De La Urbe 55

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AÑO 11•No.55•MEDELLÍN, NOVIEMBRE DE 2011•ISSN16572556•FACULTAD DE COMUNICACIONES•UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

• esta edición tiene de todo


2 En la lucha

Por Medellín y el Área Metropolitana se han extendido los dominios de varios comerciantes que sin acudir al marketing y al posicionamiento de marca han consolidado pequeños imperios que sobreviven a la mano invisible del mercado.

Fotografía: Alex Martínez

Jugando al monopolio

Redacción De La Urbe delau.prensa@gmail.com

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Fotografía: Stiven Ríos

os emporios del tinto, el chontaduro, la mazamorra, la empanada y las comidas rápidas tienen tras la fachada de sus locales y sus distribuidores callejeros a los personajes que manejan las fichas del negocio, hombres incógnitos, algunos de ellos nombrados por sus vasallos con el genérico de ‘el patrón’, que mueven con filigrana los hilos de los que pende su esquiva fortuna. En tierras de innovación y emprendimiento proliferan los casinos, las panaderías luminosas y los lavaderos de buses administrados por quienes exaltan con sus buenos oficios la idiosincrasia del negociante. Al mismo tiempo, en otros frentes y con menos recursos se acude a otras prácticas de mercadeo. ‘El patrón’, por lo general foráneo, habiendo llegado a nuevos mercados para extender sus dominios, explota al máximo su don. Todo lo que toca lo convierte en oro. Detrás de cada taza de mazamorra, de cada perro, o de cada vaso de chontaduro que se compra a una negra en una esquina del centro, están los mercaderes que resguardan en sus arcas la mayoría de las ganancias que crecen con un distribuidor más, otra ruta o con una nueva franquicia al mejor estilo de Mc Donalds. La monarquía del rebusque tiene su asiento en Medellín.

El del chontaduro

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o tiene más de 30 años y su acento es contundentemente paisa, por eso es difícil creer que este joven sea el dueño del emporio más grande de chontaduro que se puede hallar en el centro de Medellín, cerca a El Palo con el Huevo. Luis Hurtado nació aquí pero vivió un tiempo con su hermano en Pereira, donde tenían un puesto en el mercado mayorista. Un día decidieron vender chontaduro y el éxito fue tal que de ser uno de los productos en venta pasó a ser el único. Fue allí donde comprendió el potencial de este fruto tan propio del Pacífico. Con el ánimo de obtener igual éxito en Medellín, Luis regresó a su ciudad y empezó a vender chontaduro por las calles del centro. El primer día cocinó cinco arrobas y ganó 250 mil pesos. “Las únicas que vendían eran las negras de La Playa. A mucha gente no le gusta comprarles, venden muy caro y además el espacio no es de ellas, les cobran vacuna”, dice el joven. La popularidad de Luis era tal que su hermano vino a ayudarle en el negocio y con el paso de los días arrendó dos locales. De vender 30 arrobas de chontaduro en una carreta pasó a 400 semanales, que se cocinan en cinco ollas grandes. En el mismo local una empleada vende los vasos con trozos de chontaduro a dos mil pesos. Los clientes optan por acompañarlos con miel, sal o limón. También venden jugo, que dependiendo de la cantidad puede costar hasta 17 mil pesos. No se sabe si es por el sabor, por lo exótico o por sus supuestos efectos afrodisiacos que este fruto naranjado ha ganado tanta aceptación en Medellín, sin embargo Luis se cura en salud y ofrece a sus clientes, además del chontaduro, una amplia gama de potencializadores sexuales. El negocio no da abasto, lo surten de Chocó, Riosucio y Buenaventura día por medio y aún así se ven tentados a usar los racimos de chontaduro que cuelgan del techo del local para atraer a los clientes. Aunque muchos compradores son chocoanos, Luis asegura que el 80% son antioqueños, hombres y mujeres de todas las edades. El éxito es tal que comercializa el fruto a Barranquilla y otros municipios de Antioquia, además está pensado en cultivar el fruto, pues lo que le venden no alcanza. Luis trabaja todos los días, incluyendo sábados y domingos, no se permite cerrar ni un solo día, y aunque conoce los múltiples usos del chontaduro, como las tortas y los arequipes, no cuenta con el tiempo suficiente para explotar todo el potencial de su negocio. “No es por creerme, pero yo soy el que le vende a todo el que trabaje con chontaduro en Medellín. Ojalá me llegue más competencia para que se venda aún más”, dice Luis. Javier Bergaño Arenas

El de la comida rápida

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etrás de una fachada amarilla, pintada con un “todo a $2.000” y el logo Del Perrero, se encuentra el negocio de Alejandro Betancur, gerente y fundador desde hace 15 años de La Casa del Perrero. Con su idea de vender las franquicias de la marca ha cubierto con 61 locales los 10 municipios del Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Para adquirir la franquicia se requiere de un local que tenga mínimo 30 metros cuadrados y en lo posible, que tenga antejardín para poner el carro afuera. Se venden chuzos, chorizos, longanizas, perros y hamburguesas. La adecuación del local cuesta alrededor de 16 millones de pesos y la marca 2 millones de pesos. Además el usuario firma un contrato que lo compromete a comprar los insumos en la distribuidora La Casa del Perrero. Wilson Zapata adquirió la franquicia Del Perrero hace 3 meses y ubicó su negocio en el municipio de Itagüí con unas ventas aproximadas de 300 productos diarios.

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Para obtener la franquicia pagó alrededor de 12 millones de pesos y contrató a cuatro personas, algunas de tiempo completo y otras para cubrir algunos turnos y el trabajo de los fines de semana. Una o dos veces al mes recibe en el local a un auditor para verificar el cumplimiento de los parámetros de servicio, el aseo del lugar y el uniforme de los empleados. La idea de ofrecer la franquicia Del Perrero nació del servicio de asesoría que ofrecía la distribuidora para que los negocios de comidas rápidas fueran exitosos. Bajo el liderazgo de Alejandro Betancur la propuesta de vender un formato que incluyera la ubicación del punto de venta, el diseño y las adecuaciones locativas con las normas de sanidad, planeación y bomberos, se convirtió en la estrategia para lograr que en los negocios de comidas rápidas disminuyera la tendencia al fracaso. Stiven Ríos Vanegas


3 El de la mazamorra

El de las empanadas

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Fotografía: Laura Duque

El de los tintos

Fotografía: Daniela Ramírez

Daniela Margarita Ramírez Ozuna

l centro de Medellín, en medio de la congestión vehicular, la multitud, el comercio, el bullicio, exhala un aroma a tinto que lo identifica las 24 horas del día. Por donde se le mire hay mujeres, y uno que otro hombre, vendiendo en sus coches de bebés convertidos en plataformas para los termos repletos de tinto. Si bien el negocio de este tipo de ventas, es característico en casi toda la ciudad, el lugar estratégico donde se aglomeran los vendedores es justo en el Parque Berrío, en pleno centro de la ciudad, por donde pasan a diario miles de trabajadores, obreros, ejecutivos y un sinnúmero de ciudadanos que colorean y le dan ese característico y variopinto ambiente al sitio. Algunos tinteros preparan, desde sus casas, muy en los albores del día, la tradicional bebida que les da el sustento diario. Otros, se surten en unas bodegas destinadas a preparar esta bebida tan deseada por muchos. En las cercanías del Parque Berrío queda una de esas bodegas, quizás, una de las más famosas y de más trayectoria, reconocida no solo por el olor que sale de allí sino por su sugestivo nombre: Tintos El Buen Sabor. Miguel, de 42 años de edad, es el fundador del negocio. Hace 20 años empezó a vender tinto al menudeo en el Parque Berrío. En ese entonces contaba con seis termos, hasta que, un día se le ocurrió la idea de expandir su negocio. “Una vez, una señora vino con poca plata y me dijo que le prestara un termo, que cuánto le cobraba”, pero Miguel se lo vendió y desde ese momento, vio que eso daba resultado, “así que empecé a llamar mujeres y ellas traían amigas y, así, hasta el día de hoy, que contamos con 80 mujeres”.

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ientras el devoto está en ceremonia, a la salida hay alguien esperándolo para hacerle caer en la que puede ser una picante tentación. Y es que en Antioquia se puede afirmar que los cristianos, gracias a media luna de harina de maíz rellena de carne molida, puré de papa o arroz y hogao construyen y remodelan templos y hasta llevan a cabo otras iniciativas. Desde hace tres años, en el centro de Medellín las milagrosas empanadas empezaron a multiplicarse. Lo que había sido una tradición de barrio e iglesia se convirtió en un negocio codiciado. No existe un monopolio pleno de las empanadas en el centro de Medellín por eso en este caso los zares están en disputa. Una de las primeras empresas de empanadas que se creó y que es reconocida en la ciudad fue Empanadas El Machetico que funciona desde 1985. Otra empresa que se destaca es Empanadas Envigadeñas, que cinco años atrás vendía entre 10 mil y 12 mil empanadas semanalmente en un solo local. Al conocer la rentabilidad del negocio, Pedro Castaño, un empleado de una fábrica de confecciones y Carlos Magno, quien trabajaba como vendedor en un local de Empanadas Envigadeñas, decidieron crear en sociedad una microempresa de empanadas. Gracias a un préstamo de siete millones de pesos y a la experiencia de Carlos nació Empanadas Coma y Punto en un pequeño local en Palacé con la Avenida Primero de Mayo. “Ahí teníamos la cocina, teníamos el punto de venta y empezamos con tres personas: la cocinera, mi socio y yo”, cuenta Pedro Castaño. Cinco años después, Empanadas Coma y Punto se consolidó como una microempresa de 10 personas, 9 de ellas mujeres, de las cuales 7 son afrodescendientes. “Esto se dio —Cuenta Castaño— porque ellas son personas más echadas para adelante, más trabajadoras. No se le arrugan a nada. El paisa es más perezoso, más débil en ese sentido”. La microempresa que comenzó con gran ahínco, ahora cuenta con cuatro locales: en Maracaibo con Junín, en Bolívar con Sucre, en Palacé con Avenida Primero de Mayo y uno más en la plazoleta San Ignacio donde está ubicada la cocina. Sin embargo, desde hace tres años en el centro se montaron varios sitios donde vendían empanadas. Uno de sus trabajadores al ver la rentabilidad del negocio, les montó competencia cerca del local de Palacé. Ese año las cosas se pusieron más duras para Empanadas Coma y Punto, que en un principio competía con Machetico y Envigadeñas porque entró a competir con más de una decena de negocios. Con esta situación el negocio se estancó, Castaño explica que “de vender 4 mil empanadas semanalmente hace 5 años, se pasó a vender 2 mil” Además de la competencia, la renta y demás gastos han limitado el crecimiento. Para asegurar la rentabilidad, por local tienen que haber ingresos de siete millones de pesos, de los cuales dos millones y medio se van en arriendo, dos millones para dos empleados en cada puesto, más un millón de servicios y la materia prima. Debido a este estanco, Pedro Castaño y su socio han pensado en ofertar más productos a sus clientes, pero temen perder la identidad de las empanadas y convertirse en una cafetería, como sucedió en algunos locales de la competencia. “Si nos convertimos en cafeterías, empezamos a competir con todo el mundo”, aseguró Pedro Castaño. Es por eso que Empanadas Coma y Punto ha preferido quedarse como un negocio de empanadas apostándole al tamaño, la textura, el color y el sabor que acompaña desde siempre a las empanadas que hoy cuestan 1.100 pesos. Fotografía: Alex Martínez

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uando las manecillas del reloj están próximas a marcar las doce del medio día, una bocina anuncia la hora de la mazamorra. Mucha gente está a punto de almorzar y el triciclo, accionado por unas piernas fuertes, carga la olla repleta de uno de los alimentos característicamente paisas. Leidy Chavarriaga, quien distribuye la mazamorra en el barrio Campo Amor, es la única mujer que desempeña este oficio junto a 16 hombres más en Mazamorra del Pilón. El producto que lleva en el triciclo es el resultado de un proceso que se inició a las seis de la mañana, cuando las estufas, que permanecieron encendidas toda la noche, son apagadas. El fuego cocinó el maíz y los vendedores llegan a esta empresa en la que la mazamorra más que un negocio, es un estilo de vida. Quienes cubren los barrios más lejanos empiezan sus días de trabajo a las seis de la mañana; el resto, ente las siete y ocho de la mañana. Hace 27 años cuando los amantes de la mazamorra solo la preparaban en sus casas, a Juan Francisco Serna, ‘Don Pacho’, propietario de la empresa, se le ocurrió una idea de negocio. Por aquellos días no imaginó qué tan exitosa sería. Hoy, como hace más de un cuarto de siglo, en una casa modesta, ubicada en el sur de Medellín, a dos cuadras de la avenida Guayabal, se produce la que para muchos es la mejor mazamorra preparada que se consigue en el mercado. A la fecha cubren 19 zonas entre el sur y el occidente de la capital antioqueña. En dos de ellas, Envigado y Sabaneta, están estrenando recorrido. De los 17 vendedores que distribuyen el producto, siete están vinculados directamente con la empresa y los restantes trabajan como independientes. Los primeros reciben un salario mínimo con sus respectivas prestaciones; los segundos dividen sus ganancias con ‘Don Pacho’, 50 por ciento del producido diario para cada uno, y se les presta el triciclo y un delantal amarillo que identifica a los del Pilón. Chavarriaga es una de las empleadas vinculadas a la empresa. Asegura que en este negocio ocho horas se pueden convertir en cuatro, todo depende de la rapidez con la que se venda el producto y de la zona en la que se distribuya. Ahí termina su día de trabajo. Hacia las tres de la tarde se inicia la labor de las tres personas encargadas de seleccionar el maíz y estar al tanto de la preparación de la mazamorra. Es un ciclo que se ha convertido en el modo de vida de Serna y de trabajadoras como Chavarriaga quien, después de cinco años, conserva la alegría y el gusto de vender mazamorra a pesar de las dificultades de la primera semana sobre todo por lo complicado que le resultaba pedalear el triciclo con la olla repleta. Hoy se siente orgullosa de ser la única mujer vendedora de la empresa. Por su parte, a ‘Don Pacho’ lo llena de satisfacción decir que es pionero en este negocio: “me alegra mucho que haya gente comiendo de algo que yo me inventé”; también critica la competencia desleal y asegura que la mejor mazamorra es la del Pilón. Sin duda alguna, le da el crédito a sus vendedores y dice que para elegirlos tiene en cuenta el aseo personal, el carisma y el buen trato hacia el cliente. Lo demás no interesa “porque aquí los hacemos vendedores”. Sin embargo, deja claro que cualquiera no puede distribuir su producto. A la una y media de la tarde regresan los primeros vendedores. Las ollas vacías reflejan el gusto de los comensales por el producto, las ganancias lo reafirman. En un día de semana pueden ascender a setecientos mil pesos y un domingo las ventas se ubican entre un millón y un millón doscientos mil pesos. En promedio, cada vendedor distribuye 350 tazas de mazamorra por día, a 250 pesos la unidad. Además, ofrece bocadillos rellenos de arequipe y panelitas de coco y leche, también hechos por los del Pilón. Es por eso que como ‘Don Pacho’ Leidy no duda en afirmar que el éxito del negocio está en la calidad de sus productos y de sus trabajadores: “yo lo resumiría en que la mazamorra es muy exquisita, barata y también tenemos mucho que ver nosotros. Como dice el patrón: la empresa es de los vendedores”.

Mauricio López Jiménez

Cuando Miguel empezó el negocio llenaba el termo por 300 pesos; hoy en día, lo vende a 1.200 pesos. La bodega funciona las 24 horas y en promedio, se venden de 1.800 a 2.300 termos diarios que equivalen a unas 10 ollas inmensas llenas de tinto. Allí trabajan 3 personas en el día y 2 en la noche. Todos hacen la misma labor: hervir el agua, agregar café, azúcar, y revolver y revolver hasta que el café esté en su punto, con las medidas y las porciones que ellos piensan le dan el toque secreto y el sabor especial al tinto de El Buen Sabor. Esa labor la efectúan todo el día y se distribuyen en 2 turnos. A Miguel le corresponde el de día, que va desde las 2:30 de la mañana hasta las 7:00 de la noche; es decir, una jornada que le representa unos 45.000 pesos diarios. A sus compañeros de la noche les pagan 40.000 pesos, por ser más suave el trabajo a esa hora. Miguel asegura que, a pesar de que las ganancias son buenas, hay días en que las ventas bajan y la materia prima sube su precio. Eso, sin contar con el salario de los trabajadores. Tanto Miguel como sus compañeros se sienten orgullosos de lo que hacen. Cuenta con orgullo que varios medios de comunicación los han visitado, que les han tomado fotografías y hasta han exhibido sus reconocidos carritos en el Palacio de Exposiciones. Hace alrededor de 4 meses la bodega cambió de dueño y según Miguel, los nuevos propietarios desean abrir otra sede “la idea es que el negocio siga creciendo”. Laura Vanessa Duque Peña

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


4 Editorial

Estar aquí…

MANE o la inconveniencia de retomar actividades a menos de un mes del periodo de vacaciones de fin de año, pueden ser comprensibles pero en todo caso inconvenientes si se valora la seriedad de la palabra empeñada. El verdadero logro del movimiento estudiantil está puesto entonces en la capacidad de sus integrantes de mantenerse a la altura de la circunstancias y de favorecer un espacio para una discusión que apenas comienza, pues la suspensión del proyecto de reforma es un primer escalón que marca el comienzo de la construcción conjunta s cierto que el movimiento estudiantil colombiano se ha anotado un triunfo del edificio educativo del país, escalón que de romperse por la falta de tacto puede incuestionable al lograr que el presidente Santos haya retirado el proyecto dar al traste con el objetivo que inspiró las marchas y los abrazatones como símbolos de reforma a la educación. Es cierto que las protestas justas, pacíficas y creade unidad y solidaridad de más de 60 instituciones de educación superior del país. tivas motivaron a diferentes estamentos de la sociedad a solidarizarse con sus peticioNo hay que olvidar que más allá de propuestas tan grotescas como la de electrones, y es cierto que al final es el país en su conjunto el que habrá de beneficiarse con cutar estudiantes que osen levantar la voz, perder la credibilidad es un riesgo peor una discusión más amplia del modelo educativo y el impacto futuro que este tenga en que la salida en falso del exvicepresidente Francisco Santos para contrarrestar el nuestro desarrollo como nación. Sin embargo, un capital político como el alcanzado espíritu de la reciente movilización. Los estudiantes tienen en sus manos un instrurequiere ser administrado con sabiduría, templanza y buen tino pues de lo contrario mento ganado con coraje y blindado con razones reconocidas como válidas por la sopuede convertirse en un búmeran dañino para futuras ciedad colombiana, por eso no es el momento de apostarle exigencias y negociaciones con el Gobierno. Afirmamos a egocentrismos, a celos o a resquemores individuales. Es lo anterior porque cualquier atisbo de fractura dentro de el momento de construir con la diversidad de opiniones No hay que olvidar que más allá de propuestas la Mesa Amplia Nacional Estudiantil puede desembocar un proyecto educativo coherente con la responsabilidad tan grotescas como la de electrocutar en desconfianzas que hagan inviable un diálogo consque se tiene con un país convencido de que la decisión del tructivo entre las partes. paro nacional universitario no fue un embeleco. estudiantes que osen levantar la voz, perder la Si bien la MANE anunció el pasado 13 de noviemPor lo tanto, obtenido el objetivo, es menester cumplir bre el levantamiento del paro nacional luego de cumplicon el acuerdo sin que ello signifique retornar como si credibilidad es un riesgo peor que la salida en dos los compromisos de retiro del proyecto de reforma, nada a los salones de clase, pues de lo que se trata es de falso del exvicepresidente Santos. de participación de los estudiantes en la nueva propuesvolver al espacio universitario para convertirlo en el ágora ta, y de desmilitarización de los campus universitarios, natural de discusión, porque si no hay un lugar para el ense ha evidenciado que no es del todo claro el ambiente cuentro no es posible entablar ningún diálogo ni construir de consenso sobre el retorno a las clases, situación esta, que si bien hace parte de las entre todos el sentido de universidad y el significado que tiene la educación pública. Estar aquí, en los pasillos, en las aulas, en las bibliotecas o en los auditorios, debería dinámicas de los grupos humanos que intervienen en procesos de esta naturaleza, consolidarse como el primer punto de la propuesta del nuevo proyecto educativo. puede afectar el curso normal de las negociaciones. Es más, incumplir el acuerdo básico de volver a las aulas al amparo de excusas como la no representatividad de la

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Opinión

La coherencia de la universidad

Juan David Ortiz Franco Juanda2107@hotmail.com

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a universidad debe asumir el reto de evaluarse. La coyuntura alrededor de la reforma a la educación superior es la oportunidad para revisar con rigor los principios dogmáticos que la sustentan pero también, y con igual interés, las acciones que no se encuentran reguladas por la norma pero que desde todos los estamentos hacen posible o impiden la pervivencia de esos principios. No se trata simplemente del triunfo político de los universitarios ni de la inteligencia del Gobierno para perder lo menos posible, no solo frente a los estudiantes, sino ante la oposición a la iniciativa de sectores afines que vieron en la movilización ciudadana una tibia amenaza para su subsistencia electoral. Ahora, cuando se promueve la definición de un cronograma para la construcción democrática de un nuevo proyecto de reforma, debe iniciarse un proceso de organización aún más serio que permita, entre otras cosas, que las instituciones del Sistema Universitario Estatal dejen de ser los fortines políticos de las administraciones municipales y departamentales. Una administración universitaria en cabeza de fichas políticas y no de académicos es el primer paso hacia el debacle de un proyecto intelectual que se encuentra plagado de intereses burocráticos y es incapaz de reconocerse como espacio de deliberación, no sólo para los universitarios, sino también para quienes se excluyen con las mallas y con una idea de universidad pública plagada de contradicciones. La suplantación de la autoridad universitaria por la policial hace inviable el pro-

La suplantación de la autoridad universitaria por la policial hace inviable el proyecto académico y lo transforma en un apéndice de la administración política. Un rector no es igual a un secretario de despacho, tampoco es un relacionista público...

Número 55 Noviembre de 2011

Comité De La Urbe Prensa Heiner Castañeda, Luis Carlos Hincapié, Patricia Nieto, Elvia Acevedo, Ramón Pineda, Raúl Osorio y Gonzalo Medina Director Sistema De La Urbe Heiner Castañeda Bustamante Director periódico De La Urbe Ramón Pineda

FACULTAD DE COMUNICACIONES Ciudad Universitaria Calle 67 N° 53-108 Medellín - Colombia

No. 55 Noviembre de 2011

Coordinación Editorial Álex Esteban Martínez Henao, Juan David Ortiz Franco Redacción Javier Bergaño Arenas, Juan David Ortiz, Daniela Margarita Ramírez, Stiven Ríos, Laura Duque, Mauricio López Jiménez, Alejandra Sandoval Escudero, Divis Bohórquez Sierra,

yecto académico y lo transforma en un apéndice de la administración política. Un rector no es igual a un secretario de despacho, tampoco es un relacionista público, por eso su papel no puede limitarse a acatar disposiciones y a asentir frente a los caprichos de un mandatario, que si bien está invitado a la discusión, como muchos otros sectores, no puede intervenir a su amaño para hacer que la suya sea la última palabra. Así como se ha insistido en que la Universidad, con mayúscula, no puede ser administrada como la finca del dirigente de turno, tampoco puede transformarse en un territorio vedado sólo para universitarios. El discurso legítimo que reclama la apertura de Ciudad Universitaria para todos, riñe con la exclusión que representan los sectores que pretenden que los órganos de dirección y los espacios de deliberación respondan a la dictadura de las mayorías, expuesta bajo el sofisma de la voluntad popular, al mejor ejemplo del Estado de opinión, como si la democracia universitaria se limitara a contar votos en un simple ejercicio plebiscitario. Es claro que no es fácil intercambiar argumentos con la masa pero es imposible hacerlo con una pantalla. La Universidad debe pensarse como un espacio de interlocución. Esa condición no sólo se limita al discurso zalamero y gritón de los que acuden por ejemplo a los regionalismos para ganar aplausos. Tampoco se limita a los comunicados que apenas pasan a formar parte de viejos decálogos de buenas intensiones. La apuesta debe ser por la reconstrucción de una Universidad para universitarios y donde universitarios seamos todos, la apuesta de la universidad, de todas las universidades, debe ser por enaltecer la palabra.

Scarleth Cuesta Cañadas, Benacir Lozano, Susana Morón, Ana María Ruiz Mejía, Andrea Zabala, David Márquez, Dorance Herrera Arias, Franklin Torres Mendoza, Lili Franco, Joaquin Alberto Osorio, Estiver Peña, Carlos Fernando Arroyave, Juan Felipe Mejía, Cristina Arévalo Yandar, Alex Matínez, Jaime Andrés Mesa, Deisy Villalba Barrios Diseño Julieth Duque Hernández Colaboración Gonzalo Medina, Luz América Botero, José Raúl Jaramillo Restrepo, Juan Diego Restrepo Fotografía Alex Martínez, Juan Felipe Mejía, Hugo Villegas, Juliana Arango Vélez, Juan Diego Restrepo, Laura Rodríguez, Susana Morón, Ever Aleán

Caricatura Fantoche Ilustraciónes Fernando Vicente Portada Casa del Gimnasio Romano Fotografía: Juan Felipe Mejía Sistema Informativo De La Urbe Edificio de Extensión Calle 70 N° 52-72, oficina 708 Teléfonos: 2198943, 2198945 delau.prensa@gmail.com delaurbedigital.udea.edu.co Impresión La Patria - Manizales

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Rector Alberto Uribe Correa Decano Facultad de Comunicaciones Jaime Alberto Vélez Jefa Departamento de Comunicación Social Deisy Katherine García Franco Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia CIRCULACIÓN 10.000 EJEMPLARES


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Ni tan firmes

El globito sólo tuvo aire hasta las elecciones. Aquellos señalamientos según los cuales Medellín estaba en manos una banda de criminales de la que el Alcalde y su sucesor estaban untados no sirvieron. Sus seguidores, a través de redes sociales, perdieron de repente la euforia inicial. Ya no trinan repetitivamente las ventajas de aquel señor, el trabajo sólo les duró hasta el 30 de octubre y, si acaso, un día más. Otros, con la misma firmeza con que vociferaban en contra de Salazar, Fajardo y Gaviria, eliminaron sus cuentas. Esa jactanciosa firmeza del señor de marras terminó siendo una posición blandengue, traicionera quizá con sus 221.708 votantes.

Paisaje veneciano

Vuelve y juega. El agua empezó a caer y la tierra empezó a ceder. Que en la vía tal cedió la banca; que en el barrio tal se vinieron al piso tantas casas; que en la sabana tal se inundaron cientos de hectáreas de cultivos. Muchos pierden lo poco que tienen –no es cliché porque en Colombia la pobreza es un mal endémico- bajo las turbias aguas de ríos sulfurados o montañas colapsadas. Mientras tanto, los camioneros tienen que transitar vías abundantes en huecos, derrumbes y, por supuesto, peajes. Por el momento ya la Contraloría abrió indagación preliminar contra el Ministro de Transporte. Después de tanto padecer trochas por carreteras, sería bueno que alguien responda. A propósito, ¿en qué quedó, entre otras, la vía Medellín-Quibdó que hace más de un año y medio enlutó a treinta familias cuando el SYK 860 se salió de la vía por evadir un derrumbe?

Problemas de comunicación Alfonso Buitrago Londoño fonso.buitrago@gmail.com

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El ‘tapao’

El caso del grafitero muerto a manos de un agente de Policía en Bogotá -así como la extraña forma en que ha tratado de ser encubierto-, devela una vez más esa mano negra que todavía está presente en la institución centenaria. En estas páginas hemos señalado continuamente algunos de los casos en los que la justicia cojea más que de costumbre cuando se trata de judicializar a uniformados. No hacen falta más pronunciamiento de generales cítricos o comandantes de bigote, ni suspensiones enclenques; hacen falta resultados para evitar que esos agentes siniestros sigan empañando la gestión de una institución que, supuestamente, debería velar por la seguridad de los colombianos.

Autoridad moral

Ya era justo que un representante colombiano declarara en el extranjero, así fuera tímidamente, el fracaso del modelo prohibicionista para combatir los carteles de las drogas. Podrán decir que Colombia no tiene autoridad moral para hablar del tema internacionalmente, pero la persistencia en ese modelo, con todas las sangrientas consecuencias que aún conlleva, es lo que da estatura al país para decir que esa ecuación de muertos aquí y narices blancas allá no es tan buena como Nixon en algún momento planteó. Eso sí, la posición de Juan Manuel Santos debe verse divina en Europa, donde será visto como un mandatario progresista en comparación con su montaraz antecesor, pero acá llegan sus ecos y en ellos podemos oír que no hay cambio en la política que en resumen es más glifosato.

pocos meses de terminar su mandato como alcalde de Medellín, y en plena campaña electoral, Alonso Salazar Jaramillo volvió a denunciar víncuGanamos los estudiantes los entre organizaciones criminales y campañas políticas, como lo hizo en El incentivo económico que representa el reconocimiento como Mejor 2008, después de que se dijera que él había recibido apoyo de desmovilizados en las Medio Universitario en el II Premio de Periodismo Comunitario Alcaldía de elecciones de 2007.En esa ocasión denunció públicamente lo que llamó un “complot” Medellín - Universidad de Antioquia, no alcanzaría para pagar a todos los para sacarlo de la Alcaldía, en la que estaban involucrados miembros de la Fiscalía, estudiantes que han escrito, fotografiado, entrevistado y contado historias a la Policía, políticos rivales y paramilitares desmovilizados. través de las páginas de De La Urbe. Pero ese dinero sí será importante en Al analizar su trayectoria como periodista, que nos dejó libros tan reveladores nuestros proyectos de renovación para que los estudiantes, que son quienes de nuestra idiosincrasia como Mujeres de Fuego, por citar sólo uno, y su reciente mantienen vivo al sistema, puedan seguir contando la ciudad con las herraexperiencia como político, que lo llevó a convertirse en funcionario público, primero mientas del periodismo de hoy. como Secretario de Gobierno y ahora como Alcalde, uno se pregunta quién hace estas denuncias, el Alonso Salazar político o el periodista. En aquella ocasión, cuando el complot denunciado implicaba una acusación penal, Salazar tuvo que sacar –y aprender a sacar– toda su capacidad política no sólo para defender su buen nombre, sino la instidelincuentes, a pesar de los costos que puetucionalidad a la que representaba. Sólo con dan tener y los riesgos que se corren, son un un discurso coherente y habilidad para hacer deber del periodista. Ahora que se acerca el final de su administración, las denuncias de alianzas un alcalde logra unir a fuerzas polí¿Por qué el Alcalde hizo estas denuncias Salazar tienen un sabor distinto, saben más a periodismo. ticas opuestas y a sectores de la sociedad con cuándo ya no estaba en juego su alcaldía? diferentes intereses en la defensa del primer ¿Qué tenía para ganar políticamente cuancargo de una ciudad –además, por supuesto, do ya había anunciado que su ambición, una de que su inocencia fue probada–. Como polívez terminado su periodo, era dedicarse a su tico, Salazar se jugaba su prestigio y libertad y oficio de periodista y de escritor? Alonso Sael cargo público más importante ganado por su movimiento en las urnas. lazar encarna la contradicción del poder que desconfía de sí mismo, del político que Alonso Salazar, formado como periodista, consciente del papel del periodismo también es periodista. Dos oficios teóricamente enfrentados –aunque en la práctica e como fiscalizador del poder, tenía ante sí la misión de defender su poder, el más históricamente hayan estado muy cercanos- que esta ciudad eligió para que la gobergrande reto político que se le presentaba después de haber ganado las elecciones. Una naran, para que se complementaran. Para que entre ambos, por razones políticas y vez ganado el poder, la tarea de quien lo ejerce es conservarlo y usarlo en beneficio por deber periodístico, le mostraran a la sociedad los peligros que la acechan. de la comunidad a la que representa. De que saliera bien librado de este reto –como a Y así el poder no encanta, no promete para reproducirse a sí mismo y se ve en la postre lo hizo- dependía el futuro de la Alcaldía y, en buena medida, del proyecto dificultades para perpetuarse. El periodista identifica problemas, el político propone político que representaba. soluciones. Cuando se combinan, el poder ve errores y contradicciones, reconoce Ahora, cuando ya se acerca el final de su administración, las denuncias de Salaamenazas y hace denuncias. Se hace fuerte cuando lo atacan, pero le cuesta ilusionar. zar tienen un sabor distinto, saben más a periodismo. Muestran el convencimiento En estos tiempos de comunicación pública, asesores de imagen y marketing político de que dar a conocer la existencia de posibles alianzas mafiosas entre políticos y algunos llaman a esta contradicción “problemas de comunicación”.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


6 Recorrido

El señor Mulato y su sombra Alejandra Sandoval Escudero futbolaleja@hotmail.com

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oy un artista revolucionario, contra el sistema fascista canto, en beat box, a capela y pista. Si existen los mejores nos les metimos en la lista, ya estando en los primeros años componía y sin darme cuenta mi talento se pulía, pero hacía falta algo, lo sabía. Conocí la calle y así profundicé, analicé la materia, antes de mi barco hundirse y comenzó la odisea, conocí calabozos, tipos demasiado talentosos, de respeto y babosos que presumen del talento sin tenerlo, el mío en ese tiempo tocó esconderlo… menosprecian y muchos de los que menospreciaron hoy me aprecian. Eso decía en el papel que me entregó Jair en el Parque del Periodista. Nos parchamos ahí a escuchar su música que salía de una grabadora aparentemente vieja pero con dos parlantes desgastados y puerto USB. El joven me otorgó el papel de jueza, tarareándome -con una voz entonada, un poco nasal- una de sus nuevas composiciones con un ritmo caribeño, y no tan agresiva como muchas del género. Algo así como un tema político-bailable, disfrutable al son de un cocoloco. “Es que en las rutas del norte, que uno sabe que son de los barrios bajos, tiro temas de la violencia, de los parceros muertos, de la realidad, ¿si me entiende? Underground… En cambio, cuando trabajo en las rutas del sur me saco los propios de amor, bien brutales, pa’ las pollitas, o las épocas especiales como Navidad. Si ve, la gente como uno aprecia más lo que es el mensaje, en cambio los otros, el arte en sí, la entonación y que suene muy bien”. Lleva 12 años trabajando informalmente en los buses de Medellín, pero se lo toma muy formal. Desde 2004, a las 6 de la mañana ya está cogiendo turno sobre la Avenida Oriental para ir hacia el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. Escogió para trabajar, hace ya algún tiempo, la ruta 303 del Circular Sur, porque lleva los pasajeros que le han exigido siempre la calidad en su producto como artista, y por tanto es tan serio para él, cumplir sensatamente con su jornada laboral, hasta las 7 u 8 de la noche, según lo productivo que haya sido el día. El nombre que figura en la cédula es Jhon Jair Caro Correa, pero como buen artista se hace conocer por el apelativo de Señor Mulato. Hijo de una madre blanca y un padre moreno, surgió lo que él llama su “raza”, por tanto es mulato. Lo de señor emerge a partir de su postura frente al mundo y en especial a su profesión, artista underground, revolucionario, comprometido, disciplinado, un charlatán de la lírica callejera que charla muy en serio. Fuimos a la Oriental y tomamos la ruta hacia el Poli. Con determinación se subió al bus en movimiento, detrás de todos los pasajeros que abordaron, resbalando una pierna sobre la registradora, con un método simple y eficaz. Agradece al conductor y comienza su discurso previo a la presentación. Cada recorrido, cada pequeña distancia que avanza por la cuidad es un nuevo auditorio, por tanto un nuevo discurso, un tema diferente. Habla con propiedad, como si el bus fuese suyo. Le cuenta a los presentes sobre sus discos grabados, el elemento motivador de la canción que va a interpretar, el chiste del día, una reflexión sobre la realidad, o lo que sea. Se las inventa, o mejor, se las reinventa en cada línea trazada sobre el pavimento del transporte público cruzando el sur. Enciende la grabadora, resuena la pista, menciona algunos nombres, frases en inglés, saludos especiales, comienza a cantar. Mueve la cabeza al compás del bajo trasteado por el sonido decadente del bafle, cierra los ojos, posa sus dedos sobre las sienes, alza la voz en el coro, retorna la mirada al público, lo encara, camina, acciona

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“El que no ha montado en Circular Sur no ha vivido” es el nombre de un grupo de Facebook en el que se habla de cómo el 302 y el 303 ha marcado la vida de los medellinenses. Uno de los personajes claves del día a día de esta ruta de buses es el Señor Mulato y sus canciones. Esta es su historia sobre ruedas. las manos como un ademán adquirido, y cierra dando las gracias a todos, al señor conductor y a Dios. Los desprevenidos que transitan por la plataforma metálica lo empujan, los señores le hacen mala cara, las niñas de colegio dejan salir sus risitas burlonas, las señoras no entienden, los neas le copian… otros, simplemente le escuchan con respeto, asienten a sus letras, como interpretando, y sin más reparos le ofrecen el pago por lo que consideraron que fue bueno. Se vuelve hacia mí, y se posa a mi lado. -¿Si pillaste cómo me subí? – Me cuestiona. Medito un poco, pero no recuerdo alguna manera en especial, diferente al mismo método que utilizan la mayoría de los venteros ambulantes de transporte público urbano, así que niego. “Pille pues mi amor, a ese método yo le llamo Sombra. La vuelta es subirse detrás de algún pasajero y pasar la registradora antes de que el busero lo devuelva a uno de un grito. Hay que ser muy ágil. Es mera caja porque yo primero paso un pie y voy pidiendo permiso mientras paso el otro. Es más, cuándo el conductor se pone a alegar yo aprovecho y le camino a la gente por ese lado. Les digo, por ejemplo: Si ve señores pasajeros, lo que nos toca soportar día a día a los jóvenes que sólo buscamos una forma de empleo honesta, y nos toca soportar insultos, rechazos, entre otras cosas de la calle…y cosas así, eso ayuda mucho”. Siguiente parada: el Politécnico Nos bajamos en el Politécnico. El caballero del rap en los buses del sur me ofrece compartir un jugo de fresa mientras esperamos la ruta en la que trabajará hasta la Universidad EAFIT. Mulato es de la Comuna 3, Manrique, pero vive en Santa Elena. Desde los 13 años tomó la determinación de vivir solo y a los 15 abandonó la academia secundaria para dedicarse de lleno al rap y la composición de letras y rimas. Habla con gran cariño de su compañero Bladimir, con quién tiene un grupo llamado Oro Blanko, éste no se dedica al trabajo en los buses, pero comparten una tradición de fraternal camaradería. Todos los cumpleaños de Bladimir se van a trabajar juntos. Madrugan como siempre y se visten como nunca. Una buena dosis de perfume, algo de fijador para el cabello, que en el caso de Blado algunas veces es un cúmulo de largos crespos que parecen cortos, o una ausencia total de abundancia capilar. Mulato siempre va de cabello muy corto, llevando alguna gorra y pañoleta alrededor de la frente, con camisas de ancho talle, y pantalones algo sueltos. Nada en particular con respecto a un rapero convencional medellinense.


7 Mientras esperamos para abordar la ruta me cuenta cómo funciona la cosa. “Lo que pasa es que acá las rutas ya tienen dueño. En todo Medellín, eso no es que usted va llegando se va montando en cualquier bus, hay quienes ya tiene el tiempo en la zona y se la toman, usted sabe que en la calle sólo aplica la ley del más fuerte”. Otro 303 llega a descargar gente. De nuevo el Señor Mulato aplica la sombra, se escabulle sutilmente sobre la espalda de una hombre de alto talle, el busero ni siquiera lo advierte hasta cuando él comienza a hablar, dándole las gracias al desprevenido conductor primero y saludando a la audiencia de inmediato, sin preámbulo, sin respirar un poquito, sin pensarla, sin mente. Se prende el sonido, esta vez la pista es un poco tenue, baja el tono rumbero, anuncia que eso que suena es “Oscura Batalla”, se inspira, conspira, dispara letras con algo de precisión, un léxico un poco repetitivo a veces, pero bien organizado, suena a tiroteo de letras que se tropiezan unas con otras, que se sobreponen entre sí, que se pronuncian a medias. Termina. Hace el recorrido por el bus, recoge 2.300 pesos, se siente cómodo. De nuevo me acompaña en el asiento pero me advierte que ya viene la parada. Descendemos. No se ve agotado, aunque la técnica del trabajo informal bajo este método es realmente agotadora. Subirse corriendo a riesgo de perder un pie o el tiempo, aguantarse el regaño, mendigar un puesto, hablar, cantar, entonar bien, recordar la letra, dar un mensaje, pasar por los puestos, bajarse, caminar, subirse, tropezarse, enredarse el pantalón con un tornillo, solucionarlo, hablar, presentarse, cantar, dos canciones más, analizar, mirar la gente, perder la pena, el miedo, pasar por los puestos, bajarse. Esperar un momento, ahí viene de nuevo, al bus subirse, devolverse si el conductor no está de genio, esperar el próximo, hacer la sombra, cantar un poco afónico, dejarlo todo, ver caras que lo ignoran y gente con walkman, acordarse de la rima, reflexionar, pasar por los puestos, sentarse un rato, llegar al destino, bajar… Y así, siempre el ciclo vuelve a empezar durante toda la jornada. En las afueras de EAFIT me sigue contando la vuelta.- “Por ejemplo está ruta no se puede camellar de fijo. Si usted quiere parcharse a laborar acá, le toca pagar una inscripción de iniciación que vale 35 lucas, y después de ahí, pagar 5 lucas mensuales al patrón de la zona. Yo por acá no tengo problema porque entre patrones nos entendemos, además yo siempre voy de paso”. Siguiente parada: Club El Rodeo Por finales de 2009, dice Mulato, le fue muy bien trabajando con el Siberiano. Un joven rubio, de mirada lapislázuli, facciones varoniles, labios delgados, fornido: la sensación entre las chicas. Eran el dúo de la historia, podían hacerse fácilmente 300 mil pesos en un día, los peores nunca bajaron de 100. Laborando en horario flexible, no había espacio para despertador. Las 12 del día, después de almuerzo y siestita, era apenas para salir a trabajar. Sonríe al recordar esos tiempos. Mulato siempre sonríe, aún cuando habla de los episodios más terribles. Se mofa de la pobreza, de la muerte, del hambre, de la desigualdad, del destierro, de la violencia, se ríe tanto como si estuviera llorando por dentro, pero se hace el fuerte, o mejor, aprendió a ser fuerte, a cargar sus fantasmas, sus miedos, a rebuscarse entre el subempleo una vida que se deje vivir. En esta ruta, después de la presentación, podemos estar un rato más en bus. “Una vez nena -comienza el flashback- estaba yo parchado en este mismo camino, hice la presentación, me fue muy bien, pasé por los puestos, y cuando llegué a la puerta de atrás me miré la mano, ¿y qué veo?... 200 pesos. ¡Oiga bebé! El desconsuelo que me coge a mí. Pero uno con los años va cogiendo confianza, aprende a manejar el público, a no dejarse llevar por las malas miradas, a no tener miedo de las burlas, a soportar el policía acostado que se tragó el conductor, o competir con el radio del carro, a humillarse con la cabeza en alto. ¡Oiga! Yo no sé qué se me metió ese día a mí, pero yo me devolví pal frente. Me paré de nuevo, mirándolos a todos, miré mi mano, y les dije de una, no copié de nada: ¿Doscientos pesos?- poniendo la cara indignada - ¿Doscientos pesos? ¿Ustedes creen que la presentación que yo acabé de hacer con todo lo que tengo y lo que soy vale 200 pesos?... y ¡me les regué! Jajajajajaja. Les dije: Voy a volver a pasar. Y no me cree que en esa pasadita me hice más plata que la que me había hecho en todo el día. Sólo con el mero regaño, ¿cómo la vio pues?”

Nos bajamos en el club aquél, allá esperamos un rato el que nos iba a llevar hasta la clínica Las Américas. Durante la tarde, el Señor Mulato hace un receso de una hora para descanso, me propone caminar un rato y comer algo. Me suelta más del negocio Siguiente parada: El DAS Según entiendo por sus propias palabras, la mayoría de las zonas de paraderos de buses y de gran tránsito de usuarios de transporte público están bajo el mando de alguien, llamado “Patrón”. Él es patrón de una zona por La Mota, en dónde asegura no cobrar ninguna cuota, ni nada de eso, pero sólo deja camellar raperos. “Ni guitarristas, ni confiteros, ni nada que no sean artistas, porque entonces si uno va dejando meter a people va perdiendo terreno de camello”. Hay dos casos especiales, que son la Avenida las Vegas y la 33, en dónde, quienes comandan no son patrones, sino patronas. Éstas mujeres están amparadas por jóvenes que bien les sirven, y es sino abrir la boca, como cualquier reina, para cometer en su nombre, una expulsión de la zona o, en el peor de los casos, la respectiva ejecución de un sujeto entrometido

en terreno de fiera. Vagamos un rato por las tierras sureñas, observo a Mulato. Entre más risitas, y anécdotas me habla del amor y la guerra. Viajamos hacia el DAS, en Belén. La distancia recorrida hasta allí la acompaña Angustia Lyrical, un ragamuffin que hace cabecear a todos los pasajeros, parece incluso que de manera inconsciente, como por la inercia del movimiento que produce un ritmo pegajoso y bien sustentado. No puedo seguir viviendo de esta manera, /tengo que buscar salida a mis problemas, /no puedo seguir viviendo de esta manera, /pues mientras el mundo gira yo saco mis temas. / ¿Cómo hacerlo, como entenderlo, como escapar de este sistema, de este infierno? Cuando la canción va terminando sube un pasajero de edad avanzada y se posa sobre uno de los asientos traseros. Se acomoda y observa al joven ñato, de escapulario colorido, que canta con ritmo de parranda una realidad no tan parrandera. El Mulato camina por los puestos, cuando llega hasta dónde él, éste saca 2 mil pesos, y antes de entregárselos le advierte - ¡No se dejen matar más hermano, cuídense!El señor Mulato llega a mí sonriendo, nos bajamos en el DAS. El tema con las mujeres, no sólo patronas, sino trabajadoras, es algo complicado porque existe aún la marginalización y la aceptación por conveniencias dentro de éste círculo, sobre todo de tipo sexual. Una chica tiene que luchar de cierto modo más arduamente que un hombre el puesto en una zona, dado que su llegada, a diferencia de los hombres, se ve sometida a la acogida de algún macho que otorgue la aprobación o la incluya en una zona por rosca, por intercambio de favores, y si no es recíproco, la chica debe abandonar el territorio y seguir buscando nuevas pastos. Última parada: El Centro El DAS es la última parada en el sur, ya vamos para La América y de ahí de nuevo El Centro. Aquí termina el circuito diario de Jhon Jair Caro Correa, el Señor Mulato, negro y ñato. La idea es entonces hacerse en cada circuito $7.000. y las variantes durante las cuales se repita dicho circuito son el valor total al final del día. Casi siempre alcanza los $60.000 o más. Pero a eso se llega sólo con la experiencia y la maña que el tiempo otorga. El rapero está enamorado de una chica que está lejos. Escribe desde el dolor, como todo aquel que quiere escribir algo bueno. Para los días de diciembre, que se prevé que vuelva, pretende casarse, literalmente, quedarse pegado a ella, amarrarse, ligarse. Llegamos al centro, yo ando algo cansada. Él parece soportar ya el ritmo del afán, la polución y el ruido. Son miles de caras las que hay que ver a diario, miles de genios, de carácteres, de pensamientos, de gustos. Gentes como él, algunos sin un peso el bolsillo, otros sin un sueño en la cabeza, quizás, los más desprevenidos sin nada en el cerebro, amantes de lo absurdo y cotidiano, aferrados a la rutina y la vida sobrevivida. Ha sido realmente un buen día. Me despido del Mulato mientras vamos comiendo papas criollas por El Palo. Él me sonríe y me vuelve a invitar a su jornada laboral advirtiéndome con la risita que nunca se le borró “usted ya vio mami como es, se trabaja bien, se maneja el tiempo a gusto propio, y se gana bien, sólo que sin seguro jejejejeje”.

. “Pille pues mi amor, a ese método yo le llamo Sombra. La vuelta es subirse detrás de algún pasajero y pasar la registradora antes de que el busero lo devuelva a uno de un grito. Hay que ser muy ágil. Es mera caja, porque yo primero paso un pie, y voy pidiendo permiso mientras paso el otro”

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


8 Con lupa

La prueba de errores La última jornada de exámenes de admisión de la Universidad de Antioquia ha dado mucho de qué hablar. Falta de claridad en algunos planteamientos y preguntas ensombrecieron el prestigio de una de las pruebas académicas más importantes del país.

Álex Esteban Martínez H. alex.mtnez@hotmail.com

Mauricio López Jiménez malopjim@hotmail.com

E

l procedimiento está claro. Desembolsar 40.000 pesos y registrarse a la carrera a la cual se aspira por medio de una página web. Imprimir la credencial y presentarse en la Universidad el día del examen con el documento de identidad, un lápiz número 2, borrador y tajalápiz. Invocar a todos los santos o a ninguno. Responder 80 preguntas en las tres horas destinadas para ello. Salir con el cuadernillo de preguntas en las manos y esperar hasta el día en que se anuncian los resultados. Es simple, pero muchos de los 45.356 inscritos para los exámenes de admisión del 26 y 27 de septiembre a la Universidad de Antioquia enfrentaron, más allá de los nervios o la falta de preparación, un examen que para muchos estuvo mal diseñado. ‘Aquí hay un problema en estas preguntas’ Después de la respectiva repartición de los cuadernillos, los primeros en notar los inconvenientes a lo largo de las tres jornadas fueron los aspirantes, quienes se lo hicieron saber a los profesores acompañantes dispuestos por el Departamento de Admisiones y Registro de la Universidad. Remberto Rhenals, docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia, dice que “a los profesores acompañantes del examen de admisión desde el lunes en la tarde algunos aspirantes nos comentaron que había problemas en las preguntas, sobre todo los que estaban presentando la versión dos, el lunes en la tarde. Al final de la tarde algunos aspirantes pidieron que les precisáramos algunas cosas que no coincidían con respecto a lo que se estaba preguntando”. La jornada del martes fue la más crítica: “Las cosas se hicieron mucho más claras. Los aspirantes se paraban y le preguntaban al profesor, ‘aquí hay un problema en estas preguntas’”, dice Rhenals. Pero no sólo los aspirantes y docentes al interior de la Universidad se enteraron de los problemas que presentaban los exámenes. Instruimos, una institución desvinculada de la U. de A. que prepara a jóvenes para las pruebas Saber 11 y los exámenes de admisión de la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional, también pudo enterarse de los fallos al final de cada una de las pruebas. Bastó con que los profesores de la institución dieran respuesta a las pruebas para que se enteraran de las trabas que debieron enfrentar los aspirantes. Con esto pudieron identificar cerca de 20 errores que según ellos presentaban los exámenes y procedieron a publicar las respuestas en su página en internet para que sus alumnos pudieran comparar con las suyas. En otras, más que señalar la opción correcta tuvieron que incluir una cifra exacta o señalar que había una inconsistencia. Entre las inconsistencias detectadas se encuentra la pregunta 62 de la versión uno de la primera jornada (lunes en la mañana), en la que aparece una pregunta donde hablan de un orden respectivo. Habla de Juan y Ana, pero la respuesta más cercana para ellos desvirtúa el ‘respectivamente’ con el que está redactada la pregunta. Es decir, aparece la respuesta, pero la solución que más se aproxima está en orden contrario. En la pregunta 79 de la misma versión se plantea una pregunta de un reloj, de una marcación de una hora. “Consideramos que no está la respuesta. Ninguna de las opciones es la respuesta. La respuesta que damos es 105 y no está”, dice Bernardo Largo, jefe de razonamiento lógico de Instruimos. Dentro de los inconvenientes se encuentran casos como el de la pregunta 38 de la versión II de la jornada uno. En este se afirma: “De Vargas Llosa, autor del texto uno, se sabe que es un reconocido escritor. De la manera como se desarrollan las ideas del texto dos puede intuirse que su autor Diego Aristizábal es un…” Al dirigirse a la prueba se nota que el autor del texto uno no es Vargas Llosa sino Aristizábal. Si bien no se trata de un error insalvable, les da cierta ventaja a los aspirantes cuya versión no tenían esta falla. De acuerdo con Luis Eduardo Jaramillo, jefe de competencia lectora de Instruimos, errores como este son comunes y suceden “al cambiar el orden de las preguntas

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para generar una nueva versión del examen, ya que en la versión I del examen la pregunta es coherente con el orden de los textos. Este error confunde a los aspirantes”. En un caso, los planos cartesianos son imprecisos; en otro, las imágenes de apoyo a la pregunta, que deberían ir contiguas a esta, están en la columna anterior. Ello le podría presentar una doble confusión al aspirante, primero al tener la imagen en una pregunta a la que no corresponde y carecer de ella en la que sí es necesaria. En uno de los exámenes se muestra una caja de 2 centímetros de alto y ancho y 4 de profundidad. Esta se tiene que llenar con cubitos de medio centímetro, pero mientras en una versión los aspirantes tenían todos los datos de la cajita, en la otra versión del mismo examen faltaba el ancho de la caja. Sin este dato, todas las opciones propuestas en el cuadernillo resultan aparentemente correctas. En la parte de competencia lectora, de la jornada tres, versión II se pregunta por la diferencia entre bebé y niño que se nombra en el párrafo 5 de una lectura. Al ir al párrafo 5 no se halla referencia a estos significados. Resulta que comparada esta versión con la versión I de la misma jornada se evidencia que hace falta un 80% del párrafo en mención. Más adelante en ese mismo examen, en el punto 18, se pregunta por la acepción freudiana de “niño generalizado”. El texto únicamente hace referencia a Jacques Lacan. “Nosotros que somos creadores de material educativo y exámenes internos manejamos una serie de filtros para que el examen que va dirigido a nuestros estudiantes llegue con cero errores, aunque hemos encontrado que un examen se nos va con un punto malo. ¿Dónde están los filtros? Para mí el examen de la Universidad tiene que estar perfecto. No es un examen para deducir o asumir”, sostiene Colorado. De acuerdo con Remberto Rhenals, algunos funcionarios de Admisiones y Registro, la dependencia de la Vicerrectoría de Docencia que se encarga de organizar las pruebas de ingreso a la Universidad de Antioquia, estaban enterados de los problemas. “En esa misma jornada del martes, una funcionaria de Admisiones y Registro clarificó apenas dos cosas: la primera era que una pregunta de la versión dos donde la gráfica no aparecía, se decía ‘en la siguiente gráfica…’ y no aparecía la gráfica. Y adicionalmente, era de menor tamaño, pero de todas maneras señaló en una parte donde decía que continúa en la pregunta 7 no seguía la pregunta 7 sino la pregunta 4”. Ante la inquietud desatada entre los profesores acompañantes, la recomendación fue “no digan nada públicamente porque eso confunde a los estudiantes, cuando los estudiantes se levanten a preguntarles entonces le clarifican las cosas”, indicó Rhenals. Sin tiempo adicional No sólo los cuadernillos presentaron problemas. Carlos Hugo Blanco, proveniente de Putumayo, quien ya había estudiado unos semestres en la Universidad y que tuvo que retirarse por los problemas económicos en su familia ante el colapso de las pirámides, presentó el examen. O lo que pudo de él. Cuenta que “la citación fue a las nueve de la mañana, jornada 1, bloque 19, aula 216.Estuve media hora antes allá en el salón, llegué y la profesora me ubicó en el pupitre. Ahí estaba el número de mi credencial: 7693.Había un sticker que decía algo del bloque de extensión, pero como la profesora me ubicó ahí y estaba el número de mi credencial pues yo me confíe. Cuando ella me pasó el examen, empecé a responder normal, pasó el tiempo, cuando iba en la pregunta 19 llegó un guía y me dijo que a mí me tocaba en el bloque de extensión”. Al preguntarle al guía por el tiempo éste le aseguró que no se preocupara que “el tiempo se lo garantizamos, le vamosa dar las mismas tres horas”. “Yo escuché que el profesor dijo que faltando cinco minutos para acabarse el examen, recogía. Cuando se acabaron los cinco minutos, llegó el profesor y me dijo que le entregara”, cuenta Blanco. “Yo acostumbro a llenar el cuadernillo y luego de terminar el examen pasarlo a la hoja de respuestas. Entonces, cuando él llegó yo tenía la hoja de respuestas en blanco y le pedí cinco minutos para pasar lo que tenía en el cuadernillo. Me dijo: me entrega o le anulo. Le dije ’profesor, pero es que yo llegué de último’. ‘No es mi problema, me entrega o le anulo’. Le entregué la hoja de respuestas”.


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Intercambio de misivas El hallazgo de estos inconvenientes en las pruebas llevó a un intercambio de cartas. En una de ellas Jáder Alexis Castaño Rico, jefe del Departamento de Admisiones y Registro le pide a Instruimos que retire la publicación en su página web “de los ‘supuestos’ resultados (sic)” al argüir que “Si bien es cierto que la Universidad de Antioquia liberó los exámenes de admisión, no es menos cierto que la publicación aparecida en su página genera expectativas a los aspirantes a ingresan a nuestra Universidad las cuales no son acordes con la realidad y los criterios que Ustedes señalan en su respuestas no son respuestas de nuestra Universidad (sic)”. Por su parte, los profesores del Facultad de Ciencias Económicas (FCE), citados por el decano y el Concejo de Facultad para analizar la situación de la Universidad, decidieron enviarle una carta al rector informándole sobre las anomalías encontradas durante las tres jornadas. En esta le pidieron el aplazamiento de la entrega de los resultados “con el fin de que el Consejo Académico estudie y evalúe los efectos e implicaciones de los problemas presentados durante su realización”. De acuerdo con la comunicación “un proceso de admisión (…) no puede dejar pasar en los cuestionarios ni un solo error. Ello confunde a los aspirantes, hace inequitativa la prueba y altera los resultados” ya que “encontrar errores que los desconcentran y ‘despistan’ pueden llevarlos a alterar su disposición para el examen y obviamente sus resultados”. En el mensaje también mencionan, “sin descartar que los errores pudieran haber sido más”, la presencia de preguntas mal formuladas, referencias a figuras inexistentes, errores de impresión en los cuadernillos, alertas por partes de personal de Admisiones y Registro en algunas aulas acerca de los problemas en las preguntas y la presencia de “errores en casi todas las jornadas y versiones”. Ante la posible anulación de las preguntas que presentaron inconsistencias o errores de edición, los profesores consideran que no es la solución ya que “es evidente que hay una afectación que, primero no fue igual en todas las jornadas y, segundo, la prueba total y el tiempo total disponible para el examen se ve alterado cuando los aspirantes se enfrentan a una prueba mal elaborada”. En este sentido, Remberto Rhenals sostiene que una anulación de las preguntas presuntamente mal construidas o procesadas podría derivar en que quienes respondieron bien verían afectado su resultado respecto a quienes por razones derivadas de las preguntas pudieron haber contestado mal. En carta dirigida al decano de la FCE, Ramón Javier Mesa Callejas, y en respuesta a la comunicación manada del claustro de profesores, el rector de la Universidad, Alberto Uribe Correa sostuvo que “el Alma Máter trabaja constantemente en proporcionar todas las condiciones posibles para que los bachilleres de Colombia, presenten las pruebas que cada semestre aplica la Universidad dentro del mejor ambiente posible”. Por ello ha aplicado distintas medidas, entre las que se cuentan la liberación del examen de admisión; la creación de dos cursos virtuales para familiarizar a los aspirantes y orientarlos en la elección de un pregrado y la disposición de un tiempo superior al requerido para solucionar la prueba, dando tres horas en cambio de dos, tiempo para el cual está diseñado. Sostuvo además que el examen está diseñado para probar las funciones mentales “como el análisis, la deducción, la inferencia y el razonamiento frente a un problema o situación” y que es creado por “docentes altamente calificados de la Universidad” divididos en dos comités: Competencia Lectora y Razonamiento Lógico, a los que se han incorporado más participantes en los últimos semestres.

Aclara que “si bien no es deseable anular preguntas, la anulación de algunas no altera los resultados, ni la hace inequitativa” y afirma que la anulación ya se ha dado en otras ocasiones y universidades. “Adicionalmente, los aspirantes a un mismo programa se organizan en una misma jornada a fin de que sean medidos con un mismo examen (igual grado de dificultad y discriminación)”, por lo que en caso de anularse una pregunta “no se altera la proporción de preguntas correctas”. Según la carta de Uribe Correa, “durante la prueba se presentaron consultas por parte de algunos aspirantes y docentes acompañantes, que fueron resueltas, detectando que en algunas existía una mala interpretación ya que la pregunta había sido bien formulada y otras presentaron inconsistencia que implicaron su anulación”. Pero los profesores se expresaron una vez más a través de una carta. En ella manifestaban que “no es cierto siempre que la anulación de preguntas no afecte los resultados de la prueba”. Aducían en la comunicación que para que la anulación resulte inocua para los resultados es necesario que sean las mismas preguntas, bien o mal redactadas, las que se anulen. Asimismo, que la respuesta correcta no esté entre las posibles soluciones. Es más, aunque los resultados para su programa de primera opción no se afectaran, “sin duda afecta la escogencia de los elegidos por la segunda opción. Solamente la selección sería completamente neutral si las pruebas son iguales para todos los aspirantes”. Tras señalar otros errores en el examen, los profesores afirman que “cualquier puede decir que (el inconveniente con los textos trocados) no representa ningún problema porque era fácilmente identificable por los aspirantes. Pero si los que confeccionaron y revisaron los exámenes no vieron los errores, cómo puede uno afirmar que los aspirantes debieron detectarlos en condiciones limitadas de tiempo, angustia, nerviosismo, etc.”

“Nosotros que somos creadores de material educativo y exámenes internos manejamos una serie de filtros para que el examen que va dirigido a nuestros estudiantes llegue con cero errores, aunque hemos encontrado que un examen se nos va con un punto malo. ¿Dónde están los filtros? Para mí el examen de la universidad tiene que estar perfecto. No es un examen para deducir o asumir”.

Consideran que si bien creen que “un examen de admisión para seleccionar entre miles de aspirantes no debe contener ni un solo error, nuestra impresión, como lo ilustramos en varios ejemplos, es que la última prueba de admisión de la Universidad de Antioquia presentó demasiados, que no pueden corregirse en la mayoría de los casos con la anulación de las preguntas sin alterar los resultados y el ranking de los aspirantes”. Basados en lo anterior, solicitaron a través de un derecho que petición que publiquen íntegramente los cuadernillos de estos exámenes así como la solución a las preguntas, indicando cuáles fueron anuladas en cada versión. La respuesta En diálogo con De La Urbe, Jader Alexis Castaño, jefe del Departamento de Admisiones y Registro de la Universidad de Antioquia admite que hubo anulación de preguntas, aunque dijo no poder identificar exactamente cuántas. “Durante la aplicación de la prueba se aplicaron alrededor de 320 preguntas y de ellas fueron anuladas alrededor de seis preguntas en diferentes jornadas”, afirmó. Sostuvo además que esta es una situación “normal y regular. En el caso de que exista una pregunta que presente inconsistencias por diferentes situaciones, problemas con gráficas, problemas con redacción, problemas con áreas sombreadas, problemas en cuanto a las opciones a responder es el protocolo que se aplica, esa pregunta se anula y, ¿se anula para quién?, para todos los aspirantes garantizando que realmente no se vaya a afectar ni la selección ni en este caso la parte de el lugar obtenido por cada aspirante que eso sería lo trascendental ahí”. Frente al tiempo malgastado por estas preguntas problemáticas y la angustia que pudieran generar en el aspirante, Castaño afirmó, tal y como lo hizo el rector en su carta que “el examen está diseñado para dos horas y nosotros damos tres horas”. En esa hora adicional se da el proceso de identificación, el traslado y la entrega de instrucciones por parte de los docentes y el personal guía. En el caso de ser necesaria la publicación de los cuadernillos, sostuvo que no lo han analizado: “Es en la medida que algún aspirante quiere venir y conocer cuál fue su resultado, ellos perfectamente pueden acercarse y mirar no solo desde el punto de vista del puntaje sino desde el punto de vista de cuáles fueron las preguntas correctas y cuáles fueron incorrectas que respondió”. Pese a las explicaciones dadas, Remberto Rhenals considera que “el examen de admisión de la universidad de Antioquia no puede ser una salchicha, uno se la come, pero no sabe cómo se hace. Máxime cuando todo el mundo tiene una enorme confianza en la Universidad de Antioquia”.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


10 Discurso

Ilustración: Fernando Vicente

Si bien el punto de partida de su análisis es un libro del antropólogo brasileño Roberto Da Matta(1), Vargas Llosa aprovecha para evocar su paso por el fútbol y su condición de “[…] entusiasta (aunque mediocre) back derecho que fui, de la selección de mi clase, en la escuela primaria”. El laureado escritor peruano se identifica con Da Mata, quien “descalifica, muy justamente, como simplista el punto de vista, frecuente en el medio intelectual, que considera al fútbol ‘el opio de las masas’, es decir algo superfluo, trivial, impuesto artificialmente al pueblo para distraerlo de los asuntos serios. El fútbol es en sí un asunto serio y no hay duda de que a través de él sociedades como las nuestras se ‘dramatizan’ a sí mismas, es decir se autodescubren”. Esta idea planteada por Da Matta, y secundada por Mario Vargas Llosa, apenas se viene abriendo paso en Colombia, un país en donde la academia ha mirado de soslayo al deporte, y muy en especial al fútbol, como objeto de reflexión. Osados escritores, contados en los dedos de la mano, febriles estudiantes de pregrado y de postgrado, ante todo hinchas acérrimos de un equipo de fútbol, incursionan con ensayos, libros y tesis de grado que intentan esclarecer fenómenos como por ejemplo las barras y su incidencia cultural, social y política. Pero volviendo con Vargas Llosa y sus coqueteos analíticos con el fútbol, siempre a partir de las elaboraciones del brasileño Roberto Da Matta, el Nobel le otorga a dicho deporte el componente telúrico a la hora de caracterizarlo en su dimensión identitaria, alejándose del común denominador del reglamento: “Es un hecho que cada sociedad da un matiz o coloración particular al fútbol que practica, como lo muestra Da Mata al diferenciar dos prototipos; el fútbol brasileño, que gira en torno de la iniciativa individual, y en el que la picardía, la inspiración y hasta el humor del jugador son esenciales, y el europeo, cuya eficacia reposa en el trabajo de conjunto, en la impersonalización de cada individuo dentro de esa maquinaria que aspira a ser cada equipo”. Sin embargo, el paso de los años y los procesos de aprendizajes de unas y otras culturas, están mostrando, a mi juicio, que Europa viene asimilando con mucha mayor propiedad las enseñanzas del fútbol latinoamericano - la presencia de la individualidad, por ejemplo-, pero sin renunciar a su esencia colectiva. Por su parte, Brasil ha sacrificado su riqueza creativa y creadora, la misma que le ha dado cinco títulos mundiales, y se ha propuesto bajarle presencia al ingenio en pro de la obediencia táctica. Su reciente eliminación en el Mundial de Suráfrica, después de ir derrotando a Holanda 1-0, gracias a una actitud conservadora, contraria a su mentalidad ofensiva, evidenció lo errático de renunciar a dicho cambio de estilo. El nuevo Premio Nobel de Literatura, enfrentado a discernir sobre un asunto aparentemente secundario como es el fútbol – “de los temas menos importantes, el fútbol es el más importante”, dice el técnico italiano Arrigo Sachi-, e incluso llevándolo a niveles que superan lo meramente táctico, destaca cómo, “Con perspicacia, Roberto Da Mata muestra en su ensayo cómo el fútbol materializa para un brasileño ciertas nociones patria, sociedad, destino que de otro modo resultarían para la mayoría de la gente abstracciones más bien esotéricas”. Al respecto, vale la pena mencionar la categórica definición que hace del fútbol el periodista y escritor brasileño Nelson Rodríguez: “¡La patria en guayos!”. Y hablando de patria, y de Brasil, sin perder de vista la nueva faceta que nos ofrece el Nobel Mario Vargas Llosa al ocuparse del fútbol, es pertinente recordar el periodo de la dictadura militar vivido por ese país entre 1964 y 1984, luego del derrocamiento del presidente constitucional Joao Goulart. Como ha de entenderse, si algo se modifica en los regímenes autocráticos es el ordenamiento legal, para dar a paso a la inestabilidad. El escritor peruano cita un nuevo pasaje del ensayo de Da Matta: “Las normas son cambiadas o vulneradas a diario, el mundo del balompié es el paraíso de lo estable y lo continuo. La cancha de fútbol hace las veces de escenario donde se representa un espectáculo ejemplar de legitimidad y legalidad. Allí, en ese espacio, las reglas son siempre idénticas e inevitablemente respetadas (cuando se violan, el culpable es castigado). De otro lado, en ese territorio aparte, cada cual es igual a los demás; no existen privilegios, favoritismos, las personas son juzgadas por su desempeño y no por su fortuna, su familia, sus relaciones o su raza. De este modo, la pasión de nuestros pueblos por el fútbol manifestaría, en verdad, simbólicamente mediante una “transferencia” freudiana una ambición profunda, colectiva, por una sociedad igualitaria y democrática, donde reinara la justicia”. La respuesta inmediata de Vargas Llosa a Da Matta, en este punto, es contundente: “Tengo la sospecha de que se encuentra, más bien, entre los quehaceres de signo “negativo”, como el arte, la religión, el erotismo y la literatura. Negativos en el sentido de que, a través de ellos, el hombre aplaca aquellas necesidades y aspiraciones que la vida en comunidad ha hecho necesario moderar o reprimir en el individuo, pues, dejadas en libertad, satisfechas y fomentadas, constituirían un gravísimo peligro para la sociedad, un seguro agente de desagregación y caos. Esa “negatividad” ha Gonzalo Medina P. encontrado siempre maneras de salir a la superficie a veces muy tortuosas desde las mazmorras en que está sepultada...”. gonzalom32@gmail.com Mientras terminaba de pronunciar su discurso ante la Academia Sueca de las Artes, como paso previo al acto de recibir el Premio Nobel de Literatura 2010, el peruano Mario Vargas Llosa, aunque no lo dijo, evocó su experiencia como “entusiasta (aunque mediocre) back derecho” de la selección de fútbol de su clase. os hechos me llevaron a escribir el presente texto para De La Urbe: por un Pero bien sea que esté en tan sagrado recinto de la cultura mundial, o en la molado, el hecho de que hace un año, el 10 de diciembre, el peruano Mario desta cancha de su escuela, el laureado literato habrá de escribir, a propósito de su Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura; y por otro, la presenreflexión sobre el fútbol, que “esos domingos en la tarde, en las tribunas del estadio, tación, el 12 de septiembre del presente año, en el marco de la Fiesta del Libro de o con más modestia, ante las pantallas de la televisión, nos permiten sacar al aire Medellín, de la segunda edición ampliada de mi antología titulada “Sueños a la libre, por un rato, al antropoide en taparrabos, ávido de placer y cataclismo que, pese redonda”, acerca de la presencia de las artes en el fútbol. Vargas Llosa es uno de los a tantos miles de años de esfuerzos por aniquilar, sigue habitándonos”. autores incluidos en esta selección: En su discurso pronunciado ante la Academia Sueca de las Artes, para recibir el Premio Nobel de Literatura 2010, el peruano Mario Vargas Llosa hizo su propio corte de cuentas con la vida y se ocupó de su primera experiencia con la lectura y la escritura en Bolivia; de su encuentro con el padre que creía ya fallecido; de su amor “Es un hecho que cada sociedad da un matiz o coloración particular al eterno con su prima Patricia Llosa, su mujer hace 45 años; y además tuvo tiempo e fútbol que practica (…) el fútbol brasileño, que gira en torno de la iniciativa inspiración para atacar a los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela, manifestando su decepción con todos ellos por las expectativas transformadoras que cada uno individual, y en el que la picardía, la inspiración y hasta el humor del le produjo en su momento. jugador son esenciales, y el europeo, cuya eficacia reposa en el trabajo Aunque suene pretencioso de mi parte, el nuevo Nobel omitió referirse a una pasión latinoamericana, a la cual él no es ajeno desde la experiencia y desde la de conjunto, en la impersonalización de cada individuo dentro de esa reflexión. Me refiero al fútbol, a esa “dinámica de lo impensado” en palabras del maquinaria que aspira a ser cada equipo”. escritor argentino Dante Panzeri, o al “campo de batalla atravesado por la cultura”, definido por su compatriota Jorge Valdano. A los amantes de la obra de Mario Vargas Llosa, y al mismo tiempo del fútbol, les comparto algunos pasajes del texto que escri(1) Roberto Da Mata, “Carnavais, Malandros e Heróis: Para Uma Sociología bió hace cerca de 30 años bajo el título “El opio del pueblo”, en una clara referencia do Dilema Brasilero”. Brasil, Río de Janeiro, Zahar, 1979. al enfoque ideologizante que este deporte ha tenido en ciertos círculos intelectuales.

“Esos domingos en la tarde en las tribunas del estadio, o con más modestia, ante las pantallas de la televisión, nos permiten sacar al aire libre, por un rato, al antropoide en taparrabos, ávido de placer y cataclismo que, pese a tantos miles de años de esfuerzos por aniquilar, sigue habitándonos” escribió alguna vez Mario Vargas Llosa hablando de fútbol.

Lo que no dijo Vargas Llosa D

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Mirada

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Los chorreros, los jhonseros, los motoristas, los barequeros, los fundidores, los mecánicos, los mototaxistas… son muchos los que viven del oro en el Bajo Cauca. Pero aunque sea dorado y brille, históricamente esta parte de Antioquia ha vivido entre las paradojas de un mineral que trae tantas riquezas como desgracias, tantas bonanzas como pobreza. Las nuevas medidas del Gobierno Nacional para prohibir la minería que consideran ilegal -por lo general es la de pequeños y medianos explotadores- se suma a una larga serie de factores que han llevado a que Nechí, El Bagre, Tarazá, Caceres, Zaragoza y Caucasia -los seis municipios de la subregión- vivan, sobrevivan en medio de contradicciones, de la presencia de grupos armados, de tierras erosionadas, de enfermedades silenciosas, de la presencia de la coca y el narcotráfico, de la corrupción y de luchas para defender su identidad cultural, social y económica. El pasado septiembre, una protesta de los pequeños y medianos mineros paralizó a Caucasia, la “capital” del Bajo Cauca. Se manifestaron en contra de las medidas del Gobierno que considera ilegal su explotación, privilegiando así a las multinacionales del oro. Con cuarenta y ocho horas de protestas, disturbios, comercio cerrado y calles paralizadas, miles fueron los que quisieron hacerle saber a Colombia que son un territorio minero, que el oro es el motor de su economía. Ahora, que se anuncia para este diciembre, un paro indefinido, de grandes proporciones en la región, De La Urbe entrega este dossier -producto del curso de Investigación periodística orientado por el periodista y docente Juan Diego Restrepo, en el pregrado de Periodismo de la Universidad de Antioquia en el Bajo Cauca- en el que se cuenta qué es lo que sucede y ha sucedido allí, en esos municipios con río, calurosos, de pocas montañas y acento caribeño, que son antioqueños como otros, aunque no tengan el seseo y las costumbres de los típicos paisas.

Divis Bohórquez Sierra milenasierra91@gmail.com

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Fotografía: Susana Morón

Vivir del oro Scarleth Cuesta Cañadas scarleth1991@gmail.com

a minería es la base de la economía del Bajo Cauca antioqueño. Estaciones de servicios, comercio, bancos, talleres mecánicos de maquinaria pesada, ente otros, también son beneficiaros de la explotación del oro. Para el presidente de la Asociación de Mineros del Bajo Cauca, Ramiro Restrepo Guerrero, “la minería se ha convertido en una actividad atractiva para toda la comunidad, gracias a ello se benefician directamente veinte mil familias. La economía de la subregión y, fundamentalmente, la de Caucasia, se ha dinamizado al punto que alrededor del 80% del comercio gira en torno a esta actividad”. Según Camilo Valoyes Rivas, operador de máquinas, “se estima que por cada mina hay por lo menos 40 trabajadores, quienes están a la cabeza de un hogar y reciben alrededor de un millón de pesos mensuales”. Cada ocupación dentro del sector minero es importante. Las labores van desde chorreros, que son los encargados de direccionar el agua hacia las máquinas para limpiar el oro; motoristas, que manejan el motor para que este realice el proceso de clasificación; ayudantes, quienes están pendientes de las necesidades de los operadores y vigilan que las máquinas no se atasquen; operarios, encargados de manejar las máquinas; jhonseros -a las lanchas allí se les llaman jhonson- quienes llevan el acpm por los ríos; y las guisas, encargadas de la cocina y de otras labores domésticas, como el lavado de la ropa de los trabajadores. Andrés Palencia Viloria, de la Asociación de Barequeros de Bajo Cauca, asevera que los barequeros se benefician directamente de la actividad aurífera, ya sea en las minas o en las orillas de los ríos. Los que están en las minas “son personas que con batea en mano buscan oro en pequeñas cantidades de tierra que el balde de la máquina ha dejado de extraer”. Todo ello se refleja en el comercio. Las estaciones de servicios venden acpm para las minas en grandes cantidades. El administrador de la estación Kennedy Caucasia, Gustavo Brun Márquez, explica que “la venta de acpm para las minas es diaria,

mensualmente se venden alrededor de 40 mil galones”. El precio del galón varía constantemente, en este momento cuesta 7.460 pesos, lo que equivale a 298 millones mensuales. Compradores y fundidores Los negocios donde se compra el oro son otro grupo beneficiado. El presidente de la Asociación de Comerciantes de Caucasia, Juan Diego Calle, asegura que “anteriormente en un mismo sector se ubicaban siete compras de oro, pero debido a la demanda, producto de la actividad minera, podemos encontrar hoy en día, en un mismo barrio, 23 compras de oro entre grandes y pequeñas”. El presidente de la Asociación de Mineros del Bajo Cauca, Ramiro Restrepo, agrega que, “no solo en Caucasia hay nuevas compras de oro, en el Bagre hay seis nuevas grandes y tres pequeñas, en Nechí dos nuevas grandes y dos pequeñas, en Zaragoza hay seis nuevas, en Cáceres dos y en Tarazá tres”. Otros beneficiarios son los talleres mecánicos dedicados a la reparación, mantenimiento y venta de repuestos para las máquinas que operan en las minas; han venido creciendo en cantidad, pero de ellas hay poca información porque muchos no se registran ante la Cámara de Comercio de Caucasia. Las tiendas o graneros también se integran a esa dinámica, pues son los proveedores de víveres de las llamadas “mercas”, el mercado que hacen los mineros para llevar a sus campamentos y que por lo general alcanzan para 20 días. Los mototaxistas también entran en el negocio ya que acceden rápido y sin obstáculos a las remotas minas. Argemiro Rico, integrante de la Asociación de Mototaxistas de Caucasia (Asocauca), cuenta que por cada carrera cobran de 30 a 40 mil pesos, cifra que normalmente se ganarían en todo un buen día de trabajo.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Barequero y raspachín Fotografía: Juan Diego Restrepo

Susana Morón susam10-2008@hotmail Ana María Ruíz Mejía. anis210205@hotmail.com

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De oro y coca

Si bien la actividad minera ha sido de gran importancia en la identidad del Bajo Cauca antioqueño, en la última década la coca también ha tenido influencia en su desarrollo económico y social. Visión panorámica de una zona que ha vivido entre el oro y la coca. Benacir Lozano. benacir@hotmail.es

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l Bajo Cauca es una subregión reconocida por la explotación aurífera de aluvión y, en menor proporción, de veta. La de aluvión ha permitido la subsistencia de una buena parte de su población. Actualmente existen aproximadamente 2016 minas en todo el territorio, siendo Cáceres y Nechí los municipios con más minas. La de veta, que requiere tecnología, ha sido practicada por las firmas Mineros de Antioquia en el Bagre y Oronorte en Zaragoza. A partir de 1541, la explotación minera se concentró en el cerro de Buriticá, el río Nechí y las regiones de Cáceres y Zaragoza. De acuerdo con un estudio del Instituto de Estudios Reginales (INER), debido a su concentración de oro, los primeros caseríos se construyeron sobre las orillas de los ríos Cauca y Nechí; sin embargo, buena parte de la población seguía la ruta del mineral precioso a través de pequeños riachuelos. El establecimiento y duración de los asentamientos dependía del agotamiento de las minas. Debido a la continua búsqueda de oro, aparecieron personas libres, mazamorreros y jornaleros, en su mayoría mulatas, zambas y mestizas, que generaron un cambio “positivo” en la producción aurífera, pues ésta se había estancado debido a la escasez de mano de obra esclava. En el siglo XIX, entre los años 1825 y 1888, los problemas de mano de obra se fueron superando con la llegada al país de los molinos de pezones y de arrastre para la pulverización de los minerales, las técnicas de fundición que permiten el desarrollo de la minería de veta, el motor hidráulico y las dragas. Además, llegaron las empresas extranjeras que recibieron concesiones de minas en las cuencas de los ríos Nechí y Porce. Una de las primeras compañías que llegó al Bajo Cauca fue la Pato Consolidated Gold Mine, la cual, según Guillermo Alberto Arévalo en su crónica Los trabajadores del oro solo poseen su miseria, alcanzó a operar el 90% de las minas y se consolidó como la mayor causante de la descomposición social y ambiental de este territorio. El auge del oro en aquella época no solo atrajo a grandes empresas mineras, sino a numerosas personas del departamento y de otras regiones del país. Allí llegaron poblaciones completas, desatando una lucha por la apropiación de las tierras y los recursos, lo que a su vez generó conflictos económicos, sociales y militares. Durante buena parte del siglo XX se presentaron conflictos alrededor de la actividad aurífera: concesión de tierras, adjudicaciones de baldíos, transformación de tierras abiertas en zonas adecuadas para la ganadería, invasiones de reservas naturales y arrendamiento, concesión y venta de tierras a extranjeros. Con el auge minero de la década del setenta se agudizaron los conflictos por la tierra debido a las invasiones a las haciendas donde se presumía que había yacimientos de oro, así como a las ciénagas y las reservas naturales. También comenzaron a evidenciarse transformaciones culturales y económicas muy significativas. Además, la nueva riqueza atrajo a los grupos guerrilleros Farc y Eln, que llegaron a la zona comienzos de los años ochenta.

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El otro oro A comienzos de los años noventa la minería entró en crisis por los bajos precios del oro. Los mineros buscaron otras alternativas para su subsistencia: se fueron para otras partes, invirtieron sus ahorros en el comercio o se dedicaron a la siembra y procesamiento de hoja de coca. El surgimiento de grupos paramilitares complicó las cosas, pues auspiciados por sectores económicos legales y también por los narcotraficantes, entraron a disputarle los territorios a la guerrilla. Tarazá se convirtió en el epicentro de la producción cocalera, siendo los corregimientos de El Doce y La Caucana los de mayor auge de las actividades ilegales relacionadas con este negocio. Hasta allá llegaron cientos de mineros que se cansaron de arañar la tierra en busca de mejores ingresos, aparentemente con menos sacrificios y mayores ganancias. Por cerca de una década, la producción de cocaína ocupó el espacio que había dejado la minería y absorbió mucha de la mano de obra que quedó cesante. La riqueza fluía y junto a ella nuevas dinámicas comerciales. Caucasia se convirtió en el centro de las inversiones y del lavado de activos. Pero este tipo de actividades ilegales no son sostenibles en el tiempo y al Bajo Cauca llegaron las acciones de control de los cultivos como la aspersión aérea y la erradicación manual. Y a la par con ese combate frontal del Gobierno Nacional a la producción de cocaína, el precio del oro volvió a tomar impulso. Resultó más lucrativo retornar a las minas que seguir abriendo bosque para sembrar más hoja de coca. En el año 2008 se reactivó la actividad minera en la subregión y con ella volvieron los conflictos por el uso del suelo, el deterioro ambiental, las intoxicaciones por el uso del mercurio y el cianuro, la disputa entre estructuras armadas ilegales por las rentas de este negocio y la corrupción por el manejo de las regalías que deja esta actividad a los municipios. Hoy el Bajo Cauca está nuevamente en las minas, sacando oro, pero lo que muchos se preguntan es qué pasará una vez se acabe este metal precioso o los precios vuelvan a caer drásticamente y no generen riqueza.

s un buscador de oro. Todos los días se levanta a las cuatro de la mañana, prepara su cajón, batea, pala y portacomida, y sale de la casa con las herramientas de trabajo en su espalda, la manera más cómoda para transportarles en su motocicleta, que aún paga a cuotas. Tiene 27 años y empezó en la minería cuando tenía siete. Mientras muchos niños asistían a sus escuelas en Tarazá, él aprendía el oficio de buscar oro en las entrañas de la tierra. Ahora Pablo trabaja como barequero en Puerto Antioquia, un caserío a quince minutos del casco urbano de ese municipio. En sus alrededores montañosos se observan amplios y profundos cortes de mina y un camino pedregoso por el que día a día transitan los mineros hacia su sitio de rebusque. Aunque allí y en otros caseríos cercanos a Tarazá las minas abundan, no en todas se puede entrar libremente, se necesita un permiso especial de los administradores. En su peregrinar de mina en mina, Pablo logró obtener un permiso en un frente de mina en la Hacienda Río Rayo. Allí hay varias excavaciones, entre ellas un boquete de más de 100 metros de ancho y treinta de profundidad donde trabajan desde las primeras horas del día decenas de hombres, mujeres y niños. Él creció dedicado a la minería, pero cuando cumplió los 17 años, un nuevo auge de plata le abrió los ojos, el de los cultivos de coca. Desde mediados de la década de los noventa se tenía conocimiento de su siembra en el Bajo Cauca, pero solo hasta 2001 logró desplazar el interés por el oro hasta convertirse por varios años en una bonanza económica. Pablo empezó como raspachín, un trabajo “muy duro”, pues implicaba levantarse desde las cinco de la mañana para evitar el sol y arrancar buenas cantidades de hojas de coca hasta antes del medio día, momento en la cual se hacía insoportable el calor. Entre más hojas raspara más plata ganaba, pero pese a la ambición, sus manos ampolladas por esta labor le impedían ser más eficiente. El último trabajo que realizó en estas parcelas fue como fumigador de la hoja de coca. Para ello también debía levantarse temprano, ponerse botas, careta y una pesada bomba en los hombros, con la que fumigaría desde las seis de la mañana hasta las cuatro de la tarde las amplias hectáreas montañosas de coca que abundaban a más de ocho horas de camino del corregimiento del Guáimaro, por no más de 20 mil pesos diarios. Hace ya casi tres años decidió volver a la minería, cansado del esfuerzo mal recompensado y temiendo por lo que lo podría pasar con sus hijos si en cualquier momento la Policía o el Ejército se metieran de repente al laboratorio y lo llevaran preso. A pesar de las dificultades, sabe que esta actividad es actualmente la mejor opción para mantener a su familia, aunque ya no es una labor tranquila como lo era antes. Debido a las medidas del Gobierno Nacional contra la llamada “minería ilegal”, en esta subregión hay constantes intervenciones de la Policía para cerrar aquellas minas que no tengan los papeles en regla. Constantemente las autoridades reúnen a todos los mineros para advertirle los problemas que les puede acarrear explotar una mina sin los requisitos exigidos por la ley. Pese a que se tenga que respetar esa cintilla de “sellado” que coloca la Policía cada vez que cierra una mina, la necesidad lo obliga a él a y muchos otros a violar esa restricción: “a veces uno se mete a la mala porque la obligación, ver los niños con hambre, lo reventar por donde sea”.

* Nombre cambiado por seguridad


13 Fotografía: Susana Morón

La tajada de las bacrim Andrea Zabala andreazabala6@gmail.com David Márquez zzonalocha@gmail.com

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as llamadas bandas criminales emergentes (bacrim) también se benefician con el boom minero que vive el Bajo Cauca antioqueño desde el 2008. A través de presiones armadas a los dueños de los entables, logran recaudar de manera ilegal por lo menos 100 millones de pesos mensuales. Estructuras armadas conocidas como Los Rastrojos, Los Urabeños y Los Paisas, surgidas con posterioridad a las desmovilizaciones colectivas de los distintos bloques y frentes de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), han fijado “tarifas” que cobran por la instalación y funcionamiento de las minas, muchas de ellas consideradas ilegales. El precio de la extorsión depende del número retroexcavadoras o dragas que trabajen en las zonas de explotación. Francisco Carvajal* es un minero que administra varios frentes de mina en esta subregión de Antioquia y también en Córdoba. Para poder trabajar tuvo que pagar por instalarse en aquellos sitios donde tiene sus entables. Uno de ellos está en el municipio de Puerto Libertador. Inicialmente pagó tres millones de pesos a la banda criminal Los Paisas por instalar la mina en su territorio y cada mes debe cancelar un millón de pesos por la retroexcavadora que se encuentra trabajando en el lugar. Un caso similar vive Alberto Benavides*, quien debe cancelar a las Farc cuatro millones quinientos mil pesos por las tres retroexcavadoras que tiene trabajando en una mina a varias horas de El Bagre. Fuentes del Distrito Especial de Policía de Caucasia explican que la pequeña minería le tributa a las llamadas bacrim de dos maneras: a nivel de financiamiento, con un aporte económico obligatorio, y de estructura logística, que incluye transporte, para que estas bandas se movilicen en el territorio, además deben contribuir con alimentación y material de guerra en caso de que miembros de estos grupos lo requieran. Pero a juicio de las fuentes consultadas, hay pocas denuncias al respecto. Lo dicho por los mineros lo constata Oscar Jiménez*, un integrante de la banda Los Rastrojos, desmovilizado en el año 2006 con el Bloque Central Bolívar, quien accedió a explicar con detalle la influencia que tienen en el Urabá. Según este hombre, por cada retroexcavadora el administrador de la mina debe pagar dos millones de pesos así no esté funcionando la maquinaria; del mismo modo, por cada draga los mineros deben pagar 600 mil pesos. “Quien no pague el montó estipulado debe recoger las maquinas y desalojar el terreno para que otra persona trabaje en el lugar. Además, quien se niegue a pagar la extorsión puede sufrir atentados contra su vida”. Para el cobro de las extorciones se ha establecido un acuerdo: dentro de un municipio solo puede cobrar el grupo que esté al mando, sin embargo, este acuerdo se ha quebrantado en muchas ocasiones. En caso de que en un municipio existan dos grupos por ejemplo, Las Farc y Los Paisas, estos deben respetar las adquisiciones de cada uno. Los primeros cobran por la producción de la coca mientras que los otros recaudan las extorciones de la minería.

Se sabe, se dice que empresas criminales intervienen en la minería para legalizar su capital ilícito. Uno de los renglones en donde hacen presencia es en las regalías.

El negocio de las regalías Andrea Zabala susam10-2008@hotmail David Márquez 560 millones congelados. A esta situación se suma el que haya zzonalocha@gmail.com

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n Antioquia, algunos municipios reciben regalías por producción de oro cuando en sus jurisdicciones no hay una sola mina. Tal paradoja estaría revelando que detrás de todo habría mafias constituidas especialmente para beneficiarse de estas transacciones fraudulentas a través de las cuales lavan el dinero del narcotráfico. En este listado de municipios que se han visto involucrados en el ‘carrusel’ de las regalías de oro figuran Bello y Maceo. Según Ramiro Restrepo, presidente de Asomineros, aparecen como uno de los mayores productores de oro del Departamento, recaudando el 4% de la cantidad del metal declarada sin contar con entables que lo produzcan. Según Restrepo, esta situación se debe a que el método de las boletas empleadas para llevar el control de la comercialización de oro es vulnerable porque permite que ‘tramitadores’ declaren el metal como proveniente del lugar donde fue negociado. Así, acuerdan el reintegro del 30% del costo de las regalías, de ello al dueño del metal le corresponde el 18% y al tramitador el 12%. De este modo, para el año 2007, en Caucasia hubo un ingreso de aproximadamente 530 millones de pesos por regalías de oro, para el 2008 se recaudaron 390 millones de pesos, en el 2009 se registraron 740 millones pesos y en el 2010 hubo un incremento que alcanzó una cifra de 1.114 millones de pesos. En Zaragoza, municipio en el que hay 103 minas legalizadas, en el 2008 se recaudaron 992 millones pesos, en el 2009 ingresaron 1.446 millones pesos y para el 2010 fueron 1.238 millones de pesos, de acuerdo con información suministrada por la Secretaría de Hacienda de esta localidad. En El Bagre, municipio que cuenta con 159 minas, según Nino José Rincón Romero, secretario de Hacienda, se recaudó en 2008 un total de 1.767 millones de pesos, en el 2009 fueron 1.161 millones de pesos y en el 2010 ingresaron 2.083 millones de pesos. Y en Nechí estas cifras van en aumento luego de que el recaudo estuviera suspendido. Según Hernán Grisales, Secretario de Hacienda Municipal, para el 2008 el monto fue de 326 millones de pesos, en el 2009 se captaron 1.755 millones pesos, y para el 2010 la cifra fue exuberante, se recaudaron 3.128 millones de pesos. En el caso de Tarazá, este equipo intentó contactarse con la administración municipal para que brindaran información acerca de las regalías, pero ningún funcionario atendió el llamado. Según un informe emitido por la Gerencia de Comunicaciones de la Gobernación de Antioquia, 42 municipios antioqueños tienen suspendido el giro de los recursos de regalías, entre otras razones, porque no enviaron la información durante el periodo 1999-2004. Entre ellos se encuentra Cáceres con

23 investigaciones abiertas en Antioquia por causas que se centran en que la ejecución del presupuesto no ha estado sujeta a lo establecido por la Ley 141 de 1994. En relación con Cáceres, en la investigación “Cuarenta municipios de Antioquia tienen regalías en la ‘nevera’”, realizada por El Tiempo, la situación se debe a que no enviaron a la Dirección de Regalías del Departamento Nacional de Planeación la información clave sobre los proyectos donde se piensan invertir estos recursos, desde septiembre de 2010 en este municipio se aplicó la suspensión preventiva de giros y sólo hasta el 25 de mayo de este año se notificó el levantamiento de la medida por lo que 2.980 millones de pesos quedaron a su disposición. El Gobierno Nacional actualmente distribuye las regalías a los municipios donde fueron declaradas, pese a conocer las investigaciones que la Fiscalía viene realizando, luego de que en el 2009 el ‘ex’ jefe paramilitar Salvatore Mancuso revelara su forma de operar en el negocio del oro. Él manifestó que legalizaba su capital por medio de la venta de oro. El metal lo compraba en Panamá y un grupo de lavadores lo ingresaba a Colombia para fundirlo y entregarlo dosificado a alcaldes, quienes se encargaban de llevarlo a las fundidoras que lo reportaban como explotación local. En este carrusel se involucraron municipios como Ayapel, Buenavista, Montelibano y Planeta Rica, en Córdoba. Es requisito de los compradores llevar un control en el que se especifiquen datos como el nombre y la cédula ó Nit de los vendedores, para brindar así un informe mensual al Ministerio de Minas y Energía de cuánto oro es comercializado. No obstante, las cifras estarían mostrando, según fuentes consultadas en Caucasia, que hace falta mayor rigurosidad en el análisis de la situación por parte de los organismos de control. Conocedores del tema precisan que los controles serían posibles si hubiese mejor disposición de algunos actores de la cadena de comercialización del oro, por cuanto los expertos son capaces de reconocer de dónde proviene el metal. El oro, de acuerdo con su característica de pureza, varía de un territorio a otro. No es difícil descubrir de acuerdo con la ley que el oro tiene, cuál es su proveniencia. Por ejemplo, el único oro que tiene ley 980 es el de Ayapel (Córdoba); otras características como el color también indican el lugar de origen; por ejemplo, el oro chocoano es más amarillo que el de otras regiones. Detrás de estas maniobras para llevar el oro de un lado a otro y declararlo en algunas alcaldías hay mafias que se valen de los vacíos de las normas para legalizar sus dineros ilícitos. Se espera que con la atención que le está prestando el actual Gobierno Nacional al tema de la corrupción, estas prácticas sean corregidas de manera eficaz. *Los nombres de las fuentes han sido cambiados para proteger su integridad.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Tierra legislada Pese a que existen leyes que regulan la minería en el país, su aplicación está lejos de convertirse en una política efectiva frente a los desafíos que representa este sector.

Dorance Herrera Arias doranceherrera@gmail.com

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Fotografía: Ever Aleán Borja

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Franklin Torres Mendoza franks153@hotmail.com

l acelerado crecimiento de explotaciones auríferas, la desarticulación de los organismos del Estado a la hora de fiscalizar el cumplimiento de la normatividad y de brindar acompañamiento y capacitación a los mineros artesanales, han ocasionado que la actual legislación minera se haya quedado corta, por lo que se requiere una revisión a fondo por parte del Gobierno Nacional. En el país se han creado diversas disposiciones y políticas en el ámbito ambiental. El primero de estos avances corrió por cuenta de la Constitución Política de Colombia de 1991, que en su artículo 80 establece: “El Estado planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. Además, deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados. Así mismo, cooperará con otras naciones en la protección de los ecosistemas situados en las zonas fronterizas” En el 2001, el Ministerio de Minas y Energía logró consolidar una iniciativa. Se trataba de la Ley 685 (Código de Minas), con la que se le dio mayor alcance a aspectos ya reseñados por la Constitución Política de 1991. El artículo 50 de este código señala: “los minerales de cualquier clase y ubicación, yacentes en el suelo o el subsuelo, en cualquier estado físico natural, son de la exclusiva propiedad del Estado, sin consideración a que la propiedad, posesión o tenencia de los correspondientes terrenos, sean de otras entidades públicas, de particulares o de comunidades o grupos. Quedan a salvo las situaciones jurídicas individuales, subjetivas y concretas provenientes de títulos de propiedad privada de minas perfeccionadas con arreglo a las leyes preexistentes”. Desde mediados de 2009 se inició un plan de reforma a la Ley 685 de 2001. La propuesta buscaba excluir de todo tipo de exploración y explotación minera a zonas de páramos, de reserva forestal y humedales protegidos por la Convención de Ramsar, un tratado intergubernamental ratificado por Colombia que se adoptó en la ciudad iraní de Ramsar en 1971 y entró en vigor en 1975. En febrero de 2010 se modificó la Ley 685 de 2001 con la entrada en vigencia de la Ley 1382, que se convirtió en el nuevo Código de Minas y que estableció, entre otras cosas, los términos de concesión de la licencia, zonas de exclusión y el Plan Nacional de Ordenamiento Minero. Si bien está norma se convertiría en el punto de partida del Gobierno para regular la actividad minera en el país, la Corte Constitucional

la declaró parcialmente inexequible y suspendió por dos años su entrada en vigencia, entre otras razones, porque no fueron respetadas las comunidades indígenas y afrodescendientes. El crecimiento del negocio Según un informe del Dane, las exportaciones mineras pasaron de 2.821 millones de dólares en 2002, a 8.081 millones de dólares en 2009, lo que demuestra un crecimiento importante, pero que a su vez, trae aparejado una serie de problemas difíciles de atender con las actuales normas. Uno de los primeros problemas es el de la seguridad técnica. Tragedias como la registrada el 16 de junio de 2010 en la mina San Fernando, en Amagá (Antioquia), donde tras la explosión en uno de sus socavones murieron 73 obreros, demostró la falta de seguridad como una de las problemáticas de esta actividad económica. La situación quedó nuevamente a flote el 25 de enero de este año, cuando un accidente en un yacimiento de carbón en Sardinata (Norte de Santander), cobró la vida de 21 mineros. El suceso puso en cuestionamiento las políticas del Ministerio de Minas, tanto así que horas después de esta tragedia, Carlos Rodado Noriega, en ese entonces jefe de esa cartera, reconoció que las minas de carbón en el país son una “bomba de tiempo”. Según Luis Fernando Londoño, ingeniero ambiental de la Corporación Autónoma Regional para el Centro de Antioquia (Corantioquia), en la subregión hay 15 minas donde se cumple un control ambiental frente a unas 2 mil que operan desde la ilegalidad. Pablo Contreras*, representante de la Asociación de Barequeros Artesanales del Bajo Cauca, sostiene que la ley beneficia a las empresas multinacionales y poco se tiene en cuenta al barequero. “A Nosotros nos toca asociarnos en cooperativas y organizaciones para buscar formas de legalizar nuestra actividad, pues de otra forma sería imposible porque no contamos con los recursos económicos para emprender planes técnicos de exploración y explotación minera”, agrega. Carlos Arturo Piedrahita, exrepresentante a la Cámara y exsecretario de Minas del Departamento de Antioquia, asevera que el Gobierno Nacional, sin conocimiento de causa, procede contra toda la minería ilegal del país en vez de buscar que ésta se legalice, pero para eso deben crearse, según él, políticas claras de explotación, fomento, desarrollo y, al mismo tiempo, dar acompañamiento presupuestal, técnico y ambiental por parte del Estado a los mineros. Él enfatiza que “no solamente en el Bajo Cauca sino en todo el país no se cumple la ley”, precisamente porque falta organización en el Gobierno para facilitar los medios a la hora de ayudar y capacitar a las personas dedicas a esta actividad. *Nombre cambiado a petición de la fuente

L

La erosión

os daños ocasionados a ríos, quebradas, cuencas y suelos hacen parte de los estragos que ha dejado la actividad minera en el Bajo Cauca. El uso del cianuro y el mercurio provoca la muerte de peces y ganado, al igual que la infertilidad de los suelos, impactando los cultivos de los campesinos. Pero allí no sólo se vive de la explotación aurífera. También hay agricultura, ganadería y pesca, actividades que son afectadas por la minería. Actualmente en esta subregión funcionan más de 2.000 minas de oro tipo aluvión, de las cuales sólo 15 están constituidas legalmente y presentan el estudio de impacto ambiental requerido por las normas. Estas cifras, según Guillermo León Diosa Pérez, director de la Territorial Panzenú de la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Corantioquia), no contemplan a los barequeros que realizan esta actividad artesanalmente. La actividad minera modifica en gran medida la constitución de los terrenos, acumula y deja al descubierto grandes cantidades de material estéril, produce la destrucción de áreas cultivadas, pues implica la eliminación de la vegetación en el área en la que opera. Además, forma grandes lagunas con el material descartado y puede alterar el curso de los afluentes debido a la elevación del nivel por sedimentación. Y justamente una de las grandes consecuencias de sedimentación provocada por la minería en los ríos Cauca, Nechí, Man y Tigüí en la dura época invernal del 2010 fue la desaparición de veredas y la migración de familias de la zona rural a diferentes municipios de la subregión como Caucasia, Nechí

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y El Bagre. A finales del año pasado, la vereda Los medios perteneciente a Caucasia, desapareció debido a la fuerte inundación. Corregimientos como Palomar y Guarumo también se vieron afectados. A la minería también se le debe el hecho de provocar hundimientos y formaciones de pantanos, cuando los niveles del agua subterránea suben a los cúbicos (excavaciones realizadas para extraer oro). Y provoca la inhabilitación de suelos por apilamiento de material sobrante. En cuanto a la afectación de los suelos, León Diosa explica que hace cinco años había aproximadamente 22 mil hectáreas de desiertos lunares, como se le denomina a las tierras degradadas por minería, en el 2008 incrementó a unas 41 mil hectáreas y actualmente, las tierras maltratadas alcanzan las 45 mil hectáreas. Para contrarrestar el impacto sobre los suelos se han tomado medidas de recuperación. Según el director regional de Corantioquia, “se ha logrado que en el Bajo Cauca se tenga aproximadamente unas 10.000 a 11.000 hectáreas sembradas de la acacia mangium una especie muy promisoria que resultó ser muy buena para la recuperación de áreas degradadas”. Rafael Ruiz Merlano, director de la Umata de Caucasia, agrega que en estos momentos se está haciendo un trabajo de recuperación de suelos mediante el establecimiento de praderas, unas con cítricos y otras con variedad de pasto.

Lili Franco y Joaquin Alberto Osorio


De perfil

G

anarse el Otto de Greiff no es nada sencillo. Este concurso creado por la Universidad Nacional busca promover la investigación académica y el fortalecimiento de las relaciones interinstitucionales entre muchas de las más importantes universidades de Colombia, entre públicas y privadas: La U de A, la UPB, la de los Andes, La Javeriana, la del Norte, la del Rosario, la UIS, la del Valle, La Eafit y por supuesto, la Nacho. No todos los trabajos de grado pueden participar en este concurso. Las condiciones son estrictas, deben haber recibido en sus respectivas universidades menciones honoríficas, meritorias, laureadas o premios especiales. Además de eso, debe seleccionarse uno por facultad, por medio de un concurso interno. Y luego, de esos seleccionados, un comité por institución, decide cuales consideran dignas de representar a la Universidad nacionalmente. En sus 15 versiones, la Universidad de Antioquia ha ganado varias veces. En este 2011 hizo moñona al ganar el primer lugar en las áreas de Ciencias Exactas y Ciencias Sociales. El físico Ian Mondragón y el filosofo Carlos Mario Vanegas, respectivamente, fueron los autores de esos premiados trabajos de grado.

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El premio mayor

El físico Stiver Peña. stiver.pena@gmail.com

El filósofo

R

echazar una beca en Yale, estudiar tres trimestres en Cornell también becado y decidirse al fin por la Universidad de Illinois porque su orientación académica está más encaminada a lo que desea, manifiesta no solo talento sino una capacidad académica suficiente que le ha permitido superar los difíciles procesos de selección de estas prestigiosas universidades. Ian Mondragón Shem, realizó sus estudios de pregrado en el Instituto de Física de la Universidad de Antioquia, con un invaluable promedio acumulado de 4,89, varias publicaciones internacionales antes de su graduación y con el mejor puntaje de las pruebas Saber Pro en Física, en el periodo 2009-2. Con escasos 24 años, actualmente se encuentra cursando un doctorado sobre Estado Sólido Teórico, en la Universidad de Illinois, haciendo parte del grupo de investigación del argentino Eduardo Fradkin, Ph. D. en Física de la Universidad de Stanford y profesor asociado de la Universidad de Illinois. Fradkin es internacionalmente reconocido por sus contribuciones a los problemas en la interfaz entre la teoría cuántica de campos y la física de materia condensada. Ian hace parte de su selecto grupo de investigadores, formado además por otros jóvenes físicos e investigadores de todo el planeta. Boris Anghelo Rodríguez, Ph. D. y profesor del Instituto de Física de la Universidad de Antioquia, aún recuerda cuando vio por primera vez a Ian, mientras era partícipe de un proceso de selección para hacer parte de un grupo de investigación. Sus definidos rasgos asiáticos y su timidez fueron los aspectos iniciales que Boris más recuerda, pues Ian no era de apresurarse a lanzar respuestas, sino que se quedaba callado analizando muy bien las cosas para decir algo, comportamiento distinto al de los otros estudiantes que también hacían parte del proceso y que se aventuraban a manifestar sus talentos de forma rápida. Ian, que se encontraba en sus primeros semestres universitarios, cursando las materiales generales de cualquier pregrado de Ciencias Exactas, fue elegido por Boris y otro profesor, porque notaban en él características innatas que evidenciaban mucho talento para la física: “Veíamos en él un diamante en bruto y no nos equivocamos” afirma el profesor Rodríguez. Agrega que en Ian se notan cualidades muy integrales que unen el talento y la disciplina necesaria, pues era usual que llevase aprendida la lección de la clase, hasta el punto de corregir al profesor al notar una errata. Cuando aún no finalizaba su pregrado, gestionó lo suficiente para ir a estudiar un año a la Universidad de California en San Diego, donde tenía como profesores a físicos de renombre internacional, que suelen ser los autores de los libros de guía para profesores en el resto del mundo. En su estancia en la Universidad de California, contactó y le pidió trabajo al profesor Congjun Wu, gran investigador en el campo del magnetismo cuántico, la superconductividad, la física orbital, los sistemas de átomos fríos y los sistemas topológicos de la materia condensada. El profesor Congjun Wu, le ayudó con la codirección de su tesis de grado, escrita inicialmente en inglés para captar la mayor cantidad de lectores internacionales. En ella Ian planteó ciertas ideas desarrolladas con el profesor Wu y con el Instituto de Física de la Universidad de Antioquia, sobre ciertos tipos de condensados de BoseEinstein y sus particularidades físicas. Con esa tesis de grado ganó el premio Otto de Greiff. Boris, dice que como Ian muy pocos estudiantes han pasado por el Instituto de Física, que si bien hay estudiantes muy sobresalientes, jamás había tenido la oportunidad de conocer a alguien que superara en cualidades a todos y que se pudiese comparar con grandes físicos del mundo. “Yo espero muy buenas cosas de Ian y sé que él podrá lograrlas sin duda alguna”.

Carlos Fernando Arroyave Ramírez plataformadeletras@terra.com.co

A

udaz, profundo, estudioso, disciplinado, son algunas de las palabras que describirían a Carlos Mario Vanegas Zubiría, hoy candidato a Magíster de la Facultad de Artes, filósofo y entusiasta de la literatura, amante de los idiomas antiguos y profesor con gran mérito de la Universidad de Antioquia. El fue capaz de conectar, con pasión y serenidad, a uno de los autores más arduos e imponentes de la historia de la filosofía, Hegel, con un personaje colombiano poco famoso y nacido en la colonia: Gregorio Vázquez de Arce, el pintor más prolífico del entonces Nuevo Reino de Granada, quien, según malas lenguas, enloqueció a sus 72 años. Para entender la dimensión del trabajo de grado de Carlos Mario, debe partirse de una amable noción, la misma que cultivó entre sus alumnos el profesor Javier Domínguez Hernández -su mentor y asesor-, del Instituto de Filosofía de la U de A, quien sembró con paciencia las mejores semillas de la obra hegeliana entre sus escuchas, y mostró con talento la real dimensión de lo que podríamos llamar el Ideal del arte en la obra de ese filosofo. La lectura obligada para entender tales posturas es “Lecciones de estética”, un texto que ha suscitado admiración y rechazo, pues subsiste allí una triste interpretación que pretende encasillar a Hegel como un defensor de la tesis que indica que el ideal del arte consiste en alcanzar ‘la belleza’ como su producto más precioso, como su acabado más perfecto y seguro. Para liberar de la imprecisa interpretación que han atribuido algunos lectores de sus ‘lecciones sobre la estética’, basta entender que el Ideal del arte para Hegel es el arte mismo en sus realidades históricas, cosa que niega de tajo cualquier paradigma homogéneo de belleza. Carlos Mario entendió en ese orden de ideas, que es imposible pensar el arte sin conocer su función específica en la cultura. Si se desconoce la cultura de donde viene una obra de arte, es imposible comprenderla. Y para ello conectó a Hegel con la obra de un pintor de arte religioso en la colonia, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. Y se adentra en su obra para realizar un trabajo de grado que tuvo el valor de elegir un camino poco querido en la ortodoxia filosófica colombiana y mundial: el del Ensayo literario. Con la firmeza que lo caracteriza, un texto no menos sesudo empezó a cobrar vida, y gracias a ese acercamiento crítico y juicioso a la literatura que logró en sus estudios de filosofía, Carlos consolidó un escrito polémico, provocador, maduro y reflexivo, en torno al artista que fuera apresado en 1701 por participar en el rapto de una amante del oidor de la Real Audiencia, y que al verse libre, padeció una vida miserable y pobre. El resultado es el trabajo de grado “Una interpretación hegeliana: La circunstancia del mundo en Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos”, ganador del premio Otto de Greiff. Carlos Mario agradece con suma delicadeza a varios de sus cómplices y maestros en las aulas escolares y universitarias: profesores como Pablo Montoya, Cañas Foronda y Efrén Giraldo se quedan en su memoria. Socarronamente, afirma que a sus amigos de carrera, siempre en forma jocosa los molestaba diciéndoles que se iba a ganar algún día el Otto de Greiff, asunto que fue forjando cuidadosamente, para concretar como cualquier obra de arte, una propia. Su tierra natal, Marinilla, tampoco escapa a su memoria; el barrio Las Margaritas, donde se crió, sugiere con imágenes frescas el verdor de un municipio lleno de vida, amistades y recuerdos de infancia. Ese es Carlos Mario, como en un fresco, con los ojos brillosos, con las dreadlocks que lleva consigo y que podríamos considerar expresión genuina del artista y filósofo que hay por dentro.

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16 Punto de encuentro

La casa de los romanos En plena 45, la calle del tango y ahora del metro plus hay una casa y en ella un gimnasio que es un complejo comercial deportivo habitacional. Para quienes transitan por allí es imposible no mirar hacia esa fachada que refuerza esa imagen del paisa negociante y emprendedor. Juan Felipe Mejía García felipemejiagarcia@gmail.com

H

omónimo del famoso cantante de tantos, cuando en 1985 Alberto Gómez se vino a vivir a Manrique, este era en Medellín el barrio tanguero por excelencia. Él no trajo entre sus pertenencias un bandoneón o una guitarra para honrar su nombre y estar a tono con su nuevo hábitat. Tampoco empacó un acordeón que delatara su origen costeño. Lo que traía en sus maletas era un par de mancuernas, una tabla para fortalecer abdominales y un palo de escoba que le servía de instrumento para ejercitar la cadera y la cintura. A la 45, la calle de Gardel y las milongas, le llegó su fisiculturista. El nuevo hogar de Alberto fue una pensión sobre la carrera 45, diagonal al histórico y bohemio bar El Alaska, al frente de una famosa caja de compensación con supermercado. Manrique fue un barrio construido plano por plano en la década de los 30 para que allí vivieran los obreros de la pujante Medellín industrial del siglo 20. Pero con los años, fue olvidado su origen ordenado y comenzó a crecer en diagonales, en distintas direcciones, hacia abajo y hacia arriba, saturado. La pensión siempre ha estado allí pero en los últimos 20 años fue creciendo de la misma forma que el barrio. Es imposible no ver la casa. Su fachada de cuatro pisos, forrada en cal, con cinco puertas, dos ventanas y una terrada entechada, llenada de avisos pintados y colgados, la asemejan a un altar de corpus en celebración religiosa. Allí se anuncia baño turco, gimnasio, servicio de fotocopiadora, fotos para cualquier documento, servicio de fax y distribuidora de huevos, pollos, pescado y carnes frías… se trata de una casa convertida en centro comercial y conocida por los manriqueños como El Romano. El Romano es el nombre del gimnasio que allí funciona, pero es mucho más que eso, es la concreción de un sueño que nació en la cabeza de Omar, el dueño de la casa, y de Alberto, el nuevo inquilino quien en las noches cogía su rústico equipo de entrenamiento, se iba para el patio y hacia su ritual rutina de ejercicios. Alto, blanco, musculoso, en trusa, Alberto se volvió el objeto de miradas, primero tímidas, lanzadas por las mujeres que a diario entraban y salían de la pequeña pensión que por entonces solo tenía dos pisos. Pronto, ese interés se transformó en súplicas para que las entrenara y se vieran más bonitas y más sanas. Así fue. Alberto le pidió permiso a Omar para utilizar el patio como centro de acondicionamiento físico. El dueño aceptó y 50 pesos fue el precio pactado por el entrenador y la clientela. El run run no demoró en esparcirse por el barrio y la clientela aumentó. Relacionista público por naturaleza y buen negociante, Omar le propuso a Alberto montar un gimnasio. El 28 de diciembre de 1988 la casa abrió las puertas del Olimpia. Tiempo después ese Olimpo del barrio cambió de nombre y se convirtió en Romano. Cómo si se tratase de un ludus para el entrenamiento de gladiadores, allí llegaron los musculosos del barrio a esculpir espalda, pecho, bíceps, tríceps y pierna por un módico valor. Otros, no tan amantes del deporte, pero si del espectáculo, pagaban solo para verlos entrenar en una no menos llamativa mezcla de trusas y camisetas sin mangas, muy ajustadas, que permitían ver todos y cada uno de los músculos trabajados. Los amigos fisiculturistas de Alberto llegaron al gimnasio y El Romano se convirtió en la casa formadora de campeones nacionales, como Cristóbal Rueda quien además de seguir siendo cliente, a finales de la década del 80, representando a Antioquia, se coronó campeón nacional.

Solo para clientes -Al gimnasio se puede ingresar de tres formas: pagando el ficho por día, que vale 3.000, pagando una tiquetera de 10 ingresos que vale 25.000 o comprando la mensualidad, que vale 40 mil y se puede ir durante todos los días del mes. - A algunos viejos clientes, Omar les fía el ingreso. Los fichos son hechos con hojas de revistas. - El sauna o baño turco cuesta 5 mil pesos la hora y funciona todo el día. -El horario de mayor congestión en el gimnasio es en la noche. Hasta tres personas hacen fila para utilizar una máquina. - El horario es de 6am a 9pm, aunque a veces se abre más temprano o se cierra más tarde.

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17 Instinto de expansión Y no quedó de otra. El espacio era chico y la gente era mucha. Entonces, se retiró el techo del segundo piso, se vació una loza, se levantaron muros, se izaron vigas de material y de acero, se compraron más máquinas, algunas de segunda y las paredes dejaron de ser ladrillo desnudo para forrarse de espejos de aumento. En ellos, Alberto enseñaba visualmente la forma correcta de ciertos movimientos, rutinas y poses. En ellos, los ‘cuajos’ quedan hipnotizados, mirándose a sí mismos, viendo como hacen de su propio cuerpo una escultura romana. Luego vino otro piso. Y otro más. Un muro derribado, una habitación que dejó de ser pensión para convertirse en otra sala del gimnasio. En ella están las bicicletas para spinning, se hacen los aérobicos y se fortalece el abdomen. Las columnas que sostienen la casa, también son utilizadas como instrumentos del gimnasio, sirven para apoyar las espaldas y piernas de quienes ejercitan bíceps y tríceps. Por lógica, se ensucian, se despintan, se derrumban de a poco, como ruinas romanas. La casa necesitaba estar a la altura de la demanda y creció guiada por el instinto de expansión al igual que crecía la Medellín de ese entonces. La construcción se volvió centro comercial, el gimnasio se expandió y los clientes cambiaron. El Romano ya no es la sede de los campeones, de los que se cuelgan las medallas. Lentamente ha dejado de ser el espacio formador de muchos instructores que hoy trabajan en otros gimnasios de Medellín y ya la gente del barrio no paga por ver entrenar, modelar y posar a los fisiculturistas de alta competencia. “Los Romanos” de ahora son diversos y camaleónicos. Ahora son Omar, Alberto, Orlando, Mónica, Edward, Araceli y Jhon Jairo -quinto puesto nacional en los juegos nacionales de fisiculturismo de 2005- quienes dan la bienvenida y atienden a las mujeres que sueñan ser esbeltas, a los adolescentes que quieren esculpir su cuerpo, a los sedentarios que necesitan mejorar su estado de salud y a los enfermos que requieren terapia. También a los “vieja guardia”: taxistas, obreros, meseros, bomberos, vigilantes… clientes de siempre; y claro, a los strippers que están obligados a mantener sus abdominales, pues de su figura cero grasa depende el éxito en su trabajo. Desde la 45, la fachada sorprende por recargada, por sus mezclas, porque pareciera reforzar esa fama del paisa comerciante, que todo lo vende, que aprovecha cualquier rincón para hacer negocios. Además del gimnasio, y la pensión -que sigue funcionando- su dueño les abrió campo a otros y ahora es un pequeño centro comercial en el que se vende de todo un poquito. Cuando se suben las estrechas escaleras del gimnasio no queda más que sorprenderse de esos pasillos, habitaciones, salones, espejos, cajas y máquinas arrumadas. Recepción, maletero, vestidores y la oficina de la Administración también tienen cabida en medio del constante paso de entrenadores, entrenados y ‘cuajos’. El Romano refleja las ideas de progreso que han animado desde siempre el ejercicio de la construcción de Medellín, de tumbar para levantar, de deshacer y rehacer la piedra. Todos los accesorios que cuelgan de su fachada hacen pensar en esa forma de ser que se le atribuido al paisa “de hacer negocio a toda costa”, cómo sea y en dónde se pueda. En su interior, los clientes también dan cuenta de una ciudad que le gusta mirarse y admirarse, al pararse frente a los espejos que reflejan sus horas de dedicación.

Fotografías: Juan Felipe Mejía

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18 Desde la u

“El alma” que fuimos Hablar de la Universidad de Antioquia antes de la Ley 30 del 92 es acudir a la memoria de quienes recuerdan a una generación formada en medio de nuevas corrientes ideológicas, en un espacio solidario y abierto a la deliberación, pero al mismo tiempo marcado por el miedo.

Cristina Arévalo Yandar dcay189@gmail.com

Un campus grande y abierto”, esos fueron los principios que fundaron Ciudad Universitaria en 1968. En ese entonces los medellinenses observaron como se había pasado de un claustro de largos pasillos, cerrado y tradicional, a un ambiente moderno, amplio y sin mallas. La creciente población estudiantil estrenó esos espacios, el contexto político pronto empezó a permear a esa naciente generación y en poco tiempo se gestó una visión revolucionaria que cuestionaba las intenciones de ese campus nuevecito. “que era similar a los claustros norteamericanos” según se rumoraba. Los primíparos de la época fueron recibidos con una gran Facultad de Ciencias y Humanidades que sentó un precedente para su formación: ninguno estudiaría la carrera escogida sin primero recibir una instrucción integral. “En ese entonces no entrabamos a Ingeniería ni a Medicina, entrábamos a Ciencias y Humanidades, se trataba de cursos introductorios a todas las ciencias. Antropología General, Matemáticas y un montón de oferta muy impresionante” recuerda Alberto María Morales, estudiante de Ingeniería en la naciente década de los setentas. Unos cuadernillos regordetes enlistaban las materias que se dictaban en la Universidad, cada una con su horario. Los estudiantes pasaban por mesas cual bazar y confirmaban los cupos disponibles. Seminarios de Baptiste, Freud, Marx, latín, romano, griego, hacían parte de la oferta. Se enseñaban las bases de las ciencias básicas y humanas. Ya casi nadie recuerda el placer del cuaderno con promesas de conocimiento, tampoco se recuerda la Facultad. La moderna construcción había sido levantada sobre un terreno fértil para la ideologización, para que en adelante los propósitos del Estado y de los universitarios se confrontaran. Era evidente que Estados Unidos establecía pactos con Colombia, pero también el vacío de oposición que había dejado la alianza del Frente Nacional cedió un espacio a las izquierdas que llenó la población estudiantil. La guerra fría Julio González, profesor de la Facultad de Derecho desde hace más de 30 años, recuerda que en Pekín y Moscú existían unos centros que enviaban a los universitarios obras completas de Lenin y de Marx completamente gratis, “tan sólo teníamos que escribirles”. En las Facultades de Ciencias sociales y humanas esos pensadores fueron objeto de estudio curricular, en las ciencias exactas los grupos extracurriculares alimentaron sus discusiones con ellos. En las clases de economía de los diferentes pregrados se entregaba El Capital de Marx, se estudiaban los 7 primeros capítulos “fundamentales para entender el capitalismo”, afirma Armando López estudiante del pregrado en Historia de los 70.

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Actualmente, ni la Facultad de Economía estudia a Marx, el paradigma desapareció de todo currículo. A medida que el pensamiento de izquierda se expandía como ideal entre la mayoría de miembros de la Universidad, los que no compartían esa visión se vieron obligados a callar sus propias formas de pensar. Tenían que unirse para evitar el señalamiento y el ostracismo. La religión en la universidad se volvió una herejía, las navidades se felicitaban con tarjetas en pro de la revolución. No pasó mucho tiempo para que se empezaran a validar todas las formas de lucha, los estudiantes disfrazaron la lucha armada con ropaje político y viceversa. Los bloques nuevos y recién levantados pronto empezarían a ser inaugurados por los lectores de Lenin, Mao, Trotsky y Althusser, quienes rápidamente se fueron a estrenar el Teatro al Aire Libre como espacio de deliberación y de planeación de mítines, y usaron los materiales de lo que sería después el bloque 10 para coger piedras y adobes útiles en los enfrentamientos con la Policía. Simone de Beauvoir con su discurso de la liberación, Sartre y el humanismo marxista, Galeano y su censurado Venas abiertas, el Libro Rojo de Mao, todos tenían que pasar por la vida del universitario de la U. de A.. Lo que se leía tenía que corresponder con lo que se usaba; hubo moda y afortunado el joven al que le crecía la chivera igualita a la de Ho Chi Minh, sólo tenía que terciarse la mochila tejida en la casa y llenarla de sahumerio y cardamomo. Restaurante y residencias El proyecto de universidad científica y de masas permitió que el crecimiento de estudiantes fuera constante desde mediados de los 70. Desde el Gobierno se dio la orden de incrementar los cupos de estudiantes y profesores. “Acá entró gente con sólo inscribirse”, cuenta el profesor Jorge Aristizábal, estudiante de ingeniería en ese entonces. La planta profesoral se incrementó proporcionalmente y muchos docentes de tiempo completo fueron contratados sin muchas exigencias. Javier Escobar Isaza, profesor jubilado escribe en Crónicas Universitarias: “Según personas que conocieron los informes de la época dicen que la mayoría de estudiantes pertenecían a clase media-media o media alta”, los estudiantes no trabajaban sólo se dedicaban a estudiar, varios ex universitarios de esos años confirman la disponibilidad que tenía la mayoría para concentrarse en sus estudios y los que así lo deseaban en la lucha estudiantil. Bajo la figura del cogobierno respaldada en ese entonces por el ministro de Educación, Luis Carlos Galán, el manejo administrativo se repartió entre funcionarios, profesores y estudiantes. El restaurante universitario, por ejemplo, que fue manejado por militantes del Moir, terminó cediendo el beneficio sólo a los simpatizantes del Movimiento, unos dicen que colapsó el servicio y que por eso se cerró, otros dicen que fue porque los estudiantes eran muy destructivos.


19 ahora de metal, se convirtieron con el tiempo en espacio de tahúres y comerciantes. Si algo resaltan egresados y profesores es que los juegos y los bazares son relativamente recientes, “la parte académica de antes era muy exigente, no se podía ni pensar en sentarse a jugar cartas, uno se peleaba por una mesa en la biblioteca pero para ponerse a estudiar”, dice un egresado de Ingeniera. Los estudiantes de ciencias humanas, habían ideado junto a Miguel una estrategia para adquirir la revista cultural El Magazín Dominical que circulaba con el Espectador los domingos. Miguel, tradicional personaje de la Universidad y vendedor de periódicos y revistas hace más de 30 años, hallaba la manera de conseguir varios ejemplares de la revista y venderlos a precios favorables. Los estudiantes leían la revista y se la revendían a Miguel para entregársela a otro lector. El suplemento marcó a una generación de universitarios quiénes ávidos del periodismo creativo y apasionado siguieron las publicaciones de escritores de la talla de García Márquez, Soto Aparicio, Elisa Mujica. Alrededor de la publicación, los universitarios llegaron a compartir conocimiento y pasión.

Se suponía que el beneficio era principalmente para estudiantes foráneos o de bajos recursos y al restaurante se iba en bus, tenían que llegar hasta el desaparecido Liceo Antioqueño. Más tarde trasladaron el servicio al segundo piso del bloque 22 en Ciudad Universitaria, allí los estudiantes pasaban fichas y pagaban una suma pequeña para que les entregaran el almuerzo y la cena. Lo que una vez fue el restaurante universitario, sin empresas privadas que lo respaldaran, es ahora un salón de deportes. También hubo residencias, desaparecieron en el 71. Jorge Aristizábal vivió en una de ellas, “eran donde ahora funciona la SIU y en Prado donde hay una sede del Instituto de Filosofía, pero en el 70, al regresar de las vacaciones de diciembre, nos habían sacado todas las cosas y las habitaciones las sellaron, ese fue uno de los puntos por los que empezó peleando el movimiento estudiantil”. Las reformas Administrativamente el decreto 80 del 80 y luego la Ley 30 del 92 mejoraron la elección del rector. En los 70 el Gobernador lo escogía a dedo. Eso también había traído muchas inconformidades entre la comunidad universitaria y después de que muriera Fernando Barrientos y de que se incendiara el bloque 16, el anuncio de una reforma vertical a principios de los ochentas en manos de Jesús Arturo Aristizábal llevó a que se tomara la decisión de enrejar el bloque administrativo, “El Búnker de Chucho” le llamaron en ese entonces y no lo volvieron a abrir sino al caer la década. Jesús Aristizábal cerró la Universidad, recuerda Armando López, “la universidad duró casi dos años cerrada y cuando volvimos se habían reformado muchas cosas”. Fue en ese periodo en el que la Facultad de Ciencias y Humanidades se dividió en Ciencias Sociales y Ciencias Humanas, y no sólo eso, también desapareció un centro de copiados y cambió la distribución de los horarios de clase que hasta ese entonces era en períodos impares de 1 a 3 p.m. y de 5 a 7 p.m. En la Facultad de Artes existió un Departamento de publicaciones, la Universidad publicaba los textos que los estudiantes necesitaban para estudiar. Un mimeógrafo era la máquina que hacia las copias, los estudiantes pagaban dos o tres pesos por documento y funcionaba así: el profesor de un curso señalaba la lista de textos para leer en el semestre y luego los estudiantes iban con el código y el nombre del documento para obtener su copia. Eran hojas del tamaño de adobes grandes, a dos columnas, papelito delgado. Los que recuerdan la Universidad de antaño hablan también de la solidaridad como su componente característico. La extensión era solidaria y la prestaba el Hospital San Vicente de Paul con sus estudiantes de Medicina. La instrucción en natación era gratuita, los juegos de competencias eran acompañados por una buena cantidad de universitarios quienes emocionados veían los partidos de fútbol; profesores, estudiantes y empleados se congregaban alrededor de esos eventos, celebraban con baile y chirimías los juegos ganados. Lo que contrasta y es simbólico, cuenta Alberto Morales, es que en ese entonces no había espacios colectivos de estudio como los vemos hoy, “antes había una especie de pilas de escritoritos adosados a las paredes en casi todos los rincones, por ejemplo entre salón y salón, eran paneles individuales de estudio. Hoy serían ideales por una razón, porque en ese entonces el mundo era más solidario, hoy en día es más individual”. Nostalgia de Tronquitos Alejandro Higuita, egresado de Comunicaciones en el 92, volvió luego de casi 20 años, recorrió con la mirada del recuerdo cada pasillo y espacio de Ciudad Universitaria. Vio que ya no está la cartelera en la que se hacían denuncias de violaciones a los derechos humanos ubicada entrando por Barranquilla. No encontró las mesas y sillas de troncos de la cafetería a lado de Utopía, “Tronquitos desapareció”, ese lugar fue un punto de referencia para las citas y los encuentros después de clases. Estudiantes y profesores, acompañados de tintos, tuvieron las reflexiones más críticas y los debates más candentes convirtiendo ese espacio en otra academia, en una más informal, “hoy veo que los televisores han distraído más a la gente” dice Higuita, y es que las miradas se pierden en las pantallas modernas que la Universidad dispuso en los corredores de Barrientos. Los espacios verdes alrededor de la cancha o por la Facultad de Artes, que los universitarios usaron para improvisar picnics a la hora del almuerzo, se han ido reemplazando por las sillas junto a las comidas rápidas de la plazoleta contigua a la piscina. Muchas de las mesas para estudiar que han sido de madera, mármol, cemento y

Numeritos • En la década del 70 había 31 universidades públicas y 13 privadas. Actualmente existen 31 universidades púbicas y 48 privadas. • El financiamiento estatal pasó del 90% en 1970 al 48.69% en 2010. • La planta profesoral estuvo compuesta por un 70% de docentes de planta en los setentas. Actualmente la compone un 20% siendo el resto de cátedra. • Se pasó de un autofinanciamiento del 20% a un 50%.

Disputa del territorio Esa pasión, aunada a la intolerancia de muchos en la Universidad, llevó también a la disolución de los ideales de sociedad orientados desde la reflexión y la crítica hacia unas disputas de marcado tinte político que admitieron hasta la destrucción del propio campus y el daño a los bienes culturales. Los murales de Pedro Nel Gómez, tantas veces señalados con grafittis de las izquierdas más radicales como la línea Maoísta, y las paredes señaladas para demostrar poder, se convirtieron en parte del paisaje. Esa reestructuración de la Universidad, iniciada a finales de los 60, había empezado a colapsar a mediados de los 80. El carácter académico se diluyó por el fortísimo activismo contestatario y de intimidación que no tardó en enfrentar a grupos de izquierda y derecha y que fue liderado por las guerrillas y el paramilitarismo en complicidad con el Estado. Todos se disputaban el poder del Álma Máter, de la opacada “madre nutricia del saber”, los radicalismos paralizaron su razón de ser, acallaron la voz de 10 estudiantes y 7 profesores destacados, uno tras otro cayeron asesinados. Los que recuerdan la Universidad de antes extrañan los pupitres grandes de madera, los salones espaciosos hoy en día divididos con el afán de hacinar a más estudiantes, se preocupan por la cantidad de profesores de planta reducidos a menos de la mitad, vislumbran la privatización en las contrataciones de servicios, en el perfil del estudiante trabajador, pero también recuerdan el periodo catastrófico, de terror y censura, que se vivió en el campus. Los 90, trajeron sin duda un periodo de silencio y marasmo que tendría que redireccionar a la Universidad. Los jóvenes decepcionados, tendrían que encaminar sus ideales sin miedo y sin frustración. Pocos tendrían fuerzas para concentrarse en esa nueva Ley 30 de educación que en todo caso fue aprobada sin mayor escándalo. Con el tiempo, la reforma trajo el fortalecimiento de la investigación, junto al creciente interés por capacitar a docentes en estudios de postgrado. La Universidad pensó en investigar bajo centros organizados, con fines altruistas pero también utilitaristas. Los universitarios de ahí en adelante sólo estudiaron sin involucrarse en nada más y vieron a la política con desconfianza. Unas voces coinciden en afirmar que este fue un periodo muerto, en cambio otras dicen que fue el duelo de una tragedia. Corre el año 2011 y el Gobierno anunció la reforma a la Ley 30 de 1992, pero esta vez los jóvenes despertaron, en los rostros de quienes vivieron el movimiento estudiantil setentero se dibuja una sonrisa de satisfacción al ver los avances del resurgir universitario, “hoy en día los muchachos hacen cosas maravillosas, han aumentado su capacidad de argumentación, los jóvenes logran que las palabras y los hechos estén en consonancia” resalta Alberto María Morales. Antaño los estudiantes inauguraron una universidad libre, abierta; nombraron los espacios de la reunión, del regodeo, del “vuelo”, del estudio, de la siesta y lo heredaron a las siguientes generaciones. Le dieron identidad a la Universidad, la del debate, la de los tesos, la de los tira piedra, la de los paros y es que lo que caracteriza a la universidad pública, a la Universidad de Antioquia de siempre, es el espíritu crítico y rebelde de sus estudiantes. Dice Julio González que cuándo eso se acabe se acaba la universidad y al parecer, pese a los cambios propios del contexto, el fuego altruista del estudiante continúa.

Fotografías: Hugo Villegas

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


20 Reconstrucción

El Teatro Bolívar en todo su esplendor en 1935 en una fotografía del periódico El Espectador.

El último telón

Al Bolívar lo reformaron tres veces. A la cuarta no aguantó más y desapareció de la calle Ayacucho y de la memoria colectiva. Fue el primer escenario en el que se presentó el cine en Medellín. Esta es una minuciosa reconstrucción de la gloria y del ocaso del que por años fue el teatro más importante de la Ciudad. Jaime Andrés Mesa jaimea.mesa@gmail.com

E

n Medellín, los edificios se pueden caer en cualquier momento. No los amenazan sólo los desastres naturales del invierno, sino también los ánimos reformadores de ciudadanos que no dudan en tumbar lo viejo cuando de construir se trata. Esta historia la vivió el primer teatro de Medellín; un monumental auditorio de 120 años en el que cabían 1.200 espectadores, y que fue demolido a mediados del siglo XX para construir un parqueadero. Donde antes se ubicaba el Teatro Bolívar hoy se levantan pasajes comerciales y tiendas de ropa. En sus tiempos de esplendor, por el escenario del Bolívar se pasearon actores como Lous Jouvet, políticos como Antonio José Restrepo y escritores como Otto de Greiff. La sala principal tenía la forma de una herradura, una media luna de tres pisos adornada en techos y paredes con diseños en alto relieve. Dicen que su acústica era de una perfección tal, que el caer de un alfiler sobre las tablas del escenario podía escucharse desde la puerta de la entrada. La idea de construir un teatro en Medellín la trajo de Europa el acaudalado médico Pedro Uribe Restrepo en 1834, quien tenía la firme intención de dotar a la Ciudad con un escenario en el que los jóvenes actores del colegio San Ignacio pudieran presentar públicamente adaptaciones de las obras teatrales de la época. A la causa se sumaron también Francisco A. Gónima, Fermín Isaza, Miguel Tello, José María Carrasquilla, Sebastián Amador, Apolinar Villa, Francisco Ortega y Juan Uribe Mondragón. El resultado fue un auditorio con paredes de tierra pisada y techo descubierto, en el que cabían mil espectadores. El patio central hacía las veces de gallera los fines de semana. Antes de iniciar las riñas, se retiraba el lunetario (una colección de sillas de madera de acabados torpes) y se ubicaba allí un ruedo pequeño para encerrar a los animales. Con tal facilidad se pasaba de Shakespeare a la batalla de espuelas que el teatro comenzó a ser conocido como “El Coliseo” o “El Gallinero”. La del Bolívar fue una vida larga, llena de cambios. La primera reforma llegó en 1880. Cansados de la intemperie, que obligaba a detener los espectáculos ante la menor amenaza de lluvia, el Prefecto del Departamento ordenó techar el Teatro. Luego se dotó de luz eléctrica en 1903. Noventa focos brillaban sobre el escenario de madera de comino. Largas cuerdas con

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lámparas de petróleo se extendían sobre los espectadores. En la noche los asistentes solían alejar la vista del tablado para ver las lucecillas bailando en el techo. En el centro, una araña de bronce con veinte lumbres de petróleo completaba ese firmamento artificial. En las pantallas de las lámparas se grabó uno nuevo nombre: Teatro de Medellín. Sin embargo, este nuevo resplandor se vio opacado por la miseria de la posguerra. “La guerra de los Mil Días había dejado una paz ruinosa. Se auguraban malos tiempos para los espectáculos debido a la penuria, las epidemias y la intranquilidad política”, comenta Edda Pilar Duque en su libro La aventura del Cine en Medellín. En 1916, el Teatro se rentaba a las compañías dramatúrgicas que llegaban a la Ciudad, pero los artistas eran cada vez más escasos. La situación económica se agravó tanto que sus propietarios decidieron venderlo. Lisandro Ochoa, uno de los compradores, tenía en mente destruir la edificación para levantar allí un conjunto de apartamentos y un pasaje comercial. Al enterarse, la Sociedad de Mejoras Públicas y la prensa local atacaron el proyecto y presionaron al Departamento y al Municipio para que compraran parte del Teatro. Los compradores del Teatro Medellín, liderados por la Administración Municipal, constituyeron entonces la Sociedad Teatro Bolívar. Se abandonó la idea de la demolición y en vez de ello se propuso reconstruirlo para convertirlo en el emblema de la cultura antioqueña. Las reformas comenzaron en 1919 y terminaron en 1923. Exteriores e interiores fueron cambiados para dar paso al nuevo Teatro Bolívar. Así se le conoció en sus mejores tiempos. En la nueva fachada tres insignias dieron la bienvenida a los amantes de la cultura durante los treinta años que estuvo en pie: Poesía, arte y música. Ópera de domingo -¿Sabe por qué lo tumbaron?-, le pregunto a Rocío Gómez, quien a sus 79 años, tiene la lucidez de una joven de veinte. –Porque ya estaba muy viejo. Las paredes estaban agrietadas y las sillas roídas. Además iban a construir otro teatro que fuera más grande y más bonito. -¿Y ese nuevo teatro lo construyeron? –No sé, no estoy segura. En esa época se construyeron muchas cosas que ya no existen. Al hablar del Teatro Bolívar, a Rocío le brillan los ojos. Tiene la tristeza marcada en su piel y su voz se apaga lentamente al terminar las palabras. En 1952, a

los veinte años, su novio Fernando la llevó por primera vez a un concierto de ópera. Por eso recuerda el Teatro Bolívar. Por aquella época era vendedora en los almacenes Bedout, y su novio la invitaba a salir los fines de semana. Un domingo, después de la misa de 10:00 am. en la iglesia San José, bajaron por Ayacucho de traje y vestido largo. Los acompañaban otras decenas de parejas, algunas familias y varios jóvenes. Por aquella época era común ir al cine después de misa. Había en total veintinueve teatros, la mayoría de ellos dedicados al cine. Algunos pocos, como el Bolívar, el Junín o el Lido, servían además para representaciones dramáticas y conciertos de música culta. La función comenzaba a las 12:30 p.m. Tenían tiempo suficiente para tomarse un café o fumarse un cigarrillo antes del concierto. La ley sancionaba con 20 pesos de multa a quienes fueran sorprendidos fumando dentro de un teatro. En la fachada, un aviso anunciaba los precios de entrada. “Luneta o balcón: Adultos, 1 peso. Niños, 50 centavos. Galería: Adultos, 50 centavos. Niños, 30 centavos”. “Con un peso nos alcanzaba para comprar dos asientos en Galería. Casi no veíamos nada, pero lo escuchábamos todo. El sonido rebotaba contra las paredes como si fuera una campana”, recuerda Rocío. Una vez adentro, cientos de personas finamente vestidas con sombreros y chalecos llenaban el teatro. 380 plateas, 32 palcos con seis puestos cada uno, 202 butacas de balcón, 144 asientos de galería numerados, 260 puestos de galería sin numerar y hasta 100 personas en promenoir apenas dejaban espacio para caminar. La sala principal del Bolívar estaba aislada de las construcciones adyacentes por varios jardines, en los cuales se ubicaban los baños y el bar. Este diseño servía a la vez para mejorar la ventilación y para prevenir los incendios, aunque algunos creían que propiciaba la indecencia y que, por estar separados del resto de la construcción, los baños se prestaban para actos obscenos entre las parejas. Le pregunto a Rocío por esto y se ríe tímidamente. “Yo nunca llegué a ver ninguna obscenidad, pero siempre le recomendaban a uno que no se aventurara sola al baño, no fuera a ser que se encontrara con algún viejo atrevido escondido por ahí”. A veces, no obstante, las imágenes atrevidas no se encontraban en el jardín, sino adentro en el escenario. Fue célebre el caso de la bailarina rusa Norka Rouskaya, quien en 1923 visitó Medellín. La vedette se hizo famosa pues en su baile se despojaba de la ropa y que-


21 daba cubierta únicamente por una fina malla gris. El espectáculo no fue bien recibido por la juventud católica antioqueña y a su segunda presentación sólo fueron el cronista Adel López Gómez y el poeta Otto de Greiff. Enfurecida, la bailarina salió del escenario y abandonó la Ciudad, así lo narra el urbanista Fabio Botero Gómez en su libro Cien Años de la Vida de Medellín. Avanzado el concierto se realizaba un intermedio. Algunos aprovechaban para salir a los jardines, pero la mayoría prefería esperar en la sala para participar en las rifas tradicionales que se realizaban los domingos. “Gánese usted en la Rueda Musical Palmolive 340 pesos”, anunciaban aquel día. Quienes asistían a Galería no podían concursar. Autos y cine A Jorge Olarte no le gustaba el teatro. Lo suyo era el cine. De pequeño sus padres lo llevaron varias veces al Bolívar, pero desde que estaba joven prefería pasar las noches viendo los musicales que llegaban de México o los dramas americanos como “Las mil y una noches”. -¿Y por qué no iba a ver cine en el teatro Bolívar? - Ahí casi no presentaban cine. La mayoría de las veces eran conciertos y obras dramáticas. Sólo presentaban los largometrajes europeos y esos casi nadie los veía. Para ver buen cine había que ir al Lido o al Junín. Ahí presentaban cine continuo, uno entraba a las 11:00 am y podía quedarse viendo todas las películas del día si quería. Las palabras de Jorge, a sus 75 años, explican en parte el ocaso del Bolívar. Fue la modernidad la que lo destruyó, fueron los autos, el cine y el progreso. Durante la primera mitad del siglo XX, la pantalla grande fue robando lentamente la atención de los jóvenes, mientras que el Bolívar seguía exponiendo los espectáculos de la sociedad culta: la ópera, el teatro y el ballet. A medida que las salas de cine, grandes y pequeñas, se inauguraban en los distintos barrios, se fue quedando vacío. En 1953 esta soledad trajo de regreso los problemas financieros, explica Edda Pilar Duque en su libro La Aventura del Cine en Medellín. Podría decirse que el Teatro Bolívar dio origen a su propia muerte, pues fue allí donde el acaudalado Carlos Coroliano Amador presentó la primera función cinematográfica de la Ciudad. Además de ser uno de los constructores del Coliseo, él pasó a la historia como un modernizador incomparable. Alto y delgado gustaba de importar los últimos avances tecnológicos de la sociedad europea. En 1889 trajo el primer automóvil a la ciudad, un modelo rojo de la casa francesa Dion Button, y a finales de ese mismo año trajo el primer cinematógrafo de Edison, que estrenó públicamente el primero de noviembre. Durante cuatro minutos el Teatro Bolívar se llenó de gritos. Los alaridos del público inundaban el aire, se metían bajo las sillas y detrás de las puertas. Esta experiencia quedó vívidamente plasmada en una crónica del periodista Hernando Guzmán Paniagua publicada en el periódico el Pulso: “En una película de Lumiére, con brincos y luz tenue, los espectadores corrieron despavoridos cuando se les vino encima una locomotora”. Decía el historiador Jorge Orlando Melo que por estar obsesionados con el futuro, los antioqueños somos incapaces de valorar el pasado. En 1953, cuando el Teatro Bolívar dejó de funcionar, la Sociedad de Mejoras Públicas estaba empeñada en la necesidad de remodelarlo nuevamente. Los arquitectos de la Facultad de Minas coincidían con esta idea, pensaban que los diseños que adornaban el Teatro eran extravagantes, poco funcionales y nada higiénicos. Dilemas similares enfrentaron otros edificios de la época como el Palacio de la Cultura y la Casa Episcopal. “Ojalá reciba un fuerte tratamiento para mejorar su horrible aspecto interior y su incomodidad, que nada tiene que envidiar a las galerías de muchos salones de cine de la localidad”, publicaba el periódico “El Diario” de Medellín el 17 de marzo de 1950. Tres años más tarde, el alcalde Jorge Botero Ospina comenzó la cuarta remodelación del Bolívar, pero nunca la terminó. Quería repetir la historia y salvarlo de la crisis financiera. Llenaron de andamios la fachada y comenzaron a demoler de afuera hacia adentro; ya iban a comenzar el arreglo de la sala principal cuando Ospina dio el anuncio: ¡No hay más presupuesto! El Bolívar quedó así, semidestruido e inutilizable esperando una nueva vida que nunca llegó. Para la fecha las salas de cine y los autos ya plagaban cada rincón de la Ciudad. Los urbanistas se dieron a la tarea de integrar a los planes de desarrollo estas nuevas aficiones, mientras las autoridades municipales trataban de contener los accidentes de tránsito que constantemente se presentaban en las calles. Cuando la firma Autoparques Bolívar compró el terreno del Teatro para construir allí un parqueadero, muy pocos se opusieron a la idea.

4 de diciembre el 1954 El cielorraso de color rojo pálido se sacudió estrepitosamente esa noche, como si un temblor agitara la tierra. Afuera, cinco hombres trepados sobre andamios de madera y armados con picos de hierro golpeaban una y otra vez las paredes envejecidas de la sala principal del Teatro Bolívar. ¡Tun, tun, tun! El sonido taladraba el aire. Una lluvia de polvo y trozos de concreto se precipitó sobre el escenario. Los seis arcos dorados que mantenían firme la cúpula se desmoronaron lentamente, anunciando la llegada de la última escena. Antes del amanecer, el techo y el escenario del Teatro habían desaparecido. Quedaron en pie sólo las columnas y las sillas, amontonadas unas sobre otras. La noticia se esparció. “¡Lo tumbaron, lo tumbaron!”, se rumoraba en Ayacucho. Frente a los escombros se reunían esporádicamente transeúntes curiosos para ver el escenario en ruinas. “Tan bonito que era”, decían unos, “tan feo y de mal gusto”, respondían los otros. Cuando el fotógrafo Iván Carvajal llegó a la escena para retratar lo sucedido, ya no había rastro de los demoledores. Sólo los andamios, a medio desbaratar, revelaban que aquella destrucción no había sido producto de la naturaleza sino del hombre. Con él estaban Teresa Santamaría de González y Fernando Gómez Martínez, miembros de la antigua Junta del Teatro y de la Sociedad de Mejoras Públicas.

“Con un peso nos alcanzaba para comprar dos asientos en Galería. Casi no veíamos nada, pero lo escuchábamos todo. El sonido rebotaba contra las paredes como si fuera una campana”.

Al recibir el informe, publicado luego por El Colombiano, el Alcalde convocó una reunión con la Junta del Teatro para tomar decisiones al respecto. ¡Inaudito!, exclamó Teresa Santamaría cuando Javier Mora Mora terminó su exposición. Estos señores aquí presentes creen que con 10 minutos viendo la fachada es suficiente para mandarlo a tumbar. No señor Alcalde, nosotros aceptamos nuestro encargo en esta junta para conservar el Teatro y su tradición, no para tumbarlo y hacer otro. Teresa Santamaría se había ganado con trabajo esa potestad. Era la creadora del Museo de Antioquia y del Colegio Mayor, y una autoridad nacional en materia cultural. “Sí, es cierto que la construcción del Teatro Pablo Tobón Uribe está próxima a comenzar - continuó Fernando Gómez-, pero esta ciudad necesita otro escenario más modesto. No todos los eventos son igual de masivos”. Apelando a la memoria, el fundador y director de El Colombiano les recordó a los asistentes el largo pasado del Teatro. “Señor Alcalde, estamos hablando de 120 años de historia. Recuerde que su propio abuelo, don Apolinar Villa, fue uno de los primeros actores en pisar las tablas del Bolívar, cuando las mujeres no podían actuar y los hombres debían vestir de dama”. Teresa fue la última en hablar antes de que el Jefe de la Administración pronunciara su tradicional “seguiremos estudiando la situación”: “si ustedes dicen que en su estado actual el teatro es un peligro para la sociedad, entonces debemos aceptar que lo destruyan. Pero adquiriríamos el deber histórico de construir un nuevo Teatro Bolívar allí donde queden los restos del pasado”. Un mes más tarde Teresa buscó el escenario con la mirada, pero donde antes estaba el tablado se extendía ahora la calle. Todo había desaparecido. Por su mente pasaron como fotografías las escenas de las obras que ella misma había protagonizado en sus días de actriz en los años cuarenta: “Canción de Cuna”, “Puebla de las Mujeres”, “En Familia”; y la famosa “la del Sombrerito Verde”. Al año siguiente, el Alcalde Darío Londoño autorizó la venta del terreno. El dinero recolectado sería utilizado para terminar las obras del Pablo Tobón Uribe. Durante dos décadas, los defensores del Teatro Bolívar esperaron pacientes que se comenzara la construcción del nuevo auditorio que lo reemplazaría. Sobre Ayacucho quedaron las señales de la demolición, y con el pasar del tiempo la gente comenzó a inventar historias sobre los posibles siniestros que habrían causado tal destrucción. Un incendio, un terremoto, un albañil descuidado e irresponsable que no utilizó suficiente cemento. Estaban olvidando. Nadie volvió a referirse al asunto hasta 1968, cuando el Consejo Municipal acordó la creación de una Sociedad Anónima llamada “Promoción de Espectáculos Municipales S.A”, cuya principal tarea sería la construcción de un gran escenario para representaciones teatrales de gran concurrencia. Éste llevaría por nombre Bolívar. Fue la última vez que se escuchó hablar del renacer del célebre Teatro. Cuando las obras de construcción comenzaron, la Sociedad Anónima cambió de opinión, mejor llamarlo Teatro Metropolitano.

Por acá no hay teatros Bajando por Ayacucho, varios locales comerciales luchan por acaparar la atención de los transeúntes. ¿Cuál de estos habrá sido el Bolívar?, me pregunto. Frente a un almacén de ropa una mujer de unos treinta años vende dulces y cigarrillos en un carrito pequeño, como el de los supermercados. Tiene el cabello tinturado de un mono claro y cicatrices en la cara. -Muchacho ¿está perdido?, ¿qué busca? yo le colaboro-, me dice. -Un teatro-, le respondo. -¿Un teatro? No mi niño por acá no hay teatros-, dice ella entre risas. No se esperaba que estuviera realmente tan perdido. Luego se voltea hacia la tienda, en la que venden tenis por 20 mil pesos. Fachada del Teatro Bolívar publicada en el libro Fotografía de la – María, ¡isque un teatro por acá cerca! Arquitectura en Medellín, 1870 - 1960. -¿Un teatro? No… ¿Cómo se llama?, pregunta la vendedora. Una joven robusta que no supera los veinticinco. Sé que la confusión es de años, no de calles, pero -Lo tumbaron de noche, para que nadie se diera aún así le respondo: Teatro Bolívar. cuenta-, le dijo Teresa a Fernando al pasar entre la sille-No mi amor, yo trabajo aquí hace tiempo y por acá tería estropeada de la Galería. no hay ningún teatro. De pronto es el Parque Bolívar, -Todos sabíamos que lo iban a tumbar. Era solo allá sí hay un teatro. cuestión de tiempo-, respondió su acompañante. -Sí, tal vez. Qué pena, seguramente me equivoqué El tres de noviembre el recién elegido alcalde Darío de lugar. Tengo muy mala memoria. ¿Hasta qué talla Londoño Villa había solicitado a los ingenieros Alberto vienen esos zapatos? Vélez Escobar, Antonio Restrepo Álvarez y Javier Mora -Todas las tallas mi amor. Aquí se le vende lo que Mora que realizaran un estudio sobre la condición del usted quiera, ¿se los quiere probar?… teatro. Más tardaron los tres hombres en recibir la orden que en emitir un juicio. Y entre otras cosas, afirmaron que después de un detenido análisis de la estructura de la edificación no dudaban en conceptuar que se debían suspender las reformas y que se demoliera.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


22 El recreo

Boa en fuxia Don Iván Zuluaga mirando el mundo desde La Boa

El Tigre se fue

En el centro de Medellín está La Boa, un bar de tangos que sostiene desde hace cuarenta años, y ha sobrevivido a pesar de la muerte de su creador y del cambio de administraciones. Una buena parte de la historia de la intelectualidad de la ciudad está en su ambiente.

Deisy Villalba Barrios dvillalba@periodistas.com

H

ace un poco de más de cuarenta años, Iván Zuluaga, bohemio de profesión compró un local en el centro de Medellín que funcionaba como repostería para convertirlo en un bar de tangos y milongas, uno de los tantos que habían por ese entonces en la ciudad y de los pocos que sobrevive actualmente. Don Iván, como era conocido, dedicaba sus días a compartir tragos con sus amigos y a escuchar los temas de sus artistas tangueros favoritos. La Boa se convirtió en su casa y en el refugio de escritores, poetas y artistas como Manuel Mejía Vallejo de quien se dice escribió durante un tiempo su novela “Aire de Tango” en una de las mesas del bar, mientras departía con Zuluaga. Por varios años Iván tuvo La Boa por la aveza, pero de tanto beber se le salió de las manos, quedando en quiebra. Luego Luis Galar y Fernando Ríos, propietarios de una librería, arrendaron la cantina y le llamaron La Boa Cantina Constrictor, desde entonces diferentes personas han arrendado el sitio, hasta su administrador actual Jaime Arcila. “Estás personas llegaron a un acuerdo con don Iván, organizaron el bar y le volvieron a dar el empuje que tenía”, manifiesta Arcila, quien dice que pese a los cambios la esencia se ha sostenido “la idea original de ser un lugar cultural, donde vienen académicos y estudiantes universitarios, se sostiene, porque esa es la esencia de la cantina”. Y es que basta con sentarse un viernes en la noche para presenciar la confluencia de personas amantes de la música, el licor y el aire bohemio. Las voces, las risas y las copas brindando se mezclan con la voz fuerte de Adriana Varela o el sonido del bandoneón; además su ubicación, en la llamada Zona Fuxia, entre el parque del Periodista y el Colombo americano, le dan un aire intelectual. “Este sector está consolidado desde hace muchos años, la gente sabe que aquí se congregan diferentes tribus urbanas y le dan su reconocimiento como un espacio cultural”, dice Arcila. Pero esta Boa tritura especies diferentes al tango. No es como otros reconocidos bars especializados de la ciudad como l Homro Manzi o El Málaga, que solo muelen ese ‘sentimiento triste que se baila’. “Acá el cliente es mucho más importante que la música, por eso no son tan rígidos y nos dan gusto, así que además de un tango puede sonar un son cubano o música jazz”, cuenta Daniel, cliente fiel del bar, del tango y del administrador. “Aquí nos tratan muy bien, podemos venir a cualquier hora todos los días –abre desde las 9 de la mañana de lunes a domingo- ¡y si no venimos Jaime nos pone problema!”. Además de poder departir en las noches, el bar abre por las tardes para compartir un café mientras se admiran distintas exposiciones de arte. “Para los artistas, tenemos una pared donde se organizan exposiciones de obras que quedan a la venta. Además, tenemos un espacio para los cantantes que quieran venir a tocar”, comenta Jaime Arcila. A diferencia de otros dedicados al tango que aún sobreviven en Medellín, La Boa ha visto como el público que busca su abrazo acogedor se diversifica. “Viene mucha gente de la academia pero también están llegando muchos jóvenes que escuchaban tangos con sus papás o sus abuelos y ellos les hablaban de La Boa”, cuenta Arcila mientras acompaña a sus clientes, tomándose un trago con ellos, para que al interior de esta Boa se sientan como en casa.

No. 55 Noviembre de 2011

El 2010 se fue y con él nuestro querido cantinero y amigo Don Iván Zuluaga, más conocido como Iván Boa. Pocos amigos acudieron a su entierro ya que se fue discretamente. Casi nadie se enteró de su viaje. Fueron buenos estos últimos años del viejo querido; a menudo se le veía rondar por Maracaibo, sentarse en el restaurante Santa Teresita, de Don Rogelio, y mirar a su adorada Boa de reojo como quien vigila un hijo. En estos últimos tiempos Iván estaba dedicado a sus días de solaz en Guatapé; se le advertía sobrio y risueño; de buen color, como dirían las señoras, bastante repuesto, alejado del guaro pero nunca de su caja de Marlboro; sonriente, nos saludaba con cariño en el parque El Periodista, a menudo en compañía de Tolúa, su amigo teatrero. Cómo olvidar a este viejo cascarrabias con el que todos peleamos, en algún momento, pero al que siempre retornábamos ya que todos los que lo quisimos lo aceptábamos en sus particularidades y él en las nuestras. Muchas cosas mueren con Iván. Tantos años de feliz tertulia en La Boa, tantas noches de bohemia donde muchos escritores, poetas, teatreros, empleados públicos, abogados y ciudadanos habituales del centro de Medellín tuvieron noches maravillosas, acompañadas del bandoneón, el tango y la milonga que fueron siempre la música favorita y emblemática de este bar. Al morir Iván muere también aquella época gloriosa de éste famoso bar de Maracaibo, donde hubo encuentros y desencuentros; ese tiempo pasado de La Boa es algo que quedará en la memoria de quienes fuimos sus habitantes. Que poco queda de todo eso. La Boa sin él es, ya por completo, otra cosa. Ahora, nuevas generaciones de jóvenes de la ciudad vienen a poblarlo y a disfrutarlo. Sus clientes antiguos vamos por allí, de vez en cuando, donde él habitó física y espiritualmente. Allí seguirá Iván Zuluaga y su tigre real e imaginario pues él, como Borges, tenía un tigre en su alma. Se puede afirmar que, realmente, Iván estuvo siempre “cargado de tigre”; de ello nos puede dar cuenta la vida misma de éste hombre que no cedió en su creencias, siempre fiel a sí mismo. Pueda ser que finalmente viva en su amado pueblo mítico, Muribá, creado por su imaginación juglaresca; fabulador nato ya que poseía el don del buen cuentero, los giros y la picardía antioqueña. Se nos fue Iván y sus recuerdos y su eterna novela de aventuras y minería. Se nos fue Iván y con él, el calor de Tarazá, las tierras cálidas y el oro. Tenía Iván alma de minero como todo antioqueño, tenía su carácter recio y testarudo pero también la nobleza para volver a extender la mano a sus amigos con franqueza. Paz en tu tumba. Descansa tranquilo, viejo querido, que seguirás eternamente con nosotros; no olvidaremos tu cara y tu alegría, tu admiración por los escritores y tu amor por los tangos, las muchachas, el Marlboro y el guaro. La calle Maracaibo tiene una historia, atravesada por un tango, donde palpita una boa dormida y seductora; allí un tigre dormita a los pies de su amo. Don Iván sonríe al fondo de la noche solar de Maracaibo. Luz América Botero

Fotografía tomada del facebook de La Boa


Gran angular

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En 1874 comenzó la construcción de los ferrocarriles de Antioquia, para 1929 ya estaba funcionando venciendo la difícil geografía de la región. De aquellos tiempos de gloria poco queda: algunas hermosas estaciones, rieles viejos y vagones oxidados, llenos de monte y nostalgias.

Trenes a la vera José Raúl Jaramillo Restrepo jucare28@yahoo.es

Fotografías: Juliana Arango Álvarez julianarangoa@gmail.com

P

or la amplia rendija del muro veo los vagones y las locomotoras del tren, abandonados desde hace muchos años en el patio de la derruida estación. Sus techos herrumbrosos dejan pasar la lluvia a los asientos que fueron mullidos, a los pisos y maleteros usados por quienes viajaron hasta el mar o se adentraron por las cordilleras andinas y planicies de cañaduzales y palmeras, por umbrosos bosques, por las orillas de anchos ríos, por aldeas y ciudades. Los viajeros iban tras sus familias o sus amigos, o simplemente a otear nuevos horizontes, a conocer el mar o la gran ciudad, a la búsqueda de nuevas posibilidades, amores y amistades. O huyendo de algo... de sí mismos, incluso. Muchas lágrimas y suspiros, adioses y abrazos se suscitaron en los vagones hoy abandonados, cubiertos por el verdín y las malezas provocados por el paso de los días, de los años, con sus escalerillas rotas y sus ventanas desportilladas, sobre rieles en pedazos. Su destino --la muerte-- ya los cubre, rodeándolos por todos lados. ¡Cuántas ilusiones, sueños y caricias; cuántas sonrisas, secretos y promesas guardan para siempre sus maderas! Hoy, apacibles y conformes a la vera de la estación, se descomponen lentamente al confundirse con la tierra y el hierro, las escarpias y los durmientes que les sirvieron de soporte. Después de haber transportado esperanzas y entelequias --toda la locura de los hombres--, riquezas y maletas con libros, alimentos, mieles y vinos, esperan con serenidad su desaparición definitiva, aureolados por la paz de haber realizado bien, durante mucho tiempo, su función entre los hombres.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Fotografía: Laura Rodríguez


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