De la Urbe 74

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sumergido entre los recuerdos

Fotografía: Natalia Botero

2 Memoria

Cada fin de semana, “La ciudad de los zócalos” recibe en promedio unos dos mil turistas. Durante sus fiestas, llegan hasta veinte mil.

Fotografía: Natalia Botero

En Guatapé, el pueblo del Oriente antioqueño a 79 kilómetros de Medellín, se produce el 30 por ciento de la energía del país. Cuarenta años después de la construcción del embalse, entre zócalos, sus habitantes intentan conservar aquella parte de la historia que les fue arrebatada.

A pesar de ser conocida como la Piedra de El Peñol, este atractivo turístico se encuentra en Guatapé.

No. 74 Julio de 2015

Dafna Vásquez

dafnaes@hotmail.com

M

ientras se apoya en su bastón de macana, Lázaro Cardona, de 78 años, observa las montañas de su pueblo, cierra los ojos y sonríe como quien recuerda sus momentos de felicidad. Después de unos segundos de silencio, frunce el ceño y en voz baja dice: “Me sacaron, pero volví”. Lázaro mira con nostalgia el lugar donde pasó los mejores años de su vida y que hoy está entre las aguas de la Central Hidroeléctrica de Guatapé. “Yo nací aquí y todavía no me he podido ir. Soy montañero de los finos, campesino, vivía allá donde todo era verde, cosechas y abundancia”. Durante su juventud, montado en su yegua Saína, Lázaro cabalgó por varios senderos transportando al pueblo lo que se recogía del sembrado. Hasta que un día de 1960 su padre llegó cabizbajo diciéndoles a su madre y a sus hermanos que se tenían que ir. Cada uno cogió lo poco que podía cargar en unos costales y se fueron para la finca La Quiebra, en Santa Bárbara. “Tendría yo menos de 20 años cuando tuvimos que vender por unos cuantos pesos, pero esa plata se perdió, porque usted sabe que la tierra no tiene precio”. En Santa Bárbara, cuando Lázaro tenía 26 años conoció a Ismira, una mujer nueve años menor que él, alta, fornida y de cabello negro. “Detrás de esas cuchillas, a cuatro horas de acá, en Calderita, fue donde yo me conocí con él y ahí mismito me pidió matrimonio”, comenta ella, mientras sonríe tímidamente y señala las montañas que rodean parte de la represa. Luego de doce años de estar casados, volvieron a Guatapé y se instalaron justo al frente de la casa cural, en la vivienda que había heredado doña Ismira de sus padres. Al regreso, Lázaro comenzó a trabajar en construcción. Acerraba madera e hizo un curso de artesanía en el Servicio Nacional de Aprendizaje –SENA– para ocuparse en hacer algunos de los zócalos del pueblo. Y trabajo no le faltó y mucho menos desde que hace cinco años John Jairo Martínez, el alcalde de entonces, decretó que todas las casas del pueblo debían estar decoradas con un zócalo. Antes del embalse “Emiliano, a secas”, como se presenta, tiene 60 años, tez morena, contextura delgada y cabello negro azabache. Dice don Emiliano que es oriundo de Medellín y zapatero de profesión. Una caja, un martillo de remendón, varios tacones, puntillas, un tarro de pegante amarillo y más de cinco pares de zapatos regados a su alrededor demuestran que es uno de los zapateros más buscados en Guatapé: “Me tienen mucha confianza porque el resto de personas que saben de la técnica son muy macheteras”. Hace 35 años, justo cuando estaba finalizando la segunda etapa del Embalse Peñol-Guatapé, llegó desde Medellín en busca de clientes. En ese tiempo, cuenta, el pequeño poblado no


3 era visitado por nadie. “Cuando yo venía acá no había hoteles, había un solo estadero que se llamaba El Remanso y la gente iba a almorzar ahí. Yo principié viniendo los domingos y festivos, porque en semana trabajaba en la esquina de San Juan con Bolivia, en Medellín. Acá en Guatapé me tocaba pagar unos días donde un señor que lo llamaban El Gitano, pero después el pueblo se comenzó a desarrollar y ahí fue cuando pavimentaron las calles”. Entre 1970 y 1980, las Empresas Públicas de Medellín construyeron el embalse de regulación más grande del país. Por su construcción, más de cuatro mil habitantes, tanto de la zona rural de Guatapé como de la cabecera municipal de El Peñol, fueron reubicados. Todo cambió con la inundación de aquellas tierras: la gente, los oficios, el alma del pueblo. Después de que arreglaron la carretera, por aquellos mismos años, las horas de viaje de Medellín a Guatapé se redujeron y aumentaron los visitantes. “Entonces, ya uno no se gastaba cinco horas ni se venía como cigarrillo. Luego comenzó a entrar la gente, y les ha parecido amañador”, relata don Emiliano. Una señora, en una casa de familia, le alquiló una habitación: “Ahí fue cuando decidí quedarme. Al comienzo había poca clientela pero buena. Cuando yo vine no había heladerías ni cafeterías, solo cuatro cantinas. Ya ahora, según la alcaldía, hay más de 380 negocios, pero acá solo hay gente en los fines de semana. El resto de días espantan, la gente es muy poquita y no sale”.

Fotografía: Natalia Botero

Fotografía: Dafna Vásquez

Guatapé hoy En el Guatapé del presente, la mayor parte de los habitantes viven del turismo. Ese es el caso de Enrique Londoño, que hace más de diez años se dedica a dar paseos en lancha: “Este era un pueblo que vivía de las maderas, del carbón o de la agricultura. Ahora ya casi el 80 por ciento de los habitantes se sustentan de la represa; de las trece veredas que quedaron tras la inundación, solo dos producen agricultura, las otras muy poquitico”. Sin embargo, cuenta don Enrique, durante los últimos dos años el flujo de turistas es muy poco debido a que el agua de la represa ha disminuido. “En diciembre abren mucho las compuertas para generar más luz por los alumbrados. Y luego, como no ha llovido, queda así tan poquita el agua y a la gente como que no le gusta”. Los costos de un zócalo pueden ir desde los ochenta mil pesos hasta los cinco millones, dependiendo del tamaño y el esfuerzo. Uno de los tantos turistas que acostumbraban a llegar a Guatapé es Fernando Vásquez. Tiene 66 años y la última vez que visitó el pueblo fue hace tres años. No fue precisamente a pescar, como lo hacía con su padre antes de que la Central Hidroeléctrica inundara 6.240 hectáreas de los municipios de Guatapé, San Vicente, El Peñol, Alejandría y San Rafael. Ahora fue “a montar en lancha, mirar los zócalos y visitar la Piedra”. Antes, cuando don Fernando practicaba la pesca deportiva, el puente sobre el río Guatapé era de madera. Desde allí se veía una panorámica de extensiones de vegetación, casitas campesinas y animales. En los domingos él y su padre eran recibidos en la casa de doña Aleida. Ellos les llevaban algunos regalos de la ciudad a cambio de hospedaje y alimentación. La última vez que hablaron con Aleida, les contó que debía irse de su parcela porque le estaban pidiendo su tierra para la construcción de una hidroeléctrica, pero su esposo se estaba negando a desalojar. Luego de un tiempo, Fernando Vásquez supo que a Adán lo habían asesinado. “Esa represa es una obra que le costó tanto a la comunidad como a la economía interna de Antioquia, porActualmente, el embalse está en un nivel del 54 por ciento de la ocupación. Un nivel que no amenaza la generación de energía, pero sí al turismo. que este era un pueblo importante en la producción de hortalizas y cereales. Con la inundación, los campesinos del lugar perdieron todo lo que les habían dejado sus las costumbres de aquella población del Oriente antioqueChepe pintó en el frente y en el zaguán de su casa unas abuelos: las Empresas Públicas de Medellín nunca pagaron ño. Hasta ahora cerca de 1.200 casas y locales se han visto ovejas para proteger las paredes, aunque también dicen que justamente. A ellos nunca les dieron tierras para cultivar, engalanados con zócalos de 80 centímetros de altura, en como forma de desafío a la beata Isadora de Jesús Urrea, que solamente les hicieron un pueblito para que vivieran del donde se reconstruye la memoria de un pueblo que renace había pintado en el altar unos zócalos del cordero de Dios”. turismo; los agricultores tuvieron que dejar sus avíos, sus para buscar su identidad. Animales, figuras religiosas, arrieros, indígenas, sembrados abarcas y su ruana para vestirse al estilo citadino”, dice FerAún faltan unas 200 fachadas, pero se debe contar con un y hasta escenas de la vida cotidiana como juegos de cartas o nando Vásquez. presupuesto de 500 millones de pesos para ello. Esta tradición trasteos, son algunos de las figuras con las que cualquiera se Muchos en Guatapé piensan lo mismo, y recuerdan inició mucho antes de la construcción del embalse y, según don encuentra mientras camina las calles del pueblo. la misma historia. “Fue mucha la gente que se tuvo que ir. Lázaro, ha venido cambiando –tanto en formas, motivos y técNo obstante, muchos residentes, incluido don Lázaro, O se iban o los hacían ir”, dice don Lázaro, y agrega que nicas– a través del tiempo. “Yo hice varios zócalos de aquí del piensan que lo bonito del pueblo se ha hecho únicamente ya nada es igual, pues muchas personas murieron, algucentro de la plaza y de la Calle del Recuerdo, donde están los para los turistas. “El pueblo se ve bonito, pero no es lo misnos ancianos de pena moral y otros porque los mataron zócalos más tradicionales (con figuras geométricas) que se hamo, porque yo extraño todo del campo. La comida sobraba en los años posteriores cuando llegaron actores armados cían con barro y estiércol de bestia. Ha habido gente de Estados por bultos, daba hasta pa’ alimentar a las gallinas y a los (Farc, ELN y luego los grupos paramilitares) para intentar Unidos que quiere que le cuenten cómo es que se hacen y es lo cerdos. Ahora se vive dizque del turismo, pero a uno ya bien controlar la ahora estratégica zona del Sistema de Intercomás sencillo de la vida, el molde es con un pedacito de tríplex. viejo el turismo de qué lo va a beneficiar”. nexión Eléctrica Nacional. Yo con un solo molde hago todo este pueblo”. Años después, don Lázaro se dedica ahora a jugar billar, Cuando se empezaron a hacer los primeros zócalos, a bebe dos o tres aguardientes, se sienta unas horas en el parque Una tradición que revive principios del siglo XX, no se elaboraban por cuestiones esy de ahí se va para la casa a hacer los bastones de macana que Desde hace medio siglo las construcciones guatapentéticas sino para resguardar las paredes de la humedad y de vende por 25 mil pesos: “No se quiebran ni pasándole un carro ses se han venido envolviendo de color, arte e ingenio a los animales de corral. “Todo comenzó cuando José María por encima”, dice. Vive de las memorias de sus primeros años y, través de los diversos motivos que los artífices de estos cuaParra Jiménez, que es el que ha hecho mayoritariamente los aunque “todo va pasando en la vida”, sigue anhelando el día en dros en cemento ejecutan para plasmar la cotidianidad y zócalos de acá del pueblo, trajo la técnica y la perfeccionó. que pueda volver a su campo a cosechar maíz.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


4 Editorial Comité editorial: Patricia Nieto Nieto, Jorge Alonso Sierra, Luis Carlos Hincapié, Raúl Osorio Vargas, Jaime Andrés Peralta Agudelo, Elvia Elena Acevedo Moreno, Heiner Castañeda Bustamante, Gonzalo Medina Pérez, Natalia Botero Oliver. Dirección: Juan Camilo Jaramillo Acevedo. Coordinación editorial: Daniela Jiménez González, Juan Diego Posada Posada, Sofía Villa Múnera, Mariana White Londoño. Redacción: Dafna Vásquez, Alejandro González Ochoa, Santiago Castro, Juan Diego Restrepo E., Sofía Villa Múnera, Diego Zambrano, Oscar Iván Montoya Loaiza, Mariana White Londoño, Juan Diego Posada, Luisa Arbeláez, Sara Lopera, Danilo Quintana, Alejandra Vergara G., Lucas Ferraz, Víctor Casas, Daniela Jiménez González, Yeison Sánchez Ríos, Laura Franco Salazar, Alexandra Sánchez, Cristian Andrés Longas, Andrea Vivas Molina, Laura Andrea García Giraldo, Alejandro Buriticá Alzate. Corrección de estilo: Alba Rocío Rojas. Diseño: Cristina Montoya Ramírez. Fotografía: Nora Imagen, Natalia Botero, Dafna Vásquez, Juan Fernando Mejía, Gito Labino, Juan Camilo Jaramillo, Laura Franco Salazar, Alejandro Buriticá Alzate. Cómic: Pablo Pérez (Altaís). Ilustración: Cristina Montoya Ramírez, Mats Schönauer. Caricatura: Moly. Portada: Juan Guillermo Narváez. Impresión: La Patria, Manizales.

Por el sentido de lo público E

l pasado mes de junio, la Universidad de Antioquia volvió, después de una “tregua” prolongada, a lo que propios y ajenos han llegado a considerar su estado natural: el tropel, los encapuchados, las papas bombas, los gases lacrimógenos, la evacuación, la indiferencia. El receso se rompió esta vez por el aniversario de los caídos y por “despertar las conciencias dormidas”, que más sonaba a un pretexto político ausente de discurso, cargado de estruendo y vestido de anonimato. Poco después, la reacción de las directivas y de algunos miembros de la comunidad universitaria se reflejó en un acto simbólico: Universidad de Antioquia, te quiero sin violencias. Un llamado tímido pero valiente frente a la indiferencia y el desconcierto de buena parte de los estamentos que, cansados no solo de la violencia de los “capuchos” sino de una tensión multiforme que reprime y enferma, decidieron manifestarse a favor de la argumentación, del debate académico, de la convivencia y de todo aquello que constituye la esencia de este campus colmado de diversidad y de asuntos que, en definitiva, no se resuelven con consignas y estallidos. Y es que, como varios participantes del acto lo reconocieron, las violencias de la universidad se están multiplicando sin que actuemos. Tal vez la más amenazante es la pérdida del sentido de lo público. En la universidad el concepto y el uso de lo público se entienden lamentablemente en el sentido inverso: me apropio pero no me identifico, uso y desecho, reclamo pero no cedo, exijo derechos pero no cumplo normas, no retribuyo. Una ley de la selva que es retrato fiel de lo que ocurre extramuros, en la informalidad, en el descrédito por la autoridad y por el

Gobierno, en el sometimiento del débil a la ley del más fuerte. Algunos dicen que lo anterior es “natural”, que somos el espejo de la situación del país. Esas múltiples violencias y aquellas que se escapan de la percepción y de la memoria —como la agresión física contra al profesor Hernando Muñoz en agosto del año pasado o las intimidaciones al grupo profesoral que protestó también contra los actos vandálicos en los laboratorios de Ciencias Exactas y Naturales, además de la destrucción de los cajeros electrónicos, el atraco a cafeterías y otros hechos disimulados por el silencio, pero al fin violentos— no solo deben inventariarse para pronunciarlos en actos simbólicos y en diatribas de pasillo. Requieren una sanación interior, una reformulación de los códigos de convivencia que hoy nos regulan, una acción concertada que tome en cuenta no solo necesidades caseras como la actualización estatutaria, las reformas de los reglamentos estudiantil y docente, la definición de políticas administrativas transparentes y equitativas, la revisión minuciosa sobre las condiciones de seguridad y prevención en las que trabajamos, estudiamos y enseñamos. Finalmente, urgen medidas de choque que se cuestionen sobre el sujeto que estamos educando, que transciendan con un proyecto pedagógico que impacte verdaderamente a la ciudadanía, que nos reeduque en lo público y en la idea del bien común, que contribuya a cerrar las diametrales distancias que hay entre los que naturalizan las violencias y los que sufren callados sus consecuencias. Es que si aún le apuntamos a la paz y al posconflicto en Colombia, desde la Universidad tenemos que dar ejemplo.

Opinión

Su fama vuela de boca en boca

Circulación: 10.000 ejemplares. Director TV: Jorge Alonso Sierra. Director Radio: Luis Carlos Hincapié. Director Digital: Wálter Arias. Director Especiales: David Santos Gómez. Universidad de Antioquia. Rector: Mauricio Alviar Ramírez. Decano Facultad de Comunicaciones: David Hernández García. Jefa Departamento de Comunicación Social: Deisy García Franco. Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia. Universidad de Antioquia, Bloque 12, oficina 122. delaurbe.udea.edu.co, delaurbe@comunicaciones.udea.net.co, delau.prensa@gmail.com, www.facebook.com/sistemadelaurbe, www.twitter.com/delaurbe Teléfono: 219 59 12 FACULTAD DE COMUNICACIONES Ciudad Universitaria-Calle 67 N° 53-108 Medellín - Colombia

Número 74 Julio de 2015

No. 74 Julio de 2015

Alejandro González Ochoa agocho49@gmail.com

B

ocanada. Por temporadas me da por fumar Pielroja. Es un rito que adquirí para evocar a mi abuelo paterno, quien supuestamente se ganó un concurso de la Compañía Nacional de Tabacos escribiendo en los años 20 uno de sus eslóganes publicitarios. Fumarlo no es fácil; me costó aprender que se debe hacerlo aspirando con paciencia y lentitud para que su humo no penetre en los pulmones trayendo a la mente, al mismo tiempo, todas las campañas de antitabaquismo y de prevención del cáncer de pulmón o garganta. Si se le coge el tiro, su humo se vuelve leve y deja un olor dulzón sabroso. Mi abuelo era escritor, músico, historiador, matemático, maestro y hablaba varios idiomas: latín, griego, francés, inglés. Había sido hermano cristiano de La Salle y por eso pudo educarse tan bien. Hasta tocaba el órgano de flautas en la iglesia. Son famosas en la familia sus libretas con poemas, acrósticos y recetas para hacer vinos fermentando cáscaras de frutas. Fue director en Itagüí del liceo Diego Echavarría Misas. —¿De qué murió el abuelito? —le pregunté una vez a mi papá. —Lo mató un indio piel roja. —¡¿En serio?! ¿Cómo? —Con sus flechas de humo, mijo. —¡¿Flechas de humo?! Existen dos leyendas sobre él: la primera, que escribió el primer himno del municipio de Itagüí; la segunda, que se ganó un concurso para ponerle el eslogan al cigarrillo Pielroja. Mis tías y mis tíos dicen –en cualquier oportunidad– que el eslogan que escribió es el más famoso en la publicidad colombiana: “Su fama vuela de boca en boca”. Es poético, es práctico, es cierto. Porque el Pielroja es el cigarrillo más famoso del país. Lo han fumado obreros, amas de casa, señoras de clase, putas, lavanderas, mendigos, oficinistas, profesores, brujas, brujos, escritores, directores de teatro, pintores, poetas, asesinos, presos, políticos… Lo fumaron los intelectuales de las generaciones doradas, hoy lo fuman en ciertos círculos de personajes románticos que con cada bocanada añoran vivir en el pasado del blanco y negro, o del sepia, para huirle a esta realidad en alta definición que todo lo vuelve acelerado, pasteurizado e insípido. Al Pielroja le dicen “rompe pechos”, “tiraflechas”, “el in-

dio” o “peche”. Y a quien lo fuma le llaman “pulmón de acero”. Se pide así: “Véndame un peche, por favor”. Su logosímbolo es también uno de los más recordados. Se trata de una caricatura del rostro de perfil de un indio piel roja, con su tocado de plumas en la cabeza, dibujado en los años 20 por el caricaturista Ricardo Rendón, quien también los fumaba y un buen día decidió suicidarse pegándose un tiro en el pecho en la trastienda de un café bogotano. ¿Cuánto más se podrá decir de este cigarrillo? Es que su potencia radica en su recordación, es un ícono en la historia de la publicidad colombiana. Además representa multiplicidad de relaciones en el paisaje cultural e histórico del país. Porque Pielroja denota al mismo tiempo glamour, sofisticación, tradición, clase baja, cárcel, lucha social, liberación femenina, bohemia, barbas, bigotes y dedos manchados, clandestinidad, soborno, cafés, billares, construcciones, prostíbulos, puñaladas, cáncer, enfisema, tabaco rubio, felicidad. Tantas cosas más. El Pielroja persistirá hasta que algún tipo de catástrofe financiera o natural borre del mapa a la Compañía Nacional de Tabacos. Mi abuelo lo fumaba todo el tiempo. De otro modo no podría haber construido la frase que lo describe y estiliza. El Pielroja no tiene filtro, y en uno de sus lados viene contramarcado con el mismo indio de la cajetilla. Como cualquiera de sus lados se puede encender, muchas personas lo hacen por el lado del indio porque “es mejor un indio quemado que uno pisoteado”. No sé si mi abuelo lo encendía por el lado del indio, pero mi papá me contó que embadurnaba los cigarrillos con Vick Vaporub para hacerlos mentolados. Lo que hace que exista otra leyenda: mi abuelo inventó el cigarrillo mentolado. Pero debía tener cuidado con la cantidad de la pomada porque a veces se le encendían los cigarrillos como si fueran mechas de lámpara de petróleo. Dicen en la familia que con el dinero del premio mi abuelo se compró la primera casa en la que vivieron mi papá, mis tíos y mi abuela. La casa quedaba por la Iglesia de la Veracruz, un sector de clase media en la Medellín de antes que ahora está lleno de putas, atracadores, hare krishnas, cantinas, almacenes fotográficos, misceláneas, restaurantes, tiendas de ropa y, por supuesto, humo de Pielroja. Mi abuelo se llamaba José Joaquín González Restrepo, nació en Jericó, Antioquia, el 19 de marzo de 1898 y murió en Medellín el 1 de julio de 1968. Lo mató un enfisema pulmonar. Bocanada.


Editorial

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Humor Adiós, maestro

Lo extrañaremos todo: su sonrisa cálida, su disposición, su caminar caribeño por los pasillos del bloque 12 de la Universidad de Antioquia. Alejandro Cock nos enseñó que la muerte es poca cosa cuando por delante está el amor, el vivir a intensidad cada día. Nos quedan montones de recuerdos, cientos de buenas fotografías, ideas para próximos documentales. La cátedra Alejandro Cock y una placa conmemorativa servirán para que los nuevos estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la Alma Máter sepan que tuvimos un profesor maravilloso, que enseñaba con pasión y nos enamoró como nunca de la idea de capturar la realidad con imágenes. Pero, ante todo, nos demostró que el amor es lo que salva. Buen viaje, maestro.

#FuezaJuanEsteban

Opinión

La Ciudad de los Reyes

Santiago Castro V. castroperiodista@gmail.com

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l 11 de noviembre de 2005, a las 11 de la mañana, un convoy de 1.100 camiones que transportaban 11 batallones militares y 11 ministerios se trasladó a Naipydó, capital de Myanmar desde hacía solo 5 días. Myanmar, antes conocido como Birmania, es un país en el sudeste asiático gobernado entre 1988 y 2011 por una junta militar bajo el eufemístico nombre de Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo. Aunque por las presiones internacionales y el desprestigio del régimen, el Consejo tuvo que formar el Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo (USDP, por sus siglas en ingles), igual desde esta figura sigue en el poder. Para cualquier país hubiera sido un despropósito llevar su capital a la mitad de la selva tropical, menos para Myanmar. Than Shwe, presidente del Consejo hasta 2011 y quien sigue gobernando desde la sombra, emuló a los antiguos líderes birmanos que solían trasladar la capital del reino con cada cambio de dinastía. La insistencia con el número 11 así como el cambio de capital se debió a las indicaciones del astrólogo personal de Than Shwe. Naipydó es la décimo primera capital que tiene Birmania desde finales del siglo IX. Entre las razones para crear una nueva capital, la que cobra mayor relevancia para los expertos es la de un posible golpe por parte de los opositores al régimen que son brutalmente reprimidos. En 1990, por ejemplo, el partido dirigido por la Nobel de Paz Aung San Suu Kyi ganó 392 de los 492 escaños del parlamento, pero la junta militar no solo no permitió la formación de un nuevo gobierno sino que arrestó a los ganadores de los comicios y disolvió el partido. Suu Kyi solo pudo recoger su Nobel en Oslo en 2012, 21 años después de haber sido galardonada con el premio y luego de ser liberada del arresto domiciliario al que la tuvo condenada la junta desde 1989. Al trasladar la capital a 460 kilómetros al norte de Rangún, que a pesar de ser la principal ciudad del país no cuenta con energía eléctrica las 24 horas del día, los manifestantes se quedaron sin una Bastilla que quemar, sin un símbolo que representara al gobierno que decidió aislarse en una ciudad-búnker, cuya construcción fue asesorada por Corea del Norte. En este nuevo refugio, en medio de la selva, viven unas 150 mil personas en un área de 4.600 kilómetros cuadrados, unas cuatro veces la extensión del Valle de

Aburrá para una población unas 23 veces más pequeña. Se sabe que se entra a Naipydó cuando después de un peligroso viaje por “la autopista de la muerte” –llamada así por los numerosos accidentes que se presentan– la precaria vía se transforma en una autopista de 8 carriles (en algunos tramos llega hasta los 20) que cruza toda la ciudad. Raramente se ve otro carro: es un lujo que pocos habitantes del tercer país más pobre de Asia, según cifras del Fondo Monetario Internacional, se pueden dar. La amplísima autopista contrasta con las áreas verdes que dividen a las zonas pobladas en las que en más de 1.200 bloques de edificios, pintados en diferentes colores según el ente gubernamental al que pertenecen sus ocupantes, viven los oficinistas del Estado birmano. Esta división entre edificaciones, lejos de ser la ciudad jardín como lo pregona el gobierno, es una estrategia para evitar pequeños callejones o grandes aglomeraciones urbanas que puedan conspirar contra el régimen. Construir Naipydó ha costado más de 4.000 millones de dólares y según uno de los cables de Wikileaks su creación alimentó las “ilusiones de grandeza o... tal vez es otro signo de posible demencia [de Than Shwe]”; el entonces presidente ordenó despoblar los alrededores de donde se asentaría la nueva capital, destruyendo pueblos enteros para alejarla del mundo exterior y en su lugar construir mansiones y palacios tan grandes que pueden ser vistos fácilmente a través de Google Earth. A pesar de que el Gobierno viene flexibilizando sus posturas, e incluso en 2012 en Myanmar se realizaron las primeras elecciones libres en 50 años, la normalización del país aún se ve muy lejos. Con un 25 por ciento de los puestos reservados en el Legislativo para los militares y un 50 por ciento de los escaños ocupados por el USDP, es muy improbable que las cosas cambien en el décimo octavo gobierno más corrupto del mundo, según el último informe de Transparency International. No creo que en un futuro cercano se vea realmente ceder a un régimen que juega golf o que disfruta de una playa artificial en medio de la selva, en una ciudad que hace una década no existía, mientras el 40 por ciento de los niños menores de cinco años se encuentran desnutridos en su país, según informes de The Guardian. Mientras cuente con la venia de China y con la reducción de las sanciones que le se le habían impuesto por parte de Estados Unidos y Europa (Obama y Cameron visitaron la nueva capital en los últimos años) habrá dictadura para rato. Razón tenía Than Shwe cuando bautizó Naipydó, que significa, literalmente, “la Ciudad de los Reyes”.

Dos reflexiones tristes deja el caso del periodista Juan Esteban Mejía, a quien se le imputaron cargos por el delito de injuria luego de denunciar irregularidades en ciertas intervenciones estéticas del médico Carlos Alberto Ramos Corena. La primera, es que una vez más la justicia colombiana se desgasta en procesos triviales mientras es incapaz de ver los problemas de fondo; en este caso, en vez de investigar al médico se lanzó en contra del periodista. Y la segunda, es que muchos medios de comunicación son los primeros en lavarse las manos y darles la espalda a sus reporteros cuando las cosas se ponen difíciles. Juan Esteban tuvo que recurrir a campañas en redes sociales para que su caso fuera escuchado y al final conseguir que la revista Semana, donde se publicó el artículo que dio pie a la demanda, reconociera que había cometido un error en la edición de la información que envió el periodista. “Los medios de comunicación pueden jugar a favor de los periodistas mientras trabajen en ellos, pero una vez termine la relación contractual, las empresas informativas pueden volverse victimarias”, concluyó Juan Esteban.

Deje así, Liliana

No sabemos, al cierre de esta edición, si Liliana Rendón logró lanzarse a la Gobernación de Antioquia, luego de tremendas pugnas al interior del Centro Democrático (que, como ya se ha dicho, no es centro ni es democrático). Lo que sí sabemos, o por lo menos creemos, es que su propuesta de revivir las cabalgatas es infame. Con tantas necesidades en educación, trabajo, salud, transporte y cultura para los 125 municipios de nuestro departamento, no se le ocurre algo mejor que montársela, literalmente, a los pobres caballos. Como dicen por ahí: deje así, Monita.

10 años de Ingeniemos

El periódico de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia alcanzó el decenio. Con 27 ediciones impresas y más de 370 artículos, esta publicación trimestral celebra su cumpleaños. Felicidades a ellos, colegas nuestros, comprometidos con la difusión del conocimiento y de los avances que logran los ingenieros del Alma Máter. ¡Que sean muchos más!

El Rómulo para Pablo

Pablo Montoya Campuzano, profesor de literatura de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, recibirá el 2 de agosto, en entrega oficial en Caracas, el Premio Rómulo Gallegos, uno de los más importantes en el ámbito de la narrativa en lengua castellana. Este escritor sin ínfulas ni soberbias, aunque sí con gran talento, ganó el reconocimiento por su obra Tríptico de la infamia, convirtiéndose en el quinto colombiano en ganar este premio. Montoya ha sido todo un viajero y esto lo ha inspirado en sus libros. En París obtuvo una maestría y un doctorado en estudios hispánicos y latinoamericanos de la Universidad de la Sorbona, pero su estadía en Francia fue tan complicada que le tocó sobrevivir como músico en calles y transportes públicos. Esta vez el viaje por las letras lo llevó lejos y nos llena de orgullo.

Un gato para el estudio

El estudio de televisión de la UdeA cada vez se asemeja más a los grandes estudios de Hollywood. Los estudiantes han visto paseando a Mickey Mouse, a Batman y a Hal, la cucaracha de Wall E; solo que muy reales y poco caricaturescos. Aunque creen que la solución es tan simple como comprar un gato, lo cierto es que los estudiantes no salen del asombro de grabar y editar entre animalitos.

La irónica valla

Normalmente a las universidades públicas les quitan parte del presupuesto, pero a la “Nacho” esta vez le terminaron quitando hasta la estación del Metro que le habían prometido desde hace años. Ahora la valla que anuncia la estación, y que sigue instalada en el campus universitario, parece más una triste ironía. Los estudiantes tendrán que seguir soportando las precarias condiciones de transportes y los constantes atracos alrededor del campus, pues proyectos como Parques del Río son más urgentes, según la Alcaldía.

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6 C贸mic

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El surgimiento de la «Oficina»

La Oficina de Envigado es una de las estructuras criminales más organizadas y temidas del país. Creada por Pablo Escobar hace más de 30 años, sigue vigente —aunque diezmada— gracias a su capacidad de adaptación a través del tiempo. Negocios sucios que involucran a políticos y empresarios, narcotráfico y terror. El siguiente informe hace parte de Las vueltas de la Oficina de Envigado, el más reciente libro del periodista y profesor universitario Juan Diego Restrepo E. Juan Diego Restrepo E. juandire@gmail.com

«

El nombre de la Oficina viene de los tiempos de Pablo Escobar. Como él se hacía decir doctor, entonces decía que todo doctor tiene su oficina», narró un exmiembro de esta organización criminal a un equipo de investigadores de la Unidad Nacional de Justicia y Paz en noviembre de 2009, durante una entrevista en la que le pedían que explicara el origen de la estructura ilegal llamada «Oficina de Envigado». Según su testimonio, la Oficina como tal inicia en 1985, cuando varios narcotraficantes que convergían en el Cartel de Medellín necesitaron de un mecanismo de regulación de sus negocios. Así lo indicó el entrevistado por las autoridades judiciales: «Era como un grupo de mafiosos que comenzaron a estructurarse. Posteriormente se dio como una cultura del cobro, cuando los problemas con Pablo Escobar se querían arreglar a las malas». Ese testimonio es de los pocos que han sido dados en ese escenario de justicia transicional llamado de Justicia y Paz, siguiendo las normas de la Ley 975 de 2005, a través de la cual se juzga a los paramilitares que se desmovilizaron de manera colectiva bajo los acuerdos del Estado Mayor de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) con el Gobierno Nacional, en junio de 2003. Pese a que en su evolución esta estructura criminal tuvo una fase de articulación al proyecto contrainsurgente que lideraron los hermanos Vicente y Carlos Castaño Gil hacia finales de la década del noventa, varios de quienes estuvieron en ese origen sobrevivieron a esas guerras internas y hoy rinden sus versiones ante Justicia y Paz, aunque no han entregado información sustancial al respecto. Para establecer detalles más concretos sobre el origen de la Oficina de Envigado se exploraron aquellos expedientes judiciales relacionados con las acciones criminales

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cometidas por el Cartel de Medellín y que fueron investigadas durante la década del noventa. En esos documentos, se encontraron varios testimonios de sicarios y narcotraficantes que se entregaron a la justicia o fueron capturados, quienes indagados por la existencia de esa empresa criminal ofrecieron sus versiones y explicaciones. Si bien en ese testimonio de 2009 se dijo que la Oficina había iniciado sus actividades en 1985, sobre esa fecha parece no haber consenso. En uno de los expedientes sobre las acciones criminales del Cartel de Medellín reposa la declaración de un testigo sin rostro, quien el 23 de febrero de 1993 acudió a la sede de la Fiscalía General de la Nación en Bogotá. Aseguró que existía desde 1980 y precisó sus actividades y relaciones: […] en esa época se manejaba a niveles de oficina, la cual era frecuentada por personalidades de la política, la banca, la industria, a donde se iba a ventilar propiedades, negocios, y se le prestaba plata a la industria. En ese entonces, solo era cuestión comercial y flujo de dinero, y todo Medellín iba allá a la oficina para que los «llevaran» en los envíos de cocaína. La oficina, en ese entonces, servía para que todo aquel que quisiera fuera y llevara plata para enviar cocaína o se le recibía la misma coca. Para esa época, las oficinas siempre estaban en casafincas del barrio El Poblado ubicadas en zonas estratégicas y se estaban rotando cada tres o cuatro meses. En esa concepción como centro de negocios coincidió Frank Cárdenas Palacio, uno de los hombres que sobrevivió, desde mediados de 1992, a los embates de la guerra de Escobar y sus lugartenientes contra sus enemigos, y quien se entregó a la justicia para aportar información útil para perseguir al Cartel de Medellín, acogiéndose al Decreto 264 del 5 de febrero de 1993. Su descripción reposa en una


9 declaración que dio a fiscales regionales de Bogotá, luego de su sometimiento y su disposición a contribuir con datos relevantes sobre esa organización. Preguntado sobre a qué llaman «Oficina», respondió: «La Oficina es en general todo lo que maneja Pablo Escobar; es decir, son actividades de narcotráfico y lavado de dinero, crímenes, secuestros, extorsión». Son varios los testimonios de sicarios en los que se observa una interpretación muy subjetiva de lo que fue en esa época inicial la Oficina. Por ejemplo, cuando Jairo Posada Valencia, conocido con el alias de Titi, uno de los sicarios más efectivos del Cartel de Medellín, fue interrogado sobre quién había dado la orden del asesinato del entonces coronel Valdemar Franklin Quintero, director de la Policía de Antioquia a finales de la década del ochenta, respondió: «Debió haber sido la Oficina». Y a la interpelación «cuando usted habla de la Oficina, ¿a quién o a quiénes se refiere?», dijo: «O sea el Cartel de Medellín». Pero una nueva interpretación al respecto dio cuando se le preguntó quién le pagaba su sueldo: «A nosotros nos consignaban el salario en la cuenta personal, no sé quién giraba la plata; yo llamo La Oficina a la que mueve el billete del Cartel de Medellín». Otro de los hombres de confianza de Escobar fue Carlos Mario Alzate Urquijo, identificado como El Arete, quien se entregó a la justicia en tiempos de la cacería contra todos los integrantes del Cartel de Medellín. En diversas indagatorias ante las autoridades judiciales, hizo referencia no solo a una sino a dos «oficinas»: una de ellas era la de Escobar y la otra la de sus socios, los hermanos Galeano y los Moncada. Lo que se infiere de sus declaraciones es que estos «puntos de encuentro» tenían cierta independencia en sus actividades del narcotráfico, particularmente en el manejo de rutas de exportación de la droga hacia Estados Unidos. Sin embargo, cuando Escobar decidió atacar al Estado a comienzos de los años noventa, antes de su sometimiento a la justicia, las «oficinas» se dividieron tareas: la de Escobar se dedicaría a la guerra y la de los Galeano y Moncada a continuar en el tráfico de drogas para, en parte, sostener esa disputa que tenía como objetivo central lograr que el Gobierno Nacional modificara su postura frente a la extradición de sus nacionales a Estados Unidos. Famosa fue la frase que se acuñó en esa época: «Preferimos una tumba en Colombia que una celda en Estados Unidos», firmada por un grupo que se hizo llamar «Los Extraditables». Atrás había quedado el intento de reforma constitucional del gobierno de Virgilio Barco a través del proyecto N°. 11 de 1988, que pretendía modificar sustancialmente algunos aspectos del Estado y que fue entorpecido inicialmente por el entonces representante a la Cámara por Antioquia, Mario Uribe, quien respaldó la idea de someter a referendo si se extraditaba o no a los colombianos, pese a que el gobierno de Barco no admitía esa decisión. Para respaldar su postura, el representante dijo: «No puede señalársenos de impertinentes cuando hemos pedido que sea el pueblo quien nos indique el sendero a seguir en esta guerra insoportable que amenaza ruina en el edificio social». En el Senado, el debate fue igualmente candente y, curiosamente, quien hizo causa común con el representante por Antioquia, fue su primo Álvaro Uribe Vélez, quien en una sesión plenaria no respaldó la extradición:

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reunión en cuyas palabras se revelan las interacciones que tenían las dos «oficinas» ya referidas. Resulta que el Cartel de Medellín tenía una ruta de envío de droga a México conocida como «La Fanny», que salía del departamento del Chocó por el océano Pacífico. En los inicios de la guerra de Escobar contra el Estado, el uso de esta vía se suspendió, pero ante la necesidad de recursos, se decidió reactivarla: «En esta época, la Oficina estaba cumpliendo un papel netamente de guerra contra el Estado, y el narcotráfico era si caso un segundo plano, de todas maneras necesitaban financiación y en una reunión (…) concluyeron que tenían que recoger un dinero para continuar con la lucha, creo que fue como en el año 90-91, se contactaron las personas que en el principio manejaron y coordinaron la ruta La Fanny y se decidió en la reunión que (…) aportarían un dinero por partes iguales para financiar el engranaje de la ruta, o sea, barcos, en trasporte de la cocaína, y en sí todos los gastos que deriva esta ruta, la persona encargada de recibir todos estos dineros y de proporcionarlos a los que iban a manejarla era Kiko Moncada». A ese tipo de reuniones era habitual que cada «oficina» o clan mafioso enviara sus delegados. En el caso de la reactivación de la ruta «La Fanny», alias El Arete tuvo un papel específico: «Pablo Escobar me delegó como coordinador de la parte de la oficina». Tal responsabilidad implicaba una serie de reportes sobre cómo se estaba desarrollando esa ruta, cuánta droga se exportaba, hacia dónde y cuánto dinero generaba. En asuntos de infraestructura, cada «oficina» ponía también sus recursos. En este caso en particular, tanto la de los Galeano y Moncada, como la de Escobar, colocaron a disposición de la reactivación de la ruta «La Fanny»: hombres, helicópteros y vehículos para mover la droga que venía de distintos puntos del país y se almacenaba en algunos sitios de Istmina, Chocó, donde también tenían laboratorios de procesamiento del alcaloide. Desde allí era trasladada por vía aérea hasta Bahía Cupica, donde se encaletaba en lanchas rápidas y la trasladaban a un buque camaronero que hacía su recorrido hasta México. Para financiar la guerra contra el Estado, según cuentas de El Arete, se lograron sacar por esta ruta 5400 kilos de cocaína en tres embarques: el primero de 500 kilos, el segundo de 2000 kilos y el tercero de 2900 kilos. Todos ellos llegaron a los puertos mexicanos. Otro de los aspectos que destacó El Arete en una de sus intervenciones con respecto al funcionamiento de la Oficina del Cartel de Medellín, era el grado de compartimentación sobre las funciones y la información que manejaban sus integrantes. Al ser interrogado por fiscales sobre otras rutas de exportación que tenía bajo su control esta empresa criminal, entre ellas dos conocidas como «Aluminio» y «Las Cerámicas», respondió:

«A nosotros nos consignaban el salario en la cuenta personal, no sé quién giraba la plata; yo llamo «La Oficina» a la que mueve el billete del Cartel de Medellín».

«Con la responsabilidad histórica de buscar estrategias efectivas, yo no creo que la extradición sea una estrategia efectiva. No creo que sea efectivo que nuestros jueces estén intimidados, que nuestros cementerios estén llenos de tumbas de jueces masacrados, porque cumplieron su deber contra el narcotráfico. Es cierto, pero por qué no buscar soluciones imaginativas, honorables senadores». Finalmente, el gobierno abandonó ese proyecto en diciembre de 1989, «debido a la controversia nacional que se suscitó por propuestas relacionadas con la extradición en el curso de dicho debate». La postura de Uribe Vélez coincidía con la del capo del Cartel de Medellín, aspecto que coincidió con un informe de la agencia norteamericana FBI enviado desde Bogotá a su oficina en Miami, el 17 de abril de 1990. Una vez pasaron las elecciones al Congreso, aseveró que: (…) la información ha sido confirmada por otras fuentes, contactos de enlace, medios técnicos y operativos de seguridad pública en Colombia y los EE. UU., y se considera fiable (…). Varios políticos de Antioquia ganaron asientos en el Senado. (…). Representan al Partido Liberal y sus campañas fueron asistidas por el grupo de Escobar. Una revisión a los resultados electorales del 11 de marzo de 1990 permite establecer que los senadores electos en Antioquia por diferentes facciones del Partido Liberal fueron Álvaro Uribe Vélez y Bernardo Guerra Serna. No obstante, la decisión del gobierno Barco de enfrentarse al Cartel de Medellín llevó a los narcotraficantes a moverse financieramente para sostener esa guerra. El Arete evocó una

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«Esto se manejaba en la oficina con mucho hermetismo, la persona que a ciencia cierta tiene conocimiento de esto era José Fernando Posada Fierro, ya que en la organización se manejaba mucho la discreción ya que entre menos tuviera uno conocimiento de actividades distintas a la de uno, corría menos peligro de enredarse en algún problema, y esto lo recalcaba mucho Pablo Escobar». En medio de la persecución desatada contra Pablo Escobar y sus hombres, una vez se fugó de la cárcel La Catedral el 22 de julio de 1992, varios de sus colaboradores más cercanos comenzaron a entregarse a la justicia. Uno de ellos fue precisamente Posada Fierro, quien administró las rutas del narcotráfico mientras el jefe del Cartel de Medellín estuvo detenido, y se presentó voluntariamente ante las autoridades judiciales el 28 de febrero de 1993. Sus declaraciones a los fiscales regionales dejaron en evidencia las claves no solo de ese nivel de compartimentación del que habló El Arete, sino de las «áreas de trabajo» que la estructuraban. En su afán de precisar su puesto en la organización, Posada Fierro explicó que sus funciones se centraron en el manejo de las redes de narcotráfico: «Yo nunca manejé gente que estuviera en la parte militar, esto lo pueden constatar con las personas de la misma organización de Pablo Escobar que están vivas y formaban parte de esa ala militar (…) como dije antes, yo bajo mi mando no tenía sicarios ni organizaciones de sicarios, todas las personas que estaban bajo mi mando eran solamente de narcotráfico». Se deduce, entonces, que aquello que llamaban «Oficina» u «Oficina de Pablo Escobar», tenía cuando menos dos esferas de trabajo: narcotráfico y sicariato, ambas en esferas diferentes, con personal específico que, al parecer, no se juntaban, salvo para tareas excepcionales. Lo dicho por Posada Fierro es importante por cuanto advierte que había «organizaciones de sicarios» al servicio de Escobar y su Cartel, lo que amplía el entramado alrededor de la Oficina.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Espec ial cine

El complejo rollo del cine antioqueño

Fotografía: Nora Imagen. Película Pasos de Héroe

específicamente para el cine. Antes, en 1978, se reglamentó la creación de la Compañía de Fomento Cinematográfico –Focine–, mediante el decreto 1244; luego, en 2003, se promulgó la Ley 824 de 2003, que buscaba crear una industria rentable y sostenible. En esta ocasión, la Ley promueve el territorio nacional como escenario para la filmación de audiovisuales. El negocio consiste en que el Gobierno devuelve hasta el 40% de los recursos invertidos en la realización y hasta el 20% de los gastos de hospedaje, alimentación y transporte para servicios contratados con empresas colombianas, si hay una inversión de por lo menos 1.200 millones de pesos. Esta ley permitió, a finales del 2013, el rodaje de la película Los 33, dirigida por la mexicana Patricia Riggen y protagonizada por Antonio Banderas, que utilizó como locación una mina de sal en Nemocón, Cundinamarca. A Antioquia también llegaron estrellas de cine: además de la película de Sullivan, producida por la firma paisa Contento Films y que debe estrenarse este año, en los primeros meses de 2014 estuvo Elijah Wood –sí, el mismo Frodo de El señor de los anillos–, como productor, rodando las escenas finales de The Boy, la primera entrega de lo que será una trilogía sobre un joven asesino en serie.

Para el 2015, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico tiene un presupuesto de 19.752 millones de pesos para financiar productos cinematográficos colombianos.

Desde hace más o menos dos años se especula sobre el posicionamiento de Medellín como la capital del cine en Latinoamérica. ¿Qué tan cierto es que la ciudad se va a convertir en escenario de rodajes internacionales? ¿Qué tan capacitado está el personal audiovisual en la ciudad para llevar a cabo grandes producciones? Sofía Villa Múnera shopiax@gmail.com/ @evitarlafatiga

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ntre mayo y junio de 2013, el director estadounidense Kirk Sullivan estuvo filmando su ópera prima City of Dead Men (2015), la primera cinta dirigida y estelarizada por figuras de Hollywood y producida en Medellín. Sullivan le manifestó a la prensa que al darse cuenta de lo asombrosa que era la ciudad, “cobró sentido filmar aquí y aprovechar las oportunidades que nos ofrece”. A la ciudad llegaron actores como Jackson Rathbone, uno de los vam-

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piros de la saga Crepúsculo, y el mexicano Diego Boneta; ambos hablaron de la pasión de la gente y el acceso a tantas localizaciones: la montaña, la naturaleza y las ciudades. Fue cuando el alcalde Aníbal Gaviria anunció su intención de impulsar a Medellín como centro fílmico de Colombia y el mundo. El primer paso para imaginar que la ciudad podría ser escenario de rodajes se dio en el ámbito nacional con la Ley 1556 de 2012 o la Ley de Fomento a la Actividad Cinematográfica. La normativa genera incentivos tributarios para fomentar el cine nacional y atraer realizadores internacionales al país. Es la tercera vez que en Colombia se legisla

¿Por qué Medellín? Tras los buenos resultados de la Ley 1556, la administración municipal empezó a unir esfuerzos para reducir costos y que las películas que se rueden en Colombia tengan de fondo las montañas y las calles paisas. Con esa idea nació la Comisión Fílmica de Medellín, un programa de la Secretaría de Desarrollo Económico que desde hace dos años trabaja por consolidar a Medellín como un destino cinematográfico competitivo. En el video de promoción de la Comisión Fílmica se presenta a Medellín como la ciudad ideal para hacer cine: con un buen clima que no muda en todo el año, una diversidad de paisaje entre montaña y ciudad, por su riqueza arquitectónica y la seguridad de sus calles. Eso mismo destacó Sullivan durante el rodaje de City of Dead Men: “Acá se pueden filmar todo tipo de historias”. En poco tiempo, la Comisión ha logrado la generación de un incentivo adicional del 15%, lo que significa que si una película se rueda en Medellín, el presupuesto se puede reducir en un 55%. Además, participó en la creación de la Ventanilla Única para facilitar trámites relacionados con locaciones, acompañamiento policial o cierre de vías. “Hemos venido fortaleciendo una alianza públicoprivada con diferentes empresas de la ciudad para crear un ecosistema cercano, que cumpla las expectativas de las personas que necesitan rodar en Medellín. Queremos un ambiente cada vez más amable que cumpla con las normas y los requerimientos de las grandes producciones”, comenta Francisco Pulgarín, director de la Comisión. A pesar de los buenos ojos con los que la modesta industria local ve las estrategias de la alcaldía, existe cierta desconfianza. Andrés Murillo, director de la revista Kinetoscopio, considera que este impulso al cine debe ir más allá de los fines meramente lucrativos: “Se puede tomar como un negocio, o sea, vienen, graban, utilizan mano de obra barata pero el conocimiento no se queda, es poco lo que se aprovecha. Se vuelve muy interesante en cuanto a hoteles, comercio y puntos turísticos, pero desde lo cinematográfico, no necesariamente”. Para Laura Gómez, vicepresidente de proyectos especiales de Contento Films, son grandes los avances que se han dado fruto de las alianzas público-privadas y los productores de la ciudad. Sin embargo, el sector cinematográfico no debe volverse dependiente de estos estímulos: “Hace falta satanizar menos al cine de productor o comercial; no volcar todos los esfuerzos al cine de autor, ya que es muy poco el cine colombiano que ha generado réditos para sus inversionistas, acostumbrando al sector al paternalismo estatal y condenándolo a necesitar crónicamente los incentivos, sin permitirle desarrollarse y crecer como una industria autónoma”. En el mismo sentido, el director de la Comisión Fílmica de Medellín considera que la gran debilidad de la ciudad para abrirse paso mundial es su incipiente tradición en cuanto al cine: “La verdad es que en Medellín no se han hecho muchas películas; nos falta un componente de educación que creo que es donde más nos tenemos que fortalecer. Falta también infraestructura real, es decir, mayor capacidad hotelera y mayores rutas aéreas que lleguen a la ciudad”. ¿Qué pasa con el cine local? Hace dos años, en una entrevista para El Tiempo, el director antioqueño Víctor Gaviria comparaba la situación de la ciudad con la de México cuando este país fue locación del cine de Hollywood. Si bien se produjeron ingresos y se cualificó la mano técnica, las historias siempre fueron ajenas: “Que vengan productoras extranjeras no nos exime de hacer nuestro cine”. Gaviria también alertaba sobre los peligros de perder un cine humano, cercano, por uno meramente


11 turístico: “Hay una idea que tiene castrados a estos jóvenes (los realizadores paisas) y es que tienen que hablar bien de la ciudad… no puedes hacer arte si no es a partir de la ambigüedad. Pero esto no es posible si quieren, además, que el arte haga parte de la oficina de publicitación de las bondades de la ciudad”. Lo cierto es que a pesar de los esfuerzos, la producción de cine de Medellín sigue estando muy por debajo de Bogotá y Cali. Y es que aunque el cine colombiano es de ‘bajo presupuesto’ –si se compara con la industria hollywoodense–, a un realizador local puede costarle aproximadamente 1.500 millones de pesos hacer una película. Actualmente en el Concejo de Medellín está haciendo trámite una política pública para el fortalecimiento del sector audiovisual y cinematográfico. El concejal proponente es Jaime Cuartas, quien considera que el cine es un componente fundamental en la transformación cultural que atraviesa Medellín: “Si logramos, a través del cine, dinamizar la economía, generar oportunidades, crear empresas, dar la posibilidad a muchas personas de desarrollar sus proyectos de vida en torno al cine, mostrar nuestra cultura, internacionalizar nuestra ciudad, estaríamos haciendo una buena labor”. Francisco Pulgarín también ha acompañado la concepción de la política pública y señala que esta va adelante de las regulaciones que se han hecho en el país porque tiene en cuenta tres componentes: promocional, patrimonial y educativo. De esta forma, la Comisión Fílmica se está encargando de la promoción, mientras que el componente

patrimonial se desarrollará con la creación de la cinemateca que fue aprobada en un proyecto de acuerdo en el Concejo. La cinemateca será una biblioteca de material audiovisual que, según Cuartas, recuperará el material fílmico y audiovisual de nuestra cultura que está en manos de privados. Se proyecta que la cinemateca empiece a funcionar en el segundo semestre de 2015 con dineros públicos. En cuanto a educación, la política pública propone introducir clases complementarias de apreciación del cine en los colegios, promover la creación de una escuela especializada en el séptimo arte, crear un laboratorio que investigue los fenómenos y avances del cine en la ciudad y fortalecer los festivales de cine. La creación de la escuela de cine responde a una de las mayores falencias en la consolidación de una industria competitiva, pues en la ciudad no hay programas especializados que garanticen mano de obra calificada, es decir, no hay suficiente personal capacitado técnicamente para hacer cine y con conocimiento de otros idiomas para trabajar en producciones extrajeras. Por eso se viene pensando en una alianza con el Instituto Tecnológico Metropolitano –ITM– para crear una escuela que resuelva las necesidades de formación de los realizadores paisas. Así las producciones podrían contar con mano de obra local, lo que abarata los costos. ¿Qué tan cerca entonces está la ciudad de ser esa gran meca del cine mundial? Avanza, sí, pero falta tiempo y academia, mucha paciencia, y mirar hacia adentro. Sobre todo eso.

La crisis de los festivales A finales de mayo el equipo creativo y fundador de la Corporación Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia, en cabeza del director Víctor Gaviria, hizo pública su renuncia. Mediante un comunicado, el equipo confirmó la crisis, tanto económica como de poderes, que hace varios años acechaba a la Corporación y sus dos festivales de cine. El punto de quiebre fue la llegada de la administradora Alejandra Bedoya a la gerencia de la Corporación. Los fundadores expusieron que “se ha impuesto la idea, de parte de algunos corporados de Santa Fe, de que la solución a todos los problemas de la Corporación saldrá de los Administradores de Empresa, un grupo que con su ‘pensamiento de administradores’ ha querido meter en cintura racional al ‘espíritu del Festival’, haciendo predominar sus decisiones por encima de las decisiones del director y del grupo de coordinadores”. Las diferencias entre coordinadores (Adriana Mora, Oswaldo Osorio, Orlando Mora y César Alzate) y gerencia están relacionadas con el Festival de Cine Colombiano, cuya realización tambaleó este año, los estados financieros de la Corporación y las decisiones verticales, que según el comunicado, toma la gerente. Mientras tanto, Bedoya explicó a Semana.com que la salida de estas cinco personas se dio por temas presupuestales: “La corporación tiene dificultades económicas, por eso se hicieron ajustes en los honorarios que se les pagaban. Ellos no vieron viable continuar así y por eso no se les renovó el contrato”. Bedoya ha hecho parte de la Corporación por varios años y es hija de Ema Londoño, concejal de Santa Fe de Antioquia. César Alzate, periodista y uno de los fundadores, ve con pesimismo la continuidad de estos festivales y piensa que “es una desafortunada coincidencia que cuando la alcaldía quiere proponer una política seria para el sector cinematográfico, la corporación que hace los eventos más importantes de cine en el departamento y en la ciudad, haya entrado en una crisis de este nivel”. El año pasado ambos festivales, el de Cine Colombiano de Medellín y el de Santa Fe de Antioquia, congregaron aproximadamente a 9.000 y 15.000 personas, respectivamente. Mientras el equipo de coordinadores deja la Corporación y anuncia la realización de un nuevo festival en la ciudad y otro en la región de carácter itinerante, la Corporación Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia prepara el 13º Festival de Cine Colombiano de Medellín, cuyo tema central es la música en el cine y que rendirá homenaje al actor Humberto Dorado. Investigación: Diego Zambrano. Fuente: Proimágenes. Gráfico: Cristina Montoya Ramírez

Andrés Murillo – director de la revista Kinetoscopio Scarface (1932): Dirigida por Howard Hawks. Es sencillamente una obra maestra, relata lo que fue la crudeza de los Estados Unidos en los años 20. Aunque es una película de 1932, no pierde vigencia. El Padrino (1972): Sin duda una de las mejores películas de la historia, tiene un indudable valor artístico. Refleja la imagen del gángster en contemporáneo. Mauvais Sang (1986): Una película de Leos Carax. Es impecable en lo audiovisual. Esta historia de un triángulo amoroso se destaca por las actuaciones y por la fotografía. Gran Torino (2008): Es una película sencilla, tiene un personaje complejo que es xenofóbico y tiene problemas con los inmigrantes que llegan a su barrio. La cinta tiene una destacable puesta en escena. La estrategia del caracol (1993): Una película colombiana que podría decirse que tiene una historia redonda, bella y que destaca la idiosincrasia. La película tiene bastante humor y es entrañable, lo que genera que exista empatía con el espectador.

Oswaldo Osorio – crítico de cine en El Colombiano El ciudadano Kane (1941): Una película cuya importancia histórica solo se compara con el gusto por fascinarse con ella cada vez que uno se la repite y la sorpresa de ver nuevos detalles. Brazil (1985): El mundo delirante de Terry Gilliam y la tensión entre dos realidades que siempre subyace en su cine están presentes en este sofocante e ingenioso relato. Rodrigo D (1990): Tal vez la película más importante del cine colombiano; un cine honesto, revelador, inédito y muy cercano a nuestras vivencias. Chunking Express (1994): Poesía visual, amor y desamor superpuestos en tres relatos alejados del cine convencional: es experimentación, es video clip, es ficción, es inclasificable. Delicatessen (1991): Un mundo tan oscuro como entrañable, cargado de inventiva visual y personajes extremos. La ternura y la pesadilla conviviendo en el mismo edificio.

César Alzate – escritor y periodista Casablanca (1942): Es uno de los clásicos. Fue realizada como un acto de propaganda y se convirtió en una historia contada con humor e inteligencia. Mantiene su vigencia. Lo que el viento se llevó (1939): Es la historia de la guerra civil norteamericana. Se cuenta en clave de protagonistas no heroicos; la protagonista es una arpía. Es una película llena de humor. Arizona dream (1993): Primera incursión del director Kusturica en el cine de Estados Unidos. Es una película llena de encanto y magia, podría decirse que está hecha con las mismas claves del realismo mágico. Antes del amanecer (1995): Del director de Boyhood. Esta película con sus dos secuelas abordan un periodo de 18 años. La evolución de una pareja que se conoce en Viena. Es fascinante cómo la conversación logra compenetrar a los dos personajes, y uno se enamora de su idea del amor. Confesión a Laura (1990): Una película construida con el diálogo. Son dos personajes viejos enfrentados a tener que soportar el encierro durante el Bogotazo. Es una cinta de liberación.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Espec ial cine

Tesoros

Fotografía: Juan Fernando Mejía

rescatados en el fondo del armario Botero pasó un año encerrado entre latas de cinta armando 16 memorias, su primera película documental.

Óscar Iván Montoya Loaiza esfinge76@gmail.com

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ese a su juventud, Camilo Botero es un cineasta de la vieja escuela. Es un individuo reconcentrado, que actúa en silencio y a la sombra, que solo sale a la luz pública cuando se trae algo entre manos. Vive en un octavo piso, en la azotea de un edificio, rodeado de cámaras, proyectores y rollos de celuloide. Un lugar semejante al gabinete de un alquimista. Pocos libros, pues no se considera un intelectual sino una persona pragmática que, por encima de todo, le gusta hacer y no discurrir entre elucubraciones y conjeturas. Antes de convertirse en cineasta, fue aprendiz de jesuita, de filósofo, de antropólogo y de arquitecto. Recorrió colegios, universidades e institutos en búsqueda de una profesión, hasta que, afortunadamente para el universo audiovisual, recaló en sus costas. Estudió en la Escuela de San Antonio de los Baños, en Cuba, en donde se graduó como montajista. Con 16 memorias, de 2008, su primera película documental, consiguió invitaciones y premios en diferentes festivales nacionales e internacionales. Con La Gorgona, historias fugadas, de 2012, una producción sobre la desaparecida isla prisión, y Sitio, la quinta palabra, de 2013, un trabajo sobre la Madre Laura, consolidó una obra que se caracteriza, de acuerdo con Carol Ann Figueroa, guionista de sus tres documentales, por “una suerte de ralentización de la realidad, una manera de abordarla que le permite al espectador atender al detalle, ser más contemplativo, sentir el momento a momento de las cosas”.

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Con la paciencia de un monje y el ojo de un relojero, el realizador antioqueño Camilo Botero ensambla sus películas. Historias que, aunque no giren sobre su propia vida, tienen la calidez de lo íntimo.

Independiente de la parafernalia Camilo Botero no es un realizador cinéfilo; admite no conocer la historia del cine ni entiende por qué cierta clase de espectadores o cineastas deliran con los repartos o las fichas técnicas. Del cine en general no le interesan el glamour, los reflectores ni las alfombras rojas. Es una persona que disfruta con la soledad, ya sea por su especialización como montajista o por su mismo temperamento. Le gusta trabajar aislado como cuando estuvo varios meses encerrado en el archivo de Mario Posada, rodando en la isla Gorgona o prácticamente viviendo en el convento de la Madre Laura. Camilo Botero tiene algo, o mucho, de ermitaño, de místico, de lobo solitario. Se declara admirador del trabajo documental de Marta Rodríguez, Luis Ospina y Óscar Campo, entre los colombianos, y de Wim Wenders, Werner Herzog y Alain Berliner, entre los extranjeros. Su labor en el séptimo arte ha sido la de espectador sin ínfulas y la de un realizador que ha enfocado su búsqueda hacia la creación documental, aunque asegura que sus mejores experiencias como espectador las ha tenido viendo ficción. Su elección por el documental, más que una disyuntiva estética, es una alternativa de tipo funcional: “Desde siempre he sentido que el documental se realiza de una manera más íntima, de una forma más independiente de los altos presupuestos, de un equipo de realización muy grande, de productores que te imponen sus criterios. En el documental encontré una forma muy libre, mucho más simple de realizar cine. Cuando pienso en ficción, pienso en un montón de gente, en costos astronómicos, en guerra de egos, y eso me espanta un poco”. Antes de 16 memorias, su ópera prima, Camilo Botero había rodado Vía Láctea, km. 13, en 2002, un pequeño docu-

mental con el que inició su carrera. Luego vino el viaje a Cuba y después su regreso a Medellín. En los primeros meses de 2006 tuvo el encuentro con el archivo de Mario Posada Ochoa, un fotógrafo y cineasta aficionado que había filmado durante varias décadas eventos como la visita del Papa en 1968, varias posesiones presidencias o los desfiles de silleteros, hasta las fiestas y celebraciones familiares. Eran alrededor de cincuenta latas de celuloide en 16 milímetros que estaban olvidadas y deterioradas en el fondo de un armario de una casa ubicada en la calle Maracaibo, en pleno centro de Medellín. Ese fue el campo abonado del que surgió 16 memorias. Lo primero que hizo Camilo, una vez su dueño accedió al rescate de su archivo, fue separar las latas que estaban totalmente dañadas de las que se podían preservar. De esta selección inicial quedaron 80.000 pies de película que en tiempo son alrededor de 33 horas. Después vino la limpieza del material en seco, el cambio de empalmes, la revisión de las uniones, ponerle una nueva pega y la limpieza final con percloroetileno. Después, con la beca de Gestión de Archivos Audiovisuales, en 2006, se realizó la digitalización de una manera bastante casera, una especie de telecine artesanal en el que utilizó una cartulina para proyectar el material original en 16 milímetros. Luego se adecuó la cámara con la que se grababa con el ángulo y la velocidad óptima para conseguir un buen registro. Después, con una versión digitalizada, Camilo Botero se encerró durante un año a armar la película que estaba oculta entre las cincuenta latas. De las 33 horas del archivo de Mario Posada quedaron 53 minutos, que es la duración de 16 memorias. En 2008, con la beca de la Alcaldía de Medellín al mejor proyecto documental, se le agregó la banda sonora y los componentes finales de posproducción.


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Fotografía: Cortesía

sobre ella: el cerco de los tiburones, la fuga de presos, las inclementes condiciones de vida dentro del penal, la insoportable sensación de aislamiento, la violencia omnipresente. Algunas son ciertas, otras no tanto, tal como lo manifiesta su director: “No quería explotar el tema de la violencia dentro de la prisión. Tampoco queríamos hacer énfasis en el tema de los derechos humanos, menos en el tema de la denuncia. Nuestro lema era cero violencia sensacionalista, cero cuestionamientos al sistema penal. Lo que se buscaba era mostrar la cotidianidad de un lugar del que se habla siempre a través de muchos mitos que nosotros desvirtuamos o desmitificamos”. En La Gorgona, historias fugadas se destaca la utilización de las animaciones. Ilustran de muy buena forma los momentos más dramáticos de la narración, de los que no se tenían imágenes, como la trayectoria del Cordobés, un célebre asaltante de bancos, el personaje más violento en la historia del penal, que muere precisamente en La Gorgona, o la frustrada fuga de un grupo de presos.

Camilo se mantiene alejado de las alfombras rojas, no le interesan. Prefiere aislarse a la hora de rodar.

Leyendas de La Gorgona Con su segundo trabajo, La Gorgona, historias fugadas, Camilo Botero se sumergió en la historia de esta legendaria prisión de ultramar, que fue abierta a comienzos de los años 60 y clausurada a mediados de los 80. Partió de una investigación periodística de Silvia Luz Gutiérrez, egresada de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, que sirvió de base para el documental. Silvia Luz, igualmente, fue productora de campo y la encargada de escribir los relatos que se leen en pantalla, no a manera de intertítulos, sino como una especie de contrapunto con la parte visual, que funcionó muy bien en este caso. En La Gorgona, historias fugadas, Camilo Botero ejerció como productor, director de fotografía, editor y realizador. Estuvo en el terreno durante cuarenta días: soportó, por momentos, un clima adverso, nubes de mosquitos, cule-

bras enrolladas en cualquier recodo del camino, y trasegó por caminos y trochas durante días calzado con botas de caucho. Al igual que en 16 memorias, apeló al material de archivo, en este caso, quince minutos de grabación del Noticiero Panamericano, del año 1961, que contenía imágenes de la recién inaugurada prisión. A esta base se le unieron las animaciones, los textos literarios, las voces en off y una música original que encajó con el espíritu del documental. A propósito de su colaboración para La Gorgona, historias fugadas, el músico Mauricio López expone el desafío de trabajar en el cine: “Es un poco complicado porque la música no solo debe tener el carácter y el sello personal que uno le quiere imprimir, sino que también debe llegarle al director y posteriormente al público. En el caso de La Gorgona fue una música alegre que contrastara con el triste ambiente del penal, para eso utilicé acordeón, armónica y algunos instrumentos de cuerda como el tiple y la bandola, que le brindaron un buen colchón sonoro a las imágenes”. Como es apenas obvio, al momento de encarar un proyecto que tuviera como objetivo recrear la historia de la isla prisión La Gorgona salieron a flote muchas de las leyendas que circulan

Fotografía: Cortesía

La extraña posibilidad de ver la infancia como si fuera la primera vez 16 memorias se comenzó a rodar en 1945 y su último plano data de 1971. Sus carretes estuvieron encerrados durante más de treinta años en un armario y se estrenó en 2008. El reto mayor consistió en contar una historia de Camilo Botero con un material ya rodado, sin manipularlo demasiado, asunto que se volvió un obstáculo que fue superado imprimiéndole al documental pequeñas pinceladas de ficción que, finalmente, funcionaron muy bien: la narración en primera persona, los giros dramáticos, los intertítulos, la recreación sonora, la música original. Dentro de todas las posibilidades del archivo, Camilo Botero se concentró en el registro familiar, y dentro de lo familiar, en la infancia. 16 memorias es una historia familiar contada desde la infancia por el primogénito de la familia, Jorge Mario Posada. La aventura de la creación de 16 memorias es casi tan hermosa como la historia que narra. Fue a base de enjundia, creatividad y sentido de orientación que Camilo Botero se sumergió por más de un año en un laberinto de imágenes. Y guiándose solamente por su instinto artístico logró armar un relato entrañable y universal, que toca por igual a jóvenes y veteranos, ya que para todos existe en la memoria ese paraíso perdido que fue la infancia, esa época en que todo estaba dotado de un resplandor especial. Era el tiempo de los paseos, de las fiestas familiares, de las marranadas, de las elevadas de globos: cuando todos los días eran azules. Así describe la experiencia su director: “16 memorias más que una idea fue un afortunado hallazgo, algo así como descubrir un tesoro escondido y casi perdido. Más que una idea fue una pasión, la pasión por el material de archivo y el deleite por rescatar imágenes a punto de desparecer”. Después de su estreno, 16 memorias inició un recorrido que lo ha llevado por 37 festivales nacionales e internacionales, en doce de los cuales ganó premios. Algunos de ellos fueron en el Festival de Miami, el de Bogotá y el de Buenos Aires. 16 memorias es uno de los pocos documentales colombianos que ha tenido exhibición comercial en salas de cine.

Durante más de un mes, Botero se infiltró en la inclemente isla Gorgona para realizar su segundo trabajo documental.

Una misionera admirable Después de La Gorgona, historias fugadas, a Camilo Botero lo llaman de parte de la Alcaldía de Medellín para encargarle la realización de un documental sobre Laura Montoya Upegui, la célebre Madre Laura. Con los días contados por el proceso de canonización, se encerró en el convento de las lauritas, en el barrio San Javier, en donde permaneció durante cuatro meses rastreando fotografías, material en celuloide, carretes con audio. De esta inmersión en la vida de la Madre Laura salieron la restauración de Luz en la selva, una película de Enock Roldán sobre la vida de la santa, y Sitio, la quinta palabra, el documental de Camilo Botero. Luz en la selva fue rodada en los años 50 por Enock Roldán, un cineasta que fue contratado por la comunidad para que elaborara una película sobre la trayectoria de la Madre Laura. En la búsqueda de material sobre la santa, Camilo Botero dio con cuatro copias de este trabajo, tres en Medellín y una en Bogotá. Luego encontró varios carretes que contenían el audio. Con la ayuda de la hermana Estefanía, guionista de Luz en la selva, lograron sincronizar imagen y sonido. De esta película se utilizan varias secuencias en Sitio, la quinta palabra. Antes de que la Alcaldía lo contactara, Camilo Botero no tenía idea de quién era Laura Montoya Upegui, y menos de su trayectoria. Y si mostró interés por el proyecto, fue por la posibilidad de acceder al archivo audiovisual. Por ahí canalizó su pasión porque si hubiera sido sobre un personaje que no conocía, que era una religiosa, que dentro de poco iba a ser canonizada, no hubiera tenido la menor motivación. Una vez en el convento, en contacto con un material a punto de desaparecer, que al igual que el archivo de Mario Posada estaba arrumado en el fondo de un escaparate, tuvo una suerte de conexión espiritual, primero con la comunidad que lo acogió durante varios meses, y después con la Madre Laura, personaje que lo sedujo de inmediato cuando se enteró de la forma en que luchó contra la incomprensión de su propia familia, contra la sociedad machista de todas las épocas, contra un estamento eclesiástico que ahora la santifica y se aprovecha de su imagen para sus propios intereses. Pero más allá de las manipulaciones mediáticas y religiosas, en Sitio, la quinta palabra nos queda la imagen de una mujer con una voluntad inquebrantable, con una rebeldía a flor de piel, con un misticismo inspirador, inclusive para su mismo realizador: “No tengo ninguna religión ni ningún Dios, pero conecté muy bien con la vida retirada, ajena al mundo, como en otra dimensión, en la que viven las hermanitas. En la Madre Laura no admiro lo santa o la connotación religiosa de su figura, pero me asombra mucho la persona que fue. Me parece súperguerrera, que se metió prácticamente sola a mitad de la selva, peleando con medio mundo, entre ellos, la Iglesia Católica, que hizo hasta lo imposible para truncar sus proyectos, y que ahora le toca reconocer su obra, porque cómo van a esconder lo que ella hizo, una obra que le abrió el camino a la canonización”. Aunque fue un trabajo por encargo, Sitio, la quinta palabra es un proyecto que le generó muchas satisfacciones, entre ellas, haber podido compartir durante unos buenos meses con la comunidad de las lauritas en medio de un ambiente silencioso, recogido, alejado de los afanes cotidianos, una atmósfera que conoce a la perfección y en la que se siente a plenitud. La disciplina de un monje Al igual que cuando comenzó su trayectoria en el audiovisual, Camilo Botero solo trabaja en lo que lo seduce, ya sea una historia, un sitio o un personaje. En medio de una vorágine laboral en la que los realizadores audiovisuales más talentosos se desperdician en la realización de videos institucionales, en la producción de fofos productos televisivos o burdos publirreportajes, el director de 16 memorias trabaja a su ritmo, sin afanes, atento a los detalles, sin forzar las circunstancias. En la actualidad labora en la preproducción de un proyecto sobre Fernando González, el brujo de Otraparte. Mientras tanto, sigue apegado a sus hábitos, recluido en su azotea, en medio de sus artefactos de ilusionista, trabajando en silencio, con la disciplina de un monje y la inspiración de un artista, esperando el momento preciso para salir de su guarida, echarse de nuevo la cámara al hombro y comenzar a rodar.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Mariana White Londoño mariana.whitelo@gmail.com

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rimero de junio de 2012. Alejandra está en la cocina lavando platos. No quisiera salir nunca de ahí porque mientras tanto Jojan, su novio, está en casa dispuesto a contar la verdad. La verdad que una niña de 15 años no confronta por miedo a defraudar a su padre y a su abuela. “Don Ramón, Alejandra está embarazada”, dice Sandra, la madre de Jojan. Pasa lo esperado: el padre se enfada, la abuela cambia de tema y, en los días siguientes, nadie en casa le habla a Alejandra. Pasa el tiempo y aceptan la situación porque la quieren. Tomás nace sano en noviembre, pero ella es apenas una niña que poco sabe de criar a un hijo. Entonces asiste al programa Buen Comienzo de la Alcaldía de Medellín, donde le enseñan, entre otras cosas, cómo cuidar a su bebé, cómo alimentarlo, cómo ser una buena mamá primeriza. Ella disfruta de las únicas clases que tiene por ahora, pues dejó el colegio cuando estaba en séptimo grado.

Cannes es un sueño Ningún cortometraje en la historia de Colombia ha logrado lo mismo que Leidi, del cineasta antioqueño Simón Mesa. La historia de una adolescente, con un bebé de brazos, que busca al padre por las calles de su barrio, ganó en Cannes en 2014 ante los ojos atónitos del público y los aplausos del jurado. De La Urbe habló con aquellos que transformaron una historia común en nuestras barriadas en una narración cinematográfica exitosa.

*** Agosto de 2013. El proyecto de Leidi gana un estímulo económico de Idartes (Instituto Distrital de las Artes de Bogotá). Simón podrá realizar su corto en coproducción con la Escuela de Cine de Londres y graduarse de la misma. La historia es la de una adolescente que busca a su novio, padre de su hijo, por un barrio empinado de Medellín, y que no descansa hasta encontrarlo. Mientras tanto Simón y su equipo no descansan hasta encontrar a la actriz protagonista. ***

Fotografía: Gito Labino

Octubre de 2013. Simón asiste a una reunión de Buen Comienzo en el barrio Doce de Octubre, al noroccidente de la ciudad. Busca a una chica que, más que actuar, pueda representar su misma realidad: ser una jovencita y una madre a la vez. Alejandra Montoya le llama la atención desde el principio, pero no la tiene en cuenta porque no cree que el niño con el que asiste sea su hijo. Es apenas una adolescente de 16 años, morena, muy delgada, junto a un pequeño de casi un año que parece más bien su hermano. “No hablé con ella porque me dio En el último Festival de Cannes, César Augusto Acevedo ganó la Cámara de Oro con su película La tierra y la sombra. Este y Leidi son sueños que ayudan a elevar el cine colombiano. esa impresión. Fue después, en otro de esos encuentros, que estaba hablando con unas niñas y Alejandra se acercó con el interés de particivecino que le coquetea, pero ella, imperturbable, pregunta trabajo y la felicidad que produce estar en Cannes, Francia. par. Fue ella quien se interesó y comenzó ese diálogo”. por Alexis, su novio. El chico le cuenta que lo vio la noche Cuando Abbas Kiarostami, presidente del jurado de los corLlega el momento de las pruebas de actuación. Le piden anterior bailando con otra muchacha. Leidi, pensativa, sale tometrajes, dice el título y el nombre del ganador, Simón solo a Alejandra que represente ante cámaras una pelea con su noa buscarlo. piensa en las escalas: no quiere caerse como toda una señorita vio, y ella, aunque es tímida, lo hace. Luego de algunas pruebas Corten, corten, ¡corten! Es tal vez la palabra más pronunen su fiesta de quinces. Además, el maestro de ceremonia ya a varias jóvenes, el equipo debe escoger entre dos: Alejandra o ciada en el momento. El actor de la escena si no sonríe, mira ha advertido que el ganador debe saludar, recibir el premio y Carolina, otra chica de Buen Comienzo. Cada una dice, con a la cámara, se mueve o se distrae. Simón se enoja y, como retirarse sin pronunciar palabra alguna, así que su mente está modestia, que quede la otra, pero el equipo ya sabe que la proen un acto de irritación, le pide al muchacho que baje y suba en blanco y en las benditas escaleritas. tagonista será Alejandra. Entonces le cuentan y ella queda un corriendo uno de esos empinados callejones del barrio El Picapoco en shock, nerviosa, se ríe y los mira a todos. Le preguntan cho, con escalas incluidas a ver si se cansa. Repetir y repetir, ya *** que si está segura de querer actuar y ella asiente. comienza a oscurecer, y Alejandra se va desesperando. Quiere tirar la toalla, aunque no lo hace porque Simón le pide que Diana, Simón y otros cuatro del equipo celebran en Can*** “no lo deje tirado”. Al día siguiente todo fluye mucho mejor. nes como rockstars, mientras Alejandra vive un boom mediático en Medellín. Prende el televisor y ve la noticia: Cortometraje 13 de enero de 2014. Casi todo está listo para comenzar *** Leidi gana la Palma de Oro. Llora, asimila lo que está pasando a grabar al otro día. Diana Patiño, la joven productora, sale a y llama a sus familiares más cercanos para contarles. “Vea, vea, comprar algunas cosas que hacen falta, mientras otros espe19 de mayo del 2014. Luego de tres meses de preproducestoy en televisión”. Siempre se había preguntado cómo se vería ran los equipos de rodaje que vienen en un camión desde Boción, de tan solo cuatro días de rodaje y de correr en posproen televisión –ni siquiera en cine– y ahora lo sabe. gotá. “Hasta ese momento todo iba fluyendo bien. De hecho, ducción para enviar a Cannes una versión de Leidi sin terminar Días después en La Ceja, Alejandra está de visita donde hubo un momento en el que Simón me dijo: ‘Esto es muy en marzo, y la terminada en abril, por fin Simón Mesa –un su mamá. Juntas preparan lasaña para almorzar. Suena el ceraro’, porque normalmente hay un montón de imprevistos y muchacho graduado de Comunicación Audiovisual en la Unilular. Es Ramón, su padre, que la llama para contarle que la de situaciones que uno tiene que solucionar a última hora y en versidad de Antioquia y que hace su maestría en Londres– llega solicitan del periódico El Colombiano. Como suena alicorado, este caso eso no había ocurrido”. al Festival de Cine de Cannes con un trabajo que representa la Alejandra no le cree, mucho menos su madre y le cuelgan. Pero El chofer del camión llega en la tarde, como estaba prerealidad de muchas niñas de Medellín, una ciudad con más de en seguida llama el periodista y corrobora que quiere conversar visto, pero se queda sin frenos y choca contra la reja de la uni6.000 embarazos adolescentes por año. Entre los más de 3.400 con Alejandra, la Leidi de Simón Mesa. La entrevista es telefónidad residencial donde el carro iba a ser parqueado. Se forma cortometrajes procedentes de 128 países que se buscan una ca y hasta su mamá habla, quien comenta que están preparando una fila de carros que quieren entrar y otra de los carros que oportunidad, Leidi está ahí y es el único cortometraje latinoauna lasaña “para celebrar”. A su casa en Medellín van, entre quieren salir. El administrador está furioso y Diana intenta mericano entre los nueve de la selección oficial. otros medios, Teleantioquia y la revista Semana. Además, cuansolucionar el problema. Cannes es un sueño, piensa Diana en medio de tal Festival. do sale sus vecinos le gritan “¡Huy!, la actriz”. Pudo haber sido peor. Nadie salió herido y los equipos Es abrumador y mágico a la vez, por la gente, las proyecciones, están bien. Logran correr el carro, fluye el tráfico y el camión las entrevistas, las fiestas y las reuniones que suceden al lado del *** es llevado a un taller donde lo arreglan para comenzar, como mar. Es quizás el festival de cine más importante del mundo. se planeó, a las seis de la mañana del día siguiente. Como cual Al parecer, las estrellas están a favor de Leidi, pues es el Todos vuelven a la realidad, como si hubiera sido un sueño, circo, el equipo de producción llega y todo el barrio está a la primer cortometraje de la selección oficial que se proyecta en uno inolvidable. Quedan el reconocimiento, las experiencias, expectativa. La primera escena que graban sale rápido: Leidi un teatro despampanante como es el Palacio de Festivales y los recuerdos y son conscientes de que hoy la vida es igual, como bañando a su hijo en una terraza. La segunda es un lío. Congresos de Cannes. “Maravilloso, con un sonido increíble en un círculo, donde cada uno regresa a su propio contexto; que y una pantalla… Una proyección muy buena que, con la cannadie se hace rico con el premio y que si no siguen trabajando, *** tidad de gente que había en ese teatro, fue muy emocionante”. creando, nada más va a suceder. Luego de Cannes, Simón vuelLeidi va, con su bebé en brazos, a comprar unos pláAl día siguiente es la premiación. Los nervios de Simón ve a Londres a finalizar sus estudios, Diana retorna a Bogotá y van en aumento, pero le ganan la confianza que tiene en su Alejandra sigue en casa, cuidando a su hijo. tanos que le encarga su madre. En el camino la detiene un

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Las sumas y restas Fotografía: Juan Camilo Jaramillo

de Fabio Restrepo

Fabio ha actuado en series televisivas como La Bruja, Rosario Tijeras, Zona Rosa y Taxi Libre, además de sus apariciones en cine.

Fabio Restrepo es uno de los actores naturales más reconocidos de Colombia. Su participación en la película Sumas y restas lo lanzó, inesperadamente, a la fama. Aunque ha realizado otros papeles, en telenovelas principalmente, Restrepo no se considera un trabajador de la actuación. De La Urbe compartió una tarde con él para revivir sus escenas más icónicas y preguntarle cuánto se parece él a los personajes que vemos en pantalla. Juan Diego Posada jdposadap@hotmail.com

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e su casa salió buscando chicles. Se le veía a la carrera haciendo señas de “ya voy”. Mide aproximadamente un metro con 65 centímetros, de contextura gruesa y una barba rala con algunas canas que delatan sus cincuenta y tantos años. Es un tipo que camina como si diera pequeños brincos a cada paso, tranquilo y sonriente. Apareció vestido con zapatos de cuero, un pantalón de drill, una camisa sencilla y un bolsito donde guarda sus cosas personales; una imagen muy distinta a la que estamos acostumbrados. Ese es Fabio Restrepo: —Don Fabio qué gusto conoc…. —¡Quiubo mano! Vamos. No mediamos más. A Fabio le da pereza hablar, aunque después de tres preguntas se desborde en palabras. Él prefiere no esforzarse; dice que es su forma de llevar la vida. Tal vez lo han visto como Elmer en Lady, la vendedora de rosas; Marcial en Sin tetas no hay paraíso; el Alcalde en la serie televisiva La Bruja, y en largometrajes como Satanás, Rosario Tijeras, Zona Rosa y, por supuesto, Sumas y restas, estrenada en 2005, la cinta que le dio su reputación, además de cuatro premios a mejor actor en varios festivales de cine en el mundo. Fabio Restrepo es un actor natural, uno de esos que no fueron a la academia de actuación pero que, por sus condiciones, puede interpretar cierto tipo de personajes con mayor facilidad. Su rol como Gerardo en Sumas y restas lo acredita como un traqueto creíble en la pantalla. Mientras conversa sobre Sumas y restas, deja en claro que solo hay una cosa en común entre su personaje (Gerardo) y él como persona: el conocimiento sobre carros. Fabio no tiene un pasado mafioso como en la película, ni consideró ser pillo en su juventud. Sin embargo, entre hijueputazos espontáneos, con un acento paisa, logra una naturalidad que sorprende al espectador y que Víctor Gaviria, uno de los directores más grandes del cine colombiano, supo descubrir. Acerca del cine colombiano tiene dos cosas claras: la primera es que el que lo haga tiene que ser un loco con plata, porque se debe empeñar el carro y la casa, pero la plata no se va a ver; la segunda es que Víctor es el putas porque es capaz de trabajar con un montón de micos. Es director y papá de sus actores al mismo tiempo, además del respeto que le tienen en otros países, cuenta Fabito. A Víctor lo aprecia por todo lo que han pasado juntos, aunque por estos días tengan disputas legales por los derechos de autor de la próxima película del director antioqueño.

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Sus primeros pasos los dio en las periferias de Medellín entre el Barrio Popular y Villa Socorro, al nororiente, específicamente en las calles de Andalucía. Viene de una familia humilde; su padre era obrero y Fabio solo cursó hasta quinto de bachillerato. Insistió en dejar el colegio porque no quería que sus compañeros del Liceo Antioqueño lo vieran sin dientes, que, por lo podridos, se habían ido cayendo. Sin más por hacer, el joven Fabio se dedicó a diversos trabajos. Pasó por lavacarros, vigilante y hasta conductor de una ruta de bus. Nunca vio cine, a excepción de un par de películas en el desaparecido teatro Palermo. Mucho menos se imaginó como actor. Probablemente por su procedencia, su gusto por la fama ha sido nulo. Fabio nunca quiso luces encima y a veces se cansa de las fotos y las entrevistas, pero entiende que ahora su trabajo consiste en eso. Sin embargo, como dice, cada que puede hacerse el guevón lo hace, y se libra de una que otra entrevista indiscreta porque prefiere estar tranquilo.

Nunca vio cine, a excepción de un par de películas en el desaparecido teatro Palermo. Mucho menos se imaginó como actor. —A mí, hermano, me da hasta pereza hacer televisión. En mi casa es porque me insisten. Cuando trabajaba como conductor en EPM, a principios de la década del 2000, se puso a escribir una historia en un cuaderno, en los tiempos muertos mientras esperaba que los trabajadores hicieran acometidas eléctricas en algún barrio. Era la historia de su hermano, un matón de esquina que al mismo tiempo generaba admiración y respeto. Ese cuaderno lleno de anécdotas (que años después terminaría convertido en libro y publicado por Planeta) pasó de mano en mano hasta llegar a Víctor Gaviria. El cineasta se interesó en aquel escritor visceral, y quiso conocerlo. En medio de la charla, Víctor le ofreció a Fabito una audición para su próxima película: Sumas y restas. —¿Y cómo fue esa audición? —Me dijeron: Fabio, usted es un traquetico de medio pelo, un resentido y una gonorrea. No tenés educación y todo es a las patadas. Yo me la creí y arranqué. Cuando me decían que parara yo seguía insultando porque pensé que era parte de la escena. Eso les gustó. Ya con el papel de Gerardo, dejó su trabajo como conduc-

tor y se dedicó a trabajar en la película. Ahora, de repente, era actor de tiempo completo y el rodaje lo exigía. Pero en cuanto las grabaciones acabaron, Fabito, como un mortal más, tuvo que volver a su vida de siempre, en este caso a manejar taxi. De la película solo sabría cuatro años más adelante, cuando finalmente llegó a los principales festivales de cine extranjero. No fue sino hasta el Festival de Cine de San Sebastián en 2005 que Fabio se vio a sí mismo en pantalla grande. Se ríe mientras dice que compartió alfombra roja con Almodóvar y no sabía ni siquiera “quién era ese señor”. Y si bien le pedían autógrafos en las calles europeas y los organizadores del festival le hacían venias, la cabeza de Fabio estaba en sus zapatos… Le tallaban y eso lo estaba matando. Además los taxis eran Mercedes Benz y eso era inaudito para él. En la casa de Fabito en el barrio San Javier, Marina, su esposa, es la que manda. Ella mide cuánta plata entra al mes y en qué se gasta. Aunque Fabio sea considerado el mejor actor natural del país y haya participado en varias películas y series de televisión, si tiene que salir a la calle es ella la que le da dinero, no importa que el hombre “la haga toda”. Marina lleva las riendas de un hogar con cuatro hijos, dos nietas y un esposo que le pide plata hasta para los chicles. Claro: Fabito no desaprueba esto, pues dice que sus ingresos son para su familia y no para él. —Don Fabio, yo seleccioné algunas escenas de la película por si no la quiere ver toda… —¡Huy! Sí, por favor, que tortura ver todo eso. Ya no encuentra diversión en ver su personaje, aunque siente que con Gerardo hizo todo lo que nunca fue en la vida: gritó, trató mal, fue el dueño del mundo, insultó, agredió, traquetió y metió vicio –de mentiras, pues a la hora del té no se toma ni un trago–. Según él, siempre fue la “güeva” de la familia, así que encontró un escape en Gerardo y eso lo hacía feliz, aunque hoy día sienta pena de su personaje, sobre todo por el sartal de insultos que lanza cada que habla y porque ahora como actor tiene otros horizontes. —¿Pero sus premios qué? ¿Los valora? —¡Claro, hermano! No ve que le gané un India Catalina a Javier Bardem, a pesar de que no sabía quién era él tampoco. Llora cada vez que ve la escena en que varios de sus sicarios vengan la muerte de su hermano, porque esa realidad tan propia de Medellín –con sus muertes violentas y sus venganzas– la ha tenido que vivir en carne propia. Las lágrimas le corren al pensar en sus hermanos muertos, y probablemente en los de Gerardo. Ríe, porque en la película durante el entierro de su hermano, Fabito, llevado por la emoción del personaje, le besa la boca al “muerto”. En cuanto escucharon el grito de ¡corte! el muerto se levanta a bravearlo: —¡¿Cómo me vas a dar un beso en la boca?! ¡¿Es que sos marica o qué?! —Ah güevón, es que yo te quiero mucho. Sin afanes, sale contento de donde esté. Es de esos tipos que saben llevar la vida sin sufrir por las cosas que el medio y el día a día les exige, de esos que encantan serpientes, pero que al final solo se enredan ellos mismos. Fabio solo necesita comer y tener donde dormir, el resto lo deja ahí, porque no planea la vida. Esa puede ser su mayor ventaja. —Pero don Fabio, ¿cómo que no le gusta trabajar, si usted es actor? —Lo que ustedes no saben es que a mí no me gusta trabajar, me gusta hacer cine y eso no es trabajo.

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En Medellín, la ciudad conservadora y rezandera, los fieles, curiosos, desesperados, amantes y amados buscan a diario una hierbita que atraiga al ser pretendido, un bañito de ruda que espante la mala suerte o una lectura de las cartas que les enseñe el futuro. Tanto se cree en una religión, como en lo místico y lo esotérico.

Luisa Arbeláez luisa.fernanda789@hotmail.com Sara Lopera sllopera9@gmail.com Danilo Quintana daqui-h@hotmail.com Alejandra Vergara G. alejandravgj@gmail.com

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Qué deseas saber hoy? Porque te pueden leer el tarot, la mano y el tabaco. ¿Qué quieres alejar? Porque te pueden espantar las malas energías, los demonios y la mala suerte. ¿Qué quieres atraer? Porque te pueden poner el amor, el dinero y la salud en tus manos. ¿Cómo llega eso hacia ti? Con riegos, jabones, brebajes, ritos, inciensos, ángeles, oraciones, baños y mucha, mucha fe. En las calles del centro de Medellín, en medio de sus iglesias y monumentos religiosos, puedes encontrar un brujo o un chamán que te promete salud, dinero y amor; en cualquier esquina te entregan la tarjeta de un ‘indio’ o brujo que te amarrará al ser querido o te ahuyentará las malas energías; un sacerdote te sacará los demonios que te carcomen por dentro; por tres mil pesos compras a San Antonio, lo pones de cabeza y, en un dos por tres, tienes marido; con un baño de ruda te quitan un mal de ojo y quedas como nuevo; consigues una pomada milagrosa que con dos sobaditas te cura cualquier dolor. Es en el centro de Medellín en donde se vive lo esotérico. Desde la Avenida Oriental con La Playa y la Avenida Primero de Mayo, y por Boyacá hasta el Parque Berrío, más la carrera Junín, a diario se reparten gran cantidad de papelitos impresos en papel periódico, con tinta de diversos colores, que promocionan brujos, indios y chamanes. Medellín es una ciudad profana donde se dice creer en un dios, pero al que hay que echarle la mano; un dios que se ayuda de la magia, del tarot y de otros artilugios para atraer creyentes.

Aquí te atan, aquí te amarran Parque Berrío La virgen y la pomada Entre el bullicio del Parque Berrío y la tranquilidad de la iglesia de la Candelaria se escucha la suave voz de Ernesto Gaviria, vendedor de artículos religiosos y pomadas sanadoras, que con el mismo tono de voz le repite “A la orden” a todo aquel que pasa. Dice él que su negocio tiene mucha clientela y que se divide en dos: los que vienen buscando la estatua de la Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos, y los que buscan la pomada a base de marihuana, patrona de los que la virgen no puede o no quiere curar.

Deidades hindúes decoran el ambiente, como la Ganesha de la foto, adornada de joyas baratas y gafas de fiesta.

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Embobados La voz de un hombre que aparenta tener unos cuarenta y cinco o cincuenta años se escucha desde las escalas de la estación Parque Berrío. Está rodeado por más de quince personas que lo miran atentamente mientras él les enseña cómo puede una bruja acabar con sus vidas. Pasa más de media hora, y la gente, medio hipnotizada y asombrada, sigue ahí haciendo todo lo que les dice: “A la cuenta de tres todos nos vamos a echar la bendición, y al que se ría de mí lo acompañará desde este momento un dolor de cabeza y tendrá que venir a mí para que se lo quite”. Y todos a la vez, temerosos, mandan su mano derecha a la frente: “En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, amén”.


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Con preguntas y adivinaciones La Zaragoceña atrae a su público.

En la tienda Yin Yang del centro comercial El Parque puede encontrar productos esotéricos, sexuales y divertidos.

Los brebajes de Bolívar Carrera Bolívar Salada Una arrugada y vistosa mujer le pregunta a su clienta: “¿Cuál jabón necesita? Le tengo Abre caminos, Tumba trabajos, Don Juan dinero, Saca lo malo, Amarra hombre”. Ella, con voz risueña, le contesta: “Con esta sal tan verraca, empaque todo eso; ¿cuánto es que cuestan?”. Remedio Parece increíble que en el pequeño local quepan tantas ramas y flores, y quede espacio para la voluminosa vendedora que canta una canción de Tormenta, la que suena en la radio. Con una actitud de servicio y una sonrisa melancólica atiende uno a uno a los clientes que llegan a su negocio. — ¿Qué es bueno para el dolor de garganta? — Tómese una infusión de jengibre y santo remedio. —No puedo dormir bien, el insomnio me está matando… — Se toma tres goticas de esta valeriana y santo remedio. —Ya no soy el mismo en la cama, mi amiguito no está funcionando… — Tómese estas pastillitas de ginkgo biloba y santo remedio. —Me duele el corazón, tengo mal de amor, ¿qué hago? — Vea, mi señora, para eso no hay santo, ni hay remedio.

La Catedral y sus Santos Catedral Metropolitana La espera Hoy, como todos los días de la semana, de nueve de la mañana a doce del día, Monseñor Jorge Enrique Suárez ha llegado a la Catedral Metropolitana a escuchar los problemas de todos los creyentes que desde las ocho empiezan a tomar asiento y hacer la fila. Ancianos, jóvenes y niños con sus padres esperan pacientemente su turno. Monseñor Jorge es el único autorizado en Antioquia para hacer exorcismos y sacar de los cuerpos a los peores demonios. Su poder se demuestra con casos como el de la mujer por la que acaba de rezar; le puso su mano en la cabeza, y como si tuviera mil garrapatas encima, empezó a rascarse desesperadamente. Faltan veinte minutos para las doce y aún quedan nueve personas, entre todas se miran desconsoladas. Una, con fotografías de su hija en la mano, le dice a la otra, que sostiene el agua bendita entre las piernas: —Tocará venir mañana, ya hoy no nos dio tiempo, en esto se para. — No importa, madrugo mañana, este señor para mí es un ángel divino que combate el mal. A mí una bruja me había atado, y con una sola sesión me sentí como nueva. —Yo necesito pedirle a él por mi niña, yo sé que él la puede sanar. Monseñor Jorge se levanta y se excusa porque no podrá atender al resto, pues debe ir a otra parroquia a dar la misa de las doce. —Padre, pero bendígame el agüita antes por favor. El que peca y reza... “¿Conoce usted la mirada del Diablo, de Satanás?”, preguntó un hombre que vestía túnica negra, en una de esas tiendas de santos de la calle Bolivia. Y continuó: “No hay mirada que escupa más odio que la de alguien que esté poseído, yo los he visto; te miran fijamente y mueven la lengua de un lado para otro, por dentro y por fuera, como una serpiente, como el mismísimo Satanás”. Se llama José, es cura hace diez años y asegura que en Medellín hay muchos poseídos por ser rezanderos y creyentes falsos, “de esos que dicen ser católicos, se le arrodillan a la virgen y luego van donde un brujo a depositar toda su fe; eso no es ser creyente de Jesús, eso es una mezcolanza”.

La tienda naturista y esotérica San Próspero le vende hierbas, riegos y plantas para curarle el amor y otros demonios.

Entre falos y hierbas Paseo Junín Paseo Junín Caminando por el Paseo Junín, diagonal al Salón Versalles, hay un centro comercial que huele a hierbas e inciensos desde su entrada. Se llama El Parque y las hierbas vienen de esos locales que mezclan algo de espiritualidad, magia, religiosidad y sexo; porque aquí el sexo y el esoterismo conviven bajo el mismo techo. A diario llegan personas buscando ayuda, ya sea espiritual o sexual o, en el peor de los casos, ambas. Te engañan La suerte está echada: “Ese hombre no le conviene”. Ella, con su ingenuidad de campesina, parece persuadida por la sentencia: “Debe dejarlo, él le va a hacer mucho daño”. Consulta pagada, mujer convencida. Antes de irse le hace una última sugerencia: “Eres muy hermosa, deberíamos salir algún día”. Alguien te envidia El peruano iba descifrando las cartas. Unas espadas: “Alguien te envidia, debes hacerte una limpieza”. Otra con un huevo en la mitad: “Mira, mami, cuando te sale esto es porque debes pasarte el huevo. Coge un huevo cualquiera, úntale este aceitico que yo vendo y luego métete al baño, enjabónate, y te lo pasas por todo el cuerpo rezando un Padrenuestro; cuando salgas bótalo en el inodoro, y con él se irán toda las malas energías. El huevo es bendito”.

Encuentre más sobre esoterismo en el siguiente código QR:

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


18 Voces

La versión del lobo Ilustración: Mats Schönauer

Miles de niños han engrosado las filas de los grupos armados ilegales en sesenta años de conflicto. Muchos se han desvinculado. Este es el testimonio de uno de ellos.

Lucas Ferraz lucasffa@gmail.com Víctor Casas victorcasasmendoza@gmail.com

R

ecuerdo que salí del colegio y mi teléfono sonó. Era Danilo, uno de los comandantes de las FARC. “Tu hermana está muerta”, me dijo. Mi hermanita tenía 18 años. Él dijo que, unos días antes, un personaje se voló de la guerrilla y regresó con el Ejército. Mi hermanita se estaba bañando en el río Samaná. Él le disparó. No fue una herida letal pero murió ahogada. Yo en ese entonces estudiaba actuación. Como tenía las llaves del teatro me fui y me desahogué en el escenario. Fui a mi casa aguantándome todo lo podrido que estaba por dentro. A mi mamá no le pude decir porque estaba muy enferma. Hacía unos 10 años la habían operado del corazón y ya le estaba fallando la válvula que le pusieron. Mi novia, que por esos días tenía dos meses de embarazo, fue quien aguantó mi llanto. Ese día nunca se me va a olvidar. Yo había acabado de llegar, estaba acostado y mi mamá iba a salir con una prima, entonces me dijo: “Voy a dejar el celular, si la niña llama, que diga dónde está para ir a recogerla”. Cerró la puerta y me puse a llorar. Yo tenía todo adentro. Como todos los hermanos que se amaban, peleábamos mucho. Después del llamado de Danilo, mi mamá siguió preguntando por la niña casi a diario. Lloraba todas las semanas. Estaba mal física y psicológicamente, hasta que la volvieron a operar del corazón. Ese fue otro momento duro porque los médicos me decían que era más fácil que se muriera a que quedara viva. Estuvo casi tres meses en el hospital hasta que finalmente se recuperó. Nunca más me volvió a preguntar por mi hermanita. Ella inconscientemente sabía que estaba muerta, pero no lo aceptaba. Esos meses en la clínica como que le borraron el casete. Ese tema nunca se volvió a tocar. Una vez la llamaron del Ejército, la citaron, le mandaron una carta. Yo fui a la cita y los tipos me dijeron que mi mamá tenía derecho a la verdad.

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“¿Y no importa el derecho a la vida y a la integridad física y mental de una persona?”, les dije yo. Porque donde mi mamá se hubiera dado cuenta, automáticamente se moría. A mi hermana la mataron en San Luis. Creo que la enterraron en el cementerio de San Francisco, sin identificar. Igual no es algo que me preocupe porque finalmente es un cuerpo, es materia. No importa dónde esté el cuerpo de cada persona, la energía es la que nunca se va a extinguir. Menos mal no tengo prejuicios religiosos para pensar en eso. Ojalá que esté bien, en la tierra, al lado de un árbol, o qué sé yo. *** Yo nací en Cocorná, un pueblo que queda a dos horas y media de Medellín, donde estoy desde los cinco años. Siempre he vivido con mi mamá y vivía con mi hermanita. A mi papá lo veía muy de vez en cuando, él nunca estuvo muy pendiente de la familia. El recuerdo más viejo que tengo de la guerrilla fue un disparo. A un hombre que estaba limpiando un fusil se le descargó. Yo era muy pequeño, creo que tenía cuatro años. Recuerdo que me ponía a jugar con otros niños, con palitos, como si estuviéramos en un combate. Unos eran la guerrilla y otros el Ejército. Y así, nos poníamos a correr entre las rocas y por los potreros. En Granada hay un corregimiento que se llama Santa Ana. En los años noventa y principios del dos mil, hasta que se montó Álvaro Uribe, era un pueblo con mucha presencia de la guerrilla. Allá vivían el abuelo y los dos tíos. Nosotros siempre íbamos a visitarlos. Desde que tengo conciencia, siempre tuvimos relación con la guerrilla. Me acuerdo de una vez que pasaron por la casa saludando. Otra vez estaba en un campamento muy grande, al lado de Santa Ana. La guerrilla había cogido unos carros con mucha mercancía, ollas, tapetes, güevonadas que empezaron a repartirle a todo el pueblo. Mis dos tíos eran de las FARC desde la adolescencia. Cuando empezamos a frecuentar la zona, ellos eran comandantes de compañía, tenían grados de responsabilidad. De menos a mayor, la organización tenía el comandante de escuadra, comandante de guerrilla, comandante de compañía, de frente, de bloque y, arriba de todos, los miembros del secretariado.

Una tía, hermana de mi padre, también era de las FARC. Ella fue guerrillera durante 18 años, hasta morir en una acción del Ejército. Yo la conocí allá, cuando tenía 14 años. Nosotros queríamos mucho a los tíos. A uno casi nunca lo veíamos. Era muy militar, poco ilustrado, pero con una sagacidad enorme. Y el otro se preocupaba más por la familia, era emocionalmente más sensible y llamaba para que lo visitaran, entonces con él nos veíamos con mayor frecuencia. Recuerdo que cuando empezaron a salir los billetes de 50 mil pesos, sacaba y nos daba a mi hermanita y a mí. Ahora está en la cárcel. A mí me da mucha rabia eso porque es una persona muy buena. Estuvo 18 años en la guerra, pero es de esa gente que no quiere hacerle daño a nadie. Mi mamá siempre ha estado muy pendiente de él. Yo le mando cositas de vez en cuando, no he ido a visitarlo porque no me queda tiempo, pero sí, él es de esas personas que uno dice: “lástima que esté en la cárcel”. *** Una vez me tocó una toma. Fue la de Granada, no se si ustedes se acuerdan. Fue muy sonada. No me acuerdo muy bien la fecha pero fue un diciembre porque en vacaciones era que íbamos. Yo tenía 9 años. Cuando llegamos guardamos los bolsos en una cafetería y mi mamá nos dijo que fuéramos a buscar a una amiga de ella. En esas, al poco tiempo, explotó un carro bomba. Yo me acuerdo que huyendo de toda la cosa llegamos a un lugar, como a la entrada del pueblo. Hubo mero enfrentamiento y pasamos la noche en una casa donde nos dejaron quedar. Es que eso empezó como al mediodía y a las cinco de la mañana todavía se escuchaban disparos. Cuando todo terminó pudimos volver a la cafetería. Las maletas las rescatamos debajo de los escombros. Parte del local estaba destruido. Después, cogimos un carro y nos fuimos para Santa Ana. El tío mío se enojó mucho porque no le avisamos que íbamos. Y caímos justo cuando ellos hicieron esa toma, con todo lo que pasó después. Mi mamá no era de la guerrilla. Ella simplemente quería a la familia y por eso iba a visitar a mis tíos, entonces nosotros la acompañábamos. No sentía ninguna influencia política, de hecho estudió como hasta tercero de primaria y no tenia simpatía por ningún grupo. Todo estuvo ligado siempre a lo familiar. Mi papá tampoco era de la guerrilla, él era campesino, un agricultor. Tenía tierra por Cocorná. Pero cuando lo mataron, lo hicieron pasar por guerrillero. *** Cuando yo me metí a la guerrilla, mi mamá se dio cuenta enseguida, pero no me dijo nada. Yo siempre fui un tipo muy libre, y siempre estuve cerca de la agrupación. Crecí rodeado de ellos. Por eso ni me acuerdo de cuando me metí. En la guerrilla se rumbea muy poco, dos veces al año, si mucho. Solo se festejaba el día del cumpleaños de las FARC, el 27 de mayo, y la Noche Vieja. Y como yo caía justo en diciembre, me tocaba. Aunque no era muy de bailar, prefería quedar-


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*** Un día el Ejército me llegó a ofrecer hasta 500 millones de pesos por información. Por mucho tiempo un comandante me estuvo buscando. Me encontré con él como tres veces, quería que le dijera dónde estaban los campamentos, que le entregara al comandante Danilo, al que finalmente

Desmovilización y reintegración, una apuesta por la paz En la última década más de 55.000 combatientes de grupos armados ilegales se han desmovilizado en Colombia. El proyecto de reintegración es una de las apuestas para que el país encuentre el camino de la paz. El proceso para cada excombatiente puede llevar hasta siete años dependiendo de las características individuales en el momento de abandonar el grupo armado. Un diez por ciento de los que dejan las armas son menores de edad. Ellos, por su condición de víctimas, son considerados como desvinculados y no desmovilizados. En principio son atendidos por el ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) hasta que cumplen la mayoría de edad y pasan a la Agencia Colombiana para la Reintegración. Del total de desmovilizados, entre el 22 y el 25 por ciento están en el departamento de Antioquia.

mataron en 2009; pero yo nunca me moví por dinero, prefería estar muerto que venderme. Como seguían encima de mí, decidí buscar ayuda en el Gobierno para desvincularme. Fui al ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) a pedir ayuda. En ese entonces yo vivía con un muchacho que había perdido las manos y se había venido de la guerrilla. Él fue el que me dijo: “vaya, que así usted se libera de problemas”. Finalmente decidí meterme en el programa. Además, yo conocía a la psicóloga y la trabajadora social de él porque iban mucho a visitarlo. De hecho, ellas terminaron siendo mi psicóloga y mi trabajadora social. La primera vez que me hablaron, me tomaron una declaración sobre el vínculo que había tenido con la organización. Por ese entonces hacía muy poquito que yo había vuelto de pasar dos meses en el monte. Fue por medio de unos desmovilizados que también pude hablar con el tipo que mató a mi hermanita. Me dijo que era de la Fiscalía pero yo no le creí, sabía que no era así, que se había volado de la guerrilla. Me mostró unas fotos. Me preguntó si la reconocía. Era ella, tenía un disparo en el hombro. La foto fue tomada el día de su muerte, el 28 de agosto del 2008. *** Yo siempre decía: hacé las cosas, pero debés saber por qué las estás haciendo. Cuando mi hermanita se fue para la guerrilla, a los catorce años, lo hizo porque le gustaba la vida guerrillera. Estuvo casi un año pero la echaron porque tenía aptitudes impensables para alguien que quisiera hacer la revolución: si había una marcha, se sentaba porque no quería andar. Cogía el fusil de bastón y como estaba con el tío, no lo veía como una figura de autoridad, entonces la echaron para la casa. El mismo tío le dijo que se fuera. A los seis meses ella contactó al comandante de frente, que era el superior del tío mío, y le pidió que la dejara vol-

ver. Él le dijo que sí, pero con la condición de que tenía que comprometerse con la causa. Entonces se volvió a ir, incluso dejó los estudios tirados. Después de eso no conversamos mucho. Me llegó a contar muy pocas cosas. Una vez me dijo que habían volado una torre de energía o me contaba de la convivencia y de la gente que yo conocía. La última vez que hablé con ella, ya sabía por qué carajos era que estaba allá y tenía un fusil al hombro. Cuando se murió me dolió en el alma, pero me sentí feliz de que hubiera muerto haciendo lo que quería. En este mundo donde la libertad es un imaginario, ella fue una persona libre. *** Tengo 23 años y hace cinco estoy fuera de las FARC. Estoy trabajando y estudiando en la Universidad de Antioquia. Pero todavía no cumplo mi sueño. Mi sueño de libertad es salir de Colombia, viajar, mochiliar. Prácticamente estoy acá por mi mamá y por mi hijo. Él apenas tiene cinco años. La mamá del niño también estuvo en la guerrilla, pero yo la conocí cuando ya estaba fuera del grupo. Es mayor que yo pero se ve joven y bonita. Recuerdo que siempre decía: “yo no me voy a meter con un niño”, y vea, terminó teniendo un hijo conmigo. En la actualidad no estamos juntos, pero nos llevamos bien. El niño pasa conmigo de viernes a lunes y el resto de la semana con ella. Yo siempre hablo con él, compartimos poco pero hablamos mucho. Quisiera que él razonara por sí mismo, que pensara por sí mismo. Eso es importante. Lo que me preocupa es que él es muy parecido a mí, una persona muy sensible, es pequeño pero tiene una gran capacidad de pensar. *** En Colombia todos hablan del proceso de paz, pero a mí me parece horrible que digan eso mientras haya personas muriendo de hambre. Las cosas no son tan sencillas. Nuestro conflicto tiene dos partes y cada una tiene un nombre: una es legal, la otra es ilegal. Hay equívocos de todos los lados. La guerrilla nació para hacer un cambio social, pero se desvió. Y el Estado ha hecho cosas más graves, pero sabe manipular. Los hechos históricos son las circunstancias. No estoy de acuerdo con la guerrilla, ni con la guerra, ni con los sectores armados legales como el Ejército. Todos se han equivocado. Tenemos que acabar con el conflicto, al menos para ver lo que pasa. Ojalá sea un cambio para el bienestar de todos los colombianos. No es el caso de quitarles a los ricos para darles a los pobres, pero necesitamos de un camino para que todos estemos bien. Mientras el rico no comprenda que el pobre es el que hace la casa donde vive, los zapatos que se pone; que cultiva la comida que se come y que incluso se la sirve, no podemos avanzar. La paz, como la violencia, es un concepto con muchos significados. La paz empieza aquí, no con unas negociaciones en La Habana. ¿Para mí qué es la paz? La paz es que nadie muera de hambre. Pieza periodística publicada originalmente en la revista El Retrovisor, del Taller Periodismo Sensible a los Conflictos de la DW Akademie en asocio con la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.

Fotografía: Natalia Botero

me hablando con los camaradas de cuestiones políticas. Yo nunca sentí ningún tipo de influencia por parte de los guerrilleros en mi formación. He leído mucho marxismo, pero no por la guerrilla. El único libro que me recomendaron fue uno de Arturo Álape, pero ni siquiera me acuerdo del título. Todo lo que he leído ha sido por mi cuenta. A nivel político siempre he sido muy formado. Allá en la selva aprendí mucho solo mirando lo que pasaba. Algunas veces enseñé a leer y a escribir a quienes no sabían. A la gente le dan una educación marxista-leninista, y yo, ideológica y emocionalmente, soy anarquista, pero racionalmente tiendo a no ser nada. En la selva siempre tenías que estar listo para la confrontación. A veces extendías la ropa donde le diera el sol, pero si sentías un avión tenías que ir a quitarla para que no se viera desde arriba y no nos bombardearan. Vos podías tener la edad que tuvieras, pero estabas consciente de que era una guerra. ¿Qué es lo peor de la guerra? La preocupación y el estrés. Como cuando un compañero caía. Como me tocó con mi hermanita. Yo nunca pensé en vengarme, ¡jamás! Yo creo que aquí nunca deberíamos vengar nada. Sólo me vengaría de los mosquitos. Uno de los peores recuerdos fue cuando estuve 15 días en una zona donde había muchos mosquitos. Por la mañana me levanté, me miré la cara y tenía uno que otro espaciecito en blanco, el resto estaba lleno de puras picaduras y puntos rojos. Picadas sobre picada. Era una cosa horrible y me puse a llorar. Fue en unas vacaciones del colegio, la idea era quedarme 15 días y no estuve sino una semana. En otra ocasión me dieron un calibre 38 para ir con otro guerrillero por un mercado. Nos fuimos porque yo estaba tan aburrido que si no hacía algo iba a salir corriendo. Es que yo ya estaba loco sin hacer nada. No tenía ni un libro. También iba por leña o me ponían a hacer chontos, que son los huecos donde vas a hacer tus necesidades. Y así, cosas de la guerrilla que no me tocaban, pero las hacía porque me aburría. En un par de veces fui con dos compañeros míos de Medellín, con los que tenía mucha confianza. No fue premeditado. Simplemente les dije: “Vamos pa’l monte”. La familia de uno se dio cuenta porque él le contó a su hermana y ella lo echó al agua. Nos distanciamos solo por unos días. Pero seguimos siendo muy cercanos. Es que yo siempre he creído que es mejor tener amigos que dinero. Con el otro fui en dos veces. Una vez amanecimos en un campamento y otra vez en una casa civil. Obviamente no los llevaba con ninguna intención de que se quedaran, sino de que tuvieran una perspectiva más cercana. Justo en estos días vi una frase en Facebook que decía algo como: “El lobo siempre va a ser malo si solo escuchamos la versión de Caperucita”. Es precisamente eso, hay que conocer un poquito de todo porque en ambos lados hay cosas malas y cosas buenas, pero uno lo tiene que ver con sus propios ojos, no puede juzgar lo que no conoce.

Niños de un pueblo con un guerrillero de las FARC.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


20 Crónica

como la vida

***

Con los ritmos y las variantes propias de la vida, un grupo de actores de Acción Impro se le mide al reto de improvisar las historias que proponen sus espectadores. Entre risas, juegos, epifanías y errores, en las noches de viernes a sábado en El Poblado, estos actores hacen malabares con su oficio.

— A ver, otra mano arriba, por favor. ¿Qué título te gustaría ver hoy? — El cuchuflé místico en el armario. —Y va ser a la manera de… —Teatro musical. Para Jairo Pinzón, socio de la corporación, no hay títulos malos ni más difíciles que otros: todos se pueden improvisar. Sin embargo, se siente limitado con los títulos de acontecimientos políticos o religiosos. —Hay gente que quiere ver la historia entre Santos y Uribe. Yo no me voy a poner a imitarlos ni a crear un conflicto político. Los llevamos por otro lado. Es aburridor para uno, pero el público espera ver ese conflicto. En una ocasión, alguien propuso el título Los huevitos de oro de Uribe, a la manera de teatro costumbrista. Los actores crearon la historia de un par de campesinos, uno de ellos llamado Carlos Uribe, que encontraron unos huevitos de oro. —Cuando no pedíamos títulos, sino lugares, la gente siempre tenía que pedir el baño. Todo el mundo quería ver eso —dice Juan Manuel Erazo. —Sí, incluso hay gente que se pone muy creativa y entonces salen unas cosas muy raras. Y eso lo agradecemos mucho porque uno dice: “Me pusiste en problemas. Qué bueno. Me pusiste a volar la imaginación” —agrega Pinzón. *** Fotografía: Cortesía

La

nuel Erazo, actor ocasional. Como todo juego, también tiene códigos para entender, modificar o cortar la improvisación. Por ejemplo, aplaudir una vez, de manera sutil, indica un cambio de escena. O señalar un personaje implica su permanencia, pues en la impro los personajes son etéreos y pueden desaparecer inesperadamente. —El juego no permite jugadores con dobles intenciones. Somos un equipo. Para poder jugar, para poder pararnos allá, tenemos que entendernos como equipo, no como individuos. Y para poder ser equipo tenemos que querernos —añade Felipe Jaramillo, también actor.

Además de los shows de improvisación, la compañia de teatro ha presentado otras obras como La Oficina, Colombiandei y Black and White.

Daniela Jiménez González danielajimenezg09@gmail.com

L

a sala del teatro, cubierta de negro desde las paredes hasta las mesas, y la gran cantidad de asistentes, aglomerados en grupos o en parejas, procuran la sensación de inmensidad incluso cuando el espacio es muy reducido. El escenario está resguardado por un telón rojo que se descuelga, abierto, sobre una tarima de piso de madera. El aire es tibio porque no hay ventanas, y uno o dos meseros se balancean entre las mesas cual acróbatas, sudando. Poco a poco, las luces se apagan hasta que toda la sala queda a oscuras. En medio de los cambios de música, aparecen los actores como sombras que se desplazan y se mueven con rapidez por el escenario. Cuando vuelven las luces, David Sanín, uno de ellos, se sitúa en el centro mientras sus compañeros permanecen atrás, estáticos. —Al despertar cada mañana, no se tiene la certeza de lo que vaya a traer cada día —dice—‌. Después de cada decisión, múltiples reacciones pueden ocurrir y eso es la vida: una improvisación continua. Todos los viernes y sábados en la noche, a una cuadra del Parque de El Poblado, por la calle 9, los actores de la compañía teatral Acción Impro presentan al público su técnica de improvisación. Esta vez el espectáculo es A toda prueba, el formato clásico de la casa en el que se busca que los actores estén en capacidad de sortear cualquier desafío impuesto por los espectadores. Se presentan alrededor de cinco historias diferentes; los cambios de situación y personajes son frenéticos. Hace 15 años, un grupo de estudiantes de teatro, de la Universidad de Antioquia, después de conocer la técnica de la impro, empezó a prestar salones, a ensayar hasta tarde y a buscar libros para enriquecer el aprendizaje. Con el tiempo, los estudiantes conocieron a otros equipos de improvisación de Suramérica, y fueron invitados a una gira. Para viajar, los actores realizaron sus funciones en la cafetería de la Facultad de Artes, recogiendo plata con un sombrero. Así nació la corporación teatral. Luego llegaron más funciones y contratos con empresas para realizar espectáculos de teatro empresarial. En una casa por la Comuna 12, La América, ensayaban y dictaban talleres. Finalmente se trasladaron a esta antigua bodega de camiones en El Poblado.

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Después del saludo, David Sanín les enseña a los espectadores un tarro que contiene montones de crispetas. Cada una tiene escrito un estilo de televisión (por ejemplo la telenovela), de cine (puede ser una película latinoamericana) o de teatro (como el musical). Cada impro nace de la combinación de un título, entregado por el público, y un estilo, tomado del crispetero. —La mitad del espectáculo corre por cuenta de cuatro actores, un músico y un luminotécnico, pero la otra mitad ocurre por ustedes, quienes van a tener el privilegio de decidir el título de cada una de las improvisaciones. A partir de este momento, ninguna de las palabras, acciones, sonidos o luces que ustedes verán fue preparada. Todo nace y muere en el mismo instante en que surge, como la vida misma. El músico, Andrés Giraldo, es otro improvisador, y debe estar alerta a lo que los actores construyen en el escenario con el fin de encontrar el sonido propio de cada historia. Mientras Giraldo toca el piano, Sanín lanza el primer reto a los asistentes. —Voy a darles siete segundos con 45 milésimas para que cada uno, consigo mismo, piense un título. Ya. Aparece una primera mano arriba. —¿Qué título quieres ver? —pregunta Sanín. —Los siete días de Baldor en el desierto. —¿De Baldor en el desierto? Hay gente que no cree que esto es improvisado. El hombre saca una crispeta con el estilo del tarro; ríe y dice: —Película oriental. Las luces se apagan y vuelve a ponerse oscuro. Los actores imitan un balbuceo similar al chino mandarín que resulta muy gracioso para el público. —A la manera de una película oriental —dice uno de ellos— Acción Impro presenta Los siete días de Baldor en el desierto. Antes de que las luces regresen, inicia una cuenta regresiva. Todos gritan al unísono: —5, 4, 3,2, ¡Acción Impro! *** Más que actores, parecen niños divirtiéndose en el escenario, sin guiones ni reglamentos, con el vértigo de nunca saber qué va a pasar. La impro les permite crear personajes y situaciones donde no hay nada, donde todo está permitido y es inagotable. Nunca habrá una improvisación igual a otra. —“Actuar” es una palabra que lo distancia a uno mucho de este juego que nos permite divertirnos en el escenario; cuando nosotros salimos a la escena, salimos a jugar —dice Juan Ma-

La técnica de la impro se basa en tres ejes fundamentales que bien pueden aplicarse a la vida: la escucha, la aceptación y la contraoferta. El actor debe aprender a escuchar para saber qué es lo que está pasando en escena. Eso lo pone en constante alerta de lo que está sucediendo. Cualquier cosa puede ocurrir y hay que reaccionar de la mejor manera. La aceptación implica desprenderse de los prejuicios, estar dispuesto a entrar en escena y decir sí a las propuestas de sus compañeros. Y la contraoferta es la capacidad de entregar una propuesta a las ofertas de los demás actores. —El primero que sale propone algo, y uno, después de verlo, hace la contraoferta. Después de eso no sabemos hacia dónde va la historia. No nos ponemos de acuerdo a ver quién sale primero. Al que primero se le ocurre una idea, entra y hace alguna acción y los otros se van pegando a la historia —dice Jairo Pinzón. Además, en la impro no hay error ni bloqueos. Hay que identificar el error y para que no exista, repararlo. No mostrarlo: es una oportunidad para construir en el escenario. —Lo ideal en una improvisación es no negar; un “no” para una buena idea es un asesinato. La invitación de la impro es aceptar la propuesta que el otro te tiene. Eso es muy bonito para la vida porque la vida es así. Es entender el error, comprenderlo, transformarlo para que se vuelva una oportunidad —dice Felipe Jaramillo. *** Dos de los actores se encuentran improvisando adelante del escenario mientras los demás esperan atrás. La historia se vuelve tan cómica que nadie puede contener la risa. Incluso los actores tratan de disimular su expresión. —Si al personaje no le da risa, a ti no te da risa. Pero a veces, hay momentos en donde ya no me aguanto. Yo sí me río y creo que para el público también eso es gracioso —dice Juan Manuel. —Es poco lo que me puedo aguantar con las genialidades de mis compañeros. Me da mucha risa. Es inevitable, es un acto natural —añade Jairo Pinzón. *** Terminar un show es, casi siempre, una descarga de energía. Las historias, que suelen nunca concluir, alcanzan un punto álgido donde los improvisadores sienten que ya no hay cabos sueltos. —Por lo general nos quedamos tomando cervecita, conversando, nos seguimos riendo de cualquier bobada —dice Pinzón. —La impro es absolutamente vivencial, es una experiencia distinta todo el tiempo. Es como una buena relación amorosa, siempre estás esperando qué es lo próximo que te va a sorprender del otro. No hay forma de no enamorarse de ella —concluye Jaramillo. Al finalizar la presentación, la pequeña sala de teatro se colma de aplausos. Los actores se despiden con su tradicional cuenta regresiva, e inmersos en la misma emoción con la que aparecieron, se escabullen detrás del telón como niños que continuarán su juego en otro escenario.


21

Música para no pasar de largo

Fotografía: Cortesía

Sonidos

HagalaU ha transmitido festivales como Altavoz Medellín, Altavoz Antioquia, Víboral Rock, Festival Hertz y Más que sonidos en Guatapé.

Durante quince años, HagalaU ha trabajado por fortalecer la escena musical alternativa de Medellín. Rock, ska, metal, hip hop… La música es una.

Yeison Sánchez Ríos ysanchezrios@hotmail.com

M

ientras se tomaba una cerveza en el Parque del Periodista, en 1996, Santiago Arango le preguntó a Darío Cano, guitarrista de Frankie ha Muerto: “Si hay tantas bandas buenas en Medellín, ¿qué pasa aquí que no suenan, que uno no escucha nada?”. Entonces Cano, sin importarle la forma en cómo decía las cosas, le respondió: “¡Aaaahhh!, deje de quejarse, güevón, y más bien haga algo usted”. ¿Qué música se escuchaba en ese entonces? Las emisoras de radio juvenil en Medellín estaban plagadas de salsa, merengue, pop y, claro, algo de rock; pero en su mayoría de artistas extranjeros. ¿Y las bandas locales? Lo que se emitía en la radio, según Arango, no representaba ni el uno por ciento de la producción musical de Medellín. A los conciertos de las bandas no asistía mucha gente, en parte porque no era muy común que los grupos se presentaran en un bar o en un teatro. Y si no se reproducía su música en la radio y poca gente los conocía, ¿cómo se iba a promocionar una presentación y quién carajos iba a ir? La conversación con Darío fue crucial para que en esa época Santiago Arango, Comunicador Social-Periodista de la Universidad de Antioquia, ideara un proyecto que materializó en el año 2000, y que se ha mantenido durante quince años como un referente de la difusión musical en la ciudad: HagalaU Radio, una propuesta que muestra el sonido local que en las emisoras comerciales no tiene cabida. Un lugar para lo underground, un parche para disfrutar y hablar de la vida a través de la música. Un espacio que integra periodismo digital, escrito, radial y audiovisual, y que difunde la música que se produce, especialmente, en las calles de Medellín y el resto de Antioquia, que viaja desde el rock, el punk, el metal, el hip hop, el jazz, el blues. HagalaU empezó con un grupo conformado por Arango y varios estudiantes de la Universidad de Antioquia, en un espacio que le otorgó la Emisora Cultural Universidad de Antioquia los lunes a las 4 p.m., en agosto de 2000. Un horario difícil en el día más duro de la semana. ¿Quién los iba a escuchar? Para eso se necesitaba promoción. Así que a repartir volantes y afiches. Dibujados a mano en hojas de block, pegados en cuanto bar, café y universidad encontraban, y con un Santiago Arango que

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entraba a los salones con este eslogan: “Escuchen HagalaU, no pasen de largo”. Inicialmente, HagalaU realizaba sus programas en torno a una temática. Tomaban, por ejemplo, el juego, y salían a la calle a preguntarle a cualquiera cómo se jugaba la vida. En cabina, el equipo hablaba de El jugador de Dostoievski, de Play the game de Queen o de Juégale apuéstale de Aterciopelados. Así, el oyente reflexionaba, se involucraba con HagalaU, se divertía y aprendía a la vez que escuchaba música. En 2003 lanzaron una sección llamada El Rey del Mes, en la que las bandas contaban sus historias, hablaban de la escena de la ciudad, programaban su música por 30 días. I.R.A., la emblemática banda de punk de Medellín, fue la primera. Para promocionar al Rey del Mes, el grupo de HagalaU pegaba carteles en las calles y universidades. Un día, luego de sacar el pri-

En una ciudad invadida por la música de parranda y el reguetón, el rock y sus subgéneros quedan relegados a espacios relativamente pequeños, donde HagalaU se ha constituido en un proyecto alterno y especializado.

funciona como una radio virtual y no como un playlist cualquiera, gracias a la intención de estar en contacto permanente con la gente. Arango es el único que ha permanecido al frente durante estos 15 años. Es quien ha vivido y enfrentado dificultades y quien más ha gestionado y luchado por HagalaU. Hubo días, meses, años, en los que estuvo acompañado de cinco, seis o siete colaboradores, también se quedó solo durante meses liderando el proyecto. Y era difícil, porque él respondía por todos los programas, y solo un amigo, Jaime Franco, ayudaba cuando Arango estaba cansado, enfermo o con mucha resaca. En el teatro Matacandelas, HagalaU realiza el Bazar de la Música Independiente de Medellín, un evento que ha ayudado a promover, desde 2012, el movimiento sonoro de la ciudad, vendiendo discos a precio de bazar mientras se escucha punk, metal, electro, reggae u otros géneros. A la vez se proyectan videoclips, se realizan toques o se intercambia música con el resto de los asistentes, sean músicos, fotógrafos o melómanos. También han realizado programas acústicos, conciertos en bares y plazas de la ciudad en los que bandas con trayectoria como Frankie ha Muerto o Posguerra, o aquellas con nuevas propuestas como Sin Estado, de Santa Rosa de Osos, muestran su talento. Todavía deambulan pegando carteles en Medellín, haciendo que las bandas se acerquen y muestren su sonido; realizan bazares, festivales —como el Festival Hertz que se programa desde 2011 con bandas locales—. Pero más allá de esto, han tratado de construir una comunidad que, a partir de la música, pueda compartir sus ideas, intercambiar experiencias musicales y mostrar el universo musical independiente local. Y ese trabajo, esa lucha, se ref leja en cada evento y en cada programa que realizan, en cada CD o vinilo que lanzan —con el sello de discos HagalaU, creado en 2012—, y en las palabras de las diferentes bandas que han pasado por allí. Para Arango, HagalaU es una construcción entre cada oyente, banda o periodista que ha hecho parte del proyecto, que ha crecido con el programa, y que ha trabajado por “entender la vida a través de la música”. Como dijo hace poco Giovanni Rendón, bajista de la banda de punk P-Ne: “Son 15 años de generar historia. 15 años de una doncella que ya debe estar pensando en ser una mujer, en tener sexo carnal, desgarrado, en crecer y madurar más allá de todo lo que ha generado el hecho de nacer y de crecer. HagalaU es para mí una princesa bella”. ¡15 años que no han pasado de largo!

)

mer disco de De bruces a mí, Mauricio Osorio, vocalista de la banda, vio uno de aquellos carteles en la UdeA: “¡Ay, parce!, un programa. ¡Eh!, yo tengo una banda. ¿Será que yo puedo estar ahí?”, y le escribió un correo a HagalaU, preguntando qué tenía que hacer para ser Rey del Mes. Desde entonces, De bruces a mí ha trabajado de la mano de HagalaU lanzando canciones. El sitio web fue lanzado en 2005 cuando el acceso a un computador era limitado. Entonces, lo que más hacían era enviar correos y comunicados de prensa desde sus casas a las dos o tres de la mañana, en aquellos días en los que en la universidad era difícil acceder a un computador, los mensajes tardaban horas en llegar y cualquier llamada de la tía, la prima, el abuelo, la novia, el cuñado, el amigo, Fulano, Zutano o Mengano hacía que la conexión se perdiera. Aparte de su programa en la Emisora Cultural Universidad de Antioquia, se sumaron espacios en la emisora Cámara FM y UN Radio, además del sitio web que

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


22 Informe

“¿Un día sin agua? ¡Ja, donde fuera un día

estaríamos gozando!”

Para muchos resulta difícil un día sin agua. Desde tener la garganta seca por la sed, pasando por la dificultad de cocinar sin agua potable, hasta no poder bañarse con tranquilidad. Pero para los habitantes del barrio Llanaditas es una situación diaria, y más grave, que afecta su salud. Los líderes de la Comuna 8 reclaman el derecho a servicios públicos de calidad. Mientras tanto, la institucionalidad se defiende.

Laura Franco Salazar laurafrancosalazar@gmail.com Alexandra Sánchez alexandrasanchez032@gmail.com Cristian Andrés Longas cristian.longasoq@hotmail.com Andrea Vivas Molina andreavimol@hotmail.com Laura Andrea García Giraldo

ministración ha asumido dos posiciones: en primer lugar, avanza en la gratuidad del servicio; pero, en segundo lugar, desde la misma municipalidad incurre en el error de desconectar el servicio de agua potable a comunidades que tienen una particular protección constitucional (víctimas del conflicto armado, discapacitados y adultos mayores). Para Jairo Maya, líder comunal y uno de los representantes de la Mesa Interbarrial de Desconectados –organización social que trabaja en pro de la reivindicación de los derechos básicos–, “estamos hablando de un problema de salud pública, de un tema esencial como es el agua”. De acuerdo con el último censo oficial, explica Maya, unas 7 mil personas son las afectadas por la falta de servicios públicos en la ciudad. Cabe destacar que estas cifras se recolectaron durante los años 2004-2005, por lo que pueden variar en el tiempo.

laura.andrea.garcia.giraldo@gmail.com

T

odos los sábados, en el barrio Llanaditas de la Comuna 8, la historia es la misma. A las diez de la mañana un mar de personas escolta un camión cargado de agua. Los habitantes llevan en sus manos tarros de todo tipo para recolectar el agua que rebosa del vehículo. Luis Jaramillo, uno de los habitantes del sector, comenta entre dientes: “¿Un día sin agua? ¡Ja, si fuera un día estaríamos gozando!”. Aunque el barrio cuenta con una red de acueducto desde hace seis años (que cubre toda la Comuna 8), esta red de tuberías solo recibe el agua de lluvia que se recolecta en un tanque. Es decir, los días que no llueve, no brota ni una sola gota. “Cuando llueve, viene mucha agua, pero viene con pelos, rastrojos, estiércol de vaca y de caballo. Con esa agua no se puede cocinar”, asegura Luis Osorio. El trabajo es doble cuando no llueve: las familias deben bajar varias cuadras para obtener agua desde un grifo que la municipalidad tiene destinado en la zona. Según Eduardo Peláez, profesional de mercadeo de Empresas Públicas de Medellín, EPM maneja este sistema con la intención de llevar agua potable hasta un punto en común donde la comunidad pueda ir por ella. No obstante, bajar y subir por el agua acarrea consecuencias graves a los habitantes: “De tanto cargar el agua estoy hasta enfermo, como de una hernia será, de cargar esos tarros tan pesados”, añade Osorio.

de agua potable. EPM se comprometió a entregar acueducto en julio del presente año.

No. 74 Julio de 2015

Fotografías: Laura Franco Salazar

Agua: derecho público Cada municipio de Antioquia, con la asesoría de EPM, establece la cota de disponibilidad, es decir, la medida topográfica que corresponde a la altura legal para la prestación de los servicios públicos en las zonas requeridas. Actualmente, la cota de disponibilidad para Medellín es de aproximadamente 1.820 metros sobre el nivel del mar (el rango máximo de cubrimiento que se le impone a la entidad). Según Peláez, la empresa responde a los lineamientos del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), teniendo en cuenta el riesgo inherente a la prestación del servicio: “Se hace un análisis del terreno que está condicionado por los riesgos geológicos. En Medellín existe un alto porcentaje de suelos propensos a deslizamientos por considerarse inestables”. ¿Cuál es la responsabilidad de la administración municipal? El investigador Vásquez manifiesta su preocupación por el actual Plan de Ordenamiento TerriEn 2013 hubo 27.126 viviendas sin agua en la ciudad, según Empresas Públicas de torial, ya que deja por fuera buena parte de los asentaMedellín. Villa Hermosa (Comuna 8) fue una de las más afectadas con 2.100. mientos: “¿Por qué la cota de perímetro urbano está en unos lados y en otros no? La explicación la tendríamos que buscar en Planeación, y en lo que ellos estableciepúblicos domiciliarios; están en su derecho. Por otro lado, ron como reglamentación en el POT”. El funcionario agre¿Dónde está el agua? las instituciones gubernamentales justifican su carencia en ga que, en El Poblado, también existen poblaciones ubicaEl tema del perímetro sanitario trazado por la adminisel hecho de que las zonas se encuentran fuera del área de das en la ladera y de alto riesgo, así que “se vislumbra una tración de Medellín es un dolor de cabeza constante desde cobertura. Mientras tanto, muchos siguen padeciendo un marcada tendencia de diferencia de clases”. hace nueve años. Por un lado, los líderes sociales y comuproblema grave de salubridad. Con respecto a las indicaciones que apuntan a una nales de los barrios El Faro, Golondrinas, parte alta de LlaSegún Jesús Amado Vásquez, investigador de hábiestratificación del servicio, el funcionario de EPM innaditas, Altos de La Torre y El Pacífico exigen los servicios tat y medio ambiente de la Personería de Medellín, la addica que “no es un problema que afecte únicamente a un estrato socioeconómico. Si bien hay barrios en la comuna 8 afectados, también los hay en la comuna 14 (El Poblado). La diferencia es que las personas que residen en este sector asumen costos adicionales por un servicio privado que les lleva el agua hasta sus casas, potenciados por máquinas especializadas. El costo de estos servicios alcanzan sumas hasta de tres millones de pesos”. Peláez sostiene que la prestación de los servicios públicos domiciliarios también depende de la estabilidad del suelo, pues algunos sectores son más propensos a deslizamientos. Sin embargo, “esta habilitación la hace cada municipio, dependiendo de lo alejado que esté de algún tanque de agua o conexión a la red”. Por consiguiente, llevar los servicios públicos domiciliarios a otras zonas implicaría un cambio en el contrato que se tiene establecido con EPM. Estos acuerdos, basados en la magnitud del presupuesto, no se cambian anualmente. Es más, para la renovación de los convenios pueden pasar hasta 12 años. O diez, como sucede históricamente en la Comuna 8. Este escenario resulta contradictorio con lo que dicta la sentencia C-150 expedida por la Corte Constitucional en 2003, que establece que el agua potable es un derecho mínimo vital para cualquier población. No se puede negar los avances que ha tenido la administración local respecto a la ampliación y adecuación del perímetro sanitario en la ciudad, pero falta mucho. Como concluye el investigador Vásquez, “más que mostrar una imagen innovadora, de buenas obras, la ciudad En octubre del 2014, habitantes de los barrios Llanaditas, El Pacífico, Golondrinas y Altos de La Torre marcharon para clamar por el servicio debe superar condiciones de pobreza”.


Reseña

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Retratos de esperanza

entre luchas perdidas Daniela Jiménez González danielajimenezg09@gmail.com

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n la sala de un aeropuerto cualquiera, el altavoz hace el último llamado a los pasajeros que abordarán el avión. Un hombre se despide de su amada y ella, en una decisión premeditada, le hace saber que no regresará porque siente que sus sueños no encajan lo suficiente como para estar juntos. Esa será la última vez que se verán y él no puede evitar, aunque lo quiera, que ella se marche definitivamente, rumbo a otra ciudad y otros destinos. Luego vendrá el silencio completo, el dolor que él revivirá cada noche al asumir la aterradora pérdida del ser que amó con tanta intensidad y al que se entregó sin reservas. Son escenas como esta, cargadas de ausencias, ansiedad, intranquilidad o espanto, las que componen los relatos de Angustias íntimas y esperanzas obstinadas del escritor Rubén Darío Zapata, una recopilación de diez cuentos en los que sus personajes se convierten en cómplices del lector para contar, de manera sincera, los pesares y disgustos que arrastra consigo la cotidianidad. Pero estos relatos no son solo un conjunto de reflexiones en torno al dolor. Son, además, una muestra de la capacidad de sus protagonistas para mantener la resistencia ante la desdicha, porque aun con todas las dificultades, se han empeñado en continuar sus vidas, para bien o para mal, con los sueños y anhelos intactos. El narrador de las historias apela a los recuerdos de los personajes para adentrarse en sus estados de ánimo y logra describir con detalle, como hábil relator, sus pensamientos profundos y secretos. Sin embargo, en ocasiones se da paso al testimonio en primera persona, de mayor carácter anecdótico, para proyectar memorias vívidas que permiten la aparición constante

de diálogos y discusiones impregnadas de emotividad. En la obra también se juega con el tiempo y los relatos no son construcciones lineales, sino que viajan entre el pasado y el presente sin perder continuidad. Así, aunque estos cuentos compartan características comunes, la variedad de temas es tan diversa como la multiplicidad de voces y situaciones. La obra permite conmoverse, en algunos relatos, con la aflicción causada por aquellos imprevistos de la vida para los cuales no se puede estar preparado nunca y que ponen a prueba los nervios. En otras historias, en cambio, es posible encontrar un entramado de imprudencias –a veces cómicas– que conllevan a desenlaces trágicos. Incluso hay espacio para la muerte, pero no solo la muerte física, corpórea, sino también la muerte por amor. Cada relato, ambientado en un escenario particular, es una oportunidad para realizar un recorrido por los diferentes matices de la ciudad y, luego, trasladarse a vecindarios aislados en lo alto de una montaña o a barrios humildes atestados de ranchos de madera, cartón y zinc. De ahí que algunas de sus historias sean reflejo de la violencia que se ha disputado por tantos años en el país y un retrato de una sociedad fría, indiferente ante el sufrimiento ajeno. En definitiva, este libro permite comprender, por medio del dolor de otros, que la angustia es parte natural de la condición humana. Al igual que sus personajes, que se encuentran inmersos en situaciones que pudieran ser perfectamente reales, todos los seres humanos le temen a las pérdidas, a similares preocupaciones o extravíos y, por supuesto, a la muerte. La mujer, inconmovible, no da lugar a propuestas ni súplicas. Con una expresión dura y antes de perderse entre la gente que está a punto de abordar el avión, le lanza una última sentencia, quizás buscando arrancarle a él ese paraíso que hasta ahora habían compartido: “Es mejor reconocer de una vez que en esta vida, en el mundo real, el amor no es suficiente. Que de eso nada más no se vive”.

Rubén Darío Zapata (2014). Angustias íntimas y esperanzas obstinadas. Relatos. Medellín: Fondo Editorial Periferia.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


24 Fotografía

El ritmo del Centro

Alejandro Buriticá Alzate ab.alzate@gmail.com

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Fotografías: Alejandro Buriticá Alzate

l Centro es uno de los lugares en donde más se deben de tener los sentidos despiertos. La vista para estar pendiente de los carros, las motos y los buses −que no respetan ni a los agentes de tránsito−. El tacto para sentir el roce, el cosquilleo de los amigos de lo ajeno. El olfato para evitar esos lugares que huelen a orina y a basuco, más la contaminación producida por el humo con gas carbónico que expelen los vehículos y motos. Y el oído que es el que más sufre: pitos, bocinas, gritos, ruido automotor, arengas y prédicas de parque, perifoneo de ventas de frutas y otros artículos...; pero también es el sentido que más puede gozar. Jueves. 30 de mayo. 3:00 p. m. Dos jóvenes sentados: uno con un chelo y otro con una pequeña batería en medio de una jam session, en plena carrera Junín. Tras cada canción, la gente aplaude, vitorea. El ambiente se llena de hermosos sonidos que contrastan con el ruido de los carros y de la gente. Poco después, en La Polonesa, un bar ubicado en una de las esquinas que dan al Parque de Bolívar, un joven con guitarra en mano entra al lugar. Por su acento se deduce que es chileno o tal vez argentino. Su música trata sobre Latinoamérica y la madre Tierra, música protesta si le quiere decir así. Es algo bello. Aunque es común que haya cantantes con guitarras que rondan por los bares, restaurantes y cafeterías del Centro de Medellín, resulta particular que sea un extranjero quien esta vez nos cautive con su música y que sea algo diferente a lo que este tipo de cantantes suele interpretar. Días después, mientras camino otra vez por Junín, noto que el ambiente cambia. Son notas de guitarra que no provienen de los tantos puestos donde los vendedores de cedés piratas repiten una y otra vez las mismas canciones; son sonidos diferentes, más vivos. Alzo la mirada y veo un corrillo alrededor de los intérpretes. Me acerco y descubro a ocho niñas emberas que bailan en dos perfectas filas de a cuatro, al ritmo de tres guitarras y una guacharaca. Mi sorpresa esta vez es mayor que la primera. Algunas niñas danzan descalzas. Los niños, mientras tanto, tocan guitarras más grandes que ellos. El más pequeño toca la guacharaca manteniendo el ritmo. La gente alrededor aplaude y con sus celulares graba tan particular acontecimiento. Sigo mi camino hacia Carabobo, otro de los bulevares del Centro de Medellín. Antes de llegar al Parque de las Luces veo un grupo de cuatro jóvenes parados debajo de una lámpara. Un trombón, un bajo, una batería y una guitarra constituye este pequeño jam de jazz. Mientras tocan su versión de Sabor a mí, una señora se detiene para bailar, y dice a viva voz: “Cuando niña no me dejaron bailar; ahora que soy vieja, aprovecho”. El centro es un gran jam en el que todos participamos con nuestros movimientos, con los gritos de los vendedores y con los pitos y motores de los carros. Entre todos creamos la melodía de nuestra ciudad.

Niñas de la comunidad Embera danzan en el Centro de Medellín, mientras que los niños indígenas animan al ritmo de guitarras y guacharaca. Extranjero interpreta música protesta con su guitarra en un bar cerca al Parque Bolívar.

Joven toca el chelo en el paseo peatonal Junín. Lleva a cabo una jam session acompañado por una batería.

No. 74 Julio de 2015

Conjunto de jazz compuesto por trombón, bajo, batería y guitarra que interpreta su música cerca al Parque de la Luces.


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