexplicable”, dijo el general Pedreros. Pero hace dos meses otro policía asesinó a su hijo de dos años en una Comisaria de Familia y después se suicidó, y tres semanas antes un soldado mató cinco de sus compañeros en una base militar de la comuna 13. El General argumentó tener dentro de la institución un equipo interdisciplinario de psicólogos, sociólogos y sacerdotes, capacitados para observar conflictos familiares mezclados con niveles de estrés, ansiedad, rutina; y que todos sus hombres estaban preparados física, intelectual y psicológicamente. ¿Por qué Maury no estuvo en un proceso de seguimiento interdisciplinario? Según Jorge Ospina “se puede pensar que Maury venía con problemas psicológicos y psicopatológicos. La Policía no tiene la capacidad para ayudarlo pues no hay una fuerza hábil, porque hay una desconfianza absoluta debido al discurso devaluativo y agresivo de un oficial hacia un subalterno, lo que hace es que éste pierda su propiedad de ser humano con sus problemas; la venganza, la justicia propia, es lo único que tiene para hacer valer sus derechos”. La profecía de Claudia se cumplió. Ahora Maury espera en la cárcel Bellavista a que un juez penal resuelva su caso. Ya no hay ni media pensión, y tres familias perdieron hijos, esposos y hermanos. Maury no fue vuelto a mencionar por los medios de comunicación, lo que es normal en una sociedad donde tenemos una tolerancia a la violencia cada vez mayor, que según Jorge Ospina “puede ser cómplice o adaptativa”. Expresiones como “quien sabe que debía” o “si le paso fue por algo”, son comunes ante hecho como esté “los límites entre lo humanamente aceptable y lo sociable están borrados. Aquí se cree que se puede hacer justicia por cuenta propia, cada quien tiene sus normas de convivencia y estás no tienen frenos sociales”, concluye Ospina. *Nombres cambiados a petición de las fuentes.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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